Mitos sobre el Peronismo y el Estado Argentino


Primera nota

Dedicada a los cientos de compañeras y compañeros peronistas torturados

y asesinados por la Triple A

El presente texto ha sido elaborado en consulta con Carlos Zamorano, Gerardo Etcheverry y Olivier Reboursin.   Olivier es historiador, Carlos y Gerardo son abogados y ambos son estudiosos del modo de persecución, represión y castigo del Estado argentino.  Carlos y José fueron presos políticos y sufrieron actos represivos y terroristas en el periodo de gobierno de Isabel Perón.  Carlos estuvo preso desde 1974 a 1979, José sufrió la voladura de su casa materna en diciembre de 1975.   Los cuatro son miembros de la Liga Argentina por los Derechos Humanos desde  hace muchos años aunque este trabajo es responsabilidad de quien lo firma y ni Carlos, ni Olivier ni Gerardo son responsables de sus posibles errores.

 “Los peronistas nunca reprimimos.

Nunca un gobierno peronista reprimió al pueblo”

Cristina Fernández, setiembre de 2022

El macrismo, como proyecto y acción política, que fue más allá de una fórmula electoral y  un gobierno específico, constituyó un modo de dominación, expoliación y explotación que combinó la recuperación, actualización y potenciación del neoliberalismo sembrado en la época de Videla y Martínez de Hoz y desplegado hasta la exageración por Carlos Menem, con un régimen de dominación política que tenía su eje el Lawfare concebido como una guerra política con formato judicial, pero matriz enterrada en lo más profundo de las “cloacas de la democracia”: los Servicios de Inteligencia, los jueces de Comodoro Py, la Corte Suprema y los grupos de poder mediáticos Clarín y La Nación.

El lawfare se aplicó sobre un vasto número de militantes populares de América Latina con centralidad en los líderes que más le preocupaban: Lula, Correa, Glass, Cristina, Boudou.  En ese sentido, solo en ese sentido de selectividad, se podría pensar el Lawfare como una Operación Cóndor de eliminación de dirigentes populares por otros medios (al menos hasta el atentado de los “copitos”).  Lula estuvo preso, Correa debió exilarse, Glass continúa encerrado, Amado estuvo preso; solo Cristina con su obstinada e inteligente defensa política y jurídica ha logrado, hasta ahora, permanecer libre y activa políticamente (aunque el nivel de condicionamiento público y personal ha sido denunciado infinidad de veces por ella)

Hemos denunciado desde el primer día las causas judiciales como instrumentos del Lawfare y hemos practicado sin ningún límite la solidaridad jurídica, moral y material con las y los presos políticos; incluso en esa función fuimos espiados por la AFI de Macri y grabados nuestros diálogos en la cárcel.  No fuimos ni somos ajenos o neutrales en esta pelea.

Pero no renunciamos al derecho de disentir con aquellos que defendemos en su condición de perseguidas o presos políticos, entre otras cosas porque sería una falta de respeto hacia ellos.  Aclarado el por qué, nos concentraremos solo en una frase del alegato de Cristina en la causa llamada Vialidad, publicado en Página 12: Alguno debe estar pensando si en lugar de De La Rúa hubiera sido un peronista… No, error. Eso nunca hubiera pasado. Los peronistas nunca reprimimos. Nunca un gobierno peronista reprimió al pueblo, al contrario. Nos bombardearon en el 55, nos desaparecieron en el 76 y ahora como han cambiado los métodos y ya no se vería tan civilizado bombardearnos ni desaparecernos…La afirmación de Cristina podría tomarse en dos sentidos, y los dos lo discutiremos.

Uno es considerar que los únicos presidentes peronistas fueron el primer Juan Domingo Perón (1946/1955), Néstor Kirchner (2003/2007) y el de ella misma (2007/2015); dejando fuera el segundo Perón y su esposa Isabel Martínez de Perón que gobernaron luego del breve mandato de Héctor Cámpora entre el 25 de mayo y el 13 de julio 1973 hasta el golpe del 24 de marzo de 1976 y también a Carlos Menem con su largo mandato de 1989 a 1999; la otra interpretación es pensar que Cristina le haya dado un sentido literal a sus palabras y considere que en ningún gobierno peronista bajo ninguna circunstancia hubiera habido represión o persecución política lo que constituiría un caso absolutamente extraordinario en nuestra América. 

Estaría planteando que durante los primeros nueve años de Perón [i](1946/1955), los tres años de Cámpora/Perón/Isabelita (1973/1976), los otros diez años de Menem (1989/1999), los doce años del periodo de Néstor y Cristina (2003/2015) y los tres años del periodo de Alberto Fernández (ungido presidente del Partido Justicialista en marzo de 2021), es decir durante la friolera de treinta y siete años sobre setenta y seis no habría habido graves problemas de derechos humanos quedando esta marca para los gobiernos surgidos de golpes militares y el macrismo. 

Sería casi una asunción de la doctrina liberal de que la simple referencia a la Constitución como ley suprema garantiza la vigencia de los derechos humanos, al menos en lo que respecta a lo más preciado de las libertades individuales.  Y el carácter represor del Estado Argentino se interrumpiría o desaparecería bajo gobiernos constitucionales, un verdadero milagro argentino.

Nosotros sostenemos otra mirada sobre el Estado Argentino: heredó la estructura represiva y de orden del Imperio Español que nos mantuvo como colonia hasta 1810; para fines del siglo XIX se borra todo vestigio de los aires independentistas y se afirma un bloque de Poder con tres componentes: los dueños de la tierra y de las vacas (las tierras que pertenecían a los pueblos originarios, las vacas que ellos trajeron en los barcos y aquí se multiplicaron como por milagro biblico); los comerciantes de Buenos Aires enriquecidos por el contrabando y sus negocios clandestinos con el Reino Unido y el propio Imperio Británico que para fines del siglo XIX ya es el verdadero hegemón de estos lares. 

El Estado Nacional monopoliza a las fuerzas armadas disolviendo las milicias provinciales, monopoliza la renta del puerto de Buenos Aires principal ingreso de moneda fuerte y crea toda clase de instituciones de gestión administrativa y creación de subjetividades.  Desde entonces ese bloque de poder, con sus cambios de hegemonía ya que son los EE.UU. los que dominan desde mediados del siglo XX y al Poder se han sumado fracciones nuevas de la burguesía nativa, nunca perdió el dominio de las riquezas nacionales, a lo máximo, compartió o le fue arrebatada girones de sus súper ganancias por la llamada “renta agraria diferencial” que primero encarnaba en vacas, luego en trigo y ahora en soja transgénica. 

Y mucho menos perdió el control de los llamados poderes no electivos: el Poder Judicial, el Poder Militar y Represivo, el Poder Comunicacional y Académico.  Cada tanto, cuando lo considera necesario el Poder Real realiza gestos de reafirmación de poder: golpes de estado, genocidios, golpes blandos, corridas cambiarias, etc.

En todo caso, se puede y se debe discutir la responsabilidad de los gobiernos en controlar o no controlar; en estimular o desalentar la inclinación y disposición represiva del Estado Argentino que solo desaparecerá con una revolución democrática popular que cambie de raíz el Poder Judicial y las estructuras de seguridad (desde la Inteligencia hasta las policías provinciales), como decimos desde hace algunos años: quien quiera terminar con la tortura en la Argentina deber luchar por una revolución democrática y antimperialista, el capitalismo es incompatible con la vigencia de los derechos humanos.

Dicho de otra manera y mal que le pese a quien le pece: el Estado Argentino no dejó de cumplir sus funciones de control y represión social nunca desde 1890 hasta la fecha, a veces estimulado fervientemente por los gobiernos militares y algunos civiles (Macri por ejemplo) y otras desalentados como fue en el gobierno de Néstor Kirchner aunque Kirchner no puede dejar de pensarse en una serie numérica de presidentes peronistas que arranca con el golpe de 1943 y continúa hoy con Alberto Fernández.

Para nosotros Perón, Isabel, Menem, Néstor y Cristina son peronistas aunque por cierto de muy distinta manera de ser peronista.   De hecho el propio Perón fue varios Perón: fue uno antes del 17 de octubre, otro  durante el primer mandato, fue otro durante el exilio y otro el que volvió a asumir su tercer mandato del brazo de Isabel y José López Rega. 

Menem logró el insólito logro de revertir casi cada una de las políticas del primer Perón;  y Néstor y Cristina, a su vez, hicieron muchísimo para revertir a Menem y encauzar el país en un modelo de desarrollo productivo que algunos consideran “desarrollista” con eje en el mercado interno que se parecía bastante al primer Perón, claro que unos sesenta años después.

El gran punto de disidencia podría estar en que nosotros no pensamos al peronismo como algo dado de una vez y para siempre, homogéneo e idéntico a sí mismo sino como un movimiento heterogéneo, que ha pasado por diversas hegemonías y que tuvo la gran capacidad de adaptar su programa y acción a las necesidades cambiantes del bloque de poder y de la burguesía nativa (siempre en una proporción cambiante entre ambos sujetos).

No en descargo de Menem, pero se podría decir que la burguesía industrial  y preocupada por el mercado interno de los cincuenta había sido destruida por el demoledor efecto de la competencia capitalista y el predominio de los monopolios como por la acción dictatorial de Onganía y Videla.   Menem representaba a una burguesía nativa que ya no era la misma, ya estaba subordinada totalmente al imperio y entrelazada en grupos crecidos al amparo de la dictadura.  Ya era (y  hoy más aún) una burguesía mafiosa, cleptómana, usurera y extremadamente inmediatista, amén de subordinada a la elite norteamericana como lo muestra sin eufemismos el grupo que representa Massa.

La interminable búsqueda de la llamada burguesía nacional ha sido uno de los límites históricos del peronismo,  incluido el Kirchnerismo o mejor dicho, especialmente el Kirchnerismo que ahora cierra los ojos ante la única burguesía “nacional” que consiguió Massa: un grupo de cleptómanos ligados a la mafia gusana anticastrista de Miami: Manzano, Vila, Brito, Mindlin.  Hace algunos años se hizo pública la relación entre el grupo de Manzano y Vila (multi medios América y energía con Edenor) con Mas Canosa -máximo referente de la mafia en Miami, presidente de la Fundación Nacional Cubana Americana- como lo reconoce el mismísimo diario La Nación: https://www.lanacion.com.ar/economia/vila-el-amigo-de-manzano-y-mas-canosa-nid10989/  Debería entenderse que Massa llega a los círculos del Poder Profundo del Estado Imperial de la mano de sus sectores más terrorista y fascistas; ¿lo es él?, no lo estoy diciendo, pero si digo que en aras del pragmatismo oportunista Massa no tiene límites.

Podríamos concluir este primer punto asegurando que la hegemonía del peronismo como movimiento político y social, cultural y popular, como partido de Estado (de algún modo parecido al PRI de México que estuvo setenta años en el gobierno) ha cambiado muchas veces de mano, pero nunca estuvo en las de los sectores revolucionarios a pesar de sus esfuerzos permanentes por  influir o dirigir al peronismo.  De hecho, la brutal represión que ordena Perón contra quienes le disputaban la dirección del movimiento da origen a la Triple A; las relaciones carnales de Menem son también un mecanismo de hegemonía hacia un peronismo que primero dudó (la Renovación encabezada por Antonio Cafiero), luego lo apoyó casi en bloque (la famosa foto de Néstor Kirchner con Carlos Menem no es fake news, es parte de la historia verdadera) aunque ahora muchas y muchos pretenden olvidarlo.

Concluyamos afirmando que el peronismo es un movimiento político de larga data, que ha pasado por todo tipo de situaciones en la historia argentina pero que estuvo en el gobierno 37 de los últimos setenta años y cada periodo de gobierno es distinto a los otros, incluso en el propio ciclo de los Kirchner; una hipótesis es que esos cambios en el programa de gobierno surgen de la dialéctica entre las nuevas necesidades de un sector del bloque de poder en disputa contra el hegemon imperial que siempre quiere más y más.  Un peronismo que ha sufrido diversas hegemonías pero nunca la del sector revolucionario que fue ignorado por el primer Perón, represaliado durante los 18 años del exilio de Perón pero también perseguido, desaparecido o asesinado por la Triple A y el gobierno de Isabel Perón con el acuerdo explícito del Partido Justicialista que nunca reconoció su responsabilidad en aquellas muertes y desapariciones y aún hoy impide el juzgamiento en el país de Isabel Martínez viuda de Perón que desde su exilio dorado en España morirá sin revelar ninguno de los secretos que aún hoy se mantienen sobre el Operativo Independencia y los crímenes de la Triple A.

El peronismo en el gobierno no ha podido o no ha querido modificar las lógicas represivas del Estado Argentino; esas prácticas represivas fueron y son sufridas por los más diversos sectores políticos y culturales, incluyendo –a veces de manera principal- a los propios peronistas que lucharon y luchan por el cambio revolucionario y con cuya suerte está atado el destino del movimiento popular argentino si alguna vez estos sectores unieran su destino con el resto de los sectores populares antimperialistas en un frente de liberación nacional y social que seguro llevará como bandera el rostro de cada uno de los miles y miles de compañeras y compañeros que han soñado con la Patria Libre y no con ser Colonia.


[i] Y todavía quedaría en discusión el gobierno surgido del Golpe de Estado de 1943 del cual Perón fue titular de la novedosa Secretaría de Trabajo y Previsión en primer lugar pero a partir de 1944, luego de que Farrel reemplazará al presidente Ramírez, Perón asumió como vicepresidente y Ministro de Guerra.

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