«Tiro fijo» y la identidad de los comunistas


Patricio ha vuelto a subir la montaña colombiana para entrevistar al jefe de las FARC, Manuel “Tiro Fijo” Marulanda.  Un relato sobre el viaje y la iniciativa política de los revolucionarios colombianos para alcanzar la paz, ha sido publicada por Clarín el domingo 6 de setiembre y -en versión completa- por Propuesta.

Rodolfo Nadra, ex corresponsal  en Moscú de la prensa partidaria, hijo del conocido dirigente comunista Fernando Nadra, trabaja para la secretaría de prensa de la Presidencia y estaría preparando el texto de una carta de campaña de Menem contra los radicales.  La información se destaca en el comentario político de Clarín del 30 de agosto.

Dos noticias, dos conductas y la oportunidad de volver a reflexionar sobre el tema de la identidad comunista y el XVI Congreso, cuestión que ha conmocionado y aún  perturba a muchos compañeros.

El Partido Comunista de la Argentina había conseguido construir una identidad política bien definida y mejor asumida por sus integrantes.  La «chapa» del pece era tan clara y su peso tan importante, que en el movimiento popular solo se decía «el partido» para referirse a él. ¿Pero qué cosa es la identidad de un partido político?    Es aquello que los militantes construyen como su imagen colectiva y que se expresa en simbolos, ceremonias, gestos, imagenes, personalidades, mitos, etc.; y  que tiene por lo menos tres afluentes constitutivos: la historia de la organización, el modo en que llevan a la practica los proyectos políticos encaminados a lograr los objetivos estrategicos y un componente internacional: aquellos procesos que materializan las propuestas revolucionarias de la fuerza.

Por cierto, que como todo fenomeno de la subjetividad, la identidad de una fuerza política es algo en movimiento y con elementos contradictorios.  Nuestra identidad no podía ser menos.  Por ejemplo, en los años de la 2º Guerra Mundial la identidad comunista era sinomino de antifascismo, de la lucha de la vida contra la barbarie, simbolizaba para muchos el avance heroíco del Ejercito Rojo liberando Europa.   Un poco antes, en la decada del ‘30 la identidad comunista tenía mucho que ver con la lucha de los obreros del petroleo, de la construcción, de la madera, etc. y del papel dirigente de los comunistas en ella.  Pero eso fue cambiando con el triunfo del peronismo, el XX Congreso del PCUS, nuestro alineamiento incondicional con una Unión Sovietica que iba matando el proyecto socialista y sofocando los intentos revolucionarios en todo el mundo.  El objetivo socialista se mezclaba con una cultura reformista, el heroísmo de sus militantes con el seguidismo hacia diversas variantes de proyectos democráticos burgueses, y así de seguido.

Si hacia afuera, el atractivo de la identidad comunista iba menguando sin pausa, hacia adentro se mantenía merced a una visión autocomplaciente del presente y de la historia del partido que adjudicaba todos los problemas a acciones conspirativas impidiendo cualquier debate serio y expulsando a todo el que intentara cuestionarlo.

La identidad comunista entró en una crisis profunda a la salida de la etapa dictatorial y el fracaso estrepitoso de la política de apoyo electoral al peronismo.  El debate del XVI Congreso vino a enfrentar la crisis y no a provocarla; sin embargo, acaso sin que todos tuviéramos plena conciencia de ello, al encarar en el XVI Congreso el debate autocrítico, estabamos de hecho poniendo en cuestión un modo de entender el partido y su propia identidad.  No por nada, Antonio Gramsci dice «Un partido habrá tenido mayor o menor significado y peso, justamente en la medida en que su actividad particular haya pesado más o menos en la determinación de la historia de un país.  He aquí por qué del modo de escribir la historia de un partido deriva el concepto que se tiene de lo que un partido es y debe ser.  El sectario se exaltará frente a los pequeños actos internos que tendrán para él un significado esotérico y lo llenarán de místico entusiasmo.  El historiador, aún dando a cada cosa la importancia que tiene en el cuadro general, pondrá el acento sobre todo en la eficacia real del partido, en su fuerza determinante, positiva y negativa, en haber contribuido a crear un acontecimiento y también en haber impedido que otros se produjesen«[1]

Ocurrió que al encarar seriamente el debate sobre los errores cometidos fue surgiendo la critica a la cultura política que los ocasionaba, y al ponerla en cuestión quedó claro que era parte de un fenómeno más amplio y complejo que concernía al movimiento comunista  y revolucionario en general, incluidos los propios partidos en el poder de los países «socialistas».  Acaso uno de los errores más serios que cometimos al emprender el viraje fue subestimar la profundidad con que había penetrado el reformismo en nuestro partido y su capacidad de reproducción incluso en algunos cuadros que aparentaban “vanguardizar”el viraje.

¿Qué imagen de los comunistas han construído los medios en esta decada de derrota? La de la disolución, la de un grupo de oportunistas que pasan a ser “ex” y con el entusiasmo de los conversos se suman al carro de los dominantes o, por el ocntrario (aunque complementariamente) la de un pequeño grupo de nostalgicos, sin ninguna relación con la vida, que persisten como una patrulla perdida en el tiempo.  A consolidar la primera imagen apuntan las notas sobre Rodolfo Nadra o las referencias veladas al pasado de los Mosquera, Sigal o Soñe.  A romper esa imagen aportan las notas sobre Patricio y Marulanda.

Luchar contra el peso de esa cultura, potenciada por la debacle del “campo socialista” en las condiciones de ofensiva generalizada del neoliberalismo en el mundo y la Argentina, no ha sido para nada fácil porque en primer lugar era una lucha contra nosotros mismos, contra nuestras propias debilidades y deformaciones.

Pero en esa lucha por defender el proyecto de poder popular y el partido que lo sostiene, por mirar de frente la historia para aprender de ella, por vincularnos al proceso de renovación del pensamiento y la práctica revolucionaria que transcurre en todo el mundo, y particularmente en América Latina, fuimos modificando, recreando, introduciendo nuevos contenidos a la identidad comunista.

Nuestra actual identidad tiene que ver con nuestro rol en la lucha –en concreto, con Rogelio en La Rioja, con el Beto en los asentamientos del gran Buenos Aires, con los cumpas de Villa Libertador Gral. San Martín o el Toto en la Correpi, por simple ejemplo-, en la recomposición del ideal; y por ello, hoy también «somos» los seminarios y la renovación del pensamiento revolucionario así como de nuestro esfuerzo por recrear el internacionalismo revolucionario y aprender de Fidel, de Marulanda y de todos los que sostienen empecinados la bandera de la revolución.

A esta altura del articulo, el lector –si quedara alguno- podría decir (y con razón): todo esto suena muy lindo pero la realidad es que este partido tiene una identidad muy debilitada y es más, no pocos compañeros tienen una identidad más vinculada a la «antigua» identidad que a la «nueva», y el autor le daría la razón porque la identidad –fenómeno de la subjetividad si los hay- no surge automática ni espontáneamente: se construye laboriosamente con debates, gestos, símbolos y ceremonias que sean plenamente funcionales al nuevo contenido de la identidad comunista.

Por ello hay que recuperar los piqueteos, la fiesta de la prensa, las brigadas de la fede y desplegar todas las formas de expresar nuestros sentimientos hacia la lucha por la revolución. Ahora, por ejemplo, deberíamos batallar fuerte por difundir la lucha de las FARC, el pensamiento de Marulanda y nuestra propia conducta solidaria con la única guerrilla activa de latinoamérica

Construir la identidad del proyecto comunista de poder popular, nuevo contenido de una identidad con 80 años de historia, es parte de la batalla por dotar al partido –herramienta y portador del proyecto- de los atributos imprescindibles para abrirle paso.

Para que cuando se diga comunista todos piensen en Patricio con Marulanda y no en Rodolfo Nadra escribiendo para Menem.

José Ernesto Schulman.

[1] Notas sobre Maquiavelo, pag. 47. Edición Lautaro, 1962.

Un comentario sobre “«Tiro fijo» y la identidad de los comunistas

  1. gracias por tu análisis, tenemos que profundizar mas, y digo tenemos, no tienen, cada uno de nosotros ocupa un lugar en la historia, no en el bronce, sino en los hechos concretos que nos toca jugar,

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