Antecedentes históricos y consecuencia de los crímenes de la Triple A.


Sobre el ocultamiento de lo visible y el revelado de lo invisible

en las acciones terroristas del Estado Argentino entre 1973 y 1982

Agotada la etapa expansiva de un capitalismo basado en la ampliación del mercado interno del primer peronismo, crecieron las contradicciones con la vieja oligarquía debido a las medidas de control del comercio exterior que Perón imponía (correctamente) para mantener en lo posible el nivel de vida popular, aunque sin entregar la tierra a quien la trabaja ni nacionalizar los grandes pulpos comerciales, bancarios, industriales y de especulación.

Enfocada primero en Evita y sus discursos rebeldes e insurrectos, la derecha golpista fue sumando sectores y apoyos extranjeros (ya había comenzado la Guerra Fría contra la Unión Soviética y la presencia de Bravo como embajador en Moscú marcaba una tercera posición, inaceptable para los EE.UU. y sus aliados).

Luego del golpe gorila cuasi fascista de setiembre de 1955, la represión a la militancia peronista fue brutal y con el pretexto del levantamiento del General Valle se exhibió el fusilamiento como arma de escarmiento.  En muchas memorias restalló la figura de Dorrego fusilado por Lavalle como símbolo del predominio oligarca en las guerras civiles posteriores al proceso de Mayo 1810.

Durante los siguientes 18 años (de setiembre de 1955 a mayo de 1973) el peronismo estuvo alejado del gobierno, sometido a procesos de descalificación, persecuciones  y todo tipo de medidas represivas (algunas utilizando las propias herramientas que Perón había pergeñado o tolerado como el Tratado de Río TIAR, 1947, de sometimiento militar de la región a los EE.UU. o la Ley Conintes (13234 de 1948) que permitía militarizar a los huelguistas; antecedente que es sistemáticamente ninguneado por los que escriben la “historia oficial” desde la Secretaría de derechos humanos de la nación.

Desde el bombardeo de la Plaza de Mayo en junio de 1955 hasta el asesinato de Tacuarita Brandazza, militante de la Juventud Peronista de Rosario asesinado por un grupo de tareas por órdenes del Segundo Cuerpo del Ejército en noviembre de 1972 los diversos sectores peronista fueron perseguidos: algunos encerrados y torturados otros solo apartados del gobierno o sindicatos; eso no está en discusión y hay una más que profusa producción literaria, dramática y en formato audio visual.

Las luchas se fueron acumulando y desde el Cordobazo (mayo de 1969) crecieron hasta niveles desconocidos hasta entonces bajo el influjo estimulante del triunfo de la Revolución Socialista de Cuba (1959, 1961) al tiempo que surgían nuevos y más radicales proyectos políticos revolucionarios que se sumaban en unidad o disputa con la izquierda comunista tradicional: Montoneros, FAP, Ejército Revolucionario del Pueblo, el clasismo sindical, el movimiento de Curas por el Tercer Mundo, etc.  La dictadura intentó casi todo para lograr su continuidad pero finalmente fracasaron todas las maniobras diversioncitas y tuvieron  que pactar su retirada.

El gobierno surgido de las elecciones de marzo de 1973 asumió el 25 de mayo y ya para el 20 de junio (regreso de Perón/masacre de Ezeiza) ya tenía fecha de  finalización.  La vuelta de Juan Domingo Perón cerraba un largo periodo de exilio y proscripción.  Parecía el sueño cumplido de millones (la consigna Perón Vuelve debe haber sido de lejos el grafitti más masivo de nuestra historia), la inscripción de la Argentina en una secuencia de triunfos  populares que tendría en la victoria de Vietnam, su punto más alto y esperanzador.

Recordemos un instante la foto: es el 29 de marzo de 1973, ya hay televisión en blanco y negro por todos lados y se transmite por satélite para todo el mundo.  En la terraza de la embajada de los EE.UU. en la que fuera la capital del Vietnam del Sur (colonia francesa primero y yanqui después) hay cientos de personas peleando entre sí para aferrarse a una cuerda del último helicóptero que se marcha de allí.  Si alguien pregunta por qué esa generación creía en la victoria, muéstrenle esa foto y entenderán.

Contra el deseo y las esperanzas de millones el gobierno de Perón Perón (Juan Domingo e Isabel) estuvo lejos de cumplir con esas expectativas: cierto es que combinó medidas reformistas (sobre todo el llamado Plan Gelbard que acaso haya sido el último intento de un proyecto burgués nacional de ampliación del mercado interno, ruptura de las fronteras ideológicas y comercio de mutuo beneficio con todo el mundo, etc) que combinó con políticas represivas “legales” e “ilegales”, estatales y para estatales que luego de la muerte del General Perón (1/7/74) desembocaron por un lado en el Plan Rodríguez (anticipando el neoliberalismo de Videla y Martínez de Hoz) y por el otro en la Triple A.

En diciembre del año 2008, el doctor Taiano, fiscal de la causa Triple A que llevaba adelante el juez Oyarbide dictamina: “En el año 1973 la Argentina regresó a la vida democrática y se verificó un incremento en el nivel de protesta de los trabajadores. Así con el fin de morigerar dichos reclamos, a principios de 1974, el gobierno propició un acuerdo entre los sindicatos obreros, representados por la CGT, los empresarios del gobierno (…)”, “(…) comisiones internas controladas por los propios trabajadores que se estaban emancipando de la dirigencia burocrática sindical tradicional, que presenciaba el deterioro su espacio de poder”. “Simultáneamente, desde el gobierno, en colaboración con diversos actores provenientes de la dirigencia gremial, agrupaciones de derecha y de grupos pertenecientes a distintas fuerzas de seguridad, se consolidó un brutal y sistemático aparato represivo, que con el nombre de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), buscó aplastar los conflictos sociales. Esta organización, digitada desde el Ministerio de Bienestar Social de la Nación, fue uno de los mecanismos empleados para disciplinar a la sociedad”.

“A esos fines no se dudó en arremeter contra todas aquellas expresiones democráticas que manifestaran su disconformidad, procedente de cualquier sector, tales como representantes villeros, de la cultura, peronistas, comunistas, radicales, o bien perpetradas contra locales partidarios, etcétera”.

Respecto de la conformación de la Triple A, cita a Ignacio González Jansen, que: “la federación que agrupó a los diversos núcleos de la derecha peronista: CNU, Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA), Alianza Nacionalista Argentina, Comando de Organización, Juventud Sindical Peronista, Agrupación 20 de Noviembre y Agrupación 17 de Octubre, fue impulsada por los nacionalistas de derecha, que actuaban en todos los grupos, de los que en algunos casos eran fundadores. El ministro López Rega promovió la organización, financió y armó la fuerza de choque que constituyeron la Triple A, pero la mayor parte de los recursos humanos fueron proporcionados por esa federación de grupos de actuación fascista, activos militantes de Tacuara, de la Guardia Restauradora Nacionalista, de la CNU, del Comando de Organización, que compartieron con la escoria de la Policía Federal a las órdenes de Juan Ramón Morales y Rodolfo Almirón la siniestra acción (…)”.  

Y después dice, como corresponde en un escrito judicial (para poder accionar contra un grupo uno tiene que demostrar que sus acciones eran sistemáticas, no ocasionales), el modus operandi de la Triple A.  Fíjense: “Los pasos seguidos por la organización consistían en: difundir sus amenazas, lo cual instalaba el terror y provocaba el aislamiento de su víctima, luego ejecutaba la brutal condena, y finalmente exhibía sus cuerpos torturados, destrozados como una inconfundible marca registrada”.

Voy a citar ahora a la investigadora Inés Izaguirre, que acaba de publicar un importante libro sobre el genocidio en Argentina, que construyó un cuadro sobre las acciones de asesinatos y desapariciones y que ella los ordenó temporalmente en tres períodos: desde la muerte de Rucci hasta el comienzo del gobierno de Perón (25 de septiembre de 1973 – 11 de octubre de 1973); el gobierno del general Juan Domingo Perón hasta su muerte (12 de octubre de 1973 – 30 de junio de 1974), ustedes deberían saber que Perón murió el 1 de julio; y el tercer período es desde la muerte de Perón hasta el 24 de marzo. Y los datos que ella sistematizó son los siguientes: primer período: cuatro muertos, un secuestrado y un secuestrado liberado. Total de víctimas: cinco. Segundo período: 56 muertes, que equivale al 5,4% de las muertes, quince desaparecidos, que equivale al 2%. Total de víctimas: 71. Porcentaje: 3,9%. Asesinatos después de la muerte de Perón hasta el 24 de marzo: 979. Equivalen al 94,6% de las muertes producidas por la Triple A. Desaparecidos: 737. Equivalen al 98% de las desapariciones. Y secuestrados liberados: 54, que no dice acá a qué equivale.

Entonces, tenemos un total identificado de 1035 ejecuciones sumarias, asesinatos,; 752 compañeros que fueron secuestrados y continúan desaparecidos, y 54 compañeros que fueron secuestrados y liberados. El compañero Carlos Zamorano, un abogado histórico de la Liga, calcula unos 2800 presos políticos que permanecieron un tiempo prolongado a disposición del PEN durante el período que transcurre más o menos durante la muerte de Perón y el 24 de marzo.

¿De qué hablamos entonces cuando hablamos de la Triple A? Estamos hablando de eso: 1787 víctimas, entre asesinatos y desaparecidos, y unos 3000 compañeros puestos a disposición del PEN, que muchos de ellos siguieron su ruta, y algunos salieron en el ’82.

En un texto ampliamente difundido el Dr. Raúl Zaffaroni dice que no hay crimen de Estado sin discurso justificatorio (https://www.criticapenal.com.ar/wp-content/uploads/numero3/zaffaroni.pdf

La creación de la Triple A está precedida de años de discurso anticomunista desde aquella carta del secretario de Roca sobre las razones de la Campaña del Desierto,  el Diputado Nacional Dionisio Schoo Lastra escribió en 1886: “la casi extinción de la raza indígena en nuestro medio se debe al hecho de que los indios eran demasiado socialistas. (…) Eran comunistas, y la carencia del sentido de la propiedad indispensable para imponer al hombre la ley del trabajo, que es su ley sagrada, fue la causa de la casi extinción de la raza”.  El anticomunismo es la base ideológica de la ley 4144 de 1902, de la creación de la Sesión Especial de lucha contra el comunismo de 1930, del golpe de Estado de 1943 pero también del de 1955.

El reemplazo de Cámpora por Perón, totalmente legal y legítimo, estuvo acompañado de un frenesí anticomunista que alcanzó al propio partido Justicialista y desemboca en el decreto 261 de aniquilamiento de la subversión de 1975.

Pero un crimen de Estado, y eso es el accionar de la Alianza Anticomunista Argentina, no solo requiere de un discurso justificatorio: requiere de una fuerza material que los ejecute y de un orden jurídico que lo respalde o al menos disculpe.

La fuerza material viene del fondo de la historia: de los cuerpos armados que fue creando el Estado y que se condensan en la Policía Federal, pero también en los cuerpos armados que la derecha organizó desde la Alianza Patriótica Argentina creada para reprimir la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde, los grupos nazis que pulularon en la Universidad y sobre todo los grupos de tareas de la dirigencia sindical corrupta y asesina como la de la Unión Obrera Metalúrgica, comprometida directamente en la represión a los trabajadores de Villa Constitución (1975); y la justificación jurídica estuvo mucho más en la parálisis del Poder Judicial en investigar los crímenes que se cometían ante la vista de todos en una característica que luego se invertiría a  partir de marzo de 1976.

Hay aquí un tema para reflexionar, que yo lo llamo la paradoja de lo oculto y de lo visible. ¿Por qué razón la Triple A exhibe la muerte y los golpistas la esconden?

Porque la Triple A es un intento de paralizar por el horror las luchas sociales que todavía se mantenían, que todavía el aliento del período de auge de las luchas populares, del ’69 al ’75, no había terminado…

De hecho, las primeras acciones de la Triple A, están articuladas con el golpe de Estado contra el gobierno popular de Córdoba de Obregón Cano y con la invasión militar a Villa Constitución, en la provincia de Santa Fe, fenómenos que ocurrieron en enero del ’74 y marzo del ’75, que son acciones pensadas para ocupar territorialmente aquellos lugares donde el movimiento popular estaba más fuerte.

Hay un hombre que ha pensado mucho los temas de la dominación, que es interesante leerlo, que es Michel Foucault. Analizando hechos sucedidos en el siglo XVII, Foucault escribe: “el papel del pueblo es ambiguo. Se le llama como espectador. Se deposita en ocasiones durante varios días los cadáveres de los ajusticiados, bien en evidencia, cerca de los lugares de sus crímenes. Es preciso no sólo que la gente sepa, sino que vea con sus propios ojos, porque es preciso que se atemorice. Pero también porque el pueblo debe ser el testigo, como el fiador del castigo, y porque debe hasta cierto punto tomar parte en él…”

No está escribiendo Foucault sobre Zaragoza, sino sobre el modo en que se producen los ajusticiamientos en Europa en el siglo XVII-XVIII.   Nos da que pensar.  Por alguna razón matan y exhiben.  No sólo por demostración de impunidad. Eso es una parte de la película. Lo más profundo es que nosotros debemos pensar que las cosas pueden empezar de muchas maneras.  Contra el sentido común, las cosas no son sólo una cosa. Los fenómenos sociales, los hechos, los actos humanos al mismo tiempo son varias cosas.

Y las ejecuciones exhibidas son una manera de disciplinamiento social.

Una vez que se quiebra la resistencia y que se consigue conquistar el control absoluto de la sociedad con el golpe de Estado, va a cambiar la forma de operar del horror. Ya no se lo va a exhibir, sino que se lo va a ocultar. Porque lo que se va a buscar es impedir la protesta y empezar a construir el olvido.

¿Por qué? Porque la causa Triple A, además de esta paradoja que dije, tiene el problema y la virtud (porque en la vida, todo lo que es un problema es una virtud; en la lucha política cuando un problema se supera, es una gran causa, un gran logro) de que la discusión sobre la Triple A cuestiona los dos relatos hegemónicos en la cultura política argentina de la Academia (me refiero a la universidad) de los dos partidos más importantes de la Argentina: la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista.

¿Por qué lo cuestiona a la Unión Cívica Radical? Porque ha construido un relato sobre el terrorismo de Estado que se basa en el concepto liberal que los derechos humanos se violan en las dictaduras militares y se respetan en los gobiernos civiles.

Que la dictadura fue un desvío del largo camino que arranca en Caseros y llega a la Ley Sáenz Peña, y que luego la Argentina se encamina por la democracia, y que por alguna “extraña casualidad”, hubo “algunos pequeños desvíos” en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966, 1976, pero “Nunca Más”. Si, como dice Sábato, en el prólogo del libro, se terminó.

Y entonces si vos lo encaras: resulta que había un gobierno constitucional, y no es que hubo un compañero al que le pegaron. Fueron mil setecientos ochenta y siete las víctimas fatales. En menos de un año, ya es una cifra considerable. Y si vos agarras las declaraciones del doctor Ricardo Balbín que, para los más jóvenes les cuento que era el jefe real del radicalismo (Alfonsín nunca le pudo ganar la interna hasta que Balbín se murió), lo vas a ver avalando los crímenes más horrendos de la Triple A.  Resulta que la Triple A tiene que ver mucho con la universidad y con la Misión Ivanissevich. El último rector antes de la Misión Ivanissevich en la UBA, se lo impuso como un acuerdo entre la Juventud Comunista y la Juventud Peronista, ese acuerdo lo llevan a la FUBA que lo aprueba y lo imponen a Laguzzi como rector. Le ponen una bomba a Laguzzi y muere el bebé de cuatro meses. Durante diez días, Laguzzi estaba en el hospital y cuando sale renuncia. ¿Qué dice el doctor Balbín, el presidente de la fuerza más democrática de la Argentina, según ellos? Dice: “pero este doctor Laguzzi no resolvió los problemas de la insurgencia en la universidad”. El radicalismo tiene muchas dificultades si hablamos de la Triple A.

Y más dificultades tiene el Partido Justicialista como tal, porque el relato que construyó en un momento el peronismo, y el diputado Verón lo dice en la primera sesión cuando se reanudan las actividades parlamentarias: “Acá todos hablan, pero los muertos lo ponemos nosotros”. Que es lo que dice Menem cuando va a dar el Indulto: “yo estuve preso, los muertos los pusimos nosotros, los muertos son todos peronistas, y por lo tanto yo tengo derecho a dar el Indulto”. Pero lo mismo dicen ahora otros compañeros: la idea de que hubo una única cultura de la resistencia. Este relato binario, lineal, simplista, muy poco serio, que explica la historia argentina entre unitarios y federales, rosistas y antirosistas, pueblo/antipueblo, peronismo/antiperonismo. La cosa no fue así.

Y este relato tiene una enorme dificultad si discutimos sobre la Triple A, porque efectivamente las primeras víctimas de la Triple A son casi todos peronistas. Ortega Peña, del bloque unipersonal, que nunca transó con la cultura del Pejota que acribillaba a balazos.

O JulioTroxler Prófugo, sobreviviente de la masacre de los basurales de José León Suárez, fíjense que paradoja más provocadora: Troxler se salva de la Libertadora y lo mata la Triple A.

La Triple A ilumina qué es el peronismo, no porque sean sinónimos sino en el sentido de que el peronismo nunca fue otra cosa que un movimiento político de carácter burgués que tuvo siempre una hegemonía vinculada al proyecto de una burguesía nacional, y como dice José Pablo Feinmann, uno de los intelectuales más destacados del kirchnerismo: “el peronismo fue estatista con Perón resistente en la Libertadora y fascista en el ‘74”.

Eso no cuestiona que haya compañeros luchadores del peronismo. ¿Cuestiona que esos compañeros hayan construido un proyecto revolucionario en los ’70 y que hayan construido fuerza política con una masa crítica con capacidad de movilización que atemoriza al poder?  Para nada.

¿Cuestiona que la identidad principal de las víctimas de la Triple A y el terrorismo de Estado haya sido peronista? Para nada.  Lo que cuestiona es que el peronismo alguna vez fuera un movimiento de liberación nacional, al cual la izquierda no peronista debía apoyar. Cuestión que ha sido el centro del debate en el ’75 y que es el centro del debate hoy. No se trata de negar la existencia de lo obvio. Hay que superar esa cultura de división de la izquierda, del campo popular.

Pero la Triple A lo que cuestiona es la noción de que el peronismo era en sí el movimiento de liberación nacional y de que la izquierda no peronista debía apoyarla. Debate que se vuelve a instalar, a mi modo de ver sorprendentemente. Hay que superar esa discusión y pensar en términos de construir una nueva identidad. Lo que los compañeros tienen que entender es que no se pueden quedar en un proyecto que no pretende superar el capitalismo. Ese es el punto.

Y la Triple A ayuda a entender mucho eso. El hecho que haya de un lado peronistas asesinos y del otro peronistas asesinados, ayuda a entender que hay contradicciones al interior del peronismo. Y que la hegemonía en ese momento estuvo cuestionada. Y la respuesta  fue, en buena medida, la Triple A.

Pero Perón, pese a todo, la hegemonía nunca la perdió

Y aquí vale contar una anécdota sobre una entrevista entre la dirección de la Juventud Peronista de las Regionales y el General.  Los compañeros le dicen que han llegado a su casa con treinta mil compañeros y Perón una y diez veces les agradece que hayan llegado con tres mil compañeros hasta que alguno se cansa y le dice: General, son treinta mil los compañeros que vinieron hasta aquí a decirle que está lleno de gorilas el gobierno popular, y el General le contesta, treinta mil no, tres ml trajeron ustedes, los otros veintisiete mil son míos.  Y era verdad, ni Perón ni la burguesía jamás perdieron la hegemonía en el peronismo.

En todo caso, cuando se van produciendo los cambios en el peronismo, tiene que ver con lo que la burguesía va necesitando en cada momento.

¿Y por qué hay hoy un conflicto hoy al interior del PJ? Porque hay un desajuste entre lo que hace la hegemonía formal y lo que quiere la burguesía que en realidad sostiene al PJ.

Entonces, para discutir más a fondo lo del ’75, la pregunta es si vamos a construir una nueva identidad, que tendrá, como yo digo en esos actos de patria o muerte, que tendrá el rostro de todos los rostros de los compañeros y será como un arco iris porque tendrá todos los colores de todas las banderas de todos los compañeros, o volvemos a la idea equivocada de los compañeros de la JP del ’74 y que hoy nos repiten las y los compañeros del kirchnerismo,  cuando nos decían: “apóyennos, para la interna…”.

La izquierda peronista y no peronista debe crear de una vez por todas su propia fuerza de modo tal que aunque haga acuerdos o apoyos mantenga la autonomía necesaria para pelear contra el fascismo y las derechas no importa donde se escondan o disimulen, así sea en un Ministerio de Defensa o en la Corte Suprema de la nación.

Yo por lo menos, ya la viví. Estoy preparado para cometer nuevos errores, pero no los mismos. Lo que yo aprendí en la lucha contra la Triple A quiero transmitírselo a los jóvenes, primero que al fascismo hay que enfrentarlo, que no hay retroceso contra el fascismo, que no hay concesiones con la derecha, y que hay que tener iniciativa de ofensiva, no de defensiva.

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