La cuestión del programa de la revolución


Monografía elaborada para el curso de la Escuela Nacional de Gobierno de 1996/97

La cuestión del programa ha sido uno de los ejes del debate de principios en el movimiento revolucionario mundial desde que Marx y Engels le dieran nacimiento formal escribiendo hace casi 150 años el Manifiesto Comunista como documento programático de una pequeña organización obrera revolucionaria que se convertiría con los años en la más poderosa fuerza política de la historia.

Siempre el debate programático fue polémico y condensaba visiones y prácticas más amplias: así lo hicieron Marx  y Engels en la “Critica al programa de Gotha” contra Lasalle y su tendencia a la integración al régimen y luego contra el oportunismo de Bernstein y Cía., contra los que decían preferir un paso práctico al mejor de los programas para justificar su oportunismo reformista.

Fue el estilo de Lenín discutiendo a principios de siglo con los “populistas” que creían ver el futuro en el pasado agrario ruso, o al estallar la primera guerra mundial, indicando la posibilidad de tomar el poder en un país por separado contra los que seguían esperando la maduración completa de las condiciones necesarias en los países capitalistas centrales para realizar la revolución mundial.

En América Latina el debate sobre el programa fue y es el debate sobre la caracterización de la región, sobre la cuestión nacional, sobre la burguesía nativa, sobre las vías de conquista del poder.  En definitiva sobre si el capitalismo tenía (tiene) capacidad de dar respuestas o no a las necesidades de los pueblos latinoamericanos.

El programa que históricamente tuvo el partido Comunista de la Argentina, se aprobó en 1928 en el VIII Congreso bajo una fuerte influencia de la Internacional Comunista (de la cual el partido era una sección fuertemente condicionada por las decisiones de sus órganos directivos) que empezaba a estar conducida por el grupo stalinista y sobrevivió con pequeñas modificaciones hasta el XVI Congreso de 1986 cuando fue dejado sin efecto.

En las visiones dogmáticas de la dirección de la Internacional Comunista,   América Latina era un bloque homogéneo casi idéntico a la África colonial, y por ende, desde sus enfoques del “desarrollo” dominadas por el determinismo económico y el etapismo, debía pasar por la etapa de desarrollo capitalista comoletando las tareas inconclusas de las revoluciones anticolonialistas de pirncipios del siglo XIX, ahora bajo la conducción de un frente democrático nacional que incluyera a las fracciones nativas de la burguesía.

Esta estrategia se potenció, y aún más, se degradó con las visiones broweristas[1] de fin de la segunda guerra mundial que propiciaban abiertamente la integración al capitalismo y la transformación de la alianza antifascista (obviamente una iniciativa táctica) en una estrategia de construcción permanente.

No se puede dejar de señalar que ésta no era la única visión sobre el problema, y que en la misma conferencia latinoamericana de partidos comunistas de 1928 (Montevideo) que daría fuerza de “doctrina oficial” a la estrategia de las “revoluciones democráticas burguesas” para la región, el peruano José Carlos Mariátegui presentó sus tesis de revolución socialista sustentadas en el carácter latinoamericano del mismo basandose en las tradiciones del comunismo incaíco, en un esfuerzo casi solitario por utilizar el marxismo como herramienta teorica de interpretación y transformación de la realidad latinoamericana en vez de creer en él como un talisman o peor aún como en una teoría del destino manifiesto.

No se necesita ser demasiado perspicaz para vincular estas cuestiones “programáticas” a cuestiones políticas tan contundentes como la Unión Democrática (1946) o la perdida de vocación de poder que sufrió el partido Comunista  durante los ‘60 y los ‘70, periodo de auge de lucha de masas, de contradicciones fuertes al interior del bloque dominante y posibilidades reales de cambios revolucionarios en la Argentina en los que el partido Comunista defendió posiciones reformistas que pusieron su cuota a las dificultades que tuvieron las fuerzas progresistas y revolucionarias para unirse y consolidar la ofensiva popular.

El XVI Congreso de noviembre de 1986 puso en marcha un proceso de autocríticas, de viraje, de renovación del pensamiento y las conductas politicas, de intentos de superación de los límites teóricos y políticos que dejó de lado el programa histórico y desarrolló un programa implícito en su práctica política y en sus documentos congresales (especialmente en el XIX de noviembre de 1995) que ahora, despues de diez años,  es necesario transformarlo en un programa explícito, útil para el debate y la difusión popular de las propuestas comunistas entre los militantes populares comprometidos con el cambio verdadero.

Lo primero a discutir sobre el tema del programa alternativo, es responder a la pregunta de alternativo a qué? Hay que conocer profundamente la naturaleza del sistema capitalista contemporaneo, sus rasgos peculiares.

En este punto se han realizado avances significativos, sobre la base de las experiencias de lucha de nuestros pueblos y el debate colectivo, que han ido dejando claro que el neoliberalismo no es un mero plan económico, aunque tiene un modelo económico, sino que es un enfoque integral -por parte del sector hegemónico de los capitalistas- que abarca y penetra en todos los terrenos de la vida social.

El neoliberalismo tiene un centro de gravedad en su iniciativa  ideológica/cultural y política para materializar el proceso de preservación, ampliación y reproducción del capitalismo bajo la hegemonía y beneficio de los grupos más concentrados, poderosos y reaccionarios.

Este concepto, superador de la limitación economicista y dogmática que tanto afectó al marxismo y hoy campea por todas las ciencias sociales, nos permite comprender mejor el funcionamiento de este capitalismo surgido por un lado de la tercera ola, de la revolución científica basada en la informática, la biogenetica y la automatización de los procesos productivos; así como de las características actuales de la lucha de clases condicionada por dichos cambios en la esfera de la producción material de la sociedad pero sobre todo de la correlación de fuerzas resultante de la caída del Muro, del mundo unipolar con su globalización neoliberal no solo de la economía sino de la cultura, la información y la política.

El capitalismo argentino de estos días tan concentrado y centralizado, tan explotador y excluyente, tan inhumano y tan destructor del medio ambiente pero también -hay que decirlo-  con un grado de “legitimación natural” que pocas veces tuvo en sus 150 años de historia es el resultado de un proceso -extremadamente violento- de 20 años en que la burguesía más concentrada y poderosa buscó resolver el doble problema de un modelo de desarrollo capitasita agotado y fuera de las exigencias de los centros imperiales por un lado y del cuestionamiento creciente que las luchas obreras y populares le formularon desde 1969 a 1975.

El genocidio cometido es el resultado de esa voluntad política burguesa de aniquilar preventivamente el peligro revolucionario y de resolver el conflicto interburgues que dificultaba el cambio de modelo de desarrollo capitalista.

Lo que queremos decir, es que la fase actual del capitalismo argentino no se puede entender sin visualizar la conquista del poder por parte de las fracciones burguesas más reaccionarias y decididas a colocar todo un país a su servicio.  Cueste lo que cueste.  Y que el tema a resolver primero, en la perspectiva de una Argentina distinta, más justa, más libre y más solidaria, socialista; es justamente la cuestión del poder.

De estar en condiciones de  aplicar las medidas que enfrenten la lógica de la reproducción del sistema capitalista (visto integralmente, no solo económicamente) y abran paso a una nueva lógica de desarrollo, no capitalista, antimperialista, patriota, que aproxime el socialismo y el comunismo.

Por todo ello el programa de los comunistas debería ser una propuesta de construcción de poder popular, de cuestionamiento creciente del mismo al poder vigente hasta la lucha abierta por su derrota y reemplazo por el  popular.

Argentina lleva más de un siglo de desarrollo predominantemente capitalista, desde una integración periférica al mercado mundial que abrió perspectivas de un crecimiento económico espectacular, que duró varias décadas y logró hegemonizar un modelo agroexportador con un grado importante de diversificación de la economía y un grado interesante de urbanización.

Este modelo de acumulación dio como resultado la conformación de una burguesía que,  a partir de la posesión de la tierra, se diversificó al plano comercial, financiero e industrial, compartiendo su predominio económico en estas últimas áreas con el capital británico, volcado a las finanzas, los ferrocarriles y el frigorífico, y construyendo una eficaz hegemonía, expresada en una visión del mundo construida y propagada en extensos aparatos educativo-culturales.

Ese modelo de crecimiento dependiente, de eficaz funcionamiento desde la perspectiva de la clase dominante, era también un modelo de explotación y exclusión económica, social y cultural.  Los trabajadores urbanos, en su mayoría con bajos salarios, y en condiciones de superexplotación, fueron víctimas del modelo, y a la vez encarnaron tempranamente expresiones del poder del trabajo.

El indio, los pequeños productores rurales explotados por terratenientes y comercializadores,  sufrieron junto con ellos la postergación en una Argentina de espectacular crecimiento económico.

Nuestro país nunca se repuso totalmente del colapso del modelo de integración inicial al mercado mundial y no consiguió regresar a las condiciones hegemónicas iniciales.  La sustitución de importaciones, y la instalación bastante amplia de mecanismos de estado benefactor no consiguieron nunca regenerar nunca las condiciones de hegemonía y desarrollo del “orden conservador”.

Hoy asistimos a las consecuencias del desmantelamiento final del modelo sustitutivo de importaciones asentado en el estado benefactor y en el pacto social entre trabajadores, capitalistas y estado.

Vivimos el período de la trasnacionalización, de la crisis de los arreglos entre capital y trabajo de la posguerra, de la consolidación de un mundo diferente.  El neoliberalismo o neoconservadorismo, ha sido la bandera ideológica de estos cambios, y todavía sigue hegemónico y a la ofensiva.

Hay fisuras enormes del sistema imperante, pese a todo.  La «lucha contra el comunismo» ya no puede encubrir las atrocidades e injusticias que contribuyó a tapar durante toda una época.  El gran capital, y los estados nacionales del capitalismo cargan hoy con toda la responsabilidad.

El capitalismo de hoy excluye, margina, empobrece, expulsa, en mucho mayores proporciones.  El riesgo de quedar desamparado, desempleado, es cada vez más fuerte.  Nuestra lucha como latinoamericanos, es junto a los «pobres» de todo el mundo, también los de los países capitalistas desarrollados, dar la lucha contra el capitalismo salvaje.  Lo que significa, inevitablementa, dar la lucha contra el propio capitalismo como sistema.

No hay utopía posible sin lucha revolucionaria contra esos enemigos.  El espíritu revolucionario incluye la disposición a construir una sociedad nueva también contra quienes se oponen a ella no por legítimo desacuerdo, ni por desconocimiento, ni por diferencias de intereses susceptibles de superarse, sino por ser los dueños del poder en esta sociedad, por apostar conscientemente a seguir siendo los ganadores en la competencia despiadada, en el individualismo como norma de vida, en el «confort» físico y mental proporcionado por el manejo de los bienes propios y el dominio de las conductas y aun de las conciencias ajenas.

Reivindicamos la noción de un estado que empiece a no ser más estado, a perder todo elemento de dictadura, de imposición por la fuerza institucionalizada.    Eso implica  plantear la revolución, en la vida cotidiana, en todas las dimensiones del poder, las institucionales y las menos tradicionales.  Cuando se produzca un cambio de poder, el estado empezará a dejar de ser tal, la democracia dejará de ser parlamentaria, los partidos políticos perderán su carácter de “maquinarias electorales”

Las reivindicaciones, las necesidades de la gente, es algo que se define desde «abajo» y no desde «arriba», desde el conjunto de la sociedad, y no desde ninguna vanguardia.  Necesidades que hay que tratar, con todos los esfuerzos, de satisfacer hoy mismo, en la medida de lo posible, como anticipación de una sociedad distinta:   Vivienda, comida, afecto, posibilidad de educarse y , sobre todo, de formar conciencia crítica.

Estas reivindicaciones cobran otro sentido si se articulan en la aspiración de una sociedad distinta:  Una sociedad de hombres libres, el reino de la libertad, del amor y la solidaridad, frente al actual imperio del dinero y del poder (entendido como capacidad de explotar, de excluir, de disciplinar y manipular).   La sociedad diferente se empieza a construir en la cotidianeidad, pero sólo se arriba a ella mediante un cambio en el poder, lo que conlleva el derrocamiento de los poderosos.

Nuestra misión es tomar contacto, recibir y dar impulso,  de y a todos los movimientos cuestionadores.  De clase y no de clase, organizados o no, tradicionales o nuevos.  Muchas resistencias se dan en la vida cotidiana, sin una expresión sistemática y racional, entre los entresijos del sistema.  Nuestro papel es alentarlas, contribuir a desarrollarlas sin hegemonismos.  Todo  descontento,l rechazo a la represión, la defensa de la libertad, nos deben tener siempre a su lado, como partícipes importantes.

Debemos superar cierta tradición de «reduccionismo» de izquierda, de oponerse al sistema sólo en lo político y lo económico, y adherir al mismo en lo cultural en la problemática cotidiana, en la ética familiar.

En la vida cotidiana, «privada», nos corresponde en primer lugar la defensa de la libertad de todos y cada uno.  Y de la posibilidad de conseguir la felicidad, de «vivir bien» en el más amplio sentido del término, de la manera que se elija.

Luchar por la legalización del aborto, impulsar el debate sobre la penalización de las drogas, impulsar la libertad en la organización familiar y en la vida sexual.  Alentar las disconformidades, no sólo las «prolijas y racionales», también las  no claramente expresadas y aun confusas, las que contienen contradicciones que puedan no gustarnos. Todas esas son actividades y tareas que nos corresponden.

Debemos entrar en todos los terrenos de discusión en torno a la vida cotidiana.  Ninguno es demasiado pequeño, todos son actual o potencialmente «políticos».  Hoy en torno a la tierra, o más especificamente del espacio físico, se da una batalla enorme.  La vivienda, los espacios verdes, el acceso al esparcimiento gratuito.  La gente de a pie contra la cultura del auto privado, el espacio para ser caminado y vivido, en lugar de para ser consumido.   También hay infinidad de conflictos solapados en torno al tipo de relaciones sociales, a la forma de comer, de consumir, de divertirse.  Debemos defender todos los espacios que escapan a los grandes grupos económicos:  la feria y el mercado frente al shopping, el bar y el restaurante tradicionales frente al fast food y los negocios de cadena.  Todas las formas de sociabilidad espontáneas y cotidianas, donde la gente toma la iniciativa, se expresa de alguna manera, desde el «picado» en la plaza o el potrero, hasta los grupos solidarios de cualquier tipo.

En suma, queremos defender y desarrollar todas las expresiones populares. Defender y facilitar todo lo que sea el ataque a las reglas establecidas, el no conformismo, el no hacer «lo mismo que todo el mundo».  Se trata de construir  juntos la «verdad» de las clases populares, frente a la falsedad de las clases dominantes.

Hay en esto una idea central:  Los comunistas aspiramos a ser partícipes y abanderados, de las luchas de los desposeídos, de los explotados, a todo lo largo y ancho de la historia y del mundo.  Antes y durante el capitalismo, y aun en regímenes real o supuestamente «socialistas».  Hay que predicarlo, con las ideas, y sobre todo con el ejemplo.

Donde haya injusticia, explotación, represión, alienación y manipulación, tiene que haber comunistas:  Denunciándolo, impidiéndolo si se puede, construyendo espacios libres de explotación y alienación cuando estén dadas las condiciones.

Queremos el desarrollo de un estilo de vida popular, de una cultura de la libertad y la libre iniciativa, no impuesta sino autogenerada.  Una cultura autónoma no significa purismo, sino muchas veces hibridación creadora.

Queremos superar el sentido común conformista.  En la vida diaria, hay que atacar al «espíritu burgués» en sus manifestaciones de «sentido común», de conformismo.  Atacar la cultura del confort y la seguridad como valores supremos, del consumo conspicuo.  Frente a ello una cultura de la audacia, de la alegría, de la «vida peligrosa», de la imaginación.  Los lemas de Mayo del 68, como «la imaginación al poder» o «prohibido prohibir» tienen que ser incorporados a la tradición de la izquierda, a la impugnación total del capitalismo.

Somos comunistas.  Eso significa estar a favor de las libertades más amplias y completas.  En contra de todo estado y de todo poder.  De la supresión de todas las coerciones, materiales y morales, de toda alienación a la voluntad y al pensamiento de los otros.  El comunismo es el reino de la libertad, la justicia, la solidaridad.  La abolición de toda propiedad privada que sirva para explotar, o para excluir del disfrute.

Hay que desarrollar una verdadera revolución de la vida cotidiana.  Propiciar el inconformismo, la solidaridad, la construcción de sentido crítico sobre la vida diaria, el consumo, los mensajes que provienen del poder.  Oponer la fuerza, la voluntad, la experiencia, el saber populares a los que desarrollan las clases dominantes.  Pensar el mundo para transformarlo, es cambiar el día a día, la felicidad cotidiana de la gente.

Reforzar el factor subjetivo es desarrollar conciencia de oposición, de disidencia global con lo imperante.  No es llevar una «conciencia» universal, preexistente, sino desarrollar la subjetividad peculiar de nuestro pueblo,con su tiempo, espacio y circunstancias propias.

4. UN NUEVO ESTADO Y UN NUEVO PODER:

Vivimos la época de la decadencia del Estado de Bienestar y las políticas keynesianas, y el avance de un nuevo modelo de estado neoliberal, que se aleja de las responsabilidades sobre la reproducción de la fuerza de trabajo y los servicios a la población, para entregar nuevos espacios a la acumulación capitalista,  y concentrarse en la respuesta a los intereses del gran capital, tanto en el plano interno como internacional.  El Estado pierde algo de su carácter “nacional” para entrar en un complejo entramado de organizaciones internacionales, públicas y privadas, formales e informales.

No nos interesa la vuelta a ese Estado de Bienestar, sino el ataque frente al Estado actual, ligado a una concentración y centralización del capital cada vez mayor, y a una ofensiva contra los trabajadores, su capacidad de lucha y de organización.

Paralelamente, se ha dado el derrumbe de la concepción «estatalista» del socialismo, con el comunismo relegado a un lejanísimo futuro, mientras el Estado crecía en aparato burocrático, en poder represivo, en distanciamiento de los trabajadores, supuestos depositarios del poder.  El partido quedaba reducido a un aparato de dirección de los organismos estatales, sin real carnadura popular, dirigido por burócratas ajenos, es más contrarios, a todo espíritu de lucha, de cuestionamiento, de interrogación intelectual renovadora.   Hoy nos urge rescatar la tendencia antiestatal, genuinamente comunista, que confía en la sociedad civil, plural y multiforme, y no en burocracias gigantescas.  Para desarrollarla se necesita:

1) La lucha constante contra el Estado actual:  En su lógica de ataque constante a las condiciones de vida y de trabajo de la gente, el Estado tiende a ofrecer brechas poco a poco más amplias para la acción popular.  Recurre a la violencia con frecuencia, agota sus discursos porque estos no tienen bases materiales de efectividad y se vuelven pura manipulación.   Necesita apostar cada vez más a la paralisis de la sociedad, al consentimiento pasivo y resignado, en lugar de construir una hegemonía auténtica.  Tenemos que denunciar este Estado por ser el Estado de los ricos, el de una pequeña minoría, porque no protege a la gente sino que la agrede, porque pierde su carácter nacional y resigna autonomía frente al gran capital local e internacional.  Enfrentar al nuevo modelo de Estado exige nuevas organizaciones sociales y sindicales, nuevas formas de lucha política, de propaganda, de organización de la gente.

2) La construcción de un Estado de otro tipo, popular y efectivamente democrático es un objetivo de la transición al socialismo.  Este no puede surgir de un triunfo electoral, ni de un “asalto al poder” exitoso, sino del combate sistemático contra el poder capitalista, en todas sus manifestaciones y en los más variados lugares, apuntando a fortalecer a las multiples organizaciones populares, a hacerlas converger en un proyecto social y político único, que se plantee convertirse en poder popular, encarando la destrucción del orden capitalista y su estado.

3) Un nuevo orden político y el Frente de Liberación: La fundación de un nuevo orden político tiene que ser producto de un proceso social, necesariamente prolongado, que tenga al conjunto del pueblo como protagonista.  En el transcurso de ese proceso, será deseable que logre articularse un Frente, que sea expresión política del movimiento social, y articulador en lo político, ideológico y organizativo del descontento, y sobre todo de las propuestas, de los trabajadores, y de los más variados sectores populares que tienen aspiraciones a un orden social más justo.  La tarea de formación de ese Frente no es un acuerdo político, ni ningún tipo de coalición entre fuerzas partidarias, sino el resultado de las luchas y la construcción social, la encarnación material indispensable de las ideas revolucionarias, la expresión en embrión de una hegemonía nueva, de carácter popular,que se plantee llegar al poder, y convertirse en estado para abrir una perspectiva de transformación no capitalista.

Esos postulados pueden encarnar en acciones concretas, a desarrollarse desde hoy mismo:

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1º.Impulsar todas las manifestaciones de libertad y autonomía de la clase obrera y los sectores populares, todos los desafíos al orden establecido, todos los espacios de descontento y resistencia, en activo o en potencia. .

2º.  La toma activa de partido en todas las causas populares.  Formar parte de ellas, las grandes y las pequeñas, las que ponen en crisis a todo el sistema, y las que todavía no alcanzan ese punto.

3º.  Los excluidos y explotados por el capitalismo salvaje, en todas sus formas y maneras, deben ser interlocutores privilegiados de nuestra militancia:  los trabajadores, los desocupados, las minorías de todo tipo.

4º.   Debemos ser revolucionarios y cotidianos a la vez.  Mejor aun, hacer de la vida cotidiana otro escenario de la lucha revolucionaria.  Lo doméstico, lo familiar, lo barrial, son nuestras bases de acción.  No para  «mejorar» lo existente, sino para cambiar las formas de vivir y de pensar, para alentar el cuestionamiento a las poco favorables condiciones en que se desenvuelve la vida de las masas.

5º.  Luchar por el comunismo es socavar el orden capitalista, pero también es construir organización y poder popular, día por día.  Espacios de lucha, y también espacios de construcción, que puedan enfrentar las pérdidas que nos producen los abusos del capitalismo.  Allí donde la gente se reúne, se organiza, discute, comparte alegrías y tristezas, por sí misma, con sus propias modalidades, tomando decisiones autónomas, allí se está aportando, desde hoy, a la revolución social.

6º.  La lucha contra el estado y el orden social imperantes es disputa efectiva de poder.  La sociedad no puede democratizarse ni socializarse efectivamente, sino hay cambio de poder, destrucción del estado imperante.  Los movimientos populares deben pensar en términos de contribución constante a la transformación revolucionaria de la sociedad.  La organización popular especificamente política, tanto la de Frente unificador, como la de partido, tiene esa responsabilidad a desempeñar.

7º.  Si se llevan a cabo consecuentemente; la crítica sistemática del modelo social actual, el rol activo en todas las formas de lucha y resistencia, la construcción cotidiana de espacios embrionarios de poder popular, y el trabajo intelectual que en todos los niveles, contribuya a desarrollar nuevas formas de conciencia, la formación de un gran Frente social, político e ideológico-cultural, nucleado en torno a los trabajadores, será un resultado consciente y buscado, pero que a la vez fluya de modo «natural» no forzado ni apresurado, desde el movimiento social real y no desde acuerdos de cúpulas.

5. NUESTRO CONCEPTO DE DEMOCRACIA

A partir de 1983 tenemos una democracia cada vez más desmovilizadora, con el debate recluido en los medios de comunicación.  Sin prisa pero sin pausa, los partidos políticos se convierten en maquinarias electorales, uniformadas en la común aceptación del capitalismo monopólico y del ajuste permanente.  La representación política es puesta en crisis por «representantes» que incumplen totalmente sus programas, y toman sus decisiones sin ningún tipo de control.  Mientras tanto, la política como debate entre proyectos distintos, como confrontación real por el poder, se derrumba sepultada bajo la hojarasca de la «elección permanente», de las encuestas interminables, del vaciamiento de las propuestas en beneficio de la «imagen» mediática, de la tendencia a anular la militancia voluntaria y por convicciones en el “funcionariado” pago y prebendario.  Se constituye una elite política gradualmente más cerrada frente al hombre común, y más «abierta» frente al poder económico.  La actividad política se convierte en un «negocio» descarado sin responsabilidades ni políticas ni jurídicas, donde se trata de producir un acostumbramiento de la sociedad a la corrupción y al abuso de poder.  De cualquier modo el sistema subsiste y se reproduce, entre otras cosas porque encaja, hasta el momento, dentro de un modelo de «democracia controlada», en el que la propiedad capitalista y la integración en el mercado mundial no sólo quedan resguardados, sino que se les favorece y desarrolla, pese al cuadro de degradación del sistema político.

Frente a este cuadro, se impone no levantar el «perfeccionamiento» de la democracia liberal, sino, por el contrario, la superación de esa democracia, con base en los valores positivos que contiene (principio de la soberanía popular, aceptación de la pluralidad, libertades públicas, justicia independiente, etc.):

1º).  La democracia parlamentaria no es ningún punto de llegada, ni nos resulta una institucionalidad política aceptable definitivamente.  La democracia no es real si en los lugares de trabajo, de estudio, de vivienda, poderes ajenos y superiores se imponen a la voluntad de la gente.  El voto como única o principal participación en las decisiones políticas termina siendo una forma de «apaciguar» los reclamos populares, no de hacerlos realidad.  El gobierno democrático del proceso productivo, del de producción de conocimientos, de las organizaciones de trabajo, es el horizonte democrático a alcanzar.  No somos “progresistas”  dentro del sistema, sino revolucionarios para terminar con él.  En la apreciación y crítica cotidiana de las instituciones políticas se juega parte de esta característica.  En ese concepto, el sufragio universal, la vigencia de las libertades públicas, el pluralismo político, social y cultural, son logros irrenunciables, conquistas a enriquecer, nunca a suprimir ni distorsionar.  De lo que se trata es de construir un concepto de democracia alternativa, que no descanse en la representación parlamentaria, sino en la toma efectiva de decisiones por la gente.  Esto último tampoco se agota en el concepto de “participación”, sino en el más amplio y profundo de autonomía, de capacidad efectiva de decisión sin tutelajes.

2º)  Eso lleva a una lucha por una institucionalidad distinta, que valorice la decisión directa, y dé un sentido diferente a la representación.  (Referéndum vinculante y obligatorio, iniciativa popular amplia, mandato imperativo, revocatoria amplia de los representantes). Nos oponemos a toda forma de elección indirecta, y propendemos a hacer elegibles a las organizaciones o cuerpos no electos.  La justicia, las delegaciones municipales, hasta la policía local (si se cambiara el concepto de policía) pueden ser electivos.  También hay que oponerse a la idea del Senado, tanto a nivel nacional como local, por su carga conservadora y mediatizante de la voluntad popular.

3ª) Propendemos a que todos los votos valgan realmente lo mismo, sin sobre ni subrepresentaciones, y estamos contra los reaseguros del sistema (Listas sábana, sobrerrepresentación de las mayorías, leyes de lemas, etc. etc.) que mediatizan y distorsionan la voluntad popular.   Sistemas electorales mixtos, que combinen la circunscripción uninominal con la representación proporcional, son quizás la mejor solución.  Hay que impugnar los mecanismos manipulatorios asociados al fenómeno electoral (Encuestas tendenciadas, campañas millonarias y vaciadas de contenido, construcción de «imagen» como reemplazo de las propuestas), y estimular el planteo de alternativas, de irrupciones en la lógica adormecedora de las campañas vacías.

4º)       Nuestra forma de hacer política debe ser  otra.  A partir de la política entendida como lucha, como impugnación global al orden establecido, como empeño en disputar el poder para construir una sociedad distinta.  Esa es verdaderamente una “nueva forma de hacer política”, frente a quiénes quieren reducirla a la consecución de votos, para una vez obtenidas las posiciones en el aparato del estado, dedicarse a administrar los intereses del gran capital.  Lo nuestro no es la administración del orden, de las políticas de ajuste, de la desocupación.  Lo nuestro es dar vuelta el mundo, ser sanamente subversivos

5º) Las instituciones judiciales y penales deben ser sometidas a crítica y propuesta:  Juicio por jurados, elegibilidad de las instancias judiciales locales, instauración de tribunales barriales son parte de una democratización de la justicia.  También debemos hacer la crítica radical del sistema carcelario y policial, y de sus reformistas «del detalle» que no atacan sus bases.  El encarcelamiento es un sistema de por sí repudiable, la idea de “corrección” de los presos no es un mejoramiento de las políticas carcelarias, sino su consumación.

Un tema fundamental a intervenir es el de las drogas.  Desde el poder, se organiza el «show antidrogas», tratando de implantar toda una cultura conservadora, timorata.  Se distorsiona y se magnifica el problema, y luego se proponen respuestas represivas.  La droga (como el alcohol) es alienación, pero también es rebeldía.  Hay que entrar en el debate de la despenalización.

6º) El sistema de salud:  La «defensa del hospital público» es una consigna saludable pero limitada.  En primer lugar, hay que proponer la autoorganización y las redes de solidaridad también en materia médica, multiplicar los centros de consulta gratuita no estatales.  Hay que promover criterios preventivos y solidarios en materia de salud.  El manejo de la cuestión del SIDA es en nuestro país un desastre, aun con los parámetros del Estado capitalista.  Denunciar el manejo de la propaganda anti-SIDA como manipulación a favor del conformismo sexual y la fidelidad absoluta, la sospecha contra la «promiscuidad juvenil». La libertad sexual es también una conquista contra el sistema

7º)  El sistema educativo:  Defensa de la calidad de la educación, de recuperación de la gratuidad y la igualdad, pero también impugnación a la educación disciplinaria, a los contenidos conformistas de la misma, a su puesta al servicio directo de las exigencias empresariales.  La defensa de la educación pública no puede confundirse con una adhesión complaciente al sistema anterior, el de la ley 1420 (producto del estado oligárquico) y los colegios nacionales (Idem).

8º) Política militar:  Nuestro ideal es la no existencia de Fuerzas Armadas, no división de la sociedad entre civiles y militares.  En cuánto entrenamiento para la muerte en la guerra entre naciones o en la represión al propio pueblo, somos profundamente antimilitaristas.  Levantar el antimilitarismo no significa pacifismo, sino rechazo al «brazo armado» del estado capitalista.  No se puede pedir «depuración» de las Fuerzas Armadas y de seguridad, sino su disolución.

9ª) Federalismo y equilbrio regional:  Se trata de desarrollar una idea popular y tendencialmente socialista del federalismo, como coordinación amplia de los organismos populares de todo el país.  El federalismo no es el Senado, no son las administraciones provinciales que escudan en el federalismo sus privilegios favorecidos por el aislamiento y el atraso relativo de las sociedades provinciales.  Debemos aplicarlo a nuestros propios movimientos, que tengan estructuras federales, que den cabida a las provincias pequeñas, a los pueblos apartados, al medio rural.  Impulsar la instalación en un lugar central de los problemas de las regiones pobres:  El noroeste, el Chaco.  Tenemos allí tradiciones importantes:  Las luchas indígenas, las Ligas Agrarias

10º.  Plantear estos cambios implica instalar un nuevo «poder constituyente», que cambie la organización básica del Estado, que modifique no sólo la Constitución formal, sino la efectiva, la dada por la correlación de fuerzas entre los factores de poder. La instauración de un poder constituyente nuevo, es algo distinto y superior a una reforma constitucional, aunque seguramente la contenga.  Es la construcción del poder necesario para imponer una «constitución» política y social realmente nueva, sobre la base de la capacidad constituyente del pueblo, que gobierne no sólo «a través de sus representantes».

6.  LAS ALTERNATIVAS EN EL PLANO DE LA ECONOMÍA.

La gran cuestión es terminar con la economía manejada por el capital financiero, en la que los grandes monopolios, con base en su poder económico, extienden su decisiva influencia a todos los planos de la vida social.  Frente a la economia de la concentración y centralización del capital, de búsqueda del sometimiento y explotación de los trabajadores, hay que crear la economía de la decisión popular, de la planificación democrática, de la incidencia decisiva de los trabajadores en la dirección de las empresas en las que trabajan. No hay espacio para eso, sin romper con el modelo capitalista:.

1). La necesidad de planificación y de coordinación operativa de las unidades económicas, no llevan a la centralización autoritaria.    La planificación es indispensable, pero debe construirse de abajo hacia arriba.

La «federación» de unidades productivas, comerciales, científico-tecnológicas, financieras, etc. es el órgano de conducción de la vida económica en una sociedad que aspira a transitar el camino del comunismo. El desafío es avance tecnológico sin desequilibrios, producción elevada sin explotación.  Planificación sin asfixia burocrática, establecimiento de prioridades sin absolutizarlas.

2) . Socialismo no es igual a propiedad estatal.  La verdadera propiedad social es el concepto primario, no la propiedad del estado.

Esto implica: a)Planificación combinada con mercado.  La empresa unipersonal y familiar, los servicios, las reparaciones, la producción artesanal, el pequeño comercio, pueden ser  iniciativas privadas o cooperativas.  Lo mismo la pequeña producción agraria.   La producción regional, para los pequeños mercados, no con un criterio «folklórico» o turístico, sino como elemento dinamizador de las economías locales, es un horizonte a desarrollar.  Y que puede aspirar a salir del pequeño círculo, para extenderse al mercado nacional, y aun a la exportación.  Las fuentes energéticas de bajo costo, el transporte poco desgastante del medio ambiente, también deben ser preocupaciones centrales.  Hay producción económica que es a la vez afirmación cultural, al cimentar tradiciones comunitarias y solidarias.

b) Empresa pública o social, significa poder de decisión de los trabajadores, de los consumidores de sus productos, de la comunidad en que la empresa está insertada.  Instancias de coordinación popular de las necesidades de producción.  La «propiedad de todos» abstracta, se encarna jurídicamente en el Estado todopoderoso, y en la práctica cotidiana, en la «sabiduría» de los burócratas que las dirigen, libres de elecciones, consenso de los productores o de los consumidores. El gran mal de los intentos socialistas, ha sido siempre la imparable burocratización.  Una consecuente democracia en el manejo de las empresas y de la economía en general, es la base para evitar las tendencias a la burocratización.

c) La participación de empresas de capital privado tiene su límite en la disputa de la hegemonía sobre la vida económica.  La contradicción no es simplemente estatal o privado, sino economía dirigida por el pueblo frente a economía orientada a la ganancia.  El avance de la primera sobre la segunda, es un objetivo estratégico, en cuánto permite discernir sobre los bienes a producir, el modo de hacerlo, las modalidades de trabajo en las empresas con independencia de lógicas de ganancia capitalista.  Pero en el corto plazo, y aun en el mediano, puede haber avances y retrocesos entre el sector socializado y el capitalista.  La cuestión es cualitativa:  Los sectores decisivos son la prioridad uno para ingresar al sector socializado, pero esa «decisividad» no siempre puede ser determinada con parámetros «objetivos», cuantificables.  Criterios políticos, de relación de fuerzas, de grado de conflicto que acarrea la socialización, de estado de ánimo y organización de los trabajadores del área respectiva, deben no sólo influir en, sino «construir» esas decisiones.

c) Un renglón fundamental de la planificación, es el de la fijación de prioridades para la economía.  No con un criterio «desarrollista» burgués, sino con la vista puesta en los trabajadores.  Los bienes de consumo popular, el mejoramiento de su calidad y variedad, tiene que estar en la punta de nuestros propósitos.  Hay que combatir la industria militar, los emprendimientos faraónicos e improductivos, las industrias de lujo.

Privilegiar lo que dé trabajo, lo que utilice tecnologías adecuadas y accesibles, no necesariamente «de punta».

3.  Hay que replantear desde la base los conceptos de crecimiento o desarrollo económico, rechazando los componentes procapitalistas en ellos.  La tecnología de avanzada debe ser incorporada, sin deslumbramiento ante ella, pero sin estériles rechazos.  Lo mismo ocurre con la producción en amplia escala, destinada all mercado internacional.      En el sector externo, no somo «aperturistas» ni «proteccionistas» por principios.  El acceso a bienes extranjeros, cuando no es de pequeña elite, puede mejorar el nivel de vida de las masas.  El problema de la protección a las industrias locales es un tema complejo y plagado de contradicciones como pocos.  Hay que analizar caso por caso.  No hay por qué someter a la población a bienes caros, producidos por empresas trasnacionales o monopolios locales.  No se debe apañar la no inversión, el atraso tecnológico deliberado, la falta de calidad de la producción.  Menos todavía la importación de baratijas inútiles para el mercado masivo, o de bienes más que suntuarios para una pequeña elite.  Sí de bienes de producción o de consumo que sean más baratos o de mejor calidad que los propios, en el ritmo y con las prioridades que no produzcan efectos devastadores.

4.  La producción es la base del proceso económico, pero el comercio y los servicios deben recibir el mismo grado de atención, sobre todo por su incidencia decisiva en la calidad de vida de las personas.  Un mal circuito de comercialización, o servicios ineficientes, esterilizan los logros productivos.  En la provisión de bienes de consumo, el modelo no puede ser el del shopping elitista, pero tampoco el de la penuria en la provisión, la falta de calidad, la despreocupación por las necesidades reales de la gente, el diseño monótono cuando no desagradable.  La prioridad de la producción de punta o pesada es mentirosa, sobre todo si se pretende absolutizarla.  Hay que luchar para que el pueblo consiga buenos alimentos, buena ropa, buenos útiles escolares y juguetes para los chicos, alta calidad y variedad de  artefactos para el hogar.  Hay que diferenciar esas legítimas aspiraciones del consumismo desenfrenado, de la obsesión por el confort que posterga otros valores y consideraciones.

5.  La organización del proceso de trabajo en las empresas es una base fundamental de la organización no capitalista de la economía.  Es fundamental la integración de la especialización técnica sin aplastar la iniciativa de la base de trabajadores, a través de la dilución de la división entre profesionales, técnicos,  y obreros.  Y ampliando el campo de decisión de los trabajadores de base a todo lo que no sea estrictamente técnico.

Hablar de tecnología en las empresas, significa hablar también de modalidades de organización, de división interna del trabajo.  La conformación de equipos de promoción de la calidad de los productos, de mejor aprovechamiento del tiempo y  de las capacidades y aptitudes de los colectivos de trabajadores, es una necesidad permanente, si se los encara como mecanismos de perfeccionamiento y democratización, y no de encubrimiento de la explotación y de consenso envuelto de modo engañoso a la dirección de la empresa.

Asambleas de empresa, sindicatos autónomos de trabajadores, organismos de coordinación de rama o zona geográfica, deben convivir en la realidad económica diaria, en medio de contradicciones a resolverse en la discusión democrática, y, en ocasiones en el conflicto más o menos abierto y aceptado.  Cuando mayor libertad de crítica y propuesta haya, son mas altas las posibilidades de ejercer una prospectiva correcta, y de subsanar errores sobre la marcha.

6. El concepto de satisfacción de necesidades humanas no puede ser estrecho, basado en lo cuantitativo, sino cualitativo, teniendo en cuenta las necesidades anímicas, el aspecto estético de los bienes, el diseño, la actualización tecnológica de los mismos, la rapidez y facilidad con que se pueda conseguirlos.    En la vida de la gente, la ropa es más importante que el acero, y el aspecto de la vestimenta tan importante como su duración.  El legítimo rechazo al lujo y la ostentación burguesas no implica ascetismo, ni siquiera austeridad extrema, mucho menos si aquél y ésta son impuestas y no conscientemente adoptadas.  En última instancia, necesario es lo que la gente experimenta como apto para satisfacer sus requerimientos, reales o simbólicos.  Se puede dar orientación, debate, pero en última instancia son los hombres concretos los que deciden, los que desean o no un determinado bien, un servicio, realizar una determinada actividad o no.

7. Nuestro ideal y orientación es el de una sociedad profundamente igualitaria, pero con un concepto de «diversidad» aliado y compatibilizado a la igualdad.  Posibilidades amplias de trabajar y estudiar en lo que se quiera y se tenga aptitudes, de elegir el camino de las organizaciones públicas o el de la empresa privada.  Posibilidades amplias de desarrollar formas de vida alternativas (comunidades, trabajo al margen del mercado, formas de sociedad indígena o tradicional, etc.)  Libertad de cambiar de trabajo, de iniciarse en nuevos oficios o profesiones en distintas etapas de la vida.  La existencia de distintos modos de organización económica, de distintos regímenes de propiedad, facilita y amplía la coexistencia del avance hacia el socialismo y la libertad de elección.  Nuestro ideal de sociedad no puede tener nada de «hormiguero humano», sino de reino de la solidaridad en libertad, donde no haya esclavitud hacia el oficio o el lugar de trabajo.  La incorporación de un concepto solidarista que solucione riesgos y desventajas, pero que no proponga la pasividad y el conformismo, es una de las bases de una sociedad dirigida por  trabajadores.

7. DERECHOS HUMANOS.

Se requiere un criterio integral, de cobertura de todos los aspectos, sin limitarlo o subordinarlo a la lucha contra la represión y los abusos de poder.  De todos modos, en las condiciones de nuestro país, estos aspectos siguen en el centro de la cuestión.   Este problema se irá, casi seguramente, agudizando.  Formar en la lucha contra la represión.  Dar prioridad a los «blancos» principales de la misma:  En primer lugar, los jóvenes.

Rechazo de la represión es aspiración a construir ámbitos de libertad.  Que burlen a la represión, que restrinjan sus espacios de avance.  Gente en la calle, cultura de la solidaridad, oposición de principios a todo orden represivo.  Todo eso aporta a una lucha integral contra la represión, no reducida al enfrentamiento directo o a la impugnación jurídica, ambos planos necesarios, pero no excluyentes.

No se trata sólo de defender derechos establecidos conculcados, sino de avanzar hacia otros nuevos, con imaginación y espíritu solidario, buscando lo posible hoy, sin remitir todo al futuro lejano.

Se puede incorporar actividades de “construcción” de nuevos derechos, que se desarrollen en la práctica cotidiana.   La vivienda, el espacio público, las formas tradicionales de cultura, esión, que restrinjan sus espacios de avance.  Gente en la calle, cultura de la solidaridad, oposición de principios a todo orden represivo.  Todo eso aporta a una lucha integral contra la represión, no reducida al enfrentamiento directo o a la impugnación jurídica, ambos planos necesarios, pero no excluyentes.

La defensa de la posiblidad de optar en todos los campos de la vida es inexcusable.  La libertad sexual es un avance de la libertad humana, una conquista de las últimas décadas.  Libertad para hombres y mujeres, homosexual o heterosexual.  El matrimonio tradicional es una institución burguesa cuya superación hay también que plantearse. Y todo eso necesita articularse con los deseos y necesidades colectivas, como asuntos comunitarios y no exclusivamente individuales o privados.

La liberación integral de la mujer es otro horizonte para los derechos humanos.  Defender desde hoy (y no desde el difuso “día después” a la instauración de un nuevo orden social) la libertad de desarrollo profesional, el cambio de los roles en la vida familiar y en la organización económica doméstica, el ingreso de las mujeres a todas las actividades.  El gran desafío es dar un sesgo efectivamente popular al feminismo, de defensa irrestricta de la mujer trabajadora, un feminismo que inscriba la problemática de clase en su “agenda” sin subordinarse ni reducirse a la misma,

8. IDENTIDAD CULTURAL.  NUEVOS VALORES

La lucha cultural e ideológica es un plano central de la confrontación de clases en las sociedades modernas.  No se puede aspirar seriamente a un cambio de poder, sino se comienza por disputarlo en este plano decisivo. Ello implica sque por esquematismo o comodidad mental,se opone iere,

Queremos el mayor espacio para la libertad de decisión de todos, derrumbar las trabas que prohiben a los pobres lo que los ricos pueden hacer.        La cultura popular no es para nosotros un proyecto a encarar desde el Poder Estatal, sino para impulsar desde abajo, coprotagonizarlo, en suma vivirlo.

Cultura popular no significa “nacionalismo” o “folklorismo” excluyente.  El rock o la salsa, nuestros personajes de historieta, el teatro “under”, son tan nacionales y populares como el tango, la zamba o la poesía gauchesca.  Es fundamental alentar las manifestaciones de los sectores sumergidos, de los pobres, de los trabajadores.  No con productos culturales que los tengan como tema, sino con procesos creativos que les asignen protagonismo.

La educación oficial se deteriora, la educación privada, de formato empresarial, avanza.  Defender la educacion pública con decisión, promover la autogestión educativa, impulsar el involucramiento comunitario en la educación, es el requerimiento de la hora.

Junto con la defensa (y perspectiva transformadora) de la educación pública, debemos alentar las más variadas formas de educación popular, de todos los niveles, al margen y en contra de las propuestas del sistema educativo oficial.  Cada chico o joven que se socializa en canales no oficiales, o que lo hace en éstos sin perder capacidad cuestionadora, sin aceptar los valores establecidos, es un éxito de la cultura popular.

Las entidades vecinales y barriales tienen un papel que jugar en la lucha por el conocimiento, la información y el entretenimiento masivos.  Desde las murgas barriales, hasta las FM de baja potencia, los cables zonales, los grupos de teatro, las redes solidarias que utilizan las herramientas de la informática, todo puede aportar al mantenimiento de una cultura autónoma de la corriente principal que circula por los grandes medios informativos, nacionales e internacionales, y por los circuitos oficiales de cultura.   Cada pintada, hasta los graffitis de los baños que protestan contra la injusticia, o se burlan eficazmente de ella, son caminos de avance, de ruptura.

El problema étnico, racial, es importante en Argentina, es un modo de lucha por la identidad.  Nos hemos criado en la leyenda del «país de inmigrantes» y el «crisol de razas», construida y difundida por la burguesía desde los tiempos de la «generación del ochenta».  Hoy se nos plantea defender los derechos deos inmigrantes más recientes, de nuestros países hermanos, fundamentalmente paraguayos y boliviano, a los indios, a los negros, a los gitanos, a todos los «ninguneados» que no bajaron de los barcos.  Levantar el mestizaje de buena parte de nuestra gente, frente a la idea hegemonista de que somos todos blancos, y de preferencia europeos.

Tenemos puntos de convergencia con quienes impugnan la modernidad y posmodernidad capitalista, desde la tradición y la fe, pero entendidas en un sentido cuestionador, que tiende a superar el presente desde una recuperación matizada del pasado.  Esto nos acerca a los cristianos y a los grupos religiosos que aspiran a modificar este mundo, a luchar contra la pobreza y la marginación.    Nuestro pueblo es mayoritariamente católico, aunque no confie en la iglesia oficial.  Todas las formas de religiosidad popular nos interesan en cuánto tienen de creación espontánea y autónoma de los pobres.  Las luchas contra los desalojos, por los asentamientos, la desocupación,  pueden hermanar a la cultura católica popular con una nueva cultura de izquierda y comunista.  No debemos guardar prejuicios «ilustrados» de un «progresismo» clasemediero frente a esas manifestaciones populares.  La religión sólo es el opio de los pueblos cuando se la manipula al servicio del orden social establecido, sino puede ser una magnífica herramienta liberadora.

La transformación de las conciencias exige el desarrollo de nuevos valores culturales.  Debemos desarrollar la cultura de la dignidad, de la solidaridad, de la rebeldía.  Esos valores tienen que entroncar con nuestra historia, con el rescate de la memoria de las luchas y los héroes grandes y pequeños de nuestro pueblo.  Sin una lectura propia de la historia, que supere a la «historia oficial» no se puede construir una cultura popular autónoma.

E

l debate programático en la Argentina ha tenido muchos ejes divisorios de aguas.  Uno de ellos ha sido la contraposición entre programas tan completos (que parecían verdaderos planes de gobierno) pero que prescindían del “detalle” de la cuestión de cómo aplicarlos, de la cuestión de la construcción de la capacidad de construir poder popular, eran como “recetas” que creíamos tan racionales y correctas que los gobiernos burgueses democráticos terminarían por aplicarlo; con programas “light”, adaptables al humor del electorado y a las señales del stablishment, que sacrifican todo en aras a llegar al gobierno (municipal o provincial) o a porciones de poder legislativo.

Si la primera carácteristica ha sido patrimonio del partido Comunista, la segunda ha carácterizdo a todas las corrientes (originalmente de izquierda) que adoptaron el posibilismo como consigna: el alfonsinismo en 1983/85, los renovadores peronistas asumidos como menemistas en 1988/90 y finalmente la fracción que se quedó con el  Frente Grande en 1994/95.

Es necesario superar dialecticamente tales debates con una propuesta programática de construir poder popular con la mira puesta en soluciones anticapitalistas a la crisis nacional

Si la construcción de poder popular es basicamente desplegar factor subjetivo desde el sujeto social de la revolución y si ello es en buena medida la comprensión del carácter de la crisis y del tipo de soluciones en beneficio del pueblo necesarias y posibles; no es factible desplegar poder popular de otro modo que no sea bajo las banderas del cambio revolucionario verdadero, democrático y popular, anticapitalista y socialista.

Estos avances en el desarrollo de la teoría nos crean la posibilidad de poder sortear las paradojas que hoy nos acechan:

/ la paradoja de que se crean aceleradamente condiciones objetivas para la lucha revolucionaria, que los cambios son cada vez más urgentes; y al mismo tiempo la subjetividad popular está muy lejos de la revolución.

El capitalismo de hoy agrava todos los problemas y todas las contradicciones, que ha adquirido rasgos salvajes, monstruosos.  Están allí como dedo acusador las guerras sin fín, el hambre de centenares de millones, la extrema diferencia en la distribución de la riqueza sintetizada en que 285 familias acumulán más riquezas que 2.500 millones de hombres como lo señalan las propias Naciones Unidas y el mismo Papa Juan Pablo II.

El desarrollo de la productividad humana permitiría hoy no solo resolver la alimentación de todos -con la productividad agropercuaria actual, no menos de 10.000 millones de seres humanos podrían alimentarse- , sino que el actual nivel de desarrollo de las fuerzas productivas han creado, por primera vez en la historia, las condiciones materiales para la realización de la utopía de Marx: una sociedad de productores libres asociados en que cada cual aporte según sus posibilidades y reciba según sus necesidades[2].  Y sin embargo, la cantidad de hombres, mujeres y niños que viven con mucho menos que la basura que se tira en el primer mundo, son cientos de millones

/ la segunda paradoja es que esta revolución científico técnica está produciendo horrores éticos y morales que la humanidad creía superados hace decenas y aún cientos de años, como es el caso de la esclavitud humana, una variante de la cual se impulsa por la via de la flexibilizacíon laboral menemista

La violencia hoy no es solo física o económica, hay todo un proceso de degradación moral que interpela a TODOS, incluso a quienes no sufrimos hambre.  Tenemos derecho a preguntar y a interperlar a todos:  ¿es esto lo máximo posible a que la sociedad humana puede aspirar ?

Este mayor y mejor conocimiento del capitalismo real nos permite encarar mejor la tarea de superar la falta de norte en que la derrota del socialismo estatalista sumió a buena parte de la izquierda en la Argentina y el mundo entero.

La construcción de la alternativa política popular empieza entonces por saber primero alternativa a qué? y a renglón seguido poner firmemente un rumbo claro, un norte, un objetivo estratégico que no puede ser otro que superar el capitalismo, dejarlo atrás, negarlo, avanzar en un camino no capitalista, anticapitalista, el camino al socialismo y el comunismo.

Asumimos la idea del socialismo como aproximación al comunismo, no como un proyecto cerrado, ya escrito y previsto en sus mínimios detalles sino todo lo contrario, como un norte, como una esperanza.

Un socialismo que sea  “creación heroica de los pueblos” -como gustaba decir el peruano José Carlos Mariategui- y que tiene que dejar atrás las frustradas experiencias estatistas, burocratizadas del socialismo europeo del este que fue incapaz de gestar una cultura revolucionaria capaz de enfrentar la cultura burguesa y las deformaciones monstruosas que el stalinismo le impuso.

Reformular la idea de la construcción de una sociedad de hombres libres, de la fundación del reino de la libertad, de un mundo donde ya no se impongan el dinero y el Poder sobre las necesidades humanas.  Recuperar un concepto integral de la libertad, sin Estado, sin ejércitos ni guerras, sin clases sociales.

Ello implica un proceso de socialización de la riqueza, de la cultura, del poder, entendida esta socialización como medio, como instrumento, para alcanzar un verdadero autogobierno de las masas, una sociedad de gobierno popular en el más amplio sentido del término y esto para asegurar el despliegue sin límites de las potencialidades que anidan en cada ser humano, para terminar definitivamente con el tiempo horrendo en que el hombre es el lobo del hombre para alcanzar un momento del desarrollo humano caracterizado más que nada porque el hombre sea hermano del hombre dejando atrás la prehistoria humana y de comienzo a la verdadera historia de la civilización[3].

Socialización no es, no puede ser estatización. Construir otro tipo de sociedad es construir poder popular, no poder estatal.  El ideal comunista de la supresión del Estado no puede lograrse mediante el fortalecimiento del estado.

La concepción de construcción de poder popular, de transformación intelectual y moral de la sociedad y de sus clases populares, adquiere sentido más pleno si se la extiende a una perspectiva de mejoramiento material, de desarrollo de las fuerzas productivas.  La instauración del reino de la libertad, implica disminuir progresivamente el reinado de la necesidad, desarrollar las fuerzas productivas, generar más y mejores bienes y servicios.  Atender a las necesidades de los hombres y mujeres concretos, propender activamente al mayor grado posible de felicidad colectiva e individual, es la finalidad última de todo esfuerzo político tendencialmente revolucionario.

El discutir y persuadir no ya la deseabilidad, sino la posibilidad real de una sociedad no capitalista, realmente más libre e igualitaria, es ya de por  sí un desafío cultural enorme en el mundo del presente.  Tenemos frente a nosotros un orden social que promete consumo, posibilidad de ascenso social a los más ambiciosos, a los más hábiles, a los que más hagan por educarse y capacitarse.

Y ofrece una apariencia de libre elección de la propia opción vital, de libertad para escoger entre infinitas opciones de profesiones, de modos de vida y de pensar. Las enormes trampas que se esconden detrás de la apariencia libre y plural del capitalismo no son fáciles de ver, y una vez percibidas, no es fácil llegar a la convicción sobre la necesidad de terminar con ellas, y si se asume esa necesidad, todavía resulta dificultoso el construir la idea de que es posible, además de deseable, terminar con ellas.

Pero no podemos plantearnos menos que  eso: La reforma intelectual y moral de la sociedad capitalista actual, el presentar activamente la posibilidad de construcción de un orden social sin explotación, sin discriminaciones, donde se pueda elegir realmente qué vida vivir, no desde el aislamiento individualista, sino desde la voluntad de integración en colectivos sociales que aspiren a desplazar y destruir a los centros de poder basados en la coerción, la manipulación y la acumulación económica.

El tema del socialismo como modelo de sociedad poscapitalista es muy importante, ya que uno de los logros mayores del neoliberalismo como proyecto ideológico/cultural ha sido el de lograr instalar como un valor cultural aceptado, como algo que se integra al sentido común, que no admite ni necesita discusión es que no hay alternativa a esto, que no hay otro camino.

Que se pueden discutir muchas cosas pero no la supervivencia del capitalismo.  Y el tema es que la primera cuestión a resolver en el proceso de construcción de altenativa es lograr romper esta hegemonía ideológica sobre el propio movimiento popular y diversas fuerzas políticas de izquierda que impide pensar por fuera de sus límites, de su lógica.

En la Argentina conocemos dolorosamente lo que el posibilismo causa: hemos sufrido ya tres variantes de este posibilismo, y cada una de ellas aportó una frustración más al movimiento popular y destruyó niveles concretos de alternativa popular.     Sería bueno, que cuando se habla de los problemas de la alternativa popular, no solo se hable de los problemas y límites de la izquierda -que reconocemos y asumimos- sino también de los efectos terribles que sobre la construcción de alternativa popular ha tenido primero la asunción del proyecto alfonsinista por parte de sectores de izquierda marxista; del proyecto renovador peronista por parte de los sobrevivientes del proyecto de la izquierda peronista de los ‘70 luego devenida en menemista y recientemente del proyecto de derechización del frente grande por parte de militantes provenientes de casi todas las experiencias de los ‘70 y los ‘80.

El descarte de otro camino es una herramienta ideológica/cultural fundamental para el sistema.   Hace ya muchos años, el entonces asesor presidencial Brzenzinsky  decía que “el desgaste de la esperanza es una necesidad del sistema”[4]

No se puede construir alternativa sin saber contra quién, sin tener claro lo que queremos construir.   Conocemos bastante las consecuencias de más de 100 años de capitalismo en la Argentina agravados por 20 años de políticas basadas en el llamado “consenso de Washington”[5].

El país cuya oligarquía soñaba con figurar a la cabeza del lote de los que abrían paso a la civilización, que atraía millones de europeos hambrientos a “hacer la América”, que llegó a ser conocida como el “granero del mundo” hoy se ha convertido en el paraíso de la desocupación y la precarización del trabajo por un lado y de una fantastica concentración de riqueza en manos de los ricos y de pobreza en el lado de los humildes y excluidos de la brillante “posmodernidad” de los shopings y la realidad virtual.

E

l país todo ha aprendido dolorosamente el significado profundo del pago de la deuda, de las privatizaciones, de la apertura indiscriminada de la economía, de la llamada “reforma del estado” que resultó ser la huida del Estado de sus responsabilidades sociales en aras de acrecentar la acumulación capitalista en manos de los grupos más concentrados, de la desregulación de la economía.   Pero también conocemos más sobre los mecanismos políticos de esta modalidad de dominación y control social

/ su capacidad de mutación y variación:  las variantes de neoliberalismo puro o de shock (Cavallo, Roque Fernández); la variante de neoliberalismo con asistencia social focalizada (Duhalde, Ortega) o de un neoliberalismo con política sociales como reclaman el Banco Mundial, Bordón, los radicales y el frepaso

/ el enfoque de conflicto de baja intensidad (elaborado por los estrategas yankees despues del ciclo de luchas de los ‘70: Mayo Frances, Córdobazo, Allende en Chile, Vietnam, Nicaragua, etc.) y su iniciativa de democracias restringidas con su análisis diferenciado de los poderes permanentes (que no se someten a debate ni electividad): la economía, las fuerzas represivas, la justicia, los medios de comunicación, etc. y los poderes temporales, electivos y sujetos a cambios controlados por los poderes permanentes y la presió imperial.

El poder real solo admite discutir los poderes temporales, y si es necesario ellos mismo impulsan la alternancia de diversas fuerzas políticas en el gobierno.

/ el uso generalizado y sofisticado del  CHANTAJE como instrumentos de dominación y estabilización del sistema.

P Hemos sufrido el terrorismo de estado y las amenazas recurrentes de volver a utilizarlo. Hay continuidad de la doctrina militar de “seguridad nacional”,  hoy enmascarada en la lucha contra los traficantes de drogas, y los mandos del aparato represivo y de inteligencia

P De “defender la democracia como sea para profundizarla” con que Alfonsín descalificaba la lucha y las propuestas revolucionarias

P De no cuestionar el modelo porque vuelve la hiperinflación

P De que el culpable de la crisis son los privilegios obreros y populares, las funciones sociales del estado

P Las variadas formas del chantaje de “no hacer nada que haga enojar al amo”  imperial como impudicamente pregona el canciller Di Tella

Hemos también aprendido bastante sobre la “democracia restringida”. Hemos superado los tiempos en que la caída del socialismo burocratizado generó entre los revolucionarios todo tipo de complejos y allanó el camino para visiones vulgares sobre la democracia que llegaron a hablar de la democracia como valor universal,  sin aditamento, sin definir su carácter de clase.

En la Argentina: la impunidad, el indulto a los genocidas, el gatillo fácil, la represión social y la política, el asesinato de Víctor Choque y la persistencia de presos políticos, nos dicen algo de esto que llamamos democracia restringida y su modulación por los “poderes permanentes”

Por eso no hemos aceptado el chantaje de los que pretenden limitar la política a la lucha electoral, y mucho menos cuando se entra en una dinámica de hacer cualquier cosa para ganar votos.

Si se acepta el “sentido común” imperante como la voluntad popular inapelable ocurren episodios tan pateticos como el del arrepentimiento del Chacho Alvarez por no haber votado la convertibilidad justo cuando el paquete de medidas económicas empieza a mostrar su verdadero rostro recesivo e inhumano.  Y los cambios de humor de la llamada “opinión pública” lo llevarían a los ya rídiculos “arrepentimientos del arrepentimiento” o su rol de portavoz de Cavallo en sus luchas internas por el poder.

Una política de poder popular requiere una política de construcción y acumulación política integral, compleja, que abarque todas las esferas de la vida social, incluida la institucional y la electoral.  Pero en todas las esferas, en todas las formas de la lucha política se debe subordinar todo a una estrategia y a una táctica de acumulación que genere poder popular entendido como la autonomía de este del estado y los partidos del sistema junto a una clara definición programática alternativa de protagonismo popular y redistribución de la riqueza

Hay que decir claramente que lo electoral no solo brinda oportunidades y espacios de acumulación, también funciona como grave peligro de que las fuerzas revolucionarias unilateralicen su accionar y se vayan adaptando a ser contenidas por el sistema que las va incorporando a la gobernabilidad del mismo. Hemos visto ya no la cooptación de uno que otro revolucionario arrepentido y corrupto, no, hemos visto la cooptación de organizaciones y proyectos políticos enteros.

Estos peligros no se pueden sortear  sin tener una estrategia y claro está que esto no puede tomarse como si la estrategia fuera una autopista que nos lleva rectamente al objetivo. La estrategia debe abrirse paso en cada instante con iniciativas y decisiones tácticas que permitan una acumulación de fuerzas en la perspectiva revolucionaria de acumular poder para el pueblo.

Esta misma relación debe existir entre la propuesta socialista y los programas reivindicativos de cada día.  La aceptación y asunción  del programa socialista por el pueblo  se debe ir abriendo paso en la comprensión popular a través de exigencias reivindicativas que contengan la lógica anticapitalista de la democratización verdadera y de la redistribución de la riqueza a favor de los que la producen o están excluidos del mercado laboral (y de casi todo mercado: de la educación, de la salud, de la vivienda, del consumo, etc.).

La adopción de objetivos transformadores por sectores populares amplios, no puede ser el resultado de una prédica global, de un “esclarecimiento” de tono evangelizador, sino resultado de la experiencia integral de vida, de organización, de lucha que se vaya realizando. Es un proceso prolongado, acumulativo, lleno de avances y retrocesos, que se efectúa en función de condiciones generales de la sociedad, pero que a la vez las modifica dialécticamente, pudiendo hacer que en poco tiempo se vuelva factible lo que parecía una imposibilidad completa.

El campo popular y las fuerzas revolucionarias de izquierda no pueden hacer propuestas programáticas coyunturales basadas en la lógica y el sistema de valores impuesto por el neoliberalismo.  Los supuestos avances serán pasajeros puesto que se habrán logrado a costa de fortalecer la base del dominio del gran capital: la cultura del mercado, el egoismo y la barbarie.

C

ontra las vulgarizaciones de las posiciones marxistas contemporaneas, podríamos formular nuestras propuestas programáticas más generales como de democratización de todas las esferas de la vida social incluido el mercado, puesto que si este no es otra cosa que una relación social por las cuales se intercambían determinadas mercancías por otras (obviamente que el dinero es una clase de mercancía), la lucha por la democratización del mercado es  la lucha por cambiar las relaciones de fuerzas que allí se expresan.

La lógica de la reproducción capitalista argentina de hoy tiene tres ejes que es necesario enfrentar, golpear  y destruir para lograr instalar sus opuestos:

/ el de la concentración de la riqueza,

/  el de la toma de decisiones por y para los sectores más poderosos en detrimento de la democracía verdadera y

/ el del fortalecimiento de un sistema de valores culturales y morales que justifican o claudican ante el modelo.

El central es el eje de la constante y creciente redistribución regresiva de la riqueza hasta el límite de ya no solo funcionar como mecanismo de explotación del trabajo humano ajeno sino de incorporar estructuralmente como permanente la exclusión de millones de hombres del mundo del trabajo con sus terribles consecuencias alienantes para él, muchas veces mayores que las que genera el propio trabajo en las condiciones de explotación capitalista con su separación del proceso creativo, transformador de los bienes, del uso y usufructo del producto final del trabajo.

0Este proceso en el plano de la economía es único e integral por lo que no se puede modificar una sola de sus partes sin modificar el mecanismo de concentración de riquezas y con ello afectar y enfrentar a los sectores más concentrados y poderosos dueños de las empresas privatizadas e insertos en la oligarquía financiera trasnacional acreedora de nuestra deuda externa.

No es tan difícil decir como reactivar la economía, lo mágico que se le pide a la izquierda revolucionaria es que presente propuestas  que traigan soluciones reales pero que no afecten los intereses de la gran burguesía concentrada. Pero el tema es que no hay propuesta económica ingenua o neutral: se afectan los intereses de los ricos o de los pobres:  y para hacerlo hay que tener el poder.

El enganche programático que proponemos entre el hoy y la estrategia de revolución socialista es que cada propuesta táctica se apoye en la lógica de la redistribución de la riqueza a favor de los más y en perjuicio de los menos, de los expropiadores de la riqueza nacional y el trabajo de millones de argentinos.

El segundo eje constitutivo del modelo es el de la democracia formal, tutelada, de seguridad, o simplemente las “democraduras” como genialmente las bautizo Eduardo Galeano.  Un sistema político en que “todo parece que”, pero es todo lo contrario.

Parece que se eligen las autoridades ejecutivas y legislativas, pero se opta entre los que aceptan aplicar -de uno u otro modo- diversos modelos de desarrollo capitalista.

Parece que hay una justicia independiente pero son los mismos jueces que avalaron el genocidio ya sea por pertenecer al gobierno militar o convivir con la “juridicidad” del indulto.

Parece que hay libertad de prensa y más oportunidades de pluralismo con tanto Internet y sistemas de cables pero el monopolio de opinion adquiere carácteristicas ineditas.  Existe la realidad que modelan en los medios, por lo que no existe lo que no pasa el filtro de los “comunicadores sociales”.

Por lo que toda propuesta táctica nuestra debería incluir claramente mecanismos democratizadores reales donde el hombre deje de ser visto como un “hombre-urna”, un “voto-cuota” o simplemente un excluido o marginado de todo, al que se le compra el consenso pasivo a sus tormentos con un puñado de monedas.

El tercero de los ejes es el sustantivo, el ideológico/cultural de afirmación de una cosmovisión conservadora e inhumana que es necesario enfrentar implacablemente porque ha adquirido un carácter tan natural que ha penetrado profundamente no solo en el sujeto social sino incluso entre los propios militantes de izquierda que de un modo u otro absorven las ideas individualistas, eficientistas, egoistas, etc.

Puesto el norte a conquistar, el socialismo, y afirmadas algunas líneas conceptuales de construcción, el programa de la revolución democrática y popular argentina surgirá del propio movimiento popular y de las instancias de alternativa política popular que vayan surgiendo.

E

n función del cuadro de situación y los objetivos transformadores y revolucionarios que hemos expuesto anteriormente, consideramos que es válido, como base para un debate amplio centrado en la búsqueda de convergencias que puedan ir configurando una guía para la acción inmediata,  bosquejar un proyecto alternativo a las dominantes; que se plantee líneas transformadoras realizables en el corto y mediano plazo.

Estas pautas de transformación no pueden definirse de una vez, sino que, creemos, deberán ser el resultado de luchas, de discusiones, de intervención de diferentes sectores en su elaboración práctica. Por todo eso, y enfatizando su condición de posibles bases para un debate, bosquejamos la siguiente propuesta, sintetizada en torno a cinco puntos básicos que solo pretende señalar los temas a discutir desde la perspectiva que hemos tratado de fundamentar: la patria necesita una transformación verdadera y profunda para conquistar la verdadera democracia por medio del protagonismo popular y en defensa de sus intereses.

La primera idea que proponemos para el debate es el de la globalidad de las propuestas alternativas ya que la integralidad del modelo en aplicación impide corregirlo de a partecitas, por ello nuestro punto uno es el de constituir un plan global alternativo; la segunda cuestión enfila directamente a crear condiciones para la conquista de una democracia verdadera por lo que hay que realizar el acto democrático revolucionario que Alfonsín y sus acompañantes se negaron a ejecutar en 1983: la ruptura de la continuidad jurídica de la dictadura al que ahora deben adicionarse los actos jurídicos realizados desde dicha lógica: el indulto a los genocidas y la adaptación de la economía y la sociedad a las exigencias de los acreedores internacionales lo que exige, como acto fundante de una democracia verdadera, declarar la nulidad de todo acto antinacional y antipopular cometido por la dictadura y el continuismo democratico; en tercer lugar se trata de atacar de frente la corrupción que ha inundado todos los poros sociales pero atacando el problema desde donde se inicia para lo que es imprescindible teminar con el control del estado y de la economía por los grandes grupos ecónomicos transfiriendo al area social los resortes principales de la economia y democratizando desde abajo toda gestión estatal nacional, provincial muncipal y barrial par poner fin a toda forma de corrupcion y manipulacion de la economia por parte de los grupos economicos; en el sustrato de todo el programa está  la defensa de la cultura y la identidad nacional enfrentando el monopolio de los medios gráficos y eléctronicos de comunicación másiva desde el cual se ejerce el monopolio, aún más terrible y virulento, de una ideología totalitarista como es el la del “fin de las ideologías”, y por último, aunque como requisito para el logro de todos los anteriores objetivos, el despliegue de un  protagonismo popular de tal intensidad que permita la conquista de una democracia verdadera y cotidiana que asegure la verdadera electividad de todos los cargos ejecutivos, legislativos, judiciales y administrativos, pero que aún vaya mucha más allá haciendo que la soberanía popular sea mucho más que un rito períodico en una urna para convertirse en la base de las decisiones que regulan la vida cotidiana de nuestro pueblo.

1. PLAN GLOBAL ALTERNATIVO

1.1.  Por un PLAN GLOBAL ALTERNATIVO que detenga el saqueo al pueblo y la destrucción del patrimonio nacional llevado adelante por el actual gobierno con la complacencia de los llamados » partidos de oposición».

1.2. Tal PLAN GLOBAL ALTERNATIVO deberá  invertir la lógica irracional del consumo voraz de una minoría privilegiada que por un lado se apropia de casi la totalidad del resultado del trabajo de todo un pueblo, el que es así condenado al subconsumo en todos los niveles: alimentos, vivienda, salud, educación, transporte, etc., y por el otro destruye el aire, el agua y el suelo de un planeta que no soporta ilimitadamente la agresión humana y el consumismo irracional y voraz.

1.3.  Con equidad y solidaridad en el reparto de la riqueza nacional mediante una radical redistribución del ingreso, afirmamos que TODOS podemos lograr una supervivencia digna, aun con el actual nivel de producción a condición de liquidar la expoliación imperialista y las feroces desigualdades en el reparto de la riqueza nacional.  Los ritmos de crecimiento de la economía deberán considerarse a partir del respeto a los más elementales derechos humanos (a la vida, vivienda, alimentación, salud, educación, etc.) y al mantenimiento del equilibrio ecológico.

1.4.  Consideramos que tal PLAN GLOBAL ALTERNATIVO debe surgir del debate creativo del movimiento popular al servicio del cual (y de la lucha por hacerlo realidad) ponemos la presente PLATAFORMA DE LUCHA.

1.5.  Estamos convencidos que un programa de este tipo solo podría  aplicarlo consecuentemente un gobierno popular, democrático, patriota, latinoamericanista y antiimperialista que se asiente en un sólido PODER POPULAR fruto del protagonismo de los de abajo y aporte a una solidaridad latinoamericana que haga realidad los mejores sueños de Bolívar, San Martín, Artigas, Martí, Sandino, Allende y el Che Guevara.

2.  NULIDAD DE TODO ACTO ANTINACIONAL Y ANTIPOPULAR COMETIDO POR LA DICTADURA Y EL CONTINUISMO DEMOCRATICO

2.1.  Por la revisión y anulación de todo decreto y/o ley que consagre la IMPUNIDAD para los genocidas; entregue el patrimonio nacional; deteriore la legislación laboral, social, provisional, educacional, etc. fruto de décadas de luchas populares.

2.2. Explícita  recuperación de las empresas estatales para su verdadera racionalización, democratización y logro de eficiencia (desde una concepción social) por parte de mecanismos administrativos con protagonismo de los trabajadores y los usuarios.  Estas empresas deberán ser la base del sector social de la economía que convivirá con un sector cooperativo y uno privado por un largo período de transición hacia el socialismo y el comunismo.

2.3. Recuperación del sistema previsional basado en la solidaridad social con devolución del Estado de los montos expropiados y derivación al sistema de parte de los fondos recuperados según incisos 2.2 y 2.4.  Administración democrática del mismo por parte de los beneficiarios que serán los que decidirán de que modo ir distribuyendo los fondos del sistema.

2.4.  Anulación de todo pacto económico  que no parta de la ilegitimidad de la deuda externa y del carácter deudor del imperialismo hacia nuestro pueblo y el conjunto de América‚rica Latina por el saqueo permanente que nos efectúa.  NO pago de la deuda.  Inmediata recuperación de los montos mal-habidos o expropiación de las empresas que en su momento transfirieron su deuda al estado nacional.

2.5.  Fin de la subordinación a los dictámenes del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos similares; autores intelectuales del ajuste perpetuo que sufrimos en toda América‚rica Latina.  Iniciar acciones judiciales, diplomáticas y políticas para obtener la devolución del dinero llevado de nuestros países en concepto de intereses usurarios por parte de dichas entidades.

2.6.  Subordinación de todo proceso de integración económica regional, por caso el Mercosur al respeto de los derechos laborales, al mantenimiento y crecimiento del aparato productivo nacional y al cumplimiento de los objetivos de elevación del nivel de vida de la población del PLAN GLOBAL ALTERNATIVO. Impulso a la integración popular desde los movimientos sociales y las fuerzas políticas nucleadas en el Foro de San Pablo tanto para imponer la democratización de los acuerdos vigentes como por la lucha por otro tipo de integración al servicio de la causa de la Segunda y definitiva independencia de América Látina.

3)  FIN DE TODA FORMA DE CORRUPCION Y MANIPULACION DE LA ECONOMIA POR PARTE DE LOS GRUPOS ECONOMICOS.

3.1. Investigación real de todos los casos de CORRUPCION y castigo a sus culpables con devolución al estado de lo robado por empresas o individuos.

3.2.  Recuperación del sistema judicial de manos de los jueces cómplices de las dictaduras Militares y del festín menemista de la corrupción.  Introducción del concepto de electividad por parte del pueblo y sus organizaciones de los componentes del sistema.

3.3. Terminar con el control absoluto de la economía por parte de los grandes grupos económicos (que se quedaron con las ex-empresas estatales) y las multinacionales, que históricamente han puesto los Ministros de Economía y elaborado todos los planes de ajuste y son los verdaderos responsables del desastre social que sufrimos.  Su incorporación al area social de la economía no puede confundirse con las antiguas empresas estatales  subordinadas a la lógica de concentración y reproducción capitalista por parte de las conducciones burocráticas y corruptas.

3.4.  Por un CONTROL POPULAR de la economía.  Tal control se realizar  desde cada una de las organizaciones obreras y populares, los Ministerios del gobierno popular,  las empresas re-nacionalizadas y puestas al servicio de un PLAN GLOBAL ALTERNATIVO desde el area social de la economía, las organizaciones cooperativas y/o gremiales del empresariado pequeño y mediano.

3.5.  Un control de tal tipo debe asegurar a todos: TRABAJO, ALIMENTO, VIVIENDA, SALUD Y EDUCACION.  Para que todos accedan a lo mínimo se deber  terminar con el consumismo del derroche  (responsable del hambre de los más y de la destrucción del ecosistema) así como con la mercantilización de los servicios esenciales como la salud o la educación.  En cuanto a la responsabilidad del Estado en la cobertura de tales derechos sociales, los organismos o empresas comprometidos con tal fin deberían guiarse por tres principios básicos:

P Financiación de los mismos por parte de los sectores económicos extranjeros y/o nacionales enriquecidos en tantos años de dominio capitalista dependiente (los acreedores de la deuda externa, los favorecidos por los subsidios y tarifas especiales, los actuales propietarios de las ex/empresas estatales obtenidas por centavos, los dueños de la tierra, los insumos agrícolas y los canales de comercialización, etc. ;

P Democratización de los organismos de conducción de los mismos mediante la incorporación con capacidad decisoria del pueblo organizado social, sindical y/o políticamente y

P Eficiencia de su gestión mediante la eliminación de los elementos comprometidos con los grupos económicos que saquean el país y la incorporación de las m s racionales t‚técnicas de gestión en tanto respeten la dignidad y los derechos laborales.

3.6.  Por el aumento de los ingresos directos e directos a todos los trabajadores activos, jubilados o desocupados mediante dos procedimientos  básicos:

Þ  aumento de los salarios o remuneraciones de todo tipo y

Þ  redistribución de los egresos del Presupuesto Nacional para sostener la imprescindible labor de educación, salud, construcción de viviendas, promoción social, asistencia crediticia a la producción, etc.

3.7. Por una REFORMA IMPOSITIVA que invierta la pirámide de ingresos (que hoy grava al consumo y por ende a la mayoría de la población) gravando la riqueza y las ganancias de los m s poderosos, recuperando de esta manera parte de lo por ellos apropiado en tantos años de saqueo.

4)  DEFENSA DE LA CULTURA Y LA IDENTIDAD NACIONAL

4.1. Por la defensa activa de la identidad cultural nacional amenazada por el CONTROL AUTORITARIO de los medios de comunicación social (diarios, radios, T.V.) y de toda la industria cultural sometida a las grandes cadenas de multimedios que como la C.N.N. nos cuentan desde el Norte nuestra realidad as¡ como por los contenidos del sistema educativo institucional.

4.2. Por la implantación efectiva del derecho a opinión de todos los sectores populares  a quienes‚ el Estado proveer  de los medios técnicos (diarios, emisoras de radio, T.V., etc.) a tal fin.

4.3  Reforma del sistema educativo desde el pre-escolar al nivel universitario a fin de garantizar su gratuitidad y su real reconversión pedagógica, doctrinaria y tecnológica en procura de la formación de una juventud patriótica, solidaria, con dominio de la moderna técnica y conocimientos científicos adaptados a las necesidades de un país en proceso de liberación nacional y conquista de la justicia social.

4.4. Por el desarrollo de una conciencia latinoamericana y tercermundista en defensa de los pueblos del mundo hambreados por el capitalismo salvaje y unipolar.  Solidaridad activa con la CUBA revolucionaria, barrera mundial de la dignidad y el coraje de la humanidad en este fin de siglo.

5) DEMOCRACIA VERDADERA Y COTIDIANA

5.1. Por una democracia verdadera, de abajo hacia arriba, que limpie de burócratas defensores del privilegio el conjunto de la vida social:  desde el Parlamento hasta el movimiento obrero. Reforma Constitucional para garantizar los derechos populares implícitos en un PLAN GLOBAL ALTERNATIVO.  Revocabilidad de los mandatos (en todos los niveles y tipo de organización, empezando por los cargos legislativos y gubernamentales incluyendo el sistema judicial) a quienes no cumplan con la voluntad popular expresada en el momento de su elección y por los múltiples mecanismos de expresión que se crearan.  Creación de la Cámara Legislativa única y del sistema parlamentario de gobierno con la supresión de la figura del presidente y la creación de la del primer ministro.

5.2. Juicio y castigo a los culpables de todas las violaciones a los derechos humanos en el periodo dictatorial y de las democracias de Alfonsín y de Menem.  Desmantelamiento del aparato represivo.

5.3. Por el respeto pleno a la autonomía absoluta del movimiento popular para organizarse, pronunciarse y bregar por sus objetivos como garantía del proceso de liberación nacional y social que propugnamos como parte de la gran batalla latinoamericana por la SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA.

5.4. Para que la democracia no sea un rito periódico de  optar por el menos malo y sea PODER POPULAR COTIDIANO se introducirá  como criterio general en la reorganización de la labor gubernamental en todos los planos (pero especialmente en el de Educación, Salud, Seguridad Social, Administración de empresas nacionalizadas, etc.) la participación plena del movimiento popular en los organismos de CONDUCCION con capacidad de decisión.

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ntre las muchas críticas que seguramente recibirá esta propuesta programática, no faltará la que afirme el carácter utopico de las mismas o aún el calificativo de irreal de las mismas ya que corresponderían a otras épocas y a movimientos políticos ya derrotados en el mundo y en la Argentina.

Toda crítica es valida pero habría que recordar que también la Revolución Francesa tuvo su periodo de Restauración para luego resurgir con más fuerza; que San Martín tuvo su Cancha Rayada antes de derrotar a los colonialistas españoles en Chile y Perú o que Fidel Castro fue derrotado en toda la línea al intentar tomar el Cuartel Moncada para luego subir la Sierra Maestra y bajar triunfante sobre La Habana.

Igual que la nuestra, sus banderas fueron convertidas en girones y objeto de toda clase de burlas y humillaciones, pero fueron defendidas por los revolucionarios verdaderos en los períodos de derrota y pesimismo con la pasión con que luego se las llevaría al combate.

Y sería bueno para todos recordar que con los girones de esas banderas escribieron en el cielo la palabra victoria.


[1] Browder fue dirigente del P. C. de E.E.U.U. y quién más lejos llegó en la propuesta de confluencia socialista/capitalista después de la Segunda Guerra Mundial.  Disolvió el P. C. de los E.E.U.U. y tuvo gran influencia en casi todos los partidos de América Latina.

[2] Crítica al Programa de Gotha, Carlos Marx.  pag. 421, tomo 5 de las Obras Escogidas de Marx y Engels de Editorial Cártago, Buenos Aires, 1975

[3] Carlos Marx, en el Manifiesto Comunista, pag. 104 del tomo 4 de las Obras Escogidas de Marx y Engels, editorial Cártago, Buenos Aires, 1975.

[4] citado por Xavier Gorostiaga en el árticulo “La ideología del mercado” publicado en la revista nicaraguense “Envio” de noviembre de 1992.

[5] conjunto de políticas privatistas y de ajuste antipopular acordadas entre los técnicos del F.M.I., el Banco Mundial y los de diversos países latinoamericanos en reuniones realizadas entre 1988 y 1989.

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