LA LOGICA DE LA EXCLUSION EN EL GRAN ROSARIO Y EL FIN DE LA CIUDADANIA OBRERA


Agosto de 1996

INTRODUCCION

Durante los últimos 60 años, el desempleo no representó un problema especialmente grave para las trabajadores argentinos.  No es que no existiera, pero el mismo tenía características fricciónales y rondaba entre el 4%, el 6% o el 8% de la población económica activa (en adelante P.E.A.).

Es justamente ahora, cuando el gobierno y el equipo económico pueden mostrar un crecimiento del producto bruto interno (en adelante P.B.I.) después de más de quince años de estancamiento del mismo, en que la desocupación pega un salto cualitativo y supera la barrera del 30% entre  desocupados y subocupados.

Pero no es todo.  La Argentina es uno de los pocos países del mundo  en que ha crecido la desocupación total al igual que los países desarrollados (aunque sin los recaudos de protección social que allí tienen) y también ha crecido la precarización del trabajo expresada de diversas formas: trabajo en negro que llega al 35% de los trabajadores ocupados, subocupación parcial (menos de 35 horas de trabajo semanal) que alcanzó la suma de 1.529.285 trabajadores y una suma de trabajadores por su cuenta que ronda el 20%, al igual que en el resto de América Latina y el Tercer Mundo.

Creemos que son falaces los argumentos que pretenden explicar esta situación por la incidencia de la renovación tecnológica del aparato productivo, o por la entrada masiva de inmigrantes de países limítrofes atraídos por la bonanza nacional, ni mucho menos porque los altos salarios de los trabajadores argentinos hayan decidido a buscar trabajo a quienes antes prescindían de él.

Las causas de la desocupación, de la subocupación, del trabajo en negro, del trabajo por cuenta y riesgo del trabajador y de la precarización general del mundo laboral son las mismas: devienen de la implementación de un nuevo modelo de acumulación de plusvalía en la Argentina, proceso que deviene de la crisis del anterior, basado en el Estado de Bienestar, el Pacto Social y con eje de acumulación de plusvalía en el mercado interno.

Pero la desocupación no es solo un problema económico social.  El Obispo Novak ha dicho que «los desaparecidos de hoy son los de desocupados» llamando la atención no solo sobre el virtual estado de «muertos civiles» de los que han perdido su trabajo, sino advirtiendo sobre el uso del miedo a la desocupación (como antes era el miedo a la represión estatal o paraestatal) en un renovado mecanismo de control social y construcción de consenso pasivo al modelo.

Pocas zonas como la del Gran Rosario son útiles para analizar estas cuestiones.  Una región que supo cobijar a poderosas empresas industriales volcadas a la producción de todo tipo de máquinas, herramientas y bienes de consumo durables vinculadas al mercado interno; que supo de épocas en que miles de trabajadores de otras provincias emigraban a la zona en busca de empleo en dichas grandes empresas.

Una ciudad que fue conocida en los ’50 y los ’60 como la capital del peronismo y que hoy  tiene el triste privilegio de aparecer en los diarios por sus índices de desempleo y pobreza o las acciones casi desesperadas de los mismos en busca de atención y respuestas: ayer fueron los estallidos de hambre en el ’89 con los ataques a los supermercados y hoy son las fotos de los que -nada menos que en Rosario, el puerto del «Granero del mundo»-  se ven obligados a comer gatos para sobrevivir.

El hecho de que el peronismo perdió todas las elecciones para Intendente desde 1983 nos obliga a pensar en como ha incidido todo esto en los mecanismos de representación social y política. En el agotamiento de un modelo de organización sindical y de representación política que fue componente orgánico del modelo de desarrollo capitalista con eje en el mercado interno.

En todo nuestro trabajo nos basaremos en el concepto de modelo de acumulación capitalista[1] entendida como el modo en que se genera y distribuye la riqueza social, pero no solo eso. El concepto implica también, y básicamente, formas determinadas (aunque no estáticas) de relaciones sociales, un conjunto de alianzas y enfrentamientos entre grupos marcados por ciertas relaciones de fuerza.  Y a las que les corresponde formas específicas de realizar, organizar y legitimar lo político y lo social.

Tratamos así de superar todo tipo de reduccionismo, que tan comúnmente han afectado a las ciencias sociales (incluido el marxismo) limitando su capacidad de interpretación de los fenómenos sociales.

Si la tradición marxista ha sufrido en demasía del reduccionismo económico, no es menos cierto que hoy en día sobreabundan los análisis que se empecinan en subestimar la incidencia de los fenómenos económicos en el desarrollo social ya sea sobrestimando el papel de la política o la importancia del cambio tecnológico y cayendo en diferentes formas de unilaterilación de los análisis.

El concepto teórico que yo utilizo encuentra similitudes con el de régimen social de acumulación acuñado por José Nun[2] o con el de matriz política utilizado por C. H. Acuña[3] aunque se diferencia en la centralidad que le otorga a los modos de realizar la plusvalía.

Se trata, a las puertas del siglo XXI de superar el viejo método positivista característico del siglo XIX que creía encontrar en el análisis separado de las partes de un fenómeno u objeto, el camino de la verdad.

Se trata -para nosotros- de volver a Marx y a Engels quienes se concentraron en encontrar un hilo conductor del análisis de la realidad como un todo único: «Según la concepción marxista de la historia, el elemento determinante de la historia es en última instancia la producción y la reproducción de la vida real.  Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca otra cosa que esto: por consiguiente, si alguien lo tergiversara transformándolo en la afirmación de que el elemento económico es el único determinante, lo transforma en una frase sin sentido, abstracta y absurda«. [4] La cita, aunque extensa, es lo suficientemente poderosa para desmentir la interminable lista de autores que pretenden descalificar el marxismo por el camino de achacarle simplismo en el determinismo económico del desarrollo social.

No casualmente, muchas veces, son los mismos que se niegan a vincular el análisis sobre la desocupación y la pobreza al tema de la democracia evitando recordar la subversiva cita de Abraham Lincoln de que ella es: «el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo»[5]

LA LOGICA DE LA EXCLUSION:     EL EFECTO RETARDADO DEL NUEVO MODELO DE ACUMULACION CAPITALISTA.

Paradójicamente, durante los terribles años que transcurrieron entre 1975 y 1990, a pesar de todos los pesares y problemas que sufrieron los trabajadores, la desocupación no fue un problema principal.

Desde 1975 a 1990 el producto bruto interno (en adelante P.B.I.) estuvo prácticamente estancado después de haber tenido un crecimiento de un 4% anual y de un 6% si consideramos el componente industrial del mismo, desde 1930 a 1975 . Ahora bien, si consideramos el producto bruto interno per capita, éste descendió un 32,5% y el industrial lo hizo un 42,5%, durante el mismo periodo.[6]

La causa principal de que en un periodo de estancamiento formal (y retroceso económico real) la desocupación no haya crecido en demasía, lo encontramos en el comportamiento de la tasa de actividad económica (que mide la relación entre la P.E.A. y la población total). Los números de la tasa bruta de actividad por año son los siguientes, tomados entre 1947 y 1991.  [7]

AÑO                                                                     TASA BRUTA DE ACTIVIDAD (%)

1947

40,5

1960 38,1
1970 38,1
1980 36,0
1991 40,5

Entre 1947 y 1975, la P.E.A. estuvo comprimida por la confluencia de dos procesos:

a) una masa juvenil retenida por el sistema educativo en hogares que conseguían con el trabajo del jefe de familia obtener los recursos para, por lo menos, acercarse a cubrir la canasta familiar estricta y

b) una masa de trabajadores adultos que pugnaban por jubilarse ante la perspectiva de una retribución digna y un reconocimiento social a su trayectoría laboral.

Esta situación cambia bruscamente con el proceso de transferencia de ingresos desde el sector laboral al patronal iniciado con el Rodrigazo[8] y profundizado por Martínez de Hoz y el golpe genocida de Videla y Cía.

Como resultado de dichos procesos, la participación de los trabajadores en la distribución de la Renta Nacional (la parte que le toca de la riqueza producida por su trabajo) cayo de un 45% que recibía en 1974 a un 25% !!, al finalizar el primer año de la dictadura.

Dicha participación crecería a un 38% para 1981, y volvería a caer a un 26% con el descalabro de la guerra de las Malvinas.  Así fue como la P.E.A. comenzó un proceso de ensanchamiento a consecuencia, en primer lugar, de la inversión de las dos tendencias descritas anteriormente.  Es decir que:

  • a) el sistema educativo, paulatinamente, dejo de ser un elemento contenedor de la adolescencia y de la juventud, que comenzó a buscar el sustento por sus propios medios
  • b) la caída, y posterior quiebra virtual del sistema previsional, como resultado tanto de las continuas exacciones en beneficio de las cuentas generales de la administración central así como de la modificación de la relación entre trabajadores activos cotizantes al sistema previsional y trabajadores jubilados (lógicamente a favor de los trabajadores jubilados que cada día son más en relación a los activos aportantes) dejó de estimular el abandono de la situación de trabajadores activos.  Es más una parte inmensa de los ya jubilados empezó a buscar un trabajo que le complemente los magros ingresos.

Además en la medida que avanzaba el proceso de precarización del empleo, con su consecuencia fundamental de caída del salario real por tiempo trabajado, y de desempleo absoluto del jefe de familia, nuevos y nuevos sectores se incorporaban a la población económica activa en condición de búsqueda de trabajo no efectivizada.  Es decir de desocupado.

Se podrá alegar, en defensa del plan económico en curso que la desocupación tardó casi tres años en aparecer, y algo más en convertirse en la tragedia de estos días.  El poder no reconoció su existencia hasta el índice de octubre de 1995 (casualmente retenido de circulación hasta después de las elecciones nacionales presidenciales).   Y es verdad.  El efecto del nuevo modelo de acumulación capitalista (iniciado por Martínez de Hoz, continuado por Sourrile y perfeccionado por Cavallo) tuvo un resultado retardado sobre el desempleo.

Por un lado, los despidos por reforma del estado y privatizaciones (dos de las herramientas de la nueva política económica que más «aportaron» al nivel actual de desempleo) fueron tapados por una masa de indemnizaciones que empujo a miles y miles de despedidos de la administración pública y de las empresas del estado a emprender diversos tipos de empresa: kioscos, remises, taxis, pools, fútbol 5, pequeños bares y restaurantes, etc. que lograron sobrevivir los primeros años a caballo de la ola consumista que trajo el crédito fácil de la primera etapa del modelo.

No por casualidad, los índices de desocupación pegan un salto justamente cuando esa ola consumista se frena a causa  del efecto «tequila» en enero de 1995.  Buena parte de los desocupados actuales, han recorrido este ciclo: trabajadores de empresas estatales o de la administración pública indemnizados y devenidos en «trabajadores por su cuenta» posteriormente quebrados por el ahogo financiero y el achicamiento extremo del mercado interno.

Las estadísticas[9] dicen que el crecimiento operado en la P.E.A. durante 1975/1990 tuvo una participación de empleo no asalariado (básicamente de trabajadores por su cuenta o pequeños patrones) del 65%.  Es decir que solo un 35% de los nuevos integrantes de la P.E.A. en dicho periodo lo hacían en condiciones de asalariado.  Para 1991, la proporción de no asalariados en la P.E.A. ya era de un 35% mientras que para 1980, dicho índice no superaba el 28% del total.

El otro elemento que incidió en el efecto retardado del nuevo modelo de acumulación sobre el desempleo fue el hecho de que una parte de las empresas industriales afectadas por la entrada de mercaderías extranjeras a menor precio (muchas de ellas con dumping), se transformaron en empresas mixtas que incorporaban la comercialización de productos importados y retenían al menos una parte del personal.

EL CONSENSO DE WASHINGTON Y EL PROGRAMA DE DOMINGO CAVALLO

Preocupados por la llamada «década perdida» de los ’80, durante 1989 se realizaron múltiples reuniones en Washington auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.) y el Banco Mundial (B.M.); los que habían promovido y financiado desde 1987 centenares de estudios e investigaciones.

Fieles al concepto de modelo de desarrollo capitalista al que adherimos[10]deseamos insistir en la necesidad de vincular los procesos económicos (básicamente de dificultades de valorización del capital) con los procesos políticos y estratégicos (básicamente de dificultades para mantener el consenso al modelo de desarrollo adoptado y de confrontación con los procesos liberadores y revolucionarios).

Así, la estrategia desarrollista de la Alianza para el Progreso (1962) es imposible de separar del impacto de la triunfante revolución cubana (1959) sobre el subcontinente latinoamericano; la masiva contratación de deuda externa por parte de los gobiernos latinoamericanos durante los años finales de la década del ‘70 no es independiente de la red de dictaduras militares creadas bajo la inspiración de la “Doctrina de la Seguridad Nacional” con que Washington enfrentó la oleada liberadora que a finales de los ‘60 recorrió América Latina desde la experiencia del gobierno socialista de Salvador Allende a los gobiernos nacionalistas militares de Perú, Ecuador y Panamá pasando por el avance popular de Argentina (1969/1975) y Uruguay.

La dictadura militar argentina, al igual que las otras similares, puso en practica un programa integral de reformulación del sistema de dominación para reemplazar al de industrialización sustitutiva pero, más allá del éxito estratégico obtenido en desarticular el movimiento político y social de insurgencia[11]tuvo serias dificultades para garantizar la reproducción ampliada del capital en un modelo que intentaba salir del sustitutivo de importaciones.  Cuando a estas dificultades económicas se les sumaron las causadas por el incremento de la resistencia popular, sobrevino la tentación de invadir Malvinas para salir del paso, y el desbarranque conocido.

El triunfo de la insurgencia sandinista en Nicaragua (1979) en un marco de desprestigio y deslegetimación generalizada de las dictaduras militares presionó para que se reemplace la doctrina de seguridad nacional por la de conflictos de baja intensidad y de las democracias restringidas.

A la nueva etapa de dominio político correspondía encontrar nuevas recetas económicas.  Sorprendentemente para algunos, las “nuevas democracias” estarían dispuestas a producir cambios para los cuales, ni las propias dictaduras genocidas habían acordado en tiempo y profundidad por temor a la respuesta popular y política (de los que justamente se convertirían en los disciplinados aplicadores)

Una vasta y tecnificada burocracia internacional al servicio de los organismos financieros internacionales y de los países del área trabajó intensamente durante esos años.  El resultado de sus debates y acuerdos se conoció como el «Consenso de Washington»: un conjunto de políticas que sirvieron de base para el acuerdo político entre los organismos financieros y los países afectados por la crisis de la deuda externa.

De acuerdo a este «consenso» las causas de la crisis latinoamericana son básicamente dos:

  • el excesivo crecimiento del estado, traducido en proteccionismo (el modelo de sustitución de importaciones) exceso de regulación y empresas estatales  ineficientes y excesivamente numerosas; y
  • el populismo económico, definido por la incapacidad de controlar el déficit público y de mantener bajo control las demandas salariales tanto en el sector privado como en el sector publico; y las soluciones propuestas son las siguientes:

Þ   1) Disciplina fiscal, disminución drástica del déficit presupuestario con el consiguiente control y disminución  del gasto público.

Þ   2)  Mejora de la recaudación impositiva basada en una tributación de amplia base

Þ   3)  Liberalización del sistema financiero y de las tasas

Þ   4)  Tipo de cambio estable

Þ   5)  Apertura absoluta de las economías, quita de barreras aduaneras

Þ   6)  Amplias facilidades para las inversiones extranjeras

Þ   7)  Enérgica política de privatizaciones

Þ   8)  Reforma del Estado y desregulación general

Este doble proceso de privatizaciones y reforma del estado expulsó miles y miles de trabajadores.  Simplemente pensamos que en los ‘70 había doscientos mil trabajadores ferroviarios de los cuales no quedan más que algunos miles.  Esto se complementa con una verdadera “reforma impositiva regresiva” por medio de la cual cada vez más los gastos del Estado (en los cuales sobresalen los servicios de la deuda externa, nada menos que diez mil dólares anuales que irán creciendo en virtud de los acuerdos del Plan Brady) son sostenidos por los sectores de menores recursos  por la vía de la ampliación del I.V.A.

¨    Favorecer un proceso de concentración económica fenomenal, estimulado y subvencionado por el estado por medio de las cuatro herramientas económicas precedentemente descriptas.  La concentración es un proceso de dos manos, por un lado se concentra la riqueza y por el otro se amplía la pobreza con el consiguiente achicamiento del mercado interno y quiebra de los sectores empresariales pequeños y medios que no resisten el juego de tijeras de un mercado cada vez más chicos y su subordinación financiera, tecnológica y comercial de los grandes grupos económicos que han ido copando todos los resortes de la economía.

En realidad, todo lleva a la precarización y la desocupación.  En una economía abierta a la competencia externa donde no se pueden tocar las tasas financieras (para no afectar la convertibilidad), donde no se puede modificar el precio de los servicios (porque están privatizados), ni bajar los impuestos (porque hay que juntar plata para pagar la deuda externa), lo único que queda para maximizar los beneficios es bajar el llamado “costo laboral”: pagar menos salarios en peores condiciones de trabajo a menos trabajadores más explotados.

La desocupación, la subocupación, la precarización global del mundo del trabajo no es pues, una consecuencia no deseada o un resultado pasajero del modelo capitalista adoptado; por el contrario está en la base de la búsqueda de valorización del capital que se persigue, por ello solo puede ser enfrentada y erradicada con la sustitución del modelo y del sistema que le da origen.

EL GRAN ROSARIO:      HISTORIA DE UN DESARROLLO FRUSTRADO

El efecto del plan de ajuste sobre el empleo admite análisis diferenciados en -por lo menos- tres tipos de conglomerados urbanos[12]:

¨    aglomeraciones vinculadas con economías regionales en crisis y donde claramente el desempleo es un problema estructural. La ciudad de San Miguel de Tucumán es un caso típico

¨    aglomeraciones con fuerte proporción de empleo público y con reducida actividad industrial donde el estado provincial y municipal actuó como compensador de la falta de oportunidades.  El caso de Río Gallegos es ilustrativo

¨    aglomeraciones con base industrial heredada del proceso de sustitución de importaciones y con poco empleo público. Caso paradígmatico es el del gran Rosario

La zona que nos ocupa, y la provincia de Santa Fe en general, no fue objeto de la mayor atención por parte de los colonizadores españoles.

Ellos, en la primera etapa de la conquista están interesados en la obtención rápida y fácil de metales preciosos y veían en las costas del Atlántico Sur un vasto desierto cubierto de pajonales y poblado por tribus aborígenes recolectoras y/o cazadoras, nómades con un nivel de desarrollo bastante alejado de los incas o los mayas.

Sin embargo, la búsqueda de un paso al Pacífico incentiva las expediciones y la fundación de las primeras ciudades: Buenos Aires, Asunción, Santiago del Estero y Santa Fe, todas pensadas en relación a lo que era principal en la época que es el Alto Perú y sus minas de oro, plata y cobre.

El actual territorio de la provincia de Santa Fe estaba ocupado poblacionalmente por blancos en los corredores que van de Santa Fe a Buenos Aires, de Santa Fe a Santiago del Estero y en el de Rosario a Córdoba. Para 1810 la población no indígena apenas llega a 12.600 pobladores[13].

Tres siglos de dominio colonial no habían podido superar una situación de estancamiento que se expresaba en un nivel harto exiguo de las fuerzas productivas: crianza de mulas para el transito al Alto Perú, algunas artesanías textiles, cría de ovejas y de vacunos para aprovechar los cueros, un saladero cerca de Rosario y algunas quintas alrededor de los dos centros urbanos existentes: Santa Fe y Rosario, era casi todo lo que había.

Si por la existencia de reducciones indígenas, sometidas a un virtual régimen de servidumbre, podríamos pensar en una economía casi feudal; por la importancia de la actividad comercial en los puertos se podría suponer alguna forma de proto capitalismo aunque tampoco se podría dejar de considerar la existencia de esclavos fundamentalmente dedicados a labores domesticas, todo lo cual hace muy difícil pretender encasillar a ese grado de desarrollo dentro de alguno de los modos de producción clásicos: esclavismo, feudalismo o capitalismo.

Nos inclinamos a pensar en un modo sui generis de producción, incapaz de evolucionar por sí solo hacia un nivel superior de producción y organización social.

La Gran Bretaña, que mantendría relaciones económicas con la región desde mucho antes de las invasiones inglesas (1806/1807) sufriría por esos años un acelerado proceso de desarrollo industrial capitalista que la transformaría en la primera potencia económica mundial.  Necesitada de materias primas para sus industrias textiles y de alimentos para los obreros de sus fabricas, vería en la Argentina una economía absolutamente complementaria para su desarrollo imperial.

La incorporación de nuestro país al mercado mundial se dio al ritmo y con las características impuestas por su incorporación como exportadora de productos primarios de algunas de sus regiones; la particular forma que tomó esta incorporación, la estancia, con su carácter trabajo/extensiva, llevó a que el control del principal recurso productivo (la tierra) quedara en manos de la burguesía rural local, que fue ocupando la rica región pampeana desde la independencia hasta bien entrada la década de 1880. [14]

En la provincia de Santa Fe, el proceso se vincula con el conflicto federal que operó entre 1831 (pacto federal) y 1853 (constituyente en Santa Fe).

Para 1850, la provincia seguía postergada en su crecimiento. Solo existían Santa Fe, Rosario, algunos pobladores en Coronda y otros pobladores sueltos a la orilla del río Paraná.  El censo de 1857/60 (el primero en realizarce en el país) daría una exigua población de 43.000 santafesinos[15]

El avance del ejercito de la Confederación al mando de Urquiza traería para Rosario la oportunidad de colocarse como el principal puerto internacional de uno de los bandos en que quedó dividida la nación.  Por esos años se ensamblarían cuatro procesos muy importantes:

¨    el de la inmigración europea a la Argentina, de la cual Santa Fe sería una de las provincias más favorecidas. Los datos de los posteriores censos son muy significativos

Año         Población   Colonias agric.  KM. VIAS    Has. Sembr.

1857           43.000                         1
1861                                               3                                                 8.437
1866           89.117                     144
1871         135.000                       32                                               66.538
1876         190.000                       51                                             232.307
1881         210.000                       90                   555
1886         220.332                     190                 2.729
1891                                                                  3.299                    857.035
1895         397.195                                                                       1.661.291
1904                                                                                                  3.065.519
1914         899.640                      360                5.143

siendo la proporción de extranjeros sobre la población total la siguiente: 1869:14% ;1895:41% ;1914:34% ;1947:12%; 1960:8% ; 1970: 6% y 1980:3%.

¨    Este proceso de incorporación masiva de inmigrantes se vincula tanto con el desarrollo de la industria (punto c) como con el de la ocupación de los territorios dominados por los aborígenes con la Conquista del Chaco en 1890 y el reparto de las tierras públicas (entre 1855 y 1900).  El destino de las tierras recuperadas y de las puestas en venta es el siguiente:

  • una parte queda en poder de la burguesía rural porteña (sobre todo en el sur de la provincia),
  • una parte es apropiada por la burguesía comercial rosarina enriquecida por el crecimiento de las actividades portuarias,
  • otra parte queda en manos de la vieja oligarquía del centro y norte santafesino
  • casi todo el norte santafesino se entrega a la Forestal (una empresa inglesa dedicada a la producción del tanino, insumo crítico para el tratamiento de los cueros) la que recibe nada menos que un millón de hectáreas en pago por un crédito ingles al gobierno santafesino en un anticipo de lo que contemporáneamente sería la privatización de empresas públicas como forma de cancelación de deuda externa.

Para 1900, todo el territorio provincial había pasado por las escribanías y tenía dueño con nombre y apellido.

¨    Para fin de siglo la provincia tiene un interesante desarrollo industrial básicamente asentado en algunas agro industrias y la metalurgia liviana.      Hay 72 molinos harineros (sobre 249 en el país), dos ingenios azucareros en el norte santafesino, aceiteras industriales.  En total suman 2.678 establecimientos industriales que ocupan a 16.333 obreros industriales, de los cuales 10.000 son inmigrantes.

¨    También para esa época se produce la entrada de capitales extranjeros que se van a asentar en las ramas más dinámicas y estratégicas: carnes/frigoríficos, granos/comercialización, servicios: puertos, ferrocarriles y teléfonos, y en general todo lo referente a la exportación de materias primas.

La provincia de Santa Fe, y Rosario en particular, ocupan un lugar muy importante en el modelo de desarrollo capitalista agro/exportador consolidado por la generación del 80.  Lo significativo es que tras su crisis, y posterior reemplazo por el modelo de sustitución de importaciones, este también tendría importante expresión en la provincia.

Con la crisis mundial del capitalismo de los años ’30 se abre paso un nuevo modelo de intervención estatal, abandonando un rol contemplativo de la economía para intervenir enérgicamente en su regulación.  El proceso de estímulos y subsidios de todo tipo a la actividad industrial daría impulso en provincia a las industrias lácteas, de maquinarias y herramientas agrícolas, de aceites, metalurgia liviana y comestibles.

Por esos años aparecen algunas empresas que harían historia y llegarían a constituirse en verdaderos monopolios industriales como son Acindar (aceros), Sancor y Cotar (lácteos), Meiners (cueros), Lerithier (alimentos), Vasalli (maquinaria agrícola), Algodonera (textiles), Celulosa (papel) y los talleres ferroviarios de Laguna Paiva (cerca de Santa Fe) y de Pérez (cerca de Rosario).

Es llamativo como el proceso de asentamiento industrial respeta el viejo asentamiento poblacional colonial del corredor Rosario/Santa Fe, ahora extendido para el sur hasta Villa Constitución y para el norte hacia Laguna Paiva. Ese perfil industrial se mantendría hasta finales de los ’80 definiendo por su concentración poblacional y económica el perfil social y las peculiaridades políticas de la provincia.

Para 1985 todavía entre cinco departamentos del sur y centro de la provincia concentraban el 63% de la población, el 60% de la producción industrial, el 61% del empleo industrial y el 70% de la producción mientras que los siete departamentos del norte apenas llegaban al 13% de la población, el 12% de los establecimientos industriales y el 7% del personal ocupado.

Pero el modelo de sustitución de importaciones empieza a hacer agua ya para mediados de los ’50 y va a recibir dos intentos de relanzamiento y salvataje: el de Frondizi con sus proyectos desarrollistas de sustitución compleja de las importaciones (1958/62) y el de Onganía (1966/70) de una industrialización con perfil exportador, ambos con base de apoyo en el capital extranjero[16] fracasados más por razones políticas (crisis de hegemonía política e imposibilidad de generar consenso hacia el modelo desde el golpe de 1955) que por cuestiones técnico/económicas.

En la provincia el proyecto frondizista se expresaría en la creación de parques industriales: en el de Sauce Viejo (cercano a Santa Fe) se instalaría la fabrica alemana de autos D.K.W. que hacia 1965 compraría la Fíat italiana; en el de Granadero Baigorria (gran Rosario) la fabricas de tractores John Deere; en el de San Lorenzo, el polo petroquímico; en Firmat, la fabrica de alimentos Nestle completando de algún modo el perfil industrial de una provincia, y especialmente de una zona: el gran Rosario.

Este perfil explicaría su papel protagonico en la vida política nacional durante 30 años: desde el surgimiento del peronismo en 1945 hasta el fin de la etapa de ofensiva obrera y popular iniciada en el ’69 (primer y segundo rosariazo) y aplastada por la fuerza criminal del terrorismo estatal y paraestatal desplegado sobre la ciudad de Villa Constitución el 20 de marzo de 1975 en un operativo represivo, el «Operativo Rocamora» verdadero anticipo del genocidio en preparación.

Si hay una empresa que pueda simbolizar este proceso de sustitución de importaciones y el contenido de clase de la política del Estado de Bienestar, esa empresa es Acindar cuyo solo listado de presidentes de directorio es harto elocuente de su privilegiada relación con el poder.

Su primer presidente y fundador fue el Ing. Arturo Acevedo que fuera miembro de la Comisión encargada de fundar Somiza en épocas del primer gobierno de Perón  y que luego fuera Ministro de Obras Públicas de Frondizi y encargado de aplicar uno de los primeros planes de privatización ferroviaria (el Plan Larkin, en 1967). Poco antes de morir, coloca a Antonio Carreras como subsecretario de Hacienda de Krieger Vasena y Ongania.

El sucesor de Acevedo, fue su yerno, el Dr. Alfredo Martínez de Hoz quien accedería al Ministro de Economía del gobierno genocida de Videla, cargo desde el cual otorgaría beneficios fabulosos a su “ex” empresa.  Intentemos un resumen de los mecanismo económicos estatales en beneficio de Acindar:[17]

  • Utilización del crédito internacional con avales del estado.   Asunción por  parte del mismo de dicha deuda  mediante el mecanismo del seguro de cambio.  Monto de la deuda externa: 652.193.000 dólares, subsidio del 64.8 %.  Cavallo la estatizó en 1981 cuando estaba al frente del Banco Central y Alfonsín lo consideró “cosa juzgada” en 1984 asumiendo prácticamente el pago de la misma.      Dicho de otro modo, la PLANTA INTEGRADA y subsiguientes mejoras fueron construidas con dineros públicos.  NO solo consiguió quebrar el monopolio estatal que el Gral. Savio había soñado para la producción de acero, sino que consiguió que el mismo Estado (el suyo, ¿no?) se lo pague.
  • Beneficios de los regímenes de promoción industrial.  Recibió exenciones impositivas por la construcción de la Planta Integrada (monto 251 millones de dólares, aprobado en enero del 75’); por la ampliación de la planta de hierro redondo y alambrón (monto 40,4 millones de dólares, aprobado en enero de 1983);  por la instalación de 12 empresas en la provincia de San Luis las cuales, por 16 años, gozan del beneficio de no pagar I.V.A. ni por las compras ni por las ventas.  Lo más cómico del asunto es que durante años había exigido subsidios para integrar su producción y concentrarla  geográficamente.  Con el traslado a San Luis de parte de sus instalaciones industriales los recibe  para desintegrar y desconcentrar la producción.
  • Gozó de créditos del BANADE debía 231 millones de dólares a fines de 1987 que pasaron a menos de 118 millones de dólares en 1988 sin haber pagado casi nada; y de créditos con avales del Tesoro Nacional por 148, 256 millones de dólares recibidos del siguiente modo: el 9/1/76: 81.103 mill. dólares; el 9/1/78: 27.695 mill. dólares y el 5/6/78: 39.728 mill. dólares. Con esos dineros, por esos años hacía importantes diferencias en la “bicicleta financiera” tal como lo muestra el balance de la empresa de 1985 que revela una ganancia (expresada en pesos de entonces) de 4.446,40 millones, de los cuales 867, 5 millones corresponden a “actividades productivas  (es decir al trabajo no retribuido de los trabajadores los cuales producían en una hora el equivalente a su salario mensual y continuaban trabajando a ganancia de la empresa el resto del tiempo) y, nada menos que 3.378,8 millones a “utilidad no operativa” eufemismo técnico que esconde la vulgar “bicicleta” o especulación financiera típica de la burguesía argentina en aquellos tiempos.
  • Recibió durante años la palanquilla a precio subsidiado por parte de Somiza. Se calcula que entre 1970 y 1975 Acindar pagó 100 millones de dólares (de los de esa época) de menos por la palanquilla recibida en el período a precio por abajo del vigente en el mercado
  • Tuvo protección arancelaria para instaurar precios monopolicos sin competencia externa.
  • Recibió tarifas de subsidio del gas y la energía eléctrica como cliente mayorista .  Consumía más gas que la ciudad de Rosario y más energía que la provincia de Entre Ríos

El tema es, que a pesar de la desvastación del periodo dictatorial, la provincia conservaba para 1985 un perfil industrial interesante, un nivel de exportaciones importantes y un lugar de “provincia rica” en el concierto de la República Argentina.

Intentaremos un análisis comparado de los censos económicos de 1985 y de 1995, que miden el estado económico de 1984 y de 1994, respectivamente que nos van a mostrar:

  • un fabuloso proceso de desindustrialización,
  • una modificación de la composición de las exportaciones que muestra un proceso de reprimarización y
  • una profunda modificación del cuadro social de la provincia y de la región.

Comencemos diciendo que para 1985 la provincia participaba con el 11% del Producto Bruto Interno de la nación y su perfil productivo era similar, y aún más industrial, que el de la Nación[18]

AÑO NACION SANTA FE
Agricultura 13.3 20.7
Minas/canteras 2.7
Ind. Manufacturera 24.2 35.1
Electr., gas, agua 4.4 2.6
Construcción 3.2 1
Com. Hotel y Rest. 14.7 16.4
Transp. Comun. Alm. 11.5 11.1
Finanz, seguros 7.5 4
Servicios 11.5 8.2
Total sect. Product. 61.3 71.4

Esta base productiva provincial se apoyaba en el desarrollo de las agro industrias, de las máquinas e implementos agrícolas (se llegó a producir el 40% de la producción nacional), de los tractores (estaban tres de las cuatro fábricas que había en el país: Massey Ferguson y John Deere en el gran Rosario, la Fíat en Sauce Viejo) y la industria petroquímica (instalada en la zona de San Lorenzo desde 1944)

Más precisamente en la zona del Gran Rosario el eje de la base productiva era la industria manufacturera, especialmente las ramas metalmecanicas destinadas a la producción de bienes finales para el mercado interno las que fueron especialmente afectadas por dos de los pilares del plan de ajuste que sufrimos: la apertura indiscriminada de la economía con el ingreso de mercancías competitivas con las de producción regional (no pocas veces con dumping incluidas) y el elevado costo financiero para las P.Y.M.E..S, cuestiones que combinadas tuvieron un efecto desvastador sobre la economía regional.

Vale la pena recordar que Rosario no es la capital política de la provincia, por lo que no tiene un elevado número de empleados públicos.

Digamos que en 10 años desaparecieron 3000 establecimientos industriales y 34.000 puestos de trabajo industrial, lo que significa nada menos que una disminución del 25% de la mano de obra ocupada en la provincia.  Según Rofman[19] si en el país se perdieron 500.000 puestos de trabajo entre 1991/1995, en el área del gran Rosario se perdieron 40.000 puestos de trabajo entre fines de 1992 y octubre del ‘95.

Veamos las cifras referidas a la producción industrial en la provincial y en los departamentos del sur, tradicionalmente más industrializados

PRODUCCION INDUSTRIAL EN LA PROVINCIA DE SANTA FE

1985             1995
Provincia Establec. 13.667 10.897
Personal 136.483 102.197 – 25%
Rosario Establec. 5.036 3.839
Personal 53.560 36.456 -34%
San Lorenz Establec. 634 584
Personal 13.497 6.719 -50%
Villa Const Establec. 389 308
Personal 6.875 4.957 -28%

Con lo que llegamos a una proporción del 22/23% de asalariados industriales sobre el total de trabajadores activos en 1994, mientras que en 1974 (en vísperas del comienzo del proceso de instalación del nuevo modelo de desarrollo capitalista) la cifra era del 40.5%  por lo que nos atrevemos a calificar a dicho proceso (por lo menos en la provincia de Santa Fe, y especialmente en la zona del gran Rosario) como un proceso profundamente regresivo, destructor de fuerzas productivas, de tecnología, de mano de obra calificada.

Demos un último dato, pero aleccionador: entre 1980 y 1994 Acindar despidió 10.000 obreros metal/siderúrgicos y los Ferrocariles a otros 10.000 trabajadores calificados que tenían asiento en la zona de Rosario (talleres Pérez y talleres Rosario, personal administrativo y maquinistas).

Veamos como este proceso de desindustrialización se reflejó en las exportaciones, de las que Santa Fe participa con el 20% del total nacional (3.288 millones de dólares) con un monto superior al de Uruguay y Paraguay sumados.

EXPORTACIONES SANTAFESINAS EN MILLONES DE DÓLARES[20]

Producto                                     1990                                    1994                   Variación %

Producc Primaria 477.6 664.8 + 39.19
M.O.A.[21] 1.635,7 2.388,9 + 44.45
M.O.I.[22] 284.5 215 –  24.4
Combust./Energía 44.4 20 –  55
TOTAL 2.242,2 3.288,7

Y veamos aún, un cuadro más, que nos será muy útil para pensar porque, la aplicación de un mismo plan económico en el país, trae resultados distintos según las regiones del país, como señalábamos al comienzo del apartado

EXPORTACIONES DE M.O.I. POR PROVINCIA EN MILLONES DE DÓLARES

Provincia 1990 1992 1993 1994
Bs. As. 1660 1810 2274 2807
Córdoba 179 294 425 538
Santa Fe 285 183 180 215

Esta caída de la producción industrial tiene importancia excepcional en el crecimiento de la desocupación en el Gran Rosario por encima del promedio y los ritmos nacionales:  por qué ?  Porque la producción industrial tiene un mayor componente de mano de obra, o dicho de otro modo se puede producir (y exportar inclusive) por un valor similar o aún mayor con menos trabajadores.  El cambio del perfil productivo (la reprimarización de la economía) es un potenciador de los efectos del plan de ajuste en la zona.

Las investigadoras  Inés Guerrero y Olga Faruggia, de la U.N.R., han comparado diversas industrias (de similar volumen de facturación) y su capacidad de absorción de mano de obra.  Los datos son de 1992[23]

Grupo Económico Actividad Pcpal. Facturación Empleo
Oleag. Moreno Aceites vegetales 420.500 510
Grupo Urquiza Aceites vegetales 327.649 485
Alpargatas Calzado/textiles 428.706 14.500
Bridas Petróleo 345.100 3.100
Fortabat Cemento/agro/serv. 420.275 2.237
Gatic Calzado 316.011 7.458
Pescarmona Construcción/serv. 300.000 5.500
Sancor Lácteos 407.050 6.500

Ahí creemos que está la causa principal de la situación particularmente mala de la zona del Gran Rosario: en la desarticulación de la industria manufacturera creada durante el período de sustitución de importaciones, con un componente importante de P.Y.M.E.S., que tenían una alta capacidad de creación de empleo y su reemplazo por el estimulo a la producción agro/industrial (especialmente aceites) con un bajisimo nivel de ocupación de mano de obra.

No es cierto, como difunden los comunicadores del modelo, que la causa esté la entrada masiva de inmigrantes de países vecinos, el I.N.D.E.C. ha calculado que si expulsaran todos los inmigrantes de países limítrofes, el índice de desocupación descendería en un 0,2 %; tampoco se puede aceptar el argumento del atractivo que los altos sueldos tienen sobre la población cuando el promedio de más del 50% de los trabajadores ocupados en el Gran Rosario no supera los 500 $ o el remanido tema del cambio tecnológico.  Una investigación de la Universidad de Rosario sobre la renovación tecnológica y la flexibilización laboral en las empresas rosarinas concluye que en la inmensa mayoría de los casos ésta fue una flexibilización “a la criolla” limitada a la expulsión de mano de obra y sobre carga de trabajo y tiempo al personal que queda.

Si hay que decir que este proceso tuvo un estimulo extra en la labor del Banco Provincial de Santa Fe (hoy privatizado) que financió, por ejemplo, al grupo aventurero Koner/Salgado en su labor de compra de las tradicionales empresas santafesinas dedicadas a la maquinaria agrícola como Vasalli y Migra.  La empresa inglesas Perkins absorbió por su parte a Gema y Bernardín.  Así se terminó con una industria centenaria en la provincia.

La privatización de los puertos (hay diez entre Puerto San Martín y Gral. Lagos, al norte y sur de la ciudad de Rosario) ha estado al servicio de esta política de estimulo a las exportaciones agro/industriales especialmente del polo aceitero que para 1990 concentraba el 55% de las exportaciones del rubro y el 87% del procesamiento de la soja a nivel nacional

Walter Klein, entonces secretario de Industrias de la dictadura militar, decía que era lo mismo producir caramelos que acero.  Ahora, los defensores del modelo defienden las “ventajas comparativas” de la Argentina estimulando la reprimarización de la economía en una búsqueda -inútil- de la vuelta a la situación de país agro/exportador que teníamos entre 1890 y 1930.

Tendrían que decir, sin eufemismos, que ese proceso  nos lleva indefectiblemente hacia una sociedad con porciones crecientes de excluidos del trabajo, y por ende del mercado con lo que eso significa para el sistema de valores adoptado: si el hombre ya no es un productor, ni tampoco es un consumidor, directamente no cuenta para la sociedad actual.  O sí, por ahora, solo cuenta como un hombre/voto, último y casi exclusivo rasgo ciudadano que conserva.

LA PARABOLA DEL FIN DE LA CIUDADANIA OBRERA.  DEL PERONISMO AL MENEMISMO

El gran interrogante de los cientistas sociales ha sido estos años intentar responder a por qué en la Argentina, y en buena parte de América Latina, los partidos políticos que cargan con el peso de ser los aplicadores de un plan de ajuste estructural diseñado por el «consenso de Washington» y sus tremendos costos sociales siguen ganando elecciones. Las explicaciones son varias.

Atilio Borón [24] acude a la metáfora de Carlos Marx sobre el triunfo de Luis Bonaparte en la Francia post/revolucionaria: «Marx escribió en El dieciocho brumario que el campesinado parcelario había elegido a Luis Bonaparte porque en el veía la reencarnación de los sueños imperiales de su tío, capitalizando políticamente en su favor la verdadera «idea fija» que Napoleón I había instalado en la conciencia campesina francesa.  Del mismo modo podríamos afirmar que Carlos S. Menem triunfó en las elecciones de 1989 porque se presentó y fue percibido por amplios sectores populares como el heredero de los sueños «justicialistas» del fundador del peronismo».

Marco Aurelio, secretario de relaciones internacionales del P.T. de Brasil dice: «En Argentina y en Bolivia, los candidatos elegidos a pesar de estar identificados con políticas conservadoras tenían en su pasado marcas de movimientos populares -el justicialismo y el M.N.R.- que les daban simbólicamente legitimidad, además de los canales clientelísticos que consiguieron mantener con sectores de las clases populares»[25]

Y podríamos seguir con distintas visiones que giran -de distinta manera- alrededor del tema de que el peronismo significó algo más que un partido político para buena parte de los trabajadores argentinos.  El peronismo está ligado en la memoria colectiva con el tema de la ciudadanía obrera, es decir con una aproximación de los trabajadores al usufructo real de una serie de derechos que hasta entonces solo figuraban en  la letra de la Constitución liberal de 1853.

De que estamos hablando cuando hablamos de la ciudadanización de la clase obrera en el primer periodo peronista ? [26]

1) de una extensión del sufragio, y no solo por el hecho importantisimo de la incorporación del voto femenino, sino por el hecho real de que la Argentina había vivido dos etapas de su vida «democrática»: la primera de 1890 a 1930 caracterizada por el uso fraudulento del sufragio, y esto a pesar de la reforma Saenz Peña, y la segunda de 1930 a 1943 signada por la intervención militar y el fraude desfachatado, el «fraude patriótico».  Es a partir del peronismo en que los trabajadores pueden hacer uso del sufragio como un arma política de importancia.

2) esto se vincula con la aparición de un partido obrero de masas, el Partido Laborista, aunque luego absorbido por el Partido Justicialista, contribuyó a esta incorporación de los trabajadores a la política institucional

3) pero el gran avance ciudadano de los trabajadores es que por primera vez se reconocen sus derechos a actuar colectivamente, organizadamente, y se lo incorpora a distintas instancias de decisión administrativa

4) se produce un cambio severo al interior de las empresas donde aparece la comisión interna.  Gino Germani considera el cambio en las relaciones intraempresa como una fuente de legitimidad para el peronismo más importante que las mejoras económicas[27]

Pero ninguna de estas conquistas y avances fueron gratuitas.  Lo real es que en torno al año 1945 se consolida un Pacto Social que incluía el compromiso de incorporar a la clase obrera al sistema político y al mercado de consumo, es decir un verdadero mecanismo de ampliación de la ciudadanía en un sentido económico, social y político; pero también para que «los asalariados consientan la organización capitalista de la sociedad»[28]

El movimiento obrero argentino que había nacido a finales del siglo XIX, había sufrido por parte del Estado una actitud única y permanente: represión, hostigamiento y no reconocimiento como interlocutor en los conflictos sociales.  A partir del peronismo esta actitud dejo paso a un mecanismo más complejo: un conjunto de mejoras habilitó vías para incorporar a la clase obrera dentro de una coalición hegemonizada por la burguesía industrial .

En ese proceso, la clase obrera logró mejores condiciones para la venta de su fuerza de trabajo, cierto acceso al mercado de bienes y servicios,  mayor poder en las relaciones intra empresa; y sobre todo logró mayor peso en la sociedad por medio de una organización sindical de masas, que a su vez la vinculaba estrechamente al aparato estatal.

El «pacto» encarnado en el peronismo, tenía como sujeto activo a un aparato estatal autoerigido en árbitro de las relaciones entre capital y trabajo.[29] Ese Estado actúa con una acentuada autonomía relativa, que le permitía desligarse del nivel económico-corporativo de los intereses de la burguesía, para intentar una respuesta a los intereses estratégicos del conjunto de la clase.

Como mediador frente a la clase obrera, se conformó una estructura sindical caracterizada por una menguada autonomía política y organizativa, a cambio de una amplia tutela económica y política por parte del estado. Desde entonces nació y creció una burocracia sindical que, con matices, conservó su rol de mediación a lo largo de las cuatro décadas siguientes.

Es cierto que la idea más corriente sobre la burocracia sindical tiene que ver con su rol represivo, con el autoritarismo intolerante ante la izquierda del movimiento obrero.  Una  de las funciones históricas de la burocracia sindical que le valió más reconocimiento por parte de los dueños del poder ha sido su función represiva, delatora y agresiva.

Alguna vez se habló de la Santa Trinidad aludiendo a la alianza entre patrones, estado y burócratas sindicales para enfrentar las corrientes clasistas.  Hay que decir que sin ese papel de la burocracia sindical no hubiera sido posible el grado de calificación y selección que tuvo la política de secuestros y desaparición de personas.  Pero esa no fue la función principal.  La burocracia sindical no es tanto un método sino una política, y esta política tenía que ver con llevar los reclamos y las luchas a la mesa de negociaciones y asegurar la vigencia del pacto social.

La «ciudadanización» de la clase obrera tenía entonces como  contrapartida la aceptación de la legitimidad del sistema en su conjunto.  Las relaciones de producción capitalistas se vuelven no cuestionables, y el Estado burgués es reconocido como organizador y gestor central del proceso social.[30]

La organización sindical es asumida como un instrumento de integración y negociación, enfrentado por definición a toda pretensión de transformación revolucionaria de la sociedad.[31] Ese conjunto de «aceptaciones» por parte de la clase obrera, más allá de cuestionamientos parciales y rupturas temporarias, se constituyeron en las bases de la «comunidad organizada», el modelo peronista de colaboración de clases.

Con esas bases se produjo el ingreso de la clase obrera a la vida política, en condiciones de legalidad plena e incorporación en la vida institucional. El desplazamiento del peronismo del gobierno en 1955,y treinta años de lucha de clases, modificaron este modelo sólo parcialmente, sin cuestionar sus basamentos.

Fueron los cambios ocurridos en el conjunto de la economía mundial, y sus  repercusiones sobre el modelo de acumulación capitalista en el país, los que marcarían el fin del mismo, y con él, el fin de las modalidades conocidas de organización sindical y representación política.

Ya en la segunda mitad de la  década del 50 y agudizado en las siguientes, se evidenció un desfasaje entre los cambios recorridos por la economía y una gestión estatal poco capacitada para afrontarlos y encauzarlos. Una de las consecuencias de ello fue el acentuado deterioro de la posibilidad de generación de consenso por la clase dominante. A fines de los 60, es que el movimiento obrero dio señales de recobrar su autonomía y su capacidad de constituirse en epicentro de los movimientos de oposición al sistema que caracterizaron esa fase.

Más allá de su posterior derrota, desde entonces quedó planteada una situación de crisis orgánica. Desde entonces también  el poder económico y político pone en marcha un proceso (que llega a su plenitud con Menem) de modificación integral del modelo hasta terminar definitivamente con el de sustitución de importaciones sostenido por un Estado de Bienestar que privilegia el mercado interno y se apoya en el Pacto Social para su despliegue.

Conclusiones

Veinte años de ajuste del ajuste, han traído los cambios estructurales que hemos tratado de describir en el presente trabajo los que podríamos resumir, desde el punto de vista de la situación de la clase obrera en que ésta ha sufrido procesos objetivos de achicamiento de su sector industrial, de dispersión geográfica y de aumento de su heterogeneidad ya que ahora reconoce sectores que trabajan en condiciones reguladas por la legislación laboral (la que queda después de la desvastación jurídica sufrida) y “en negro”, fuera de toda protección legal o sindical.

Solamente por esta cuestión, el modelo sindical tradicional está agotado en su capacidad de representación histórica: sobre casi 10 millones de trabajadores, solo de 2 a 2,5 millones de trabajadores está sindicalizado y el resto está desocupado, trabaja por su cuenta o lo hace “en negro”.

Pero la perdida de representatividad del aparato sindical excede la disminución física de sus representados.  Lo fundamental es que ha perdido funcionalidad con la desaparición del modelo de desarrollo que adjudicaba a la mesa de negociaciones, al Pacto Social, preeminencia en el sistema de relaciones de clases y en el mecanismo de control social y creación de consenso al sistema de explotación capitalista.

La burguesía argentina, que gusta hablar de “relaciones carnales” con los EE.UU. y que en sus versiones más “progresistas” se identifica con el modelo renano de capitalismo, en realidad avanza con todas sus fuerzas por el camino asiático de liquidación de legislación laboral y organización sindical con la mira puesta en destruir todo tipo de organización entre su fuerza y el trabajador aislado para así llegar a su sueño de “negociar” con cada trabajador por separado.

En su avance destructivo del viejo modelo de desarrollo capitalista, y de todas las conquistas y derechos obreros, la burguesía argentina no ha reparado en que también ha ido destruyendo la base de sustentación de una burocracia sindical que le fue absolutamente funcional durante más de cuarenta años.

Es cierto que la burocracia como capa no ha desaparecido y, es más, que ha asumido roles económicos (manejo de fondos de participación de las empresas privatizadas, de las A..F.J.P., de las A.R.T., de las vinculaciones de las Obras Sociales con las Prepagas, etc.) que la incorporan orgánicamente al bloque de poder en ejercicio; pero también es cierto que el más poderoso de los burócratas sindicales reciclados en burocracia gerencial tiene menos prestigio y poder político que un simple secretario de seccional metalúrgico de los años ‘60.

Pero la burocracia sindical no solo tenía funciones represiva y económicas, también tenía funciones políticas ideológicas: de incorporar a la clase obrera a un proyecto de desarrollo burgués industrialista con base en el mercado interno y el Estado de Bienestar.

Lo paradójico del proceso argentino es que, justamente desde la fuerza política que daba tal proyecto es que se pudieron realizar semejantes transformaciones pero al hacerlo también comenzó un proceso indetenible de separación de los significantes con lo significado hasta transformar los mitos y símbolos peronistas en mascaras vacías que van siendo abandonadas por quienes creyeron en ellos por décadas.

Se podría alegar que el peronismo transformado en menemismo ha seguido, hasta ahora, ganando elecciones.  Pero pocos se atreverían a afirmar que el menemismo es la continuidad directa del peronismo.

El menemismo es hoy la expresión política del bloque de poder en la Argentina, sus cuadros principales han asumido la ideología neoliberal con la misma fuerza del converso que transformó a Menem en el cuadro más decidido en Latinoamérica de la aplicación del “consenso de Washington”

La clave de los cambios ocurridos pasa por la mutación de un consenso activo que se basaba en el protagonismo y la movilización obrera y popular a este consenso pasivo edificado sobre el terror y la ideología del “no se puede” .

El peronismo seguirá persistiendo en el imaginario colectivo de los sectores obreros y populares identificado con el proceso de “ciudadanía obrera”, el menemismo va siendo identificado de más en más como el responsable del fin de todos los derechos y conquistas que tal “ciudadanía” implicaba para los trabajadores.

El resultado  es que, junto con tal proceso regresivo en lo económico/social y lo jurídico/institucional, grandes sectores de la clase obrera y del pueblo se encuentran hoy sin la organización sindical que los expresó por años y sin una representación política que defienda sus intereses y organice políticamente sus necesidades.

El proceso político argentino, como en el  ‘45 se encuentra abierto a diversos caminos de desarrollo, que dependerán en mucho del modo en que se resuelva esta crisis de representación.

Muchos han soñado en estos años de cambios estructurales con poner en marcha un Nuevo Movimiento Histórico[32] símil al encabezado por Irigoyen o por Perón.   En pleno delirio dictatorial, envalentonado por los vahos alcohólicos, el General Galtieri creyó ponerlo en marcha con su “triunfo” en Malvinas.  Recuperada la democracia política, Alfonsín convocó a formar el Tercer Movimiento Histórico convencido de que el eje democracia/dictadura le daba apoyo suficiente para tal objetivo.  También lo intentó Menem en el momento en que abandona 40 años de “tercera posición, justicia social, soberanía nacional e independencia política” para encontrarse en un abrazo con los viejos oponentes del peronismo histórico.  Creyeron que habían puesto la piedra fundamental, Chacho Alvarez, Federico Storani y José Bordón cuando en El Molino juntaron líneas transversales de definición democrática y renovadora de los grandes partidos argentinos.

Sin embargo, todos ellos fracasaron.  Un nuevo movimiento histórico es posible pero su surgimiento no deriva solo de proponer una nueva identidad política en un periodo de crisis y de ausencia de representación política para las grandes masas nacionales.

No comprendieron que los anteriores movimientos históricos surgieron sobre la base de proyectos de desarrollo nacional para momentos de bifurcación de caminos para el país.   El Irigoyenismo y el Peronismo significaron sucesivos esfuerzos (frustrado el primero y triunfante el segundo) por proponer un modelo sustituto al agro exportador en crisis.  El modelo de sustitución de importaciones tenía capacidad  no solo de eficientizar el capitalismo sino de incorporar vastos sectores populares al mercado y a la ciudadanía.

El modelo neoliberal de acumulación puede, por cierto, eficientizar el capitalismo, lo que no puede es ofrecer un programa de desarrollo nacional para las grandes mayorías.  El país que va surgiendo de su puesta en aplicación es un edificio de varios pisos donde una partecita que vive en la parte alta goza de la modernidad y de la verdadera ciudadanía, el resto se va encaminando hacia la exclusión y la perdida de la ciudadanía.  Y lo dramático para todos estos esfuerzos es que el capitalismo actual, globalizado, reconvertido, flexibilizado, subordinado a los dictamines del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Grupo de los Ocho, no admite otro modelo de desarrollo.  La opción para la Argentina es un proyecto de desarrollo no capitalista, independiente, con niveles crecientes de justicia social y con la perspectiva de una sociedad socialista, donde el hombre sea efectivamente el centro de la economía y de la vida.

Sobre la base de tal proyecto podrá surgir un verdadero Nuevo Movimiento Histórico donde las grandes masas obreras y populares tantos años postergadas, se conviertan en los constructores de su propia historia y conquisten para sí una ciudadanía verdadera, concreta y cotidiana.

Bibliografia utilizada

  • Palomino Héctor y Schvarzer Jorge, Entre la informalidad y el desempleo. Una perspectiva de largo plazo.  publicado en Revista Realidad Económica Nº 139. página 17.
  • Oscar Martínez, La sociedad que desaparece, revista Margen Izquierdo Nº 6
  • Richard G. Lipsey. Monetaristas vs. neokeynesianos. página 165.
  • Juan Manuel Abal Medina, Capitalismo, sindicalismo y democracia. página 89. en Las nuevas democracias del Cono Sur: cambios y continuidades. Julio Pinto, compilador.  Ediciones de la U.B.A.
  • Ricardo Rojas, En torno al perfil productivo de la provincia de Santa Fe.  fotocopias del original
  • Jaskel Shapiro, ¿Existe una política demográfica en el país? ediciones en mimeógrafo.

……………………¿Desempleo y marginación en el Gran Rosario. fotocopias del original inedito.

  • Claudio Lozano, Ocupémonos de la desocupación. revista Deuda Externa Nº 25
  • José Schulman, Tito Martín, el villazo y la verdadera historia de Acindar. Editorial Dialéctica. Buenos Aires. 1996
  • Alejandro Dorfman, La crisis en los centros urbanos. Revista de la U.B.A.  junio de 1996
  • Atilio Borón, El experimento neoliberal de Carlos Saúl Menem. Peronismo y menemismo. Ediciones El cielo por asalto. 1995
  • José Nun, Populismo, representación y menemismo. Peronismo y menemismo. Ediciones El cielo por asalto. 1995
  • Ricardo Sidicaro, Poder político, liberalismo económico y sectores populares. Peronismo y menemismo. El cielo por asalto. 1995

Daniel Campioni, Estado y sindicalismo, fotocopias del original, inedito.


[1] Oscar Martínez, La sociedad que desaparece

[2] José Nun. Menemismo y peronismo

[3] citado por Juan Manuel Abal Medina

[4] Federico Éngels, carta del 22/10/1890 a Bloch

[5] citado por Atilio Borón, El experimento neoliberal de Carlos S. Menem.

[6] Atilio Borón, obra citada

[7] Palomino/Schaverzer. Entre la informalidad y el desempleo. Una perspectiva de largo plazo

[8] política de ajuste impulsada por Celestino Rodriguez, ministro de economía de Isabel Perón en 1975

[9] Palomino/Schaverzer. obra citada

[10] ver introducción de la monografía

[11] Juan Alemann, en un reportaje de 1982 reivindicó como él mayor avance en la reforma del estado y el programa de privatizaciones levantado por Martínez de Hoz, la desarticulación del movimiento obrero y de la oposición.

[12] Alejandro Rofman. obra citada

[13] La información histórica está tomada básicamente del trabajo de  Ricardo Rojas: En torno al perfil productivo futuro de la provincia de Santa Fe. Análisis de su estructura económica social

[14] Juan Manuel Abal Medina. Capitalismo, sindicalismo y democracia

[15] Jaskel Shapiro. Existe una política demográfica en el país ?  El censo de 1980 en la provincia de Santa Fe

[16] Daniel Campioni. Estado y sindicato. 1983/1995

[17] José Schulman Tito Martín, el villazo y la verdadera historia de Acindar.,

[18] Jaskel Shapiro,  Desempleo en Rosario,

[19] Alejandro Rofman,  La crisis en los centros urbanos,

[20] Jaskel Shapiro, Desempleo en Rosario.

[21] Manufacturas de origen agropecuario

[22] Manufacturas de origen industrial

[23] citado por Jaskel Shapiro en obra citada

[24] Atilio Borón. obra citada

[25] Marco Aurelio, intervención en el Foro de San Pablo reunido en Montevideo.

[26] Daniel Campioni. obra citada

[27] Gino Germani.  Estado y sociedad en una época de transición

[28] Przeworski.  Capitalismo y socialdemocracia , citado por Daniel Campioni en la obra citada

[29] A partir del régimen de «personería gremial», que combina la centralización sindical, con las fuertes facultades de aprobación e intervención por el estado de las actividades sindicales. Se instrumentó un sistema de convenciones colectivas de trabajo, limitado a las asociaciones sindicales reconocidas, y sujeto a la «homologación» del estado.

[30] El acuerdo representaba por parte de los trabajadores la aceptación de la lógica de la rentabilidad y del mercado como principios rectores de la asignación de recursos, del intercambio de los productos y  de la localización industrial.

[31] Nos referimos al fuerte componente de anticomunismo (o mejor, antiizquierdismo de cualquier signo), que acompañaba y servía de corolario a la doctrina de la colaboración de clases en la ideología del sindicalismo peronista.

[32] utilizo el termino en el sentido que le da el discurso político vigente en la Argentina que considera que solo han existido dos grandes movimientos políticos verdaderamente masivos y representativos de un proyecto nacional

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