Agotado el ciclo dictatorial en casi toda América Latina (salvo Chile), la Inteligencia del Imperio se aboca a pensar el modo de preservar su poder imperial sobre América Latina “en democracia”. En ese empeño sobresalen los llamados Documentos de Santa Fe elaborados en la segunda mitad de los ochenta del siglo pasado, pero con enorme vigencia hasta nuestros días.
¿Cuál era/es el núcleo del pensamiento estratégico de los EE.UU. sobre la democracia?
Qué la democracia es un régimen que tiene dos componentes: el llamado gobierno temporal y el llamado gobierno permanente. El gobierno temporal serían aquellos gobernantes electos por el voto, en nuestro caso los miembros del Poder Ejecutivo y Legislativo. El gobierno permanente, por el contrario, son todos aquellos funcionarios o no que “gobiernan” desde Poderes o ámbitos no sometidos a la votación de nadie: en el ámbito estatal los miembros del Poder Judicial, pero también del aparato de Inteligencia, los mandos militares, policiales, de otras fuerzas militarizadas como el Servicio Penitenciario Federal, Prefectura y Gendarmería, etc. etc.; y no solo, en la administración de lo público suele haber una enorme cantidad de funcionarios pretendidamente “técnicos” que suelen conservar una respetable cuota de autonomía; también lo que hoy llamaríamos el Poder Mediático (al que algunos le asignan primacía en este entramado de relaciones de dominación). La propuesta de los estrategas imperiales fue no desesperar si en algún momento, y en alguna proporción se perdía el dominio del llamado “gobierno temporal” porque si mantenían y fortalecían el control del llamado “gobierno permanente” conservarían el “régimen” democrático, al que Atilio Borón con precisión define como un “capitalismo democrático” y no “dictatorial” resaltando que lo principal de la formula no es que sea formalmente “democrático” sino realmente “capitalista”.
Las peripecias y final de los gobiernos de Alfonsín, Menem y De la Rúa son un ejemplo nítido del modo en que los integrantes del “gobierno permanente” disciplinan, si es necesario, condicionan siempre y deciden cuando termina el mandato de los supuestos gobernantes. Con Kirchner y con Cristina, la actitud fue directamente de rebeldía y desestabilización casi permanente.
Acotemos, como dato distintivo de Argentina con respecto a la región (Chile, Uruguay, Perú, Paraguay, Brasil) que el desenlace de la última dictadura, la derrota de Malvinas, el proceso de memoria, verdad y justicia, políticas de los gobiernos empezando por el fin del Servicio Militar Obligatorio en 1994 determinaron un fuerte declive del poder relativo de las Fuerzas Armadas en la sociedad argentina, impulsando a su vez dos cambios: uno es el crecimiento relativo de otros sectores del gobierno permanente (el Judicial y el Mediático) y también un cambio en la correlación de fuerzas al interior del conjunto de aparatos del estado dotados de armas. Hasta el fin de la dictadura, todas las fuerzas policiales, gendarmería y prefectura estaban claramente subordinadas al Ejército que ejercía el rol dirigente sobre esas y todas las fuerzas armadas. Hoy la Policía Bonaerense tiene unos 90 mil efectivos y las fuerzas federales destacan claramente la Gendarmería sobre las otras. Ello desde un punto de vista operativo, pero como se vio en el ciclo de Macri/Bullrich están fuertemente disciplinadas a la fracción derechista del gobierno temporal.
La segunda observación es sobre el Poder Judicial, cuya naturaleza, rol y funciones en el sistema de dominación colonial sobre la Argentina ha quedado al descubierto en estos años de Lawfare, persecución política, judicialización de la política, presos políticos y arrasamiento del llamado “estado de derecho”. Así como en los años previos al golpe del 76, los militares argentinos “estudiaron” la guerra de Argelia con los franceses y la de Viet Nam con los norteamericanos, amén de los oficiales que estudiaron en la Escuela de las Américas, entonces en Panamá, desde los noventa los jueces argentinos reciben invitaciones a seminarios y conferencias, con todos los gastos pagos donde fueron “formateados” en el arsenal jurídico que debían utilizar: los testigos arrepentidos, los delitos económicos a los que llamaron “corrupción”, la preeminencia de la opinión del juez sobre la prueba y el derecho (inolvidable aquello de que el juez no tenía pruebas pero si la convicción de que Lula había recibido un departamento que no estaba a su nombre), etc. etc. Y aún hace falta reflexionar muy serenamente sobre el modo en que las derechas judiciales, que resistieron todo lo que pudieron los pedidos de juicio y castigo a los genocidas argentinos, terminaron reciclando esos juicios (que ellos no querían y a los que no contribuyeron) en un modo de legitimación que les dio más poder al momento de atacar los logros del movimiento popular y los gobiernos progresistas.
Indudablemente que la figura de Lorenzetti que pasó de ser el presidente de la Corte que encabezaba el proceso de juicios (él fue el que dijo que los juicios formaban parte del contrato social y por eso no podrían retroceder) al que recibía a Moro y apoyaba las tropelías de los perseguidores judiciales del tipo Bonadío. En la Argentina la Corte Suprema actual es uno de los núcleos duros del gobierno permanente, con cada vez mayor influencia real
La tercera observación requiere de una introducción. Al momento de diseñar la llamada “democracia representativa”, en la que el Poder Soberano del Pueblo se transfiere a los “representantes”, los estrategas de entonces (siglo XIX) dijeron dos cosas: contra los excesos de los representantes estará el Senado y el Poder Judicial, y contra el incumplimiento del mandato por parte de los gobernantes, estará el Poder Mediático que con su independencia pondrá coto a las arbitrariedades. Sobre el Poder Judicial hemos escrito casi en demasía, sobre el poder mediático solo llamaré la atención al hecho cierto de su articulación total con la dictadura militar de Videla, su dominio de toda la industria desde el papel para los diarios a las redes de internet y que su dominio hoy se ha extendido casi al total de la virtualidad. En Brasil Bolsonaro utilizó la mensajería wattsap, en Colombia Hernández utilizó lo que se pensaba era para los adolescentes, TikTok.
En estas notas introductorias lo que hemos querido decir es que al momento de realizar el cálculo de la correlación de fuerzas no alcanza con contar cuantos votos, legisladores y cargos tiene cada campo, es necesario introducir más y más elementos, entre otros los que componen el gobierno temporal y el gobierno permanente, de modo tal que si alguna fuerza popular accede al gobierno temporal debería preocuparse no solo por transformar lo que está ante sus ojos sino aquello que se le presenta invisible: el poder judicial, mediático, burocrático, etc.
Solo contar votos no resuelve la cuestión, aunque sin votos es difícil, con votos no alcanza.
Cuarenta años de vida nacional pos dictadura lo demuestran.
Muy buen punto «CON VOTOS NO ALCANZA»
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