Genocidios. Un libro sobre los procesos genocidas en Argentina, Chile, Paraguay, Guatemala y Colombia.


GENOCIDIOS

GENOCIDIOS

José ErnEsto schulman

Legales y créditos

José Ernesto Schulman

Ensayo introductorio a cargo dE MalEna silvEyra1

“N  

unca más el silencio” proclama desde hace un tiempo Vera Jarach- Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora- y reformula esa vieja y, por momentos ambigua consigna para los tiempos que corren, dándole un sentido nuevo (o renovado) que

nos interpela para las disputas del presente.

Vera dice “Nunca más el silencio” y, como tantos otros, José Ernesto Shulman, secretario de la Liga Argentina por los Dere- chos del Hombre, militante comunista desde los 15 años, sobrevi- viente del campo de concentración que funcionó en la Comisaría 4ta de Santa Fe, compañero, referente y amigo; no se calla nada.

José susurra, habla, grita; en prosa o en verso; con análisis teó- ricos o reflexiones desde las entrañas; en primera persona del plu- ral o del singular, pero siempre en primera persona.

José habla a veces para todos, a veces para “nosotros” (los su- yos) o para “ellos”. Habla como forma de divulgar las ideas, de pensar con otros, para denunciar o para exorcizar viejos fantas- mas.

Habla como herramienta de lucha.

Los artículos que integran este libro son parte de ese hablar militante, un producto de distintos viajes como representante de

  1. militante de la LADH, Lic. en Sociología, integrante del Observatorio de Crímenes de Estado (FSOC-UBA) y del Centro de Estudios sobre Genocidio (UNTREF).

la Liga Argentina por los Derechos del Hombre por Paraguay, Colombia, Guatemala y Chile y de la experiencia vivida en Ar- gentina. Cuenta además con dos artículos introductorios que han escrito los compañeros Fabricio Arnella de Paraguay y July Milena Henriquez Sampayo de Colombia, que le dan marco a la situación nacional de cada uno de sus países y permiten una contextualiza- ción necesaria para las reflexiones que elabora el autor.

La unificación de estos casos nacionales a simple vista pue- de parecer caprichosa. En este libro se articulan diversos casos nacionales con marcadas diferencias en sus procesos históricos.

¿Cómo comparar el proceso guatemalteco que comenzó con el golpe de Estado que derrocó a Jacobo Arbenz en 1954, con el caso argentino que comienza con la instalación de los primeros campos de concentración en 1975 y se profundiza con el golpe militar en 1976? ¿Cuál es el diálogo posible entre experiencias tan disímiles como la del pueblo paraguayo, sometido a la dictadu- ra de Stroessner entre 1954 y 1986, y la de Colombia donde se desarrolla un enfrentamiento bélico entre las Fuerzas Estatales y organizaciones insurgentes (principalmente las FARC- EP) hace más de 50 años? Sin embargo, a pesar de las particularidades de todos estos procesos, podemos encontrar algunos denominadores comunes que nos permiten enmarcarlos en un proceso continen- tal y que se expresan en el título que eligió José para este libro: GENOCIDIOS.

La idea de estas líneas será entonces reponer algunos elemen- tos conceptuales respecto del desarrollo de las prácticas sociales genocidas en América Latina y el contexto regional e internacional de su surgimiento, en un intento de aportar al desarrollo de los textos escritos por José y compilados en este libro.

Doctrina de Seguridad Nacional- Estrategia para América Latina en la lucha contra el comunismo

La segunda guerra mundial modificó no sólo a los países que ha- bían sufrido los enfrentamientos armados en sus territorios. Amé- rica Latina, frente al decaimiento de las importaciones europeas producto de la guerra, tuvo que virar parte de su producción hacia la manufactura de bienes destinados al mercado interno. Este pro- ceso de sustitución de importaciones, que se produjo con caracte- rísticas particulares en los distintos países del continente, trajo una modificación en la estructura de la clase obrera de la región. En muchos de nuestros países se produjeron importantes migraciones del campo a la ciudad y la incorporación de grandes cantidades de trabajadores a la producción industrial. Este proceso, iniciado como respuesta a una necesidad concreta y coyuntural, fue impul- sado como política de desarrollo por ciertos sectores del bloque dominante, mientras que aquellos sectores tradicionales vinculados a la producción agropecuaria aspiraban a regresar al modelo de exportaciones anterior a la guerra en cuanto fuera posible. Estas diferencias entre distintos sectores del bloque de poder llevaron a que los sectores más “desarrollistas” se propusieran establecer alianzas con la clase trabajadora en pos de ampliar la base de sus- tentación del modelo productivo. Esta particularidad dio como re- sultado el surgimiento de varios gobiernos populistas en la región. Ya sea con grados significativos de integración con el apara-

to estatal, o en franca confrontación con el mismo, lo cierto es que el crecimiento de los trabajadores industriales latinoamerica- nos reforzó la organización del movimiento obrero en cada país. Crecieron los sindicatos y organizaciones obreras, así como los partidos comunistas y de izquierda en todos los países de la re- gión. Así también, bajo el paraguas de las crecientes luchas de los obreros industriales, se fortalecieron otros sectores del cam- po popular como los estudiantiles secundarios y universitarios, o trabajadores de otros sectores como los docentes, los bancarios o los empleados estatales. Estos procesos de crecimiento de los

sectores populares, propiciaron escenarios de disputas cada vez más importantes, que se consolidaron aún más con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, con una propuesta de socialismo latinoamericano capaz de recoger las tradiciones marxistas euro- peas y las independentistas americanas. En este nuevo escenario continental, y en el marco del desarrollo de la denominada “guerra fría”, América Latina se convirtió en un escenario prioritario en las políticas de Defensa contra el comunismo de Estados Unidos. Frente a la política de Estados de Unidos luego de las derrotas en Corea y en Vietnam, de no intervenir directamente en los conflictos internos en otros países, la administración de Kennedy propició una división internacional de la Seguridad en la que la potencia proveía apoyo y tutela frente a posibles conflictos internacionales con el blo- que socialista, mientras que las propias fuerzas armadas locales serán las encargadas de combatir el desarrollo del comunismo en los paí- ses latinoamericanos. Este nuevo rol asignado a las fuerzas armadas

locales, requería rediseñar las políticas de seguridad nacional.

Los Estados Unidos, como es de suponer, tienen una gran influen- cia en este rediseño. Proporcionan, entre otras cosas, recursos mate- riales y formación para el combate del “enemigo interno” a partir de diversos acuerdos bilaterales como los realizados por Colombia y que July Henriquez trae a este libro en su artículo introductorio. Estos in- tercambios se institucionalizarán como una nueva doctrina militar2 en

  • Gabriel Périès define en su artículo “La doctrina militar contrainsurgente como fuente normativa de un poder de facto exterminador basado sobre la excepcionalidad” publicado en el libro Terrorismo de Estado y genocidio en América Latina compilado por Daniel Feierstein y publicado por Prometeo- EDUNTREF- Buenos Aires, 2009. ala doctrina militar como “… un discurso interno propio de la institución que corresponde a características estructurales. Comprende un corpus de textos codificados, de valor reglamentario y administrativo que organiza la profesión de las armas dentro del ordenamiento general de las normas estatales: incluye tanto la manera de uniformarse, como las reglas de alistamiento de las fuerzas en la defensa del orden interno e internacional, pasando por los reglamentos que definen la organización y la gestión del conjunto de las estructuras operacionales, decisionales y logísticas necesarias para la realización de sus misiones.”(p. 221)

1962 cuando Mc Namara, Secretario de Defensa de los Estados Unidos entre 1961 y 1968, la instituyó como Doctrina de Se- guridad Nacional (DSN). Dentro de las principales políticas que dan cuenta del desarrollo de la DSN se encuentran el asenta- miento del Comando Sur (South Com) en Panamá y la creación de la Escuela de las Amércias que tenía por objeto la formación de dirigentes de las Fuerzas Armadas latinoamericanas en estas nuevas formas de lucha y control poblacional. Estos referentes formados en estas instancias, serían a su vez quienes trasladarían estos conocimientos dentro de sus propios países.

Este cambio en el rol de las Fuerzas Armadas trajo consigo un cambio en sus estructuras en cuanto a su funcionamiento organi- zacional, como en la producción de saberes que ahora se volcarían al control de la población interna por sobre la protección de las soberanías nacionales. No se quiere sostener con esto que previo a la constitución de la Doctrina de Seguridad Nacional, las fuerzas armadas no intervinieran en los conflictos internos. Las Fuerzas Armadas han sido parte del control de la población, y han perse- guido a los sectores populares desde la constitución misma de los Estados Nacionales. Sin embargo, a partir del establecimiento de esta nueva doctrina, estas intervenciones de las fuerzas armadas ya no tendrán como objetivo principal la represión y control coyun- tural del movimiento popular cuando las fuerzas de seguridad se encontraran “desbordadas”, sino la persecución y aniquilamiento del denominado “enemigo interno”.

La implementación en el terreno de esta nueva doctrina estuvo fuertemente influenciada por la Doctrina de Guerra Revolucionaria, creada por los franceses para enfrentar la lucha contra sus colonias rebeldes a fines de la segunda guerra3. Al igual que en el caso de

  • Para mayor desarrollo sobre el surgimiento de la Doctrina de Guerra Revolucionaria y su implementación en las guerras de contrainsurgencia ver Cap. VI “El colonialismo francés y las guerras de contrainsurgencia” en Introducción a los estudios sobre Genocidio” Ed. Fondo de Cultura Económica- EDUNTREF. Buenos Aires, 2016. Para profundizar sobre las vinculaciones de la

la persecución del “enemigo interno” latinoamericano, las luchas contra los movimientos independentistas tenían como caracterís- tica que el enemigo no estaba organizado en un ejército regular sino que era parte del conjunto de la población y vivía y desarro- llaba sus acciones sin identificarse: No había uniformes, organi- gramas públicos o cuarteles oficiales donde residieran los altos mandos por lo que se necesitaba para combatirlos, re pensar las tácticas creadas para el combate de fuerzas nacionales regulares. La efectividad de las técnicas desarrolladas por los franceses y las similitudes con las características del grupo a perseguir, propició su difusión entre los militares latinoamericanos.

Identidades y conciencia de clase. Relaciones sociales a destruir

Como dijimos en el apartado anterior, el cambio de la doctrina militar y las nuevas técnicas de enfrentar a los sectores populares no era sólo una cuestión de forma, sino que se modificaban los objetivos del accionar de las fuerzas. Pero esta nueva metodología de desarrollar la represión resolvía, además, otras necesidades. Al desplegarse sobre el conjunto de la población, los efectos disci- plinadores se amplificaban por medio de la difusión del terror al conjunto social, propiciando el aislamiento de los grupos perse- guidos, pero también, la atomización del conjunto de la sociedad. No alcanzaba esta vez con detener y debilitar superficialmente la organización popular, sino que era necesario eliminar las condi- ciones de posibilidad de su propio surgimiento. Pero, ¿qué era tan distinto en el movimiento popular latinoamericano de esos años que requiriera semejante despliegue? Intentaremos, brevemente, introducirnos en la sociedad latinoamericana previa a la imple-

DGR en el caso argentino ver Périès, Gabriel “De Argelia a la Argentina: estudio comparativo sobre la internacionalización de las doctrinas militares francesas en la lucha antisubversiva. Enfoque institucional y discursivo.” en Izaguirre, Inés y colaboradores. Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina. 1973-1983”Eudeba. Buenos Aires, 2009.

mentación de las prácticas sociales genocidas4.

Coincidiremos con Inés Izaguirre quien afirma al referirse al campo popular argentino de los ‘60/’70 que “Los `cuerpos indóciles´ estaban constituyendo una nueva territorialidad no burguesa en una variada gama de relaciones sociales, de espacios de confrontación donde lentamente triunfaban los modos no competitivos, solidarios, cooperativos, de intercambio humano”5. Esas relaciones sociales de paridad refieren no sólo a las prácticas vinculadas con los sectores militantes, sino que permeaban el conjunto de relaciones de los sectores popula- res y constituían parte de su identidad. Si bien esta territorialidad no burguesa no constituía de por sí una alternativa al modelo de dominación, era sin dudas, condición de posibilidad para su sur- gimiento y obstaculización material del desarrollo del nuevo mo- delo de acumulación del capital. Efectivamente, cada uno con sus particularidades, los países cuyos casos nacionales se expresan en este libro, habían desarrollado experiencias de luchas a lo largo de las décadas anteriores. Estas experiencias, independientemente de los niveles de éxito alcanzados en cada caso, habían permitido que el movimiento popular se constituyera y aprendiera de los errores. Cada proceso represivo, obstaculizaba el desarrollo de la fuerza social popular y obligaba a la reflexión sobre la práctica. Ponía en cuestión las formas organizativas y las tácticas desarrolladas, y predisponía a las organizaciones que continuaban, y también a las que iban surgiendo, a repensar, crear, reforzar sus modelos de organización, sus tácticas y también, en muchos casos, hasta su estrategia.

  • El concepto de prácticas sociales genocidas es desarrollado por Daniel Feierstein en “El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina”. Ed. Fondo de Cultura. Buenos Aires, 2008. Dicho concepto refiere a comprender el genocidio como un proceso de aniquilamiento de relaciones sociales que comienza antes del aniquilamiento material y que se extiende hasta su realización simbólica. Se desarrollará en extenso en apartados siguientes.
  • Izaguirre, Inés. Los desaparecidos: recuperación de una identidad expropiada. Cuadernos de Investigación Instituto de Investigaciones Gino Germani- Facultad de Ciencias Sociales- UBA. P. 20

Estos procesos nutrían así a los sectores populares que se for- talecían de sus propias experiencias de lucha y construían nuevos conocimientos que desplegaban en cuanto lograban recomponer la fuerza. Son estas experiencias de organización (lucha-derrota- balances y aprendizajes), que se constituyen en un espiral ascen- dente principalmente en las décadas del 60 y 70, las que propician la posibilidad del proceso de toma de conciencia de los sectores subalternos.

“La ruptura con el campo del enemigo, la búsqueda de los iguales, es una tarea que no es posible como un gesto individual, es una tarea colectiva desde su inicio. Porque el proceso que desencadena esta toma de conciencia es un mecanismo de cooptación en la lucha de clases, es el mecanismo median- te el cual las fuerzas del campo del pueblo van creando la circunstancia de cooptación.”6El proceso de toma de conciencia implica dos movi- mientos de reconocimiento simultáneos: por un lado, el recono- cimiento de sí mismo y del lugar que se ocupa en el sistema de dominación, y por lo tanto el reconocimiento de la escisión entre el propio cuerpo y los medios de su reproducción material. Es decir, el reconocimiento de la imposibilidad de auto reproducción de su existencia ya que carece de (le han sido arrebatados) los me- dios materiales para su reproducción.7 Pero este proceso de toma de conciencia no se produce individualmente, no es producto de la introspección del individuo, sino que es un proceso social en el que se produce el segundo movimiento de reconocimiento, que es

  • Marin, J. C. Conversaciones sobre el poder (una experiencia colectiva).Ed. IIGG- FSOC- UBA. Buenos Aires, 1995. P. 105
  • Dice Marín respecto de la existencia dual que es quebrada en el capitalismo: “Ese ‘existir doblemente’ es difícil de imaginar para nosotros que estamos escindidos y que sólo concebimos la existencia subjetiva (social). Pero Marx, se refiere a que esa existencia del hombre era ‘… tanto subjetivamente en cuanto él mismo, como objetivamente en esas condiciones inorgánicas naturales de su existencia’. Es decir, que el existe en un ‘afuera’ que son sus condiciones de vida, y en tanto él ‘cuerpo’. Los cuerpos estaban integrados a un entorno que eran ellos mismos, que eran sus condiciones de existencia, fragmentos de la naturaleza, todavía no constituidas como condiciones de producción.” Ibid. P. 74-75

el reconocimiento del otro como un par; otro que se ubica en el mismo lugar en el sistema de dominación hegemónico. Este doble reconocimiento (propio y en el par), es el que permite la constitu- ción de una fuerza social y a la vez, a partir de reconocerse como parte de una fuerza social, la posibilidad de reconocimiento de la fuerza social contraria.

Este reconocimiento, esta toma de conciencia, implica ruptu- ras y confrontaciones que, una vez más, son procesos individuales y sociales. Previo al proceso de la toma de conciencia, existe un estadio marcado por las relaciones de heteronomía, es decir de rela- ciones asimétricas donde existe dependencia de un otro que ocupa el lugar de la autoridad reguladora hasta de las propias condiciones de vida.

Estas relaciones heterónomas, que para Jean Piaget desde la psicogénesis, es generacional y se ubica en una etapa temprana del desarrollo del niño, desplazan la capacidad creadora, reflexiva y organizativa para la acción hacia ese otro que representa la autori- dad. En una sociedad caracterizada por relaciones sociales heteró- nomas, la relación con el poder (la autoridad- sea esta en el plano de lo particular o lo colectivo) se expresa como individuo- poder. Es una relación individual, de cada subalterno atomizado, con el poder. Frente al poder, estamos solos, somos uno.

En el proceso de la toma de conciencia, surge la posibilidad de reconocerse como parte de esas relaciones asimétricas, reconocer- se en el lugar que se ocupa en esa relación de dominación, recono- cerse en los pares que reproducen esas mismas relaciones con esa autoridad común, y a partir de allí, la posibilidad de constitución de una fuerza social capaz de construir estrategias cooperativas para la confrontación con ese otro-poder que detenta la autoridad. La confrontación, necesaria para la toma de conciencia, es lo que permite el pasaje de la heteronomía a relaciones de mayor au- tonomía. Este proceso de confrontación, a la vez que es enfren- tamiento con el poder, es también confrontación entre pares“… Esta adquisición de conciencia está bajo la dependencia de factores sociales,

como hemos intentado demostrar: el contacto con otro y la práctica de la discu- sión fuerzan al espíritu a adquirir conciencia de su subjetividad y a notar de este modo los procesos del pensamiento propio” 8 Es en este sentido, que se entiende este proceso de confrontación como constructivo, ya que aporta en el constitución de la propia identidad, y a la vez como cooperativo, porque en ese proceso de relación con otros a la vez que se afianzan las identidades particulares, se construyen las identidades colectivas. Podemos afirmar entonces, que cuando nos referimos a relaciones sociales entre pares, entre iguales, no lo hacemos como sinónimo de homogéneos o idénticos; sino de pa- res diversos, que cooperan, confrontan y se complementan; y que comparten el lugar de subordinación en la sociedad asimétrica.

Este proceso de la toma de conciencia, de la constitución de la conciencia de clase para sí, tiene distintos momentos. Antonio Gramsci, desarrolla los distintos momentos en la conformación de una fuerza revolucionaria a partir del análisis de las correlacio- nes de fuerza. No profundizaremos aquí sobre ese análisis, pero si nos interesa traer algunos elementos del desarrollo del segun- do momento, en lo que respecta a la toma de conciencia de los sectores populares.9 Gramsci sostiene que la toma de conciencia se presenta idealmente10 en modo gradual: un primer momento económico- corporativo en el que los trabajadores de la misma

  • Piaget, J. La representación del mundo en el niño. Ed. Morata. Madrid, 2001 P.83 9 Antonio Gramsci realiza un análisis de los momentos que son necesarios distinguir en la correlación de fuerzas. Un primer momento signado por las

condiciones estructurales existentes que permiten estudiar si en una determinada sociedad hay condiciones para una transformación social; un segundo momento que refiere al grado de homogeneidad y autoconciencia de los distintos grupos sociales del campo popular y un tercer momento que refiere a la correlación de fuerzas militar en el que esas fuerzas sociales confrontan. Véase. Gramsci, Antonio. “Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerza.” En Antología. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires, 2004. Pp. 409-419

  1. Decimos “idealmente” en sentido que son desarrollos teóricos con fines explicativos, pero que no necesariamente se encuentran así estructurados y claramente definidos en el devenir del proceso.

rama de producción u ocupación pueden ser solidarios entre sí, reconocerse como pares, aunque no están en condiciones de ver a otros trabajadores del mimo modo. Si bien las dificultades de este momento saltan a la vista, vale la pena remarcar que este es un primer momento necesario, de reconocimiento del otro como par, del que desarrolla la misma actividad y por lo tanto se transfor- ma en un igual. Podemos pensar que se trata del reconocimiento de otro concreto, tangible. Un segundo momento lo constituye el paso a la solidaridad entre los que son parte del mismo sector social, pero todavía desde una perspectiva económica. En este se- gundo momento crecen las posibilidades de construir paridades entre “los trabajadores” y las relaciones de solidaridad y coopera- ción se amplían, aunque aún con intereses que tienen que ver con las condiciones de vida material. En este momento se realiza una primera abstracción conceptual, ya que para el reconocimiento de este par se requiere poder analogar la propia situación a la situa- ción del otro. Ya no es la misma situación, o una situación idéntica; se trata de una situación distinta en la superficie pero con simili- tudes estructurales. En este momento se reconocen elementos del sistema de dominación hegemónico y de su funcionamiento, de modo tal de poder ubicar a ese otro en una misma situación frente al poder. El tercer momento es el pase a la conciencia que exce- de los intereses corporativos y que puede reconocer a los pares en tanto a la estructura económica y también de acuerdo al lugar que se ocupa en el sistema de dominación. En este momento, los niveles de abstracción conceptual se profundizan hasta el punto de la comprensión cabal del sistema de dominación que opera en los distintos planos de la vida social, pero además de las distintas estrategias posibles para cambiar dicha situación.

Este breve desarrollo intentó dar cuenta del complejo proceso de toma de conciencia, y del grado de crecimiento y aprendizaje, que con las distintas particularidades que se encontrarán descrip- tas en los textos de este libro, habían podido construir los sectores populares latinoamericanos previo a los procesos de aniquila-

miento. Este proceso de acumulación en la toma de conciencia, es el que es necesario quebrar para la implementación del nuevo patrón de acumulación capitalista y para evitar el crecimiento de los proyectos populares autónomos de nuestra región.

Estos es la razón profunda de la implementación de la tecno- logía de poder genocida en nuestro continente.

No alcanzaba esta vez, como en procesos represivos anterio- res, con obturar el desarrollo de las organizaciones populares por medio de la persecución, asesinato o encarcelamiento de sus cua- dros principales. Esta vez, era necesario quebrar los lazos sociales y construir una sociedad heterónoma de individuos atomizados, evitando el desarrollo de la fuerza social subalterna y borrando todo registro de la acumulación del conocimiento alcanzado en las luchas previas.

Pero, ¿cómo podrían ser destruidos esos lazos sociales que contenían los aprendizajes de esa larga historia de éxitos y fracasos del movimiento popular desde las luchas de los pueblos origina- rios con los españoles y los sueños de la Patria Grande de Bolívar o San Martín hasta los proyectos revolucionarios más recientes?

¿Cómo puede conseguirse que esas relaciones no vuelvan a flore- cer una vez retomados los tiempos de “paz”?

Prácticas sociales genocidas

Si bien lo que hoy llamamos genocidio existe desde hace cientos años, quien pudo ver y definir este fenómeno con sus particulari- dades por primera vez fue Raphael Lemkin, quien lo definía como “… un plan coordinado de diferentes acciones cuyo objetivo es la destrucción de las bases esenciales de la vida de los grupos de ciudadanos, con el propósito de aniquilar a los grupos mismos. Los objetivos de un plan semejante serían la desintegración de las instituciones políticas y sociales, de la cultura, del lenguaje, de los sentimientos de patriotismo, de la religión y de la existencia económica de grupos nacionales y la destrucción de la seguridad, libertad, salud y dignidad personales e incluso de las vidas de los individuos que pertenecen a dichos grupos. El genocidio se dirige contra el grupo nacional como una entidad, y las

acciones involucradas se dirigen contra los individuos, no en su capacidad de individuos, sino como miembros del grupo nacional.”11(las negritas me per- tenecen). Aunque Lemkin era abogado y dedicó gran parte de su desarrollo a la construcción del concepto jurídico y su tipificación para lo que luego sería la Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio de la ONU en 194812, puede advertirse que la definición que establece el autor, sobrepasa ampliamente las concepciones que, aún hoy, asocian el concepto a la matanza ma- siva de alguno de los grupos protegidos por la Convención. Basta con advertir lo que se ha subrayado de su definición donde luego de enumerar una cantidad de prácticas tendientes a la destrucción identitaria incluye el aniquilamiento material con el adverbio incluso denotando que dicho aniquilamiento pude ser un extremo posible de dichas prácticas, aunque pareciera, no imprescindible. Nuestro continente se encuentra plagado de ejemplos de estas prácticas: los desplazamientos de población en Paraguay, la estigmatización, persecución y aniquilamiento a las culturas de los pueblos origi- narios en Guatemala, las masacres de Trujillo, Santodomingo o la Rocheta en Colombia, o la implementación de más de 700 campos de concentración en Argentina, son solo algunos ejemplos.

Las derivas del concepto en los fueros jurídicos llevaron al sociólogo argentino Daniel Feierstein a la noción de prácticas

  1. Lemkin, Rapahel. El dominio del Eje en la Europa ocupada. Ed. EDUNTREF- PROMETEO. Buenos Aires, 2009.
  2. La convención para la Prevención y Sanción del delito de Genocidio de 1948 lo define en su artículo II como: “cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.” El texto completo puede consultarse en https://www. icrc.org/spa/resources/documents/misc/treaty-1948-conv-genocide-5tdm6h. htm.

sociales genocidas13 a los fines de dar cuenta del fenómeno social más allá de los debates respecto de su aplicación como fi- gura del derecho penal. Según el autor esta tecnología de poder particular, tienen por objetivo la destrucción de las relaciones so- ciales de reciprocidad (solidaridad y cooperación) que conforman la identidad del grupo nacional a reorganizar. Para permitir el aná- lisis de distintos casos nacionales, Feierstein construye una perio- dización con 6 momentos que van desde la construcción del otro negativo que será perseguido y estigmatizado, hasta el aniquilamien- to material (al que comúnmente denominamos genocidio) y lo que el autor denomina realización simbólica, que será el momento en el cual, aquellos objetivos genocidas de destrucción de los patrones culturales del grupo oprimido se realicen finalmente mediante la imposición de los patrones culturales del perpetrador.

Lo que propiciará que se produzca esta ruptura tan profunda en el entramado social será la instalación del terror en el conjunto social, logrado no sólo por el aniquilamiento sino por el modo en que éste se lleva a cabo. La amenaza, explícita o implícita, sobre el conjunto social en la búsqueda de un enemigo ambiguo generan la desconfianza como elemento preponderante en el entramado so- cial. Estas características ambiguas del grupo perseguido, de este “enemigo interno” según veíamos en el desarrollo de la Doctrina de Seguridad Nacional, generan un efecto de desconfianza gene- ralizada sobre los otros que pueden ser parte de ese “enemigo”, pero además un estado de alerta permanente frente a las posibili- dad de ser ubicado dentro de ese grupo.

Feierstein sostiene, que se establece una secuencia compuesta

  1. Daniel Feierstein ha desarrollado el concepto en diversos trabajos académicos y de divulgación. Algunos de los más importantes los constituyen su libro “Seis estudios sobre genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad, exclusión, exterminio” (Editores del Puerto. Buenos Aires, 2008), “El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina” (Fondo de cultura Económica. Buenos Aires, 2008); “Introducción a los estudios sobre genocidio” (Fondo de Cultura Económica- EDUNTREF. Buenos Aires, 2016)

por tres elementos: interrogación- confesión- delación. Esta se- cuencia es posible ya que, como decíamos en el comienzo, por la ambigüedad del “enemigo” a perseguir. Al no poder identifi- carse fácilmente el perseguido, al estar definido desde el poder con suficiente ambigüedad que “podría ser cualquiera” se produce una cierta inversión de la carga de la prueba en la “todos somos sospechados de culpables, hasta que se demuestre lo contrario” y el individuo debe demostrar que no pertenece al grupo a ani- quilar. Esta demostración se logra a través de una adaptación al comportamiento aceptado por el perpetrador (modos de vestir, valores que profesa, discursos públicos, etc.) y por medio de ser capaz de delatar al que está por fuera de la conducta esperable. La señalización del otro como culpable, lo exculpa a uno de la responsabilidad de la actitud anómala. “El modelo concentracionario, utilizando el terror de los crímenes de masa, busca construir un modelo de relaciones sociales en el cual el otro es aquel que me puede delatar o aquel al que voy a delatar. Al instalar el terror sobre el conjunto, el modelo concentra- cionario busca (por suerte, por lo general no lo logra) reformular las relaciones sociales para crear una sociedad de delatores. Porque en ese mundo hobbesiano donde el otro es mi enemigo, el único aliado posible es el poder punitivo, a quien se debe seguir alimentando con más y más delaciones”“14 Los regímenes autoritarios de nuestra región instigaron estas formas de delación entre el conjunto de la población. Esta instigación tiene un efecto aún más potente que cuando la delación se vuelve acto: la posi- bilidad de ser delatado. Esta posibilidad produce la desconfianza generalizada en el conjunto de la población.15

  1. Feierstein, D. “Los crímenes de masa: ¿fin o herramienta?” en Zaffaroni, Eugenio. Crímenes de Masa. Ed. Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires, 2012. 15 Si bien el Campo de concentración es uno de los dispositivos fundamentales

del genocidio reorganizador, como podrá verse en el desarrollo de este libro, la secuencia interrogación- confesión- delación puede construirse por medio de otras prácticas que apuntan a la destrucción identitaria. Ejemplo de esto es el caso de Guatemala o Colombia donde el Campo de Concentración no es el dispositivo principal pero donde sin embargo la tortura abierta y brutal, y los asesinatos masivos cumplen funciones análogas.

Resulta interesante introducir en este punto el análisis que Juan Corradi realiza tempranamente respecto de los efectos y dimen- siones del terror para el caso argentino, pero que lo trascienden: “Como forma específica de poder el terror tiene dos dimensiones, una de comportamiento, y la otra ideológica. Por un lado, adapta el comportamiento político a la obediencia absoluta de las directivas de los que detentan el poder. Por otro lado, moldea las actitudes a fin de obtener obediencia voluntaria. Pro- cura confirmar nuevos sujetos políticos. El terror tiene como objetivo no sólo controlar, sino también cambiar a los actores sociales. Es esencialmente una técnica de desorientación, que apunta a privar a los sujetos de la oportunidad de calcular y prever las consecuencias de sus acciones. Es una forma de poder en la cual la conformidad no garantiza la seguridad. Su efecto principal es la generación de una atmósfera de ansiedad –una “cultura de miedo”. El terror no se limita a la presencia real de la coerción arbitraria y rigurosa. Tiene un efecto residual a través del tiempo y el miedo circundante.”16 El efecto principal del terror es la incapacidad de actuar. Si no hay posibili- dad de prever resultados de la propia acción, se obtura la acción reflexiva. Los niveles adquiridos de autonomía ceden frente a un poder autoritario que se apropia de la capacidad de decidir sobre la acción de los sectores subalternos. Nada puede garantizarle al sujeto sobrevivir en una sociedad donde imperan las prácticas so- ciales genocidas; nada puede, ni siquiera la posibilidad de la dela- ción, ponerlo a salvo de ser él mismo, víctima de la brutalidad de ese poder. Frente a esa situación, el traslado de la responsabilidad y la capacidad de decisión hacia la autoridad por medio de la obe- diencia, se presenta como la única salida posible. En este proceso de traspaso de la autonomía a la heteronomía, se presentan ambas dimensiones (comportamiento e ideológica) simultáneamente en la pérdida de la capacidad de reflexión y acción. Una vez rotos los lazos que unen al sujeto a sus pares, por medio de la amenaza de la delación y de la desorientación, el vínculo vuelve a establecerse

  1. Cooradi, Juan E. “El método de destrucción. El terror en la Argentina”. En A veinte años del golpe. Con memoria democrática. Ed. Homo Sapiens. Buenos Aires, 1996. P. 4

con la forma sujeto- poder, perdiendo así toda capacidad de reco- nocimiento de sí mismo, del sistema de dominación en el que se encuentra inmerso y su ubicación en el mismo, del otro que es par en tanto su ubicación en ese sistema de dominación, y finalmente, perdiendo la capacidad de reconocer al poder como opresor. No solo se pierde la capacidad de acción colectiva frente al poder, sino que se pierda la noción misma de la existencia de ese poder opresor.

Último momento del proceso genocida: su realización simbólica. Disputas por el sentido común.

Si sostenemos, como lo hemos hecho más arriba, que estos proce- sos de aniquilamiento tienen como objetivo la transformación de la sociedad a partir de la ruptura de los lazos de reciprocidad en los sectores subalternos, entonces estamos en condiciones de afirmar, en continuidad con los desarrollos de Lemkin, que el blanco prin- cipal del accionar genocida no lo constituyen los grupos sociales efectivamente aniquilados, sino las relaciones sociales que confor- man la identidad de los sectores populares.

Para que este objetivo se cumpla, entonces, no alcanza con ha- ber creado los lazos de reciprocidad, sino que es necesario que esa ruptura se vuelva parte de la “naturalidad” con la que los indivi- duos se desarrollan socialmente. Podríamos decir, y seguramente no habrá muchas discusiones al respecto, que para el desarrollo de nuestra vida social naturalizamos determinadas prácticas que son parte nuestra vida cotidiana. No estamos preguntándonos cons- tantemente sobre la relación que estableemos con el comerciante, o el chofer del colectivo, o incluso con nuestros compañeros de trabajo. Cargamos en nuestros cuerpos con conocimientos acerca del funcionamiento del mundo que una vez internalizados se po- nen en práctica sin que si quiera seamos conscientes de ello. Pero todas estas prácticas se relacionan fuertemente con el modelo de dominación en el que vivimos aunque a simple vista no podamos reconocerlas como tales.

Piaget comienza su desarrollo respecto de la toma de concien- cia haciendo referencia a este proceso y analizando la capacidad de conceptualización de un conjunto de sujetos respecto de una acción que todos ellos pueden desarrollar: el gateo. Luego de rea- lizar el estudio en distintos sujetos, Piaget llega a la conclusión de que la capacidad de realizar una acción no implica necesariamente la capacidad para comprenderla y explicarla. En este estadío lo que aparece es que ese conocimiento naturalizado, al no poder ser separado del propio sujeto, es concebido como parte integrante del sujeto, por lo tanto no puede ser cuestionado. Como decíamos en apartados anteriores, no aparece la posibilidad de reconocerse (sujeto- fuerza social) y por lo tanto no hay posibilidad de reco- nocer a la fuerza social contraria y cuestionar el sistema de domi- nación hegemónico, desde el reconocimiento de que el mismo no es natural sino un producto de determinadas relaciones históricas. Este proceso de afirmación de la sociedad heterónoma y de los valores que sostienen la atomización de los sectores populares producto de la ruptura generada mediante la implementación de las prácticas sociales genocidas, es lo que Daniel Feierstein deno-

mina como realización simbólica del genocidio.

Este último momento del proceso de aniquilamiento de re- laciones sociales se desarrolla a partir de los modos en que se organiza esa nueva sociedad pos genocida y cómo construye esos sentidos que se expresan dentro de esa “naturalidad” en la que se desarrollan las sociedades.

Esta disputa en el plano simbólico construirá un sentido común, al que entenderemos siguiendo a Gramsci comola concepción hegemónica del mundo en un tiempo histórico determinado. En el caso que nos ocupa, esa concepción del mundo, producto de las prácticas sociales genocidas, tiene como resultado en las clases subalternas lo que Gramsci denomina una conciencia contradictoria, entre la conciencia del hacer que los une a sus pares y la conciencia teórica, verbal, que los remite a esa concepción del mundo hegemónica. “Pero esa concepción ‘verbal’ no carece de consecuen-

cias: vuelve a anudar al sujeto con un determinado grupo social, influye en la conducta moral, en la orientación de la voluntad, de una manera más o menos enérgica, que puede llevar a un punto en el que la contradictoriedad de la conciencia no permita ya ninguna acción, y produzca un estado de pasividad moral y política.”17. Esta prevalencia de la heteronomía en la praxis de las clases subalternas dificulta y limita las perspectivas de con- figuración de un proyecto de carácter autónomo.

Desde esta perspectiva entonces, se vuelve central el modo en que se construyen las memorias sobre estos procesos de aniqui- lamientos pasados (y en el caso de varios países de nuestra región como Colombia, no tan pasado) y sobre todo, cómo se constru- yen las memorias de las sociedades previas. En la medida en que queden obturadas las experiencias de lucha del pasado, esas que fueron capaces de alcanzar niveles altos en el proceso de con- ciencia y organización popular, será difícil que se comprendan las razones del aniquilamiento y que se pueda continuar, cambiar, cri- ticar, resignificar y por fin, volver a crear esa fuerza social que se plantee como alternativa al sistema de dominación existente.

¿Y cómo se puede producir este proceso? Y volvemos a don- de comenzamos: en un proceso de toma de conciencia, que nos permita reconocernos, reconocer a nuestros pares, reconocernos en tanto fuerza social, reconocernos en tanto antagónicos de otra fuerza social. Reconocernos como parte de un camino que no co- menzó con nosotros. Reconocernos como parte de una tradición que ha cometido un sin número de errores pero que ha intentado, por diversas formas, construir estos procesos alternativos.

Los pueblos de nuestro continente fueron atravesados por es- tos procesos de destrucción identitaria, pero este arrasamiento no ha sido, en ningún caso, absoluto. Cada uno de nuestros pueblos ha logrado resistir a las prácticas genocidas de diversos modos. En algunos casos resistir significó tomar las armas y combatir como

  1. Gramsci, A. “Relaciones entre ciencia- religión- sentido común” En Antología. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires, 2004. Pp. 367-380

en Colombia, en otros refugiarse en las identidades comunitarias, pasar de generación en generación las historias fundantes de las identidades ancestrales como en Guatemala o en algunos lugares de Paraguay, en otros la defensa de la historia de las identidades políticas y organizativas como en Chile o en Argentina.

Estas resistencias tomaron formas diversas pero todas ellas disputaron el sentido del proceso de aniquilamiento e intenta- ron recuperar esas prácticas y tradiciones previas. La lucha por la memoria, con sus particularidades en cada país, se constituyó en uno de los principales denominadores comunes que le siguieron al denominador común del aniquilamiento. Sea “la paz” como en Colombia o “Memoria, Verdad y Justicia” como en Argentina, las disputas sobre el sentido del pasado permean las luchas por el pre- sente de nuestros países. De eso se trata este libro. Es un esfuerzo fundamental por comprender el pasado de nuestro continental con el objetivo de comprender y resignificar el presente y sobre todo, de aportar en la posibilidad de proyectarnos hacia el futuro. En todos sus textos encontramos estas referencias al pasado resignificadas desde el presente, este presente contradictorio que nos ha permitido avanzar en el proceso de reconstrucción del mo- vimiento popular en muchos sentidos, pero que nos golpea con el ascenso de nuevos gobiernos conservadores, con la violación rei- terada a los derechos de los pueblos y con una nueva desaparición forzada en Argentina en manos de las fuerzas del Estado como es

el caso de Santiago Maldonado.

Son épocas agitadas para los pueblos latinoamericanos, donde tendremos que ser capaces de condensar las experiencias de lucha de todos estos años y avanzar decididamente hacia la constitución de la fuerza social capaz de confrontar con el bloque dominante. La firma del acuerdo de paz en Colombia, a pesar de todas las dificultades para su concreción, los juicios a los responsables del genocidio Chileno, la lucha de los campesinos en Paraguay y el repudio y el reclamo generalizado por la aparición de Santiago Maldonado en Argentina dan cuenta de que nuestros pueblos es-

tán dispuestos a dar pelea aún en las condiciones más adversas.

Este libro se inscribe en este contexto y en estas luchas. No resuelve el camino a seguir, pero presenta un conjunto de reflexio- nes que creo sinceramente, conforman un aporte fundamental para seguir construyendo ese camino.

crónicas coloMbianas

Aporte de July Milena Henríquez Sampayo18

E  

stas líneas se escriben como aporte a la construcción histórica que, desde la militancia y la defensa de los derechos humanos, realiza el maestro y compañero de lucha José Ernesto Schulman, con quien hemos compartido distintos escenarios de reflexión y construcción de la Paz con Justicia Social en nuestra América. Me corresponde contextualizar un poco sobre Colombia, un país aba- tido por guerras civiles y violencia sociopolítica, que ha tenido que resistir a una estrategia de exterminio y a la imposición de la cul- tura del odio al opositor político durante décadas; esta constante nos ha llevado a diferentes momentos de búsqueda de la Paz, pero

esta sigue siendo un anhelo.

Desde la invasión española, lo que hoy se conoce como Co- lombia ha sufrido episodios sistemáticos de violencia; pero en este escrito intentaremos abordar la violencia padecida por el pueblo colombiano desde mediados del siglo pasado, a partir de las cuales se han desarrollado varios procesos de paz hasta nuestros días.

La llamada época de la violencia inicia entre los años 1946 y 1958, luego que el Partido Conservador tomara el gobierno en el año 1946; sin embargo, esta violencia logró su mayor auge luego del

  1. Abogada Colombiana; Defensora de Derechos Humanos por más de 14 años; Magíster en Derechos Humanos, experta en Justicia para la Paz; miembro de la Fundación Lazos de Dignidad y la Coordinadora Americana por los Derechos de los Pueblos – Sede Colombia.

levantamiento popular conocido como el “bogotazo” provocado el 9 de abril de 1948 con el asesinato, a plena luz del día, del caudillo liberal y candidato a la presidencia Jorge Eliecer Gaitán. Este levan- tamiento, motivado también por el odio azuzado entre los partidos liberal y conservador, se extendió de la ciudad al campo, dejando al- rededor de 200.000 personas muertas. Después de este levantamien- to popular, el bloque dominante, conformado por la alianza entre la oligarquía liberal y conservadora, desató una ola de persecución contra el movimiento Gaitanista19, a fin de acabar con la rebelión, pero también de garantizar la no repetición de rebeliones como ésta. Por tanto desde el estatus quo se implementaron planes e im- pulsaron acciones enfocadas a dispersar al movimiento obrero del movimiento popular, tales como despidos, censura de huelga, encarcelamientos, ruptura de la unidad sindical a través del parale- lismo, entre otras, con el propósito de evitar que éste asumiera las

riendas de la articulación de la protesta social.

La arremetida estatal también se extendió al campesinado, ini- ciando con un discurso de odio auspiciado por el clero en algunas provincias conservadoras (Boyacá, Nariño y Antioquia) donde se legitimaba el sectarismo político y el asesinato de futuras rebelio- nes llamadas “nueve abrileños”, llevando ese discurso a otros lugares al mismo tiempo que incursionaban los Chulavitas20 (Tolima, Va- lle, Viejo Caldas). Así mismo, se crearon organizaciones campesi- nas con fines de espionaje y contención en zonas agrarias.

Es importante señalar que la época de la violencia se desata en un contexto internacional predominante, favorable al capitalismo y al terrorismo político con orientación anticomunista, impulsado por fuerzas estatales de Washington, Londres y Paris, estimulado-

  1. Manifestación popular, inspirada en el dirigente Jorge Eliecer Gaitán, que buscaba transformaciones sociales.
  2. Bandas armadas con el propósito de defender el gobierno conservador del presidente Mariano Ospina Pérez (1946), nacientes en la vereda Chulavita, ubicada en el departamento de Boyacá.

ras también del reclutamiento de mercenarios. En el caso latino- americano, el terrorismo político fue auspiciado por el imperio de los Estados Unidos, con el objeto de establecer control social sobre la conducta de masas, incidiendo fuertemente en las dicta- duras en República Dominicana, Cuba, Nicaragua, Chile y Argen- tina, y por su puesto en el terrorismo de Estado en Guatemala, El Salvador y Colombia. Para 1950 los gobiernos de Colombia y de los Estados Unidos tenían pactos de cooperación militar y económica, que se vieron reflejados en la participación de mili- tares colombianos en la guerra de Estados Unidos contra Corea, la asociación de asesinos entrenados para la eliminación física de políticos indeseables a los gobernantes y proyectos de reforma constitucional en nuestro país con fines de recorte de garantías, para hacer más eficaces los procesos de acumulación del capital. Con la ruptura del pacto entre las oligarquías liberales y conser- vadoras, quedándose esta última con el poder, la clase dirigente liberal se convirtió en un nuevo blanco de la violencia política, siendo demonizada por parte del ex presidente Laureano Gómez mediante la teoría del basilisco, que incentivo el incendio de casas y diarios de los liberales de la época. La época de la violencia, inicia su desarrollo en el interior del país, principalmente en los departamentos de Boyacá, Santander, Norte de Santander, Valle, Viejo Caldas y Tolima, y se caracterizó por la ejecución de críme- nes políticos sistemáticos, individuales o en masa, concentrados en evitar la organización de las masas mediante técnicas de terror contra quienes representaban un riesgo para el Estado. Dentro de las técnicas de terrorismo político de Estado utilizadas resaltamos:

La demonización del opositor a través de altos mandos del Estado y del clero para legitimar crímenes en su contra.

Combinación del terrorismo oficial, sectarismo partidista y po- lítica de tierra arrasada.

El asesinato y encarcelamiento de dirigentes de la oposición política.

Uso de una fuerza armada macabra llamada “Chulavitas” y la operación conjunta con grupos paraestatales llamados “señalado- res y pájaros”

El uso de prácticas atroces y de intimidación como la tortura, la muerte lenta, la exposición de cuerpos sin vida con mensajes simbólicos de sevicia, la violencia sexual sobre los cadáveres de las víctimas, las mutilaciones atroces y la desaparición forzada.

Las practica sistemática de la desaparición forzada.

La práctica de asesinatos selectivos y colectivos con fines de exterminio de la oposición a través del genocidio y la masacre.

El despojo, destrucción e incendio de bienes y semovientes. El desplazamiento forzado y boleteo o pago de cuotas de se-

guridad a quienes se quedaban.

Resolución de conflictos domésticos a sangre con complicidad de las autoridades.

Con este tipo de violencia no solo se cometieron prácticas atroces, irreparables, propias del terrorismo de Estado, sino que las conductas sociales, la cultura, el lenguaje, los valores y hasta la literatura, sufrieron una gran transformación, gestándose en las generaciones venideras el deseo de la venganza y la rebelión. La- mentablemente, esta historia de la violencia y de terrorismo de Estado se ha extendido hasta nuestros tiempos, sólo que algunos métodos de terror se han sofisticado y han aparecido en la escena nuevos actores.

Luego de la arremetida contra el movimiento popular y la in- capacidad del partido liberal de frenar el terrorismo de Estado, surge la lucha guerrillera; el pueblo armado se defiende y pasa de la resistencia a la lucha por reivindicaciones por la tierra, la auto- determinación, la soberanía y contra el imperialismo. Así las cosas, las guerrillas colombianas asumen la confrontación con el Estado y sus fuerzas terroristas, a través del combate militar; y a partir de 1958 la violencia se desata en el marco del conflicto social y armado.

El informe institucional titulado “Basta Ya”, recoge el contexto de violencia registrada entre los años 1958 y 2012, resaltando que la violencia es producto de acciones intencionales que se inscriben mayoritariamente en estrategias políticas y militares, y se asientan sobre complejas alianzas y dinámicas sociales, prevaleciendo en el conflicto armado prácticas como los asesinatos selectivos, las desapariciones forzadas, los secuestros y las masacres pequeñas, concluyendo que entre el 1º de enero de 1958 y el 31 de diciem- bre de 2012 han muerto aproximadamente 220.000 personas en razón al conflicto, correspondiendo el 81,5% a civiles y el 18,5% a combatientes. Del mismo modo, el informe devela que la letali- dad de la violencia del conflicto armado no ha sido homogénea ni constante, es decir, que ha tenido picos altos y bajos, pasando de una tendencia decreciente entre 1958 y 1964, a una violencia baja y estable entre 1965 y 1981, continuando con una tendencia crecien- te entre 1982 y 1995, hasta alcanzar una tendencia explosiva entre 1996 y 2002, donde se resalta el nivel más crítico del conflicto como consecuencia del fortalecimiento militar de las guerrillas, la expansión nacional de los grupos paramilitares, la crisis del Esta- do, la crisis económica, la reconfiguración del narcotráfico y su re- acomodamiento dentro de las coordenadas del conflicto armado.

Durante el tiempo tomado por la investigación (1958-2012), el rasgo distintivo de las prácticas implementadas por los paramili- tares fue la violencia contra la integridad física, así las cosas, el común denominador del accionar paramilitar fueron los asesinatos selectivos de defensores de derechos humanos, periodistas y dirigentes políticos, las masacres, las desapariciones forzadas, las torturas y la sevicia, las amenazas, los desplazamientos forzados masivos, los bloqueos económicos, la violencia sexual, la elimina- ción de adversarios políticos y castigo a poblaciones por sus pre- ferencias electorales; por su parte, los miembros de la Fuerza Pública concentraron su accionar en las detenciones arbitrarias, las torturas, los asesinatos selectivos, las masacres, las desaparicio-

nes forzadas, en los daños colaterales producto de los bombar- deos, y del uso desmedido y desproporcionado de la fuerza. Y en relación con las guerrillas, el informe califica sus acciones como violencia contra la libertad y los bienes, de las cuales se derivan los secuestros, los asesinatos selectivos, los ataques contra bienes civiles, el pillaje, los atentados calificados por el derecho penal in- terno como actos terroristas, las amenazas, el reclutamiento ilícito, el desplazamiento forzado selectivo, la afectación de la población civil como efecto colateral de los ataques a los centros urbanos y la siembra masiva e indiscriminada de minas antipersonal.

Como casos emblemáticos de la violencia sistemática en Co- lombia, además del exterminio del movimiento gaitanista, debe- mos resaltar el genocidio contra los movimientos políticos Unión Patriótica y A Luchar, el asesinato de los candidatos presidenciales de oposición Carlos Galán, Carlos Pizarro y Jaime Pardo Leal, así como las masacres cometidas por paramilitares con participación y/o complicidad del ejército y la policía nacional, contra comuni- dades enteras con fines de desarticulación del tejido social, pérdi- da de identidad colectiva y establecimiento de un estado de terror psicológico-político permanente, como lo fueron las masacres de Trujillo (Valle), el Salado (Bolívar), el Aro-Ituango (Antioquia), la Rochela (Santander), Santodomingo (Arauca), entre muchas otras aberraciones cometidas contra el pueblo colombiano.

El informe “Basta Ya”, a pesar de ser un aporte a la construc- ción de la verdad negada al pueblo colombiano, no abordó todas las formas de violencia contra la población que, incluso, hacen parte también de las causas estructurales del conflicto y sin lugar a dudas generaron los levantamientos populares y la lucha armada, tarea que seguramente le corresponderá a la Comisión de la Verdad gestada por el Acuerdo Final de Paz firmado entre el Gobierno Colombiano y las FARC-EP. Los resultados del reciente acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC, reflejan un panorama espe- ranzador, puesto que abrieron la puerta para el debate y la disputa de antiguas necesidades insatisfechas, como la tenencia de la tierra,

la participación política y el desmantelamiento del paramilitarismo como garantías de existencia de la oposición política, lo cual favo- rece a miles de colombianos y colombianas; sin embargo, debemos insistir en denunciar que la violencia política y los crímenes de Es- tado aún continúan, solamente durante el periodo que va de enero de 2016 a junio de 2017, han sido asesinados 186 líderes sociales, crímenes que aún se encuentra en total impunidad21.

Una mirada a la región…

Recapitulando, es preciso destacar que, tanto la violencia en Co- lombia como las dictaduras militares en nuestra América22 favore- cieron la imposición del Estado neoliberal, generador de barbarie y catástrofes sociales. En Colombia, la democracia se asumió en sentido formal-liberal, sustentada en la “representación” de las y los ciudadanos y el reconocimiento “formal” de algunos derechos individuales, mientras se restó importancia al desarrollo de los de- rechos económicos, sociales y culturales en un contexto global de crisis económica; parafraseando a Ludolfo Paramio23, este proceso ha tenido gran influencia del gobierno estadounidense para quien,

  • Informe Nacional de Derechos Humanos “Trochas de Paz y Esperanza”. Indepaz y Marcha Patriótica, agosto de 2017. Casi una ejecución extrajudicial por día, y en tiempos de paz!

22 Argentina (1976-1983), Bolivia (1839-1899/1920-1982), Brasil (1889-

1894/1930-1945/1964-1985), Chile (1924-1925/1927-1931/1973-1990), Costa Rica (1868–1870/1876–1882/1917-1919), Cuba (1933/1952-1959), República Dominicana (1899/1930-1961), Ecuador (1876-1883/1935-1938/1947/1963- 1965/1972-1979), El Salvador (1885-1911/1931-1979), Guatemala (1944-

1945/1954-1966/1970-1986),   Haití   (1950/1956-1994),   Honduras   (1956-

1957/1963-1982), México (1853-1855/1876-1911), Nicaragua (1936-1979), Panamá (1968-1989), Paraguay (1940-1948/1954-1989), Perú (1842–1844/1865– 1867/1872/1879–1881/1914–1915/1930–1931/1948–1950/1962–1963/1968-

1980), Surinam (1980-1988), Uruguay (1865-1868/1876–1879/1933-1938/1973-

1985), Venezuela (1858-1863/1908-1913/1922-1935/1948-1958)

  • Ludolfo Paramio, Perspectivas de la democracia en América Latina, Unidad de Políticas Comparadas CSIC, en E.A. Fabián Caparrós, Responsa Iurisperitorum Digesta, 175-198, Salamanca: Universidad de Salamanca, 2000.

en un escenario de crisis económica global los regímenes autori- tarios, no podían obtener consenso o legitimidad, dando apertura al discurso de la defensa de la democracia contra el totalitarismo, descartando el apoyo explícito a nuevos golpes de Estado pero fortaleciendo la posición de los sectores autoritarios, fomentan- do así el retorno de los civiles al gobierno e impulsando la lucha anticomunista y contraguerrillera hasta nuestros días. Los proce- sos de democratización en América Latina se dieron en medio de conflictos sociales, crímenes de Estado contra la oposición, levan- tamientos armados populares y surgimiento de guerrillas, como en México, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Perú, Uruguay y Colombia, lográndose en la mayoría de estos países escenarios de solución política que condujeron a la desmovilización de las gue- rrillas, excepto el caso Mexicano y Colombiano; pero a pesar de ello, en los países con post-conflictos no se ha resuelto el proble- ma del crecimiento de la desigualdad social y la pobreza, salvo en Venezuela que desde el año 2007 cumplió con la meta del milenio proyectada por Naciones Unidas reduciendo a más de un 50% los niveles de pobreza y desigualdad24, invirtiendo el 80% de su pre- supuesto en proyectos sociales, donde el gasto a la educación de niños/as y adolescentes es de un 51%, pero también por norma constitucional los ancianos gozan de pensiones y régimen especial de salud, el 95% de la población tiene acceso al agua potable y el 93% al saneamiento25.

Así mismo, no hay que perder de vista que con la globalización del neoliberalismos y la guerra contra el comunismo, impulsada en América Latina por Washington, se han satanizado procesos revo- lucionarios que priorizan el goce de derechos colectivos frente a los individuales y no tienen una estructura de gobierno acorde a la democracia liberal, como en el caso Cubano, a pesar de mostrar

su avance social en la erradicación de la pobreza26, ser el país nú- mero 59 en índice de desarrollo humano según el PNUD, lograr una cobertura en salud, educación, vivienda, trabajo, luz eléctrica y agua potable27, en medio del vergonzoso bloqueo económico de más medio siglo ejecutado por los EEUU contra esta nación socialista. Esta satanización que también se ha extendido a Vene- zuela, que ha sido objeto de persecución por Washington y otros gobiernos de derecha, a pesar de cumplir con las metas mundiales mencionadas y avanzar en el desarrollo de una democracia partici- pativa con prioridad en la justicia social, la nacionalización de los recursos y mayor responsabilidad con los derechos humanos en su conjunto bajo lógicas anticapitalistas.

La lectura de democracia en América latina debe pasar por comprender las dinámicas y necesidades propias de la región, no del capital, allí radica la gran contradicción entre democracia li- beral y derechos humanos. En esto, los movimientos sociales y políticos latinoamericanos han dado una importante lección desde los años 70’s, que sin duda corresponde a la herencia ancestral de la permanente acción de resistencia y lucha, y que en nuestros tiempos agudiza el fracaso de la globalización neoliberal mediante la nueva ola de movimientos y la radicalización política electoral, donde los roles de los indígenas, las mujeres, los pobres y secto- res marginados, la juventud, los estudiantes, los campesinos, los sindicalistas, entre otros, constituyen un desafío al imperialismo28. De esta manera, la población organizada en movimientos so- ciales y políticos en América Latina ha influido en el proceso de construcción de una democracia desprendida del simple forma- lismo electoral y representativo, que por el contrario abre el pa- norama de participación a las bases sociales, siendo significativos

Ediciones Antropos, 2007. Pág. 149.

los cambios de gobierno y regímenes políticos en países como Ecuador, Bolivia y Venezuela durante la última década, donde se refleja una mayor atención estatal por los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales.

En el contexto de posacuerdo en Colombia no podemos bajar la guardia, no podemos perder de vista la necesidad de educar en/ para los derechos humanos, mediante procesos de transformación cultural y cambio de mentalidades, donde construyamos una so- ciedad que reconozca e incluya a los sujetos creadores y titulares de derecho, con responsabilidad social, haciendo posible múltiples espacios en pro de la transformación de prácticas sociales que his- tóricamente, desde un lenguaje dominante y desde desrealización de la realidad29, han degradado al ser humano, enajenándolo de la naturaleza y de sí mismo, contribuyendo al despojo mediante la guerra y la barbarie como técnica del capital y de sus estructuras de poder, negando así el florecimiento humano y la reproducción de una sociedad esquizoide. El reto está en aportar a las alterna- tivas de inclusión política y social que han florecido en la región, democracias o socialismo del siglo XXI, concibiendo los derechos humanos como un soporte de la humanidad para avanzar en la construcción de sociedad incluyente, en paz y con justicia social.

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2013

La Paz de Colombia, entre el espanto y la ternura.

Crónica de un viaje hacia los presos políticos y los ex combatientes escrita el 27 de junio de 2017 en Bogotá

En el día de hoy, martes 27 de Junio de 2017, se realizó el acto oficial de dejación de las armas y en palabras del Comandante de las FARC, Timoleón Jiménez, la organización político militar más antigua del continente no ha desaparecido sino que ha finalizado su etapa de rebelión armada para pasar a constituirse en una fuer- za política. El Comandante de las Farc señaló un cumplimiento muy desparejo de los acuerdos finales por parte de la insurgencia y el Estado Colombiano (acuerdo final que ya era muy, pero muy lejano de lo acordado durante los cinco años de diálogos con par- ticipación de importantes sectores del movimiento social colom- biano). Puedo dar fe de ambas aseveraciones.

En los últimos siete días he visitado un Penal, el de Chiquin- quirá, donde se concentran unos trescientos prisioneros de guerra que esperan la amnistía acordada, y votada por el Congreso a fina- les de diciembre de 2016; también el Veredal Buena Vista cercano a Mesetas en el departamento Meta (el mismo donde se realizó el acto de hoy) que tiene dos sectores: uno, donde están los gue- rrilleros que dejaron armas y el otro donde están los prisioneros liberados de las cárceles pero que todavía tienen que pasar por el mecanismo de la Jurisdicción Especial para la Paz que decidirá finalmente sobre su libertad o eventual castigo, allí nos recibieron sus jefes compañeros Alduver Morante, Enrique Marulanda (hijo de Manuel Marulanda) y Julián Suárez (sobrino del Mono Jojoy); acompañado de los compañeros de la Fundación Lazos de Dig- nidad pudimos dialogar con las organizaciones que componen la Coalición Larga Vida a las Mariposas (una red de organizaciones que defienden los presos políticos en todo el extenso país y sus más que numerosas cárceles de alta “seguridad”), también con el

Secretario de la Jurisdicción Especial para la Paz, el Dr. Néstor Correa, con el responsable de derechos humanos de Marcha Pa- triótica Cristian Delgado que nos entregó un demoledor informe sobre las violaciones a los derechos humanos en el periodo de “diálogos para la paz” y denunció el asesinato de decenas de mi- litantes de Marcha, y con el compañero Jairo Lesmes quien fuera representante oficial de las Farc en Argentina en los 90 y fuera liberado hace un año luego de ocho de encierro riguroso que casi acaba con su vida. También con decenas de presos políticos de Chiquinquirá, del penal del Veredal y con militantes de diversas fuerzas liberados en los últimos años.

Es mi tercer viaje a Colombia y siempre he venido con la dis- posición de escuchar todas las voces y no pretender ni saber todo ni dar consejos a nadie. Como integrante de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre he procurado mantener nuestra dis- posición solidaria de siempre como demostraron en sus viajes a Colombia los Dres. Guadalupe Godoy y Héctor Trajtemberg y la compañera Graciela Rosenblum.

El proceso de diálogos y acuerdos para la paz adquieren una importancia histórica difícil de exagerar, son una conquista tan- to de los más de cincuenta años de insurgencia armada como de las luchas, realmente extraordinarias del movimiento campesino, sindical, estudiantil, de los afro descendientes, de las mujeres, de la comunidad LGTB, de la Universidad y los intelectuales y de tantas y tantos que sería imposible nombrarlos a todos. La po- sibilidad de conquistar una paz justa es de por sí, el solo hecho de existir como posibilidad, como proceso acordado entre partes antagónicas que guerrearon por décadas, un logro fantástico que los pueblos y más aún los luchadores por los derechos humanos y los revolucionarios, valoramos sin condiciones ni egoísmos.

Pero por ello conviene analizar rigurosamente los problemas que enfrenta y la situación real en que el proceso está, justamente por que los cambios en América Latina y el mundo van exacta- mente en la dirección contraria de lo que se intenta en Colombia.

Solo repasar el rol fundamental que tuvieron en el proceso los gobiernos de Venezuela, Brasil y Argentina (y recordar sus graves problemas o su sustitución por personajes tan colonizados como Macri o Temer) debería hacer mirar con inquietud el proceso.

Comencemos, como militantes por los derechos humanos que somos, por el tema de los prisioneros políticos.

Parte de la estrategia contrainsurgente, ampliada por la inter- vención imperialista norteamericana con sus Planes Patriota y Co- lombia, fue encerrar en condiciones infra humanas, sin lugar a du- das constituyendo su solo encierro condiciones de tortura, a todos los que ellos sospecharan que fuera parte de la insurgencia (no solo Farc, también ELN y otros grupos menos conocidos fuera de Co- lombia), de los que supuestamente colaboraban con la insurgen- cia, de todo aquel que protagonizara experiencias de organización popular autónomas y resistencias al proyecto neoliberal, extracti- vista, represor y colonial que se aplicó por décadas, y aún a cientos de simples campesinos que sufrieron causas armadas (como ya había constatado en 2015 cuando me reuní en Ibagué, el Tolima, con campesinas encerradas por años sin razón política alguna). Se llegó a calcular unos siete mil presos políticos con la dificultad de que como el régimen penal negaba su calidad política, las cuen- tas siempre resultan provisorias.

Al momento del acuerdo final se pactó lo siguiente (muy gros- so modo): libertad a todos los presos políticos por medio de una amnistía irrestricta y un proceso de justicia no penal (reparativa, no punitiva) para todos los participantes en el conflicto armado con la sola (y fundamental) condición de decir la verdad, en caso de así proceder las penas serán de cumplimiento en libertad (tra- bajo social o de otro tipo) o con un máximo de 20 años de prisión para los que mientan o se nieguen a decir la verdad de los hechos imputados. Para ello se creó una Jurisdicción Especial para la Paz que deberá encargarse de tales tramites.

Empecemos por el principio: según denuncia el Comandante Jesús Santrich, en huelga de hambre indeterminada desde el 26

de junio, la Farc reconoció como propios a 3400 prisioneros de los cuales solo salieron un poco más de quinientos compañeros y a otros 900 guerrilleros de las Farc el Alto Comisionado para la Paz ni siquiera extendió el certificado que los jueces piden como garantía de pertenencia a la insurgencia, aunque dicho requisito no estaba contemplado ni en el Acuerdo ni en la ley de Amnistía (número 1820 del 30/12/2016).

En el Penal de Chiquinquirá, en el patio seis, dialogamos con unos cien compañeros por varias horas. El penal había sido utili- zado en el proceso de desmovilización (e impunidad grosera) de los paramilitares que se acogieron a un proceso de desarme. Se supone de gran confort aunque es un edificio muy antiguo donde los presos pasan casi todo el día en un patio abierto y duermen en habitaciones sin ventana, en cuchetas y sin nada de privacidad. Claro que como vienen de lugares tenebrosos como la Tramacúa (construida bajo el Proyecto Imperial de Cárceles que los EEUU buscan imponer en todo el mundo) hasta parece que no fuera tan malo.

Recuerdo un caso muy particular sobre el cual ya nos habíamos interesado en el 2015 cuando impulsamos una Carta Humanitaria por Setenta y Un presos colombianos en grave estado de salud30: un muchacho, Oscar, no vidente y con un brazo amputado que permanece en prisión sin ninguna consideración especial sobre su estado de salud y sobre el cual, el Juez Camilo Ernesto Becerra (primera instancia de Tunja capital del departamento Boyacá) dice no saber si es de las Farc a pesar de haber sido condenado a cua- renta años por supuestas acciones de la insurgencia. Ese patrón de conducta se repite en muchos casos de un modo que consuma una burla cruel del Poder Judicial al proceso de paz: primero el Estado impuso un tramite judicial cuando una amnistía se define en un acto político como nosotros conocimos en mayo de 1973 cuando el Congreso ordenó la libertad de todos los presos políticos (inclu-

30http://libertadparalasmariposas.blogspot.com.ar/2015/07/sos-carta- humanitaria-por-la-libertad.html

yendo a todos en una lista explicita) y salieron en la misma noche de la votación, luego los Jueces no aceptaron como valida la lista de las Farc si no venía acompañada de un certificado del Comisio- nado de Paz (que es un órgano estatal previo al Acuerdo y que fue parte del dispositivo estatal contrainsurgente) y luego los mismos Jueces dudan de la doble certificación de la identidad política con razones grotescas que no reciben el repudio del gobierno ni de la Comisión Tripartita de aplicación de los acuerdos. En los diálo- gos con los presos que permanecen en el Penal de Chiquinquirá y el espacio penal del Veredal Transitorio para la Normalización de Mesetas, así como con los recién liberados, pude comenzar a entender el modo de vivir la cárcel y la libertad de estos compa- ñeros muchos de los cuales han pasado o llevan diez o quince años de encierro, contando con menos de cuarenta años de edad. Toda una vida en las Farc, la mitad de ella en prisión. Pero de lo que aprendí sobre la militancia guerrillera, sobre las historias de vida que estoy conociendo escribiremos en la próxima nota. Ahora, para todos lo decisivo para que el proceso no se tranque (como tantas otras veces en Colombia y América Latina) es asumir la lucha por la Paz como propia y la libertad de los presos el paso indispensable que demuestre la voluntad del estado y que no hubo mala fe al momento de la firma de los acuerdos. En esta batalla se juega buena parte del futuro de la democracia de Colombia y de nuestra América. Seamos con el Che en las acciones solida- rias, honremos la tradición sanmartiniana y bolivariana. Es nuestra hora de actuar.

Retrato breve de dos guerrilleros de las Farc: Javiero y Luciano. Uno liberado, el otro encerrado en la Cárcel de Chiquinquirá

crónica escrita en Bogotá el 1º de julio de 2017

Si en la Argentina uno pregunta por Jairo Lesmes difícil es que al- guien lo conozca, pero si menciona al “colombiano de las Farc, Ja- vier Calderón” muchos les dirán que lo conocieron en los noventa y que hubo un fiscal, Alberto Gentile, que intentó involucrarlo en una absurda causa (por la cual perdió el puesto de jefe de la unidad fiscal de lucha contra las drogas peligrosas UFIDRO en el 2006) junto a Hebe de Bonafini, Patricio Echegaray y otras muchas per- sonalidades del movimiento popular que de verdad lo trataron y supieron de su dimensión política y humana.

Javiero fue “amablemente” expulsado cuando Bush lanzó la guerra total contra la insurgencia y el gobierno fantoche de Me- nem, que lo había acogido como diplomático que era, le pidió que se fuera. Javiero volvió a su Colombia, pero no a su puesto en la Compañía Coltabaco en la misma Bogotá donde había nacido y vivido. Javiero entró muy joven a trabajar en la fabrica de ciga- rrillos más grande de Colombia donde por su compromiso con los derechos de todas y todas se afilió a la Juventud Comunista de Colombia y luego se convirtió en dirigente sindical de su fabrica, del sindicato tabacalero y de la misma Central de Trabajadores de Colombia.

A mediados de los ochenta, en uno de los tantos ciclos de exterminio de la militancia obrera, popular, de las izquierdas, que de tanto en tanto le duele a Colombia, ante la evidencia cierta de que los paramilitares y los Servicios Secretos lo habían incluido en una de esas listas de futuros asesinados o desaparecidos, decidió no esconderse sino subirse a la montaña para pelear en las Fuer- zas Armadas Revolucionarias de Colombia. Le fue a comunicar

su decisión al entonces secretario nacional de organización del Partido Comunista Colombiano, Teofilo Forero (también diri- gente sindical metalúrgico y fundador de la Central de Trabaja- dores Colombianos, asesinado en 1989), quién primero trató de convencerlo, luego acordó con él, pero le propuso que pasara un curso de un año en la Unión Soviética, a lo cual Javiero se negó. Me dice ahora que tomar aquella decisión ya era demasiado difícil para postergarla por lo cual, de aquella entrevista pasó por su casa para cerrarla y llevarle la llave a su madre que viviría allí por más de veinte años hasta su muerte .

Ahora, estamos en esa, su casa, en la zona sur de Bogota, en un barrio muy bonito que se llama Villa Los Sauces que se comenzó a construir como resultado de la negociación entre las Farc y la familia, muy poderosa, de una de sus retenidas por razones econó- micas: las Farc pidieron una suma para sostener la insurgencia y la construcción de un conjunto de casas para entregar a trabajadores sin techo, y lo logró. Así Javiero, hombre de la ciudad, culto, de costumbres y modos muy urbanos, amante de la música, las plan- tas, el teatro y los libros, se subió a la montaña,

En cambio Luciano nació en la montaña, no vivió en ciudad alguna y cuando mataron a su familia en un paraje campesino, aterrado por las incursiones del Ejercito, a los doce años se fue con los guerrilleros y nunca se arrepintió. En su vereda31 no había escuela alguna y aprendió a leer y escribir con la guerrilla, igual como aprendió todo lo que sabe de ciencias sociales, histo- ria y geografía. Por unos doce años fue parte de una Unidad de Orden Publico que casi no entraba a los pueblos y combatía casi continuamente. De vez en cuando su unidad pasaba por algún pueblo, y hasta cruzó por algunas ciudades grandes hasta llegar a DF México en alguna tarea que le encargara su organización, pero no se detenían mucho. Como Luciano, la inmensa mayoría de los

  • la vereda colombiana es un paraje poblado pequeño y con pocas casas campesinas.

combatientes de las Farc es de origen campesino e ingresaron muy jóvenes en la insurgencia armada de modo tal que “su familia” son los compañeros y parte del proceso de paz será aprender a vivir en las condiciones “normales” de los campesinos colombianos, sin la comida, la salud, la recreación y la seguridad que tuvieron durante los años de insurgencia armada en la que las Farc llega- ron a convertirse en algo así como un pequeño Estado paralelo y autosuficiente.

En una de las tareas asignadas por el Mando, de reconocimien- to del terreno donde era fuerte el Estado, no en combate, fue atrapado en Bogotá, por una filtración de una llamada telefónica. Lo asaltaron a las dos de la madrugada, fue maltratado y torturado por las unidades especiales, luego sufrió un montaje judicial y pasó los siguientes diez y seis años en las Cárceles de Mediana y Alta Seguridad, incluida la tenebrosa Tramacúa, que el estudioso y mili- tante de Tucson, EE.UU., James Jordan dirigente de la Alianza por la Justicia Global32 , afirma que fue la primera construcción del Proyecto Imperial Carcelario que los EE.UU. luego instalaron en Guantánamo y extendieron al “mundo libre” colonizado por ellos. El proyecto penitenciario combina un desprecio absoluto por los seres humanos, basado en el concepto antijurídico del “derecho del enemigo” que considera a los “terroristas subversivos” como seres que no son sujeto de derechos y por ello se los puede tratar como enemigos a exterminar. Aislamiento, agresiones, hostilidad continua, la atención medica al servicio del exterminio planifica- do, permisos para los paramilitares presos para que asesinen a los militantes populares, casi todos los servidos de salud, alimenta- ción, etc. terciarizados y privatizados, son algunas de las carac- terísticas de este proyecto que en Colombia ahoga a unos ciento cincuenta mil ciudadanos y ciudadanas, de los cuales unos siete mil cayeron por razones de lucha social, política o montajes afines a la lucha contrainsurgente. Según James, ahora mismo, se están

construyendo dieciséis establecimientos en América Latina y ha- bría que pensar, piensa mal de los dominantes y acertarás decía un revolucionario salvadoreño, que las críticas de hoy en Argentina al sistema penal está preparando el terreno para que “renueven” el sistema penal con la “ayuda” de los Yankees que ya están dictando cursos de formación a los penitenciarios y policías de la Argentina.

Luciano, con sus cuarenta años, espera sereno y paciente, que se cumplan los Acuerdos de La Habana, empezando por la ley 1080 de Amnistía aprobada por el Poder Legislativo a finales de diciembre de 2016. La cárcel de Chiquinquirá, en cuyo patio seis, se encuentra desde hace unos meses, le parece un avance impor- tante por el grado de libertad que tienen en el patio, la posibili- dad de compartir con sus compañeros guerrillero y acelerar su formación política para la nueva etapa. Me cuenta que todas las mañanas estudian y discuten las tesis para el congreso que las Farc han convocado para agosto a fin de decidir si formarán un partido o movimiento político, su nombre y definiciones tácticas. Orgulloso, me cuenta que están organizado en células partidarias de doce compañeros, tal como era en la montaña, y que para él la disciplina, la cohesión política y la unidad fraterna es lo principal para conquistar una paz verdadera para lo cual espera estar libre de una vez.

El que salió en libertad por los acuerdos de La Habana fue Javiero, estuvo ocho años en un penal de alta seguridad víctima de un montaje judicial que pretendían transformar en un escándalo mediático. Cuenta que luego de pasar los primeros años en la montaña, de luchar con empecinamiento para adaptarse a la vida guerrillera, a los retos de entrar en combates mano a mano contras las fuerzas estatales aunque siempre su aporte más apreciado por todos, y que a él más le gusta, son los talleres de formación política y humana. Con picardía recuerda un momento muy particular en uno de esos talleres.

En el 2003, Javiero andaba por el Caquetá, en la unidad gue-

rrillera que comandaba el Paisa33, Hernán Darío Velásquez Salda- rriaga, la famosa unidad Móvil Teofilo Forero (nombrada así por el dirigente comunista del que hablamos más arriba) que realizó algunas de las acciones más audaces y espectaculares de aquellos años. Javiero estaba dictando un taller muy cerca de donde estaba el mismo Comandante Paisa con el radio con que se comunicaba con sus unidades. Como el espacio era compartido todos habla- ban bajo pero algo se escuchaba de unos y otros. De repente se escucha, en un susurro, que una unidad que ha iniciado el regreso al campamento, porque había fracasado la operación originaria, le informa al Comandante que avistan un avión espía que daba vuel- tas muy bajito en círculos sobre la porción de la montaña/selva por donde ellos se estaban movilizando. El Paisa, imperturbable, ordena que le tiren con los fusiles y armas livianas que llevaba la unidad móvil y en un momento comienza a gritar, alzando los pu- ños, “le dimos” “le dimos”. Los guerrilleros que asistían al curso comenzaban a dar vuelta la cabeza entre el “profesor” Javiero y el Comandante Paisa. Javiero, primero intentó mantener la discipli- na pese a todo, y superando su propio deseo de saltar celebrando el hecho inédito de derribar un avión, y dar una lección inesperada de serenidad y concentración a sus “alumnos”, pero la tensión y la ansiedad va en ascenso hasta que, y ahora que lo cuenta vuelve a sonreír, les dice que van a “adelantar” el recreo veinte minutos y que pueden descansar.

Todos saltan alrededor del Paisa y del Javiero que disfrutan de unos de esos momentos soñados en las largas noches de caminata nocturna donde para no hablar ni realizar ruido alguno la cabe- za recuerda los hechos futuros que todos quisieran protagonizar: tumbar un avión espía con un rifle!, como si fuera fácil. El epi- sodio se hizo muy mediático porque en el avión volaban especia- lista en espionaje electrónico y aéreo de los EE.UU., los agentes Marc Gonsalves, Thomas Howes y Keith Stansell de quienes “el

  • se dice así a los nacidos en Medellín, Colombia

columnista del diario estadounidense The Washington Post los identificó como contratistas de la firma California Microwave Systems. Agregó que funciona- rios de la Embajada en Bogotá le dijeron que hacían una operación de inteli- gencia electrónica. Microwave Systems es unidad operativa de la corporación Northrop Grumman, de Baltimore (Maryland), que la adquirió en abril de 1999. Se especializa en reconocimiento aéreo y sistemas de observación (dentro de los cuales hay radares y sistemas electro-ópticos); sistemas de comunicación satelital en tierra, y planeación de misiones especiales que aseguren el éxito en las misiones. Presta servicios militares y otros para agencias gubernamentales estadounidenses y para organizaciones internacionales de defensa” tal como publicó en febrero 2003 el oficialista diario colombiano Tiempo (www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1032597). Los agentes norteamericanos permanecieron en manos de la guerrilla hasta el 2008.

Javiero salió de Colombia en los noventa y como parte de una ofensiva diplomática, fue designado representante en la Argentina donde desplegó una amplia labor por la cual muchos lo recuerdan a tantos años. Cuando Menem le “pidió” que se vuelva, subió de nuevo a la montaña hasta que fue capturado en el 2008 cuando se produjo el episodio mediático frustrado. Cuenta que al cabo de algunos días de su captura, interrogatorios, torturas y demás rutinas, lo llevan a un salón enorme que el Ejercito tenía en un edificio de varios pisos, era un centro de prensa militar y al entrar Jairo ve una cantidad de cajas y bultos (que pretendían falsamente haber secuestrado del lugar donde fue capturado) y a una famosa periodista de nacionalidad española que funge como una de las cabezas del sistema comunicacional contrainsurgente, entonces Jairo, en manos de sus captores armados, solo en medio de un salón repleto de militares, funcionarios estatales y diplomáticos, comienza a gritar que es un insurgente por la libertad de Colom- bia y que lo han secuestrado para armar un montaje escandaloso. El diario El Espectador contó así el episodio: “Somos Farc, ejército del pueblo…viva el comandante Alfonso Cano el jefe de las guerrillas”, gritó

Lesmes Bulla en el momento en el que era presentado a la prensa. Force- jean un rato hasta que un alto jefe militar grita que lo saquen y se lo llevan alzado en el aire, pegando Jairo gritos y patadas al aire. Le contaron luego que estaba previsto que el mismo Uribe vaya al show y que pensaban adjudicarle cada una de las acciones de la Teofilo Forero. Y así lo registró el mismo diario: “Esta es una de las pocas ocasiones en que detenidos señalados por las autoridades de ser miembros del grupo guerrillero, admiten ser parte de las Farc, Lesmes Bulla continuó su arenga por varios minutos antes de ser retirado de la sala por agentes armados con fusiles”34.

No supe nada de él desde que me despedí en 1999 para co- menzar un viaje por los estrados españoles, ante Baltazar Garzón en 1999, y argentinos en el 2002, que terminaría con la condena del Juez Federal Víctor Brusa en el 2009. En el 2015, en otro viaje a Colombia supe que Javiero estaba en muy mal estado de salud, agonizante casi, y junto a otros compañeros del movimiento de derechos humanos, y el apoyo decisivo del premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, lanzamos una Carta Humanitaria por los Setenta y Un presos políticos en grave estado de salud. A uno de ellos, Os- car lo encontré en el patio seis de Chiquinquirá, sigue allí a pesar de estar ciego y tullido de un brazo. A Javier, ya en libertad, le cu- raron la tuberculosis no diagnosticada en la cárcel y hoy está feliz con sus nuevas tareas, es parte de la comisión mixta (estado, Farc) que discute como preservar el medio ambiente que los guerrilleros conservaron por cincuenta años y que no quieren que la paz (la neoliberal y de negocios extractivistas) que sueña Santos, destruya los lugares por donde anduvieron por décadas. Vive en el Veredal La Variante en Tumaco, Nariño, donde están sus compañeros de la Unidad Mobil Teofilo Feraro y el Comandante Paisa, en el sur del país, y cuando viene a Bogotá, se aloja en su casa llena de plan- tas y flores, como si fuera la montaña que tanto ama. Me cuenta

que en el Veredal armó su alojamiento entre las plantas y abierto al aire libre, como siempre le gustó vivir. Libre entre sus hermanos.

Luciano sigue en Chiquinquirá y es uno de los mil cuatrocien- tos presos políticos de las Farc que realizaron una huelga de ham- bre de tres días para visibilizar el incumplimiento de los acuerdos de La Habana.

Ojala que sus historias, la breve parte que puedo contar, con- muevan la humanidad de todos y que al menos entierren el mito de la narco guerrilla que los Servicios Secretos Colombianos for- jaron y que los medios de todo el mundo, incluido más de un intelectual y político de izquierda, repitieron como loros. Hace un año que las Farc no opera militarmente ni domina territorios y el negocio de las drogas ilícitas no solo se mantiene incólume sino que crece como uno de los efectos no deseados (al menos por el movimiento popular) de los acuerdos, igual que el del paramilita- rismo. Lejos de terroristas sanguinarios o narcotraficantes, los guerrilleros que yo conocí en Bogotá, en el Penal de Chiquinquirá, en el Veredal Transitorio de Normalización Buena Vista, cerca de Meseta, Meta, son compañeros de carne y hueso, humanos como el que más, con personalidades y opiniones tan propias como en cualquier lugar del mundo. Claro que con una vida de compro- miso indoblegable que los hace más humanos y queribles para quienes la imagen de Bolívar abrazándose a San Martín o la del Che entrando en La Habana con Fidel y Camilo son algo más que una bella foto para un póster. Son un llamado a la rebeldía y la solidaridad. De esto se trata en estas crónicas de un viaje a los presos y los ex combatientes de las Farc.

Colombia, un informe sobre violación a los derechos humanos y la cuestión de la verdad en Friedich Hegel

“la más alta madurez y el grado más alto que cualquier cosa puede alcanzar, son aquellos que empieza su ocaso .

Esto es cuando se logra desplegar al máximo las contradicciones de un momento, es cuando este es efectivamente conocido y al mismo tiempo deja de ser lo que era”

Friedich Hegel35

crónica escrita en Buenos Aires el 12 de julio de 2017

Luego de visitar un Penal y una Zona Veredal Transitoria de Nor- malización; luego de conversar y fraternizar con decenas de guerri- lleros presos, libres o en zonas veredales, de conocer y recibir in- formes y opiniones de dirigentes religiosos, políticos y de derechos humanos y de conversar con algunos funcionarios judiciales y ad- ministrativos es la hora de dar una opinión que muchos requieren:

¿A donde va Colombia, cuál es el significado real del actual proceso de “implementación” de los Acuerdos firmados en La Habana lue- go de años de diálogos y negociaciones secretas y publicas, bilate- rales y compartidas con las organizaciones sociales y otros Estados y organizaciones internacionales, vamos a alguna forma de paz o a alguna forma de genocidio? En la sede de Marcha Patriótica, movimiento de convergencia de múltiples organizaciones sociales de base (dispersas y aisladas por razones ajenas a su voluntad en el periodo álgido del conflicto armado) de cuya fundación fui testigo presencial en el 2012, su responsable de derechos humanos, Cris- tian Delgado, nos brindó un exhaustivo informe sobre la violación

  • citado en “Todas las cosas son un juicio”. Juan Serey, Revista Opinao Filosófica, 2014, Porto Alegre

de los derechos humanos en el periodo de las negociaciones y pues- ta en marcha de los acuerdos, los números impactan e impresionan. Comencemos por allí, con textuales de su informe sobre violacio- nes de derechos humanos entre el 29 de agosto de 2016 y el 29 de enero del 2017: “Paradójicamente, mientras las víctimas combatien- tes en medio de la confrontación armada entre las Fuerzas del Estado y la guerrilla de las FARC-EP se redujeron en un 100%, las víctimas civiles, producto de la violencia socio-política se incrementaron ex- ponencialmente. A lo largo de los últimos cinco años, se ha podido evidenciar que dicho incremento tiene una relación directamente pro- porcional con los avances del Proceso de Paz y la negativa de sectores

de la ultraderecha a permitir que dicho proceso se materialice”

Como ya se señaló, la comisión Nacional de Derechos Humanos de Marcha Patriótica, documentó 317 violaciones a los derechos humanos por parte de grupos relacionados con el fenómeno del paramilitarismo, tal como se presentan tipificadas, en la tabla 1: Violaciones de DDHH relacionados con el fenómeno del paramilitarismo 29 de Agosto/16 – 29 de Enero/17

TipificaciónCantidad
Amenaza130
Asesinato51
Seguimiento y hostigamiento41
Estigmatización18
Inoperancia de la Fuerza Publica18
Atentado13
Hurto9
Ocupación territorial paramilitar9
Extorsión6
Lesiones personales6
Desplazamiento forzado7
Desaparición forzada5
Reclutamiento forzado3
Tortura2
Retención ilegal2
Artefactos explosivos S.E1
Intento de allanamiento1
Agresión sexual1
Despojo1
Daño en bien ajeno1
Persecución política1

“Muchas de las organizaciones expresan su preocupación por el alto grado de impunidad que se mantiene en materia de inves- tigación y sanción jurídica para los responsables de estos hechos. Las comunidades se han convertido en sus propios investigadores y agentes criminalísticos, realizando actividades de investigación, recolección de pruebas y testimonios como parte de su ejercicio autónomo de denuncia. En los casos donde han sido asesinados campesinos en zonas rurales, las organizaciones sociales son quie- nes entierran los cuerpos, sin la actuación del ente investigativo correspondiente que permita la apertura efectiva de la investiga- ción con la recolección de pruebas idóneas para cada caso. Esta situación incentiva a los actores ilegales y los agentes del Estado, a repetir dichas acciones criminales, que se profundiza con la au- sencia de investigaciones disciplinarias (por la acción u omisión) de los funcionarios y servidores públicos vinculados a los hechos.” La violación de los derechos humanos, con centro en la persecu- ción, estigmatización, amenazas y agresiones que en casos con- llevan la muerte de los dirigentes sociales y populares, continuó durante todo el 2017, hasta ahora mismo.

Según el dirigente nacional de Marcha, se perpetraron sesen- ta y tres asesinatos de lideres sociales ese año, con lo que solo de Marcha Patriótica se computan ciento treinta y seis dirigentes asesinados desde su constitución en el 2012. También compu- tan nueve asesinatos de familiares de guerrilleros que hicieron dejación de armas y cuatro guerrilleros que vivían en las Zonas Veredales Transitorias de Normalización. Todo ello vinculado a la constatación que en las zonas rurales (incluidos unos quinientos poblados) que estaban bajo control territorial de las Farc por años, y hasta décadas, en los que se produjo el retiro de la organización político militar, el Estado sigue ausente y se denuncian muchos casos de instalación de fuerzas paramilitares asociadas con el nar- cotráfico.

En un reportaje con el Espectador36 sobre la huelga de ham- bre de los presos políticos que siguen privados de su libertad a pesar de los Acuerdos de La Habana, de la Ley de Amnistía de diciembre del 2016 y de diversas actas compromisos, dice el Co- mandante Jesús Santrich ante la pregunta: Ya hay respuesta por parte del Gobierno? “Esto sólo tiene tres días. Estábamos en la fase de culminar la dejación de armas, entonces no he tenido noticias de cuál sea la repercusión de la huelga, pero hay más de

1.400 guerrilleros que están en protesta. Ya hay compromisos que están en actas. Ahí se dice que el Estado, incluyendo las cortes, acelerarán los procesos de liberación. Todavía no hay nada, ni si- quiera una decisión sobre el tipo de procedimiento administrativo que permita cumplir lo acordado. Eso es una grave violación al principio de pacta sunt servanda, a la buena fe del Acuerdo, que tiene connotaciones nacionales e internacionales.” Y eso se suma al incumplimiento en la construcción de zonas veredales… “Ese es el primer gran incumplimiento. Después de seis meses, la mayor parte de las construcciones no están terminadas y en las que ya existen se viven situaciones tan deplorables que parecen campos de refugiados. El Acuerdo tiene características de estar en etapa de renegociación: hay inseguridad jurídica, no hay condiciones de se- guridad personal, porque el paramilitarismo ha rodeado las zonas veredales, y tampoco hay garantías de tierras para adelantar proce- sos productivos que permitan la supervivencia de excombatientes y la comunidad.”

Es decir, ¿las Farc firmaron un cheque en blanco?

“Se supone que en el momento en que se suscribió el Acuer- do estaba la ruta clara, nítida. Lo que pasa es que se contaba con que era un compromiso de Estado, no de Gobierno, pero se ha producido un incumplimiento de la política de Estado. Nosotros tenemos todo claro porque está pactado y hay principios, como

el de la buena fe. Hay un ordenamiento constitucional que te dice que la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento, entonces, lo que habría es un desconocimiento, incluso del orden y los principios normativos de carácter internacional.” ¿Cómo ve el panorama político en el Congreso para la aprobación de pro- yectos de paz?   “El tema es de Estado. Nosotros no podemos ir a los avatares del interés parlamentario o de cada juez. Debe haber una concepción clara de país y de democracia. Si la democracia es el desconocimiento a la palabra, estaríamos marchando hacia el abismo, no tendríamos ninguna garantía del Estado de derecho en el país.”

¿Tropiezos o estrategia perversa?

La acción colectiva de los presos políticos en demanda de su liber- tad ha tenido la virtud de romper el muro de silencios y falsedades sobre el proceso de paz: el cumplimiento dispar, con el riguroso respeto de las Farc a los acuerdos y el más que insuficiente por parte del Estado en todos los temas que ya deberían estar en mar- cha: libertades, vivienda digna para los guerrilleros que hicieron dejación de armas, entrega de tierras para que trabajen, desmonte de los grupos paramilitares y cese de la persecución política a los vinculados a la insurgencia de las Farc y de todo militante social o político genera una discusión entre los partidarios de la paz que se puede resumir en dos hipótesis muy contundentes: ¿estamos ante un tropiezo o una estrategia perversa? Es decir, ¿los problemas derivan de la división del bloque de Poder (uribistas y santistas, para ser simples y seguro esquemáticos) que, desde el Plebiscito ganado por los belicistas, se bloquean mutuamente y dan como resultado este camino tan trabado y lento hacia la paz pero que fi- nalmente se abrirá paso y lograra el cumplimiento de los acuerdos y objetivos; o, por el contrario, Santos y Uribe siempre fueron las dos caras del mismo sujeto neoliberal y genocida que preparó una gran trampa para desarmar la insurgencia de las Farc, instalar una Paz de los Cementerios para acelerar los negocios de los grandes

grupos económicos internacionales (sobre todo los vinculados al modelo extractivista: petróleo, minería, gas, palma africana, car- bón mineral, etc.) y exterminar las fuerzas de la resistencia popular por décadas? Estando en Colombia uno puede escuchar profun- dos y documentados discursos que sostienen uno u otro curso del pensamiento.

Jesús Santrich lo dice a su modo tan particular: “La guerra su- cia sigue: hay dirigentes populares asesinados, también militantes de las Farc o sus familiares. Lo único que tenemos garantizado es un par de tiros en la cabeza.” e Iván Márquez dice las dos hipóte- sis al mismo tiempo en un reportaje de Semana: “Estamos seguros de que después de ver que nosotros hemos cumplido, el gobierno va a cumplir. Además, antes del 10 de julio debe empezar a funcionar, de manera gradual, la segunda misión de la ONU que justamente garantizará que se honren los compromisos en materia de reincorporación y de garantías de seguridad para los excombatientes y los territorios. La primera misión verificó el cese del fuego y de hostilidades y la dejación de armas, por lo tanto, estuvo enfocada sobre todo en las Farc. Ahora hay que mover el foco y alumbrar lo que está haciendo el gobierno. SEMANA: ¿Temen que los maten?: Tenemos ciertas amenazas contra nuestras vidas, información que ya le hemos trasladado al gobierno. Y desmontando las maniobras de presentar divisiones en la dirección de las Farc entre Santrich y el resto del Secretariado dice Márquez: Vengo de recorrer varias zonas de transición y puedo decir que los guerrilleros esperan que el gobierno pase de las promesas, de lo que está escrito, a los hechos. Necesitamos hechos en asuntos tan centrales como la seguridad jurídica, física y socioeconómica. La Ley de Amnistía, después de seis meses, no encuentra el camino de su aplicación plena. Esto es grave porque no da la confianza necesaria entre los guerrilleros. Sin embargo, a pesar de las dificultades nosotros creemos que el presidente va a cumplir su palabra, que no va a cambiarle una coma al acuerdo y que está comprometido con el proceso de paz. SEMANA: Jesús Santrich está en huelga de hambre por la amnistía, ¿tiene su respaldo? Yo respaldo lo que ha hecho Jesús Santrich. Él está asumiendo una actitud valiente en solidaridad con los presos que deberían estar libres por una amnistía que se aprobó hace seis meses. ¿Quién responde

por esta denegación de justicia? ¿El Consejo Superior de la Judicatura? ¿Los jueces de ejecución de penas?37

Me atrevo a hacer, respetuosamente, desde la doble humildad de quien en los años setenta entendió (como el partido al que per- tenezco) que la vía de lucha debía ser la de masas y por los medios más legales que se pueda y es parte de un movimiento popular y una izquierda que en cien años de existencia no ha podido forjar una alternativa verdadera ni consolidar proceso de cambios pro- fundos algunos, dos reflexiones.

La primera es advertir sobre una nueva ilusión producto de la fetichización (la cosificación, la idealización por fuera de las rela- ciones sociales y de lucha de clases) de los acuerdos, los papeles, lo escrito y firmado, lo legal y exigible en los Tribunales e ins- tancias internacionales que tienen un valor extraordinarios para exigir su cumplimiento, como puntos de articulación de alianzas extremadamente amplias y generosas, pero que no son automáti- cas ni “están condenadas al éxito”. Y sobre todo en Colombia, donde cincuenta años de conflicto armado han hecho de la estra- tagema militar de “inteligencia” moneda corriente y naturalizada. Engañar para secuestrar, capturar o asesinar ha sido la práctica del Estado y de los grupos sociales que lo han gestionado y aún continúan haciéndolo.                Ninguna ilusión cabe con el Estado, los grupos económicos, los jueces y operadores judiciales, etc. etc. etc.

La segunda es superar todo fatalismo, si nada está seguro, nada es imposible. Ni la libertad, ni la paz, ni la conquista de una de- mocracia con sustento social y contenidos populares. Enormes energías radican en el pueblo colombiano, en sus sectores campe- sinos, afro descendientes, en su juventud de las veredas, pueblos y ciudades, en sus obreros y estudiantes, en sus intelectuales. La verdad no está cristalizada ni en la convicción de la “trampa” ni en la ilusión ingenua de la “paz acordada” y por ello irreversible, la

37http://www.semana.com/nacion/articulo/ivan-marquez-habla-sobre-lo-que- sigue-para-las-farc/530875

verdad está en el despliegue de la lucha popular por la vida digna y en paz. Como en una esfera de vidrio puesta al sol, una mirada atenta sobre la Colombia real de estos días muestra las dos ten- dencias, las dos Colombias, las dos perspectivas y cuál de ellas se abrirá paso no está escrito en ningún texto divino o científico sino en las luchas mismas de los que sostuvieron tantos años la espe- ranza en una vida mejor y que hoy deberán multiplicarse y trans- formarse para cambiar esta vida, en este siglo, en esta América y en este mundo. Los que crecimos leyendo a Gabo y aprendimos a amar a Manuel y Camilo, como encarnación de miles y miles que lucharon por ellos y por nosotros, estamos y estaremos a su lado. Que es el nuestro. El de la verdad conquistada con los puños y el corazón

Nace la Marcha Patriótica del pueblo Colombiano, una gran victoria sobre la muerte y el horror, un salto cultural de la izquierda latinoamericana

Escrito en Bogotá el 26 de abril de 2012

Bogotá es una ciudad hermosa pero desarticulada totalmente por las torpezas interesadas (un gran negociado que terminó con la go- bernación del Polo Democrático y un grupo de funcionarios pre- sos por corrupción) de quienes debían reparar avenidas y plazas. Cuesta moverse de un lado para otro y no es fácil cruzarla al medio día. Y además es una ciudad ocupada militarmente. Así como lo digo: policías armados con fusiles de grueso calibre, armas de asal- to y uniformes de esos que uno veía en las Tortugas Ninjas y que también usan las tropas especiales de Santiago de Chile, de Buenos Aires o Asunción, que en eso no hay muchas diferencias. Pero aquí son todos, y están ocupando todos los espacios con la convicción de quien se siente dueño de la democracia, del gobierno, de la si- tuación. Es que cincuenta años de conflicto social y armado no dejan de modelar casi cada uno de los aspectos de la vida humana de este gran país. De pronto uno comprende que Gabriel García Márquez y Botero no hicieron más que recrear artísticamente una realidad desconcertante, desmesurada, agobiante a veces, loca de la mejor locura –esa que animó al Che o a Ho Chi Minh- otras.

En los últimos años, la derecha colombiana, el stablishment, el bloque de poder tan articulado económica, cultural, política y militarmente con los yankees (acaba de entrar en vigencia el TLC que prepararon por años y que legitima la subordinación colonial del país hacia el Imperio) no dejo de lograr victorias: golpeó una y otra vez los intentos de establecer una negociación política con la insurgencia, frustró varias veces liberaciones unilaterales de las FARC y asesinó a una serie de Comandantes históricos de esa fuerza, Alfonso Cano, Raúl Reyes, el Mono Jojoy, creando una imagen triunfalista que se completó con el cambio de imagen:

Santos, el político liberal dueño de grandes medios de comunica- ción y de un apellido ilustre reemplazando al impresentable Uribe, paramilitar y narcotraficante. Santos hablando de derechos huma- nos, promoviendo leyes de reparación y de devolución de tierras (hay cinco millones de campesinos desplazados por el conflicto al que le arrebataron las tierras), sumándose al Unasur y mostrándo- se amigo de los gobiernos progresistas de la región que le regala- ron la secretaría del espacio de articulación regional más potente. Para los observadores “objetivos” de derecha y de izquierda, para los analistas de los servicios de inteligencia y de las Cancillerías no había dudas: las Farc estaban desarticuladas y en proceso de ex- tinción y la sociedad civil colombiana había entrado en un dialogo virtuoso con Santos del que iría conformándose la sociedad post conflicto que daría patente de democrático al gobierno colombia- no. Y de repente, cuando nadie de estos sectores lo esperaba, pero organizado pacientemente por años, nacida de cada gota de sangre derramada y de cada metro de tierra arrebatada, surge un movi- miento de confluencia de procesos de resistencia múltiples: del movimiento estudiantil que frenó la reforma educativa y se unió por encima de sectarismos y divisiones históricas; del movimiento campesino que resurge y resiste a pesar de los millones de despla- zados y de los miles de desaparecidos y asesinados (al comenzar el congreso de Marcha Patriótica se denunció la desaparición forza- da de Hernán Díaz, dirigente campesino del Putumayo, abocado a organizar la delegación), del espacio de la cultura y el arte que se niega a corromper por la moda dominante, de los barrios y terri- torios y de la izquierda orgánica que estaba en el Polo y otros que hasta ahora se negaban a toda forma de lucha política abierta; y todo estos sectores mostrando un cambio cultural colosal (al que habrá que volver en otras notas) donde el posibilismo, el vanguar- dismo, la construcción desde los referentes y el espacio estatal, están seriamente dañados y dan lugar a nuevos valores culturales más cercanos a la unidad de las izquierdas, la pluralidad entendida como fortaleza, el antiimperialismo como ideología del cambio y

una mirada atenta a la correlación de fuerzas nacional y regional. Y de pronto, cuando nadie lo esperaba, ochenta mil compa- ñeros invaden Bogotá pacíficamente y caminan por las calles, pa- san por medio de los miles de policías militarizados, desoyen las provocaciones que todo el día afirma por la tele y la radio que el Comandante Iván Márquez, del secretariado de las Farc, vie- ne marchando con los campesinos, no se dejan arredrar por las descalificaciones de la presidenta del Polo que los ningunea, no se dejan afectar por las diferencias que tienen entre sí y caminan. Bajan de la montaña y suben por los ríos, cruzan Colombia de norte a sur y de oeste a este, y llegan a la hora señalada al punto exacto: a las dos de la tarde a la Plaza Bolívar, frente a la casa de Gobierno para encontrarse y abrazarse, para levantar los puños y volver a decir que ni un minuto de silencio por los compañeros muertos por el enemigo y toda una vida de lucha para vengarlos y para sentarse a comer el platillo de comida y de pronto saltar de alegría porque está hablando una mujer, una negra, una como ellos que les habla en el mismo idioma que ellos y les dice que ya está, que ya llegaron y que nada va a ser igual en Colombia. Y les creen porque a Piedad Córdoba hay que creerle. Basta mirarle a los ojos para creerle. Basta ver sus ojos flameando de ardor cuando de- nuncia un asesinato para creerle. Basta verle en medio de la selva, rodeada de militares y gringos, liberando retenidos para creerle. Basta verle hablar con cada militante de igual a igual para creerle. Ese mismo día, de tardecita, Santos cambió el ministro de In- terior. Puede ser que sea casualidad. O puede que no. Al otro día, la Junta Patriótica de la Marcha, empezó a trabajar para seguir construyendo la gran fuerza que imponga la paz y abra las puertas de una historia que ha estado cerrada más de cincuenta años. De- masiado tiempo, demasiado, hasta para un país donde la soledad dura cien años y las guerrillas cuarenta. Es el tiempo de la paz y el cambio revolucionario. Cierto que faltará tiempo para eso, pero la Marcha Patriótica ha puesto al pueblo Colombiano en marcha y

nadie lo va a detener. Ya no. Ya no. Ya no.

El derecho del pueblo colombiano a una paz que no sea la pax romana

Presentación al Foro por la Paz en Colombia a realizar en Porto Alegre, en mayo de 2013, a nombre de la Liga Argentina por los Derechos del

Hombre

in memoriam de Juan Camilo Lizarazo,

preso político asesinado con los “guantes blancos”

de la negación de atención medica

en abril de este año

escrita en Buenos Aires el 23 de mayo de 2013

Cuatro ideas para el debate

¿de qué paz hablamos? ¿de la pax romana o de la que surge de la vigencia de los derechos humanos?

la naturaleza del conflicto y la imposibilidad de equiparar el Ejercito y las fuerzas estatales con las insurgentes por definición y por derecho internacional la experiencia argentina contra la teoría de los dos demonios y la preten-

sión de igualar víctimas y victimarios, opresores y rebeldes la paz en Colombia, una causa americana

uno

Que la paz es un derecho humano casi es una obviedad pero no es tan obvio que cosa se entiende por la paz; de hecho, desde el nacimiento de la tradición cultural donde se afirma la civilización capitalista, se discuten dos conceptos de paz: la pax romana y la paz de Jesús concebida como la plenitud de las posibilidades vitales que se expresa en el shalom.

La primera es la paz de los vencedores, la paz de los cemen-

terios, la paz impuesta por la fuerza que convalida la injusticia y consagra la impunidad; esa paz que es la que pretende el Imperio y buena parte de los dueños del Poder en Colombia, es estéril y encubridora de un conflicto histórico, real y por ello, imposible de descartar o ignorar y que resurgirá de un modo u otro, más temprano que tarde.

La segunda, heredera y continuadora del discurso fundacional del primer cristianismo, es la idea que la paz es el modo en que se realizan los derechos populares y la dignidad humana.

En el Evangelio de Juan (14,27) se narra que Jesús al despedir- se le dice a su pueblo “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se aco- barden.” donde “el mundo” es el Imperio Romano y su paz, la que no es cristiana, es la pax romana, la paz sin justicia ni derechos humanos; es otra paz la que propone Jesús definida por su rechazo a los ricos y su proclamación de la igualdad entre las personas en una civilización donde muy pocos eran considerados iguales.

Por eso la primer discusión es qué tipo de paz queremos para Colombia: la pax romana o la que proponía Jesús. La paz que con- sagre la impunidad y la dominación política, económica y ambien- tal de los pueblos de Colombia por parte del Gran Capital o la paz que termine con la violación sistemática y masiva de los derechos humanos por parte del Ejercito y el aparato estatal de seguridad, incluyendo en un lugar destacado al sistema penitenciario, pero también de los paramilitares –no importa el nombre que asuman al renacer una y otra vez, cada vez más crueles y perversos.

Y si descartáramos todo fundamento ético o filosófico, valdría recordar que todos los intentos de imponer la pax romana en Co- lombia han fracasado una y otra vez por la obstinada resistencia del pueblo y la fuerza telúrica del conflicto ya ancestral para que nosotros vengamos a decir que estamos por la paz como un ca- mino para la libertad y la felicidad del pueblo, la paz como modo de hacer realidad los sueños independentistas de Bolívar y San

Martín, de Allende y el Comandante Guevara, de Eleiser Gaitán y Manuel Marulanda, de todos y cada uno de los miles y miles de colombianos y colombianas de las más variadas formas de pensar y de actuar que han bregado de todos los modos posibles para terminar con el conflicto armado y para terminar con las causas que originaron y alimentan este conflicto

dos

Decía Hegel que cuando un fenómeno finaliza se ponen a prueba los conceptos que intentaron dar cuenta de su naturaleza; por eso, al comenzar el proceso de conversaciones enfiladas a terminar el conflicto se vuelva una y otra vez a discutir la naturaleza del mis- mo y a su inicio. La derecha, en Colombia y en todo América Lati- na, tiene una misma explicación para todos los conflictos sociales (armados o no, prolongados o de corta duración): todo se originó en la intención de “imponer un régimen extraño al ser nacional”, a una “agresión subversiva comunista”, enmarcada en la guerra fría y justamente fue el fin de la guerra fría por implosión de la Unión Soviética y el llamado campo socialista, el que originó el discurso del “narco terrorismo” y la “degeneración” de la insur- gencia que muchos progresistas, por ignorancia u oportunismo, repetían como loritos en los años duros de la ofensiva de Uribe y el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU., al cual nunca hay que obviar en la discusión sobre la paz en Colombia puesto que sin su participación desde el comienzo mismo del conflicto, hace rato que la paz sería realidad.

Precisamente fue el fracaso de tantos planes de aniquilamien- to de la insurgencia el que obligó a un cambio discursivo, a una versión específica de la “teoría de los dos demonios” con que se pretendió justificar por vía de los excesos o efectos colaterales no deseados lo que en verdad fue y es un plan de aniquilación siste- mático estatal

Como casi todos saben el conflicto se originó por la acción asesina de la oligarquía colombiana que al ejecutar a Jorge Eliecer

Gaitán en 1948 no solo precipitó el Bogotazo sino una serie de enfrentamientos por la tierra que derivaron en una interminable serie de confrontaciones armadas que han pasado por toda clase de contingencias, de cambios en la correlación de fuerzas para uno u otro lado, pero no desaparecieron nunca ni siquiera cuando el Imperio del norte, embriagado por la borrachera exitista de sus guerras contra el terrorismo del siglo XXI, acumuló millones de dólares y agencias que lograron exterminar uno a uno a casi todos los miembros de la dirección nacional insurgente. Ignoraban lo que el sacerdote colombiano Camilo Torres había interpretado en 1965: entrevistado por la revista Marcha brindó su interpretación del surgimiento de las FARC que a la distancia nos resultan con- vincentes y coherentes con el pensamiento crítico de la época y de las nuevas ideas que crecían en la Iglesia Latinoamericana: “Las guerrillas en Colombia son mucho más que un problema policial o un proble- ma político. Son un problema social que toca las raíces mismas del país. Por eso no sirven las calificaciones morales para condenar la lucha guerrillera. Es lo mismo que el ejército: no podemos aprobarlo o condenarlo con calificaciones morales abstractas. Hay que ver a qué fines sirven unos y otros, guerrillas y ejércitos. Cuando todos los canales de ascenso social parecían cerrados para el campesinado y la estructura opresora de la sociedad colombiana inconmo- vible, las guerrillas vinieron a abrir, bien o mal nuevos canales de ascenso, y a través de su existencia decenas y cientos de miles de campesinos adquirieron conciencia de seres humanos capaces de decidir en la historia de Colombia, por primera vez. Quienes en nombre de la conservación social condenan el fenóme- no, deben antes explicar por qué las viejas estructuras no pudieron satisfacer esa necesidad.

En los años 60, la Revolución Cubana, con su accionar libera- dor puso más de manifiesto el carácter reaccionario y deshumani- zante de la dependencia de los pueblos hacia los Estados Unidos abriendo o profundizando todo tipo de debates, incluido el de la violencia. Pretender pensar aquellos años, y sus consecuencias mediatas al margen de aquellas discusiones no solo es metodoló- gicamente incorrecto, sino básicamente erróneo. La propia Iglesia

de Roma, conmovida por las tensiones desatadas convoca a un Concilio: el Vaticano II que transcurrió en cuatro sesiones realiza- das entre 1960 a 1965, iniciada por un Papa y concluido por otro que en 1967 da a conocer la encíclica Popolurum Progressium donde estampa una frase que hoy causaría espanto en el Vaticano del siglo XXI (y también en las jerarquías eclesiales argentinas y colombianas): “la violencia originaria, raíz y principio de todas las demás violencias sociales, es la llamada violencia estructural, la injusticia de las es- tructuras sociales, sancionada por un orden legal injusto y orden cultural ideo- logizado, que como tales constituyen la institucionalización de la injusticia”. Préstese atención al concepto de que “la violencia originaria, raíz y principio de todas las demás violencias sociales, es la llama- da violencia estructural” lo que no pocos interpretaron como un asumir la posición desarrollada por Carlos Marx en colaboración con Federico Engels a fines del siglo XIX que se podría resumir en la sentencia contenida en el Antidhuring: ”el poder, la violencia, no es más que el medio, mientras que la ventaja económica es el fin”, sabién- dose que los fundadores del comunismo como corriente política y pensamiento filosófico sostenían que para conquistar la igualdad real, ya no la formal proclamada por la Revolución Francesa de 1789 en su Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciuda- dano, reivindicaban la lucha de clases hasta lograr el poder popular que acabe con las condiciones materiales que permiten “la ventaja económica” y por ende “el poder, la violencia” como medio de

sostenimiento.

Conviene recordar que el derecho a la rebelión popular es aca- so el primero de los derechos de los pueblos consagrados en el mismo prologo de la declaración de la ONU del 48 cuando dice “Considerando esencial que los derechos humanos sean protegi- dos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión” tal como lo recoge la sentencia del Sentencia Tribunal Ético contra la colonización y ocupación israelí de Palestina recién finalizado en la ciudad de Buenos Aires que en su

apartado quince considera “Que en ningún caso puede conside- rarse de igual modo la violencia del opresor con la del oprimido. Mientras la primera obedece a un plan sistemático de domina- ción y aniquilación ejecutado desde estructuras del Estado israelí en contra de la población palestina, a los efectos de beneficiarse de sus padecimientos, la ejercida por el pueblo cuyo territorio es ocupado por una potencia militar refiere a la impotencia y la des- esperación ante las injusticias padecidas, y debe considerarse en el marco de la apelación al supremo recurso de resistencia a la opresión, legitimado por el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Concluimos entonces que la paz no puede construirse sobre la base de la equiparación de los bandos en pugna puesto que eso liquida la historia real del conflicto e impide la conquista de Verdad y Justicia, bandera histórica de los pueblos de Nuestra América en los últimos cincuenta años, que hoy comienza a conquistarse en buena parte de la región.

tres

Permítannos transmitir nuestra experiencia en la lucha contra la equiparación de los torturados y los torturadores, entre los opre- sores y los oprimidos, entre los que ejercieron la violencia para sostener el régimen bárbaro de explotación y expoliación que sufrimos desde la conquista militar europea de nuestra América, prometo que intentaré ser breve en el relato histórico, pero con- sidero importante considerar nuestra experiencia en uno de los pocos terrenos donde de un modo verdadero hemos avanzado, y con firmeza y profundidad.

En la Argentina, fueron los partidarios de Raúl Alfonsín los que sentaron las bases de la supuesta teoría de los “dos demonios”: primero con dos decretos presidenciales por los que se ordenaba la captura de los jefes de las organizaciones guerrilleras PRT/ERP y Montoneros por un lado y de la Junta de Comandantes en Jefe por el otro (decretos 157/158) que luego el afamado escritor Er- nesto Sábato, el mismo que se había entrevistado con el dictador

Videla sin reclamar por la vida de ninguno de los cientos de inte- lectuales desaparecidos, estampara con cierto brillo literario en el Prologo del Nunca Más: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extre- ma derecha como de la extrema izquierda” para continuar ”a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24/03/1976 contaron con el poderío y la impunidad del Esta- do absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a los miles de seres humanos”. El discurso fue un justificativo ético y teórico para la claudicación moral y política de Alfonsín ante los genoci- das que se alzaron en la Semana Santa de 1987 y obtuvieron las leyes de Punto Final y de Olvido que clausuraron la vía jurídica del reclamo, impunidad que se pretendió remachar con los indultos presidenciales hacia los pocos condenados por el Juicio a la Junta. Vinieron entonces casi quince años de dura impunidad en que el discurso de los dos demonios se convirtió en hegemónico mientras se descalificaba a las víctimas que no se subordinaban al mandato de los aparentes vencedores y seguían reivindicando su identidad política revolucionaria y no abjuraban del pasado mili- tante. Debe quedar claro que como parte de la resistencia al me- nemismo y las “relaciones carnales” con el imperialismo yanqui, hubo que combatir hasta derrotar la teoría de los dos demonios en los dos terrenos donde se había impuesto: el político cultural, que afectaba la resignificación del pasado reciente y el jurídico

institucional.

Esa batalla cultural, que se dio en términos clásicos de las dis- putas culturales, no se resolvió en el terreno discursivo sino en el terreno de la lucha de calles. Fue el Diciembre Popular Insurrec- cional contra De la Rúa (diciembre de 2001), la Alianza con el FrePaSo (que expresaba la continuidad del posibilismo intelectual que había abrazado la teoría de los dos demonios) el que generó las condiciones –con el descalabro del neoliberalismo en el plano teórico y del gobierno de De la Rúa en el plano práctico- para la

superación de la equiparación de victimas y victimarios.   Fue en el proceso de los juicios conquistados que se fue probando (y no solo con el testimonio de los sobrevivientes sino con documentos secretos de la Junta Militar que se iban consiguiendo) el Plan de Exterminio largamente preparado por una Doctrina de Seguridad Nacional que desde 1968 (mucho antes que comenzara cualquier forma de lucha armada de las organizaciones populares) ya pre- veía el aniquilamiento de los militantes, la tortura y la desaparición de los compañeros.

Estos avances fueron reflejados en dos documentos oficiales claves: el prologo que el entonces Secretario de Derechos Huma- nos de la Nación, Dr. Eduardo Luis Duhalde escribiera para la reedición del Nunca Más, como parte de la conmemoración del treinta aniversario del 24 de marzo y el dictamen que el entonces Procurador General de la Nación Dr. Esteban Righi firmara en noviembre de 2007: “es inaceptable pretender justificar el Terro- rismo de Estado como una suerte de juego de violencias contra- puestas, como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado que son irrenunciables. Por otra parte el terrorismo de Estado fue desencadenado de manera masiva y sistemática por la Junta Militar a partir del 24 de marzo de 1976 cuando no existían desafíos estratégicos de seguridad para el status quo porque la guerrilla ya había sido derrotada militar- mente. La dictadura se propuso imponer un sistema económico de tipo neoliberal y arrasar con las conquistas sociales de muchas décadas, que la resistencia popular impedía fueran conculcadas”. Y agregaba Righi, al hacer suyo un dictamen de los Dres. Pablo Parenti y Jorge Auat de la Unidad Fiscal por Delitos de Lesa Hu- manidad al analizar la causa abierta en la ciudad de Rosario por la muerte en 1975 del Tnte. Coronel Argentino Larrabure, atribuido al Ejercito Revolucionario del Pueblo, desde la perspectiva jurídica y la aplicación del Derecho Internacional ” Estos antecedentes demuestran que el elemento de contexto, que distingue los delitos

comunes de los crímenes contra la humanidad según la práctica existente hasta la década de 1970, se apoya en que los actos for- man parte de una política del Estado. Ello se desprende con cla- ridad de la circunstancia de que los hechos a los que se aplicó esta categoría de delitos en todos los casos fueron crímenes cometidos a gran escala y con la participación o la tolerancia del Estado. En suma, los actos fueron cometidos por funcionarios del Estado o por agentes no estatales actuando de conformidad con la política de un Estado.”

Y continuaba: “Es claro que las categorías jurídicas pueden modificarse, pueden variar su alcance y también sus fundamentos. En cierta medida ello ha sucedido con la categoría de los crímenes contra la humanidad, especialmente a partir de la jurisprudencia de los tribunales ad hoc, pues se observa una tendencia a ampliarla hacia actores no estatales que, sin embargo, tienen un gran poder lesivo y pueden actuar a gran escala desplazando al poder del Esta- do. Uno de los supuestos que se han aceptado es el caso de organi- zaciones que ejercen de Facto el poder en determinado territorio y, por ello, reemplazan de hecho al Estado. En este sentido puede citarse la definición de la categoría que realiza Alicia Gil Gil: “[s] on crímenes contra la humanidad los atentados contra los bienes jurídicos individuales fundamentales cometidos como parte de un ataque generalizado o sistemático realizado con la participación o tolerancia del poder político de iure o de Facto” con la aclaración necesaria de Para Ambos y Wirth: “[e]n la actualidad no existe duda de que la entidad que opera tras la política no tiene que ser un Estado en el sentido del Derecho público internacional. Es suficiente con que sea una organización que ejerza de Facto un poder en un territorio dado”.

Pero agregan, luego de mencionar la jurisprudencia del Tri- bunal ad hoc para la ex Yugoslavia, que en la categoría de los crímenes contra la humanidad “[…] no están comprendidas orga- nizaciones que, siendo capaces de ejercer cierto poder, no son la autoridad de Facto sobre un territorio, en virtud de que existe una

entidad mas elevada o mas poderosa que la domina. La autoridad en cuestión es más bien la que ejerce la autoridad más alta de Fac- to en el territorio y puede, dentro de ciertos límites, dominar a to- dos los que tienen poder y a todos los individuos. Así, una organi- zación criminal en un Estado que todavía ejerce el poder sobre el territorio (por ejemplo, mediante las fuerzas policíacas normales) donde está activa la organización, no entraría dentro de la catego- ría de la entidad que se oculta tras la política. Si tal organización, según sus planes, comete múltiples delitos, esto, como tal, no hará que tales crímenes lleguen a ser crímenes contra la humanidad, En relación con los últimos desarrollo de la figura debe decirse que la necesidad de un vínculo entre los actos y un contexto determina- do fue expresamente contemplada en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional al momento de tipificarse la figura de los “crímenes de lesa humanidad”.

En el artículo 7 del Estatuto se entiende por “crimen de lesa humanidad” cualquier acto de los enumerados en el párrafo 1 de esa norma (asesinato, tortura, desaparición forzada de personas, etc.) “cuando se cometa como parte de un ataque generaliza- do o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque”. Este es el particular contexto requerido para que cierta conducta pueda ser considerada un crimen de lesa hu- manidad. Ahora bien, el Estatuto introduce el llamado policía elemental al disponer que por ”’ataque contra la población civil’ se entenderá una línea de conducta que implique la comisión múltiple de actos mencionados en el párrafo 1 contra una po- blación civil, de conformidad con la política de un Estado o de una organización de cometer esos actos o para promover esa política”. Tal como se ha visto en este apartado la figura de los crímenes contra la humanidad aparece asociada a la criminalidad de Estado.

Traduzco, para la derecha colombiana y algunos despistados del movimiento popular que pretenden juzgar a los insurrectos como si fueran la otra cara de la misma moneda de la ignomi-

nia; para lograrlo primero deberían ignorar el prologo de la de- claración universal de los derechos humanos que declara como derecho de los pueblos el alzarse en armas contra la opresión, segundo deberían colocarse a contrapelo de toda la jurisprudencia de la CIDH y la Corte que han anclado en los Estados el peso de la pero aún si pretendieran utilizar el Convenio de Roma y senten- cias sobre Ruanda y Yugoslavia deberían demostrar lo siguiente: a) que las fuerzas insurgentes tenían dominio territorial exclusivo y absoluto sobre regiones geográficas del estado colombiano, y que eso fuera aceptado por el otro poder en competencia, el mismo estado colombiano; b) que la violación de los derechos humanos constituyera una práctica sistemática, masiva y planificada por par- te de la insurgencia; y ni aún el más delirante de los observadores podría probar tales hechos.

Concluyendo este apartado decimos que la paz es inconcebible sin un proceso de juicio y castigo de los crímenes del Estado y sus organizaciones formales e informales, digo, incluidos todas las formas de existencia de los paramilitares; no hacerlo consagraría la impunidad y dejaría una bomba de tiempo que, me temo, estallará mucho más temprano que tarde en las manos de aquellos que pre- tendan ya no la paz verdadera sino también su versión claudicante de paz a todo precio, la pax romana contra la cual hace dos mil años se rebeló un tal Jesús de Galilea, un carpintero que muere todos los meses en el Cauca, en las calles de Calí o en la Cárcel La Picaleña de Ibagué en el departamento del Tolima donde mataron a nuestro hermano Juan Camilo Lizarazo por el método salvaje de tratar “secuelas de evento cerebro vascular (hemiplejía izquierda)” con ansiolíticos.

Como pretender curar el cáncer con aspirinas, como preten- der resolver un conflicto de más de sesenta años con una paz sin solución a los problemas populares. Aunque duras, las metáforas medicas conservan su fuerza argumental y por ello acudimos a ellas en esta ocasión

cuarto

Dice Jorge Beinstein38 que la caotización del mundo periférico ca- pitalista es una de las tendencias que trae la declinación decadente del imperio como civilización capitalista. Lo que en los ochenta llamábamos la “libanización” de los países en conflicto hoy apa- rece como un objetivo explicito y el resultado de una acción de- liberada y planificada por el Imperio. El conflicto colombiano en su versión más brutal y extendida es el sueño imperial para toda nuestra América.

Si Cuba y el Alba representan la tendencia a superar la crisis por el camino de la verdadera independencia, liberación nacional y desarrollo sustentable; Uribe y los paras representan el otro polo de la ecuación americana en disputa. La discusión entre los dos modos de entender la paz en Colombia no es una discusión “na- cional”, en el sentido estrecho del término, sino claramente una discusión regional sobre el futuro de Nuestra América: liberación o dependencia decíamos en los 70; continuidad del capitalismo depredador y sus consecuencias caóticas y catastróficas o la Se- gunda y Definitiva Independencia, decimos ahora.

Cuando se dice que Colombia es el Israel de América Latina no solo se alude a la participación del Mossad en el conflicto o la presencia de capitales sionistas en la región, se indica que el Im- perio busca transformar a Colombia en el gendarme disciplinado y disciplinador de Nuestra América. Por eso las bases militares, por eso la ayuda militar yanqui a todo lo que sea guerra y por eso hay que deducir que el Imperio saboteará toda forma de paz o presionará severamente para que si es sea una pax romana. Lo que ya dijimos que no es paz sino dominación con resignación popular La paz en Colombia es una cuestión histórica, ética, moral, política, económica pero también una obligación legal para los gobiernos de la región puesto que luego del largo periodo de

38http://canarias-semanal.org/not/18516/jorge-beinstein-con-obama-se- reinicio-la-reconquista-de-america-latina-por-los-ee-uu-/

dominación terrorista y neoliberal, de esta región surgieron los reclamos para que la violación de los derechos humanos no sea una cuestión meramente nacional sino universal, y tuvimos éxi- to en esa batalla. Por eso la Causa por Genocidio cometido en Argentina que se abrió en la Audiencia Nacional Número Cinco de Madrid en España y su consecuencia más impactante en su momento: la detención de Pinochet en Londres, nada menos que en Londres, y a su hijo mimado, Pinochet. Y   por eso no solo los pueblos sino también los gobiernos de la región, en primer lugar los integrantes de Unasur, deben actuar con pasión por una paz verdadera.

Y por qué los del Unasur?   Porque aceptaron que Colombia se uniera y hasta pusieron a su canciller al frente del organismo regional con el discurso justificador que así se lo condicionaba para que se sume al ciclo democrático y progresista que vivimos en la región.   Porque en la declaración fundacional del Unasur, en su compromiso democrático se declara compromiso con los derechos humanos y su plena vigencia como causa común, tan- to que es motivo de exclusión la violación de los mismos como ocurrió con Paraguay en el caso del golpe contra Lugo. Leo solo el prologo del acta fundacional para fundar la pretensión que exponemos: “La Unión de Naciones Suramericanas tiene como objetivo construir, de manera participativa y consensuada, un es- pacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad al diálogo político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura, el financiamiento y el medio ambiente, entre otros, con miras a eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la soberanía e inde- pendencia de los Estados”

Resalto: “otorgando prioridad al diálogo político” para lograr “eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la democracia” y porque

el logro de esos objetivos se asume como un objetivo regional, explicitando que se busca superar la división impuesta por la oli- garquía al momento de la derrota del sueño independentista de nuestros Bolívar y San Martín.

Porque en la lucha por la segunda y definitiva independencia es imperiosa la unidad de los pueblos, esa que soñó Bolívar al convocar el congreso anfictiónico de 1826 en Panamá y renovó Hugo Chávez en el siglo XXI y porque la unidad popular lati- noamericana implica pensar en términos de región y no de país, en términos estratégicos y no coyunturales; y para todo ello, para la democracia verdadera y la liberación definitiva, hace falta paz verdadera en Colombia.

“No se angustien ni se acobarden” nos dijo Jesús al despedirse, “¡Ánimo! Que para los hombres de coraje se han hecho las empre- sas” decía el General San Martín cuando convocaba a declarar la

independencia nacional argentina

Y me gusta pensar que en todo eso pensaba nuestro coman- dante Guevara cuando desafiaba al Imperio en la Asamblea Ge- neral de las Naciones Unidas en 1964 “Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado, que se empie- za a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen an- dar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.”

“Porque esta gran humanidad ha dicho «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquis- tar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez, inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, mori- rán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera e irrenunciable independencia.

La “locomotora minera” en La Guajira, la empresa Cerrejón, los waayú y un genocidio no tan silencioso

escrita el 12 de octubre de 2015

En el extremo norte de América del Sur, casi en el medio del Mar Caribe y con las Antillas a una hora de avión, está La Guajira Colombiana. Territorio ancestral de los waayú que como viven allí mucho antes de la República de Colombia y de la República Bolivariana de Venezuela, no reconocen fronteras y consideran como territorio propio a una extensa zona del lado colombiano y del lado venezolano. Estuve en La Guajira Colombiana dos días, el sábado tres y el domingo cuatro de octubre para ser parte del Jurado del Tribunal Popular contra las Trasnacionales en La Gua- jira convocado por un amplio espectro de organismos de derechos humanos y fuerzas políticas o sociales comprometidas con la cau- sa ambiental, de los derechos humanos y de la soberanía nacional. Porque todo eso está en juego en La Guajira, y mucho más.

Aunque nosotros llegamos para las dos audiencias del Tribu- nal, compañeros de las diversas organizaciones recorrieron el de-

partamento por semanas, y eso quiere decir que convivieron con sus habitantes en las humildes viviendas de los waayú, casi sin agua y bajo un sol que levanta la temperatura arriba de los 30 grados. Y a los paramilitares y el Ejército que de una manera abierta actúan coordinadamente para controlar la región y atacar la revolución bolivariana venezolana que la frontera está a pocos kilómetros, tan cerca como el lago Maracaibo que de un lado es colombiano y del otro venezolano.

La capital de La Guajira es Riohacha, una encantadora ciudad caribeña de unos 150 mil habitantes, muchos de los cuales han sido “corridos” por la minera de sus antiguos territorios ancestra- les, hoy transformados en asiento de la producción de carbón. El sábado viajamos de Riohacha a Barranca, una de las localidades más paradigmáticas del drama de los waayú. El camino es de montaña, montaña verde diría yo para entender que no son las sierras cordobesas ni mucho menos la Cordillera de los Andes que conocemos en el sur, sino algo más parecido a una combinación de sierras con la selva misionera (con perdón de los geógrafos) y se van recorriendo pequeños poblados con pequeños negocios abiertos sobre las veredas, sin puertas, que venden comidas regio- nales y toda clase de productos contrabandeados de Venezuela. La primer imagen impactante de Colombia fue la exposición en la ruta de cientos y miles de bidones de 30 litros de combustible, apilados como en exposición, no solo a la vista de todos sino pro- tegidos los contrabandistas por el Ejército Colombiano que hasta cinco tanques militares puso ese día para proteger el combustible traído a precio vil desde Venezuela y de paso presionar a las comu- nidades para que no vayan a Riohacha al Tribunal Popular contra el Cerrejón, amo y señor de todo el territorio.

Cerrejón es una mina de carbón, hoy la más grande del mundo a cielo abierto, propiedad de un grupo trasnacional que en su web oficial dice: “Cerrejón es una empresa perteneciente en tres partes iguales a BHP Billiton   (Australia), Anglo American   (Sudáfrica) y Glencore (Suiza). El carbón de Cerrejón abastece el sector de

generación de energía eléctrica, principalmente en el mercado del Océano Atlántico, en Norte América, Europa y América Latina, con participaciones menores en el Pacífico. BHP Billiton. Com- pañía australo – inglesa. Su portafolio de negocios es diversificado e incluye la extracción de mineral de hierro, petróleo, carbón y productos especiales (diamantes, etc.). Anglo American. Com- pañía sudafricano -inglesa. Tiene operaciones mineras alrededor del mundo, principalmente en Sudáfrica, Australia y el continente americano. Su portafolio de negocios se concentra en carbón y los metales básicos: cobre y mineral de hierro entre otros. Glen- core. Una de las compañías diversificadas de recursos naturales más grandes del mundo. Produce y comercializa más de 90 mate- rias primas estructuradas en tres segmentos de negocio diferentes: metales y minerales, productos de energía y productos agrícolas.” (para más información: www.cerrejon.com)

Cerrejón llegó en 1977, renovó sus permisos de extracción de carbón en 1981 y en 1986, contando ahora con una concesión hasta 2034 para llevarse el carbón casi sin pagar impuesto alguno. Cierto que paga algunas regalías, pero como recibe toda clase de subsidios el resultado tiende a cero como denunció el dirigente de Marcha Patriótica, David Flores en el Tribunal. Tomó como año el 2009 para mostrar que había pagado regalías por 1.93 billones de pesos colombianos (3000 colombianos a un dólar, aproxima- damente) pero había recibido subsidios por 1.44 billones de pesos. En treinta años Cerrejón se ha robado millones y millones de dólares a cuenta del carbón de los colombianos, casi sin pagar re- galías ni impuestos y produciendo un daño casi inconmensurable e irreversible sobre La Guajira y la población más vulnerable: los waayú y los afrocolombianos que habitan la región desde la época de los quilombos, aquellas poblaciones rebeldes construidas por

los esclavos fugados del español colonialista o sus herederos.

En Barranca nos esperaban decenas de waayú y afrocolombia- nos que no solo desafiaron la empresa, que controla todo, sino a los paramilitares que desde hace años se mueven libremente por la

región. Uno de los más famosos de ellos, Kiko Gómez nació en Barranca y pudimos ver carteles con su imagen abrazando niños como si estuviera en campaña electoral. Dice la web las2orillas.co: “Juan Francisco Gómez Cerchar, alias ‘Kiko’, arrestado por seis homicidios en octubre de 2013, cuando ejercía el cargo de Gober- nador del departamento de La Guajira, inició su carrera criminal a comienzos de los años 90, cuando se incorporó a las primeras bandas paramilitares que llegaron a esa zona del país en alianza con traficantes de armas, drogas ilícitas y gasolina venezolana.” Se entiende? Un paramilitar que llega a gobernador de la mano de Cerrejón. No es de extrañar que la catedral de Riohacha esté forrada en mármol donado por los paramilitares. Bienvenidos a La Guajira Colombiana.

En el alegato de la fiscal, la ex senadora de la Nación Gloria Inés Ramírez resumió las jornadas de Barranca y Riohacha donde decenas de pobladores, dirigentes campesinos y sindicales, autori- dades de los waayú y expertos en medio ambiente, salud y econo- mía brindaron testimonio en tres o cuatro acusaciones centrales que intentaremos resumir a nuestro modo. La producción del carbón daña seriamente la salud de los mineros, de los pobladores y modificó el medio ambiente de un modo drástico hasta el extre- mo de haber cambiado el curso del Río Rancherías para “chupar- se” el agua para la mina y secar el curso del río que ha sostenido la vida de la región por miles de años. El polvillo del carbón arruina los sembrados, enferma el ganado y tal como denunciaran los diri- gentes sindicales modifica los genes de quienes están expuestos al polvillo según un estudio de la Universidad de Córdoba (Colom- bia) avalado por otras instituciones universitarias de Colombia y de todo el mundo que han verificado con estudios comparativos (se estudiaron cien trabajadores de la mina y otros cien pobladores alejados de las minas) hasta catorce tipos distintos de cáncer que atacan en primer lugar a los niños de la región.

Pero los niños no solo mueren por el polvillo, les falta el agua y la comida. Según cifras oficiales, hay 37 000 niños desnutridos.

Veamos un informe de un diario local: “Son tales las carencias nu- tricionales de los habitantes de la región, que los adultos también muestran signos de desnutrición crónica. Según cifras del DANE, entre el 2008 y el 2013, en La Guajira murieron 4.151 niños: 278 por falta de comida, 2.671 por enfermedades que pudieron haberse tratado y 1.202 que no alcanzaron a nacer. Eso quiere decir que en los últimos seis años, en promedio, mueren dos niños al día por abandono. Solo en el Hospital Nuestra Señora de los Remedios, de Riohacha, 14 niños murieron por las consecuencias propias de la falta de alimento entre enero y abril de este año. El año pasado, 23 menores murieron a raíz de la deshidratación y la malnutrición, mientras que durante el primer semestre del 2014, se reportaron 15 casos. Las cifras, sin embargo, pueden ser mayores, ya que la Superintendencia de Salud estima un subregis- tro debido a que las comunidades prefieren enterrar a los niños cerca de sus terrenos. Esta situación se ve favorecida por la pobre red hospitalaria. La Guajira solo cuenta con centros médicos de primer y segundo nivel de atención, es decir, que prestan servicios de medicina general y algunas especialidades bá- sicas. Además, cerca de las rancherías no hay puntos de salud para atender a las comunidades indígenas que tienen acceso limitado a las cabeceras urbanas” www.semana.com

Las autoridades de los waayú denunciaron que hay localidades que reciben agua cada ocho días, y que antes de Cerrejón el río era su medio de vida: allí pescaban, nadaban y tomaban el agua para beber y asearse. David Flores acusó de que hay 333 localidades en toda Colombia que no reciben ni una gota de agua, y que no es un problema de sequía como dice el gobierno, son las consecuencias de la minería a cielo abierto que solo en Cerrejón gasta 17 mil metros cúbicos de agua para lavar los medios de transporte del carbón y otra cantidad similar para producirlo, y eso por día. Agua hay, pero no para los niños ni los waayú, ni los afrocolombianos.. Y en La Guajira comencé a entender el significado colombia-

no del desplazado. Se calcula que hay cinco millones por el con- flicto. Yo conocí algunos en Riohacha. Fueron arrancados de sus territorios ancestrales por la violencia o el engaño. Un waayú me explicó que para ellos la palabra era sagrada, que no firmaban

documento ni pagarés, bastaba la palabra; y que los de Cerrejón los habían engañado de manera cruel. Varias veces. Y habían so- bornado y corrompido algunos jefes de ellos. Que la partida de sobornos figura en los balances de la empresa. Y que desplazados de sus tierras no solo están confundidos y extraviados, temen por sus territorios sagrados, por sus cementerios, por sus plantas me- dicinales o para enamorar.

Cerrejón es una minera. Ergo, una empresa capitalista que tiene gerentes y trabajadores. Unos doce mil entre los propios, estables, “en blanco”, que suman unos cinco mil y los precarios, tercerizados que suman otros siete mil. Y no solo problemas de salud tienen los trabajadores. Sometidos a un régimen casi militar de trabajo , en palabras de Marcelo Chalreo, uno de los integran- tes del jurado, abogado brasilero de larga experiencia en el tema, Cerrejón viola una y cada una de las disposiciones de la OIT sobre el derecho a sindicalización y las más elementales condiciones de trabajo.

El Tribunal Popular sesionó el domingo cuatro en Riohacha en una cancha de básquet techada que no tenía electricidad por lo que el calor era agobiante. Hasta allí llegaron decenas de waayú que volvieron a dar su testimonio, casi todos en su lengua. En el co- mienzo Piedad Córdoba hizo una apertura que requeriría de toda una nota por la profundidad del análisis de los dolores de Colom- bia y de sus reflexiones políticas tendiendo a generar conciencia que solo el pueblo salvara al pueblo. Llamando a leer a Lenin y a Gramsci para prepararse para luchar por el poder. Verla hablarle a su gente, a los waayú y los afro, es todo un espectáculo. Yo la había visto entrevistar a Timochenko en La Habana para Telesur y verla allí fue todo un impacto. Me tocó a mí dar a conocer la sentencia que fue la de dar por probadas las acusaciones contra Cerrejón, convocar a fortalecer la organización y la lucha de las comunidades afectadas y constituir un espacio nacional e interna- cional de seguimiento de las resoluciones. Es que como se dijo en el Tribunal, en La Guajira no solo está en juego la supervivencia

de los waayú y los afro, toda Colombia está amenazada y es más, si persiste este modelo suicidad de extracción de minerales, la hu- manidad no tiene futuro. La avaricia del capitalismo nos puede llevar a la muerte. En sus más diversas maneras, todas la cuales se pueden ver a simple vista en La Guajira Colombiana, territorio de los waayú y asiento de Cerrejón.

Pero en el Tribunal se mostró otra cara de La Guajira. La de los ancianos resistiendo. Y la de los jóvenes que rompen con el miedo y el mandato de trabajar para Cerrejón o los narco con- trabandistas y se rebelan. Aprenden su lengua y su cultura. Se aferran a su s territorios y levantan su voz como pocas veces antes en los últimos años. Hay esperanza, a pesar de todo.

Los Nueve Círculos del Infierno.

Ponencia al Seminario “Haciendo la Paz en Colombia” convocado por la COPPPAL y Colombianos por la Paz Buenos Aires, 21 al 23 de febrero 2011

escrita el 20 de febrero de 2011

No hace mucho, en una discusión sobre la pena a solicitar contra un grupo de represores, un fiscal dijo algo que me pareció muy inteligente: después del cuarto círculo del infierno ya no hay ma- tices. Quería decir que traspasado un límite, el límite del horror, de la participación en el Terrorismo de Estado que sufrimos entre 1974 y 1982, no correspondía establecer diferencias en la respon- sabilidad penal de los represores y a todos debía condenarse por el máximo establecido en el Código Penal.

Pero hoy, luego de escuchar lo que aquí se denuncia, debo con- fesar que estábamos errados: los argentinos, que tanto sufrimos por la aplicación del plan sistemático que pergeño la Junta Militar

-que hasta dimos nacimiento a una nueva categoría de la perver- sión humana, que bien ganado tiene el derecho a figurar como una de las causas para ir a parar al Infierno descripto por Dante en la Divina Comedia, “la desaparición forzada de personas”, los desa- parecidos como se dice llanamente, la “muerte argentina” como la bautizaron en Europa a finales de los 70- conocimos el primero, acaso el segundo o el tercero de los Círculos del Infierno; pero el pueblo colombiano vive desde hace décadas en el Noveno Círcu- lo, ese que para el Dante no arde sino que está cubierto de hielo, porque el fuego arde y se consume; el hielo congela y transforma en eterno el sufrimiento.

Al acercarnos, siquiera intelectualmente, y quiero decir que la Liga Argentina por los Derechos del Hombre –en cuyo nom- bre hablo- ha estado más de una vez en suelo colombiano, junto a los que luchan por los derechos humanos; digo, al aproximarnos

a la realidad colombiana, al repasar la cifra de ejecutados, exiliados, desaparecidos, desplazados, etc. uno no puede dejar de expresar una sensación de agobio, de desmesura, de algo casi inimaginable

-siquiera para nosotros- que sobrevivimos al Terrorismo de Esta- do, que lo resistimos y en alguna medida, en algún sentido, así sea simbólico, lo vencimos.

Permítanme, en nombre de mi organización y de todos los humanistas de la Argentina, asumir esta dimensión del horror, este genocidio permanente y cínico que se hace con el ropaje lustroso de la democracia representativa y hasta invocando al libertador Bolívar a veces; asumirla decía, como un momento de reconoci- miento y solidaridad, como homenaje y compromiso. Nosotros, que tanta solidaridad recibimos de tantos pueblos, estamos obli- gados más que nadie a ser mucho más solidarios y a ser mucho más eficaces en la solidaridad; a ser más inteligentes y más audaces para contribuir a terminar con el Genocidio y construir una paz duradera, verdadera, que requiere de la base firme de la verdad y la justicia, porque la impunidad es el triunfo de la muerte y la justicia de la vida. ¡Verdad y justicia para todos y todas las colombianas victimizados en tantos años, honra a ellos!.

La paz, un camino en dirección contraria al sentido de época Se trata, nos convocan, de pensar los caminos de un dialogo que fecunde paz. Y lo primero que uno advierte es que es un desafío

al sentido común, al pensamiento “realista” y “posibilista” (en el peor sentido de estos términos, el de dar por inmodificable la co- rrelación de fuerzas y la Tendencia de Época) porque si algo va quedando claro de este mundo post guerra fría y post crisis de los vencedores de la guerra fría; en este mundo que combina toda clase de crisis: económicas, alimentarias, medio ambientales que confluyen en una crisis de dominación imperial sin precedentes en siglos, es que América Latina se convierte -cada día que pasa- en el lugar elegido por el imperialismo norteamericano para librar su batalla final.

El levantamiento del pueblo egipcio es acaso la noticia más im- portante de la segunda década del siglo nuevo. Cuestiona el status quo de un lugar clave para el Imperio como Medio Oriente y llena de esperanzas la causa del pueblo palestino y toda la gran nación árabe; pero así como Vietnam tuvo mucho más que ver con la tragedia latinoamericana que lo que normalmente se acostumbra pensar, el ciclo de rebeliones árabes -que ya tumbó al gobierno de Túnez y al de Egipto-, (recordemos que antes que alumbraran los nuevos gobiernos progresistas de América Latina, los pueblos tumbaron nueve presidentes en una seguidilla de rebeliones antineoliberales a la cual también aportamos los argentinos con nuestro Diciembre de 2001), puede originar un proceso de cambios similares (si no en la forma , sí en el sentido de perdida de capacidad de hegemonía por parte de los EE.UU.) que paradó- jicamente, refuercen la obstinación yankee en mantener América Latina como “su” patio trasero, incluso abandonando las “buenas maneras” de las “democracias restringidas” que tuvo que aceptar cuando se agotaron las dictaduras militares; que para eso volvió la Cuarta Flota, reemplazan la base perdida en Ecuador con un des- pliegue colosal en Colombia y mayor presencia militar en todos la- dos, como se evidenció aquí mismo con el avión yanqui que venía a “adiestrar” nuestra Policía, como si después de tantos años de Terrorismo de Estado y tantos años de “gatillo fácil” en democra- cia, los Federales o la Bonaerense necesitaran adiestramiento para reprimir o ejercer el control social sobre los pobres y los jóvenes. Pero nada nos debe desanimar, que estamos celebrando dos- cientos años de una gesta independentista emprendida cuando en Europa ya había triunfado la Restauración, se destruían las copias de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y por las capitales del viejo Mundo, el culto y decrépito Viejo Mun- do, repartían coronas reales a bajo costo. Animo, que nuestro San Martín nos sigue arengando que para hombres de coraje se han hecho estas empresas. Y coraje, dignidad, honor y causas nobles no nos

faltan.

La victoria y la derrota son más relativas que lo que el Poder cree

En la Argentina se están juzgando (algunos de) los crímenes del Terrorismo de Estado perpetrados durante la última dictadura mi- litar, y hay causas abiertas por los cometidos en el periodo consti- tucional que desemboca en el 24 de marzo. Es un hecho histórico, porque rompe la impunidad que los anteriores genocidios goza- ron y porque al lograr niveles de justicia, se fortalece la Memoria y se logran mayores valores de verdad. Los juicios son una experien- cia casi inédita que generan un sinnúmero de novedades jurídicas; pues es una de las pocas veces en la historia universal del Derecho, que se juzga al Poder y sus acciones; al considerarlos “delitos de lesa humanidad” son imprescriptibles y se libra toda una batalla jurídica por la tipificación de los delitos que es en sí una batalla cultural enorme por la resignificación de la historia.

Genocidio decimos nosotros para apuntar a que la perversión y el horror tenían un propósito: eliminar el grupo nacional que era incompatible con el modelo de país que portaban las ametra- lladoras y la picana eléctrica. El grupo nacional a exterminar fue detallado minuciosamente en el anexo II de Inteligencia de “El Plan del Ejército (Contribuyente al Plan de Seguridad Nacional)” elaborado antes del 24 de marzo que enumera las organizaciones a “exterminar”: un largo listado de fuerzas insurgentes, políticas, sindicales, religiosas, educativas, etc. Allí estaban todos los com- ponentes del campo popular no importa su identidad cultural o forma de lucha. Los peronistas y los comunistas, los pacifistas y los que practicaban la lucha armada. De paso, que nuestra Liga fi- gure en aquella lista es un “reconocimiento”, que nos honra, a una posición de principios: siempre al lado de los que sufren represión estatal, contra toda violación de los derechos humanos. Genocidio para eliminar un grupo nacional y reorganizar radicalmente el país como efectivamente ocurrió. Por ahora el Poder Judicial se niega a esta calificación a pesar de que en 1948 la Argentina firmó la Convención de Prevención y Castigo del Delito de Genocidio,

que lo ratificó por Ley especial en 1958 y que en 1994 la Refor- ma Constitucional dio preeminencia a los Pactos y Convenciones Internacionales con lo cual el Convenio tiene plena ejecutividad y solo prejuicios ideológicos frenan su aplicación aunque el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata haya declarado su vigencia en tres oportunidades fallando que los delitos fueron cometidos “en el marco de un genocidio” y algún fiscal se haya sumado al reclamo en un juicio de Buenos Aires.

Cierto que los juicios admiten múltiples abordajes pero yo quisiera comenzar por consignar el asombro de los altos Jefes Militares ante lo nunca imaginado: habiéndose pensado como vencedores están en el lugar de los acusados; acostumbrados a no dar cuenta de nada a nadie deben responder las preguntas de la fiscalía y los abogados querellantes de los organismos de de- rechos humanos que ellos desprecian y detestan; y para más, se ven condenados por la veracidad que los tribunales otorgan a la palabra de los sobrevivientes de cárceles y desapariciones, a quie- nes ellos consideraban sub humanos y por ello pasibles de toda clase de agravios, torturas o sometimientos (desde el juicio a la Junta de Comandantes Militares se reconoce el testimonio de los sobrevivientes prueba necesaria y suficiente contra un Geno- cidio cometido en las sombras, sin dejar rastros ni siquiera cuerpos enterrados. La voz de los sobrevivientes, en cuyas palabras quien quiera podrá escuchar la voz de los desaparecidos, es el principal arma que la sociedad tiene para probar el Genocidio se ha dicho; y no es poca cosa si de reivindicar una generación se trata.

Recurrentemente los altos Jefes Militares, entre ellos los ex Ge- nerales de la Nación Videla, Menéndez, Riveros y Bussi, expresan su desconcierto ante la contradicción entre la victoria militar y la derrota política. Lejos del arrepentimiento o la comprensión de lo sucedido recurren a teorías conspirativas y prometen continuar la guerra contra el comunismo internacional (nombre que le dan a la “subversión” de ayer y de hoy) al que consideran enquistado en el Gobierno Nacional, aunque uno a uno se encaminan hacia

lugares de detención o mueren en la soledad política más absoluta, sin que ni siquiera sus partidarios se animen a reivindicarlos, tan distinto al brillo fúnebre que acompañó el final del dictador Pino- chet en Chile. Están aprendiendo en carne propia que la victoria y la derrota son más relativos que los rígidos parámetros militares que aprendieron en sus academias o en la Escuela de las Américas del Comando Sur del Ejercito de los Estados Unidos.

Refiere Carlos Marx en El Capital que los historiadores de aquella época, finales del siglo XIX, herederos de la Revolución Francesa, afirmaban campantes “hubo historia, ya no la hay”, an- ticipándose 150 años al mediocre escriba yanqui que pretendía clausurada la historia y otras “vulgatas” que sonaban como músi- ca festiva en los oídos de la burguesía triunfante en la Guerra Fría a nivel mundial y administradora del Consenso de Washington entre nosotros.

En los años que ejercieron el poder total, los militares argen- tinos proclamaron una y mil veces que su victoria era total y fan- taseaban con la eternidad. Un marino fanfarrón39 soñaba con ser Perón y un General alcohólico40 convocaba asados multitudinarios para formar el tercer Movimiento Histórico que herede al peronis- mo y al radicalismo. En su triunfalismo, extendieron sus acciones a Centroamérica y colaboraron con las fuerzas represivas de El Salvador y la Contra Nicaragüense.

¿Y cómo fue entonces que llegamos a estos juicios se pregun- tarán muchos?

Acaso porque en el primer centro clandestino, que paradójica-

  • El Almirante Emilio Eduardo Massera coqueteó con esa idea por años, utilizó la Esma como base de operaciones política y llegó a fundar un diario con ese objetivo
  • El General Leopoldo Fortunato Galtieri, poco antes de Malvinas, organizó un famoso asado multitudinario en Victorica, La Pampa, donde agrupó dirigentes políticos de los partidos tradicionales que colaboraron con la dictadura en cargos municipales y ministeriales. Un socialista llegó a ser embajador en Portugal, Américo Ghioldi

mente antes fue una Escuela para pobres que la dictadura trans- formó en una maquina de exterminar pobres que soñaban con de- jar de serlo, la Escuelita de Famaillá en Tucumán, un compañero soportó la tortura y alentó a sus compañeros y alguno sobrevivió y comenzó a romper el mito de las desapariciones. Porque en alguna mesa de torturas, un compañero sostuvo su identidad con su sangre, y le escupió en la cara al torturador. Porque las Ma- dres de los desaparecidos comenzaron a organizarse y manifestar. Porque había organismos de derechos humanos que ya existían y pelearon y porque hubo abogados y habeas corpus y solicitadas y cartas y rondas y pintadas clandestinas y puertas solidarias y abra- zos y pañuelos y donde menos lo esperaban los milicos, nació la Resistencia. En la Argentina el olvido se construyó antes que la memoria y la impunidad mucho antes que la Justicia; por eso los desaparecidos, las capuchas, los disfraces, los centros clandestinos y la subordinación del Poder Judicial. Pero los genocidas olvidaron una regla de oro de la ciencia militar, mientras hay resistencia el enemigo no está derrotado y en la Argentina nunca cesó la resis- tencia: dentro y fuera de los centros clandestinos, dentro y fuera de la Argentina, por medios clandestinos y utilizando resquicios legales. Nunca cesó la resistencia. Nunca.

Los militares decretaron la auto amnistía en 1982 cuando com- prendieron que con Malvinas habían agotado su tiempo históri- co. Pero nadie se la concedió. El clamor era tan grande que en 1985 se logró el Juicio a la Junta de Comandantes, la Causa 13, que abrió un camino de Justicia. Los militares y la derecha civil chantajearon, se sublevaron, el gobierno de Alfonsín claudicó y casi todo lo construido entre 1976 y 1987 en el terreno judicial se perdió. Otra vez sonaron voces triunfalistas, Menem fue más allá y se propuso borrar los pedacitos de memoria conquistados e insinuó la reconciliación nacional entre torturados y torturadores, entre secuestrados y familiares de desaparecidos, entre apropiado- res de niños nacidos en cautiverio y las abuelas que los buscaban. No lo escuchamos y durante más de quince años luchamos contra

las Leyes del Olvido y el Punto Final, contra los Decretos de Am- nistía a los condenados en el Juicio a la Junta, contra el intento de transformar la Escuela de Mecánica de la Armada, donde había funcionado uno de los Centros de Exterminio más grande del país (junto con Campo de Mayo, uno de la Marina, el otro del Ejercito, ocho mil compañeros que pasaron por allí entre ambos) en un Monumento a la Unidad Nacional y ya que está en un em- prendimiento inmobiliario, que siempre se puede robar algo más piensa el ladrón.

Quisiera marcar algo, que por tan obvio a veces se olvida: todo el tiempo, las consignas y la estrategia de lucha contra la impu- nidad se basaron en violentar las reglas de la política “realista”. Cuando los sobrevivientes ya habían contado de los vuelos de la muerte y del sentido estricto de la palabra “traslados”41, el movi- miento popular levantó consignas como “con vida los llevaron, con vida los queremos” y “aparición con vida y castigo a los cul- pables”. Cuando se clausuraron los juicios penales se inventaron “juicios por la verdad” y se hicieron denuncias tan osadas como la que abrió la causa por la Operación Cóndor contra los gobernan- tes de todas las dictaduras militares del Cono Sur. En medio de la impunidad más cerrada cientos de sobrevivientes reconstruyeron con paciencia de orfebre los Trabajos de Recopilación de Datos, TRD, juntando los pedacitos de memoria salvados por los sobre- vivientes mediante una mirada por debajo de la capucha o una voz grabada en su cerebro en la sala de torturas y reconocida en la sala de espera de un odontólogo o en la cola de un banco. Como un enorme rompecabezas, sin ayuda del Estado que había decretado la impunidad y pretendía tapar con dinero el agujero de la infamia, se reconstruyeron los datos que todavía hoy constituyen el insumo fundamental para los juicios. Porque si algo tiene que estar claro,

  • Los represores decían “traslados” a la ejecución sumaria y el entierro clandestino o a los “vuelos de la muerte” que tiraban los cuerpos drogados pero vivos al mar desde la altura de un avión.

es que nadie nos regaló nada en cuanto a los juicios. Los juicios que tenemos los valoramos por algunas de las razones que ya dije y por otras más, pero sobre todo porque son los juicios que no- sotros mismos supimos conseguir en los más de treinta años de lucha contra la impunidad; años de lucha que fueron reconocidos y asumidos por el actual gobierno nacional al descolgar los cua- dros de los dictadores, modificar la Corte Suprema y respaldar la búsqueda de Justicia por parte del movimiento popular. Pero no se confundan, si algún paradigma guió la lucha contra la impuni- dad fue el de la locura y no el de la “correcta” operación política ingeniosa de adaptación al mandato del dominante.

El primer diputado de la izquierda que presentó el proyecto de anulación de las leyes se llamaba Floreal Gorini y su propuesta, y las de quienes lo acompañaron y continuaron, durante años eran catalogadas como propuestas “testimoniales”, condenadas a no tener quórum. Y así fue. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis años presentando el proyecto de anulación de las leyes sin quórum, como un gesto digno pero intrascendente. Pero vino la rebelión popular de diciembre de 2001 y apareció el quórum y se anularon las leyes y luego la Corte Suprema cambió su composición y cam- bió su opinión sobre las leyes de la impunidad.

Vencidos vencimos decía el romano Plauto dos siglos antes de Cristo. Pero es que acaso, la cuestión de la victoria y la derrota debiera considerarse de un modo más complejo que el balance de sangres y cuerpos, de bombas y bombarderos. Si algo aprendimos en esta lucha, es que la justeza y la dignidad de la causa tiene en la perspectiva histórica una dimensión que el opresor jamás alcanza a mensurar. Hay una dignidad que el vencedor no conoce escribió nuestro Jorge Luis Borges en unos de sus poemas históricos más conjetúrales. Ni conoce, ni intuye, ni imagina: la de Uds., la de los pueblos, la de todos los que luchan por la paz y la justicia, contra la muerte y el olvido, que vendrían a ser dos formas de nombrar lo mismo.

No hay nada que nos identifique más que ser victimas del mismo genocidio

¿Qué éramos antes de la invasión española que algunos llaman Conquista y otros, Descubrimiento de América? Un conjunto de pueblos, con muy diversos estadios de desarrollo cultural y cientí- fico, con diversos modos de organización social, aunque prevale- cían los modos comunitarios y la identificación con la naturaleza que los llevaba a preservar el medio ambiente como nunca des- pués.

Fue el genocidio europeo contra los pueblos originarios el que gestó la identidad americana; seguíamos siendo muy distintos, acaso más que antes, pero ahora teníamos un elemento unificador que era la decisión del genocida de exterminarnos en parte y es- clavizarnos, someternos y devastar nuestra cultura. Porque esa no- ción la aprendimos en carne propia: es el represor el que nos reúne en el grupo a exterminar, no somos nosotros los que nos inclui- mos; ellos tratan de generarnos culpa por nuestro sufrimiento: “te reprimimos por que resistes, te torturamos porque no colaboras, te matamos porque no te pasas de bando, sufres porque apoyan a los insurgentes”. Es una operación cultural de dominación y de división.

Por eso nosotros, por regla, siempre estamos del lado de los que resisten y de los que luchan, incluso cuando íntimamente nos parezca que sus formas y modos de hacerlo no son los más efi- caces o aún son erróneos. Pero nunca apoyamos al dominador, al discriminador y mucho menos al asesino y torturador. Llevamos setenta y tres años de esta conducta y la mantendremos cueste lo que cueste. Cuando hay gobiernos que favorecen la lucha, mejor, y cuando hay dictaduras feroces, también.

Comenzamos a ser americanos cuando la conquista española y fuimos más americanos cuando la gesta independentista anun- ciada por el pueblo haitiano, que derrotó al colonialismo francés en 1892 aunque casi nadie lo registre y se hable impropiamente del bicentenario, y desplegada por San Martín, Bolívar, Artigas, O

Higgins y tantos otros en 1810. Hubo en la gesta revolucionaria, al menos en sus mejores hombres: San Martín, Castelli, Belgrano entre los nuestros, intención de juzgar los crímenes de los espa- ñoles y de hecho el general San Martín funda la tradición nacional de juzgar los crímenes de lesa humanidad en base al derecho con- suetudinario en una decisión que hoy mismo reivindicamos contra tanto escriba leguleyo que pretende impunidad para los represo- res. Pero, finalmente, pese a esos esfuerzos, el genocidio español quedó impune, los pueblos originarios sin recuperar sus tierras y la propiedad territorial en manos de los que formarían la naciente burguesía criolla, rápidamente entrelazada y subordinada con los empresarios ingleses tan bien defendidos por la Royal Navy. Y fue el poder de esa oligarquía con olor a bosta la que frustró la independencia nacional.

La impunidad no solo dejó sin castigo el crimen de unos cin- cuenta millones de hermanos, contando solo los de los primeros años, digo sin hablar de los que morían en las minas de Potosí o las plantaciones de yerba maté de Misiones, sino que creo las condi- ciones materiales para la frustración de la revolución de Mayo. La impunidad no es una cuestión jurídica y mucho menos un proble- ma personal de las víctimas, sus familiares, amigos o compañeros de militancia. La impunidad ha sido hasta ahora el principal meca- nismo del poder para garantizar su continuidad como Poder; allí donde el Poder es fraude electoral, para consumarlo; y allí donde es guerra abierta contra el pueblo como en Colombia para seguir con los crímenes.

La impunidad del Genocidio español no solo frustró el Mayo sino que permitió la Guerra de la Triple Alianza y la llamada Cam- paña del Desierto, a finales del siglo XIX, Segundo Genocidio que exterminó la Nación Guaraní, liquidó la resistencia del interior a la hegemonía del Puerto de Buenos Aires sobre la Nación y “lim- pió” la pampa húmeda y la Patagonia de “indeseables” pueblos para montar el país agro exportador que todavía predomina en la vida económica. Ayer ovejas y vacas, luego trigo y maíz, ahora soja

transgénica forrajera; pero siempre el mismo sujeto beneficiario, la burguesía agraria que surgió de los dos genocidios, el español y el del naciente estado argentino. Y la impunidad del Segundo Ge- nocidio es el que permitió la constitución de un estado represor que ha oscilado entre el golpe de estado y los ciclos de vigencia constitucional. Que al menos aquí, todavía no conocemos la de- mocracia verdadera. Es en la historia del estado represor del siglo XX que se explica el Terrorismo de Estado de los setenta y en la impunidad del mismo, el triunfo de Menem y el neoliberalismo de los noventa.

Fue después de su derrota en Vietnam que los yanquis organi- zaron la gran operación continental terrorista que tapó casi todo el mapa de dictaduras militares y desplegó una metodología de exterminio que parece una sola, como se parecen nuestros Vue- los de la Muerte con las Fosas descubiertas en 2010 en Macare- na, Colombia. Leyendo los dos fallos del Tribunal Permanente de los Pueblos sobre el Genocidio que se viene cometiendo en Colombia desde hace décadas a veces uno se pierde en la geogra- fía: ¿cuál Coca Cola manda matar, la de aquí o la de allá?; ¿cuál grupo paramilitar asesina, corta los testículos y los cose en la boca, la Triple A o la Autodefensa Unida?; ¿ qué político llama a ex- terminar la subversión Isabelita o Uribe?, ¿qué empresa apoya el Terrorismo de Estado, la siderúrgica Acindar de Argentina o la fruticultora Chiquita Brands de Colombia?. Por eso somos (o de- biéramos ser) más latinoamericanos que nunca, hermanos como nos querían San Martín, Bolívar, José Martí, Salvador Allende y el Che Guevara

Cierto es que en ambos países el Terrorismo de Estado no nació en los setenta pero sí pegó un salto de calidad que nos obli- ga a cortar de una vez su reproducción ampliada, pues ni aquí ni allá la próxima oleada será menor o igual, será mayor y más perversa. Esa es la lógica de la historia del Terrorismo de Estado, o lo derrotamos o sencillamente nos termina exterminando. In- sistimos, la impunidad no es solo una cuestión jurídica con impli-

cancias éticas o morales; es el límite del cambio social, es el gran reaseguro del status quo y con ello, del mantenimiento de las con- diciones que originaron el conflicto social y volverá a hacerlo una y otra vez porque se pueden matar miles, decenas de miles, cientos de miles, pero no se puede matar a todos los obreros y todos los campesinos, y de sus condiciones de vida y de trabajo, del medio ambiente que les permitan tener surgirán las condiciones para la lucha y para la respuesta represiva.

Si se quiere terminar con la espiral de violencia no alcanza con la voluntad de paz ni con todos los “sacrificios” , y habrá que ha- cer muchos seguramente para lograr la paz en Colombia; hará falta cortar con la impunidad, no se si con toda y de modo absoluto, pero si con la cultura de la impunidad. No están todos ni mucho menos, pero Videla en el banquillo de los acusados en un hecho cultural de proporciones. Los dioses están siendo juzgados por los mortales. Y si sentáramos a los dueños de la Ford y de Acin- dar, a los banqueros que crearon la deuda externa, mucho mejor. En eso está la Liga y no está sola por supuesto. Y con la justicia vendrá la memoria y con ella la verdad.

Un    gran     poeta     español,     Gabriel     Celaya     escri- bió sobre la   muerte   de   Federico   García   Lorca:   Que no murió.   Le   mataron   .Contra   la   cal   de   una   tapia   luminosa me lo dejaron clavado. -”Por vuestros padres- decía-. Y lo dejaron clavado diez pólvoras asombradas y una bruta voz de mando.

Todavía en España, yo mismo lo escuché en Granada, hay quienes dicen que Federico murió. Aquí nadie se atreve a desmen- tir que a Rodolfo Walsh lo mataron. Que no murió, lo mataron. E ahí la diferencia entre la impunidad y la justicia, entre el olvido y la memoria, entre la decadencia de la vieja Europa y la esperanza latinoamericana.

¡Vamos, para que nadie diga que ni uno solo de los cientos de miles de compañeros colombianos, murió; que todos digan que los mataron, que sepamos quién los mató y que vayan presos de una vez por todas!.

Ese sería un buen camino, creemos nosotros, para construir la paz.

crónicas Paraguayas

Introducción de Fabricio Arnella (animador de la Coordinadora Curuguaty de lucha por la libertad de los campesinos presos, integrante del Comité

Central del Partido Comunisa Paraaguayo )

SANGRE Y TIERRA

Carmen Soler

Alguien cavó y abrió el surco negro y tiró

y se fue.

Y allí en el surco negro quedó el hombre sucio de sangre y tierra.

Sangre y tierra.

Sangre suya y tierra ajena.

Alguien hendió y abrió el surco rojo y sembró

y se fue.

Y allí en el surco rojo nació el niño sucio de sangre y tierra.

Sangre y tierra.

Sangre suya y tierra ajena.

En el surco crece el niño en el surco se hará grande.

Y la tierra será suya y la sangre será ajena.

La barbarie capitalista en Paraguay tiene rostro campesino-indíge- na. Mejor dicho, tiene rostro de mujeres campesinas e indígenas, de niñas y niños campesinos e indígenas. Esto significa a la vez, que la sustancia rebelde capaz de superar esta barbarie, se cimenta en los valores y la cultura de esta misma clase, amenazada hoy de extinción. Aún persisten, agazapadas en las periferias urbanas a las cuales se empujó al campesinado, en los campamentos de sin- tierras, en las chacras y los centros urbanos de esclavización asa- lariada, la memoria viva de un proyecto de desarrollo autónomo aniquilado por el genocidio de la triple alianza, o mejor dicho, de la “triple infamia” (1865-1870).

No se puede entender sino, cómo es posible que aún hoy, sea el movimiento campesino, el principal actor en lucha contra las políticas capitalistas y terroristas de los malos gobiernos, una cla- se, una nación que se supo sobreponer a la tragedia de las tira- nías militares fascistas de Higinio Morínigo (1940-1948) y Alfredo Stroessner (1954-1989).

Esta idea central, recorre José, en estas crónicas sobre sus via- jes al Paraguay profundo, desde el 2009, con motivo de un semi- nario internacional sobre el Plan Cóndor hasta el 2014, en medio de los preparativos para la primera huelga general contra el gobierno de Horacio Cartes y cerca del final de la última –y exitosa- huelga de hambre de 5 de los 11 presos políticos de Curuguaty.

Al momento de terminar este aporte a al nuevo trabajo de José, Santiago Maldonado lleva 39 días de desaparición forzada luego de ser llevado por la gendarmería argentina durante la más recien- te y salvaje represión contra el

Pueblo Mapuche que lucha por la recuperación de su territorio y la libertad de su lonko, Facundo Jones Huala. Como contracara, recordamos en estos días el primer aniversario de la identificación de los primeros detenidos-desaparecidos de la tiranía de Stroessner, Rafaela Filipazzi, José Agustín Potenza (argentino), Cástulo Vera Báez y Miguel Ángel Soler, quien fuera secuestrado en 1975 sien- do Secretario General del Partido Comunista Paraguayo.

La desaparición forzada de Santiago es lo viejo-nuevo de una crisis general del modo de producción y de vida capitalista, que actualiza sus tradicionales mecanismos de control y represión para permitir el avance del capital sobre todo lo que nos queda, sobre la naturaleza, la cultura, las relaciones, la vida misma. Y usamos el plural nos queda para significar nuestras vidas y territorios más allá de las fronteras de nuestros Estados, que es la misma manera en la que el capital mira nuestras vidas y territorios, que es la misma mirada con la que resistieron las naciones originarias de nuestra América al colonialismo, la misma mirada con la que combatieron los comuneros, las libertadoras y libertadores de la primera inde- pendencia dos siglos atrás.

Es la misma mirada que generó la negativa de miles de argen- tinos de las provincias a sumarse a las tropas mitristas contra su hermano pueblo del Paraguay, mil veces más cercano y fraterno que la oligarquía porteña de entonces. Es la misma visión interna- cionalista y clasista con la que los bolcheviques se opusieron a una guerra mundial imperialista y derrotaron a la autocracia zarista un siglo atrás. Esa mirada internacionalista, con la que se forjaron las revolucionarias y revolucionarios cubanos que combatieron en el Congo y Bolivia, los héroes de las brigadas internacionales en la república española, de las insurgencias latinoamericanas que hicie- ron frente a las dictaduras norteamericanas a lo largo y ancho del continente unas pocas décadas atrás, y que en el caso paraguayo, encontró en la argentina no sólo una retaguardia, sino además un punto central de reagrupamiento para nuevas avanzadas liberta- doras.

Es esta praxis de solidaridad internacionalista y clasista, la que recupera este material, que es apenas un acercamiento a las riquí- simas experiencias vividas en los consecutivos viajes que la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, que José, Graciela, Luis Zapiola y otras compañeras y compañeros realizaron a Paraguay en los últimos años, y tuve la fortuna de acompañar.

Recuerdo con claridad muchos momentos de estas crónicas,

que se dieron en contextos muy distintos, comenzando por los inicios del gobierno de Fernando Lugo, cuya victoria electoral en el 2008 significó un quiebre de 61 años consecutivos de gobiernos colorados y sirvió de catalizador y al mismo tiempo puso frenos a un proceso de reorganización del movimiento popular paraguayo que salía de una derrota política muy costosa con el gobierno de Nicanor Duarte.

Entonces, Fernando Lugo se hallaba en el centro de una ope- ración golpista planificada directamente por la embajada nortea- mericana, y al mismo tiempo, su ministro del interior Rafael Fili- zolla, abría el camino a los aparatos de inteligencia colombianos, israelíes y por supuesto, norteamericanos para el copamiento de las instituciones y fuerzas de seguridad e inteligencia de nuestro país y decretaba un Estado de excepción en las regiones del norte, que produjo innumerables atropellos contra comunidades campe- sinas e indígenas en resistencia y promovió una campaña de miedo y estigmatización que llegó al absurdo de exigir a las Naciones Unidas el levantamiento del refugio político otorgado a los ex líde- res de Patria Libre asilados en Brasil luego del secuestro y tortura del que fueron víctimas años atrás a manos del Estado paraguayo. En ese momento, Agustín Acosta, Simeón Bordón, Gustavo Lezcano, Arístides Vera, Basiliano Cardozo y Roque Rodríguez ya habían sido extraditados de la argentina, producto de una opera- ción política dirigida por Aníbal Fernández y avalada por la enton- ces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Se encontraban ya presos en Asunción, en la cárcel de Tacumbú, a la espera de lo que luego fue un insólito juicio que consumó condenas de 35 años de cárcel, días después del golpe de Estado. La Liga levantó durante y después del viaje, el reclamo de libertad para los seis campesi- nos ante los Estados de Paraguay y Argentina, lo hizo desde el momento mismo de la traicionera detención de los seis en el año

2006 en Buenos Aires.

En el 2013, el escenario era otro, ya había sido promulgada la mal llamada Ley antiterrorista, proyecto continental que en Para-

guay había sido derrotado en el 2002 junto con la Ley de Privati- zaciones luego de 17 jornadas de lucha callejera encabezadas por el Congreso Democrático del Pueblo, jornadas que se cobraron la vida del compañero Calixto Cabral a manos de la policía en Caaguazú.

Ya estaba consumado el golpe de Estado, que muy por el con- trario de lo que se reprodujo en los grandes titulares de la prensa nacional e internacional, no fue un golpe pacífico, fue un golpe sicario y sangriento, que costó la vida de once campesinos y seis policías masacrados en Curuguaty, cifra a la que hay que sumar el asesinato sicario de Vidal Vega (1-12-12), testigo clave de la causa Curuguaty y de otros dirigentes campesinos asesinados en el pe- riodo post-golpe durante el gobierno de facto de Federico Franco. Por entonces, 13 sobrevivientes de la masacre estaban presos, y eran llevados a audiencia preliminar acusados de ser perpetradores de la masacre de la cual fueron víctimas. Fue en ese momento, muy relevante la participación de la delegación de la Liga y otros observadores internacionales, para postergar el avance del monta- je judicial y permitir una reorganización del movimiento de solida- ridad con el caso Curuguaty que luego se masificó y logró revertir ampliamente la farsa mediática y la estigmatización sembrada en torno al caso. La cárcel de Tacumbú, fue otra vez escenario prin- cipal de ese viaje, esta vez, con más compañeros que visitar. Pero si hubiere posibilidad de señalar un punto fundamental de estas crónicas, sin duda será la participación de José, en representación del extinto Instituto Espacio para la Memoria (IEM) en la Misión Internacional de Observación de DDHH en Paraguay organizado por el Serpaj-Py. Como José mismo lo describe, fue una maratón de más de mil kilómetros por los territorios militarizados con los más altos grados de lucha y resistencia popular. Comunidades cam- pesinas e indígenas del norte de la región oriental y del Chaco, azotadas por el capital trasnacional sojero y las fuerzas represivas del Estado. De aquella visita, me quedó grabada en la memoria, la indignación feroz levantada por José frente a los diversos actores

mediáticos y políticos ante el grado de violencia ejercida por el Estado principalmente hacia las niñas y niños de los territorios visitados. Una enfática indignación que nos sacudió sin excepción. En el final de la crónica sobre el último viaje, el compañero comparte cuatro reflexiones fundamentales para entender el Pa- raguay de hoy, que suscribimos íntegramente. Sobre la primera de ellas, me animo a hacer una breve acotación: El acelerado rit- mo de acaparamiento de territorios y recursos para asegurar la supervivencia del sistema capitalista viene llevando también a una progresiva y acelerada descomposición de la ficción burguesa del Estado de derecho en varios países de la región: Honduras, Brasil,

Colombia, Perú y también la Argentina.

El uso discrecional de la figura de Decretos de Necesidad y Urgencia por parte de Mauricio Macri, para gobernar desentendiéndose de la tan mentada división liberal de poderes, modificando por decre- to leyes vigentes y llegando incluso por esta vía a digitar miembros de la máxima instancia judicial; las bochornosas arbitrariedades judiciales cometidas en las causas contra Milagro Sala en favor de quien recientemente dieron lugar a medidas cautelares promovi- das ante la CIDH; el apresamiento arbitrario del joven referente wichi Agustín Santillán desde el 13 de abril pasado en Formosa; el doble proceso al cual es sometido el lonko mapuche Facundo Jones Huala; el desproporcionado e ilegal atropello a la comuni- dad Pu Lof de Cushamen, más parecido a una cacería humana que concluyó con la desaparición forzada de Santiago Maldonado; y la reciente represión a la multitudinaria marcha por la aparición con vida de Santiago, con policía infiltrada, detenciones indiscri- minadas, incomunicación y tortura por 48 hs. a las detenidas y detenidos, son síntomas, no todos novedosos, pero sí cada vez más sistemáticos, más agudos, desproporcionados, que muestran claramente el progresivo y acelerado proceso de desentendimien- to de las reglas de juego de la democracia que ellos mismos dicen defender.

Quieren atravesar la delgada línea que divide la democracia for- mal de una dictadura con apariencia democrática. Necesitan dar ese paso. En Paraguay ya cruzaron la línea. De la masacre golpista del 2012 ya no hay retorno. Ninguna ficción comicial corrompi- da, proveniente de ese quiebre institucional de carácter histórico, puede erigirse como democrática, aunque toda la comunidad in- ternacional se haga la desentendida y prefiera apuntar sus dedos hacia Venezuela. Los tres poderes del Estado están, en esencia, comandados directamente por los diversos actores de poder fác- tico. Por las alturas se discute solamente qué facción de la clase dominante gestionará el aparato Estatal en favor de sus propios intereses, siempre supeditados a los intereses de las corporaciones transnacionales. Sin embargo, durante el último mes de agosto, la fuerza movilizadora popular, con sus múltiples contradicciones y diferencias, la valentía de una comunidad mapuche que ha soste- nido la verdad contra todo tipo de amenazas, la entereza y firmeza de la familia de Santiago, las permanentes acciones de militantes, y la audaz decisión de los organismos de DDHH han dado vuelta la estrategia de estigmatización y encubrimiento del gobierno.

Estas crónicas sobre Paraguay, son una prueba irrefutable de que ese legado histórico de hermandad y solidaridad internacio- nalista de nuestros pueblos, encarnado en la entrega de tantos y tantas héroes que enfrentaron victoriosamente al dolor y la muer- te impuestas por las tiranías, porque traspasaron la muerte, tras- ladando en la praxis militante de hoy de muchas luchadoras y lu- chadores que a veces, sin conocerse, se saben parte de una misma clase, de un mismo proyecto de nueva sociedad. Desde el claro cielo que dibujan los presos políticos en Tacumbú hasta la valentía de una comunidad en lucha por la recuperación de un territorio usurpado por una multinacional que detenta en plena Patagonia casi la misma cantidad de hectáreas que la totalidad de las islas Malvinas, lejanas ambas posiciones, de toda la parafernalia consu- mista de luces de neón y el egoísmo individualista que carcomen la conciencia de miles, desde esos espacios de libertad se está eri-

giendo, irreductible y hermosa, esa nueva sociedad.

Gracias José, por este nuevo misil de humanidad, este nuevo vaso de agua fresca y clara, de la nueva sociedad que tantas mujeres y hombres estamos empeñados en construir.

Añua mbarete (Fuerte abrazo).

Cuatro fotos del Paraguay

Crónicas de un Seminario sobre las proyecciones actuales de la Operación

Cóndor escritas el 12 de diciembre de 2009

Los días 4 y 5 de diciembre del 2009 se realizó en la sala Bicameral del Congreso Nacional de Paraguay, en Asunción, un seminario internacional sobre “Operación Cóndor y sus proyecciones en el presente” con la participación activa de cerca de doscientos com- pañeros paraguayos y delegaciones de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y España. En seis paneles, veinte compañeros: Graciela Rosenblum (Presidenta de la Liga, Argentina), Ananías Maida- na (Paraguay),   Stella Calloni (Instituto Espacio Para la Memo- ria – Argentina), Miguel H. López (Paraguay), Nemesio Barreto (Paraguay), Julio Gambina (Argentina), Francisco de Paula Oliva (Paraguay), Lille Caruso (Uruguay), José Schulman (Secretario de la Liga, Argentina), Domingo Laino (Paraguay), Socorro Gómez (Brasil), Ramón Corvalán, SERPAJ(Paraguay), Martín Almada, Premio Nobel de la Paz Alternativo (Paraguay), Dionisio Gauto (Paraguay), Jorge Grela (España), Bruno Soria de Mesa (Ecuador), Federico Tatter (Paraguay), Boris Paredes Bustos (Chile), Gerar- do Etcheverry (Argentina) y Derlis Villagra de La Comuna (Para- guay) discutieron sobre la proyección de la Operación Cóndor en la actualidad desde diversas perspectivas: económicas, culturales, geopolíticas y los modos de resistir e intervenir del movimiento popular en lo jurídico y lo institucional..

Pero el Seminario fue mucho más: hubo una obra de teatro so- bre la resistencia a la dictadura de Stroessner y muchas denuncias sobre las agresiones actuales que sufre el movimiento popular, en primer lugar, el campesino. Al finalizar las deliberaciones forma- les, los delegados internacionales se dirigieron a la Penitenciaria Central de Asunción para visitar a los seis campesinos que estuvie- ron dos años presos en la Argentina y ahora esperan el juicio que

los amenaza con una larga condena, luego fueron recibidos por el Presidente Lugo en la residencia presidencial y finalizaron el raid sabatino visitando el Museo de las Memorias. Veamos una foto de cada uno de estos momentos

La foto del Seminario

En la entrada del edificio, modernoso y un poco fuera de contex- to, del Congreso Nacional hay una placa que recuerda que el mis- mo fue donado por la Republica de Taiwán, como si fuera la con- firmación del carácter condicionado de la transición democrática que ha vivido Paraguay. Sometida por los Ejércitos de la Triple Alianza a finales del siglo XIX, desangrada en una guerra fraticida impuesta por los grupos petroleros ingleses y yankees en la guerra del Chaco de la década del 30 sufrió una dictadura interminable desde 1940 hasta 1989, primero el dictador Morínigo, luego un breve interludio y al fin el cuasi eterno Stroessner, que pareciera no querer morir y resiste los dignos intentos de abrir paso a una democracia verdadera que exige el movimiento popular y encarna el presidente Lugo. La burocracia del Congreso Nacional exigía que no se pegara ni clavara nada, así que las fotos de las com- pañeras y compañeros víctimas de la Operación Cóndor estaban apoyadas sobre el estrado que presidía las deliberaciones, aunque en verdad debería decirse que las deliberaciones se apoyaron en ellos. En su ejemplo inquebrantable y en la presencia de algunos sobrevivientes como Ananías Maidana, que en dos periodos de encierro, sumó cerca de 23 años de mazmorra, sometido a los más bárbaros tormentos y condenado a una muerte en vida que solo la solidaridad internacional logró quebrar. Ananías abrió el en- cuentro como un símbolo del triunfo de las victimas del Cóndor sobre sus victimarios, de la vida sobre la muerte, de los principios sobre la claudicación. Y luego, desde Stella Calloni en adelante, uno a uno fueron poniendo de relieve, detalle a detalle, las razones y características de una operación de contrainsurgencia que si bien no fue la única, acaso es la más simbólica por la articulación de las

dictaduras y el papel rector de los yanquis en la misma; una opera- ción que terminó hace años pero que sus autores vuelven con otro ropaje y otro discurso pero con los mismos objetivos de quebrar la voluntad popular de cambios. Como en los 70, pero por ahora verbalizada por la cara más visible del Poder Global en nuestra región que son los comunicadores de los grandes medios que por todas partes predican lo mismo.

Por los paneles pasaron curas, economistas, luchadores por los derechos humanos y la paz, periodistas e investigadores que fue- ron marcando uno a uno los matices de la foto del Cóndor de ayer y del que quieren volver a hacer volar hoy, pero también las caras de quienes resistieron entonces y hoy construyen una esperanza en Paraguay y América Latina. Como dijera el Presidente Lugo en la entrevista con los organizadores del evento: hay que hablar de la Operación Cóndor, porque en sus pliegues se avizora el poder real que se enriqueció en aquellos años y hoy resiste el menor de los cambios democratizadores que se intentan en América Latina.

La foto de los presos

La última vez que los había visto había sido en la cárcel argenti- na de Marcos Paz, ese día nos informaron que empezarían una huelga de hambre en defensa de su derecho al asilo político, un derecho tradicional en la Argentina y toda América desde Sar- miento y Alberdi hasta aquí. Confiados en la palabra del embaja- dor argentino Rafael Romá, cuando se vieron perseguidos por la Justicia paraguaya, stroessnerista hasta la medula en palabras del mismo presidente Lugo, cruzaron la frontera de manera legal y sin requerimiento judicial alguno y llegaron a Buenos Aires donde, para su sorpresa fueron encarcelados y finalmente expulsados del país en el primer acto de este tipo en décadas. En su momento, su partido Patria Libre de Paraguay fue acusado de ser fuerza de apoyo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y de asesinar a la hija del ex vicepresidente Cubas. Sobre ellos lo máxi- mo que se pudo decir es que habían participado en una reunión

donde supuestamente se habría resuelto la muerte de Cecilia Cu- bas, aunque el delator se equivocó de fecha y ubicó la reunión en una fecha posterior a los hechos. Pero para la Justicia Paraguaya y la Cancillería Argentina, no importó demasiado. Sus nombres son Agustín Acosta, Roque Rodríguez, Simeón Bordón, Gustavo Lezcano, Basiliano Cardozo y Arístides Vera y están en la principal cárcel del Paraguay, la cárcel de Tacumbú que parece surgida del túnel del tiempo: baste decir que para entrar nos sellaron el brazo como si fuéramos ganado o habitantes del gueto de Varsovia.

En estos mismo días, la principal operación de desestabiliza- ción en Paraguay se basa en el mismo truco mediático que el montado contra los seis campesinos: de pronto surgió un Ejército del Pueblo Paraguayo que secuestró a un poderoso hacendado, Fidel Zavala dando base a una brutal campaña anticomunista que utiliza el discurso y el lenguaje del periodo de la Operación Cón- dor sin disimulo. El intento de vincular a los seis campesinos y su partido Patria Libre con las FARC y el EPP nos plantea a todos los luchadores por los derechos humanos de América Latina el imperativo de luchar por su libertad como un modo concreto de enfrentar el golpismo paraguayo que cabalga sobre estos hechos y versiones, tanto como sobre la supuesta “inmoralidad” presiden- cial. En el seminario se desgranaron como lagrimas las denuncias de los abusos y brutales acciones represivas de una Policía que responde más a los grupos sojeros/mafiosos que al Ministerio del Interior. En el Paraguay de hoy se sigue reprimiendo a los campe- sinos y hay presos por luchar. Veamos de cerca uno de los casos denunciado por las mismas victimas en nuestro seminario.

La comunidad “De los Comuneros” –ubicada en el Km. 30 de Minga Guazú, departamento Alto Paraná-se conformó en el año 2006 y está integrada por 96 familias en un predio de 130 has. Este asentamiento es parte del Movimiento Agrario del Para- guay (MOAPA) y es objeto de una permanente persecución, los acusan de ser “un grupo terrorista financiado por Hugo Chávez” por haber participado en la operación Milagros, por movilizarse

públicamente y por apoyar a otros asentamientos campesinos de la zona. Así, el martes 21 de julio de 2009 se produjo el desalojo en el campamento colindante al asentamiento. Actuó la Agrupa- ción de la Policía Ecológica y Rural, al mando del subcomisario William Duarte, sin presencia de fiscales y sin mostrar ninguna orden judicial.

Salieron sorpresivamente de un monte cercano, disparando ti- ros de fusil al aire. Durante el ataque, a un campesino le clavan el muslo con un cuchillo. Agarran a otros dos y los llevan al monte donde los torturan, a uno le meten el fusil en la boca, al otro le ha- cen múltiples tajos en el brazo con un cuchillo, mientras no paran de golpearlos y hacerles comer mandioca y maíz crudos. Otros policías, van hasta el arroyo donde se encontraba una mujer quien al ver que la policía tenía a una de sus hijas, se apresura para defen- derla y es golpeada brutalmente, colocan una tabla con clavos, apoyan el pie de la mujer sobre la misma y uno de los poli- cías le aprisiona el pie con su bota, además –fruto de los gol- pes que recibió en el vientre- le producen hematomas en el útero. Agarran a otro campesino, lo esposan e intentan ahogarlo en el arroyo. En eso llega la gente de la comunidad para auxiliarlos, uno de los efectivos policías es retenido por las mujeres, mientras los demás se dispersan. En el transcurso de los acontecimientos llega el padre Nilo Mármol, un miembro del Consejo Superior Univer- sitario de la Universidad del Este, y otras personas para intentar mediar la situación y también son golpeados y algunos de ellos demorados. Los dos campesinos que estaban siendo torturados en el monte (Andrés Aquino de 19 años y Benedicto Rodríguez de 40 años) son llevados a la comisaría de la zona y luego de algunas horas recobran su libertad. Y este es solo uno de los casos denun- ciados por lo que pensamos que pocas veces, el repudio a la repre- sión policial y la defensa de los presos políticos tiene un sentido tan directo de defensa de las libertades democráticas en general y del derecho a la autodeterminación de los pueblos en particular.

Libertad a los seis campesinos paraguayos para defender el

proceso transformador que intenta el presidente Lugo.

La foto del Presidente Lugo

A diferencia de otros eventos, el Seminario aprobó tres resolu- ciones: dos por escrito y una de palabra. Una declaración contra la vigencia de la ley de caducidad en Uruguay y otra contra el golpismo en Paraguay, y la firme voluntad de todos de repetir este seminario en cada una de las capitales de los países por donde voló el Cóndor sanguinario. Para entregar la declaración pedimos una entrevista con el Presidente Lugo y el sábado a la tarde, cuando muchos compañeros ya habían emprendido el regreso, nos man- daron a llamar.

Entrar a la residencia presidencial ya es todo un acontecimien- to. La residencia la ocupaba Stroessner y está en medio de grandes espacios verdes y guarniciones militares, pero para llegar a Lugo solo tuvimos que dejar el nombre en la entrada que da a la calle y luego esperar diez minutos que nos autorizaran a entrar con los autos de los compañeros paraguayos anfitriones, los compañeros de La Comuna, y llegar hasta el mismo salón donde nos esperaban el senador Sixto Pereira y el Presidente Lugo, y nadie más. Ni un personal de custodia ni colaboradores ni fotógrafos. Jugo de na- ranja y chipa en la mesa y el dialogo franco.

De la Argentina estábamos Graciela Rosenblum, José Schul- man, Gerardo Etcheverry y Soledad Yorg de la Liga y la compañe- ra María Adela Antokoletz de Hermanos e hija de una de las fun- dadoras de Madres de Plaza de Mayo, la compañera Lille Caruso de Uruguay, el compañero Bruno Soria del Ecuador, el compañe- ro Jorge Grela de Andalucía, España, el compañero Boris Paredes de Chile y un grupo de compañeros de la Comuna del Paraguay encabezados por Derlis y Clemen, jóvenes militantes que tuvieron a su cargo lo principal del armado del seminario. Confiesa el que suscribe que es la primera vez que conversa de esta manera con uno de los protagonistas de esta oleada latinoamericana que tanto horroriza a la derecha y el Imperio. Que lo escucho a Fidel en

Córdoba y a Chávez en Mar del Plata, pero muy de lejos. Como casi todos saben, Lugo fue Obispo y se le nota. Tiene esa particu- lar sabiduría comunicacional que tienen los religiosos. Lo primero que hizo el presidente fue escuchar. Le dimos una información del seminario y de la voluntad solidaria y luego un breve panorama país por país de la lucha por los derechos humanos.

El hizo tres reflexiones sustantivas: la primera fue acerca de la pertinencia del debate sobre la Operación Cóndor, dado que sus inspiradores y ejecutores son hoy los que arremeten contra los procesos populares, incluido el paraguayo…La segunda fue sobre el carácter de la Justicia Paraguaya dando uno y otro ejem- plo sobre el modo que sabotea los tibios intentos de investigar los crímenes de la dictadura stroessnerista. Fue allí que, nobleza obliga, le informamos sobre nuestra visita a la cárcel de Tacumbú a los seis campesinos planteándole que su libertad sería un paso en la democratización del Paraguay. Y la última de sus reflexiones fue acerca de la necesidad de darle a la cuestión de los derechos humanos la centralidad que hasta ahora no logró en su gobierno, comprometiéndose a un dialogo permanente con los organismos de derechos humanos, no solo paraguayos. Y como no había fo- tógrafo oficial, como en una estudiantina, nos sacamos una foto todos juntos, como hermanos, como compañeros de lucha por terminar con una historia de horror que nos persigue y acecha, pero que tenemos la sensación que esta vez podremos dar por terminada. Es la hora de los pueblos en América Latina, y todavía está por verse quién podrá contar la historia de cómo contamos la historia del Cóndor

La foto del museo de las memorias

Si la doctrina de seguridad nacional tenía un eje articulador en el anticomunismo, la dictadura paraguaya tenía una obsesión que era liquidar al Partido Comunista Paraguayo, protagonista de la revolución de 1948 y casi la única fuerza organizada que intentaba resistir su dominación. En un barrio de Asunción, en la Comi-

saría 3º, la dictadura fue acumulando los presos comunistas algu- nos de los cuales pasaron años y años en una celda de 1.70 por

4.70. Ananías Maidana, por ejemplo, estuvo allí con otros quince compañeros por 17 años (si leyó bien, diez y siete años en una habitación de menos de dos por cinco junto a otros quince com- pañeros). Le llamaban El panteón de los vivos porque la idea era que nadie saliera vivo de allí. Fue justamente frente a esa Comisaría que los Servicios de Inteligencia pusieron una especie de central operativa, conducida directamente por un oficial norteamericano, y de usos múltiples: allí se interrogaba, se torturaba, se violaban a las mujeres, se mataba y también se mantenía presos a los com- pañeros. Por allí pasó un argentino, Amilcar Santucho, como una confirmación del intercambio de prisioneros que practicaban las dictaduras. El autor de estas líneas, que estuvo un breve perio- do preso en un centro clandestino argentino, confiesa que no le gustan los museos de este tipo y trata en lo posible de evitar su recorrido, pero no puede dejar de expresar que este museo de las memorias le impactó mucho y bien. Porque no se muestra la muerte más que en una mínima dosis indispensable para saber de qué se trata y se muestra la vida de los compañeros. No se oculta su identidad política, su cultura, sus sueños y sus pesadillas. Todo el tiempo se registra la resistencia paraguaya, y hasta la partecita de esa historia que les toca a los argentinos en general y a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre en particular.

El museo tiene fotos de los compañeros y una de ellas, la foto de una mujer con el rostro desfigurado por el sufrimiento y el horror, le impactó de manera imborrable. Ni las fotos de la Esma que recuperó el compañero Víctor Basterra tienen esa brutal ca- pacidad de decirnos lo que allí pasó. Y lo más impresionante es que la compañera sobrevivió y estuvo en el Seminario, aunque no su compañero que fue asesinado en nuestro Buenos Aires. Aun- que lo más conmovedor fue darse cuenta que la foto de la mujer torturada y humillada que está en el museo de las memorias de Asunción de Paraguay es la foto de la viuda de Derlis Villagra que

era el padre de Derlis Villagra hijo que encabeza La Comuna de Paraguay o sea que Derlis hijo, que nació en ese antro perverso, es el que ahora habla dulcemente a los que llegamos al Paraguay para decirnos bienvenidos a esta tierra que juntos tenemos que recuperar la memoria pero no para solazarnos en el horror sino para hacerla luz que ilumine el presente. Y entonces, cuando vi la foto de la mamá del compañero Derlis que seguía allí a mi lado, junto a sus jóvenes compañeros y compañeras de La Comuna, casi todos ellos con alguna foto familiar en el museo de las memorias me di cuenta que habíamos ganado y que esta historia está por comenzar.

La dignidad de Paraguay en la Cárcel de Tacumbú

escrita el 15 de noviembre de 2013

El lunes once y el martes doce de noviembre de 2013, en repre- sentación del Instituto Espacio para la Memoria de la ciudad au- tónoma de Buenos Aires, y como parte de una Misión de Obser- vación internacional de la situación internacional de los derechos humanos en Paraguay, recorrí unos mil doscientos kilómetros de las regiones más estigmatizadas del país, las que han sido “mili- tarizadas” por el Presidente Cartes y donde se violan de manera masiva, sistemática y continua una larga lista de derechos huma- nos: el derecho a la vida, a la dignidad, a no ser torturado, a contar con las garantías mínimas al debido proceso y de la presunción de la inocencia.

El informe completo está en:: http://www.serpajpy.org. py/wp-content/uploads/2013/11/Informe-Preliminar-de-la- Misi%C3%B3n-de-Observaci%C3%B3n-Internacional-de-la- situaci%C3%B3n-de-los-derechos-humanos-en-Paraguay.pdf     y el video en: https://www.youtube.com/watch?v=cn83urCu27E

En poco más de 48 hs. recorrimos Curuguaty, donde se perpe- tró la masacre que desencadenó la operación golpista que terminó con el gobierno constitucional de Lugo; Tacuatí, donde –so pre- texto del secuestro primero y del asesinato después de un ganade- ro- una orgía persecutoria se ha desatado sobre las comunidades campesinas, por Horqueta y muchas otras localidades donde re- cibimos denuncias y testimonios para volver a Asunción donde mantuvimos entrevistas con diversos representantes del Estado Paraguayo que respondieron con evasivas o directas provocacio- nes. Con la Presidenta de la Comisión de DDHH de la cámara de Senadores, Mirtha Gusinsky, madre de Cecilia Cubas y esposa del ex Presidente colorado Raúl Cubas, mantuve un intenso debate donde yo le plantee que hay tres condiciones para que un país se

considere del siglo XXI: que respete la tradición occidental y cris- tiana del Código Romano y el Código Napoleónico que consagran la presunción de inocencia y ciertas normas que hacen al debido proceso; y que todo indica que en Paraguay nada de ello se respeta; al momento de voltear a Lugo, en el “juicio político” se dijo que “como los hechos son de público conocimiento, no necesitan ser probados”, teoría básica del fascismo stronerista que vuelve de la mano de Cartes, segundo; que debían saber qué hace doscientos años que nos declaramos independientes y que debe cesar el ca- rácter colonial de la dominación brasilera y yankee sobre el terri- torio paraguayo y tercero: que para la región del ex Virreinato del Río de la Plata, la tortura y la esclavitud estaban prohibidas desde 1813 y que debían cesar los brutales ataques a la población, a los militantes y sobre todo (eso lo dije en voz muy alta: sobre todo) a los niños a los que se tortura, discrimina y hasta denigra al trans- formarlos en “luchadores contra el terrorismo” a los ocho años. Pero de ese debate me ocuparé luego; prefiero ahora contarles que si por tres días (los dos de la gira por el Chaco y otras regiones y el de encuentros en el Congreso Nacional) había visto la indignidad y la miseria moral de la elite paraguaya; el jueves tuve la dicha de encontrarme con una de las expresiones más altas de la dignidad paraguaya.

Tacumbú es la cárcel paraguaya. Según su director, hay cuatro mil personas donde solo debería haber mil quinientas. Y las con- diciones son catastróficas, casi inimaginables aún para alguien que conoció (así sea mínimamente) las cárceles de Videla. Tacumbú es una máquina de destruir humanidad. Una refinada y feroz ma- quinaria anti humana. Y allí, en el centro de esa maquinaria feroz, que resume la indignidad, la miseria y el clima de terror de todo un país sometido a los sojeros, los narcos y los políticos serviles, resiste la dignidad paraguaya. En el sótano de la Cárcel, en el periodo stronista, se torturaba y asesinaba, por allí también pasó fugazmente Luis Casabianca. Luego el sótano quedó abandonado y en estos días, presionado por las circunstancias, fue recuperado

y reacondicionado. Es uno de los pocos lugares seguros de la Cár- cel, aunque no menos temible.

Allí nos encontramos con los seis campesinos que buscaron refugio en la Argentina y fueron traicionados, encerrados en Mar- cos Paz y luego entregados para una ejecución judicial que ya se cometió: 35 años de condena de promedio para ellos. Y con los nuevos. Con los cinco de Curuguaty que esperan su juicio (que todo indica será otra ejecución judicial que marcará récords de arbitrariedad judicial casi grotesca) para el año que viene. Pero ninguno allí se quejó o arrepintió. Ninguno dijo que eran inocen- tes puesto que ellos asumen la cárcel como parte de la larga lucha por la tierra que libra el campesino paraguayo. Y ninguno negó su identidad política.

Rubén Villalba, el líder de Curuguaty, con el puño en alto se proclamó comunista y varios de los seis se asumieron como mili- tantes de Patria Libre, el partido paraguayo devastado por la repre- sión, sobre el cual ahora cargan todas las culpas del mundo. To- dos dijimos las palabras de rigor pero yo lloraba y reía por dentro.

Yo lloraba por estos hermanos, algunos de los cuales conoz- co desde hace ocho años cuando fueron encerrado en Marcos Paz como generosamente ellos lo recordaron al decir que la Liga Argentina por los Derechos del Hombre los había acompañado siempre; y yo lloraba porque imaginaba el calvario que les espera en estos años. Y lloraba por dentro porque como ocurre muchas veces, antes estos casos límites es que se ponen de manifiesto los límites penosos de los gobiernos y fuerzas populares de la región. Lloraba por los políticos progresistas que los entregaron y por los que se niegan a visitarlos en Tacumbú. Lloraba por tantas y tantos militantes por los derechos humanos que no tienen problema en reivindicar luchadores populares de antaño, que eligieron el cami- no de la lucha armada; pero que hoy tratan como sarnosos a los compañeros acusados de ejercer la violencia popular.

Pero también reía. Reía y me abrazaba a Rubén y a Agustín,

a quienes los se mis hermanos entrañables, confiables para cual- quier lucha y para cualquier emprendimiento popular. Reía por- que el enemigo cree que los está matando y ellos están más vivos que nunca. Porque ellos creen que los quiebran y están más firmes y seguros del horizonte socialista que nunca. Reía porque ellos creen que estigmatizándolos, los aíslan del pueblo y cada vez más, más dirigentes populares van a ese sótano de Tacumbú a visitar la dignidad y el futuro del Paraguay. Porque ni Cartes ni los sojeros, ni los narcos ni los yankee son el futuro del Paraguay. Ellos y los que los continúen y mejoren, son el futuro.

Y por eso salí de ese sótano, de ese Penal, con las imágenes que más quiero dándome vuelta en las retinas. Porque yo lo vi al Negrito correr por los asentamientos campesinos y lo vi a Ananias Maidana sentarse bajo un árbol a tomar tereré mientras volvía a explicar una y otra vez que el capitalismo es incompatible con los derechos humanos. Les juro, que en el sótano de Tacumbú yo vi el horizonte paraguayo; y en ese cielo no hay lugar para Stroessner, sino para todas y todos los que han luchado y lucharán para que el sueño independentista se haga realidad de una vez por todas.

Paraguay: la tercera Huelga General de su historia y la enésima huelga de hambre de los presos políticos

escrita el 30 de marzo de 2014

El que acaba de finalizar es el cuarto viaje de la Liga al Paraguay en los últimos años. El primero fue en el 2009 para realizar en conjunto con los compañeros de La Comuna un seminario sobre la Operación Cóndor en el edificio del Congreso de la Nación (por cierto, el edificio fue donado por Taiwán y así lo recuerda una placa en la entrada, algo bastante simbólico de la situación colonial del país guaraní). Por entonces gobernaba Lugo pero el Poder Judicial Stronerista seguía intacto y ya los Seis Campesinos apresados por la Argentina con engaños (el embajador los invitó a gozar del país de los derechos humanos para luego apresarlos en la oficina donde tramitaban el asilo político) para entregarlos en bandeja para la ejecución judicial que ha cargado una conde- na de treinta y cinco años sobre los hermanos campesinos. He- mos tratado de visitarlos en cada ocasión que tuvimos. Seguimos aprendiendo de ellos y del conjunto del movimiento campesino, popular y de las fuerzas políticas de izquierda con las que hemos ido tejiendo relaciones fraternales.42

El segundo viaje fue en abril del 2013 para participar en la frustrada Audiencia preliminar (una especie de juicio corto que en un par de días sella el destino de los acusados) de los Campesinos de Curuguaty, emboscados, torturados, asesinados y apresados en una maniobra policial/judicial que tenía en la mira la ejecu- ción congresal del presidente Lugo en un Juicio Político donde la acusación se permitió afirmar que “dado que los acontecimientos eran de público conocimiento, no hacían falta demostrarlos”. Si

así liquidaron un presidente constitucional, la increíble sucesión de aberraciones jurídicas que rodean al caso Curuguaty no llaman la atención. Allí le dimos a Rubén Villalba y sus compañeros de lucha un primer abrazo: fue en la propia sala de audiencias frente a soldados con armas largas que custodiaban campesinos, mujeres y bebés. En la lectura de la “prueba” se mencionaron rollos de pa- pel higiénico, tapitas de gaseosas y otros elementos tan peligrosos como esos.

El tercer viaje fue en noviembre pasado para participar en una Misión Internacional de Observación de los Derechos Hu- manos en Paraguay. En 48hs recorrimos 1200 kms. por los te- rritorios ocupados militarmente, que “casualmente” son los de mayor desarrollo de los cultivos de soja transgénica (Paraguay es el cuarto mayor país exportador sojero del mundo), de pro- ducción ganadera (sexto mayor país exportador de carne vacuna del mundo) y de marihuana (solo México produce más que Pa- raguay), todos cultivos que no requieren de grandes cantidades de labores agrícolas y por eso impulsan de manera sistemática el proceso de extinción del campesinado paraguayo y el asesinato o la ejecución judicial de los dirigentes campesinos que pretenden frenar el proceso “modernizador”. Cálculos diversos ponen en más de ciento cincuenta líderes campesinos los asesinados desde el final de la Dictadura de Stroessner en 1989. En los últimos años la secuencia represiva pasó de las incriminaciones masivas pero que no generaban condenas judiciales al asesinato califica- do y la persecución puntual sobre los dirigentes como los que se conocen como los del Caso Cecilia o los del Caso Curuguaty.43 En esa vasta zona del Chaco Paraguayo que se extiende desde la frontera con Brasil al este y la frontera boliviana al norte se concentran las mayores acciones de resistencia campesina y de represión estatal. Una vasta zona fue militarizada por Cartes y

por allí andan los asesores yankees que se alojan en las bases mi- litares que se van instalando en el Paraguay. Allí también opera el Ejército del Pueblo Paraguayo, un grupo de lucha armada que por ahora no cuenta con demasiados vínculos con el movimien- to campesino y popular de resistencia y que sirve de excusa para criminalizar a todas y todos los que de un modo u otro resisten el plan Cartes. En esa zona están las tierras de Marina Kue, ce- didas a la Marina Paraguaya en 1967, usurpadas por un “prócer” del Partido Colorado (base de la dictadura Stronerista y ahora del gobierno de Cartes) que intentaban ser visualizadas como públicas por los campesinos cuando fueron masacrados por el Operativo de junio de 2012, que terminaría llevándose puesto a Lugo.44

En este cuarto viaje compartimos los preparativos y realiza- ción de la tercera Huelga General en la historia del Paraguay (las otras dos son de 1958 y 1994), participamos en el Festival de Apertura, en los actos de Inicio (a las 0 hs del día miércoles 26 de marzo), en el piquete del Frente Guasú que cortó un importante acceso de Asunción desde las cinco a las ocho de la mañana, compartimos con los abogados de Codehupy la guardia contra probables arrestos y luego los actos de cierre en pleno centro de Asunción. Volvimos a entrar a Tacumbú para solidarizarnos con la huelga de hambre de los compañeros de Curuguaty y con- versar largamente con los Seis Campesinos de la causa Cecilia. Fueron cuatro días muy intensos durante los cuales pude con- versar con decenas de dirigentes sociales, políticos y hasta con ex miembros del anterior gobierno que mucho aportaron a en- tender la realidad paraguaya y comprometerme aún más con sus

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justas causas.45 Intentaré sistematizar mis aprendizajes en cuatro breves notas que pretenden inducir a la investigación y el conoci- miento para incrementar la imprescindible solidaridad

uno. En Paraguay no hay Justicia. No hay Estado de Derecho ni siquiera la ficción burguesa que reina en casi toda América Latina.

Paraguay pagó muy caro sus intentos de desarrollo autónomo en- tre 1813/1870 (inicio del gobierno del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia y finales del Genocidio perpetrado por la Triple Alianza brasilera, argentina y uruguaya). Devastada por la guerra fue lue- go saqueada por los gobiernos impuestos que primero vendieron la tierra pública a los pocos que podían comprarla gestando una matriz de propiedad de la tierra que todavía se mantiene: el 4,1% de las propiedades concentran el 88,12% de la superficie agrícola mientras el restante 95,9% de las fincas (menores a 100has) solo posee el 11, 88% del territorio (Censo Agropecuario Nacional 2008). La Comisión de Verdad y Justicia determinó que la inmensa mayoría de las tierras privadas son “mal habidas” puesto que fue- ron obtenidas con el concurso de la Dictadura Stronerista princi- palmente. La impunidad en Paraguay es básicamente la estructura de la propiedad agraria.   En los años 30 fue llevada a guerrear con Bolivia de la mano de las petroleras que disputaban el Chaco Paraguayo. Ganó la guerra pero perdió el futuro. Los dictadores Morínigo entre 1940 y 1948 y Stroessner por treinta y cinco años sellaron la dominación y dejaron a Paraguay fuera de la tradición del liberalismo burgués que formateó las repúblicas de la región.

  • Complementé las conversaciones con la lectura de tres libros: “Reflexiones políticas desde la Cárcel” de Agustín Rodríguez, uno de los Seis Campesinos; “Clandestino y bajo el agua” de Carlos Luis Casabianca, presidente del Partido Comunista Paraguayo y activo luchador cotidiano a sus 86 bien llevados años que además fue mi generoso anfitrión y el “Informe de Derechos Humanos sobre el caso Marina Kue” de la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay.

La frase “lo que es de conocimiento público no necesita probarse” inscripta en la acusación contra Lugo resume la tradición strone- rista que preside el Poder Judicial: ninguna de las llamadas garan- tías procesales funciona en Paraguay y basta examinar el caso de los Seis Campesinos (condenados por la simple declaración de un supuesto infiltrado en el partido Patria Libre que hasta tuvo que retractarse varias veces porque se confundía con las fechas y decía haber participado de una reunión donde se decidió la muerte de Cecilia Cubas semanas después de su fecha de muerte) o el de Ma- rina Kue en el que los asesinados y torturados son los campesinos pero los fiscales, militares y oficiales de inteligencia que prepara- ron la masacre son los que acusan y condenan, para hacerse una idea de lo que hablamos. Constitución hay, simplemente que nadie le hace ningún caso. En los últimos meses se utiliza las siguientes figuras del Código Penal para perseguir a los campesinos: art. 142 “invasión de inmueble ajeno”, art. 216 “intervenciones peligro- sas en el tránsito terrestre” a los que se suman los que reprimen “perturbación de la paz pública” “amenaza de hechos punibles” “resistencia a la autoridad” “coacción agravada” y principalmente el de “asociación criminal” que por el monto de la pena prevista es el que más limitaciones pone al accionar de las y los defensores de los derechos humanos.

dos. En Paraguay los campesinos siguen siendo el sujeto social principal de la historia. Y hoy están amenazados de extinción.

Liquidados los intentos de desarrollo autónomo de Gaspar Fran- cia e industrialización de los López, durante casi todo el siglo XX Paraguay fue ahogado por el latifundio y las dictaduras. El 55% de la población no tiene para comprar una canasta básica de alimen- tos y más del 30% de la población está por debajo de la línea de la pobreza según la Cepal/2012. Y casi todos ellos son campesinos o de origen campesino. Permítanme citar extensamente a un pen- sador inglés extraordinario: John Berger quien en el epilogo de

Porca Tierra explica (y yo comparto) las razones de un proceso histórico universal propio del desarrollo de la civilización capitalis- ta: “La agricultura no requiere necesariamente la existencia de campesinos. El campesino británico fue aniquilado (salvo en ciertas zonas de Irlanda y Escocia) hace más de un siglo. En Estados Unidos no ha habido campesinos en la historia moderna porque el índice de desarrollo económico basado en el intercambio monetario fue demasiado rápido y demasiado total. En Francia, en la actualidad cada año abandonan el campo unos 150.000 campesinos. Los planificadores económicos de la CEE prevén la eliminación sistemática del campesinado para el final del siglo, si no antes. Por razones de orden político a corto plazo no utilizan la palabra eliminación, sino el término mo- dernización. La modernización entraña la desaparición de los pequeños cam- pesinos (la mayoría) y la transformación de la minoría restante en unos seres totalmente diferentes desde el punto de vista social y económico. El desembolso de capital con vistas a una mecanización y fertilización intensiva, el tamaño necesario de la granja que ha de producir exclusivamente para el mercado, la especialización en diferentes productos de las zonas agrícolas, todo ello significa que la familia campesina deja de ser una unidad productiva y que, en su lugar, el campesino pasa a depender de los intereses que le financian y le compran la producción. La presión económica, imprescindible para el desarrollo de este plan, la proporciona la caída del valor en el mercado de los productos agrícolas. En Francia hoy, el poder adquisitivo del precio de un saco de trigo es tres veces menor que hace cincuenta años. La persuasión ideológica la proporcionan to- das las promesas de la sociedad de consumo. Un campesino intacto era la única clase social con una resistencia interna hacia el consumismo. Desintegrando las sociedades campesinas se amplía el mercado. En gran parte del Tercer Mundo, los sistemas de tenencia de la tierra (en muchas zonas de América Latina un uno por cien de los propietarios posee el sesenta por ciento de la tierra cultivable y el cien por cien de la más productiva), la imposición de mo- nocultivos para el beneficio de las empresas capitalistas, la marginalización de las granjas de subsistencia y, sólo y únicamente debido a ello, el ascenso de la población, hacen que cada vez más y más campesinos se vean reducidos a un estado de pobreza tal que, sin tierra, sin semillas, sin esperanza, pierden toda su identidad social previa. Muchos de estos ex campesinos se aventuran en las

ciudades, en donde forman una masa compuesta por millones de personas; una masa, como no la había habido nunca antes, de vagabundos estáticos; una masa de sirvientes desempleados. Sirvientes en el sentido de que esperan en los suburbios, arrancados de su pasado, excluidos de los beneficios del progreso, abandonados por la tradición sin nadie a quien servir. Engels y la mayoría de los marxistas del siglo XX predijeron la desaparición del campesinado frente a la mayor rentabilidad de la agricultura capitalista. El modo de producción capitalista aboliría la producción del pequeño campesinado «como la máquina de vapor aplasta a la carretilla». Estas profecías subestimaban la resistencia de la economía campesina y sobrevaloraban el atractivo que podría tener la agricultura para el capital. Por un lado, la familia campesina podía sobrevivir sin beneficios (la contabilidad de los costos no se puede aplicar a su economía); y por el otro, para el capital, la tierra, a diferencia de otros productos, no es infinitamente reproducible, y la inversión en la producción agrícola termina enfrentándose a algún imperativo y produce menores ingresos. El campesino ha sobrevivido más tiempo del que le habían pronosticado. Pero durante los últimos veinte años, el capital monopolista, mediante sus empresas multinacio- nales, ha creado una nueva estructura del todo rentable, la «agribusiness», por medio de la cual controla el mercado, aunque no necesariamente la producción, y el procesado, empaquetado y venta de todo tipo de productos alimenticios. La penetración de este mercado en todos los rincones de la tierra está acaban- do con el campesinado. En los países desarrollados mediante una conversión más o menos planificada; en los países subdesarrollados de forma catastrófica. Anteriormente, las ciudades dependían del campo para el alimento, y los cam- pesinos se veían obligados, de una manera o de otra, a separarse de su llamado

«excedente». No falta mucho para que todo el mundo rural dependa de las ciudades incluso para el alimento que requiere su población. Cuando suceda esto, si llega a suceder realmente, los campesinos habrán dejado de existir.”46 Como afirmé más arriba en Paraguay este proceso histórico universal se potencia por la mafia de la droga, de la soja y de los ganaderos. Todos ellos se ven “molestos” por la presencia de los campesinos, y se dedican a asesinar, criminalizar, encarcelar y con-

denar a los dirigentes campesinos. El que no quiera verlo deberá mirar a otro lado.

tres. La “anomalía” del gobierno de Lugo y lo “original” del de Cartes

No importan las limitaciones y falencias que tuvo, el gobierno de Lugo fue una verdadera anomalía en la historia de dictaduras y continuidades democráticas funcionales al “continuismo” que se vivieron desde 1989 en adelante. Según un ex Ministro de su gobierno, Lugo estaba apoyado en tres pilares que lo sostenían y explicaban:

el movimiento campesino, social y popular que impuso la (dé- bil) coalición electoral que lo llevó al triunfo, pero que no lo sos- tenía en sus tímidos aprontes reformistas y que lo terminó traicio- nando del modo más brutal (fue su aliado del Partido Liberal el que sostuvo el proceso de golpe constitucional y lo reemplazó en el gobierno.

los procesos de transformación en curso en América Latina que generaron formas estatales de integración no tradicionales como el Alba y las promesas (incumplidas) de crear un Banco del Sur o generar una nueva estrategia de Defensa que reemplace la doctrina de Seguridad Nacional reciclada bajo la máscara de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.

una corriente militar progresista que gestó un inédito Ministe- rio de Defensa, popular y nacionalista, antiimperialista y partidario de la unidad popular.

La táctica imperial fue transparente y debería ser anotada por el movimiento popular latinoamericano: presionó a Lugo de todas las maneras posibles (legales, comunicacionales, económicas y has- ta con maniobras de inteligencia) para que no “sintonizara” con el movimiento popular de modo tal que lo desalentara y desmovili- zara mediante la incorporación a la función pública de decenas de dirigentes sociales; neutralizó todo lo que pudo la integración con Latinoamérica y se aprovechó del oportunismo económico de los

principales “socios comerciales” Brasil y Argentina que siguieron sometiendo al Paraguay a “relaciones no equitativas”, o sea que ejercieron formas coloniales de dominación sobre la electricidad y otras riquezas paraguayas como la tierra que usufructúan pro- ductores brasileros y argentinos; y cuando se vio con fuerzas para forzar la renuncia del Ministro de Defensa desde la Embajada nor- teamericana los días de Lugo estaban contados. Claro que para liquidarlo acudieron a la Masacre de Curuguaty como una clara señal que no iban por Lugo sino por los campesinos y la izquierda revolucionaria. El golpe preparó la llegada de Cartes que expre- sa la continuidad del Stronerismo pero intenta cumplir las tareas inconclusas que el capital internacional reclama: privatizaciones, más y más concesiones para arrebatar el agua y la energía eléctrica y transformar todo en una inmensa huerta de soja, marihuana y crianza de vacas. En su camino neoliberal, Cartes no solo arreme- te contra el pueblo, también tropieza con sectores del poder, de la vieja mafia colorada y otros sectores burgueses.

cuatro. La huelga de hambre de Curuguaty y la tercera huelga general

Permítanme una confesión personal: no me atraen las huelgas de hambre. En mis lecturas adolescentes aprendí de los guerrilleros rusos antifascistas y del Comandante Guevara que un hombre comprometido con el cambio social debe cuidar su vida y ponerla al servicio de los demás. Hacer lo que haya que hacer en benefi- cio de la humanidad, no importan las circunstancias, era el modo de definir el heroísmo de Julius Fucik, aquel de “por la alegría he ido al combate, por la alegría muero, que jamás la tristeza sea asociada a mi nombre”. Permítanme una segunda confesión per- sonal: cuando los Seis Campesinos estaban presos en la Cárcel de Marcos Paz (periodo de tiempo carcelario que la Justicia Paraguay califica de “estadía en un hotel”), vivía aquellos días con angustia y tristeza. Con mucho temor por los compañeros y mucha impo- tencia.

Pero en este viaje a Paraguay; en las conversaciones con Carlos Luis Casabianca, inveterado veterano de cárceles y exilios, aprendí que en las condiciones extremas de un país en que no existe el Estado de Derecho, la huelga de hambre es casi siempre el único recurso. A diferencia de Argentina, tanto la lucha armada contra la injusticia como la huelga de hambre en la Cárcel son parte de la cultura política popular aceptada con bastante naturalidad por casi todos los luchadores sociales y políticos.

La masacre de Curuguaty, los presos de Curuguaty, la aberra- ción jurídica de Curuguaty, el encierro infame de los campesinos de Curuguaty precedió al golpe contra Lugo y durante meses y meses nombrarlos era casi un acto de heroísmo por el grado de descalificación que el sistema había logrado sobre ellos. Casi tanto como la que montó sobre los Seis Campesinos de la causa Cecilia. Pero los presos de Curuguaty resistieron. Encabezados por su jefe político, el comunista Rubén Villada; alentados por sus familiares dirigidos por una extraordinaria campesina de nombre Martina (que nos visitó en Argentina el año pasado), rodeados por buena parte del movimiento de derechos humanos: el Serpaj Paraguay, la Codehupy, CONAMURI, y sus equipos jurídicos, sostenidos de todas las maneras posibles (incluidas las políticas pero mucho más por la ternura) de la Articulación Curuguaty y su referente más po- pular, el Pollo Fabricio, resistieron y pasaron a la ofensiva. Luego de innumerables vejámenes, encerrados en la Cárcel más sórdida del Paraguay y seguro que una de las más sórdidas de América Latina (más que las Colombianas, que no es poco).

Hay una relación íntima, oculta pero innegable entre la resis- tencia de los presos de Tacumbú (y ahora nombro a todos los presos políticos de Tacumbú) y la resistencia popular a las leyes privatizadoras de Cartes. No es casualidad entonces que del con- junto de consignas que convocaban la huelga general sobresalgan dos: la anulación de la Ley APP (alianza entre lo público y lo priva- do, les suena?) y la solución del caso Curuguaty (no solo la libertad de los compañeros, sino la recuperación de las tierras de Marina

Kue para el pueblo). Y son esas dos consignas las que le dan a esta tercera huelga general un significado histórico especial.

No soy adivino, ni mucho menos experto conocedor de la realidad paraguaya pero me animaría a decir que en el largo ci- clo histórico: frustración de la experiencia autonómica de Gaspar Francia, genocidio argentino brasilero del pueblo paraguayo a fi- nales del siglo XIX, la larga noche de las dictaduras de Morini- go Stroessner, la farsa continuista con máscaras democráticas, la anomalía Lugo y su derrota; la huelga general marca un punto de recuperación de aquella frustración y vuelve a poner en marcha el reloj de la acumulación de fuerzas. Que avance o no dependerá de la fuerza y la inteligencia del movimiento popular y de muchos otros factores (vitalidad del proceso latinoamericano, disputas al interior del bloque de Poder, hegemonías en el movimiento po- pular, etc.) pero algo tengo claro de mis viajes a Paraguay: solo la ética puede fundar una política liberadora y no hay política de libe- ración que no se haga cargo de los presos políticos, la actitud hacia ellos es un barómetro eficaz de la verdadera subjetividad popular; el primer derecho de los pueblos es a la autodeterminación y ese es el primer derecho a defender de manera solidaria: luchar por la libertad de los presos políticos paraguayos no es solo un deber ético y moral, es una acción de autodefensa para todos los pueblos de América Latina porque de las muchas verdades guevaristas hay una que atravesó todas las pruebas y es aquella que él envía sus hijos como despedida y que sigue siendo la estrategia política más realista y eficaz de todas: “…y sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.”

Solía escribir con el dedo en el aire

Notas de homenaje a Luis Casabianca escritas el 29 de octubre de 2015

Algunos datos biográficos

Nació el 3 de mayo de 1927 en Asunción. Hijo de Carlos Casa- bianca, escribano, y de María Luisa Rodríguez, tiene 4 hermanos: Rafael, Raúl, Gladys y Gloria. Cursó el bachillerato en el Cole- gio Nacional de la Capital, de 1940 a 1946, y luego se recibió de Abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción, en 1954, el mismo año en que Stroessner tomó el poder.

Alguna vez me contó que se enteró del golpe saliendo del Tea- tro Municipal de una función y que su vida tomó un giro irre- versible, su condición de abogado estaría puesta al servicio de la lucha incansablemente. Antes, había sido delegado estudiantil en varios periodos, tanto en el Centro Estudiantil “23 de Octubre” como en la Facultad de Derecho. Por este motivo fue persegui- do, preso y torturado en repetidas oportunidades. Algunas de sus vivencias las cuenta en Clandestino y bajo agua, escrito luego del golpe contra Lugo muy enojado por las afirmaciones del presiden- te depuesto que el pueblo paraguayo no tenía coraje para enfrentar el golpe. No se lo perdonó nunca, lo despreciaba con toda su dignidad revolucionaria y escribió algunas de las acciones heroicas que él conoció (y protagonizó)

Desde muy joven fue miembro del Partido Revolucionario Fe- brerista, como toda su familia. En su vida universitaria se integró a la corriente interna “Bloque de Izquierda Liberación” del PRF, que actuaba en alianza con el Partido Comunista Paraguayo en la lucha por las reivindicaciones populares, por la paz y el socialismo, contra la tiranía tanto del General Morínigo como del General Stroessner. Allí conoció a Esther Ballestrini de Careaga, una de las Madres secuestradas por Astiz de la Iglesia Santa Cruz de la que

tenía un recuerdo imborrable y conmovedor. Por su iniciativa, la foto de Esther estaba en el salón del comité central del partido en Asunción. En la casa de Esther, ya exiliada en Paraguay, fue su casamiento con su gran amor, la poeta Carmen Soler, con quien compartió exilios, persecuciones pero también alegrías y victorias. Fue en la militancia política y en la lucha antidictatorial que conoció a Carmen Soler, con quien se unió en 1957, ya en el des- tierro en Buenos Aires; donde ella falleció en 1985 después de haber luchado apasionadamente por la liberación de nuestro pue- blo y de nuestra patria. Con Carmen, Carlos Luis volvió a Para- guay a la lucha clandestina, en varias oportunidades durante años. Ambos ya militaban en las combativas y reprimidas fuerzas del Partido Comunista. Después de la caída del tirano Stroessner, Carlos Luis Casabianca se radicó definitivamente en el Paraguay, ocupó diversos puestos de lucha: miembro del Comité Central del Partido Comunista, Director de su periódico “Adelante!”, miem- bro de la Comisión de Verdad y Justicia del Paraguay, actualmente es Presidente del Partido Comunista Paraguayo. La mayor parte del tiempo que vivió fuera del Paraguay estuvo en la Argentina promoviendo la solidaridad con su pueblo en lucha, por la liber- tad de los presos. Con la misma inquietud vivió y luchó desde el Uruguay, el Chile de Allende, la Unión Soviética, Cuba y Suecia. Trabajo como periodista, abogado, vendedor de libros, obrero de la construcción y docente en la Universidad de Estocolmo, entre otros empleos. Era amigos de los campesinos más sencillos hasta de generales y altos funcionarios que lo respetaban más allá de las diferencias abismales en política e ideología. Mantuvo la coheren-

cia hasta el final en la práctica y la reflexión teórica.

Una carta de Carlos Luis de junio de este año

Comparto con los lectores una carta de junio de este año, ya gra- vemente enfermo donde luego de leer un texto mío sobre el ase- sinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki hace profundas consideraciones que valen como un legado teórico imprescindible

para todos los revolucionarios de Nuestra América

Querido camarada:

eso en junio del2002.

El mes de junio trae recuerdos de luchas y represiones, de movilizaciones populares y masacres.

Me acuerdo que una de las consignas que más se agitaba en esos días en Plaza de Mayo y en muchas partes.

Era una consigna que abordaba una parte del pro- blema del poder, el central de todo proceso revolu- cionario que es el problema del poder. La otra par- te era qué poder lo reemplazaría, con qué política. Porque para el sector consciente no se trataba de un cambio de hombres, de guardias, sino de un cambio de política, de clases sociales en el poder, la caída de minorías capitalistas nativas funcionales al imperialis- mo y la toma del gobierno y del poder por clases y capas revolucionarias. Esta consigna clave es la que faltaba, como perspectiva no muy lejana, como meta relativamente cercana.

El 15 y el 22 de junio del 2012 son fechas de triste memoria en el Pa- raguay: Masacre de Marina – kue con el asesinato de 11 campesinos compo- nentes de la movilización por la recuperación de tierras malhabidas en tiempos de la tiranía de Stroessner, y la muerte de 6 policías de las fuerzas represivas (poder de facto contrarrevolucionario que operaba bajo el gobierno de Lugo). La masacre fue la provocación que detonó el golpe norteamericano “par- lamentario” denunciado por nuestro Partido y por el General Luis Bareiro Spaini. El golpe del Vice Presidente títere fue contra el proceso patriótico,

democrático y popular, impulsado desde abajo.

La consigna de fondo era ahogar el proceso, no sólo cambiarlo a Lugo por otro que pudiera seguir el mismo camino transformador.

Los norteamericanos y la oligarquía tenían claro que el problema central era el problema del poder y que no era una cuestión de cambio de hombres en el poder.

Ahora creo que vamos teniendo más claridad, aunque no la suficiente, porque hay todavía gente -dentro mismo del movimiento popular- que piensa en cambio de hombres o de equipos gobernantes y no de políticas. O sea, que la correlación de fuerzas no da todavía para un cambio de políticas, “de rumbo”. Hay que tomar en cuenta que Paraguay Pyahurä, en este sentido, colec- tivamente, pareciera que tienen mejor posición que los comunistas paraguayos, porque nosotros todavía no planteamos con la firmeza y consecuencia que debiéramos la necesidad de un cambio de políticas, con

la necesaria comprensión y convencimiento de que hace falta un proceso de destrucción del viejo poder reaccionario y contrarrevolucionario, y su reemplazo por un nuevo poder, orientado hacia la democracia,

el antiimperialismo y el socialismo.

Paraguay Pyahurä plantea la renuncia de Horacio Cartes y la forma- ción de una Junta Patriótica de democratización.

Si esta consigna se aproxima a una justa política, habría que precisar que en realidad se trata del derrocamiento del gobierno de Cartes, y su reemplazo por un nuevo poder, con una nueva política, por un Paraguay nuevo y mejor.

Este tema tiene que ser materia de discusión. Aquí en realidad expongo lo que a mi parecer es la línea del Partido, semejante a la línea de Paraguay Pyahurä, aunque no igual, ya que somos independientes, y tenemos una tra- yectoria diferente, distinta, convergente, coincidente.

Pienso en voz alta, entre camaradas, en este caso argentinos y paraguayos.

Fraternalmente, Carlos Luis Casabianca

La mirada de mi padre

Crónica ficcionada del testimonio de Federico Tatter ante el Tribunal Oral Federal Nº 1, causa Plan Cóndor del 29 de agosto de 2014

Mi viejo era comunista y oficial de la Armada Paraguaya, algo que hoy pue- de parecer imposible pero en aquellos años era bastante común. Estando su cañonera anclada en Buenos Aires, el la sublevó y emprendió un insólito viaje río arriba, hacia la confluencia del Paraná con el Paraguay con la idea de ir levantando campesinos contra el régimen, pero terminó preso.

No lo mataron como temía la vieja, pero pasó el resto de su vida preso o en el exilio, mayormente en la Argentina, pero no solo en Buenos Aires.

En Buenos Aires formó una extraña sociedad con un poeta paraguayo para arreglar motores y toda clase de artefactos eléctricos, y recuerdo que tenía un tallercito por Once cuando lo detuvieron por última vez. Digo, cuando lo desaparecieron, no que después de esa vez no lo persiguieran más.

Yo iba al Mariano Moreno que estaba por allí y estaba volviendo del colegio cuando al llegar cerca de casa, un tipo me preguntó donde iba y yo sin pensar le dije que a mi casa y el tipo, que yo nunca había reparado en él ni sabía quien era, me dijo que lo pensara bien porque hacía un rato él había visto entrar unos tipos con armas largas y a lo mejor….

Me quedé parado del terror y la emoción.

Ya había ocurrido el Golpe del 24 de marzo y yo ya era grande para en- tender lo que ocurría. Ya se habían chupado algunos chicos del cole y yo mismo me había salvado de pedo de una encerrona cerca del Mariano Moreno cuando estábamos haciendo una pintada contra la dictadura.

Esperé un rato largo en la vereda, muy cerca de la parada del 86, como si estuviera esperando el ómnibus o a alguien que viniera de González Catán o algo así.

Estaba nervioso y cada tanto bajaba a la calle para mirar mejor la entra- da del tallercito de mi viejo, que era la entrada a la casa que a veces funcionaba como local de exiliados sin olvido. Venía el poeta y el zapatero, el sastre y el maestro de carpintería. Se reunían casi todas las noches y hablaban de política

paraguaya y argentina, de la marcha del socialismo y de la guerra de Vietnam pero también de música y de teatro, de futbol y de cine. Allí me formé en la identidad paraguaya que porto a pesar de haber vivido tantos años lejos de Asunción o cualquier otra ciudad paraguaya.

Porque el viejo era así, llevaba al Paraguay donde él estaba y estoy seguro que en esos días de soledad y torturas, en el centro clandestino donde lo tortura- ron hasta morir, silbaba en silencio las melodías paraguayas y volvía a navegar por el Paraná al mando de su cañonera sublevada, soñando, me gusta soñarlo así, que iba a bordo del Potemkin hacia su San Petersburgo y que no importa lo que pase con él y los otros compañeros, al final del viaje estarían Lenin y la sublevación de Octubre en su Asunción colonial.

Cuando vi que salían unos tipos de civil con las ametralladoras colgando del hombro, como quien lleva una caña de pescar o una mochila grande, me puse tenso y volví a la calle aunque no venía ningún colectivo ni a cinco cuadras y el tipo que me había advertido que no fuera estaba más nervioso que yo.

Yo vi cuando lo sacaron a las patadas, con las manos amarradas a su espalda y lo metían en falcón verde, en el medio de dos gorilas que parecían enormes para entrar al auto, pero agacharon la cabeza y entraron. El viejo estaba en el medio y yo calculé que si me ponía en medio de la calle como ha- ciendo señas a un ómnibus, que ahora si venía a dos cuadras, seguro que me veía y podía saludarlo.

Yo bajé a la calle pero el viejo no movió un milímetro su mirada, parecía una estatua por lo rígido y el falcón pasó raudo sin que nuestras miradas se cruzaran ni un segundo.

Hasta en el instante más feroz de su vida seguía protegiéndome, aún con- tra mi desesperación y ansiedad por hacer algo contra lo irreversible

Pero mi vieja seguía adentro y yo volví a hacer guardia en la parada del colectivo.

Diez minutos. Veinte. Media hora.

No aguanté más y me fui para el tallercito. En el camino imagine la estrategia.

Al entrar golpee las manos y salió mi vieja, aunque por detrás de ella se escuchaban susurros y se percibían sombras que se movían.

Antes que dijera nada, dije buenas tardes señora venía a ver si ya estaba

arreglada mi Spica, la que tiene el dial roto y su marido dijo que iba estar arreglada para esta tarde.

Mi mamá me miró espantada y con las manos hizo señas que me fuera mientras decía que no, que mi marido no estuvo bien estos días y no pudo terminar los trabajos pero seguro que mañana estará arreglado, mejor venga mañana, pero por la tarde eh y yo salí caminando para atrás y me perdí en la esquina sin mirar para atrás.

Caminé como cien cuadras y aparecí por Floresta en la casa de mi prima donde me quedé a dormir pero no pudimos averiguar nada porque ni teléfono teníamos en el tallercito y no había forma de saber nada ni de papá ni de mamá.

Dos días sin saber nada de nada hasta que al tercer día habló la vieja por teléfono y le atendí yo. Me confirmó que se habían llevado a papá y que estaban los tipos cuando yo entré al tallercito, que le habían recriminado que no me tratara bien y que si no trataba bien a los clientes se iban a dar cuenta que algo andaba mal.

Que la tenían secuestrada en la casa pero que no la torturaban y que todo el tiempo preguntaban por Federico y cuando ella le decía que ellos se lo habían llevado le decían que no se haga la boluda que querían saber donde estaba Federico, el hijo de Federico que no aparecía y que si aparecía entonces a lo mejor los dejaban libres a los dos.

Pero cuando yo le dije que entonces me entregaba a ver si salvábamos a papá que ya se sabía de los presos que no aparecían en ningún lado, la vieja me gritó en guaraní que ya tenía un preso y que no necesitaba otro en la fami- lia y un poco más tranquila, en castellano, me ordenó que pidiera plata a la prima y me fuera a la casa de mi hermana en Asunción.

Al otro día me tome un colectivo a Santa Fe, de allí otro a Tostado, de Tostado crucé a Resistencia y en Resistencia me conectaron los camaradas de mi papá, me llevaron a Clorinda y me pasaron con un canoero del partido, de noche me cruzaron para que la Prefectura Argentina no vea nada y la Paraguaya no me detenga.

Con mi hermana estuve como un año y me volví a Buenos Aires para ayudar a mamá a buscar a papá. A la semana que me volví, a mi cuñado, un medico liberal que no se metía en nada, lo agarró la Técnica y de tanta

maquina lo dejaron al borde de la muerte.

Mi vieja buscó a papá durante treinta y ocho años, sin pausa, acumulando papeles hasta llenar una pieza entera de la casa que alquiló con la ayuda de mi cuñado que cuando salió en libertad se fue a Bruselas y se hizo famoso como neuro cirujano y le mandaba plata para sostener la búsqueda de papá.

Nunca supimos nada cierto de él, y la puta madre, era tan disciplinado y militante que ni la última mirada a sus ojos me quedó. Solo su ejemplo luminoso y puro como la imagen de su cañonera de bandera roja río arriba en el Paraná

crónicas guatEMaltEcas

El olor de la papaya madura

escrita el 21 de agosto de 2015

E  

s extraño como los olores pueden ordenar la memoria y los afectos. En el centro clandestino La Cuarta, un compañero se salvó de otra paliza por el mal olor de sus zapatillas. Resulta que como no lo dejaron ir al baño por varios días terminó defecando en una de sus zapatillas pensando en limpiarla la primera vez que accediera al agua; pero lo llamaron al rato para “interrogarlo” y por más que quisieran, los torturadores no soportaron el olor a mierda que él despedía y lo despacharon en mucho menos tiempo de lo que habían pensado. Y con ello se salvó de algunos cientos de kilovatios, patadas y otras delicias de la Inteligencia en acción. Fue cuando el Mono me contó eso que caí en la cuenta que el olor es una categoría política. Hay olor a pobre, hay olor a indio,

y también olor a viejo.

Hace unos años tuve un encuentro con estudiantes de un co- legio secundario de la zona de Liniers, muy cerca de la cancha de Vélez Sarsfield. El tema era la diversidad cultural y yo les conté la historia de la dominación americana por parte de los españoles, los ingleses y los yankees, y de la construcción de la discrimina- ción contra los que se busca doblegar, dominar. Costó bastante pero al final logré establecer un dialogo bastante sincero con los muchachos y muchachas. Reconocieron que les molestaban los

migrantes de los países vecinos, particularmente los bolivianos. Y de los jóvenes bolivianos les molestaba el olor a ser humano. Es decir, el olor de las personas que no usan desodorante ni perfu- mes como la mayoría de los argentinos, sean pobres o ricos. Por eso en nuestra memoria los olores ordenan imágenes y recuerdos, placeres y dolores y es que los olores no son neutrales. Como casi todo en la vida.

Hoy al salir de casa, en la verdulería del boliviano Andrés había un cajón de papayas maduras. Y para mi, desde hace unas sema- nas, el olor de la papaya me lleva a Guatemala. A su mercado fren- te a la catedral y a la mesa de Rosa en el desayuno. La papaya me hace pensar en esas mujeres vestidas con sus ropas, las que ellas mismas hilan y cosen, multicolores y hermosas. En la selva y la cultura maya. En la gloria de aquella civilización que en el siglo VII creó una ciudad de 80 mil habitantes, Tilkal, donde hoy solo hay selva y construyó un calendario más preciso que cualquier otro de la antigüedad. Pero la papaya, dulce y cremosa, también me remi- te a la tragedia guatemalteca, esa que casi no conocemos por esa manía argentina de ser los mejores y los más grandes del mundo. En el futbol, en el teatro y hasta en el sufrimiento por el terroris- mo de Estado. El justo orgullo por las conquistas en la lucha por la verdad, la memoria y la justicia a veces se transforman en un nacionalismo de pacotilla que puede llegar a ignorar los otros ge- nocidios y que de tanto mirar al pasado no puede ver el presente. Digo, no ven a los más de 9500 presos políticos colombia- nos ni a los perseguidos/estigmatizados/asesinados de Paraguay, Honduras o Guatemala. Los procesos genocidas que se perpetra- ron con la complacencia imperial todavía gozan de impunidad y se continúan en el asesinato selectivo y constante de los dirigentes populares que pretenden cuestionar el dominio omnímodo de un bloque social que contiene a los viejos oligarcas y las más moder- nas empresas transnacionales junto a los militares e intelectuales

que sostuvieron aquellos años del lobo.

En Guatemala perpetraron un Genocidio. Destruyeron varios grupos de modo tal que la sociedad toda perdió su identidad en formación. Esa que se intentó democrática y plural en el corto pe- riodo que va desde la destitución del Dictador Ubico y el comien- zo de la Revolución en Octubre de 1944 hasta el Golpe de Esta- do organizado y protagonizado por la CIA y los grupos fascistas en 1954 contra Jacobo Arbenz quien había intentado la Reforma Agraria, la legalización de los partidos políticos (incluido el comu- nista Partido Guatemalteco del Trabajo), el fin de la servidumbre y el trabajo obligatorio de los indios en las plantaciones de café, tabaco y banana, la autonomía de la Universidad San Carlos y al- gunas otras pocas reformas democráticas y anticolonialistas desde una mirada lejana y desde el siglo XXI. Pero en los cincuenta, la combinación del racismo brutal heredado de la Inquisición Espa- ñola y el predominio del pensamiento anticomunista en la versión patológica y paranoica que generó el Macartismo en los EE.UU. de los años del comienzo de la Guerra Fría, generó una mirada sobre Arbenz y sus pocos amigos comunistas desproporcionada y que disparó la preparación del segundo golpe en forma que prepa- ró la CIA (el 1º fue en Irán en 1953 para voltear el Primer Ministro Mohamed Mossadeq) articulando todo tipo de medidas: económi- cas, diplomáticas, militares y de acción psicológica que contó con radios clandestinas (como la que luego montarían contra la Cuba revolucionaria) y una invasión armada de mercenarios sostenidos por la CIA en un formato que se consolidaría en un “clásico” para la CIA. El primero en asumir el gobierno dictatorial fue el fascista Coronel Carlos Castillo Armas que volteó todas las reformas de- mocráticas y lanzó la persecución contra comunistas y partidarios de Arbenz, gobernó desde julio de 1954 a julio de 1957 fecha en que fue asesinado para que el Coronel Luis Arturo González López asumiera el gobierno hasta octubre del mismo año en que asumió el Coronel Guillermo Flores Avendaño hasta marzo del siguiente año en que asumió un General, José Miguel Ramón Ydi- goras Fuentes que duró hasta marzo de 1963 en que otro golpe lo

desplazó por Alfredo Enrique Peralta Azurdia que solo gobernó hasta que en julio otro Golpe llamó a “elecciones” para que un civil Julio Cesar Méndez Montenegro, luego de firmar un Pacto Secreto de subordinación al Ejercito, asumiera hasta 1970 en que lo reemplazó otro General, Carlos Arana Osorio hasta 1974 para dejar paso al General Kjell Eugenio Laugerud García que duró hasta 1978 en que otro General, Fernando Romeo Lucas García lo hace hasta que en 1982 asume el más brutal de los genocidas, acaso el más conocido por sus masacres, el General Efraín Ríos Montt que aunque solo gobierna 16 meses ejecuta las más ex- tendidas y masivas masacres contra la insurgencia y los pueblos mayas (20 mil asesinatos o desapariciones forzadas, 324 masacres, 600 comunidades de pueblos originarios destruidas y unos 90 mil refugiados internos que se suman al millón de desplazados. Ríos Montt fue desplazado por otro golpe de estado que puso a Oscar Humberto Mejía Victores quien sancionó una nueva Constitución y llamó a elecciones para que ganara un democristiano, Virginio Cerezo en 1986 y diera comienzo a la “transición” hacia el conve- nio de paz que se firmaría en 1997.

Si pensamos que los españoles aplastaron la cultura maya y que la Independencia de 1821 agravaría las condiciones de vida de los pueblos originarios al abolir algunas “capitulaciones reales” que daban un mínimo pero real espacio de autonomía en los pueblos de indios; y si desde 1871 en adelante solo habrá gobiernos auto- ritarios, racistas hasta el paroxismo comprenderemos la extrema importancia que tienen esos diez años que los guatemaltecos lla- man la Revolución: entre 1944 y 1954; y si pensamos que lo pri- mero que hace Castillo Armas, el hombre de la CIA para el golpe es anular la Reforma Agraria que había afectado la United Fruit Company (cuyo presidente era hermano del vicepresidente de los EE.UU.), la autonomía de la Universidad San Carlos y anular el derecho al voto a los analfabetos que eran al menos dos tercios de los pueblos originarios, nos estaríamos acercándonos al meollo de la cuestión.

En Guatemala hubo un Genocidio. Doscientos mil muertos.

Cuarenta y cinco mil desaparecidos.

Se exterminó la insurgencia en varias oleadas represivas cada vez más brutales y masivas. La primera oleada aplastó la subleva- ción armada de las Fuerzas Armadas Rebelde conformada por militares partidarios de la Revolución del 44 con apoyo comunista; luego se aplastó el movimiento social a finales de los 70 y la nueva ofensiva guerrillera de 1981/1982 del Ejercito Guerrillero de los Pobres y de la Organización Revolucionaria del Pueblo. También se aplastó casi hasta la desaparición del Partido Guatemalteco del Trabajo (comunistas), de la Organización Revolucionaria del Pue- blo (ORPA) y del Ejercito Guerrillero de los Pobres quienes en 1982, en el momento de cénit de la lucha guerrillera se habían agrupado en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca. Se aniquiló el movimiento sindical, estudiantil y campesino de modo tal que algunas organizaciones actuales como la Asociación de Es- tudiantes Universitario (AEU) portan el nombre de lo que fueran organizaciones de combate, cuyos dirigentes fueron asesinados como el caso más notorio de Oliverio Castañeda de León (1978), pero no tienen relación alguna con aquella lucha. El método de de enfrentar el desafío revolucionario fue el del exterminio total.

En 1965, solo dos años después del comienzo de las acciones de resistencia armada impulsadas por las Fuerzas Armadas Rebel- des creadas en 1963 por oficiales partidarios de Arbenz en acuer- do con los comunistas, el Ejercito secuestró el Comité Central completo del PGT y lo asesinó: 28 compañeros. Ese fue el estilo hasta el final. Secuestro del Comité Central Confederal de la Cen- tral de los Trabajadores y todos asesinados. Ocho de los diez pri- meros organizadores de Famdegua (organismo similar a Madres o a Familiares de Argentina) asesinados de manera salvaje, todos torturados incluidos niños de tres años que aparecían con los de- dos mutilados. La dimensión del exterminio de la izquierda no se puede separar de la subordinación económica, política y cultural de las elites guatemaltecas a los EE.UU. y de la visión anticomu-

nista paranoica que prima allí en los cincuenta. El Genocidio es incomprensible sin pensar el impacto del triunfo de la Revolución Cubana y el fracaso de la invasión de Playa Girón en los sesenta. Y para nada es casualidad que Ríos Montt aparezca en 1982 ,solo tres años después del triunfo de la Revolución Sandinista en la cer- cana Nicaragua. Solo desde la dimensión continental de la Ope- ración de Contrainsurgencia se puede entender el Genocidio en toda América Latina y también en Guatemala. Un genocidio que posiblemente comenzó justamente con el golpe contra Arbenz en 1954 y prosiguió hasta el fin del conflicto armado en la misma Guatemala en 1997 cuando los yankees se creen que la victoria en la Guerra Fría ha eliminado el comunismo, las ideologías y hasta el campo de las reformas socialdemócratas. Igual que el Paraguay de Stroessner, el máximo orgullo de los militares y las elites chapi- nas era proclamarse campeones del anticomunismo. Valga pues, una mirada de reconocimiento y valoración hacia todos los que sostuvieron el ideal revolucionario en Guatemala en condiciones tan extremas pero valga un reconocimiento especial a esos pocos cientos de militantes del Partido Guatemalteco del Trabajo que mantuvieron la bandera del comunismo en alto a pesar de la histe- ria anticomunista. Recordemos por ahora al fundador del Partido del Trabajo Guatemalteco, José Manuel Fortuny y el nombrado Oliverio Castañeda de León, militante de la Juventud Patriótica Guatemalteca.

En Guatemala hubo un genocidio. Doscientos mil muertos y cuarenta y cinco mil desaparecidos. Pero de ellos, tres de cada cua- tro pertenecían a los pueblos originarios.

En Guatemala hubo dos genocidios si se quiere decir de esta manera: uno, el mismo que se extendió hasta la Patagonia chilena y argentina en el sur del continente, contra todos aquellos que proponían superar el capitalismo y constituían un escollo serio al nuevo modelo de desarrollo capitalista que se buscaba impo- ner desde Washington y las oligarquías locales; y otro un Geno-

cidio étnico, una limpieza racial que buscaba completar lo que el Español no terminó en el siglo XV: liquidar los pueblos mayas, borrarlos del mapa social y geográfico. Porque molestaban para el despliegue de algunos emprendimientos mineros, energéticos o agrarios (molestia que persiste y explica el nivel de represión hacia los pueblos originarios de estos días), pero sobre todo por racismo, por la intolerancia hacia el llevada a la locura de asesinar miles y miles de mujeres, de partir las cabezas de los niños para que corra la sangre como agua hacia el mar, de esclavizar mujeres como esclavas sexuales por años o niños como sirvientes. Sin ese componente racista no se puede entender la decisión de extermi- nar toda comunidad que hubiera entrado o que ellos pensaran que había entrado en relación con la insurgencia.

En un texto clásico, Federico Engels dice que lo más terrible de las derrotas es que los pueblos olvidan las causas por las que lucharon. Lo hace en referencia a la Comuna de París de 1871 pero hoy sabemos que esa reacción no es “natural” sino una de las consecuencias buscadas y planificadas de un genocidio. Es la con- tinuación del genocidio por otros medios y el modo de asegurar que la reorganización radical del país que la eliminación del grupo nacional ha consumado, se estabilice y mantenga en el tiempo. Y si en algún lugar parecía que el objetivo se había conseguido era en Guatemala. El modo en que terminó el conflicto armado, con un Acuerdo de Paz que era lo más parecido a una rendición incondi- cional y el asesinato del Obispo Gerardi a cielo abierto, como una clara represalia y advertencia de impunidad ante la publicación del informe de la verdad (casi el único acuerdo positivo del acuerdo de paz que se cumplió, y con ese costo terrible), condicionaron un largo periodo de supuesto pos conflicto que eternizó el conflicto profundo y más real que todos, ese que motivó la revolución del 44 e inspiró la acción democrática de Arbenz: el conflicto que genera el monopolio de la propiedad de la tierra, la discriminación racial y de clase contra la mayoría maya que siguió sin tierra y sin derechos, obligada a refugiarse lejos de la modernidad para poder

conservar algo de su cultura y su identidad.

Como dijimos antes, el genocidio prácticamente exterminó la izquierda urbana y las poblaciones mayas no subordinadas a su mandato asesino. Pero no del todo. ¿Cómo se conservó la peque- ña brasa que sobreviviría tantos años casi apagada y que en estas últimas semanas volvió a arder en las movilizaciones populares contra la corrupción gubernamental que ya forzaron a dimitir a la vice presidenta de Guatemala, Roxana Baldetti y una larga lista de funcionarios, movilizaciones que según algunos historiadores casi no tiene antecedentes en la historia de Guatemala más que en dos o tres ocasiones, una previa a la Revolución del 44 y otras en los 80/90 pero de carácter estrictamente estudiantil? Este movimien- to, que ya se mantuvo por más de dos meses de movilizaciones

-sobre todo en las plazas centrales de las principales ciudades del país-, como sabemos aparece a raíz del destape de casos de co- rrupción. Primero por el destape de defraudación aduanera que condujo a la renuncia de la ex vicepresidente Roxana Baldetti y su secretario privado, hoy prófugo de la justicia. Posteriormente el contrato anómalo con la empresa farmacéutica mexicana Pisa en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social para la realiza- ción fraudulenta de diálisis que llevó a la muerte a 12 personas, incriminando al ex director de esa institución Juan de Dios Ro- dríguez, ex militar acusado de violación a los derechos humanos y cercano al presidente Otto Pérez Molina. Las denuncias y la crisis política que provocó obligó a la renuncia importantes figuras del gabinete como el ex ministro de gobernación Mauricio Bonilla y el ex general José Anzueto a cargo de la Secretaria de Inteligencia del Estado, ex militares cercanos a OPM y el nombramiento de ex magistrado de la Corte de Constitucionalidad Alejandro Mal- donado, viejo político al servicio de las clases dominantes, como vicepresidente.

Todo esto ha generado indignación en algunos sectores de la población, sobre todo capas medias urbanas pero que se amarra con otras indignaciones más estructurales de capas obreras, cam-

pesinas e indígenas. Esto puede dar al traste el régimen político post dictaduras o al menos debilitarlo haciéndole perder legitimi- dad al sistema de dominación. Pero las movilizaciones están en la encrucijada por el cauce institucional que los poderes fácticos le pretenden dar y a la ausencia de una alternativa de gobierno y/o de poder. Las diversas crónicas periodísticas dan cuenta de que desde el 25 de abril hasta el 13 de junio hubo movilizaciones to- dos los sábados, siendo la primera el 25 de abril, que juntó a más de 30 mil personas; la del 16 mayo fue el pináculo con más de 60 mil personas concentradas en la plaza central y las diversas plazas de las principales ciudades; y la del sábado 13 con un poco más de 20 mil personas. Estas movilizaciones contaron con un fuerte componente de personas procedentes de capas medias y pequeña burguesía, que llegaron a título individual; fueron los contingentes, sobre todo con posterioridad al 25 de abril, de las universidades privadas y de la Universidad de San Carlos y representación de los pueblos mayas, los que le dieron un toque más clasista. Pero no se recompone la subjetividad política transformadora ni se crean fuerzas capaces de derrotar las sombras del genocidio en un día; pero se ha roto el largo periodo de quietud y silencio del pueblo. Eso preocupa a los genocidas y poderosos, y reclama mayor aná- lisis de parte nuestra. Sin pretensión de analizar los hechos polí- ticos que están en pleno desarrollo en este momento, me animo a proponer dos o tres ideas de interpretación.

Un modo de sobrevivencia de la subjetividad popular, demo- crática, antiimperialista y revolucionaria ha sido de la mano de los constructores de la memoria del genocidio. Los que no aceptaron la grosera impunidad decretada por el Poder y consentida a nivel internacional. Porque la memoria no es lo “natural” y el olvido una partecita de ella sino que la memoria y el olvido son categorías relacionales, se construyen al mismo tiempo por acciones huma- nas, premeditadas cuando se trata de la memoria de las luchas sociales.

El olvido se construye con el horror transformado en terror e

incorporado en los cuerpos humanos por la tortura y en el cuerpo social por el miedo. Y vaya si en Guatemala se torturó y se inculcó el miedo. Pero hubo quienes buscaron sus familiares victimiza- dos, los cuerpos de los desaparecidos, los rastros de la lucha de los revolucionarios, de los sindicalistas, de los dirigentes estudiantiles. La formación de HIJOS Guatemala podría ser el símbolo más potente de esa acción de memoria que tuvo en la recuperación del Archivo Histórico de la Policía Nacional Guatemalteca un punto de referencia y un estimulo importante.

Otro fue el movimiento resultante de la movilización de super- vivencia indígena conocida como Comunidades de Población en Resistencia que comenzó como un intento de escapar del extermi- nio militar y resultó en un proceso de organización autónoma de miles de mayas que prolongaron la experiencia luego de finalizado el conflicto armado y aseguraron un territorio de fidelidades al pasado maya y algunas de las tradiciones democráticas que buscó eliminar el genocidio.

Y por último, de un modo sobresaliente, así como el golpe de 1954 y las sucesivas oleadas genocidas son inseparables de la operación continental de contrainsurgencia que impulsó la CIA y el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU., el resurgir del movi- miento popular en Guatemala es una de las consecuencias espe- radas del retorno al gobierno del Sandinismo en Nicaragua y del Frente Farabundo Martí en El Salvador, hermanas de Guatemala que mantienen miles de invisibles lazos por los cuales ayer huían los revolucionarios perseguidos por el ejercito guatemalteco y hoy penetran nuevas ideas y ánimos renovados. O sea un nuevo olor, fresco como la papaya. Digo, no puedo entender el genocidio gua- temalteco sin pensar en el olor. Eso que molesta a los estudian- tes del colegio de Liniers de los compañeros bolivianos. Si en un barrio limítrofe de la Capital Federal, un grupo de estudiantes se molesta por el olor de los hermanos bolivianos, qué les pasaría a los ladinos guatemaltecos al ver las mujeres mayas con sus polle- ras de colores oliendo a maíz, a tierra mojada, a papaya fresca?

El genocidio sembró un olor fétido, a muerte mal enterrada en cementerios secretos y montañas peladas pero un nuevo viento cruza del Pacífico al Atlántico. Decían los antiguos que el tiempo es circular y que todo vuelve a empezar. Allí están de nuevo, los estudiantes en las calles y ahora, más que antes, las polleras colo- ridas de las mayas a su lado. Todavía está por verse quien escribe la última pagina de esta historia que en alguna pequeña medida la historia de mis hermanos de lucha, algunos de los cuales conocí hace cuarenta años. A uno de ellos, asesinado en 1984, le dediqué un poema de despedida que quiere ser mi canto de amor al pueblo chapino

En memoria de Pedrito.

Dicen que debajo de esa roja bandera dentro de ese pequeño cajón, están los huesos de Pedro.

Dicen

que su hija menor,

que creció sin conocer la historia tomó la bandera de su padre

y la puso sobre la caja de madera donde reposan

los huesos de Pedro.

Dicen

que cuando lo atraparon manoteo su 38 y opuso resistencia cumpliendo con aquella promesa

de una tarde de nieve cerca de la Plaza Roja

doce años antes de aquel instantes

Entonces,

gritó seremos como el Che o al menos,

corregí yo, como el Che quería que fuéramos Dicen

que lo mataron

a los veinticuatro días: o sea, el 29 de marzo de 1984

Así escribieron los militares guatemaltecos

tan prolijos como todo militar latinoamericano en eso de asesinar militantes

Dicen y dicen porque yo no lo vi más desde aquella tarde de nieve

No lo vi

cuando cruzaba fronteras con nombre falso

y bigote recortado No lo vi

cuando entró a su Guatemala

y se puso a pelear justo cuando aquí

caían dictadores y volaban Allendes por el cielo

No lo vi

cuando volvió a cambiar de nombre tantas veces que ni él se acordaba quien era

Pero ahora recuerdo

que aquel 29 de marzo de 1984 me tomé un par de vinos

con el Tito, el Carlos y el Tato que eran buenos

en eso de ponerle al pueblo uniforme de pueblo,

y salir a pasear con las banderas en alto.

Banderas como esas que la niña de Guatemala

criada en el país de los gringos dobló con amor

para poner sobre la caja de los huesos de su padre Mi amigo guatemalteco perdido en la noche,

que recuerda la culpa de estar vivo y no ser, como él,

un puñado de huesos dentro de una caja bajo una bandera

Buenos Aires, mayo del 2015.

crónicas chilEnas

Víctor Jara cumplió 85 años, y estuvimos allí para celebrarlo

Santiago de Chile, 29 de setiembre de 2015

L  

a mujer que está sentada allí tiene noventa años, cinco más que Víctor pero es dificil que se hayan visto nunca aunque Víctor creció y fue a la escuela en el poblado de Lonquen y ella vivía a unos pocos kilometros, en Isla de Maipo, pero en la zona

rural.

Qué los une? Bueno, los unió la canción de Víctor que cantó con empeño y genialidad a campesinos pobres, solidarios, buenos cristianos y comprometidos políticamente con la lucha por la re- forma agraria y la revolución que encarnaba Salvador Allende y la Unidad Popular.

Campesinos como su marido, Sergio Maureira Lillo, que en 1973 tenía 46 años, y su hijo José 26, Rodolfo 22, Segundo 24 y Sergio 27. Todos ellos fueron capturados por el Ejercito junto a otros diez compañeros campesinos, torturados, asesinados y tira- dos a un horno de cal, los hornos de Lonquen donde ahora esta- mos. En el juicio se comprobó que algunos de ellos no estaban ni muertos cuando fueron tirados al horno de cal.

La que ahora abraza a Purisima Elena Muñoz de Maureira, esposa y madre de cinco ejecutados políticos de Pinochet es la hija menor de Víctor Jara, Amanda, la que lleva el nombre de la mamá

del padre y única jefa de la familia y el nombre de una de las can- ciones más populares y bellas de su papá: Te recuerdo Amanda.

Amanda era muy chiquita cuando su papá fue apresado, tortu- rado y asesinado en el Estado Chile, perteneciente entonces a la Universidad Técnica donde Víctor era docente y junto con mu- chos otros fueron apresados en los primeros días del golpe de setiembre de 1973. Allí Víctor ganó su primer premio por la crea- ción artística: fue por Plegaria de un labrador, más que un himno para la generación de los 70.

“Levántate y mírate las manos para crecer estréchala a tu her- mano. Juntos iremos unidos en la sangre hoy es el tiempo que puede ser mañana.”

Ahora estamos en los cerros de Lonquen donde alguna vez estaban los hornos de Lonquen y donde en 1978 encontraron los restos de los quince campesinos considerados “desapareci- dos” por el movimiento popular e “inexistentes” por la dictadura. Como Santiago Maldonado cuya foto se levanta aquí una y otra vez. Y aquí en medio de los cerros, en medio de la nada, en un silencio atronador y el vuelo rasante de los pajaros un cantante de Lonquen, más joven que el propio Víctor Jara de la foto, el eterno, empuña la guitarra y comienza a cantar la misma Plegaria. Levan- tate y mirate las manos, para crecer estréchala a tu hermano.

Y nos estrechamos con Alicia Lira de la Agrupación de Fami- liares Ejecutados Políticos, con Patricio Vejar de las Comunidades de Base Martin Luther King y con el Beto de la Corporación Villa Grimaldi, y con Andrea de la Fundación Víctor Jara y con Carlos el nieto de Purisima. Y hasta con un monje budista japonés que vino a caminar por la paz en estas montañas, en honor de Víctor Jara.

Usa la misma tunica amarilla que usaban sus hermanos que se inmolaban en Viet Nam en resistencia al imperialismo yankee quemandose a lo bonzo. Todo vuelve, todo vuelve?

Los que pueden caminaran un largo trecho de los hornos de Lon- quén al estadio donde mataron a Víctor que hoy lleva su nombre.

A la nochecita, se encienden las luces y prueban el sonido. Ali- cia me sienta al lado de Joan Jara, de Amanda y del monje budista Gioro Nagase. Joan también tiene noventa años, fue la compa- ñera de Víctor y madre de sus hijas. Cuando Víctor la conoció era bailarina clásica, inglesa. Hermosa como ahora. Sus ojos casi no ven pero su mirada es pura y escucha a sus viejos amigos murmu- rando cada letra. Cuando canta Violeta Parra desde el documental que proyectan alguna lagrima se le escapa pero está aquí. En este mundo y por eso toma la foto de Santiago Maldonado y pide por Víctor, o sea por Santiago.

Los que cantan, los Illapu, eran jovenes cuando Víctor era jo- ven, y cantaban lo mismo que él. Hace cuarenta y seis años que cantan y cantan lo mismo. A la vida, a los campesinos, a los mapuches, al obrero, a la revolución. Bueno, no cantan lo mismo pero creo que si Víctor viviera cantaría más o menos lo mismo.

Su recital es largo, completo, musicalmente precioso y política- mente impecable. Demuelen uno a uno los mitos del progresis- mo chileno entregado al neoliberalismo. Cúanto dura la transición a la democracia si cada vez estamos más atrás? La ley antiterro- rista que aplican a los mapuches es terrorista. Pregunten a los militares que hicieron en La Moneda.

Y canta Víctor, De nuevo quieren manchar mi tierra con san- gre obrera los que hablan de libertad y tienen las manos negras. Los que quieren dividir a la madre de sus hijos y quieren recons- truir la cruz que arrastrara Cristo. Quieren ocultar la infamia que legaron desde siglos, pero el color de asesinos no borrarán de su cara.

Y el estadio lleno de “cabros chicos” que saltan y gritan como en un recital de rock pero no. Este no es un recital cualquiera. Aquí se juega la memoria y el futuro. En este pedacito de etica que sostiene la memoria está el futuro de Chile. La suerte de las luchas por la democracia verdadera y por el respeto a la voluntad de los pueblos originarios. Y Víctor está con ellos. Con su guitarra en su brazo en alto y su sonrisa invencible

crónicas argEntinas dE José ErnEsto schulMan

La triple condición del 24 deMarzo

Apuntes sobre el golpe escritos el 15 de marzo de 2017

S  

e dice fácil, Memoria, Verdad y Justicia pero desde 1976 en adelante, o digamos desde 1983, Alfonsín mediante, en ade- lante, o desde el 2003 en adelante, cada uno de estos términos es espacio de disputas entre diversas concepciones y miradas. Para nosotros el Golpe de Estado de 1976, precedido y preparado por el accionar de la Triple A desde el 74, es el resultado de al menos tres procesos convergentes y simultáneos: Una Operación Con- tinental de Contrainsurgencia; una acción contrarrevolucionaria preventiva de aniquilamiento de organización y subjetividad re- volucionaria y la fundación de un nuevo modelo de desarrollo

capitalista.

Se sabe que las tierras de la actual Argentina fueron conquis- tadas y colonizadas por el Imperio Español en nombre del capi- talismo europeo en alza, y que luego, de un modo más o menos en paralelo a la constitución de las Republicas el dominio español fue reemplazado por el Imperio Británico que primero conquistó la supremacía militar en el mar y luego en el Comercio. Por eso, cuando los EE.UU. se convirtieron en potencia imperial, roban- do medio México, Puerto Rico, Hawai y dominando Nicaragua y otros territorios de Centro América, el Sur le fue vedado por el

Imperio Británico. Fue a los finales de la Segunda Guerra Mun- dial, derrotada la Alemania Nazi y debilitado el León Británico que los Yankees emprendieron rumbo al Sur mediante una larga y cruenta Operación Continental de Dominación por medio de Acciones de Inteligencia y Golpes de Estado cuyo primer acto fue la destitución de Jacobo Arbens en Guatemala en 1954. Luego siguieron la seguidilla de golpes conocida: en Brasil, Bolivia, Uru- guay, Chile, dos veces en Argentina. Desde el 47 que dominaban Paraguay con Stroessner y fue así que para finales de los setenta toda América les pertenecía y funcionaba como espacio de reta- guardia en la Guerra Fría contra el comunismo.

Solo desde esa dimensión continental y desde la paranoia de la Guerra Fría el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU., la Junta Interamericana de Defensa y la Junta Militar Argentina pudieron pensar en que las fuerzas sociales y políticas de la Argentina eran un oponente en forma al cual debían “aniquilar” (mandato que el gobierno peronista que sucedió a Juan Perón estampó en un decreto miserable firmado por Luder). Igual que en Viet Nam, Operación Noche y Niebla, el Ejercito de los EE.UU. impulsó un Plan de Exterminio por fuera de la legalidad burguesa represora. Un plan que fuera más allá de lo hecho en los anteriores golpes de estado de 1930/1945/1955/1962 y 1966 y que tomó la forma de la capucha para los NN, los centros clandestinos para los secues- trados, la cárcel para los sobrevivientes de esos centros, el exilio para millones, las listas negras y el desempleo para más millones de argentinos, el apagón cultural, la censura y la autocensura y el aplastamiento físico y cultural de una generación rebelde y revo- lucionaria.

Si a los Yankees lo que más le interesaba era el aplastamiento de una generación de militantes y sus organizaciones política re- volucionarias (no se puede pensar unos sin los otros) al Bloque de Poder Local le subyugaba la liquidación de la resistencia obrera y popular a sus planes económicos de saqueo y la imposición de una nueva hegemonía en el mismo bloque de poder que termine

con las disputas internas (que se pueden seguir en la disputa por el precio del dólar: alto lo querían y quieren los agro exportadores, bajo lo querían los industriales obligados a importar insumos por la falta de integración de la industria argentina desde siempre). Así terminaron con el modelo peronista de desarrollo capitalita basado en el estimulo al mercado interno, subsidios a la burguesía local y beneficios de todo tipo que ampliaban el consumo de un modo tan inteligente que el modelo persistió, en lo fundamental, veinte años después del golpe Gorila del 55. Resumamos para pensar el hoy:

el Golpe del 76 denota el dominio imperial yankee, que pro- longa otros dominios no menos brutales y saqueadores, un do- minio que ha continuado de una u otra manera hasta hoy en que renace de un modo impúdico con Macri y sus socios saqueadores el Golpe del 76 adquirió la forma de una gran acción de ex- terminio, de carácter preventivo porque (como veremos en otras crónicas) su Poder Real no estaba amenazado más que en el plano subjetivo y cultural, y es allí donde se condensan las consecuencias más prolongadas y dolorosas. Fue Federico Engels quien escribió que lo más grave de las derrotas es que los pueblos olvidan las

causas por las que lucharon. textual

el Golpe del 76 es una herida bisagra en la historia nacional; la Argentina de hoy es mucho más fruto de esa violación que here- dera de Mayo y San Martín; el país que fundaron Videla, Martínez de Hoz, la picana y las capuchas es el que emerge vivito y coleando con la Alianza Cambiemos y su defensa desfachatada de todo lo que el Golpe sostenía: la desigualdad como base del desarrollo, el individualismo más egoísta y el consumismo como horizonte único y final de toda acción humana

Macri resume esa triple condición de un modo asombrosa- mente transparente y explicito: pro imperialista hasta la medula, anticomunista, gorila y antipopular como pocos políticos de la historia y sujeto mismo del Modelo Capitalista fundado por el Te-

rrorismo de Estado.

Al conmemorar el Golpe hace falta enfrentar a Macri y al en- frentar a Macri no olvidar que es mucho más que un bobo em- presario hijo de papá, es el heredero y continuador de Videla y el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU.

El terrorismo de Estado y la captura del deseo

Segunda nota sobre el golpe de estado escrita el 20 de marzo de2017

Cuando Darío Lopérfido cuestiona la cifra de los treintamil desa- parecidos, no solo practica un modo burdo de negacionismo del Terrorismo de Estado perpetrado entre los años 1975/1982, tam- bién explicita una visión vulgar de lo que es un genocidio. Lamen- tablemente, no es el único que tiene esa mirada (aún dentro de los que lo rechazan) como si el Genocidio fuera una cuestión de números en vez de ser una cuestión de identidades, de saberes y afectos, de subjetividades, de deseos perseguidos y capturados. Ya hemos dicho47 que el golpe del 24 de marzo de 1976 se explica por tres procesos: Una Operación Continental de Contrainsurgencia, imperativo Imperial de los EE.UU. que buscaba el control total sobre una región que desde siempre considera su “patio trasero” y retaguardia para las disputas con otros bloques o potencias en medio de la Guerra Fría con el “Comunismo”; Una Contrarrevo- lución preventiva para aniquilar todas las fuerzas revolucionarias crecidas sobre todo desde la Resistencia Peronista (1955) y el es- timulo formidable de la Revolución Cubana (1959); crecidas por dentro, pero sobre todo por fuera, de las izquierdas tradicionales nacidas en 1890 con el primer Partido Socialista y 1918 el Parti- do Comunista; y por último, más no en menor importancia, la Fundación de un Modelo Capitalista que desprecia el consumo interno, reprimariza la economía (más peso de lo agrícola en la economía total) y potencia la financiarización de ella (más timba financiera que chimeneas), la fundación de la Argentina Capitalista del siglo XXI que todavía sufrimos. Y el deseo? El lector pregun- tará por qué nombramos el deseo en esta historia de horrores y te-

rrores. El deseo es lo que está en discusión en las tres operaciones y en el centro del Genocidio.

Más allá de las consideraciones jurídicas48 y las precisiones so- ciológicas, el concepto de Genocidio surgió para dar cuenta de los crímenes nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Un abogado polaco de origen Judío, Lemkin, descubre que no hay palabras para describir lo que él quiere denunciar que no es solo la matanza de civiles, que no es solo el esfuerzo por destruir la identidad del grupo (nacional, político, religioso, por opción sexual, etc.) sino que también es el intento, a veces exitoso a veces fallido, de su- plantar la anterior identidad por la del opresor genocida. Como hicieron con nuestros hermanos originarios exterminados en masa, desaparecidas etnias y lenguas en cantidades asombrosas de los cuales molestaba su ideología y cultura como lo prueban estas palabras del ex secretario privado del General Genocida Roca, el Diputado Nacional Dionisio Schoo Lastra: “la casi extinción de la raza indígena en nuestro medio se debe al hecho de que los indios eran demasiado socialistas. (…) Eran comunistas, y la carencia del sen- tido de la propiedad indispensable para imponer al hombre la ley del trabajo, que es su ley sagrada, fue la causa de la casi extinción de la raza”.49

Lo que molesta por encima de todo al genocida de fines del siglo XIX es la enorme dificultad para incorporar de un modo entusiasta y voluntaria a los pueblos originarios a la organización capitalista del país en marcha. Por eso la Conquista del Desierto o la menos conocida y más extensa, prolongada y cruenta del Gran Chaco. Entonces, para el Estado Genocida solo pueden existir

  • Articulo dos de la Convención de Prevención y Castigo del delito de Genocidio sancionado en 1948
  • De centauros a protegidos. La construcción del sujeto de la política indigenista argentina desde los debates parlamentarios (1880 – 1970). Lic. Diana Isabel Lenton, publicado en 2014 en /corpusarchivos.revues.org

seres sin deseo o seres con un nuevo deseo impuesto, transformados en tris- tes y vencidos parroquianos de Pastores o Sacerdotes, con men- talidad y acento europeo, que les inculcarán como un veneno la resignación ante el genocida.

Recuerden Uds. aquellas palabras casi grotescas del General Saint Jean: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aque- llos que permanecen indiferentes y finalmente a los tímidos” o la descripción de la Dipba (Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires) sobre los comunistas en la Argentina: “hay co- munistas en el Partido Comunista; hay comunistas en el Partido Peronista; hay comunistas en la Iglesia, los sindicatos y aún hay comunistas que no saben que son comunistas” para que ahora podamos entender que para los genocidas el “enemigo comunis- ta” no eran otros que todos los que se oponían, por acción u omisión, por resistencia activa o modo de vivir y pensar, al nuevo modelo capitalista en proceso de instalación. El deseo que les molestaba era aquel que vinculaba la mejora de la vida cotidiana con la lucha popular, con los proyectos colectivos, con las huelgas generales que conseguían mejoras en el Salario Mínimo Vital y Móvil que efectivamente mejoraba los ingresos de los asalariados en un país donde casi la totalidad de los que trabajábamos éramos asalariados y donde el trabajo en negro y la changa esporádica era la excepción y no la norma como lo es ahora. En el largo proce- so de preparación del ciclo ofensivo (desde 1955 a 1969) que se desplegó entre el Cordobazo del 29 de mayo de 1969 y el aplasta- miento de las experiencias más avanzadas del movimiento obrero: Córdoba, en enero del 74 y Villa Constitución en marzo del 75, el sentido común popular, la subjetividad de vastos sectores obreros, estudiantiles y medios urbanos y rurales se modeló alrededor de ese paradigma del luchemos juntos que la vida mejora y el objetivo final se acerca. El deseo de esa generación no estaba capturado por el consumismo ni la ilusión de viajar a Miami o vivir en una playa tropical, tomando daiquiris tirados al sol. El deseo de esa gene-

ración se explicita en la formación de cientos, si cientos, de gru- pos políticos de izquierda que sueñan con la revolución socialista desde las identidades más variadas: peronistas y comunistas en primer lugar, pero luego toda una serie de identidades derivadas de aquellas otras como el guevarismo o las más diversas formas de asumirse peronista revolucionario en aquellos años. Un deseo alimentado por una larga lista de de autores, dramaturgos y artistas comprometidos con el mismo sueño y el mismo deseo (Rodolfo Walsh, Mercedes Sosa, Tejada Gómez, etc. etc.) que alimentan con canciones, obras de teatro, literatura y cine a esa generación que acaso comienza a crear una subcultura popular propia50, antiimpe- rialista y patriótica, Un deseo teñido de los fuertes colores del Ca- ribe, del prestigio de Fidel, Raúl, Camilo, el Che y una Revolución en castellano que bailaba y reía todo el tiempo, aún en Playa Girón cuando derrotaron al Imperio Norteamericano de un modo tan humillante que todavía quieren vengarse.

El Terrorismo de Estado primero tronchó el deseo de mejorar la vida por medio de la lucha popular; obligó a “desaprender” que se puede cambiar la vida luchando de un modo organizado y procurando conquistar un programa de cambios. Golpe a golpe, capucha a capucha marcó con fuego lo que vendría si el pueblo se rebela contra el Amo. Para que venzan Tinelli y Mirtha, Susana y Lanata primero tuvieron que desaparecer los treintamil, o lo que es lo mismo, Tinelli, Mirtha, Susana y Lanata son el otro modo de nombrar la hegemonía militar y política; nunca la cultural. Lue- go, bajo las brutales condiciones del horror y el terror, intro- duciendo el miedo en cada molécula de la vida social y en cada gramo del cuerpo de las y los militantes, buscó desviar el deseo hacia el consumo y el consumo hacia el consumismo, que parecen lo mismo pero no es igual. Comer un trozo de carne vacuna con hortalizas hervidas es consumir alimentos para conservar energías

  • Al decir de Raymond Williams en “Marxismo y Literatura”.

y proveer de nutrientes al organismo. Comprar una hamburguesa de carne de jabalí criado con manzanas verdes de Suecia y con una salsa de nueces africanas comidas y defecadas por un elefante ya es consumismo; es consumir algo que no necesito pero cuya necesidad ha sido impuesta desde el dominio comunicacional y la hegemonía cultural. Y por supuesto que es un simple ejemplo, y posiblemente un mal ejemplo. Pero de algún modo, desde el acto violento, brutal, de dimensiones tales que causan exterminio de las ideas y fatiga de los cuerpos, el Terrorismo de Estado instaló una nueva hegemonía cultural que fue generando un nuevo sistema de valores y deseos donde el consumismo es central y el egoísmo in- dividualista considerado imprescindible para conquistar el nuevo deseo impuesto/construido pero asumido y naturalizado. El pro- blema somos nosotros, que pretendemos cambiar el mundo igno- rando la profundidad de la dominación cultural, no solo a nivel de ideas y doctrinas, sino en el profundo espacio de las costumbres naturalizadas, eso que Gramsci llamaba el sentido común

Decía el compañero García Linera en La Plata: “El segundo pro- blema que estamos enfrentando los gobiernos progresistas es la redistribución de riqueza sin politización social. ¿Qué significa esto? La mayor parte de nuestras medidas han favorecido a las clases subalternas. En el caso de Boli- via el 20% de los bolivianos ha pasado a las clases medias en menos de diez años. Hay una ampliación del sector medio, de la capacidad de consumo de los trabajadores, hay una ampliación de derechos, necesarios, sino, no seríamos un gobierno progresista y revolucionario. Pero, si esta ampliación de capacidad de consumo, si esta ampliación de la capacidad de justicia social no viene acom- pañada con politización social, no estamos ganando el sentido común. Habre- mos creado una nueva clase media, con capacidad de consumo, con capacidad de satisfacción, pero portadora del viejo sentido común conservador. ¿Cómo acompañar a la redistribución de la riqueza, a la ampliación de la capacidad de consumo, a la ampliación de la satisfacción material de los trabajadores, con un nuevo sentido común? ¿Y qué es el sentido común? Los preceptos íntimos, morales y lógicos con que la gente organiza su vida. ¿Cómo organizamos lo bueno y lo malo en lo más íntimo, lo deseable de lo indeseable, lo positivo de lo

negativo? No se trata de un tema de discurso, se trata de un tema de nuestros fundamentos íntimos, en cómo nos ubicamos en el mundo. En este sentido, lo cultural, lo ideológico, lo espiritual, se vuelve decisivo. No hay revolución verdadera, ni hay consolidación de un proceso revolucionario, si no hay una profunda revolución cultural.”51

Un viejo dicho popular dice que de buenas intenciones está alfombrado el camino al infierno y ahora podríamos de- cir que el despliegue de políticas supuestamente populares y progresistas sin un meditado camino integral de transfor- maciones puede producir efectos distintos al que se busca- ba. El solo efecto de ampliar el consumo no genera concien- cia política y si de consumir más y más se trata, las derechas siempre tendrán propuestas más egoístas y atractivas para el que solo quiere consumir más y en todo ciclo de crisis eco- nómica hay un sector que se enriquece y el que ha perdido perspectiva política siempre soñará con ser él el privilegiado. La derecha también genera utopías, utopías reaccionarias pero tan atractivas como las nuestras.

Entonces, cuando decimos Memoria, Verdad y Justicia se tra- ta de entender que también se trata, o mejor dicho que se trata en primer lugar, de recuperar el deseo de las generaciones exterminadas física o culturalmente. De volver a inventar un cielo hacia el cual caminar que sea lo suficientemente atractivo para que millones y millones decidan marchar juntos hacia su conquista. Puesto de eso se trata; ellos proponen un horizonte de celulares inteligentes, manjares exóticos y evasiones diversas de una civilización en deca- dencia que camina hacia su autodestrucción ambiental, ecológica o atómica; para superar la crisis de alternativa, para contar con un

poderoso punto de llegada para nuestros esfuerzos de resistencia a todas las formas de impunidad y todas las formas de dominación y de explotación y de deshumanización, hay que volver a inventar un sueño. Uno que tenga en su divisa el rostro de los treintamil y de todos los colores que animaron las luchas populares. Para que nada sea olvidado, para que nada sea perdonado, para que el amor que propiciemos sea el más estricto resultado del odio al tortura- dor, al asesino y al que nos robó el deseo.

La verdadera historia de Patrice Derian y Jane Kirkpatrick, el “destino manifiesto” de los EE.UU. y sus continuadores.

escrita el 23 de marzo de 2014

Los dichos a favor del Imperio

Con el anuncio de la visita del presidente Obama a la Argentina, una verdadera campaña propagandística se desató desde los me- dios hegemónicos Clarín y La Nación, con audaz protagonismo del nuevo secretario de derechos humanos (?) Claudio Avruj, co- nocidos voceros de la ultraderecha y aún conocidos intelectuales y dirigentes del movimiento de derechos humanos, que han pre- tendido instalar la idea fuerza que Obama no tiene nada que ver con el apoyo del gobierno de los EE.UU., y aún más, que este apoyo fue solo de una fracción del poder norteamericano ya que hubo otra fracción, Carter, Derian, que no solo no los apoyaron sino que hubieran sido los más importantes apoyos solidarios de la lucha antidictatorial. En algunos casos, el mito Carter-Derian- mejores-amigos-de-la-democracia-argentina se complementa con groseros ataques a Fidel Castro y la revolución Cubana, a la Unión Soviética y el Partido Comunista Argentino. Al escribir estas notas dejamos constancia que esta maniobra no ha recibido la condigna respuesta de quienes se proclaman la izquierda revolucionaria en la Argentina, ni siquiera de quienes se auto proclaman los mejores amigos o herederos de los estigmatizados con el calificativo de “cómplices” de la dictadura.

Empecemos por repasar algunos de los dichos por uno de los voceros de la Embajada de los EE.UU., el editor de Clarín Ricar- do Kirschbaum: “ Hablando de la Guerra Fría, es interesante repasar el papel que EE. UU. y la ex Unión Soviética tuvieron con la dictadura argentina. No hay duda alguna que la Casa Blanca prohijó el golpe de 1976, al que apoyó sin reservas en la primera época. Todavía se recuerdan las pala- bras de Henry Kissinger al entonces canciller de Videla, César Guzzetti, en Santiago de Chile: “Lo que tengan que hacer, háganlo rápido”. Se refería a la

represión salvaje y brutal que se extendió más que la sugerencia de Kissinger. Ocurre que James Carter ganó la Presidencia en EE.UU. y se convirtió en un grave problema para los militares argentinos. El jefe de la Casa Blanca presionó fuertemente en favor de los derechos humanos. Y Patricia Derian, encargada por Carter para esta tarea, se convirtió en uno de los personajes más odiados por la dictadura. Paradójicamente, la relación de la dictadura con la ex URSS -acusada de promover, con Cuba, el terrorismo- fue intensa. El jefe del Ejército rojo visitó en esos años la Argentina, que se negó a plegarse al boicot cerealero contra Moscú que promovía Carter, entre otras acciones como la de abstenerse en votaciones en la ONU sobre violación de derechos humanos en Cuba.   En el plano interno, la cúpula del PC sostenía que el ala “pinochetista” de los militares argentinos presionaba de tal manera que se debía darle margen de acción y apoyo a la dupla de los generales Videla- Viola. Estas conductas políticas deben explicarse en el contexto histórico en que se desarrollaron y no pueden ser ignoradas por ignorantes que manipulan la historia para acomodarla a la coyuntura presente.”52

Seguiremos el consejo y mediante la contextualización de las políticas de entonces demostraremos las mentiras del escriba de Magnetto.

Pero sigamos con Clarín, en un articulo de Sergio Bufano des- tinado a descalificar al dirigente Carlos Pisoni por su rechazo a la visita de Obama a la ex Esma estampa lo siguiente: “Veamos: entre 1977 y 1981 fue Estados Unidos el país que insistió en Naciones Unidas, una y otra vez, para que el organismo internacional enviara una comisión que investigara la existencia de campos de exterminio. El presidente en ese entonces era Jimmy Carter, perteneciente al mismo partido que Obama. No lo logró, porque Cuba y la Unión Soviética se opusieron tenazmente a que se investigara a la dictadura de Videla. Un dato más, en todos los discursos que pronunció Fidel durante esos años, jamás hizo alusión a los crímenes que se estaban cometiendo en Argentina. Como no lo lograba en Naciones Unidas, EE.UU. recurrió a la OEA, organismo en el que Cuba no tenía representación. La moción se aprobó, una delegación visitó Argentina y recibió

miles de denuncias de familiares de desaparecidos. Esas denuncias recorrieron los medios de todo el mundo, provocando la indignación de las naciones del planeta. Mientras Cuba permanecía en silencio.”53

Lo de Bufano hubiera llamado mucho la atención a la dictadura que consideraba públicamente que Fidel y la Revolución Cubana habían armado y preparado la “subversión” que ellos combatían, y era exactamente al revés según el escriba de Clarín, cosas veredes diría el Quijote a su amigo Sancho.

Y traigamos al inefable Claudio Avruj, de larga trayectoria como dirigente sionista y del gobierno porteño de Macri (del que jamás se le escuchó decir una palabra sobre el genocidio hasta sus patéticas palabras del primero de marzo donde condenó “la vio- lencia institucional y la violencia política” y no el golpe, el terroris- mo de estado y la impunidad de quienes lo gestaron).

En el portal Diario 24.com se puede leer: “A pocos días de la llegada de Barack Obama, la consejera para la Seguridad Nacional de la Casa Blanca anunció que darían respuesta al pedido de los organismos de derechos humanos respecto a la desclasificación de documentos vinculados con la última dictadura. En este marco Claudio Avruj señaló que “podemos llegar a conocer cosas que no sabemos”. En esta línea sostuvo que “Estados Unidos tuvo dos actitudes diferentes en las presidencias de Ford y Carter”. “Por suerte existió un presidente como Carter interesado en descubrir lo ocurrido en la dictadura y empezar a dar luz de lo que estaba sucediendo en la Argentina, colaborando para que den testimonio los responsables de las cúpulas militares argentinas”, detalló. Por su parte remarcó que de esta manera se “ratifica la lucha por los derechos humanos”. “La gestión del gobierno argentino es para ponderar porque escuchó el pedido de Estela de Carlotto”, dijo en diálogo con Bien Temprano, por AM 950 Belgrano y añadió: “Cuando las demandas son justas y razonables el gobierno tiene que escucharlas y actuar en consecuen- cia”. “El gesto de Obama es fundamental para saber qué nos pasó durante

la dictadura”, comentó Avruj y concluyó: “Hay una expectativa muy alta con la visita de Obama y marca una nueva forma de ver la política del gobierno argentino”.”

Y en un comunicado oficial Abuelas coincide con Avruj en el tema de los archivos y la relación Obama Carter: “Las Abuelas de Plaza de Mayo celebramos que el presidente de Estados Unidos de América, Barack Obama, a través de la consejera para la Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Susan Rice, haya comunicado la decisión de desclasificar los archivos que desde hace décadas venimos solicitando y gestionando a través de los distintos gobiernos argentinos. Es un gesto de gran humanidad que en vísperas de su visita a nuestro país en el marco de los 40 años del último golpe de Estado cívico militar –en el que el Estado norteamericano estuvo tan implicado- el gobierno estadounidense manifieste la voluntad de dar respuesta a los familiares y víctimas de los crímenes cometidos en aquella dictadura implantada entre 1976 y 1983. De esta forma, el presidente Obama profun- diza la primera desclasificación realizada durante el gobierno de Bill Clinton

-que brindó importantes pruebas para los juicios de lesa humanidad que se desarrollan en todo el país-; y recupera la mejor tradición de solidaridad con nuestro pueblo inaugurada por el ex presidente Jimmy Carter”54

Razones del genocidio argentino

En la negativa del Poder Judicial a calificar los crímenes de la Tri- ple A y las Fuerzas Armadas desde finales de 1973 hasta los finales del gobierno militar de Galtieri (algunos prisioneros de la Esma estuvieron bajo control represivo hasta muy entrado el año 1984) como genocidio hay mucho más que razones jurídicas.

El concepto mismo de Genocidio, concebido por un aboga- do judeo polaco, Joseph Lemkin, en medio del dominio nazi so- bre la Europa ocupada para dar cuenta de un fenómeno nuevo, pretendía señalar que no solo se destruía un grupo nacional, se

borraba su identidad sino que se buscaba implantar una nueva, la del dominador. Todo genocidio importa la destrucción de un grupo nacional para reorganizar radicalmente la sociedad preexis- tente. En sus reflexiones Lemkin comprende que la desaparición del grupo de judíos de Varsovia no solo afecta a los judíos, sino al conjunto de polacos. Polonia no sería la misma sin la participación cultural, científica, política de los judíos así como la Argentina que sobrevivió a la dictadura ya no sería la misma de antes. Digo, la del Cordobazo y la Reforma Universitaria, la del Grito de Alcorta y las huelgas con toma de fábricas de los 60, la de Berni, Cortazar, Urondo y Gelman.

Obama viene a resignificar el 24 de marzo, a reinstalar la idea que fue un exceso en una lucha justa contra el comunismo, que hubo una guerra entre dos contendientes más o menos iguales de perversos, “guerra sucia” dice para decir que no hubo plan de exterminio planificado por los mandos de las Fuerzas Armadas en coordinación con el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU., su gobierno y sus agencias de inteligencia. Un plan de exterminio de un grupo nacional integrado por todos los que luchaban por una solución popular y antiimperialista de la crisis del modelo ca- pitalista basado en el mercado interno (ya para esos años en crisis por las luchas obreras y populares que ponían en duda la cuota de ganancia media y hasta la misma supervivencia del capitalismo argentino. Y no solo para eliminar el desafío que se había cons- truido en un largo ciclo de luchas que al menos arrancan con las luchas de resistencia al golpe gorila del 55, crecen con el impacto del triunfo de la revolución cubana en el 59 y obligan al propio Perón a regresar al país para frenar el prestigio de la Patria Socia- lista en las jóvenes generaciones de peronistas y militantes de la izquierda marxista en sus más variadas formas de existencia.

Lejos de la simplificación que ahora se pretende reinstalar el Genocidio argentino tiene tres dimensiones: es el capitulo nacio- nal de una Operación Continental de Contrainsurgencia diseña- do y ejecutado por el Imperialismo norteamericano cuyo primer

episodio se puede pensar en el golpe contra Jacobo Arbenz en la Guatemala de 1954 en lo que sería un modelo clásico de interven- ción de la CIA en los procesos latinoamericanos que se repetiría en el Brasil de 1964, la Argentina de 1966, el Pinochetazo de 1973 en Chile, la Bordaberrización del Uruguay en 1974 y el golpe del 24 de marzo de Videla que de algún modo completa el dominio militar sobre casi toda América, quedaría Cuba en su obstinada voluntad de defender su revolución, y alentar las luchas de toda América, mal que le cueste al señor Bufano. Como hemos di- cho, también es el modo de eliminar un desafío al poder local y al dominio imperial por parte de un conjunto de fuerzas sociales y políticas, algunas de las cuales habían optado por la lucha ar- mada, aunque eran ampliamente minoritarias en el conjunto de las fuerzas opositoras55, en este punto solo quiero marcar la dife- rencia que hay entre el modo de reprimir de los golpes anteriores (1930/1945/1955/1962/1966) y el del 76 que es la distancia que hay entre debilitar y exterminar, entre los miles de preso políticos y torturados de todas las dictaduras y los treinta mil desaparecidos, los miles de presos políticos, exiliados, cesanteados y obligados al exilio interno de la última de Videla. Y last but no least el acto fundacional de lo que sería el modelo neoliberal del capitalismo argentino con los cambios brutales al interior de las clases subal- ternas (precarización de los trabajadores, perdida de la homoge- neidad relativa, empobrecimiento y perdida de derechos sociales históricos, etc.) y de las clases dominantes (predominio y concen- tración del sector más subordinado al capital internacional y las estrategias imperiales de dominación).

El genocidio tuvo estas razones y fue perpetrado por un blo-

que de poder donde confluían los empresarios locales, las agencias gubernamentales y las empresas de los EE.UU. y las cúpulas de la Iglesia, los partido políticos tradicionales y casi toda la industria de la comunicación de entonces.

En un excelente articulo, Néstor Kohan repasa uno a uno los sectores verdaderamente cómplices de la dictadura56: el gobier- no de los EE.UU.; los grupos económicos, los dirigentes de los partidos políticos tradicionales, la burocracia sindical, etc.; pero en ningún caso nombra a Fidel, la URSS o el partido Comunista. Refiriéndose al mito de que fue una acción solo militar escribe Néstor: “Fue sólo un golpe militar, de tres generales borrachos y cuatro sargentos violadores”. No señor, no señora. Según un informe que el diario La Nación, vocero orgánico de la dictadura y de todo extremismo de derecha hasta el día de hoy, publica en aquella época nefasta, basado en un estudio de la propia inteligencia militar de la SIDE de 1978, en el cual se informa que los 23 gobernadores militares de la dictadura militar contaban con un 35% de intendentes de la Unión Cívica Radical [UCR] (310 intendentes); 20% del Partido Justicialista [PJ] (169 intendentes); 12% del Partido Demócrata Progresista [PDP] (109 intendentes); 10% del MID – liderado por Frondi- zi y Frigerio (94 intendentes); 9% Fuerza Federalista Popular – liderado por Manrique (78 intendentes); Partidos Conservadores provinciales 8% (72 in- tendentes); Neoperonistas 3% (23 intendentes); Demócrata Cristianos [DC, fuerza dirigida por el Vaticano] 2% (16 intendentes); Partido Intransigente de Oscar Alende 0.5% (4 intendentes). [Véase Diario La Nación, 25 de marzo de 1979, sección “Semana política”, titulada “La participación Ci- vil” ]. Si a eso le sumamos la activa participación de la burocracia sindical (todavía hoy con juicios pendientes por complicidad en los secuestros de comi- siones internas, como en la empresa Mercedes Benz o Ford) y el apoyo de las altas jerarquías eclesiásticas a la dictadura… el golpe está armado desde una estrategia político-militar, pero acompañada de un apoyo y sustento también financiero, civil, mediático y eclesiástico. Su finalidad fue reordenar de raíz el capitalismo argentino.

Los EE.UU. y la noción del “destino manifiesto”

En 1630 un colono inglés, pastor puritano para más datos, escribía “Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nati- vos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como a someterlos.” . Era el modo de justificar la ocupación violenta de las tierras y el asesinato a mansalva de los pueblos originarios de América del Norte. Aún cuando en 1776, junto con la independencia de las trece colonias británicas se emitiría una declaración humanitaria que proclamaba la igualdad de los hombres, la nueva nación asumió el legado del destino manifiesto como valor constitutivo de su identidad y de sus políticas de desarrollo. En 1846 se proclamaría la famosa doc- trina Monroe “América para los americanos”, o sea para ellos. En 1848 comenzaría la expansión sobre México al que terminarían robando la mitad del territorio. En 1898 avanzarían sobre Cuba, Filipinas y Puerto Rico. En 1902 impondrían la sanción Platt a Cuba para convertirla en una colonia, de nuevo tipo, con aparien- cia de independencia formal pero sujeta en todo a los EE.UU. has- ta la revolución de 1959. En 1915 invaden Haití por vez primera y seguirían con Nicaragua, Guatemala y el resto de Centro América. Pero no podían avanzar sobre el sur de las Américas, como es- cribía un diplomático norteamericano sobre la declaración de la Independencia del 9 de julio de 1816: El gobierno de estas provincias es demasiado sumiso a Gran Bretaña para merecer el reconocimiento de los Es- tados Unidos como potencia independiente”. La oportunidad de avanzar recién vendría con el declive del Imperio Británico con el fin de la segunda guerra mundial; y allí comienza la historia del genocidio argentino. Con el golpe de 1954 contra Arbenz se pondría en marcha la seguidilla de golpes y acciones desestabilizadoras (no todas triunfantes, todavía les duele la derrota de Playa Girón en 1961 ante las tropas de la Revolución Cubana comandadas per- sonalmente por Fidel) que desembocarían en nuestro Genocidio. No fue un exceso de la CIA o un delirio de Kissinger, fue la

expresión del “destino manifiesto” en un momento histórico muy concreto, de dura confrontación con las fuerzas revolucionarias del mundo que le habían propinado dos derrotas excepcionales como la Cubana y la Vietnamita y donde los propios analistas del Pentágono ponían en dudas el triunfo de Occidente.   Al servi- cio de tal Operación Continental de Contrainsurgencia el Imperio puso todas sus fuerzas: el gobierno de los EE.UU. con sus fuerzas armadas y sus poderosas agencias de Inteligencia, sus empresas trasnacionales con sus vínculos y relaciones al interior del país en todas las esferas de la vida social, y sus relaciones de poder en las organizaciones internacionales como la ONU, la OEA y otras. Hay un episodio, menor si se quiere, que me contaron los traba- jadores de la Ford que sobrevivieron al secuestro y la tortura. En un momento del 77, el directorio de la Ford Argentina le escribe al embajador de los EE.UU. en el país para quejarse porque habían pedido que “desaparecieran” una cantidad de trabajadores y los grupos de tareas de Institutos Militares (con asiento en Campo de Mayo) habían secuestrado el doble. No solo eran los gobernantes o agentes de inteligencia, todo el Imperio Norteamericano, inclu- yendo sus empresarios, se involucraron de manera directa, perso- nal y decisiva en el Genocidio. Todo lo demás es anécdota menor.

Patrice Derian y Jane Kirkpatrick

En 1977, el presidente Carter nombró a Patrice Derian como Se- cretaria para Derechos Humanos y Asuntos Humanitarios quien asumió un rol activo en receptar las denuncias argentinas y poten- ciarlas. En 1977 viajó a la Argentina y se entrevistó con Massera y otros altos jefes militares. Por su labor el Congreso de los EE.UU. suspendió la venta de armas y restringió algunos acuerdos bilatera- les, también aportó que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, viajara al país a pedido de los organismos y fuerzas políticas, entre las que destacaron el partido Comunista y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre de lo cual puedo dar testimonio personal ya que no solo viajé de Rosario a Buenos

Aires para dar testimonio sobre mis secuestros sino que trabajé junto a otros compañeros y camaradas en organizar el viaje de de- cenas de víctimas y familiares a presentar testimonio ante la CIDH a pesar de los aprietes represivos contra la Liga entre los que se contó un allanamiento del local de la calle Corrientes al 1785 y el secuestro de los archivos de la Liga. La labor de Derian finalizó en 1981.

¿Cuáles fueron las razones que llevaron al gobierno de los EE.UU. , que había gestado y perpetrado el ciclo de golpes de estado que ya denunciamos, a crear esta Secretaría y respaldar algunas de estas acciones? Contextualicemos como pedía el escriba de Clarín. Contextualicemos.

En primer lugar, porque los EE.UU. se encuentran en shock por la repulsa popular a la guerra de Vietnam, de la cual salieron derrotados en 1973 y necesitan contener la oleada de reclamos que no cesa en los campus uni- versitarios y el crecimiento del movimiento contra el racismo que ha dado lugar a fenómenos sociales como el surgimiento de una fuerza revolucionarizada de masas como las Panteras Negras.

En segundo lugar porque desde el golpe pinochetista de 1973 y del nuestro de 1976 una oleada de exiliados políticos ha recorrido Europa y los propios EE.UU. alimentando un inédito movimiento de solidaridad con las víctimas de las dictaduras que han ido creando un clima cada vez más hostil hacia el stablishment de los EE.UU. y sus principales figuras como Henry Kissinger o las empresas como ITT que actuaron desfachatadamente en el golpe chileno.

Y en tercer lugar porque los “think tanks” que siguen de cerca los procesos en la Unión Soviética y los países del llamado “campo socialista” apuntan a un punto débil que estos procesos tienen: el poder popular se ha licuado, la democracia socialista se ha estrechado, la guerra fría ha creado un clima de intolerancia que bien puede ser aprovechado por una potencia que desde su “destino manifiesto” no ha dejado de presentarse como el campeón de la demo- cracia y los derechos humanos.

Más allá de las motivaciones personales de Patrice Derian, su labor debe inscribirse en esta triple perspectiva funcional a la es- trategia imperialista sin perder de vista que las dictaduras militares se caracterizaron por la creación de toda clase de espacios clan-

destinos por lo que debe relativizarse la verdadera eficacia de las medidas de suspensión o sanción puesto que lo que se interrum- pía por una vía llegaba por otra y lo indiscutible que a las Fuerzas Armadas en Operaciones contrainsurgentes nunca le faltaron ni municiones ni combustible para mover sus vehículos, casualmente yankees en su inmensa mayoría.

Y es llamativo que al resaltar la labor de Derian pocos se acuer- den de Jane Kirkpatrick, nombrada embajadora de los EE.UU. ante la ONU en 1980, adquiriendo gran influencia en la política exterior del Imperio y autora de lo que se conoció como doctrina Kirkpatrick la que ella misma resumió brutalmente los gobiernos au- toritarios tradicionales son menos represivos que las autocracias revoluciona- rias”. O lo que es lo mismo: sostendremos a todas las dictaduras anticomunistas y combatiremos cualquier gobierno que pretenda el menor nivel de autonomía de nuestro dominio.

Kirkpatrick también tuvo una estrecha relación con la Argen- tina y se presume que fue ella la que indujo al General Galtieri a invadir las Islas Malvinas convencido de que los EE.UU. lo apoya- rían por su rol en la lucha contra el comunismo, que la dictadura ya había extendido a la guerra contrarrevolucionaria en El Salvador y Nicaragua por medio del Batallón 601, especialista en Inteligencia Militar.

Pretender que la acción de Patrice Derian estaba disociada de la labor general del gobierno de los EE.UU., que siempre se movió bajo el paradigma que conocemos como Doctrina Kirk- patrick, es al menos una ingenuidad. Y en la mayoría de los casos un fraude intelectual de proporciones gigantescas encaminado a resignificar la historia del Genocidio con patrañas contra Fidel, la Unión Soviética y el partido Comunista que no necesitan de la defensa de nadie.

La Revolución Cubana no solo inspiró a la inmensa mayoría de los revolucionarios argentinos de todas las tradiciones, no solo aportó a la formación política y combativa de cientos y miles de ellos sino que su embajador en Buenos Aires fue atacado por la

Triple A en 1975 y varios de sus funcionarios cubanos y de sus empleados argentinos, desaparecidos por los grupos de tareas tal como se probó en el juicio por la causa Orletti, el centro clandes- tinos de Floresta al servicio de la Operación Cóndor.

Es sabido que el Partido Comunista realizó una profunda re- flexión sobre el periodo dictatorial del cual yo mismo he escrito un extenso texto57, pero esa discusión siempre fue sobre la falta de eficacia de las políticas desplegadas que impidieron acumular el heroísmo de su militancia, el aporte inmenso de la estructura partidaria a la lucha por los derechos humanos dentro y fuera del país en ese periodo y nunca se pudo comprobar colaboración al- guna del Partido Comunista como la que denuncia Kohan sobre casi todos los otros partidos con representación parlamentaria de entonces.

Y sobre la Unión Soviética, se puede discutir si en los orga- nismos internacionales fue más o menos explícita en la condena a la dictadura pero nadie vio jamás a un militar soviético en algún centro clandestino o alguna empresa estatal soviética aprovecharse del Plan Martínez de Hoz, más bien todo lo contrario, el proceso que impulsó la dictadura aumentó la concentración en manos de los grupos económicos norteamericanos, enemigos mortales de la URSS de entonces.

Más allá o más acá de errores, inconsecuencias o limitaciones, no estuvo en la izquierda argentina58 o los gobiernos encabezados por los partidos Comunistas el respaldo, legitimación, financiación y aprovechamiento del golpe genocida sino en el Imperio y sus so-

  • Toda la teoría de los dos demonios pretende enrostrar a la izquierda armada la responsabilidad del inicio del conflicto; porque en realidad los Dos Demonios nunca son dos, es la izquierda la culpable de todo, los “represores” fueron forzados al “error”

cios locales subordinados, empresarios, políticos, intelectuales, etc.

¿Y quienes continúan a Derian y a Kirckpatric?

Si existe una aparente contradicción entre Patrice Derian y Jane Kirkpatrick, sobre la cual se construye todo el discurso justificato- rio de la bondad de Obama, supuesto continuador de las políticas de defensa de los derechos humanos de Carter/Derian, esta se resuelve en la comprensión que ambas, Derian y Kirkpatrick, en- carnaban dos formas distintas de cumplir el mandato fundacional del Imperio: expandir por el mundo los valores y concepciones de los padres fundadores de los EE.UU., pues ese es el “destino manifiesto” con que Dios eligió al pueblo del norte. Y no esta- mos chicaneando, una larga serie de políticos contemporáneos, comenzando por el republicano Trump, insisten en que sus plan- teos están inspirados en el mismo Dios, cuestión que incide en la creciente tensión entre el Vaticano y la ultra derecha norteameri- cana. Derian creía que era con gestiones, apoyando a las fuerzas amigas del Tercer Mundo para que no cuestionen el capitalismo sino que luchen por mejorarlo (como diría años después el docu- mento estratégico Santa Fe IV al señalar que había dos clases de organismos de derechos humanos, y que, por supuesto, había que apoyar a los que inscribían, e inscriben sus esfuerzos en la mejora del capitalismo) que se lograría expandir los valores de la demo- cracia y los derechos humanos que les son propios. Kirkpatrick, por el contrario, creía que en un mundo en guerra (no importa si Fría o Caliente) no había lugar para sensiblerías y había que apo- yar sin vacilaciones ni cuestionamientos a sus aliados, sean como sean. Tal como había dicho años atrás Franklin Delano Roosevelt (también demócrata con fama de humanitario) “Somoza será un hijo de puta pero es nuestro hijo de puta”.

Obama encarna al mismo tiempo la tradición Kirckpatrick, que derivó en el Acta Patriota del 2001, que borró todo compro- miso con la democracia y la idea de la igualdad entre las personas y su consecuencia lógica, la Guerra contra el Terrorismo que los

ha llevado a invadir o intervenir de todas las maneras posibles, una y otra vez Libia, Siria, Afganistán, Irak, Irán, Honduras, Paraguay, Colombia, Venezuela para no nombrar el interminable acoso con- tra Cuba, nada de lo cual interrumpió Obama a pesar de sus pro- mesas electorales, inspiradas cierto en la tradición Carter Derian, pero solo de palabra.

Para ir concluyendo digamos que la historia es clara, en las políticas reales, los EE.UU. se movieron mucho más en razón de la doctrina Kirkpatrick que por el discurso de Patrice Derian, y eso ha sido probado en sede judicial en los juicios por la Operación Cóndor de la Argentina y otros países, así como por infinitos in- vestigadores de la cual prefiero citar a la compañera Stella Calloni que ha dedicado largos años a rastrear el accionar clandestino y subversivo de las agencias de los EE.UU..   Y de las fundacio- nes. Dice Stella en un trabajo conjunto con Alcira Argumedo “Además del control oligopólico privado de los medios de comunicación masiva

-primero agencias de noticias, radio y cine; más tarde la poderosa televisión- otros instrumentos son los planes de acción psicológica. Para esto Estados Unidos necesitaba obtener análisis de situaciones a partir de investigaciones de carácter socio-político, que eran básicos para implementar las doctrinas de contra-insurgencia. Y a tal fin diseñó un trabajo de cooptación de intelectua- les o universitarios progresistas, cuyas investigaciones les permitirían diseñar políticas precisas para legitimar su hegemonía ideológico-cultural. También en los últimos tiempos se conocieron nombres de intelectuales comprometidos en trabajos aparentemente culturales que eran pagados y utilizados por los organismos de inteligencia estadounidenses. Es en este tipo de tareas que una serie de fundaciones filantrópicas cumplen un papel esencial, otorgando becas, subsidios y generosos financiamientos.”59

Por toda América Latina estas fundaciones han desparramado millones de dólares buscando cooptar intelectuales que les pro- vean de los conocimientos que buscan al tiempo que comienzan a modelarlos en lo que se conoce como el “pensamiento beca-

rio”, aquel pensamiento que se va adaptando a lo que se espera de él, y comienza a producir una reflexión más y más cercana al pensamiento que el dominador quiere que hasta los dominados reproduzcan. Frank Fannon llegó a decir que no hay día en que el colonizado no sueñe con el lugar del colonizador, y eso no es fruto de la casualidad o de las puras condiciones de vida, sino de una construcción cultural donde estos “pensadores progresistas pero moderados” juegan un papel fundamental.

Cierto es que en la Argentina desde el fin de la dictadura ha sido el Estado el encargado de “financiar” a algunos organismos de derechos humanos con la consabida perdida de autonomía que hemos analizado en otras oportunidades, por ejemplo en la crisis de la Fundación de la Asociación Madres60.

Pero no podemos dejar de señalar que si hay otra organización, que no ha dejado de percibir cuantiosas donaciones por parte de Fundaciones como la Ford, la National Endowment for Demo- cracy conocida como NED, o la fundación del complejo farma- céutico Merck, uno de los más poderosos del mundo. El monto de las “donaciones” recibidas es asombroso: entre 2003 y 2012 es de casi 10 millones de dólares según consta en el cuadro de su web oficial 61

2003519.590USD;
2004531.259USD;
2005646.518USD;
2006647.104USD;
2007813.577USD;
2008969.666USD
2009963.223USD;
20101.241.052USD;
20111.692.751USD;
20121.946.864USD

Y en la misma pagina se reconoce que en el 2003, el 94% de los ingresos eran de Fundaciones y Organizaciones Internacionales, los aportes y donaciones personales apenas llegaba al 4% de lo ingresado.

La Fundación Ford es bien conocida por su labor articulada con la CIA tal como lo denuncia el biólogo argentino Daniel Goldstein citado en el articulo de Calloni Argumedo que ya se- ñalamos: “la Fundación Ford es (…) un organismo paragubernamental destinado a formular la táctica de contrainsurgencia civil para las dos Amé- ricas. La Fundación Ford se ha convertido en realidad en una nueva agencia de inteligencia destinada a los problemas sociales de los pueblos neocoloniales”. Y basta señalar que la NED fue denunciada por el investigador francés Thierry Meissan como la cara legal de la CIA en un deta- llado informe que adjuntamos al pie de pagina donde entre otras perlitas informa que el propio Henry Kissinger es el administra- dor de la NED, entre otras estrellas de la defensa de los derechos humanos: “El consejo de administración de la NED no es por lo tanto otra cosa que una correa de transmisión del Consejo de Seguridad Nacional. En aras de salvar las apariencias, se decidió que, de manera general, los agentes o ex agentes de la CIA no podían figurar en el consejo de administración. A pesar de lo anterior, las cosas no pueden estar más claras. La mayoría de los altos funcionarios que han desempeñado un papel central en el Con- sejo de Seguridad Nacional han sido administradores de la NED. En ese caso se encuentran, por ejemplo, Henry Kissinger, Franck Carlucci, Zbigniew Brzezinski y Paul Wolfowitz, personalidades que la Historia no recordará precisamente como idealistas de la democracia sino como estrategas cínicos de

la violencia.”

En las paginas sobre proyectos ejecutados los primeros tres proyectos de los que se da cuenta, fueron financiados por la

Fundación Ford y la NED: “Proyecto de fortalecimiento ins- titucional Fundación Ford – Chile Fortalecimiento de orga- nizaciones de derechos humanos: Programa de apoyo a organizaciones sociales National Endowment For Democracy (Ned) – Estados Unidos. Derechos humanos en las provincias argentinas y en la región, a través de la consolidación de sus organizaciones de la sociedad civil National Endowment For Democracy (Ned) –Estados Unidos”

Algunos analistas hablan de palomas y halcones en el Pentá- gono, en estos días se ha fortalecido el mito de la corriente hu- manitaria Carter Derian y la idea que Obama no pudo realizar sus proyectos humanitarios porque el stablishment se lo impidió. Pamplinas. Opiniones de ignorantes como diría el escriba de Cla- rín que reclamaba contextualizar que pretende ignorar que Obama es el jefe de un imperio tanto como Macri es el heredero de Mar- tínez de Hoz y de Videla.

Por eso tanto amor entre ellos y tanto esfuerzo por disimular su proyecto de sometimiento nacional y de súper explotación social en curso. Pero una vez más se equivocan porque nos subestiman. Como subestiman al pueblo cubano al que pretenden comprar con una docena de hamburguesas y celulares con florcitas.

No ignoramos que nuestro pueblo ha sufrido una derrota pro- funda que ha generado una frustración importante; pero este mis- mo pueblo supo sobreponerse al terrorismo de estado y reinstalar en la escena nacional las viejas e irresueltas cuestiones de la igual- dad, la dignidad y el buen vivir de nuestro pueblo. Más temprano que tarde volveremos a luchar por ellas, y ojala la próxima con- temos con las herramientas imprescindibles para dar la pelea en regla: una fuerza política alternativa y una vanguardia que supere el sectarismo y el posibilismo, que se inspire en las mejores tradicio- nes revolucionarias y se proponga representar en una nueva fuerza todas las banderas y todos los sueños que animaron a tantos miles de revolucionarios desde aquellos años en que se fundó la tradi- ción comunista en la Argentina.

¿Es posible soñar con la Revolución en tiempos de Macri y Trump?

“…me acojo al sueño eterno de la revolución...

Te escribo, y el sueño eterno de la revolución sostiene mi pluma, pero no le permito que se deslice al papel y sea, en el papel, una invectiva pomposa,

una interpelación pedante o, para complacer a los flojos, un estertor nostálgico.

Te escribo para que no confundas lo real con la verdad ”.

Andrés Rivera ,La Revolución es un sueño eterno. 1992

escrito el 19 de noviembre de 2016

Uno. Introducción metodológica imprescindible sobre el marxismo y la historia

Estamos desafiados a comprender la coyuntura nacional, regional y mundial desde una perspectiva histórica; aunque eso se dice fácil y resulte difícil de concretar. porque las mínimas diferencias teóri- cas derivan en diferentes lecturas de la realidad; que algunos supo- nen comprensible con solo mirarla, olvidando aquella advertencia de Carlos Marx: si “la esencia y el fenómeno fueran idénticos, no haría falta ciencia”.

Aclaremos, entonces, algunas referencias teóricas imprescin- dibles al momento de pensar el escenario de la lucha de clases nacional y regional.

Georgy Luckas decía que la diferencia entre “la descripción de una parte de la historia y la descripción de la historia como un proceso unitario no es por lo demás una diferencia de alcance….sino una con- traposición metodológica, una contraposición de puntos de vista”62

Immanuel Wallerstein, por su lado insistía en que un mismo

  • “Historia y conciencia de clase”, 1972, Editorial Grigalbo

hecho histórico adquiere un sentido u otro según se lo piense como hecho aislado o como parte de una larga cadena de acon- tecimientos; resultantes a la vez de la lucha de clases que siempre se da bajo ciertas correlaciones de fuerzas más o menos objetivas, las económicas sociales, militares, estatales, etc. y las más o menos subjetivas, que refieren al sentido común dominante en la socie- dad en general y en cada una de las facciones en pugna, o dicho de otro modo, a los proyectos políticos que adquieren hegemonía y el clima de época cultural e ideológica para cada sector social y político63. Es conocido su ejemplo de que en una primera mirada los sucesos ocurridos en el Río de la Plata entre 1806/1816 serían interpretados como de liberación nacional, pero si los pensáramos entre 1806/1896 veríamos otra cosa, un cambio de hegemonía imperial entre el reino de España y el de Gran Bretaña.

Los fundadores de la corriente del pensamiento crítico mar- xista, decían que la historia es como el resultado de un parale- logramo de fuerzas, que a largo plazo y en proporciones nacio- nales y regionales, establecen una tendencia principal que marca la dirección de los acontecimientos de acuerdo a los fenómenos económicos que actúan como el elemento más dinámico en la relación dialéctica con los políticos culturales; los cuales, analiza- dos aisladamente pueden parecer absurdos o inexplicables, o peor aún, generar la ilusión de que el rumbo es contrario al real. Como los pasajeros de un tren que al mirar el paisaje crean que son los árboles los que van hacia atrás y no que ellos viajan para adelante. El reiterado “pensábamos que estábamos ganando y en realidad se preparaba nuestra derrota”, que me decía un oficial del Ejercito Revolucionario del Pueblo en un patio de la Cárcel de Coronda a inicios de 1977 es un buen ejemplo de la confusión posible.

Y por último, tanto Gramsci como Guevara, destacaron que tales condiciones generales, la llamada correlación de fuerzas, no son inmutables y que por medio de la acción humana organizada,

  • José Schulman, “La parte o el todo”, 2005, Manuel Suárez Editor

motorizada por la voluntad animada por la ética y sostenida por la cultura política revolucionaria, se pueden modificar y provocar, da- das ciertas bases materiales, hechos revolucionarios que sorprendan a dominadores y dogmáticos. De hecho, desde la Comuna de París hasta el proceso venezolano de cambios, pasando por las revolu- ciones rusa, china, cubana, vietnamita, coreana y todas las demás que fueran verdaderas (es decir, no resultante de la intervención del Ejercito Rojo) fueron primero calificadas como “sorpresivas” o “excepcionales”. El factor subjetivo, la batalla por la hegemonía cultural, en la tradición del marxismo revolucionario, no del adoce- nado y complaciente con los gobernantes o lideres de turno, forma parte de la lucha política y es en ese terreno, el de la lucha política real contra los detentores del poder burgués, que se resuelve.

La victoria electoral de Macri en la Argentina como la de Trump en los EE.UU. expresan de un modo transparente una larga línea de acumulación de las derechas más brutales y radicales que po- dríamos, de modo didáctico, remontar al golpe de estado de 1976 en la Argentina (pensado a su vez como el último de una serie de episodios golpistas que arrancan en 1954 en Guatemala, pasan por Brasil en 1964, Argentina en 1966, Bolivia en 1972, Chile en 1973 y Uruguay en 1974) y toda la labor para recomponer el pensamien- to de las derechas luego de la debacle política y cultural del 2001; así como decir que el triunfo de Trump, tan “insoportable” para las “buenas conciencias” burguesas de todo el mundo, incluido un Hollande o un Obama, no es más que el resultado esperado del ciclo de cambios regresivos que se iniciaron con la Caída del Muro de Berlín, prosiguieron con la Guerra contra el Terrorismo iniciada en setiembre de 2001 y desplegada ante el silencio cómplice de casi todo el mundo en Irak, Irán, Afganistan, Libia, Siria, Palestina y también Honduras, Paraguay, Colombia y Venezuela.

Solo los necios o los analfabetos políticos64 pueden mostrar sorpresa

Dos. El fin del ciclo corto y el fin del ciclo largo

El inicio de la segunda década del siglo XXI está marcando el final de dos ciclos, superpuestos.   Uno es el ciclo largo de ca- pitalismo con máscara democrática liberal, el ciclo iniciado por la Gran Revolución, como decían los historiadores al nombrar el ascenso de la burguesía francesa al poder, mediante la utilización de la lucha de las masas empobrecidas de la ciudad y el campo para derrotar al Rey y el Viejo Régimen. Durante unos dos siglos, el capitalismo pudo combinar la más cruel explotación social y dominación colonial de los pueblos de la periferia, con la promesa de la igualdad formal contenida en la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789 y resurgida en 1948 con la fundación de las Naciones Unidas y su renovada promesa de iguales derechos para todas y todos (formales claro, nunca reales, pero derechos al fin).

El crack de 1930 dio lugar, en las condiciones de existencia de la Unión Soviética y un fuerte movimiento revolucionario prole- tario universal y un no menos poderoso movimiento de liberación nacional de las colonias y neo colonias de Asia, África y América Latina, dio lugar a dos proyectos burgueses de superación de la crisis: el fascista y el democrático liberal.

El triunfo en la Segunda Guerra Mundial de la coalición anti- fascista, con un rol protagónico de la Unión Soviética y las gue- rrillas antifascistas de Europa, a su vez, disparó dos procesos si- multáneos y antagónicos: el desarrollo de un mundo no capitalista, hegemonizado por la URSS primero y con protagonismo Chino y Cubano después, que algunos llamarían el “socialismo real” o el “sistema socialista” que produjo el mayor esfuerzo prolongado y exitoso por mejorar la vida de miles de millones de obreros y campesinos, conquistando metas inimaginables aunque con debi- lidades culturales que a la larga serían fatales, por un lado y el más largo y productivo ciclo de crecimiento capitalista, entre 1945/73, al que Eric Hobsbawm llamaba la “edad de oro”, enancado en la oportunidad para crecer tras la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial y apoyándose en las doctrinas keynesianas de estimular

el consumo mediante la intervención del estado como modo de asegurar y potenciar la reproducción ampliada del capital, la cual impulsó tanto las fuerzas productivas que para mediados de los 70 inició una verdadera segunda revolución científico técnica que po- sibilitó el surgimiento de la biogenética, que cambio la producción agraria, la robótica que potenció la producción industrial y la in- formática e Internet que dieron vuelta la noción de comunicación que la humanidad había tenido por miles de años.

Nada de lo ocurrido en el terreno económico, político, cultural o militar se puede entender al margen de esa confrontación mun- dial e integral. La derrota del mundo no capitalista, más allá de las opiniones que tengamos sobre su causas, dio paso a una única hegemonía global, feroz, cruel, sanguinaria, pero eficaz para am- pliar las fronteras del capitalismo hasta ocupar cada espacio físico y simbólico de la vida de modo tal que todo se venda y todo se compre, todo es mercancía, todo es intercambio mercantil (lo que Carlos Marx llamaba la subsunción real del Trabajo en el Capital)65 y esa es, en esencia, la verdadera fortaleza del dominio imperial norteamericano, que no solo se basa en su poderío militar, que lo tiene, sino en un descomunal poder cultural, en que sus valores culturales son, sencillamente, los valores culturales de casi todos. Con la conquista, o reconquista, de la totalidad de la vida hu- mana, el capitalismo consuma su expansión imperialista, es cierto y sería tonto negar su hegemonía brutal; pero al mismo tiempo, y acaso ellos lo empiezan a presentir, comienza su proceso inevita- ble de decadencia que posibilitará o su superación revolucionaria, “Socialismo o Barbarie” en la bella, precisa y dramática síntesis de Rosa Luxemburgo, o su reemplazo por alguna nueva forma de dominación, acaso imaginada en alguna película de ciencia ficción donde el caos es manejado por maquinas y robots que obedecen a un gran único monopolio, lo que algunos llaman tecno fascismo66

El triunfo de Trump es una expresión, brutal, asquerosa, pero directa del despliegue hasta el fin de las relaciones de dominación en el terreno de la cultura del mundo burgués donde no hay más regencia que el valor de las cosas y nada importa el valor de uso de ellas; o como dice el Papa Francisco, el dinero es el Dios verdade- ro de hoy: “También hoy delante de las desgracias, de las guerras que se hacen para adorar al dios dinero, a tantos inocentes asesi- nados por las bombas que lanzan los adoradores del ídolo dinero, también hoy el Padre llora, también hoy dice: ‘Jerusalén, Jerusalén, hijos míos, ¿qué estáis haciendo?’ (Francisco, 2013)67.

Trump no es un relámpago en un cielo limpio. Es el final de un largo recorrido que comenzó con las guerras de conquista de los 90, legitimadas por la OTAN en 1991 al proclamar el derecho a intervenir donde se le ocurra; derecho que se amplió con el Acta Patriótica de setiembre de 2001 del cual Obama e Hillary fueron dos de sus máximos propulsores.

¿La guerra contra el Terrorismo podría tener otro final que el arrasamiento de las libertades democrático burguesas?, la ne- cesaria unidad contra el fascismo no nos libera de la crítica a la hipocresía de aquellos que alimentaron la hoguera de Trump para ahora asombrarse de estos fuegos.

Pero en estos días también se está cerrando otro ciclo, el ci- clo corto de gobiernos progresistas de América Latina que tanta esperanza y entusiasmo habían despertado en todo el mundo, em- pezando por los propios latinoamericanos.

Algunos analistas pretenden la continuidad del ciclo progre- sista so pretexto de supuestos cambios en el modo de resolver la reproducción ampliada del capital: “En el último año hablar del “fin del ciclo progresista” se había convertido en una moda en América Latina. Uno de los supuestos de tan temeraria como infundada tesis, cuyos contenidos hemos discutido en otra parte,

era la continuidad de las políticas de libre cambio y de globaliza- ción comercial impulsadas por Washington desde los tiempos de Bill Clinton y que sus cultores pensaban serían continuadas por su esposa Hillary para otorgar sustento a las tentativas de recompo- sición neoliberal en curso en Argentina y Brasil”, asignando una diferencia de calidad distinta a las políticas de proteccionismo y libre cambio, como si en todos estos años el capital hegemónico no hubiera aplicado de manera combinada ambas políticas, siem- pre en defensa de sus intereses, como ahora. Y presagiando el fin del neoliberalismo nada menos que con Trump: “Como diría Eric Hobsbawm, se vienen “tiempos interesantes” porque, para salvar al imperio, Trump abandonará el credo económico-político que tanto daño hizo al mundo desde finales de los años setentas del siglo pasado. Habrá que saber aprovechar esta inédita oportuni- dad”. Cosas veredes Sancho.

Lo que muchos llaman el “ciclo progresista” alude al triunfo y gobierno de una serie de fuerzas y lideres emergentes de las luchas contra la hegemonía neoliberal de los 90, que ensayaron discursos y políticas (más discursos que políticas, por cierto) de ruptura con el neoliberalismo y de promesas de una integración regional que trascendiera lo económico y garantizara por medio de la unidad americana sin los Yankees, la liberación y el desarrollo.

Excluyendo a Cuba, que estaba antes y continúa su rumbo, y que no deja de proclamar su objetivo revolucionario y socialista, una larga lista de países integraron el ciclo progresista: Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Brasil, Argentina, por un breve pe- riodo Paraguay y Honduras y algunos hasta incluían a Chile en un espacio político muy heterogéneo pero que se referenciaba en el Mercosur, Unasur y que acaso tuvo su acta de nacimiento y mito fundacional en el NO al Alca protagonizado por pueblos y gobier- nos en Mar del Plata en el 2006.

Los triunfantes golpes “constitucionales”, valga la contradic- ción en si misma de vincular golpe con constitución, en Hondu- ras, Paraguay y Brasil; la derrota electoral en Argentina y en las

municipales de Brasil, las notorias dificultades en Venezuela, el amesatamiento del proceso en Ecuador, la derrota del proyecto reeleccionista en Bolivia y el notorio retroceso político del go- bierno de Bachelet y sus aliados de la Nueva Mayoría han gene- rado un cambio de época que solo encuentran signos contarios en Colombia, donde la articulación de movimientos sociales e in- surgencia está logrando un Acuerdo hacia la Paz con ampliación de derechos y acaso en Nicaragua donde Ortega ha sido reelecto recientemente.

Friedrich Hegel decía que “la más alta madurez y el grado más alto que cualquier cosa puede alcanzar, son aquellos que empieza su ocaso (Hegel, 1982 Pág. 11). Esto es cuando se logra desplegar al máximo las contradicciones de un momento, es cuando este es efectivamente conocido y al mismo tiempo deja de ser lo que era”68

O sea, ahora que el ciclo progresista ha culminado surge con claridad lo que fue y lo que no fue, y acaso algunas certezas de por que no fue lo que decían que era.

Podríamos aportar algunas opiniones sobre la caracterización: fue un proceso de impugnación de la hegemonía neoliberal impuesta por el Terrorismo de Estado que asoló la región entre 1954 (golpe en Guatemala) hasta la Guerra Sucia contra Nicara- gua (1980/1991) que había mostrado su fracaso en resolver los problemas sociales y de desarrollo para finales del siglo XX, y por lo tanto, de cuestionamiento de la hegemonía imperial nortea- mericana; acaso lo más importante que ocurrió fue en el terreno de lo ideológico cultural: valores como Patria Grande, Integración autónoma, la noción de que los pueblos tienen derechos y que igualdad formal debe ser total (incluir espacios antes considerados tabúes como la sexualidad o la familia); en casi todos los países se incluyeron formas de redistribución de la renta recaudada por el

  • Todas las cosas son un juicio. Juan Serey, Revista Opinao

Filosófica, 2014, Porto Alegre

Estado, que sin cuestionar la matriz capitalista injusta, elevó las condiciones de vida de millones y financió toda clase de progra- mas de dignidad, salud, cultura, memoria y que llegaron a plantar mojones de información alternativa como Telesur en Venezuela o Canal Encuentro en Argentina.

Las viejas oligarquías se vieron amenazadas, acaso más poten- cialmente que en lo real, pero se sintieron amenazados y actuaron con furia y rencor con el resultado conocido.

Más allá de los límites estructurales: pensar en un capitalismo andino, humanizado, distributivo, etc. etc. y el mantenimiento de una cultura extractivista que potenció la primarización de nuestras economías y potenció la concentración de riquezas y la centrali- zación del capital, llama la atención y queremos resaltar, que el progresismo gobernante, muchos de sus funcionarios y dirigen- tes venían de ser parte de la generación de los 70, de apoyar la Revolución Cubana y el Che, el Cordobazo y Salvador Allende, cometieron todos los errores que con pasión habían adjudicado al stalinismo gobernante en la URSS, como causal de la gran derrota de los 90: estatalismo y economicismo lo que equivale a pensar que se puede hacer el cambio revolucionario haciendo centro en la gestión económica y pensando al Estado como instrumento central de la transformación social en un raro retorno a Bismarck y sus herederos keynesianos; subestimación de la democracia popular y por ende del sujeto pueblo como protagonista de la historia; exageración de la importancia de los liderazgos per- sonales, confianza en las “melladas armas del capitalismo”, al decir del Che, para combatir el neoliberalismo; veneración por lo “institucional” hasta el ridículo de creer que las revoluciones se hacen escribiendo constituciones o sancionando leyes69, con- fusión entre lo publico y lo privado en detrimento de la ética revolucionaria que convirtió a numerosos militantes en vulgares

  • “El autor debería saber que las revoluciones no se hacen con leyes”. Carlos Marx, El Capital, capitulo XXIV, 1864

ladrones; exagerada confianza en que las contradicciones se- cundarias de los imperialistas pueden ser aprovechadas casi sin costo, etc. Sin pretender extender las condiciones de la lucha de clases en la Argentina a toda la región, aunque se podría decir que toda la región ha sido “peronizada” en algún sentido ideológico, si nos animamos a afirmar que este progresismo de tercera vía se volvió hegemónico en la región y fue determinante en las estrate- gias, casi suicidas, de algunos de los gobiernos hoy desplazados o sumamente debilitados.

Acaso porque casi todos olvidaron la vieja enseñanza leninista de que no hay nada más práctico que una buena teoría. ¿Pero qué teoría para este mundo de Trump y Macri nos hará libres?

Tres. Cómo resistir sin morir en el intento?

La fuerza de Macri no es solo la de sus votos, ni siquiera los del ballotage, porque una parte del voto a Scioli acuerda con muchas de sus propuestas y el control de la Administración Nacional, de la Ciudad de Buenos Aires y de la Provincia de Buenos Aires le da un espacio de negociación y captación de gobernadores, inten- dentes, legisladores nacionales y provinciales que le ha permitido casi ignorar que es minoría en casi todas las instancias legislativas, menos la de la ciudad de Buenos Aires.

El gobierno de Macri no es solo un conjunto de hombres de empresa, casi todos ellos vinculados a familias de larga historia en el Poder Real de la Argentina y participes de gobiernos surgi- dos de golpes de estado y acciones terroristas como los Massot (Nueva Provincia de Bahía Blanca), los Peña (de la Familia Braun, dueños de La Anónima y grandes latifundistas) o los Blaquier (In- genio Ledesma de Jujuy); cierto que son ejecutivos que vienen de diversas tradiciones no vinculadas a la política tradicional pero todos ellos cuentan con una formación profesional universitaria y cuentan con el apoyo de innumerables usinas con forma de ONG y Fundaciones o Centros de Estudio. Cuentan con el apoyo de toda clase de agencias y servicios de los EE.UU., Europa y el gran

capital.

No se trata de exagerar su poderío o sobreestimarlos, sino de respetarlos como lo que son: enemigos implacables de lo popular y democrático, astutos hasta el cinismo y el engaño sin escrúpulo, crueles hasta el terrorismo de estado del cual, en definitiva, son hijos y herederos aunque no puedan y posiblemente, por ahora, no quieran ejercer.

Pero tienen dos problemas: uno es que su modelo de capitalis- mo no contempla satisfacer lo mínimo de las necesidades popula- res y dos es que nuestro pueblo viene de un largo periodo de ser sujeto de políticas económicas/sociales/culturales que mejoraron su vida, aunque no afectaran la estructura real de poder: pensiones y jubilaciones, retribuciones al trabajo en cooperativas, subsidios varios que incluían el acceso a la energía eléctrica, el gas y el trans- porte, la educación y la cultura, políticas de memoria, verdad y justicia, etc. etc.

Ya hemos dicho que acaso uno de los aspectos más positivos de la etapa kirchnerista fue su discurso acerca de los derechos po- pulares y la necesidad de defenderlos con organización popular (más allá que, en lo fundamental, no fueran consecuentes con su discurso)

Durante este primer año de gobierno macrista, las acciones de oposición a diversas medidas fueron masivas y hasta impactantes; pero no modificaron casi nada el rumbo oficialista. Acaso en el terreno de la memoria, la verdad y la justicia es que se pudo frenar más la ofensiva reaccionaria.   No pudieron entrar con Obama a la ex Esma; no pudieron mandar a Echecolatz a su casa aunque lograron “domiciliaria” para más de cincuenta represores solo en este año; no pudieron voltear a la Procuradora General de la Na- ción ni frenar del todo a los juicios (incluso tuvieron que volver a comprometerse en su continuidad en la reunión de la Comisión Interpoderes convocada por la Corte Suprema en setiembre) y no pudieron barrer con las políticas públicas de memoria a pesar de todos sus esfuerzos por banalizarlas.

Pero es cierto que en el terreno de la economía, del empleo, de los precios, del presupuesto educativo y un larguísimo listado de derechos, simplemente avanzaron como una topadora contra un montículo de arena.

La derrota electoral y la perdida del control de numerosos apa- ratos ha hecho tambalear la hegemonía kirchnerista en el movi- miento popular, ha liberado espacios para la acción de una izquier- da revolucionaria, pero no ha surgido ninguna nueva hegemonía y la dispersión es la característica más definida.

La necesaria unidad de acción para frenar la ofensiva antipopu- lar y antidemocrática se debe articular con la construcción de una nueva hegemonía, lo que de por sí es una cuestión difícil de resol- ver; pero además, no se avizora cuáles fuerzas políticas estarían en condiciones de encarar semejante tarea.

La izquierda de tradición trotskista se ha hecho fuerte en el terreno institucional, acaparando la representación electoral pero con serios límites para encarar la doble tarea de construir hegemo- nía y bloque popular.

Los sectores más avanzados del kirchernismo se encuentran en un proceso de dispersión y debates que los llevan a posiciones aislacionistas (como la presentación como referentes del Partido Miles de tres personajes como Boudou, D Elia y Esteche) hasta el borde del colaboracionismo del Movimiento Evita.

La izquierda que se arrimó y en buena parte se subordinó al kirchnerismo, sectores socialistas, comunistas y de otras tradicio- nes, ha desacumulado fuerzas y todavía está en un estado de shock post derrota del cual no parece fácil que salga rápido.

Una larga lista de organizaciones de todo tamaño y objeto cumplen dignas tareas de resistencia y construcción de atributos para el movimiento popular, pero corren riesgo de abonar a la dispersión y fragmentación que hoy predomina.

Cuatro

Nuevas preguntitas a la izquierda70

La construcción de la resistencia, de la alternativa y de la van- guardia unificada resultante de la articulación de diversas fuerzas que puedan cumplir alguna o varias de las funciones de una van- guardia política del siglo XXI requiere resolver alguno de los deba- tes que hoy recorren la geografía del movimiento popular

¿La consigna es volveremos o hay que construir una propues- ta de futuro nunca alcanzado, un cambio revolucionario claramen- te definido como no capitalista y con el horizonte revolucionario en su mira?

¿Alcanza con la unidad de lo que hoy no acuerda, se opone y/o resiste al macrismo o hay que darse una política de disputa de los sectores populares, incluidos sectores de las capas medias urbanas y rurales, de los intelectuales, profesionales y técnicos que hoy trabajan en relación de dependencia, amplios sectores reli- giosos motivados por la predica vaticana de enfrentar la Tercera Guerra Mundial, asumir la opción por los pobres y repudiar una sociedad basada en el Dios Dinero, etc. etc. o sectores igual de am- plios de las capas medias que ven con horror el avance del Estado Policial, la xenofobia, la predica del rencor contra lo popular, igual que aquel inicial “Que viva el Cáncer” de 1953?

¿Alguna de las fuerzas que se auto proclaman o consideran de izquierda revolucionaria o en condiciones de ser vanguardia están en condiciones de jugar un rol de vanguardia en la solución teórica y sobre todo práctica de estos interrogantes o hace falta crear una nueva fuerza política, que sin negar ni mucho menos desmerecer todas y cada una de las tradiciones revolucionarias de nuestra historia, simbolizadas en los treintamil, se renueve de un modo tal que pueda asumir las enseñanzas de las frustraciones

  • en 2012 escribí: Preguntitas para la izquierda.  La parte o

el todo? , que podría leerse como prologo de esta reflexión https:// cronicasdelnuevosiglo.com/2012/05/07/preguntitas-para-las-izquierdas-la- parte-o-el-todo/

de la generación del Cordobazo, de los que lucharon contra el Menemismo y de los que se jugaron por el kirchnerimo y genere, al fin, una doctrina revolucionaria propia, apta para confrontar y derrotar al bloque de poder que nos domina desde fines del siglo XIX, sin solución de continuidad?

García Linera ha hecho un aporte sustantivo al debate al hacer incapie en el consumismo, la corrupción y la necesidad de soste- ner al pueblo como sujeto protagonista de los procesos revolu- cionarios.71

A la que yo agregaría lo que llamo la paradoja de los medios no culturales de disputa cultural. Como casi todos saben, Carlos Marx, junto a Federico Engels y una pléyade de revolucionarios europeos de mediados del siglo XIX, cumplió la función histórica de develar el funcionamiento del capitalismo y de señalar un cami- no para su superación. Sus estudios de años y años los vuelca en un nuevo libro al que va a llamar El Capital; allí comienza a revelar paso a paso como en el doble carácter de la mercancía se puede adivinar el doble carácter del trabajo humano y de allí el secreto de porque nunca el salario retribuye el valor creado por el obrero originando un plus del que se apodera el empresario que así se enriquece, la famosa plusvalía.

Y va capitulo por capitulo desmontando una a una las falsas imágenes o lo que alguna vez diría, la imagen verdadera de una imagen falsa pero al llegar al capitulo veinticuatro (¡24!) decide escribir lo que titula “La llamada acumulación originaria” donde cambia el estilo de análisis, ya no será un recorrido conceptual sino histórico: “El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, el exterminio, la esclavización y el sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: tales son los hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movi-

  • ver nota al pie número cinco, más arriba

miento de la acumulación originaria. Tras ellos, pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, con el planeta entero por escenario. Rompe el fuego con el alzamiento de los Países Bajos, que se sacuden el yugo de la dominación española, cobra proporciones gigantescas en Inglaterra con la guerra antijacobina, sigue ventilándose en China en las guerras del opio, etc. Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro, en un orden cronológico más o menos preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es aquí, en Inglaterra, donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista. En parte, estos métodos se basan, como ocurre con el sistema colonial, en la más burda de las violencias. Pero todos ellos se valen del poder del Estado, de la fuerza concentrada y organizada de la sociedad, para acelerar a pasos agigantados el proceso de transformación del modo feudal de producción en el modo capitalista y acortar las transiciones. La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es ella misma una potencia económica.” En síntesis, luego de demostrar en veintitrés capítulos los mo- dos económicos de acumulación de riqueza, pasa al relato históri- co para mostrar que la verdadera acumulación originaria se basa en la violencia, en el colonialismo, en el sometimiento a la esclavitud de millones; en definitiva que la acumulación económica se resuel- ve en lo fundamental por métodos no económicos, sino políticos,

que no son otra cosa las acciones imperialistas que describe.

Entonces, se necesita revalorizar la política como el espacio donde se dan todas las batallas contra el macrismo, de creación de alternativa y de construcción de vanguardia; porque es en el terreno de la política que se disputa la hegemonía cultural y se puede cumplir la tan ansiada “reforma moral” que desde Gramsci a García Línera, se reclama como imprescindible para cualquier cambio social.

Porque no hay que olvidar que nunca que no fue Rucci el que ganó el debate con Tosco, sino que el Gringo falleció en las con- diciones duras de la clandestinidad bajo el gobierno cuasi fascista de Isabel y la Triple A; no fue Borges el que le ganó el debate a

Rodolfo Walsh sino que Rodolfo fue capturado por un grupo de tareas de la Esma en la esquina de Entre Ríos y San Juan para ase- sinarlo sin piedad; la dictadura asesinó a Santucho y silenció por años a Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez y tantos otros.

La hegemonía cultural no la lograron por medios culturales sino políticos; en su caso la política del terrorismo de estado, op- ción que no existe para nosotros puesto que la reforma moral requiere de humanismo, de libertad, de de fraternidad verdadera, de instalar el deseo fuera del consumo y en un territorio que pueda ser preservado aún en la miseria y la cárcel.

Y entonces, ¿qué hacer para avanzar en esta batalla por el sen- tido común, batalla cultural que se dirime en el terreno duro de la lucha política?

Es sencillo, para soñar con una revolución hay que forjar revo- lucionarios y por suerte tenemos al menos uno en nuestra Améri- ca en quien inspirarnos y tomar ejemplo: Fidel Castro.

Para construir resistencia, alternativa y vanguardia todos debe- ríamos soñar con Fidel, ese que hace unos veinte años dijo: “Re- volución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender los valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”. 72

La tercera muerte del Mito Liberal

El estado de la llamada “democracia representativa”, a treinta y tres años del fin del

ciclo de golpes de estado (1930/1983)

escrita el 12 de octubre de 2016

La lucha contra el colonialismo español, impulsada por un gru- po de revolucionarios jacobinos (en la doble acepción del término: decididos, audaces, radicales en su programa de liberación pero también autosuficientes y poco afectos a construir poder popular en el sujeto que sostenía su sueño) se frustró, como ya explicaba Echeverría en el siglo XIX, por el cambio de alianzas sociales en- tre el pobrerío, la burguesía porteña y la oligarquía más poderosa: la Revolución avanzó apoyada en el acuerdo entre el pobrerío y los representantes de la burguesía porteña, pero se estancó y retroce- dió cuando se impuso el acuerdo de los porteños con la oligarquía, y de todos con los ingleses que con la victoria en la batalla naval de Trafalgar (1805) completaron las condiciones necesarias para re- emplazar al reino de España como potencia imperial hegemónica en Sud América.

Y lo lograron.

El país que nació del fin del ciclo revolucionario, del fin de las guerras civiles, de la hegemonía porteña sobre las elites provin- ciales y sobre los intentos autonomistas del Paraguay, será un país formalmente independiente y una semicolonia en términos reales. Para dar formato institucional a esa farsa se sancionó la Cons- titución de 1853, y sobre todo, la Ley Sáenz Peña y la ficción de la democracia representativa con el conjunto de mitos fundacionales de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX: la entronización de la ciudad de Buenos Aires como Capital y centro económico de la Republica, gracias al Puerto y su Aduana; la organización

del Ejercito Nacional bautizado en la Campaña del Desierto y la llamada Guerra de la Triple Alianza, nombres de fantasía que en- cubrían el segundo genocidio sufrido en nuestras tierras; y la afir- mación formal de varias igualdades: la del acceso a la educación publica, el mito del guardapolvos blanco, y la de la igualdad formal ante la ley y ante la urna, el Código Penal y la Ley del (supuesto) Sufragio Universal (que solo era para los varones con Libreta de Enrolamiento o sea, dejando fuera del padrón electoral a la mitad femenina de la población y al cuarto inmigrante de argentinos).

Así nació el primer momento del Mito Liberal.

Su hora de gloria. La democracia liberal y el granero del mun-

do.

Su cara más diáfana sería la de Hipólito Irigoyen al que se lo

pinta como un caudillo cívico y casi antiimperialista, ocultando las masacres de la Patagonia Rebelde o la Semana Trágica, para solo nombrar las más notorias de las acciones criminales de su gobierno.

El golpe de estado de 1930 dio por tierra con la versión gla- morosa del Mito Liberal pero el ciclo de golpes de estado (1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y el último de 1976), con la instalación de un modelo de dominación estable basado en la alternancia entre gobiernos civiles y militares (aunque ninguno amenazó realmente al capitalismo como modo de organización económica y social, cultural y política de los argentinos) hizo nacer un segundo modo de existencia del Mito Liberal: el sueño nunca cumplido de termi- nar con el autoritarismo y conquistar, al fin, las mieles prometidas desde la Constitución de 1853, y nunca alcanzadas.

El mito liberal era tan poderoso que penetró hondo en los más diversos sectores políticos, incluidos aquellos que supuestamente lo repudiaban en su doctrina: el comunismo y el peronismo.

En 1959, ya superada la división en el movimiento obrero y la izquierda, que había impuesto el triunfo del primer ciclo de go- biernos peronistas (1945/55), uno de los intelectuales comunistas más preclaros, Héctor Agosti, diseccionó en un libro, “El Mito

Liberal” cada una de las falacias con que los intelectuales y políti- cos burgueses pretendían instalar como verdaderas: la igualdad ju- rídica y el estado de derecho son imposibles de alcanzar mientras persista la desigualdad real en las condiciones materiales de vida y por ende en el acceso real a cada uno de los derechos inscriptos en la ley y el propio proceso de elección de representantes y autori- dades convertido en un mecanismo de compra venta más, con sus técnicas de marketing incluidas.

Sin embargo, ni Agosti y mucho menos el Partido Comunista van a superar una cultura política, la del frente democrático nacional, que parecía afirmarse en cada ciclo dictatorial donde la política de defensa de las garantías constitucionales y el acuerdo con las más amplias franjas del progresismo aparecían como el curso político más racional y práctico.

Hasta 1983, esta segunda forma de existencia del Mito Liberal, tan funcional al surgimiento de las corrientes “progresistas” al in- terior de los partidos tradicionales de la Argentina: el peronismo, el radicalismo, el socialismo, etc. mostraba destellos combativos y de resistencia a los desafíos de un fascismo siempre acechante, y no solo en los periodos dictatoriales.

Con Alfonsín, el Mito Liberal renace con una nueva cara: la de la Transición a la Democracia (así, con mayúsculas); la reno- vación de la promesa que la democracia formal (o sea, la simple aplicación de los preceptos constitucionales, y el pleno imperio de la ley, sin necesidad de transformaciones en la estructura de la propiedad de los medios económicos y otras estructuras de po- der) resolvería todos los problemas de los argentinos. El famoso “con la democracia se cura, se come y se educa”. Y aunque Me- nem, reemplazó a Alfonsín y De la Rúa a Menem; y los Kirchner emergieron de la catástrofe que la “transición a la democracia”, en su etapa neoliberal, produjeron a la sociedad argentina, el Mito Liberal se mantuvo bajo la forma de un capitalismo ora neoliberal que derramaba derechos y bienes como un maná inagotable, ora como un capitalismo humanizado que subsidiaba casi todo, claro

que en proporciones minimalistas y sin tocar la parte del león que se guardaban las mismas empresas que organizarían su derrumbe y nacimiento del primer gobierno de ultra derecha, pro imperialis- ta, misógino, machista, elitista y represor surgido de las urnas en doscientos años de historia.

Volvamos a aclarar, no es que Macri sea peor que Uriburu, Onganía o Videla, para nombrar solo alguno de los Jefes Militares, o sus cabezas civiles, Alsogaray, Krieger Vasena o Martínez de Hoz; no. Lo que decimos es que las urnas no parieron una ilusión liberal sino todo lo contrario.

En su tercera muerte, el Mito Liberal engendró un gobierno indigno de su origen, o impugnador del mito liberal que dice que “el pueblo siempre tiene razón” cuando vota, no cuando marcha o incendia edificios públicos como en el Santiagazo o el diciembre del 2001.

La democracia representativa, que se basa en “encargar” a legis- ladores y funcionarios el “cumplimiento” de la voluntad popular expresada en las urnas se ha transformado en una democracia dele- gativa donde la élite política, muchas veces fundándose en la “an- tipolítica”, reniega del pueblo que lo votó y gobierna de manera pornográfica a favor de los grupos económicos concentrados y la Embajada de los EE.UU.

La proclamada división de poderes se borra de un modo bur- do cuando todos se postran ante el Poder Real, del cual muchos de sus miembros asumen con Macri el gobierno cotidiano de la res pública que pasa a ser la propia, en un sentido de clase y en un sentido literal como el negociado del gas por parte de Aranguren y la Shell lo muestran.

Y la seguridad jurídica y el cuidado del Estado de Derecho se subordinan crecientemente a la “excepcionalidad” de la lucha contra el narcotráfico o la mera violencia cotidiana como procla- man Bullrich y acaba de sancionar la Legislatura Santafecina acaso sin saber del todo que el Estado de Excepción es la antesala de la negación absoluta del Estado de Derecho.

Para confusión y asombro de los cultores de la “legalidad” y el “libre ejercicio de las libertades democráticas”, es en nombre de esa legalidad que se detiene a Milagro Sala, se persigue a los lucha- dores sociales, se deroga la Ley de Medios, se paga a los fondos buitres, se anulan las pocas retenciones a las maxi ganancias de los sojeros y los dueños de las minerías, se banalizan las pensiones, subsidios, pagos a cooperativistas y otras formas de distribución auspiciadas e idealizadas por más de una década.

Como dice el Registro de Casos de Violencia Estatal: “… los resultados del relevamiento sugieren la existencia de acciones sistemáticas orientadas a la construcción de un “Estado policial”, en línea con una singular tendencia de alcance global que procura subordinar los derechos tute- lados por garantías constitucionales al imperio de un orden fundado en “razones de Estado” … (de las conclusiones del Primer Informe Semestral del ReCaVe)

No es que volvamos a la tontería de creer en que lo malo es a veces bueno; nunca lo creímos y es por eso que combatimos, casi con exceso, los atropellos a la constitución y cada golpe de estado sufrido en carne propia por los militantes de izquierda de cualquier rito.

Pero no deja de llamar la atención que ahora, para enfrentar al gobierno de los Macri y los Obama, de los Massot y los Blaquier, de los Massa y los Pichetto, de los Barrionuevo y los Lanata, de las Vidal y los Schiaretti, no alcanzará (y posiblemente no tenga fuerza moral) pararse en las alturas de la legalidad, sino que habrá que hacerlo en los umbrales de la legitimidad.

No tanto Irigoyen y Alfonsín, y un poco más del Gallego Soto y del Gringo Tosco; no tanto jurisprudencia de la CIDH y un poco más de los Planes de lucha de la CGT y los programas del PRT, de Montoneros, de los comunistas en todas sus formas de organización y remontarse al teatro anarquista y los libros socia- listas del siglo pasado.

La tercera muerte del Mito Liberal interpela mucho más al

modo de construir la resistencia y la alternativa política que al modo en que Macri y sus mandantes gestionan el estado capitalista Esta mierda no es la democracia por la que peleamos, ni la democracia con la que soñaron los patriotas de todos los tiempos porque no hay, ni habrá jamás, democracia verdadera sin libera- ción nacional y social consistente, o lo que es lo mismo y como lo decía el Comandante Nicaragüense Tomás Borge, quien quiera democracia verdadera que luche por la liberación nacional y social, a lo que ahora agregamos (contemplando las ruinas de la ilusión progresista americana), quien quiera liberación nacional y progre- so social que luche por una democracia verdadera porque sin ella no habrá un pueblo protagonista y todo esfuerzo, por más noble

que sea, será en vano.

Una democracia donde las cárceles no sean instrumentos de tortura ni las policías agencias de control y represión social sis- temática. Una democracia donde los de abajo no solo opinen u opten por alguien que administra a su nombre, sino que todos los días, para todos los temas, su opinión y su alternativa decidan el rumbo de los gobiernos.

Una democracia que no puede surgir de los valores cultura- les capitalistas del consumismo y el egoísmo llevado al paroxismo sino todo lo contrario de la construcción de poder popular en base a un nuevo tipo de ciudadanía comprometida con los proyectos colectivos y la fortaleza de un conjunto de sueños, no ilusiones, que vinculen el deseo con la amistad, la solidaridad, la belleza y el amor como pedía el Che al decir que solo le interesaba un socia- lismo basado en un hombre nuevo que privilegie otros valores a los de Mirta y Susana o Durán Barba, los verdaderos intelectuales de esta democracia degradada.

Un poder popular que solo puede surgir de la creación heroica del pueblo, al decir de Mariategui, pero que solo puede crecer en confrontación con el Poder Antidemocrático de Macri y sus acóli- tos, y de una confrontación que no deje espacio social en disputa ni forma de lucha por desplegar.

La tercer muerte del Mito Liberal nos ha llevado a una conclu- sión absoluta: no hay sitio donde volver ni democracia que defen- der; todo está para conquistar y eso hace que nuestra lucha retome la dimensión del mito que tuvo la gesta Sanmartiniana o la huelga de los obreros rurales de Santa Cruz, el Cordobazo y el Rosariazo, y esa conquista del poder que soñamos tantas veces pero que sigue siendo la promesa incumplida de Moreno y Belgrano, de Santucho y Quieto, de Jorge Calvo y el Turco Alac, de los treinta mil y todos los que creyeron que al luchar diariamente abrían paso al futuro.

Un futuro que nos interpela hoy mismo.

Los herederos de Martínez de Hoz y de Videla

Acerca de las derivaciones a largo plazo del 24demarzo

escrita el 25 de febrero de 2016

Hemos dicho más de una vez que la negativa de un sector ma- yoritario del Poder Judicial y de poderosos formadores de opinión a calificar de Genocidio lo ocurrido en los años del Terrorismo de Estado, excedía largamente la dimensión jurídica del debate y constituía sin dudas el centro de la resignificación de la historia reciente: interrupción del orden constitucional o reorganización violenta y cruel del capitalismo. De la respuesta que se obtenga será el diagnóstico sobre el gobierno de Macri.

El periodista Horacio Vervitsky, en dialogo con María Seone, analizaba la marcha por Nisman de febrero del 2015 como “la emergencia de un sector social que tiene una representación polí- tica importante”. Y concluyó, en tono laudatorio, que se trata de una nueva derecha política argentina, representada en el PRO, que es, a su juicio, “una derecha moderna, sometida a las reglas de la democracia y con capacidad electoral”. El análisis de Verbitsky, expresado en declaraciones a Radio Del Plata, se enfoca en que el fenómeno de esa nueva derecha, con capacidad de movilización, es algo que no se veía en la Argentina desde 1916. “Es importante, porque tiende a soldar una fractura histórica de la sociedad. que se abrió en 1916 y que podría cerrarse exactamente un siglo después. por el surgimiento de una derecha moderna, sometida a las reglas de la democracia y con capacidad electoral”. Seguramente que los hechos ocurridos en estos catorce meses habrán hecho cambiar de opinión a Verbitsky pero creo que grafican, en la pluma de uno de los más brillantes exponentes de un pensamiento que ha tenido apoyo estatal y amplia difusión en esta década, una mirada “formal” sobre el golpe del 24 de Marzo y sobre la democracia argentina.

Tenemos otra mirada.

En primer lugar, el Golpe del 24 de marzo no fue para nada un episodio “nacional”, era parte de una Operación Continental de Contrainsurgencia en el marco de la Guerra Fría, en la región que los EE.UU. consideran, desde Monroe hasta Obama, su patio tra- sero. En segundo lugar, en la Argentina, el Golpe tuvo un carácter anticipatorio, “preventivo” digamos, casi una Contra/revolución/ preventiva dado que el proceso de acumulación de fuerzas des- plegado entre el golpe gorila del 55 y el comienzo del Terrorismo de Estado, a finales del 74 (aproximadamente claro, porque desde diciembre de 1973 ya actuaba la Triple A), era suficiente para de- safiar al Poder, pero todavía no tenía capacidades suficientes para confrontarlo en regla y derrotarlo.

Se adelantaron a la construcción de la alternativa política capaz de lograr esas capacidades; y lo hicieron en procura de rescatar el capitalismo argentino de su crisis. La crisis que las luchas le habían puesto al modelo distributivo, de Estado Benefactor pero que ha- bía llegado a conceder el 50% de la renta nacional a los que cobra- ban salarios y jubilaciones; ese modelo capitalista no funcionaba a pleno, estaba en crisis y “su” solución fue la modificación abrupta de todas las variables económicas empezando por la reducción drástica de los salarios (en pocos meses bajó a cerca del 30% de la renta nacional), la suspensión, modificación o derogación lisa y llana de las leyes laborales conquistadas en lucha desde la primera de 1912 (propuesta por el socialista Alfredo Palacios), y las regula- ciones de cualquier tipo que protegieran al trabajador y el pueblo. En segundo lugar, el Golpe tuvo funciones “constructivas”

de un nuevo modo de reproducción ampliada del capital, elimi- nando todas las conquistas obreras y populares que funcionaban como limites reales al dominio imperial y la voracidad empresarial. Cierto es que las necesidades políticas de la dictadura dificultaron que despliegue el modelo neoliberal a pleno pero cuando Menem “realizó” todas sus perversas potencialidades Roberto Alemann

explicó a un periodista que ellos habían eliminado la subversión, disciplinado el movimiento obrero y extirpado el marxismo de la educación por lo que privatizar, flexibilizar y desregular era solo problema de tiempo y oportunidad.

Fue un genocidio en regla: la destrucción de un “grupo nacio- nal” para reorganizar radicalmente la sociedad. Y lo lograron por su fuerza histórica como Estado Nacional nacido como Estado Represor desde la disolución del Ejercito Libertador de San Martín y su transformación en el Ejercito asesino de paraguayos en la lla- mada Guerra de la Triple Alianza o la Campaña del Desierto y los obreros de la Patagonia Rebelde o la Semana Trágica y así todo el siglo XX pasando por los golpes de 1930/1943/1955/1962/1966 hasta llegar al de 1976. Pero no hay que olvidar que lo lograron por el apoyo estratégico de los EE.UU., que iba mucho más allá de la Escuela de las Américas o la Operación Cóndor y por la com- plicidad de un amplio campo de fuerzas sociales y políticas que prefirieron “entregarse” a los militares a correr el riesgo del triun- fo revolucionario. Si Isabel firmaba decretos de exterminio de la subversión, el jefe opositor Ricardo Balbín, del radicalismo, hacía discursos contra la “guerrilla fabril”. Aunque muchos no lo pu- dieron entender (y por eso el kirchnerismo más progresista, ya en el siglo XXI, soñaba con una burguesía nacional que construyera un capitalismo “humanizado”) era el final histórico e inapelable de la supuesta “burguesía nacional”.

Entre otras consecuencias que aún perduran, el Terrorismo de Estado, fragmentó violentamente la clase obrera disolviendo su relativa homogeneidad dando paso a una porción de desocupados permanente, a otra de trabajadores precarizados y temporales y solo una parte minoritaria, estable y con derechos. Pero también modificó a la burguesía local que se hizo más sumisa al Imperio, más mafiosa y corrupta, más voraz y cruel. Más burguesa.

Pero el golpe tuvo otros efectos, ocultos al progresismo: el te- rror alimentó una forma de pensar las reformas y los cambios que se ha clasificado como “posibilista” o “realista” dado que nunca

osa desafiar la correlación de fuerzas y el Poder Real, ese que se nombra poco pero se respeta mucho. En 1927, conmemorando los quinientos años de “El Príncipe” de Maquiavelo, Antonio Gramsci, desde la mazmorra del fascismo decía: “El realismo po- lítico “excesivo” (y por consiguiente superficial y mecánico) con- duce frecuentemente a afirmar que el hombre de Estado debe operar sólo en el ámbito de la “realidad efectiva”, no interesarse por el “deber ser” sino únicamente por el “ser”. Lo cual significa que el hombre de Estado no debe tener perspectivas que estén más allá de su propia nariz”.      Es que al aniquilamiento material se sumó el aniquilamiento simbólico que buscaba “borrar” de la memoria popular que por años las clases subalternas habían mejo- rado las condiciones de vida por el camino la organización y la lu- cha, acciones populares que modificaban la correlación de fuerzas y hacían posible lo que parecía imposible. Una serie de teorías y doctrinas conceptualizaban la acción “educativa” por medio de las armas: el anticomunismo en la base de todas ellas, la subversión apartida, la teoría de los dos demonios y el olvido de los noventa. Y si el posibilismo más vulgar ha dominado desde 1983 en ade- lante el pensamiento político de las fuerzas de centro izquierda y de izquierda moderada, para fines de los ochenta del siglo pasado, la derrota de los procesos de transición al socialismo modificaron la vieja Tercera Vía socialdemócrata que dejó de buscar un lugar intermedio entre el socialismo y el capitalismo para comenzar a imaginar un supuesto lugar intermedio entre el capitalismo neo- liberal, “salvaje” y “financiarizado” y otro capitalismo nacional, “humano” y “productivo”, intentos vanos de ponerle apodos a un sistema que con su nombre define sin error posible a un modo de producción y dominación que funcionan de un modo inescindible

y poco reformable.

Agotada la legitimidad del Kirchnerismo ante las clases do- minantes, justificada en su capacidad de superar la crisis capita- lista del 2001 y renovar el capitalismo de sus modos neoliberales ya gastados (alguna vez dijimos que Kirchner fue el De la Rúa

que no fue); y eso se visualizó en la crisis por las retenciones a la especulación sojera con la resolución 125 (año 2008), todos los intentos de “profundizar” el proceso, de modo tal de recuperar legitimidad social y derrotar una derecha que pretendía recuperar a pleno el modelo de país que se fundó con la picana eléctrica y se configuró plenamente por el peronismo en su modo menemista, se frustraron una y otra vez por la hegemonía ideológica de esta combinación de posibilismo y Tercera Vía posmoderna. Posibi- lismo de Tercera Vía que esterilizó los esfuerzos militantes y aún los aciertos del gobierno en el terreno de la Memoria, la asistencia social focalizada en los más pobres y el acercamiento a los proce- sos de búsqueda de cambios en Latinoamérica (afectados también, en diverso grado, por el mismo virus cultural del posibilismo de Tercera Vía).

La otra consecuencia política del Genocidio fue la profundi- zación del carácter delegativo del sistema democrático argentino donde si bien ya en el articulo 22 de la Constitución de 1853 se afirmaba que “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete de- lito de sedición Nacional “ durante todo el siglo XX las luchas obreras, las movilizaciones estudiantiles, las rebeldías culturales, las iniciativas populares de autogestión en el terreno deportivo, cooperativo, etc. habían ido ampliando el estrecho margen liberal de una democracia minimalista para incorporar la movilización y la lucha social como un modo legitimo de conquistar derechos y resistir claudicaciones gubernamentales. Todo ello fue aplastado por el Golpe y estigmatizado como subversivo y “culpable” de las atrocidades sufridas por el pueblo.

La batalla por la memoria, la verdad y la justicia ha estado en el medio de los esfuerzos por dotar de sentido social la “democracia recuperada” y reconstruir/constituir un sujeto social diezmado y desarticulado culturalmente por el Terrorismo de Estado y las

claudicaciones progresistas iniciadas por Alfonsín en la inolvida- ble Semana Santa de 1987. La vida confirmó que la impunidad era sostén del neoliberalismo así como la memoria fue una parte sustancial del proceso de luchas que recorrieron año a año cada 24 de marzo, desde el primero en libertad hasta el último del 2015 en el que pocos imaginaban el escenario en ciernes que obliga a repensar todas las tareas de la lucha por una democracia verdadera y el mismo sentido de los actos del 24 de Marzo.

El desprestigio de la política, provocado por una combinación de acciones espurias de los políticos llegados a la gestión, y una inteligente predica mediática reaccionaria, llevó primero al “que se vayan todos” del 2001 y ahora a la estigmatización de la militancia que encara el Pro con su modo de hacer política como si fuera una “no política” y la identificación de los militantes con los ñoquis que pueblan el aparato estatal desde siempre y que hoy son utili- zados como justificación para una ronda de despidos casi inédita en democracia que remite a algo muy molesto para liberales y pro- gresistas: lejos de ser un avance histórico y civilizatorio, el triunfo de la derecha explícita representa el retorno al gobierno del mismo bloque social que organizó y perpetró el golpe del 76.

Si bien su objetivo es muy parecido al de entonces, re- organizar radicalmente la sociedad   para   valorizar   el   capi- tal (hacer más rentable la ya muy rentable producción ca- pitalista argentina) los tiempos y las perspectivas son otras. No solo porque los cambios de época y el desprestigio de los mi- litares (en parte conquistado por el exitoso proceso de Memoria, verdad y justicia) impiden el despliegue de las formas más brutales de la represión política y social; sino porque también del lado del pueblo ha habido aprendizajes.

Cierto es que no alcanzaron para conquistar lo que no tenía- mos en 1976 (ni en 1955, ni en 1930, ni en 1921): una fuerza política alternativa popular antiimperialista verdadera y pro- pia, pero cierto es también que tenemos la gran oportunidad de reflexionar sobre nuestras derrotas y frustraciones, sobre

los porqué del golpe genocida y los porqué de la derrota elec- toral del 2015, y dotado de esos saberes, que conceptualicen nuestra propia práctica de organización y lucha, nuestro pue- blo podrá pararse al fin sobre sus propios puntos de apoyo y enfrentar con éxito a los golpistas de ayer y sus herederos. Una reflexión que para nada es similar a aquella que hacíamos en los tristes días posteriores al 76. No creo que las analogías histó- ricas sean buenas. Ni este es el regreso a ninguna etapa histórica anterior ni el pueblo argentino está en la situación en que se en- contraba tras el golpe del 55 o el 76, ni siquiera luego del triunfo de Menem.

Si como decía Foucault, el derecho genera verdad, hay una im- portante parte de la sociedad que aprendió a resignificar la historia de las luchas obreras y populares, supo de héroes y de villanos y de luchas americanas como pocas veces antes. Supo que la única lucha que se pierde es la que se abandona y sabe también que el Poder sabe que el pueblo puede. Y podrá.

Hasta ese momento seguiremos portando nuestros muertos y nuestros desaparecidos con nosotros. Para que nadie ni nada sea olvidado y al momento de la victoria, podamos pararnos sobre sus hombros para alcanzar, al fin, el cielo por asalto.

La Triple A

Sobre la paradoja de lo visible que se hace oculto en el relato del Terrorismo de Estado

Conferencia en Homenaje al Watu Cilleruelo, a los 35 años de su asesinato un tres de abril, el cuatro de mayo de 2010

en la Universidad del Sur, Bahía Blanca.

Contra la creencia general, que Borges inscribió en un poema bastante conocido, la memoria no precede al olvido, sino todo lo contrario. Borges escribió “Sólo una cosa no existe, y es el olvi- do”. Y eso refleja una idea, bastante extendida, de que todo se recuerda y que el olvido es como una excepción. Más allá de la genialidad literaria y poética de Borges, en realidad es al revés. Se construye el olvido, y la característica principal del terrorismo de Estado en la Argentina fue que construyó el olvido al tiempo que asesinaba y desaparecía compañeros. De hecho, la “muerte argen- tina”, como se conoce en el exterior a la desaparición sistemática de compañeros, nuestros desaparecidos, implicaba construir el olvido al momento de desaparecerlos. Y por eso vale tanto cons- truir la memoria, porque la memoria no es automática.

La memoria es el resultado de la resistencia contra el olvido y por eso valoro mucho estos actos de resistencia como el que han producido hoy en memoria del Watu Cilleruelo, de manera plural, con todos los que quisieron participar. Hace un rato la compa- ñera de Madres recordaba cuando iba a Capital y alguien le dijo que en el local de la Liga se reunían los familiares de las víctimas de la dictadura y ahí empezó a encontrarse con las otras madres y se fue incorporando a la lucha organizada… Hace muchos años que practicamos esta resistencia y el recuerdo de las compañeras lo confirma, nos honra y compromete con el Watu, pero también con el Negrito García y con todas las víctimas de la Triple A de Bahía Blanca y de la Argentina..

Me parece a mí que se puede hablar del terrorismo de Estado, en cualquier lugar y en cualquier momento, pero posiblemente no haya mejor lugar ni mejor momento para hablar del terrorismo de Estado, de la Triple A como el rostro oculto del terrorismo de Es- tado, en Bahía Blanca y en abril. A metros de donde lo asesinaron al Watu, en los pasillos del rectorado de la Universidad del Sur y a horas de un nuevo aniversario, el aniversario 35, si no me fallan las matemáticas de aquel día en que la patota del rector asesinaba al Watu.. Es como que las cosas se buscan y se encuentran. Y esta es la fecha adecuada y el lugar justo para reflexionar qué fue la Triple A y qué significó, y por qué sigue oculta. Digamos, de todo lo oculto del terrorismo de Estado, lo más oculto es la Triple A.

Así que me parece el momento adecuado y el lugar para pensar juntos algunas cosas que nosotros, en todo caso, hemos aprendido en nuestra lucha contra la impunidad y contra la impunidad de los que perpetraron los crímenes de la Triple A en particular. Siguien- do con esta primera reflexión sobre el olvido y la memoria, yo los insto a leer algunos de los pensadores de la llamada Escuela de Frankfurt, una de las corrientes del marxismo del siglo XX, sobre todo a Walter Benjamin y a Thomas Adorno. Benjamin escribe sus Tesis sobre la Historia, en 1940, poco después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial con la sublevación franquista en España (1936) , pero a los siete años del nombramiento de Hitler como canciller en Alemania y del Incendio del Reichstag que ya muestra un dominio pleno del fascismo… Él es judío y está hu- yendo de ese espanto… Y él escribe, lo voy a citar de memoria, porque no lo traje escrito. Él dice algo así como: “La memoria no es recordar exactamente lo que ocurrió, sino que la memoria es lo que destella en el momento de peligro”. Miren que frase poética y fuerte. Lo que destella, lo nos conmueve, en el momento de peligro, eso es la memoria. ¿Qué memoria de la Triple A? La que nos golpea hoy.

Entonces creo que corresponde pensar primero cuál es el pe- ligro. Nosotros tenemos que pensar en el momento de peligro.

¿Qué momento de peligro? Bueno, sin ninguna duda, como se dijo de una u otra manera durante todo el acto. El peligro es que hoy nos enfrentamos en América Latina y en Argentina es a un intento por revertir los tímidos, pequeños, iniciales pero maravi- llosos pasos que los pueblos latinoamericanos han dado para de- rrotar lo que se construyó sobre la sangre de Watu Cilleruello. Por eso podemos arrancar la reflexión sobre el peligro actual pensan- do lo que pasó en el ’75. Nosotros hemos discutido muchísimo en los juicios, nos hemos peleado con mucha gente y vamos ganando la pelea de que acá hay que hablar de genocidio, no en el sentido de que genocidio es una colección grande de muertes, que es una convención vulgar del término… Si matan a una persona es ho- micidio, si matan a cinco es homicidio múltiple, si matan a ciento cuarenta y siete muchachas y muchachos en Cromagnon es una masacre, y entonces si matan a treinta mil es un genocidio.

No va por ese lado, no es por la matemática. El genocidio es la eliminación de un grupo nacional para reorganizar un país. Y por eso hubo genocidio en la Argentina. Porque a Watu no lo mata- ron por matar, como ya se explicó hoy, y yo voy a insistir con el mismo enfoque, sino que el asesinato de Watu se inscribió en una operación para reorganizar el país. Y esa operación se inscribe en una operación aún más amplia, que era derrotar la ola revolucio- naria que desató la Revolución Cubana en 1959, que los yanquis creían haber aplastado con el asesinato del Comandante Guevara, en La Higuera, en Bolivia, entre el 7 y el 8 de octubre del ’67, que sin embargo, todos sabrán, poco después comprobarían que esa ola seguía creciendo en la Argentina con el Cordobazo del 29 de mayo del ’69, con el triunfo de la Unidad Popular en Chile en el ’70, con la creación del Frente Amplio en Uruguay, con el triunfo de Velasco Alvarado en el Perú y con una interminable serie de luchas populares, armadas y no, que abren un proceso de cambios antiimperialistas, inspirado en la Revolución cubana, a los cuales el imperialismo norteamericano, que había aprendido en Vietnam que las guerras no se ganan con las armas solamente, sino con un

proyecto político, se decide a destruir con lo que ahora nosotros podemos entender, que es una operación contrainsurgente conti- nental, que no tiene nada de nacional, ni de genuina, ni de propia, sino que está construida con una concepción americana, y que está dirigida por el Comando Sur del Ejército de Estados Unidos. Eso es lo que logramos comenzar a revertir con las grandes luchas contra el neoliberalismo de los ’90, con el triunfo del proceso ve- nezolano, luego el proceso ecuatoriano y luego con la maravilla del proceso boliviano, que deberíamos estudiar mucho más, me parece a mí.

No olvidemos que nuestros próceres, ya que nos acercamos al bicentenario de la Revolución de Mayo, estudiaron en la Univer- sidad de Chuquisaca, que era la única que existía, que estaba en la actual ciudad de Sucre en Bolivia. Nosotros tenemos que superar esa limitación cultural que tienen muchos argentinos de creer que la Argentina es el país más culto de América del Sur y que los bolivianos son una especie de hermanos menores subdesarrolla- dos, cuando es todo lo contrario. Bolivia siempre fue un centro cultural mucho más importante que la Argentina, desde siempre, y hoy, por supuesto que es, posiblemente la avanzada de la cultura política en América del Sur y en América Latina.

Entonces, nosotros queremos reflexionar sobre la Triple A desde este peligro.   Y es un peligro muy concreto que tenemos los que luchamos por la memoria, verdad y justicia, que enfren- tamos… enfrentamos una reacción, yo diría merecida, no des- medida, merecida, esperada, absolutamente coherente, por parte del poder real en la Argentina que siente que los juicios han ido mucho más allá de lo que todos imaginaron.   En estos días es- toy un poco molesto con la intelectualidad argentina porque tiene una tendencia, casi genética, a ser dogmática, a no pensar, a no reflexionar sobre la práctica, dogmatismo que le viene del euro- centrismo en que fue educada, en esa supuesta superioridad que tienen los intelectuales orgánicos del Poder pero también los del campo popular. Hay muy pocos intelectuales que escriban sobre

los juicios, que reflexionen sobre lo que ocurre en los juicios. Es un acontecimiento cultural impresionante. Ustedes piensen que muchísimo del pensamiento crítico contemporáneo sobre la do- minación se construyó pensando el juicio de Eichmann, reflexio- nando sobre qué carajo era ese alemán fascista que se mostraba como un burócrata del horror en el juicio que se hace en Israel contra él.

Los juicios han perforado los límites que la derecha, el poder pensaba… y empiezan a superar límites que ni nosotros soñába- mos, y que seguro no soñaron nuestros desaparecidos. Nosotros, y voy a hablar ahora como Liga Argentina por los Derechos del Hombre, el año pasado fuimos protagonistas principales de dos juicios en donde logramos la condena a prisión perpetua de dos generales de la Nación, el general Santiago Omar Riveros y el ge- neral Fernando Verplaetzen, y un juez federal, que se llama Víctor Brusa, y que antes habíamos logrado destituirlo en el 2000. Eso no estaba en los cálculos del poder. Y resulta que Riveros había sido miembro de la Junta Interamericana de Defensa. Entonces, este carácter americano del plan lo vamos pudiendo demostrar. Ya no es que los de la Liga hablamos pelotudeces: detrás de Videla estaban los yanquis; no, vamos al juicio por el Negrito Avellaneda y demostramos que él era miembro de la Junta Interamericana de Defensa. Y se nos murieron Correa y los militares del juicio de Santa Fe, porque los represores santafesinos habían estudiado todos en la Escuela de Panamá que si no también lo hubiéramos mostrado a todos los que miran los juicios, que no son solos los que los siguen por internet. Y los juicios ponen a prueba los con- ceptos que se han vertido sobre lo que pasó en la Argentina. En- tre otras cosas sobre el sujeto victimizado, que ahora una parte de ese sujeto, justamente los sobrevivientes al genocidio, se presenta en los juicios para hablar por ellos y por los que no están, que como todos sabíamos siempre los que estuvimos presos, era un sujeto plural, de diversas tradiciones político culturales, de diversas referencias, etcétera.

¿Cuál es el problema de la derecha con los juicios?

Ustedes dirán: “¿cuál es el problema?”. Si los tipos siguen te- niendo el petróleo, el gas, todo lo que se apropiaron del Golpe para acá, pasando por Menem y los 90. Los juicios les hacen perder legitimidad. Ese es el punto. Kissinger escribió una vez: “un imperio no se construye tomando té”. Hay que tener legi- timidad para ser imperialista. Los soldados romanos marchaban orgullosos a la conquista de las Galias. Los yanquis no consiguen encontrar veinte voluntarios para ir a pelear a Afganistán, solo mercenarios. Eso habla de la decadencia yankee como potencia global, no porque los podamos vencer hoy sino porque perdieron legitimidad imperial.

Y el poder en la Argentina necesita resolver cosas muy serias como es sacar a la Argentina de la integración latinoamericana; hacer revertir los pequeños pasos que logramos y que se produje- ron en medio de la gran crisis que tuvo en el poder en 2001-2002, y para eso necesitan legitimidad. Y resultan que cada vez que proponen un buen cuadro de la derecha, vos decís “¡pum! Este fue facho”. Y lo tienen que bajar. Y si se lograra demostrar la apropiación por Ernestina Noble de sus hijos… y aquí quiero ser cuidadoso, yo digo hay que ser serio en las acusaciones; hay mucha gente que no es seria con el tema de derechos humanos. No está probado que los hijos de Noble sean apropiados. Nosotros por lo menos no lo afirmamos. Pero si se demostrara, ustedes imaginen el golpe para la legitimidad para una de las mujeres más poderosas de la Argentina. Y bueno, nosotros queremos ir contra Acindar, contra Martínez de Hoz, y nosotros estamos pacientemente espe- rando la caída del indulto a Martínez de Hoz y el inicio del juicio oral por el Plan Cóndor. Nosotros somos parte de los querellantes en la causa Cóndor. Nosotros hemos pedido, humildemente, que lo traigan a declarar a Kissinger, un pedido que en realidad hizo el Dr. Alberto Pedroncini, octogenario abogado histórico de la Liga, de los derechos humanos.

Y necesitan legitimidad también para enfrentar la crisis del ca-

pitalismo mundial; contra los que pensaban muchos, Argentina si- gue estando en el mundo, y no puede zafar de esa crisis, y si no que le pregunten ahora a los que comercializan la soja, porque los chi- nos dijeron si no bajan el precio, no se la compramos, por lo tanto si no hay un porcentaje menor de tóxicos, no se la compramos, y es que todos tratan de posicionarse ante la crisis. Para enfrentar la crisis en profundidad ellos necesitan volver a un neoliberalismo sin pudor, sin vueltas. La matriz de la distribución de la riqueza en la Argentina es neoliberal, pero hay como un pudor en la Argenti- na, les cuesta ir a fondo con las medidas que tiran ellos, necesitan una cosa más enérgica, más pura. Y para eso necesitan legitimidad, y los juicios le afectan esa legitimidad. A veces los compañeros decían: “y ustedes para qué pierden tiempo en pelotudeces, veinte años para llevar a un tipo a juicio…”. Bueno, parece que las pelo- tudeces que nosotros hacíamos resultaron importantes.

¿Por qué? Porque están molestando al poder mismo. Claro, como se dijo hoy, y yo estoy de acuerdo, una vez dicho que el peli- gro ese, esta derecha que tiene ánimos de venganza, la discusión es cómo se enfrenta a la derecha, y eso me remite al ’75, como en un túnel del tiempo. Es lo que discutíamos en el ’75. Es decir, cómo enfrentamos a la derecha, cómo impedimos cada avance. Y yo creo que también se puede aprender de lo que nos pasó, del ase- sinato del Watu y el Negrito, de cómo pasó la derecha entonces.. Antes de seguir… ¿Qué fue y qué hizo la Triple A?                                                                            Voy a tratar de ser muy concreto. Y voy a leer documentos oficiales. Les voy a leer el dictamen del doctor Taiano, fiscal de la causa Triple A, que lleva adelante el juez Oyarbide. Este dictamen tiene la fuerza, como decía Foucault, de que el derecho genera verdad. Ya no es un documento de la Liga… Este es un dictamen de un fiscal, que el juez ha considerado pertinente, que es una cosa medio lenta,

que a nosotros no nos gusta, pero fíjense lo que dice el fiscal.

Lo voy a leer: “En el año 1973 la Argentina regresó a la vida demo- crática y se verificó un incremento en el nivel de protesta de los trabajadores. Así con el fin de morigerar dichos reclamos, a principios de 1974, el gobierno

propició un acuerdo entre los sindicatos obreros, representados por la CGT, los empresarios del gobierno (…)”, “(…) comisiones internas controladas por los propios trabajadores que se estaban emancipando de la dirigencia burocrática sindical tradicional, que presenciaba el deterioro su espacio de poder”. “Simul- táneamente, desde el gobierno, en colaboración con diversos actores provenientes de la dirigencia gremial, agrupaciones de derecha y de grupos pertenecientes a distintas fuerzas de seguridad, se consolidó un brutal y sistemático aparato represivo, que con el nombre de la Triple A (Alianza Anticomunista Argen- tina), buscó aplastar los conflictos sociales. Esta organización, digitada desde el Ministerio de Bienestar Social de la Nación, fue uno de los mecanismos empleados para disciplinar a la sociedad”. No para matar a Watu, para disciplinar a la sociedad. Esto lo agrego yo. “A esos fines no se dudó en arremeter contra todas aquellas expresiones democráticas que manifestaran su disconformidad, procedente de cualquier sector, tales como representantes villeros, de la cultura, peronistas, comunistas, radicales, o bien perpetradas contra locales partidarios, etcétera”. Respecto de la conformación de la Triple A, cita a Ignacio González Jansen, que: “la federación que agrupó a los diversos núcleos de la derecha peronista: CNU, Juventud Pero- nista de la República Argentina (JPRA), Alianza Nacionalista Argentina, Comando de Organización, Juventud Sindical Peronista, Agrupación 20 de Noviembre y Agrupación 17 de Octubre, fue impulsada por los nacionalistas de derecha, que actuaban en todos los grupos, de los que en algunos casos eran fundadores. El ministro López Rega promovió la organización, financió y armó la fuerza de choque que constituyeron la Triple A, pero la mayor parte de los recursos humanos fueron proporcionados por esa federación de grupos de actuación fascista, activos militantes de Tacuara, de la Guardia Restauradora Nacionalista, de la CNU, del Comando de Organización, que compartieron con la escoria de la Policía Federal a las órdenes de Juan Ramón Morales y Rodolfo Almirón la siniestra acción (…)”.

Y después dice, como corresponde en un escrito judicial (para poder accionar contra un grupo uno tiene que demostrara que sus acciones eran sistemáticas, no ocasionales), el modus operandi de la Triple A. Fíjense: “Los pasos seguidos por la organización consistían en: difundir sus amenazas, lo cual instalaba el terror y provocaba el aisla-

miento de su víctima, luego ejecutaba la brutal condena, y finalmente exhibía sus cuerpos torturados, destrozados como una inconfundible marca registra- da”. Y todo esto hemos logrado que lo diga un fiscal.

Voy a citar ahora a la investigadora Inés Izaguirre, que acaba de publicar un importante libro sobre el genocidio en Argentina, que construyó un cuadro sobre las acciones de asesinatos y desa- pariciones y que ella los ordenó temporalmente en tres períodos: desde la muerte de Rucci hasta el comienzo del gobierno de Perón (25 de septiembre de 1973 – 11 de octubre de 1973); el gobierno del general Juan Domingo Perón hasta su muerte (12 de octubre de 1973 – 30 de junio de 1974), ustedes deberían saber que Perón murió el 1 de julio; y el tercer período es desde la muerte de Pe- rón hasta el 24 de marzo. Y los datos que ella sistematizó son los siguientes: primer período: cuatro muertos, un secuestrado y un secuestrado liberado. Total de víctimas: cinco. Segundo período: 56 muertes, que equivale al 5,4% de las muertes, quince desapare- cidos, que equivale al 2%. Total de víctimas: 71. Porcentaje: 3,9%. Asesinatos después de la muerte de Perón hasta el 24 de marzo: 979. Equivalen al 94,6% de las muertes producidas por la Triple

A. Desaparecidos: 737. Equivalen al 98% de las desapariciones. Y secuestrados liberados: 54, que no dice acá a qué equivale.

Entonces, tenemos un total identificado de 1035 ejecuciones sumarias, asesinatos, como el de Watu, como el del Negrito Gar- cía; 752 compañeros que fueron secuestrados y continúan desapa- recidos, y 54 compañeros que fueron secuestrados y liberados. Y ella no incorporara, que nosotros sí con la investigación del com- pañero Carlos Zamorano, un abogado histórico de la Liga, que calcula unos 2800 presos que permanecieron un tiempo prolonga- do a disposición del PEN durante el período que transcurre más o menos durante la muerte de Perón y el 24 de marzo. Digo… ¿de qué hablamos cuando hablamos de la Triple A? Estamos hablan- do de eso: 1787 víctimas, entre asesinatos y desaparecidos, y unos 3000 compañeros puestos a disposición del PEN, que muchos de ellos siguieron su ruta, y algunos salieron en el ’82. Conozco

algunos compañeros que entraron en el ’74 con el PEN y salieron cuando se fue Galtieri.

Hay aquí un tema para reflexionar, que yo lo llamo la paradoja de lo oculto y de lo visible. ¿Por qué razón la Triple A exhibe la muerte y los golpistas la esconden?

Aquí está presente la madre del Negrito García, así que me da un poco de pudor, pero ¿ustedes pueden imaginar una escena en la que en un puente aparece colgado un compañero? Trato de ser lo más escueto posible. ¿Alguien puede imaginar el horror que eso provoca? Ya no hablemos de Watu asesinado acá.

¿Alguien puede imaginar lo que es el cadáver del diputado de la Unión Cívica Radical, Rodríguez Araya, rosarino, con los testí- culos cosidos en la boca?

¿Por qué se hace eso? ¿Por qué le pegan sesenta tiros en la ca- beza a Carlos Banylis, dirigente del transporte de la zona oeste de la provincia de Buenos Aires, delante de la mujer y los tres hijos?

¡Sesenta tiros!

Entonces, me parece a mí que está claro, que es lo que tenemos que pensar en términos actuales, que la Triple A es un intento de paralizar por el horror las luchas sociales que todavía se man- tenían, que todavía el aliento del período de auge de las luchas populares, del ’69 al ’75, no había terminado…

De hecho, las primeras acciones de la Triple A, están articula- das con el golpe de Estado contra el gobierno popular de Córdo- ba de Obregón Cano y con la invasión militar a Villa Constitución, en la provincia de Santa Fe, fenómenos que ocurrieron en enero del ’74 y marzo del ’75, que son acciones pensadas para ocupar territorialmente aquellos lugares donde el movimiento popular estaba más fuerte. Hay un hombre que ha pensado mucho los temas de la dominación, que es interesante leerlo, que es Michel Foucault. Analizando hechos sucedidos en el siglo XVII, Foucault escribe: “el papel del pueblo es ambiguo. Se le llama como espectador. Se de- posita en ocasiones durante varios días los cadáveres de los ajusticiados, bien en evidencia, cerca de los lugares de sus crímenes. Es preciso no sólo que la gente

sepa, sino que vea con sus propios ojos, porque es preciso que se atemorice. Pero también porque el pueblo debe ser el testigo, como el fiador del castigo, y porque debe hasta cierto punto tomar parte en él…”. No está escribiendo Foucault sobre Cilleruelo, sino sobre el modo en que se producen los ajusticiamientos en Europa en el siglo XVII-XVIII. Nos da que pensar. Por alguna razón matan y exhiben.

No sólo por demostración de impunidad. Eso es una parte de la película. Lo más profundo es que nosotros debemos pensar que las cosas pueden empezar de muchas maneras. Contra el sentido común, las cosas no son sólo una cosa. Los fenómenos sociales, los hechos, los actos humanos al mismo tiempo son varias cosas. Y las ejecuciones exhibidas son una manera de disciplinamiento social.

Una vez que se quiebra la resistencia y que se consigue con- quistar el control absoluto de la sociedad con el golpe de Esta- do, va a cambiar la forma de operar del horror. Ya no se lo va a exhibir, sino que se lo va a ocultar. Porque lo que se va a buscar es impedir la protesta y empezar a construir el olvido. Por eso digo qué tan equivocado estaba Borges cuando dice eso de que no existe el olvido. Cuando la gente más sencilla dice: bueno, yo no sabía mucho qué pasaba, no es todo que mienten. Efectivamente se construye una situación social en donde se genera, como dice Foucault, esta especie de compromiso con la represión.

Yo les voy a contar un caso personal: mi mamá vivía en Pri- mera Junta y Boulevard Zavalla en la ciudad de Santa Fe desde 1944 y el 5 de diciembre del ’75 pusieron una bomba que voló nuestra casa. Los vecinos dijeron “por algo será”. La vieja había vivido cuarenta años. No hubo un vecino que le trajera un vaso de agua.   Es decir: cómo se construye una escena en la cual se hace al espectador del crimen, paralizado por el horror, involuntario cómplice.   Y este me parece a mí que es el sentido profundo de la exhibición de los cuerpos con la Triple A. Vamos a ver ahora cómo esta paradoja se invierte, y lo que se ocultó, por la lucha del movimiento de los derechos humanos, y de todos y de todas, se

hace visible en un proceso complejo, un proceso contradictorio, en el cual primero para que se pudiera hacer visible, se tuvo que adaptar la figura de las víctimas inocentes, palabra para nada ino- cente, porque si hubo víctimas inocentes, es que hay víctimas que no son inocentes. Y sin embargo el movimiento popular tuvo que transcurrir por ese camino. Mi mamá cuando escribía cartas para que me liberen escribía: “mi hijo es inocente”, decía la vieja. Pero todo debe contextualizarse, hay que superar las miradas simplistas, vulgares sobre todos estos temas.

Y como me dijo una vez un filósofo cubano, a mi parecer de lo más serio que hay en América Latina, que se llama Fernando Martínez Heredia: “la gente lucha en las condiciones en que vive, como puede y como sabe”. Nadie lucha con ideas que no tiene o con ideas que va a haber cuarenta años después. No es una cosa posibilista de decir: se hace lo que se pueda. No. Es que uno lucha en las condiciones históricas, sociales y culturales que le tocaron, en el escenario de la lucha de clases que se construyó en un pro- ceso histórico que uno puede cambiar por mera voluntad. No puede escaparse de ese escenario. Pero nosotros estamos ahora ante una paradoja inversa, de lo que en su momento fue lo más exhibido, de lo que hay más pruebas, porque nosotros podemos dar el nombre del asesino de Watu: el Moncho Argibay. Digo, por ejemplo, de Teresa Israel nosotros no sabemos nada, para dar un caso de una abogada de la Liga desaparecida por defender presos políticos. Ahora sabemos que estuvo en el Atlético, pero quién la llevó no sabemos. En cambio, sobre los casos de la Triple A hay bastantes pruebas: hay fotos, hay diarios, hay certificados de defunción.

Y sin embargo ahora se ha invertido la paradoja. Lo que antes era visible ahora está oculto y lo que antes era oculto ahora está visible. Nosotros hemos logrado la condena a Riveros, a Echeco- latz, a Von Wernich, a Brusa, a Bignone y no logramos arrancar con la causa Triple A. ¿Por qué? Porque la causa Triple A, ade- más de esta paradoja que dije, tiene el problema y la virtud (porque

en la vida, todo lo que es un problema es una virtud; en la lucha política cuando un problema se supera, es una gran causa, un gran logro) de que la discusión sobre la Triple A cuestiona los dos re- latos hegemónicos en la cultura política argentina de la Academia (me refiero a la universidad) de los dos partidos más importantes de la Argentina: la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista.

¿Por qué lo cuestiona a la Unión Cívica Radical? Porque ha construido un relato sobre el terrorismo de Estado que se basa en el concepto liberal que los derechos humanos se violan en las dictaduras militares y se respetan en los gobiernos civiles. Que la dictadura fue un desvío del largo camino que arranca en Caseros y llega a la Ley Sáenz Peña, y que luego la Argentina se encamina por la democracia, y que por alguna “extraña casualidad”, hubo “algunos pequeños desvíos” en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966, 1976, pero “Nunca Más”. Si, como dice Sábato, en el prólogo del libro, se terminó.

Y entonces si vos lo encaras: resulta que había un gobierno constitucional, y no es que hubo un compañero al que le pegaron. Fueron mil setecientos ochenta y siete las víctimas fatales. En me- nos de un año, ya es una cifra considerable. Y si vos agarrás las declaraciones del doctor Ricardo Balbín que, para los más jóvenes les cuento que era el jefe real del radicalismo (Alfonsín nunca le pudo ganar la interna hasta que Balbín se murió), lo vas a ver ava- lando los crímenes más horrendos de la Triple A. Resulta que la Triple A tiene que ver mucho con la universidad y con la Misión Ivanissevich. El último rector antes de la Misión Ivanissevich en la UBA, se lo impuso como un acuerdo entre la Juventud Comunista y la Juventud Peronista, ese acuerdo lo llevan a la FUBA que lo aprueba y lo imponen a Laguzzi como rector. Le ponen una bom- ba a Laguzzi y muere el bebé de cuatro meses. Durante diez días, Laguzzi estaba en el hospital y cuando sale renuncia. ¿Qué dice el doctor Balbín, el presidente de la fuerza más democrática de la Ar- gentina, según ellos? Dice: “pero este doctor Laguzzi no resolvió los problemas de la insurgencia en la universidad”. El radicalismo

tiene muchas dificultades si hablamos de la Triple A.

Y más dificultades tiene el Partido Justicialista como tal, por- que el relato que construyó en un momento el peronismo, y el di- putado Verón lo dice en la primera sesión cuando se reanudan las actividades parlamentarias: “Acá todos hablan, pero los muertos lo ponemos nosotros”. Que es lo que dice Menem cuando va a dar el Indulto: “yo estuve preso, los muertos los pusimos nosotros, los muertos son todos peronistas, y por lo tanto yo tengo derecho a dar el Indulto”. Pero lo mismo dicen ahora otros compañeros: la idea de que hubo una única cultura de la resistencia. Este relato binario, lineal, simplista, muy poco serio, que explica la historia ar- gentina entre unitarios y federales, rosistas y antirrosistas, pueblo/ antipueblo, peronismo/antiperonismo. La cosa no fue así.

Y este relato tiene una enorme dificultad si discutimos sobre la Triple A, porque efectivamente las primeras víctimas de la Triple A son casi todos peronistas. Ortega Peña, del bloque unipersonal, que nunca transó con la cultura del Pejota que acribillaba a bala- zos. O JulioTroxler Prófugo, sobreviviente de la masacre de los basurales de José León Suárez, fíjense que paradoja más provoca- dora: Troxler se salva de la Libertadora y lo mata la Triple A. La Triple A ilumina qué es el peronismo, no porque sean sinónimos sino en el sentido de que el peronismo nunca fue otra cosa que un movimiento político de carácter burgués que tuvo siempre una he- gemonía vinculada al proyecto de una burguesía nacional, y como dice José Pablo Feinmann, uno de los intelectuales más destacados del kirchnerismo: “el peronismo fue estatista con Perón resistente en la Libertadora y fascista en el ‘74”. Eso no cuestiona que haya compañeros luchadores del peronismo. ¿Cuestiona que esos com- pañeros hayan construido un proyecto revolucionario en los ’70 y que hayan construido fuerza política con una masa crítica con capacidad de movilización que atemoriza al poder? Para nada.

¿Cuestiona que la identidad principal de las víctimas de la Triple A y el terrorismo de Estado haya sido peronista? Para nada.

Lo que cuestiona es que el peronismo alguna vez fuera un mo-

vimiento de liberación nacional, al cual la izquierda no peronista debía apoyar. Cuestión que ha sido el centro del debate en el ’75 y que es el centro del debate hoy. No se trata de negar la existencia de lo obvio. Hay que superar esa cultura de división de la izquier- da, del campo popular. Pero la Triple A lo que cuestiona es la noción de que el peronismo era en sí el movimiento de liberación nacional y de que la izquierda no peronista debía apoyarla. Debate que se vuelve a instalar, a mi modo de ver sorprendentemente. Hay que superar esa discusión y pensar en términos de construir una nueva identidad. Lo que los compañeros tienen que enten- der es que no se pueden quedar en un proyecto que no pretende superar el capitalismo. Ese es el punto. Y la Triple A ayuda a entender mucho eso. El hecho que haya de un lado peronistas asesinos y del otro peronistas asesinados, ayuda a entender que hay contradicciones al interior del peronismo. Y que la hegemonía en ese momento estuvo cuestionada. Y la respuesta fue, en buena medida, la Triple A.

Pero Perón, pese a todo, la hegemonía nunca la perdió

Y aquí vale contar una anécdota sobre una entrevista entre la dirección de la Juventud Peronista de las Regionales y el General. Los compañeros le dicen que han llegado a su casa con treinta mil compañeros y Perón una y diez veces les agradece que hayan lle- gado con tres mil compañeros hasta que alguno se cansa y le dice: General, son treinta mil los compañeros que vinieron hasta aquí a decirle que está lleno de gorilas el gobierno popular, y el General le contesta, treinta mil no, tres ml trajeron ustedes, los otros vein- tisiete mil son míos. Y era verdad, ni Perón ni la burguesía jamás perdieron la hegemonía en el peronismo. En todo caso, cuando se van produciendo los cambios en el peronismo, tiene que ver con lo que la burguesía va necesitando en cada momento.

¿Y por qué hay hoy un conflicto hoy al interior del PJ? Porque hay un desajuste entre lo que hace la hegemonía formal y lo que quiere la burguesía que en realidad sostiene al PJ. “No más con- cesiones, se terminó el momento en que había que recuperar el

poder, basta de joder con Chávez, basta de pelotudeces”.

Entonces, para discutir más a fondo lo del ’75, la pregunta es si vamos a construir una nueva identidad, que tendrá, como yo digo en esos actos de patria o muerte, que tendrá el rostro de todos los rostros de los compañeros y será como un arco iris porque tendrá todos los colores de todas las banderas de todos los compañeros, o volvemos a la idea equivocada de los compañeros de la JP del ’74 cuando nos decían: “apóyennos, para la interna…”. Yo por lo menos, ya la viví. Estoy preparado para cometer nuevos errores, pero no los mismos. Lo que yo aprendí en la lucha contra la Triple A quiero transmitírselo a los jóvenes, primero que al fascismo hay que enfrentarlo, que no hay retroceso contra el fascismo, que no hay concesiones con la derecha, y que hay que tener iniciativa de ofensiva, no de defensiva.

Por eso, no sé quién dijo algo hoy, nosotros no queremos nin- gún plan de protección de testigos. Es una actitud de defensiva, yo no quiero que me proteja nadie. Yo quiero terminar con la impunidad en Argentina. Porque un plan de protección de testi- gos, implica que va a haber asesinos sueltos y que me tienen que cuidar a mí porque yo declaré. Qué me van a tener que cuidar…

¿Y cuánto tiempo me van a cuidar…?    ¿Y cuánto tiempo la van a cuidar a la mamá del Negrito García que se presenta la semana que viene…? ¿Y hasta cuándo…?

Entonces, cuando llevamos el debate al terreno práctico, la discusión cambia; ya no es un problema técnico, a ver ¿cómo cui- damos a los testigos?. Hay que terminar con la impunidad; esa es una discusión de ofensiva. No sé si lo vamos a lograr, pero bue- no… La política no es que uno plantea las cosas que va a lograr, simplemente…

Hay que decir que hay que terminar con la impunidad en la Argentina. Y los primeros que deberían proponérselo son los que están en el gobierno, porque los que están sentados en los juicios, yo los he escuchado… Miren: el único tipo que testimonió que habló con el jefe de la Cuarta, fui yo por alguna razón que no

puedo terminar de recordar, porque el 17 de octubre del ’77 estaba secuestrado en un centro clandestino, el jefe del centro clandes- tino se acerca a mí, no me acuerdo para qué carajo, y emprende un diálogo esotérico en el que el tipo me termina diciendo que estaba con las botas y hace un gesto en el suelo como que habían aplastado al peronismo. Y esa escena me quedó grabada, la escribí ochocientas veces antes del juicio.

La cuento en el juicio y el tipo se vuelve loco, porque el tipo dice, en las palabras finales: “yo quiero decir de que Schulman no tiene derecho a reivindicar el 17 de octubre, si él es comunista y yo soy peronista”. ¿Y qué es lo que dice Facino? Una es ésa: que Schulman es comunista como si con eso ya me hubiera descalifi- cado para hablar, fíjense que fuerte es el discurso del anticomu- nismo que el represor sigue creyendo que identificándome ya me descalifica y después dice: “Acá el culpable es el doctor Duhalde, que cambió el prólogo al Nunca Más”. Porque el prólogo de Sá- bato comienza diciendo “acá un hubo un terrorismo de izquierda y que para combatirlo los militares se excedieron y generaron un terrorismo más malo todavía que el de izquierda”. Y Duhalde, un intelectual al que respeto mucho,, escribió un nuevo prólogo en el 2006, y más allá de que dice cosas con las que no estoy de acuerdo, sacó la teoría de los dos demonios. Y Facino dice: ése es el problema. Yo lo llamé al secretario de derechos humanos del gobierno nacional para saludarlo, no es que uno sea oposición por gusto, sistemática y automáticamente; después están los límites, las dificultades y entonces uno crítica y exige, pero si un facho lo ataca, uno lo saluda.

La otra pregunta, siguiendo con esto de lo oculto y lo visi- ble, sería ¿por qué tenían que atemorizar?. Hay una fuerza que los está cuestionando, y eso es lo fundamental a recuperar en la memoria. Hay un ciclo de acumulación de fuerzas (’55-’75) en el cual se construye un proyecto político de transformaciones popu- lares, proyectos sindicales, de política armada, etc. a los cuales el poder teme, se siente desafiado, interpelado. Ese sentimiento de

interpelación lo tenía el imperialismo norteamericano. Si hay una imagen que voy a tener el día que me vaya va a ser esa de cuando vi en televisión el helicóptero bajando en la embajada de Estados Unidos en Saigón para llevarse al último asesino colgado de una soga.

Entonces, cuando uno dice: el imperialismo tenía una sensa- ción de que tenía un problema…está diciendo que había perdido la guerra de Vietnam. Y eso, en términos histórico-universales no había pasado jamás. El Imperio Romano jamás perdió una guerra. Y que el imperialismo norteamericano haya perdido una guerra, provocó una conmoción universal. Los últimos cuatro minutos de “Apocalipsis Now” sirven para pensar la historia argentina. No se puede derrotar a los vietnamitas cumpliendo las leyes. Hay que salir a matar a lo bestia. “Basta de manuales de la segunda guerra”: terrorismo de Estado en todo el mundo.

Yo quería poner atención en que el ciclo de luchas en la Ar- gentina no se entiende sin la Revolución cubana. No se entiende sin la entrada de Fidel, Camilo y el Che a La Habana el primero de enero del 59. La Revolución cubana produce una oleada revo- lucionaria que es respondida por el imperialismo norteamericano que podríamos simbolizar en el Plan Cóndor, que aplasta esa olea- da revolucionaria, pero no a Cuba. Cuba resiste cuando se aplas- ta a toda América Latina, y Cuba demuestra que se puede vivir de otra manera que la que dicen los yanquis, es la inspiradora de los cambios antineoliberales, cuando el neoliberalismo se agota… Cuba es, siguiendo el proceso en conjunto, en términos químicos, la catalizadora de los movimientos que en América Latina se lan- zan a la lucha. Cuando ese desafío se constituye, el imperialismo responde con dictaduras, el terrorismo de Estado, el genocidio…

  • asesinatos que hubo en ese momento en América Latina, de los cuales 30.000 son argentinos. El imperialismo construye el neoliberalismo, una sociedad más injusta, más cruel, dilapidadora de los recursos naturales… Pero Cuba resiste.

Y cuando el proceso neoliberal se agota, y como dijo Fidel,

el ejemplo más notorio es Argentina porque era el alumno más brillante del neoliberalismo y que se hace pedazos, cuando estalla la convertibilidad en el 2001, Cuba vuelve a inspirar, ya no desde la lucha armada sino desde la práctica de una salida de la crisis que no destruya las conquistas sociales, a Venezuela, a Ecuador, a Bolivia, a los pueblos uruguayo y brasileros y latinoamericanos, y se pone en marcha un proceso de transformación (por eso hoy hay que pensar hoy no en clave de Triple A, sino en términos de Uno América, una ONG que son una banda de fascistas que son los que bancaron el golpe en Honduras y hay una articulación intelectual con la Fundación Libertad, que funciona en Rosario, que está adherida a la Internacional Liberal, de la cual el PP de España es el más importante, que están inspirando esta especie de oleada derechista que reclama liquidar los pasos dados)…Pero sigamos con las preguntas sobre la Triple A, ya sabemos a quien reprimen y por qué, bueno, ¿pero quién actúa? La Policía Federal y los grupos de derecha. La Policía Federal como expresión de un Estado represor que se organizó desde la Campaña del Desierto, y que en 1930, la Policía de Buenos Aires pasa a ser Policía Federal y que organiza una sección de lucha contra el comunismo, que no luchó sólo contra el comunismo.

Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista, dicen que son comu- nistas todos los que luchan contra el capitalismo, no sólo los que tienen un carnet, lo lamento por los que piensen así. Y el capita- lismo en la Argentina siempre pensó como Marx y Engels, no es que pregunta: a ver qué carnet tenés vos… Todos los que luchan contra el capitalismo son comunistas.

Les voy a leer el documento secreto del Partido Justicialista de 1974 que da fundamento doctrinario a la Triple A. El documento fue publicado por el diario La Opinión en 1973, luego de la muerte de Rucci. “Este estado de guerra que se nos impone no puede ser eludido y nos obliga no solamente a asumir nuestra defensa, sino también a atacar al enemigo (los grupos marxistas y terroristas y subversivos) en todos los frentes…”. Fíjense que no dijo: a los compañeros de la

Juventud Peronista… “Los grupos que en cada lugar actúan invocando adhesión al peronismo y al Gral. Perón, deberán definirse públicamente en esta situación de guerra contra los grupos marxistas y deberán participar activamente en las acciones que se planifiquen para llevar adelante esta lucha”. Y entre otras medidas ilegales, el documento define la creación de un sistema de inteligencia “al servicio de esta lucha que estará vinculado a organismos a crearse…”, que no puede ser otro que la Triple A. No es que tenga animadversión contra nadie, estoy leyendo el documento oficial, publicado por el diario La Opinión. Por eso primero intenté demostrar con cifras que la masacre no se produce durante el gobierno de Perón, sino después, porque Perón va a intentar gobernar con cierto margen de contacto con el movimiento popular, y por lo tanto que el accionar de la Triple A sean medidos. Por eso ustedes vieron que las cifras que di, sólo el 2% de las acciones se dan antes de la muerte de Perón. Después todo un costado muy interesante que es para pensar la derecha.

Voy a empezar al revés. Ahora estamos en el Bicentenario. La Argentina nunca tuvo un proyecto nacional. Los patriotas de Mayo no alcanzaron a construir un proyecto nacional. Nadie dice, no conozco a ningún autor que lo diga, que en 1810 empezó el nacionalismo en la Argentina. Hubo un proceso, por supuesto, de liberación del colonialismo español, pero que rápidamente es sofocado.

Y el nacionalismo en Argentina, como corriente política, li- teraria y cultural, va a nacer reaccionaria. “Lo que me revienta”, dice Cané, “es el populacho canalla vociferando en la calle”. Y propone, lo que él dice la “deliciosa” ley de expulsión. Acá no estamos en la India, en China. Después ya fue al revés: hubo un nacionalismo que nació de derecha y que de su interior surgieron corrientes que viraron a la izquierda. Pero otra vez el mismo sen- tido, la misma relación entre lo principal y lo secundario, lo princi- pal nunca fue la memoria y el olvido lo secundario. En Argentina lo principal del nacionalismo no fue el carácter antiimperialista, sino que fue la excepción.

Nosotros hemos celebrado y celebramos, y yo los exhorto que lean a grandes nacionalistas como Hernández Arregui, Puiggrós o Cooke, como tantos otros. Pero el nacionalismo argentino nace como reacción a la inmigración… Ayer fuimos al Museo del Puerto y allí hay información sobre la inmigración a Bahía Blan- ca… Los tipos querían blancos, ricos, no pobres, torpes, idiotas, discapacitados. Y de repente se encuentran, voy a volver a citar a Cané, “con la marea”. Cae una bandada de brutos, gallegos, italianos, judíos, rusos, polacos, cagados de hambre, que para col- mo venían de la revolución democrático-burguesa de 1848 o de la insurrección obrera de 1871 en París, y que para colmo eran anarquistas, socialistas, marxistas. El nacionalismo no nació de- fendiendo la causa de Mayo; ojala hubiera sido así. No me quie- ran vender otra cosa. El nacionalismo nació de la oligarquía que después, estando en el poder, construye el nacionalismo. Y otra cosa que aprendí el otro día fue que en 1930 visita la Argentina, Marinetti, fundador del futurismo italiano, que es una corriente de renovación de la vanguardia cultural, que tiene como valores principales… Las vanguardias culturales en el siglo XX surgen vinculadas a las vanguardias políticas. Y esto es tan así, para no hacer un análisis simplista, que cuando el futurismo llega a Rusia, va a ser encabezado por Maiacovsky (que junto con Eiseinstein, también futurista, va a ser uno de los principales intelectuales de la Revolución rusa). Pero en Italia, el futurismo va a estar al lado del fascismo. El futurismo italiano va a tener como valores: el tra- bajo, el odio a la mediocridad burguesa y la exaltación del valor. Marinetti viene dos veces a la Argentina, primero como pintor y después como representante de Mussolini. Hay que pensar que Mussolini era italiano y la primera colectividad en Argentina era italiana. Y la segunda era española, Franco era español, y no todos eran republicanos como nosotros queremos hacernos el bocho a veces, la mayoría eran fascistas y franquistas. Nada es casualidad. El pensamiento fascista se construyó.

Hay un cuento de Eduardo Rosenzvaig, que encuentra las

cartas del cónsul argentino en Alemania que niega el permiso de regreso a judíos comunistas argentinos que quieren salvarse del nazismo. Y el ministro de relaciones exteriores es nada menos que Lamas, que fue Premio Nobel de la Paz, por su papel en resolver el conflicto entre Bolivia y Paraguay en la Guerra del Chaco. Lo que quiero decir es que la cultura del nacionalismo de derecha tiene arraigo en la Argentina. Y por eso que en 1918 en la huelga de los trabajadores metalúrgicos de la fábrica Vasena, el ejército se ve rebasado y el nacionalismo de derecha funda la Liga Patriótica. ¿Y qué es la Liga Patriótica? Es como la Triple A pero en 1918. Son cajetillas con armas que van a matar obreros y judíos. Y no los matan porque eran judíos, sino por “judeo-comunistas”. Y la fun- da Manuel Carlés, que era un intelectual de la oligarquía y afiliado a la Unión Cívica (que luego sería el radicalismo actual). Ustedes saben que “tirar manteca al techo” viene efectivamente de que tiraban manteca al techo en los cabarets de París. Y “llevar la vaca atada” era de cuando llevaban la vaca atada a Europa. No son ex- presiones simbólicas, son reales de una oligarquía que se apodera de la renta agraria diferencial, de la Pampa húmeda.

La lucha por justicia para Watu es una lucha ética, y por sólo eso sería correcto emprenderla. Es una lucha por la resignificación de la historia, y eso tiene un valor estratégico. Pero sobre todo, la lucha por justicia para Watu es una lucha para deslegitimar a La Nueva Provincia, es una lucha para deslegitimar al poder real en Bahía. Y es por eso que no quieren el juicio. Si algo expresa al na- cionalismo de derecha en la Argentina, es La Nueva Provincia. Yo quería terminar con esto: ¿por qué tiene sentido estaba batalla y nosotros llevamos a cabo este acto?

Foucault tenía razón: el derecho genera verdad. Y nosotros hemos aprendido, humildemente, a utilizar nuestra verdad, sos- tenida por treinta años, relegitimada por el derecho, para hacer más potente nuestro discurso. Y nosotros dijimos treinta años: al Negrito Avellaneda lo secuestraron en su casa, lo llevaron a Villa Martelli y lo mataron en Campo de Mayo. Pero después viene el

Juicio contra Riveros y entonces vamos a un acto impresionante, en el que los niños de una escuela, la llevan a Iris Avellaneda para que les hable del Negrito, y después del acto los niños la rodean y le piden que le firmen el libro. Iris luchó treinta años en un silen- cio parecido a la soledad.

Y me han contado que estos días, niños con problemas educa- tivos, se llevan el libro, se lo leen en una noche y las madres no en- tienden nada. Niños que tienen dificultades para leer. Pero no en cualquier lugar: Vicente López. La Zona Norte del Gran Buenos Aires es la mayor concentración fabril de la Argentina en los ’70 y en los 2000. Y ahí está calando el mito del niño mártir, del joven comunista asesinado por la dictadura, pero no como fuerza políti- ca, lo está instalando la CTA, el SUTEBA, la Comisión Provincial de la Memoria, la Comisión de Campo de Mayo. Y esto no lo podríamos haber hecho sin el juicio, porque la verdad legitimada por el derecho es otra cosa. La memoria si no hay justicia, no hay memoria.La memoria si no es acompañada de justicia, es conme- moración, es nostalgia. La memoria necesita de algún grado de castigo a los culpables, algo necesitamos conquistar.

Vuelvo al comienzo: hay un compañero de la Juventud Comu- nista, que está sentado aquí, que hace muchos años me preguntó para qué mierda perdía tiempos en los juicios, cuando comenzaba lo de Brusa. Y siempre lo tuve presente: ¿para qué mierda estoy sentado en un tribunal? ¿Está bien que esté en el juicio? Y es que aprendimos que esta lucha no es sólo que la hacemos porque es ética, porque está bien hacerlo, por las Madres, por la hermana de Watu, por el Watu. Es una forma de construcción de poder popu- lar, y honestamente nos viene saliendo mejor que otras.

Uno puede recuperar capacidad de legitimar el discurso, de golpear al poder. Por estas razones y mucha más vale la pena lu- char por Watu, por el Negrito García, por todos los compañe- ros. Termino con esto: yo escribí un cuento que dice: “sólo los globos rojos llegan al cielo del Negrito”. Y una compañera dijo: pero yo veo globos de todos los colores. Porque cuando el acto

del Negrito, los chicos con las maestras tiraron globos al cielo. Y yo digo: no, yo vi sólo globos rojos. Y el tema es que en cielo de los desaparecidos tienen que estar todos los colores. Y tiene que estar el globo rojo de la Fede. Y tiene que estar el globo rojo de la Juventud Guevarista. Y tiene que estar el globo azul y blanco de la Juventud Peronista – Montoneros. Y tiene que estar el globo amarillo de los compañeros de la militancia cristiana. Y eso es lo que tenemos que hacer: con todos los colores, construir una nue- va identidad en la Argentina.

Algo que supere las viejas disputas, que las supere en térmi- nos hegelianos, no que las niegue en términos bastardos, que las recupere, que las resignifique, que las potencie, que las reviva, que hagan que tengan sentido. No puede ser que alguien haya soste- nido una identidad cien años para sostenerla nomás. No, tiene que ser para que crezca algo. Como dijo Fidel al disolver el 26 de Julio: disolvemos el 26 de Julio para que nazca algo más grande que nosotros mismos. Que es lo que nosotros queremos, y creo que los juicios pueden servir para eso, que es para reivindicar esta his- toria plural, y que sirva para crear algo más grande, más plural que nosotros mismos. Algo que realmente pueda representar a todos los desaparecidos, al Watu, al Negrito, y a todos los compañeros, incluyendo a los de Bahía Blanca por supuesto.

Apuntes para una reflexión de balance sobre el 24 de marzo y el 10 de mayo, dos jornadas de lucha contra la im- punidad y el autoritarismo

escritas el 20 de abril de 2017

1.  Macri basura, vos sos la dictadura

El 24 de marzo de 2017 tuvo como contexto la rápida dere- chización del escenario nacional, regional y mundial de la mano de los cambios de gobierno en Brasil y Argentina (golpe consti- tucional y elecciones, respectivamente) y el triunfo de Trump en los EE.UU. El capitalismo mundial ha iniciado un proceso de reformas regresivas, con cierto peligro de fascistización al interior de los EE.UU. y de extrema instrumentalización colonial de las instancias de integración mundial y regional. Es posible pensar en el fin de dos ciclos, uno corto y uno largo.

El corto vendría a ser el de los gobiernos progresistas latinoa- mericanos y sus mecanismos de integración regional, claramente en declive temporal (y ojala que transitorio); y el largo sería el de la separación formal y total del capitalismo como civilización de las doctrinas y los marcos jurídicos que lo impactaron y modelaron desde la Revolución Francesa y su Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789) y la creación de la ONU al finalizar la guerra contra el Eje Fascista y la sanción de la Declara- ción Universal de los Derechos Humanos (1948) y toda el edificio jurídico e institucional construido desde esa lógica; edificio y ló- gicas que comenzaron a desmontarse con la derrota de la Unión Soviética y sus intentos de superación del capitalismo, en 1990.

Al decir Macri basura vos sos la dictadura no equiparamos los modos de gobierno y represión de Videla con los de Macri, no somos tan simplistas ni tontos; sino apuntamos a procesos más profundos y complejos: la identidad total entre Macri y Videla en el proyecto de país, de relación subordinada con el Imperio y el odio visceral a todo lo que sea popular, nacional, antiimperialista y

de izquierda socialista o comunista.

Macri se apoya (y al mismo tiempo es un producto de ese pro- ceso), en todos los cambios que el Genocidio introdujo en la so- ciedad argentina. Cambios en la correlación de fuerzas general entre las clases dominantes y las clases subalternas, cambios en la relación de fuerzas al interior del bloque de poder en favor del grupo más cleptómano y dependiente del Imperio, sus empresas y estrategias; cambios en la subjetividad popular en detrimento de los valores culturales -acumulados en más de cien años de lucha- en beneficio del individualismo más extremo y el consumismo cuasi patológico; por fin, cambios en combinar mejor la represión con el consenso que dio lugar al más largo ciclo de gobiernos constitucionales, democraduras al decir de Galeano, que a su vez garantizaron la vigencia y reproducción ampliada del capitalismo, claro que de diferentes modos cada uno de los gobiernos habidos desde 1983 hasta hoy. Por eso Macri busca consolidar todos los cambios regresivos impuestos por el Genocidio y las Democra- duras de Alfonsín, Menem y De La Rúa así como revertir lo que nunca les gustó del periodo de los Kirchner.

¿Qué es lo qué más le molesta del periodo de la llamada “déca- da ganada”?: el crecimiento de la subjetividad popular o dicho de otro modo, el peligro (para ellos) de que el sujeto social se convier- ta en sujeto político de la revolución. El fin del ciclo de gobierno K mostró penosamente sus límites: “progresismo de tercera vía” que articula el posibilismo extremo con la desilusión del socia- lismo y genera la búsqueda de un lugar intermedio (inexistente) entre el neoliberalismo y el estado de bienestar; ilusiones en la existencia y papel protagónico de la burguesía nacional y aún más en las relaciones con los EE.UU. (con el P. Demócrata); más en general, en el orden burgués, todo lo cual deriva en el poco esti- mulo a la construcción de poder popular y organización autóno- ma que desembocó en la derrota electoral, el triunfo de Macri, la convivencia de sectores del FPV con Macri y esta especie de diáspora kirchnerista. De sus límites y de su limitada concepción

de los derechos humanos hemos hablado todos estos años, pero siempre hemos dicho que no era lo único; no solo límites y caren- cias, también potencialidades y atributos.

¿Por qué, si no, el rencor de las derechas y el Imperialismo?

Apuntemos algunas de las acciones que no le perdonan y aún les duele:

  1. los juicios contra algunos de los responsables del genocidio cuestionaron la legitimidad histórica del Poder Real (del cual los miembros del gobierno son parte y representante);
  2. toda la política de ampliar los ingresos populares para am- pliar el consumo: salarios, jubilaciones, pensiones, subsidios, par- tidas presupuestarias de fomento, etc. pues cuestionan algunos de los dogmas centrales, ya no del neoliberalismo sino de cualquier proyecto de desarrollo capitalista;
  3. el discurso de liberación nacional, crítica al poder comuni- cacional y los llamados a la integración latinoamericana contra el Norte Imperial; en definitiva, qué cosa es el Kirchnerismo?, sus abrazos con el chavismo son solo por interés o son reales?; cuál es el límite del populismo?, etc., preguntas que más allá de la res- puesta que nosotros tengamos, le generan angustia al Poder Real y ante la duda, decapita.

Por eso, algo que fue central este 24, la promesa de Volvere- mos, con lo ambigua y confusa que es como programa político, tal como el mismo Mempo Giardinelli cuestiona en Pagina 12 del 27/373, es también amenazante contra el Macrismo y el Po-

  • [1] “En la marcha del 24 muchos jóvenes cantaban: “Vamos a volver / Vamos a volver”. Impresionaba ese entusiasmo juvenil tan típicamente argentino, y además, peronista. Pero muchos nos preguntábamos ahí mismo, marchando bajo las pancartas de El Manifiesto Argentino, si no estarían estos jóvenes compañeros frente a un espejismo. Porque como ya se ha escrito aquí, si “vamos a volver” cabe preguntarse adónde, y a qué, y con quiénes, con qué dirigencias. Porque lo hecho entre 2003 y 2015 ya sabemos que fue bueno

socialmente y que millones de argentinos y argentinas acompañamos ese rumbo nacional y popular, industrialista y de soberanía e inclusión. Pero nadie se baña dos veces en un mismo río.”

der Real, justamente por lo ambiguo de la promesa: quién vuelve? Milani o la política de Eduardo Duhalde en derechos humanos; la relación dorada con Blaquier o la causa judicial impulsada por el movimiento popular jujeño (ergo la Tupac) que puede llevar preso a uno de los pesos pesados del stablishment real, Berni o Garré en Seguridad? y expresamente buscamos marcar contradicciones que nunca fueron totalmente ciertas, pero prestamos atención a lo que las derechas ven y leen de estos hechos. Y la derecha escucha y lee esta consigna bandera en un mes donde cientos de miles de tra- bajadores y personas de la más diversa condición se han moviliza- do al llamado de organizaciones y estructuras que no dominan ni contienen (al menos, no del todo). Cálculos provisorios hablan de dos millones de compañeras y compañeros que se han movilizado por diversas banderas, desde diferentes identidades y con distinto grado de organización pero con un tono de autonomía, de auto organización, de rebelión contra “el dogma y la dictadura” como el Che definía aquel 26 de Julio del Moncada. No hubo Moncada, pero tampoco hubo resignación y componenda; sus pesadillas son nuestros sueños.

El marzo de las marchas marca un nivel de resistencia popular importante, de cientos de miles de personas comprometidas en la defensa de sus derechos y de un nivel de organización en las bases no desdeñable, también se podría pensar en una incipiente crisis de representatividad popular ante el agotamiento de la burocra- cia sindical y otras formas organizativas, y sobre todo, la ausencia de una alternativa política popular verdadera que contacte con el movimiento de resistencia impide, por ahora, hacer retroceder a un macrismo que tiene estrategias muy claras y el cinismo de los poderosos aunque no pueden disimular la sorpresa por el nivel de movilización popular ante el que se le van agotando las respuestas y se coloca en primer plano la represión; pero eso solo pondrá el conflicto social en otro escalón.

El sueño de ser libres no está muerto

2.  El Curro de los Derechos Humanos

Durante todos los años del Kirchnerismo resistimos dos posi- ciones antagónicas que resultaron espejo: una era, y es, que el Kir- chnerismo tenía y tuvo una política de derechos humanos ejem- plar, completa y casi perfecta; la otra era que entre Menem, De la Rúa y los Kirchner había una continuidad casi total, sin matices ni grandes cambios, más que algún gesto de engaño.                   Siempre dijimos que había tensión entre una política de Memoria y Juicios al Genocidio, que más allá de algún otro matiz o límite ostensi- ble, valorábamos, sentíamos como continuidad de nuestra propia lucha histórica y nos sumamos con autonomía pero con enjun- dia y algunos éxitos no pequeños (juicios de Echecolatz, Brusa, Riveros, etc. y algunos momentos del Instituto Espacio para la Memoria, de puro ejemplo) y la continuidad (aunque no lineal ni absoluta) de una cultura represiva que se manifestó cruel en los ca- sos Julio López, Luciano Arruga, los Seis Campesinos Paraguayos extraditados, el Operativo X, la presencia de la Gendarmería en el territorio, los dichos y hechos de Milani, Berni, Casal, Granados y otros monstruitos de los que nadie se hace cargo en estos días. Hicimos nuestras las palabras de la Comisión Provincial de la Memoria a finales del 2015, premonitorias: “las torturas y las muertes padecidas por las personas captadas por el sistema penal son de una dimensión y gravedad que socavan los cimientos del propio orden democrático. Argentina padece una profunda disociación entre su condición de referencia internacional por el proceso de enjuiciamientos de los crímenes de la dictadura y los ataques planificados, sistemáticos generalizados que se implementan contra una parte de la sociedad civil sobre los que judicialmente se consagrará la impunidad.

Las torturas y muertes actuales son crímenes que interpelan los valores de verdad, justicia y memoria”

Y agregábamos, equivocados en el pronostico electoral, en esos días de julio del 2015: “O dicho de otro modo, se puede mantener la tensión entre la coexistencia de políticas de Memoria, Verdad y Justicia para

el pasado con un ataque masivo y sistemático a los derechos humanos de los ciudadanos pobres del presente. Pero no por mucho tiempo. O al menos, no por todo el tiempo. El avance de Scioli hacia la Casa Rosada pondrá este dilema teórico en el terreno donde se resuelven los enigmas de este tipo que no es otro que el de la lucha de clases y allí cada quien dirá de que lado está de la cues- tión: si de los torturadores o de los torturados. Todo lo demás serán palabras sin importancia”74.

Pero no ganó Scioli sino Macri y la disyuntiva adquirió otro sentido, se invirtió: no se trataba ya de potenciar las políticas de memoria y cambiar las de “seguridad” sino que Macri, con el pro- tagonismo de Avruj y Garavano por un lado y de Patricia Bullrich por el otro, se lanzaron a potenciar las políticas discriminatorias, estigmatizadoras, descalificadoras, de control social, ocupación física del territorio popular y represión directa a los que luchan. La detención de Milagro fue anticipo, símbolo y contenido de los nuevos tiempos. Hay que ser miope para no verlo y minimizar el caso Milagro por diferencias políticas, metodológicas o hasta éticas, si se quiere, es un error garrafal en el que no hemos caído. Aunque duela reconocerlo, cada momento del Genocidio tuvo apoyos populares y generó niveles de consenso que se replegaron luego del estallido del ideario neoliberal y el discurso de la impu- nidad para fines del 2001, pero siempre estuvieron allí, se mantu- vieron incólumes a los cambios de la década y fueron la base de recomposición de un pensamiento de derechas que hoy excede largamente al viejo fascismo y que actúa como colchón, como base de apoyo a un Macrismo que lo expresa y potencia.

¿Nuestro análisis sobre los límites del Kirchnerismo se desca- lifican por la realidad macrista?; por el contrario, prestemos aten- ción que Macri avanza mucho más rápido en el rubro “represión” que en el rubro “memoria” (y el encomillado es el modo de señalar

lo convencional de la calificación que no aceptamos naturalizada): fue Granado el que acompaño en sus primeros pasos a Ritondo; fue Massa el que provocó por derecha con el tema de la baja de la edad de imputabilidad; la presencia de Gendarmería o Prefectura ya estaba naturalizada por los Operativos del anterior gobierno y no es tanto lo que cambió allí; en cambio les cuesta más avanzar en desarmar las políticas de Memoria, Verdad y Justicia.

En un breve repaso de algunas batallas ganadas por el movi- miento de derechos humanos, con protagonismo o participación nuestra, podemos contar el rechazo al ingreso de Obama al pre- dio de la ex Esma; el rechazo de la domiciliaria de Echecolataz y la continuidad (del modo que se puede, claro que con menor volumen calificatorio y con límites muy claros en cuanto a juz- gar al Poder Económico, Político o los gobiernos extranjeros que actuaron en nuestro Genocidio) de los juicios por delitos de lesa humanidad, las dificultades para aprobar la baja de la imputabili- dad o para borrar el feriado del 24 de marzo como parte de una ofensiva negacionista que no termina de hacer pie a pesar de todo el apoyo de la Alianza Cambiemos. Si algo faltaba para ratificar la fuerza del Nunca Más, la potencia del valor cultural del Memoria, Verdad y Justicia, vino este 24 de marzo con unos setecientos mil manifestantes en todo el país: unos 400 mil en Buenos Aires, 100 mil en Córdoba, unos 70 mil en Rosario y así de seguido, una explosión popular en un mes ya cargado de marchas y moviliza- ciones contra el Macrismo y sus políticas de miseria planificada y destrucción de derechos

Conviene detenernos en una mirada más rigurosa sobre la fuerza del Nunca Más, creo que hay que reflexionar más sobre lo siguiente:

  • La continuidad histórica de la lucha por los derechos indi- viduales, contra los atropellos estatales de lo cual nuestro propio ochenta aniversario es una muestra de una tradición de lucha del pueblo argentino que viene de lejos y se potenció con la última dictadura
  • Entre impunidad y neoliberalismo hubo un matrimonio muy aceitado, y por ello, la lucha contra el Menemismo tuvo un conte- nido anti impunidad muy alto que no permitió su continuidad al momento de cambiar de modelo de acumulación/dominación/ explotación capitalista (2002/2004)
  • El grupo de los Kirchner decidió hacerse fuerte en el desplie- gue de políticas publicas de Memoria, abrazarse a las Madres para legitimarse ante sectores sociales con quienes no habían tenido mayor contacto; pero al hacerlo fueron asumiendo las banderas históricas en un proceso doble de cooptación/asunción de valores y programa que resultó potenciando el Nunca Más, indudable- mente
  • De los muchos capitales simbólicos que Macri decidió atacar y destruir, primero como parte de su larga marcha destituyente (“los derechos humanos son un curro” viene de entonces), y luego como parte de su instalación como nueva fuerza política hege- mónica, este, el de la lucha por los Derechos Humanos es el que ofrece más resistencia y al cual estamos vinculados de un modo más directo por razones históricas y por accionar político tanto en los juicios como por fuera de ellos

Tres. Esta es una batalla de ideas y se ha de tener armas para la pelea

En sus escritos de preso, en los Cuadernos de la Cárcel, An- tonio Gramsci reflexiona sobre la relación entre acción de masas y principios filosóficos, de un modo tal que bien le vendría a mu- chos volver a leerlo antes de insistir en los consabidos gestos de auto suficiencia crítica hacia todas y todos; decía el sardo: “Crear una nueva cultura no significa solo hacer individualmente descubrimientos “originales”; significa también, y especialmente, difundir verdades ya descu- biertas, “socializarlas”, por así decir, convertirlas en base de acciones vitales, en elemento de coordinación y de orden intelectual y moral. Que una masa de hombres sea llevada a pensar coherentemente y en forma unitaria la realidad presente, es un hecho “filosófico” mucho más importante y “original” que el

hallazgo por parte de un “genio” filosófico” de una nueva verdad que sea patrimonio de pequeños grupos de intelectuales”75. Cierto es que entre nosotros, no pocas veces, las apelaciones a abandonar los bordes del movimiento real, terminaron en acciones de claudicación aun- que es más cierto que la tendencia a la auto suficiencia ideológica es propia de una izquierda sin vocación de poder ni de cambiar la correlación de fuerzas en el movimiento real de la sociedad, algo que obsesionaba al propio Gramsci como cuestión central en su concepción de hegemonía. La hegemonía para Gramsci no se identificaba con la conquista de un puesto dirigente o de una po- sición electiva sino que era algo mucho más complejo: lograr que millones piensen del mismo modo que nosotros; con lo que la rela- ción del nosotros con el todo social es un punto central del pensamiento transformador de la realidad.

La presión K por cooptar toda fuerza popular nos ha generado una saludable preocupación por mantener la identidad y sostener las posiciones independientes; algo de lo que nos enorgullecemos pero que no puede confundirse con marginalidad y mucho menos con desprecio a lo popular. Se trata, una vez más, de no confundir necesidad con virtud. Puede ocurrir, nos ha ocurrido mucho más de lo querido, que en aras de preservar la identidad y defender “el futuro del movimiento”76 que nos hayamos visto obligados a apartarnos temporalmente del centro mismo del movimiento real; pero ese no es nuestro estilo ni proyecto político. Ser marginales no es nuestra ilusión.

En el 2006 cuando algunos organismos de derechos humanos

Gramsci-form-polit.htm

  • al definir el rol de los comunistas Marx y Engels en El Manifiesto Comunista dicen que deben ser parte del movimiento real, pero defender siempre el futuro del movimiento, la perspectiva revolucionaria

partieron el amplio movimiento de unidad que venía de 1996, el Encuentro por Memoria Verdad y Justicia, convocado original- mente por la original C.T.A.; y luego se apartaron del reclamo por la aparición con vida del testigo del juicio contra Echecolatz, Jorge Julio López; más allá de nuestras intenciones, nos vimos envueltos en una disputa que terminó trazando una mala línea divisoria entre “amigos” y “no amigos del gobierno”; línea que en el 2008 cuan- do estalló la crisis por la 125, se verificó totalmente falsa.

Poco tiempo quedamos congelados en el espacio de la divi- sión, rápidamente definimos un espacio de autonomía del gobier- no y de los proyectos políticos sectarios y auto proclamados de vanguardia, comenzamos una búsqueda de la mano del Instituto Espacio para la Memoria e iniciativas de unidad con la APDH, el Serpaj y el Medh. Más o menos así llegamos al final del periodo anterior aunque hay que decir que los únicos que reaccionamos enérgicamente ante el peligro del triunfo macrista fuimos noso- tros a pesar de, haberlo querido, teníamos suficientes excusas para no hacerlo: el kirchnerismo disolvió arteramente el IEM y defen- dió tozudamente al represor Milani, errores graves que hoy se pa- gan caro con los peligros que tiene el espacio de la ex Esma donde el macrismo quedó con mayoría propia en el Ente Ejecutivo y el desgaste que sufren algunas figuras centrales del kirchnerismo empecinadas en defender al genocida (no solo Hebe o Moreno, los ex Ministros Rossi y Kicillof renuevan la peregrina teoría de la supuesta presunción de inocencia para un militar impune, pa- rándose del lado de la reacción contra la voz de los sobrevivientes, lastima para ellos).

El acto del 24 de marzo de 2017, el documento aprobado (don- de se celebra la detención de Milani y se define al macrismo por el proyecto de miseria planificada) y la presencia de compañeros de la Liga en el escenario y la oratoria no son un acontecimiento extraordinario, producto de la suerte o la habilidad de nadie; es el punto de llegada de un proceso de unidad y disputa que comenzó en diciembre del 2015 y apunta a instalarnos en el centro de la

disputa por el sentido de los derechos humanos, contra el ma- crismo y en disputa con las visiones liberales y corporativas que no faltan en el espacio. El espacio constituido no es el ideal ni sería bueno idealizarlo. Es un espacio plural en más de un sentido, pero ha mostrado capacidad de actuar y de receptar propuestas que contactan plenamente con nuestras miradas y expectativas de luchar contra el macrismo y el Imperio. Nos hemos demostrado y hemos mostrado que la unidad de acción y programática no tiene por qué ser de subordinación hacia quienes son o se imaginan ser hegemónicos. Diluirnos no nos ayudaría ni ayudaría al espacio, por el contrario nuestra voz, junto a otras voces, hace más potente el mensaje y más atractivo hacia ciertos sectores que celebraron nuestra presencia en el espacio, en el acto y en el escenario.

La experiencia nos muestra que nuestras propuestas y recla- mos se potencian y tienen mayor capacidad de contactar con am- plios sectores sociales de modo tal que nuestra acción se hace más eficaz y la posibilidad de aportar a la lucha popular se incremente. No es mucho, pero es para celebrar estar en el lugar adecuado de un buen modo.

Y estamos como debemos estar, con nuestra historia, con nuestras referencias ganadas en duros años de lucha contra la im- punidad y parados en los mismos principios que nos hicieron el primer organismo de derechos humanos hace casi ochenta años, con la convicción que hay que luchar cotidianamente contra todas las violaciones de derechos humanos, y que cada día hay que rele- gitimar nuestra historia en las calles y en las plazas.

Donde hemos estado estos duros meses de macrismo explí- cito.

Apuntes para un balance del 10M y su mandato: es im- prescindible y posible derrotar el negacionismo y la impuni- dad de Cambiemos y sus cómplices

La movilización popular del 10 de mayo contra la resolución de la Corte Suprema de garantizar la impunidad de cientos de ge- nocidas a través de una ley ya derogada y que por ninguna cir- cunstancia podría haber beneficiado a quienes fueron partícipes del Genocidio es de tal magnitud que merece detenernos en las razones que lo posibilitaron y su significado profundo.

En primer lugar, el 2×1 de la Corte Suprema se constituyó en la gota que rebalsó el vaso de la tolerancia popular hacia una política negacionista de impunidad que antes había pasado por las estacio- nes del intento de profanar la Esma con la presencia de Obama, el Jefe del Imperio que había sido el principal inspirador de una vasta Operación Continental Contrainsurgente de exterminio de toda una generación latinoamericana que apostó a la Liberación y el Socialismo para los pueblos de Nuestra América, siguió con la provocación planificada de Lopérfido sobre el número de desa- parecidos, la recepción de un grupo de apologistas del Genocidio por parte de Avruj, sucesivas acciones judiciales de demora inten- cional de los juicios en marcha y de lentificacíón de los que luego de diez años siguen en etapa de instrucción, la permisividad extrema hacia la maniobra de impunidad de pedir la “domiciliaria” para los genocidas privados de la libertad (siempre en condiciones de pri- vilegios como el pabellón de Marcos Paz o la mudanza a Ezeiza) avalada luego por la Corte en pleno en una resolución que presa- giaba el desenlace del 2×1 y la Operación de Desmantelamiento que Garabano y Avruj realizaron sobre todos y cada uno de los planes y espacios gubernamentales creados para sostener y apoyar los juicios de lesa humanidad. Cada una de esas medidas había sido resistida, criticada y denunciada por un amplio abanico de fuerzas comprometidas con la vigencia de los derechos humanos entre las que se fue destacando un espacio de unidad de acción

entre los organismos conocidos como de “afectados” y aquellos de carácter más integrales, como nuestra propia Liga, el Medh, la Apdh y otras.

Cada una de estas acciones negacionistas de impunidad y las correlativas acciones de resistencia fueron interpelando y movili- zando un extendido valor cultural constituido en el largo periodo histórico transcurrido desde la comisión de los brutales delitos de la desaparición forzada, el robo de los recién nacidos, la tortura, la cárcel, los homicidios y aquello que Walsh llamaba el peor de los crímenes: la miseria planificada del pueblo al servicio del Imperio y los grupos económicos que se favorecieron de la dictadura.

Fue aquella resistencia heroica de los detenidos desaparecidos en los propios Centros Clandestinos de Detención y Exterminio, de los familiares, los organismos de derechos humanos y las fuer- zas políticas que aún en las difíciles condiciones de la dictadura no dejaron de luchar para que nada pase sin resistencia y con su ejemplar coraje consecuente consiguieron que aquellos treintamil desaparecidos se convirtieran en una presencia permanente en la sociedad argentina que volvió a emerger, potente, juvenil, desa- fiante, este diez de mayo para volver a gritar Nunca Más.

El error de los Macri, Garavano, Avruj, Rosenkratz, Rosatti o la Highton fue ignorar o subestimar esa fuerza cultural que en los finales de los setenta instaló la desaparición forzada como el modo argentino de dominar como cuño del Poder Real que nos domina desde finales del siglo XIX y que cada tanto, como ahora, asume de un modo directo la administración publica.

Una vez más se demostró que esa fuerza cultural, alimentada bajo la dictadura y sostenida en el largo periodo de impunidad ple- na y dura del Menemismo y el gobierno de De La Rúa y la Alianza, es vario pinto, multicolor y no tiene dueños. Es del pueblo y solo desde una propuesta abierta, unitaria y respetuosa de todas las tradiciones se la podía convocar y sostener.

Ese fue el gran acierto del grupo de trece organismos que juga- ron el rol central en la crítica, impulso de la ley de virtual anulación

que se aprobó en tiempo record e impulsó la marcha del 10M en la que convergieron otras fuerzas, como las del Encuentro Memoria Verdad y Justicia que tuvieron el acierto de comprender que no era ese el momento de la diferencia por el detalle sino el de la unidad de acción por lo principal: frenar una peligrosísima maniobra de impunidad que venía a producir un viraje a toda la situación de los derechos humanos, no solo en cuanto a los juicios.

El gobierno de Cambiemos que construyó parte de su discur- so triunfante con el agravio de considerar que todas y todos los luchadores por los derechos humanos lo hacían como un “curro” se vio sorprendido y desconcertado al encontrarse con el rechazo social más extendido a cualquiera de sus nefastas políticas desde que comenzó su “restauración conservadora”.

Maniobró rápidamente y se subió a algunas de las iniciativas de rechazo a sus propias políticas, como la aprobación de la Ley contra el 2 x 1, pero no cambió sus planes, ni objetivos, solo los adoptó y reformuló.

Sería suicida para esa vasta voluntad popular de Nunca Más creerle sus “lagrimas de cocodrilo” y dejar de confrontar con cada una de sus acciones y con cada uno de sus referentes en el terreno de los derechos humanos y judicial que no dejan de ser el modo pulcro de intentar legitimar las acciones discriminatorias y represi- vas que lleva adelante el gobierno.

Por el contrario, es el momento de avanzar decisivamente en la exigencia central del 10M: Nunca Más. Nunca Más Genocidio y Violencia Estatal. Nunca Mas Represión y hacia los pobres y marginados. Nunca Más.

Carta al Negro Cepeda, ahora que ya no está Carta de despedida de 11

de diciembre de 2016 al Negro Cepeda Oficial Montonero, sobreviviente de La Perla y La Cuarta

compañero del alma, compañero

Hola Negro

Me dijo tu hija que te podía acercar una carta pero creo que me confundí con las fechas y la carta seguro que llega tarde, aunque siempre es mejor tarde que nunca. Te quería contar que este año en que no nos vimos fue de verdad un año de mierda. Si alguna vez dijimos que ni en nuestros mejores sueños soñábamos con meter presos a los torturadores, violadores, saqueadores de la patria y de los compañeros; podríamos repetir que ni en nuestras peores pesa- dillas imaginamos tanta mierda.

Hace unas semanas, y como te hubieras reído que fuera yo el que fuera a ver esa obra, presencié una gran producción de Vicente Zito Lema en el Impa: “Evita resucitada” y hasta escribí una nota, como si supiera algo de teatro ja ja; la idea central de Vicente es que así como a los revolucionarios nos mueve el amor y el odio; a ellos los mueve el rencor, que es otra cosa. Por amor y por odio uno va a la guerra y puede llegar a morir y matar por la patria y los compañeros, pero nunca jamás podríamos hacerle daño a un niño o torturar a un ser humano. Jamás. Y lo que hemos sufrido en este año de macrismo no es solo un plan de recolonización imperial en forma, también es el despliegue del rencor contra todo lo popular en cualquiera de sus formas; alguna vez dije que lo que más gustaba del kirchnerismo eran sus enemigos, y ahora lo podría repetir pero supongo que de este año de mierda ya te habrán hablado, así que te cuento de anoche, en la Plaza de Mayo, catorce organismos de derechos hu- manos plantamos una jornada de resistencia y dimos muestra de que podemos unirnos más allá de todas las historias y todas las heridas que siguen abiertas. Esta vez no necesitamos llegar a la Cuarta o a la Perla pera darnos cuenta que comunistas y peronistas, o sea vos y yo, ¿ se entiende no?, somos lo mismo. Porque fuimos lo mismo en los años del Luche y Vuelve o del Unamos

nuestros brazos por un Argentinazo, que no eran iguales pero eran lo mismo. Y volvimos a ser los mismos en esa cueva repugnante que era la Cuarta por donde se nos fue Alicia y tantos quedaron quebrados por dentro.

¿O no éramos los mismos el día que hablamos en la sala de la Corte Su- prema para pedir que lo destituyan al chacal de Brusa?. Claro que sí, como los mismos testimoniamos en el juicio y una noche hace casi exactamente siete años lo mandamos condenado a la cárcel; al Juezhijodeputa y al Oficial Ra- mos torturadoryviolador y la María Eva y todos los otros; y esa noche llovía y nosotros reíamos y llorábamos porque ni en pedo habíamos soñado con esa noche en las noches de la Cuarta, y vos en La Perla, y después en Coronda, o después, cuando yo daba vueltas por Rosario con el nombre cambiado y el miedo en las manos para que no se escape. Anoche, cuando algunos levan- tábamos el puño y otros (bueno, algunos más, pero no tantos ja ja) hacían la V, me acordé de vos y aunque tu hija no me hubiera dicho, yo igual te hubiera escrito porque te extraño y me hubiera gustado cruzar nuestras manos, para que tu V y mi puño se hagan uno solo.

A Macri lo derrotaremos, vos y yo no tenemos dudas, y a los que sigan, y algún día, el día de la victoria que nos deben, aunque yo ya no esté, seguro que alguno levantará una pancarta con tu nombre y yo dejaré dicho que cuando lo hagan, todos se acuerden que en el juicio de Brusa te presentaste como el oficial de logística de la Organización Política Militar Montoneros, y que yo dije que era de la Fede como si pudiera seguir en la Juventud Comunista para siempre; que mierda; si eso somos y bien orgullosos que lo somos. No se si alguna vez te lo dije porque somos medio boludos, pero te quiero mucho y te extraño.

Pero por vos y por tu hija, y por todas y todos, y por mis hijos y por la vasca y por el pueblo; este hermano tuyo seguirá luchando por la Revolución hasta la victoria, siempre.

El chofer que resultó boxeador

Víctor Cabrera acaba de ser detenido e imputado por graves violaciones a los derechos humanos como integrante de la banda del Curro Ramos.

Nota de presentación del diario Rosario12 del 8 de noviembre de 2015 de mi relato

N. y V. son dos muchachas santafecinas. Son de la generación nacida en los “años del lobo” y hace unos meses se comunicaron conmigo. El motivo es sorprendente: su padre fue miembro del grupo de tareas que dos veces me secuestró, la primera en oc- tubre de 1976 y la segunda en 1977. Como fue probado en tres juicios orales, las dos veces fui retenido en La Cuarta, uno de los tantos CCDTE; en la segunda, además de las torturas clásicas y el simulacro de fusilamiento, fui sometido a golpes en el hígado (para destruirlo) que casi me matan. Me salvé porque, por razones que aún ignoramos, en aquella madrugada, el grupo de tareas fue detenido por “Robos y Hurtos”, para ser sometidos a juicio por robos y condenados a “privación de libertad” hasta 1982. Aquella vez presenté denuncia por apremios ilegales ante un juez provin- cial, un médico forense certificó la golpiza pero fueron declara- dos “inocentes” de mis tormentos. Sería recién en 2009 cuando llegaría la condena para dos del grupo de tareas: el ex juez federal Víctor Brusa y el oficial de Inteligencia Provincial Eduardo “Cu- rro” Ramos.

Luego de algunos mensajes por las redes sociales, nos encon- tramos en Santa Fe. El núcleo del relato de las hermanas fue que el represor repetía en la casa la conducta que asumía en sus labores como miembro de la Patota: violencia familiar, maltrato psicoló- gico a la madre y las hijas incluyendo escenas de horror como las que dicen haber presenciado: le ponía el pañuelo de las Madres a su mujer para violarla. La menor dice percibir que ella fue conce- bida en tal ceremonia, o sea que se siente fruto de una violación.

La madre dice que por golpes perdió un bebé en 1976. Igual que en la Cuarta golpeaba y violaba.

Poco después que en 1982 el represor saliera de aquella “deten- ción” (casi siempre en comisarías donde realizaban asados, peñas y hasta orgías con prostitutas), la madre se fue de la casa con una de las hijas y hace unos años, la mayor consiguió de un juez la guarda de su hermana menor, que ahora vive con la madre.

Me contaron que el padre les explicaba que los disfraces que usaba para salir (pelucas, por ejemplo) eran requerimientos labo- rales y al revelarles yo que un modo de comprometer a todos con las torturas era permitirles robar en los allanamientos, recordaron que desde muy niñas recibían collares y joyas de regalo paterno, que él decía haber encontrado por ahí, comprendiendo entonces que sistemáticamente llevaba el producto de los robos al hogar para fingir ser un buen padre. Yo tenía el recuerdo de que las dos veces, su padre había actuado como chofer de la patota; pero al contarme las muchachas que tenía guantes de boxeo, le apodaban “el boxeador” y hasta practicaba de manera amateur, no pude de- jar de relacionarlo con aquel que, estando yo desnudo y encapu- chado, me demolió a golpes que me arrojaban de un lado a otro de la habitación de torturas, como relaté en 2002 en el libro “Los laberintos de la Memoria” y ratifiqué en los juicios de 2009 y 2010. Las muchachas manifestaron que no sabían nada del “trabajo” paterno, más allá de que trabajaba en Inteligencia de la Policía provincial y que recién al escucharnos a Patricia Isasa y a mí en un programa de televisión nombrar a su padre, la madre comenzó a relacionar “nuestro” relato con sus vivencias personales. Dicen que puestas a buscar por Internet encontraron mis escritos y que literalmente “se leyeron todo” y descubrieron la otra cara de la luna. Manifestaron una y otra vez que se sentían avergonzadas de lo que su padre “nos” había hecho y se las notaba muy conmovi- das por estar al lado mío. Casi todo el tiempo se agarraron de las manos para darse fuerza.

Por mi parte, les aclaré que nada tenía contra los hijos de mis

represores y que de ningún modo les podía adjudicar culpa en lo ocurrido. Ellas dijeron que de algún modo -ni siquiera yo tengo muy claro en que se acercan y en que se alejan del lugar de las víctimas del terrorismo de estado- se sentían también victimas del padre y de la situación vivida. Próximas a mí y el resto de las vícti- mas de su padre a pesar del terror que le tenían. Relataron golpizas y amenazas que continuaron todos estos años y dijeron desear su captura y condena. Puntualmente, preguntaron cuántos años le correspondería si era juzgado y condenado, les dije que no menos de veinte años, considerando que formaban parte del mismo gru- po que el oficial Ramos cuya condena convalidada por la Corte Suprema alcanza los 24 años.

El chofer que era boxeador y violador serial siguió libre por muchos meses más debido a la desidia de la Justicia Federal de Rosario (la sentencia del 2009 ordenó investigar a todos los acusa- dos), pero finalmente cayó preso.

Víctor Cabrera está detenido y procesado por delitos de lesa humanidad y nadie evitará ya su juicio y castigo aunque hayan pa- sado casi cuarenta años de los hechos relatados. Sus hijas siguieron en contacto conmigo y siguieron contándome detalles del horror que vivieron bajo su dominio. Varias veces me agradecieron lo que ellas entienden mi aporte a la lucha por la verdad y la justicia en este caso y se comprometieron a sumarse a la lucha contra la impunidad porque consideran que también fueron víctimas del horror que desató el genocidio. Esperaron ansiosas la captura del chofer/boxeador/violador y celebraron su captura como una ver- dadera victoria familiar en lo que constituye un acto de ruptura con el mandato social de “amar al padre” que confirma la pro- fundidad del impacto en la subjetividad social de la lucha por la verdad y aquello de que “el Derecho genera verdad” (Foucault).

Por mi parte, primero sentí más pena por ellas que resenti- miento o bronca y no puedo negar que si el Comandante Tomás Borge afirmó que “nuestra venganza será que tu hijo vaya a la escuela”, el repudio de las hijas al torturador no deja de constituir

una especie de reparación simbólica que se potencia en tanto y en cuanto, mis tres hijos, como casi todos los hijos y familiares de las víctimas sobrevivientes o no del Terrorismo de Estado, han sido parte de la lucha y se sienten herederos de nuestras banderas.

Eso pensaba yo, en la distancia entre los hijos de unos y de otros. Pero cuando mi hija se enteró del caso y de la relación de las muchachas conmigo, me dijo (para mi asombro) que admiraba a las muchachas por su integridad y valentía. Ni una gota de resen- timiento o deseos de venganza.

Es que nosotros no somos como ellos, me dije emocionado; y esa es nuestra victoria más trascendente.

Testimonio de José Ernesto Schulman del 28 de junio de 1999 ante el Consejo de la Magistratura del Poder Judicial de la Nación en el Jury de destitución del Juez Federal Víctor Brusa, destituido ese año y condenado a 23 años de prisión en el 2009.

Después de 22 años de transcurridos los hechos que voy a denunciar, al cabo de casi siete años de denunciar la responsabilidad de Víctor Brusa en el sistema represivo causante del genocidio sufrido por nuestro pueblo sin que ningún poder se diera por enterado de la gravedad de mis denuncias, a cuatro meses de brindar testimonio ante la Audiencia Nacional de Madrid, Juzgado de Instrucción Nº 5, sumario 19/97, presidida por el Dr. Baltazar Garzón, vengo a este ámbito con la esperanza de que se abra -por fin- un proceso de esclarecimiento de la verdad, de investigación minuciosa y de digno castigo a los genocidas, sus cómplices y colaboradores.

Yo acuso al Dr. Víctor Brusa de ser partícipe consciente en el monstruoso sistema de destrucción de seres humanos que las clases dominantes montaron en la Argentina en los primeros años de los ´70 para impedir el triunfo de las luchas populares contra la dependencia y por la liberación nacional y social.

Dicho sistema represivo, que comenzó a funcionar bastante antes que el 24 de marzo de 1976, fecha fatídica en que se perpetró el más infame golpe de estado de la historia nacional; es el culpable de la desaparición de treinta mil compañeros, de la prisión, tormentos y torturas de todo tipo de muchos miles más; pero además esa represión sistemática y organizada científicamente hasta el último detalle es la causa principal de las profundas transformaciones estructurales, superestructurales, culturales y políticas que transformaron a nuestro país en uno de los más injustos del planeta.

Víctor Brusa, un oscuro personaje que entró al sistema judicial de la mano de su tío, el Dr. Eugenio Wade, un dirigente del Partido Demócrata Progresista a quien los golpistas gorilas de 1955 premiaron con un cargo de Juez Federal en Santa Fe por su aporte al quiebre del orden constitucional vigente y la interrupción de una experiencia de gobierno que contaba con vasto apoyo popular, iría a recostarse en la figura de un notorio fascista, el Dr. Fer- nando Mántaras, quien lo designaría como su secretario de juzgado.

El Dr. Fernando Mántaras, a quien he conocido personalmente como alumno del Colegio Superior de Comercio Domingo G. Silva de Santa Fe donde el citado dictaba clases, nada menos, en la materia de Educación Demo- crática, llegó a presidir la Federación Argentina de Entidades Democráticas Anticomunistas, FAEDA, tapadera institucional de la tenebrosa Tradición, Familia y Propiedad, una de las organizaciones de la extrema derecha cató- lica que prepararon el golpe de estado del 28 de junio de 1966 que derrocara al Dr. Illía.

El Dr. Fernando Mántaras era famoso en el Colegio de Comercio por su macartismo enfermizo, típico de la época más virulenta de la guerra fría en que un General del Estado Mayor de los EE.UU. se tirara por una ventana del Pentágono, gritando que “vienen los rusos”. Igual que él, el Dr. Fernando Mántaras veía comunistas en cada luchador social, en cada poeta heterodoxo, en cada defensor de la igualdad sexual, etc.

Conviene, por lo que vamos a relatar, no subestimar este clima de intole- rancia, anticomunismo cerril, desprecio por las garantías constitucionales y el mismo orden institucional, en que se formó el joven Víctor Brusa, para llegar a entender las razones posibles que lo llevaron a invertir cada una de sus obligaciones como colaborador de la Justicia Federal hasta transformarlas en el opuesto de lo que se esperaba de alguien .que ocupara el sitio que él ocupaba al ocurrir el golpe de 1976: el de secretario del titular del Juzgado Federal Número uno de Santa Fe a cargo del Dr. Fernando Mántaras. En el Juicio a la Junta de Comandantes en Jefe fue probado ampliamente que nada de lo su- cedido en aquellos años “del lobo” fue casual. Día a día se siguen aportando pruebas del carácter sistemático, organizado, premeditado, fríamente calculado de cada uno de los pasos dados.

Desde mi experiencia personal, trataré de aportar elementos que ayuden a armar el rompecabezas donde desaparecieron cientos de compañeros en la ciu- dad de Santa Fe. El cinco de diciembre de 1975 sufrí un atentado terrorista que destruyó la vivienda familiar donde dormía, el 24 de marzo de 1976 la misma casa fue asaltada por tropas militares que detuvieron a mi hermano Pablo Rodolfo, el 12 de octubre de 1976 fui detenido en mi nueva casa junta a quien entonces era mi compañera Graciela Rosello y un amigo del trabajo Hernán Gurvich para ser mantenido secuestrado en la seccional cuarta de

la policía provincial, luego en las instalaciones de la Guardia de Infantería Reforzada y, más tarde en la Cárcel de Coronda de donde fui liberado en abril de 1977; en noviembre de 1977 fui secuestrado en la calle, frente al cementerio santafesino, para volver a ser alojado en la seccional cuarta donde fui sometido a tormentos, torturas y simulacros de fusilamiento.   Allí conocí a Víctor Brusa.

En aquellas circunstancias conocí a centenares de compañeros quienes fueron aportando elementos para recomponer la trama de las redes que nos destruían como seres humanos, y que hoy volcaré ante ustedes. De muchos de ellos no conocí siquiera el nombre, muchos no tuvieron la suerte mía y figuran en la larga lista de los desaparecidos.

Créanme, señores de la Comisión de Acusación del Consejo de la Ma- gistratura del Poder Judicial de la Nación, que no hay razón más poderosa para este testimonio que cumplir con el juramento que todos nos hicimos de que los que sobrevivieran denunciarían a los culpables hasta las últimas con- secuencias. Mi generación, la del Córdobazo y el Rosariazo, cometió muchos errores y no está mal que los jóvenes tengan una mirada crítica sobre nuestras conductas; pero habría que remontarse a aquellos que liberaron la patria del colonialismo español para encontrar tanta generosidad e idealismo, tanta inteligencia y creatividad, tanta combatividad en la lucha y serenidad en la derrota. No creo que venga mal en esta oportunidad rendirles justiciero ho- menaje. Bien dice Jorge Luis Borges que hay una “dignidad que el vencedor no conoce”, una dignidad a la que nunca accederán los Rebechi, González, Ramos, Facino y Brusa de esta historia.

En Santa Fe, como en todo el país, desde el 24 de marzo de 1976, toda la actividad estatal se subordinó al Jefe de Área, recordemos su nombre Te- niente Coronel José María González, reemplazado luego por el Coronel Juan Orlando Rolón.   Una constelación de servicios de inteligencia se disputaban el derecho de cazar a los militantes, a sus familiares, a sus amigos y todo aquel que pudiera colaborar con el movimiento popular. A mi me tocó en suerte que fuera el Servicio de Inteligencia de la Policía Provincial quien me persiguiera aquellos años. El jefe del Servicio era el Inspector Gral. de la Policía Provincial Félix Pallavidini (clase1922, MI 13162960) y el jefe de la banda que me detuvo todas las veces se llama Carlos Osmar Rebechi (clase

1942, MI 6426861).

Como vengo diciendo, en dos oportunidades fui detenido ilegalmente y lle- vado a la Cuarta, cita en Tucumán 3529 de Santa Fe, justo a la vuelta de la vivienda familiar de mis padres. La Cuarta era un eslabón muy importante del sistema represivo, allí se volcaban muchos de los secuestrados en la calle o en allanamientos. Allí se interrogaba, se torturaba. Allí venía la “patota” a elegir sus víctimas en un procedimiento macabro en que todos estábamos de espaldas a la pared de la celda y a quien tocaban el hombro y se daba vuelta era hombre muerto por verles la cara.    Allí donde daban de comer una vez al día y no había en las celdas ni ropa, ni muebles, ni baño, ni nada. Allí donde mandaba el Comisario Mario Facino (clase 1935, MI. 6223472, PP 316504) y el terror era lo cotidiano, “tomaba declaraciones para las causas judiciales del Dr. Fernando Mántaras, su secretario, Víctor Brusa, quien no solo legitimaba con su presencia todo el operativo sino muchas veces pre- sionaba, chantajeaba, amenazaba como uno más de la patota, que por cierto siempre tenía un represor bueno que aconsejaba decir todo para no sufrir. En noviembre de 1977, un grupo de tareas del Servicio de Inteligencia de la poli- cía Provincial de Santa Fe, al mando del oficial ayudante de Inteligencia Juan Eduardo González, (clase 1951, MI 8584939) el oficial ayudante de Inteli- gencia Eduardo Alberto Ramos (clase 1955, MI 11555259, PP 279683) y el agente Víctor Hugo Cabrera (clase 1953, MI 10874541 PP 265273) cuyos datos identificatorios completos rescaté de la causa por apremios ilegales que por mi denuncia se abrió en 1977 ante el Juez Iribas, me secuestraron en la calle mientras esperaba el colectivo (la vieja línea “F”) frente al cementerio de la ciudad de Santa Fe.

Tal como lo habían hecho en octubre del ‘76, cuando estuve detenido sin causa ni proceso a disposición del Poder Ejecutivo, me encapucharon y me llevaron a una Seccional de Policía. Era la Seccional sexta, que antes era la cuarta, como yo la había conocido. Desnudo y encapuchado estuve allí todo una tarde y casi toda una noche. De esas horas de torturas me quedó un re- cuerdo: por muchos días me quedaron los moretones de los golpes que me pega- ba alguien que debía ser boxeador ya que me hacía volar de un lado al otro de la habitación. Adjunto el testimonio que presenté en diciembre de 1977 ante la Justicia, al denunciar las torturas sufridas. Las fotocopias corresponden al

expediente abierto por el Juez de Instrucción de la 4º nominación a cargo del Dr. Jorge Iribas (secretaría 1º) quien ordenó que un medico forense, el Doctor Armando Orellana me revisara y certificara los “malos tratos”.

El informe del forense dice textualmente: “Santa Fe, diciembre 2 de 1977. Al Sr. Juez de Instrucción 4º nominación. S/D. En la fecha he examinado a José Ernesto Schulman constatando que debido a la acción de un objeto romo y duro, tiene un hematoma que ocupa el epigastrio y ambos costados internos de los hipocondrios llevando unos diez días de evolución. La lesión es de carácter leve y estimo que ha de curar a los días de haber sido inferida y sin dejar se- cuelas que afecten la capacidad laborativa. No he encontrado huellas de otros traumatismos. Saludo a Ud. muy atentamente. Dr. Armando Orellana. Es necesario resaltar hoy la inteligencia y valentía del abogado Roussic que brindó el asesoramiento legal para iniciar la causa por apremios ilegales ante el Juz- gado de Instrucción, Cuarta Nominación, primera secretaría a cargo del juez, Dr. Jorge A. Iribas (cuyo secretario era el Dr. Eduardo O. Longo) quienes llegaron a dictaminar la comisión del delito de Apremios Ilegales (prima facie) por parte del grupo de inteligencia compuesto por Juan Eduardo González, Eduardo Alberto Ramos y Víctor Hugo Cabrera pero la causa fue “pegada” a otra por robo, que el Dr. Betemps había abierto contra el grupo y fue este Juez quien los libró de culpa y cargo en la acusación por torturas.

Es interesante leer los argumentos de los torturadores para descalificar mis denuncias de entonces: “…por ser un subversivo es lógico trate de aplicar en el momento de un procedimiento policial lo que se llama en la faz policial el minuto operacional, que consiste en tratar por medio de falsas acusaciones u otros medios de hacer fracasar el procedimiento” y al finalizar insiste en que se tenga en cuenta que Schulman en un subversivo y de esa manera evaluar sus dichos (declaraciones de Juan Eduardo González ante el Juez Iribas). Ramos arriesga una definición aún más contundente, con animo de definir mi presunta peligrosidad: “…considero que la subversión ideológica es mucho más nociva que la armada”. A la mañana siguiente de la sesión de tortura (existe un testimonio ante el Juez Iribas dada en diciembre de 1977 que adjunto) amanecí en una “tumba”, una celda muy chiquita, donde me enteré por los otros presos que ahí mismo tomaba declaraciones el juzgado federal. A mí me interrogó el Dr. Víctor Brusa, secretario del Juez Federal, quien

pretendía hacerme declarar la autoría de un atentado con bombas en la Plaza España de Santa Fe, en febrero de 1977 (fecha en que yo estaba en la cárcel de Coronda a disposición del Poder Ejecutivo), acusación que le habían hecho firmar con torturas a un preso. Como yo me negaba a firmar la acusación, el Dr. Víctor Brusa amenazaba con que los “guardias” volverían a “interrogar- me”. Los presos que estaban alojados en las otras celdas, traídos de la cárcel de Coronda, me confirmaron que ese era el procedimiento habitual: torturas, declaraciones forzadas, interrogatorio de Brusa que se transformaba en nueva sesión de torturas si era necesario.

Un circuito perfectamente estructurado: las bandas detenían ilegalmente los compañeros y los llevaban a sitios como la Cuarta, si se requería por ellos, comisarios como Facino los negaban, si se presentaban recursos de habeas corpus, Jueces como Mántaras los desechaban. Allí eran torturados e inte- rrogados, si se requería abrir causa judicial, personajes como Brusa les harían firmar lo que ellos quisieran. Si el destino era la muerte, las patotas los vendrían a buscar para hacerlos desaparecer.

En estos años, decenas de veces me han preguntado si Brusa en persona me pegaba. No lo se fehacientemente porque cuando fui torturado estaba encapuchado, pero esa no es la discusión. El punto es que sin la complicidad de Jueces como Mántaras y personal judicial como Brusa, el sistema no podría haber funcionado tan eficazmente como funcionó.

Si se hubiera respetado la institución del Habeas Hábeas    , si alguno

de ellos hubiera alentado a que se denunciaran las torturas     , si hubieran

requerido un mínimo de respeto a los niños        , cuántos miles se hubieran

salvado ? ? Muchos compañeros decían entonces que los datos que les arran- caba Brusa para las causas legales aparecían luego en los interrogatorios de la patota. Es obvia la intima relación entre Brusa y los servicios de inteligencia. El 1º/7/79 una bomba destruyó la oficina de Brusa en los Juzgados Federa- les cercanos a la Casa de Gobierno. El autoatentado apuntaba a prestigiar al secretario como un hombre perseguido por la subversión, pero una casualidad les arruinó el plan: ese día, imprevistamente, estaba de visita en las oficinas de Brusa el propio Dr. Mántaras quien quedó como el destinatario del atentado. La autoría de esta acción fue confesada a los presos por algunos de la patota en estado de ebriedad y drogas.   Es de suponer que son estas relaciones las

que permitieron su promoción a Juez a pesar de todas las denuncias habidas en su contra.

Ante la Comisión Nacional de Desaparición de Personas, paginas 196 y 197 los compañeros Maulín, Pratto y Córdoba, denuncian a Brusa y a la Cuarta.  La propia Diputada Provincial Justicialista Angela Gastaldi propuso a su bloque, en julio de 1992, que elevaran un pedido de rechazo a la candidatura. El 18 de agosto de 1992, el diario La Capital publicó en tapa mi denuncia contra Brusa. A él le siguieron todos los diarios de la provincia, numerosas radios y emisoras de TV. Los organismos de derechos humanos se pronunciaron explícitamente. Sin embargo, el Honorable Senado de la Nación dio su acuerdo a la propuesta de hacerlo Juez Federal en sesión secreta. En octubre de 1998, el diario “La Capital” de Rosario reprodujo decla- raciones del ex Juez Federal Raúl Dalla Fontana quien era entonces titular del Juzgado Federal Nº 2 de la ciudad de Santa Fe,: “Yo me opuse en su momento y di información de lo perjudicial que podía ser la designación de un Juez que tenía sospechas de haber intervenido, haber sido cómplice al menos haber tolerado ese tipo de conductas que nos resultan aberrantes. Yo en ese momento, era el otro juez federal (de Santa Fe) y estuve a punto de renunciar para estar en la vereda de enfrente. Lamentablemente no lo hice y las cosas sucedieron”. Diario La Capital de Rosario. Octubre de 1998. Qué pacto lo protege? Acaso el mismo que ha condicionado toda la vida democrática

argentina hasta transformarla en la pobre imagen que hoy nos brinda.

Hace siete años que Víctor Brusa ignora olímpicamente todas y cada una de las denuncias hechas en su contra. Debe estar convencido de su impunidad. Razones tendrá para ello. Yo tengo las mías para seguir adelante con las denuncias. El 24 de marzo fui invitado por la Coordinadora estudiantil santafesina a un acto donde me pidieron les relatara lo ocurrido. Más de 300 muchachos y chicas escucharon con avidez nuestros relatos y se comprometieron a incrementar su compromiso con la democracia, es decir con la lucha contra la impunidad, el neoliberalismo y la entrega. Estoy seguro de que la memoria es más larga que la traición y que cuando ya nadie se acuerde ni de Brusa ni de Facino, ni de Videla ni de Martínez de Hoz, los jóvenes argentinos seguirán venerando el recuerdo de cada uno de los treinta mil desaparecidos.

Será Justicia.

Un poema para los huesos de Pedrrito (fragmento)

Banderas como esas que la niña de Guatemala

criada en el país de los gringos dobló con amor

para poner sobre la caja de los huesos de su padre

Mi amigo guatemalteco perdido en la noche,

que recuerda la culpa de estar vivo y no ser, como él,

un puñado de huesos dentro de una caja bajo una bandera”



GENOCIDIOS

GENOCIDIOS

José ErnEsto schulman

Legales y créditos

José Ernesto Schulman

Ensayo introductorio a cargo dE MalEna silvEyra1

“N  

unca más el silencio” proclama desde hace un tiempo Vera Jarach- Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora- y reformula esa vieja y, por momentos ambigua consigna para los tiempos que corren, dándole un sentido nuevo (o renovado) que

nos interpela para las disputas del presente.

Vera dice “Nunca más el silencio” y, como tantos otros, José Ernesto Shulman, secretario de la Liga Argentina por los Dere- chos del Hombre, militante comunista desde los 15 años, sobrevi- viente del campo de concentración que funcionó en la Comisaría 4ta de Santa Fe, compañero, referente y amigo; no se calla nada.

José susurra, habla, grita; en prosa o en verso; con análisis teó- ricos o reflexiones desde las entrañas; en primera persona del plu- ral o del singular, pero siempre en primera persona.

José habla a veces para todos, a veces para “nosotros” (los su- yos) o para “ellos”. Habla como forma de divulgar las ideas, de pensar con otros, para denunciar o para exorcizar viejos fantas- mas.

Habla como herramienta de lucha.

Los artículos que integran este libro son parte de ese hablar militante, un producto de distintos viajes como representante de

  1. militante de la LADH, Lic. en Sociología, integrante del Observatorio de Crímenes de Estado (FSOC-UBA) y del Centro de Estudios sobre Genocidio (UNTREF).

la Liga Argentina por los Derechos del Hombre por Paraguay, Colombia, Guatemala y Chile y de la experiencia vivida en Ar- gentina. Cuenta además con dos artículos introductorios que han escrito los compañeros Fabricio Arnella de Paraguay y July Milena Henriquez Sampayo de Colombia, que le dan marco a la situación nacional de cada uno de sus países y permiten una contextualiza- ción necesaria para las reflexiones que elabora el autor.

La unificación de estos casos nacionales a simple vista pue- de parecer caprichosa. En este libro se articulan diversos casos nacionales con marcadas diferencias en sus procesos históricos.

¿Cómo comparar el proceso guatemalteco que comenzó con el golpe de Estado que derrocó a Jacobo Arbenz en 1954, con el caso argentino que comienza con la instalación de los primeros campos de concentración en 1975 y se profundiza con el golpe militar en 1976? ¿Cuál es el diálogo posible entre experiencias tan disímiles como la del pueblo paraguayo, sometido a la dictadu- ra de Stroessner entre 1954 y 1986, y la de Colombia donde se desarrolla un enfrentamiento bélico entre las Fuerzas Estatales y organizaciones insurgentes (principalmente las FARC- EP) hace más de 50 años? Sin embargo, a pesar de las particularidades de todos estos procesos, podemos encontrar algunos denominadores comunes que nos permiten enmarcarlos en un proceso continen- tal y que se expresan en el título que eligió José para este libro: GENOCIDIOS.

La idea de estas líneas será entonces reponer algunos elemen- tos conceptuales respecto del desarrollo de las prácticas sociales genocidas en América Latina y el contexto regional e internacional de su surgimiento, en un intento de aportar al desarrollo de los textos escritos por José y compilados en este libro.

Doctrina de Seguridad Nacional- Estrategia para América Latina en la lucha contra el comunismo

La segunda guerra mundial modificó no sólo a los países que ha- bían sufrido los enfrentamientos armados en sus territorios. Amé- rica Latina, frente al decaimiento de las importaciones europeas producto de la guerra, tuvo que virar parte de su producción hacia la manufactura de bienes destinados al mercado interno. Este pro- ceso de sustitución de importaciones, que se produjo con caracte- rísticas particulares en los distintos países del continente, trajo una modificación en la estructura de la clase obrera de la región. En muchos de nuestros países se produjeron importantes migraciones del campo a la ciudad y la incorporación de grandes cantidades de trabajadores a la producción industrial. Este proceso, iniciado como respuesta a una necesidad concreta y coyuntural, fue impul- sado como política de desarrollo por ciertos sectores del bloque dominante, mientras que aquellos sectores tradicionales vinculados a la producción agropecuaria aspiraban a regresar al modelo de exportaciones anterior a la guerra en cuanto fuera posible. Estas diferencias entre distintos sectores del bloque de poder llevaron a que los sectores más “desarrollistas” se propusieran establecer alianzas con la clase trabajadora en pos de ampliar la base de sus- tentación del modelo productivo. Esta particularidad dio como re- sultado el surgimiento de varios gobiernos populistas en la región. Ya sea con grados significativos de integración con el apara-

to estatal, o en franca confrontación con el mismo, lo cierto es que el crecimiento de los trabajadores industriales latinoamerica- nos reforzó la organización del movimiento obrero en cada país. Crecieron los sindicatos y organizaciones obreras, así como los partidos comunistas y de izquierda en todos los países de la re- gión. Así también, bajo el paraguas de las crecientes luchas de los obreros industriales, se fortalecieron otros sectores del cam- po popular como los estudiantiles secundarios y universitarios, o trabajadores de otros sectores como los docentes, los bancarios o los empleados estatales. Estos procesos de crecimiento de los

sectores populares, propiciaron escenarios de disputas cada vez más importantes, que se consolidaron aún más con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, con una propuesta de socialismo latinoamericano capaz de recoger las tradiciones marxistas euro- peas y las independentistas americanas. En este nuevo escenario continental, y en el marco del desarrollo de la denominada “guerra fría”, América Latina se convirtió en un escenario prioritario en las políticas de Defensa contra el comunismo de Estados Unidos. Frente a la política de Estados de Unidos luego de las derrotas en Corea y en Vietnam, de no intervenir directamente en los conflictos internos en otros países, la administración de Kennedy propició una división internacional de la Seguridad en la que la potencia proveía apoyo y tutela frente a posibles conflictos internacionales con el blo- que socialista, mientras que las propias fuerzas armadas locales serán las encargadas de combatir el desarrollo del comunismo en los paí- ses latinoamericanos. Este nuevo rol asignado a las fuerzas armadas

locales, requería rediseñar las políticas de seguridad nacional.

Los Estados Unidos, como es de suponer, tienen una gran influen- cia en este rediseño. Proporcionan, entre otras cosas, recursos mate- riales y formación para el combate del “enemigo interno” a partir de diversos acuerdos bilaterales como los realizados por Colombia y que July Henriquez trae a este libro en su artículo introductorio. Estos in- tercambios se institucionalizarán como una nueva doctrina militar2 en

  • Gabriel Périès define en su artículo “La doctrina militar contrainsurgente como fuente normativa de un poder de facto exterminador basado sobre la excepcionalidad” publicado en el libro Terrorismo de Estado y genocidio en América Latina compilado por Daniel Feierstein y publicado por Prometeo- EDUNTREF- Buenos Aires, 2009. ala doctrina militar como “… un discurso interno propio de la institución que corresponde a características estructurales. Comprende un corpus de textos codificados, de valor reglamentario y administrativo que organiza la profesión de las armas dentro del ordenamiento general de las normas estatales: incluye tanto la manera de uniformarse, como las reglas de alistamiento de las fuerzas en la defensa del orden interno e internacional, pasando por los reglamentos que definen la organización y la gestión del conjunto de las estructuras operacionales, decisionales y logísticas necesarias para la realización de sus misiones.”(p. 221)

1962 cuando Mc Namara, Secretario de Defensa de los Estados Unidos entre 1961 y 1968, la instituyó como Doctrina de Se- guridad Nacional (DSN). Dentro de las principales políticas que dan cuenta del desarrollo de la DSN se encuentran el asenta- miento del Comando Sur (South Com) en Panamá y la creación de la Escuela de las Amércias que tenía por objeto la formación de dirigentes de las Fuerzas Armadas latinoamericanas en estas nuevas formas de lucha y control poblacional. Estos referentes formados en estas instancias, serían a su vez quienes trasladarían estos conocimientos dentro de sus propios países.

Este cambio en el rol de las Fuerzas Armadas trajo consigo un cambio en sus estructuras en cuanto a su funcionamiento organi- zacional, como en la producción de saberes que ahora se volcarían al control de la población interna por sobre la protección de las soberanías nacionales. No se quiere sostener con esto que previo a la constitución de la Doctrina de Seguridad Nacional, las fuerzas armadas no intervinieran en los conflictos internos. Las Fuerzas Armadas han sido parte del control de la población, y han perse- guido a los sectores populares desde la constitución misma de los Estados Nacionales. Sin embargo, a partir del establecimiento de esta nueva doctrina, estas intervenciones de las fuerzas armadas ya no tendrán como objetivo principal la represión y control coyun- tural del movimiento popular cuando las fuerzas de seguridad se encontraran “desbordadas”, sino la persecución y aniquilamiento del denominado “enemigo interno”.

La implementación en el terreno de esta nueva doctrina estuvo fuertemente influenciada por la Doctrina de Guerra Revolucionaria, creada por los franceses para enfrentar la lucha contra sus colonias rebeldes a fines de la segunda guerra3. Al igual que en el caso de

  • Para mayor desarrollo sobre el surgimiento de la Doctrina de Guerra Revolucionaria y su implementación en las guerras de contrainsurgencia ver Cap. VI “El colonialismo francés y las guerras de contrainsurgencia” en Introducción a los estudios sobre Genocidio” Ed. Fondo de Cultura Económica- EDUNTREF. Buenos Aires, 2016. Para profundizar sobre las vinculaciones de la

la persecución del “enemigo interno” latinoamericano, las luchas contra los movimientos independentistas tenían como caracterís- tica que el enemigo no estaba organizado en un ejército regular sino que era parte del conjunto de la población y vivía y desarro- llaba sus acciones sin identificarse: No había uniformes, organi- gramas públicos o cuarteles oficiales donde residieran los altos mandos por lo que se necesitaba para combatirlos, re pensar las tácticas creadas para el combate de fuerzas nacionales regulares. La efectividad de las técnicas desarrolladas por los franceses y las similitudes con las características del grupo a perseguir, propició su difusión entre los militares latinoamericanos.

Identidades y conciencia de clase. Relaciones sociales a destruir

Como dijimos en el apartado anterior, el cambio de la doctrina militar y las nuevas técnicas de enfrentar a los sectores populares no era sólo una cuestión de forma, sino que se modificaban los objetivos del accionar de las fuerzas. Pero esta nueva metodología de desarrollar la represión resolvía, además, otras necesidades. Al desplegarse sobre el conjunto de la población, los efectos disci- plinadores se amplificaban por medio de la difusión del terror al conjunto social, propiciando el aislamiento de los grupos perse- guidos, pero también, la atomización del conjunto de la sociedad. No alcanzaba esta vez con detener y debilitar superficialmente la organización popular, sino que era necesario eliminar las condi- ciones de posibilidad de su propio surgimiento. Pero, ¿qué era tan distinto en el movimiento popular latinoamericano de esos años que requiriera semejante despliegue? Intentaremos, brevemente, introducirnos en la sociedad latinoamericana previa a la imple-

DGR en el caso argentino ver Périès, Gabriel “De Argelia a la Argentina: estudio comparativo sobre la internacionalización de las doctrinas militares francesas en la lucha antisubversiva. Enfoque institucional y discursivo.” en Izaguirre, Inés y colaboradores. Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina. 1973-1983”Eudeba. Buenos Aires, 2009.

mentación de las prácticas sociales genocidas4.

Coincidiremos con Inés Izaguirre quien afirma al referirse al campo popular argentino de los ‘60/’70 que “Los `cuerpos indóciles´ estaban constituyendo una nueva territorialidad no burguesa en una variada gama de relaciones sociales, de espacios de confrontación donde lentamente triunfaban los modos no competitivos, solidarios, cooperativos, de intercambio humano”5. Esas relaciones sociales de paridad refieren no sólo a las prácticas vinculadas con los sectores militantes, sino que permeaban el conjunto de relaciones de los sectores popula- res y constituían parte de su identidad. Si bien esta territorialidad no burguesa no constituía de por sí una alternativa al modelo de dominación, era sin dudas, condición de posibilidad para su sur- gimiento y obstaculización material del desarrollo del nuevo mo- delo de acumulación del capital. Efectivamente, cada uno con sus particularidades, los países cuyos casos nacionales se expresan en este libro, habían desarrollado experiencias de luchas a lo largo de las décadas anteriores. Estas experiencias, independientemente de los niveles de éxito alcanzados en cada caso, habían permitido que el movimiento popular se constituyera y aprendiera de los errores. Cada proceso represivo, obstaculizaba el desarrollo de la fuerza social popular y obligaba a la reflexión sobre la práctica. Ponía en cuestión las formas organizativas y las tácticas desarrolladas, y predisponía a las organizaciones que continuaban, y también a las que iban surgiendo, a repensar, crear, reforzar sus modelos de organización, sus tácticas y también, en muchos casos, hasta su estrategia.

  • El concepto de prácticas sociales genocidas es desarrollado por Daniel Feierstein en “El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina”. Ed. Fondo de Cultura. Buenos Aires, 2008. Dicho concepto refiere a comprender el genocidio como un proceso de aniquilamiento de relaciones sociales que comienza antes del aniquilamiento material y que se extiende hasta su realización simbólica. Se desarrollará en extenso en apartados siguientes.
  • Izaguirre, Inés. Los desaparecidos: recuperación de una identidad expropiada. Cuadernos de Investigación Instituto de Investigaciones Gino Germani- Facultad de Ciencias Sociales- UBA. P. 20

Estos procesos nutrían así a los sectores populares que se for- talecían de sus propias experiencias de lucha y construían nuevos conocimientos que desplegaban en cuanto lograban recomponer la fuerza. Son estas experiencias de organización (lucha-derrota- balances y aprendizajes), que se constituyen en un espiral ascen- dente principalmente en las décadas del 60 y 70, las que propician la posibilidad del proceso de toma de conciencia de los sectores subalternos.

“La ruptura con el campo del enemigo, la búsqueda de los iguales, es una tarea que no es posible como un gesto individual, es una tarea colectiva desde su inicio. Porque el proceso que desencadena esta toma de conciencia es un mecanismo de cooptación en la lucha de clases, es el mecanismo median- te el cual las fuerzas del campo del pueblo van creando la circunstancia de cooptación.”6El proceso de toma de conciencia implica dos movi- mientos de reconocimiento simultáneos: por un lado, el recono- cimiento de sí mismo y del lugar que se ocupa en el sistema de dominación, y por lo tanto el reconocimiento de la escisión entre el propio cuerpo y los medios de su reproducción material. Es decir, el reconocimiento de la imposibilidad de auto reproducción de su existencia ya que carece de (le han sido arrebatados) los me- dios materiales para su reproducción.7 Pero este proceso de toma de conciencia no se produce individualmente, no es producto de la introspección del individuo, sino que es un proceso social en el que se produce el segundo movimiento de reconocimiento, que es

  • Marin, J. C. Conversaciones sobre el poder (una experiencia colectiva).Ed. IIGG- FSOC- UBA. Buenos Aires, 1995. P. 105
  • Dice Marín respecto de la existencia dual que es quebrada en el capitalismo: “Ese ‘existir doblemente’ es difícil de imaginar para nosotros que estamos escindidos y que sólo concebimos la existencia subjetiva (social). Pero Marx, se refiere a que esa existencia del hombre era ‘… tanto subjetivamente en cuanto él mismo, como objetivamente en esas condiciones inorgánicas naturales de su existencia’. Es decir, que el existe en un ‘afuera’ que son sus condiciones de vida, y en tanto él ‘cuerpo’. Los cuerpos estaban integrados a un entorno que eran ellos mismos, que eran sus condiciones de existencia, fragmentos de la naturaleza, todavía no constituidas como condiciones de producción.” Ibid. P. 74-75

el reconocimiento del otro como un par; otro que se ubica en el mismo lugar en el sistema de dominación hegemónico. Este doble reconocimiento (propio y en el par), es el que permite la constitu- ción de una fuerza social y a la vez, a partir de reconocerse como parte de una fuerza social, la posibilidad de reconocimiento de la fuerza social contraria.

Este reconocimiento, esta toma de conciencia, implica ruptu- ras y confrontaciones que, una vez más, son procesos individuales y sociales. Previo al proceso de la toma de conciencia, existe un estadio marcado por las relaciones de heteronomía, es decir de rela- ciones asimétricas donde existe dependencia de un otro que ocupa el lugar de la autoridad reguladora hasta de las propias condiciones de vida.

Estas relaciones heterónomas, que para Jean Piaget desde la psicogénesis, es generacional y se ubica en una etapa temprana del desarrollo del niño, desplazan la capacidad creadora, reflexiva y organizativa para la acción hacia ese otro que representa la autori- dad. En una sociedad caracterizada por relaciones sociales heteró- nomas, la relación con el poder (la autoridad- sea esta en el plano de lo particular o lo colectivo) se expresa como individuo- poder. Es una relación individual, de cada subalterno atomizado, con el poder. Frente al poder, estamos solos, somos uno.

En el proceso de la toma de conciencia, surge la posibilidad de reconocerse como parte de esas relaciones asimétricas, reconocer- se en el lugar que se ocupa en esa relación de dominación, recono- cerse en los pares que reproducen esas mismas relaciones con esa autoridad común, y a partir de allí, la posibilidad de constitución de una fuerza social capaz de construir estrategias cooperativas para la confrontación con ese otro-poder que detenta la autoridad. La confrontación, necesaria para la toma de conciencia, es lo que permite el pasaje de la heteronomía a relaciones de mayor au- tonomía. Este proceso de confrontación, a la vez que es enfren- tamiento con el poder, es también confrontación entre pares“… Esta adquisición de conciencia está bajo la dependencia de factores sociales,

como hemos intentado demostrar: el contacto con otro y la práctica de la discu- sión fuerzan al espíritu a adquirir conciencia de su subjetividad y a notar de este modo los procesos del pensamiento propio” 8 Es en este sentido, que se entiende este proceso de confrontación como constructivo, ya que aporta en el constitución de la propia identidad, y a la vez como cooperativo, porque en ese proceso de relación con otros a la vez que se afianzan las identidades particulares, se construyen las identidades colectivas. Podemos afirmar entonces, que cuando nos referimos a relaciones sociales entre pares, entre iguales, no lo hacemos como sinónimo de homogéneos o idénticos; sino de pa- res diversos, que cooperan, confrontan y se complementan; y que comparten el lugar de subordinación en la sociedad asimétrica.

Este proceso de la toma de conciencia, de la constitución de la conciencia de clase para sí, tiene distintos momentos. Antonio Gramsci, desarrolla los distintos momentos en la conformación de una fuerza revolucionaria a partir del análisis de las correlacio- nes de fuerza. No profundizaremos aquí sobre ese análisis, pero si nos interesa traer algunos elementos del desarrollo del segun- do momento, en lo que respecta a la toma de conciencia de los sectores populares.9 Gramsci sostiene que la toma de conciencia se presenta idealmente10 en modo gradual: un primer momento económico- corporativo en el que los trabajadores de la misma

  • Piaget, J. La representación del mundo en el niño. Ed. Morata. Madrid, 2001 P.83 9 Antonio Gramsci realiza un análisis de los momentos que son necesarios distinguir en la correlación de fuerzas. Un primer momento signado por las

condiciones estructurales existentes que permiten estudiar si en una determinada sociedad hay condiciones para una transformación social; un segundo momento que refiere al grado de homogeneidad y autoconciencia de los distintos grupos sociales del campo popular y un tercer momento que refiere a la correlación de fuerzas militar en el que esas fuerzas sociales confrontan. Véase. Gramsci, Antonio. “Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerza.” En Antología. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires, 2004. Pp. 409-419

  1. Decimos “idealmente” en sentido que son desarrollos teóricos con fines explicativos, pero que no necesariamente se encuentran así estructurados y claramente definidos en el devenir del proceso.

rama de producción u ocupación pueden ser solidarios entre sí, reconocerse como pares, aunque no están en condiciones de ver a otros trabajadores del mimo modo. Si bien las dificultades de este momento saltan a la vista, vale la pena remarcar que este es un primer momento necesario, de reconocimiento del otro como par, del que desarrolla la misma actividad y por lo tanto se transfor- ma en un igual. Podemos pensar que se trata del reconocimiento de otro concreto, tangible. Un segundo momento lo constituye el paso a la solidaridad entre los que son parte del mismo sector social, pero todavía desde una perspectiva económica. En este se- gundo momento crecen las posibilidades de construir paridades entre “los trabajadores” y las relaciones de solidaridad y coopera- ción se amplían, aunque aún con intereses que tienen que ver con las condiciones de vida material. En este momento se realiza una primera abstracción conceptual, ya que para el reconocimiento de este par se requiere poder analogar la propia situación a la situa- ción del otro. Ya no es la misma situación, o una situación idéntica; se trata de una situación distinta en la superficie pero con simili- tudes estructurales. En este momento se reconocen elementos del sistema de dominación hegemónico y de su funcionamiento, de modo tal de poder ubicar a ese otro en una misma situación frente al poder. El tercer momento es el pase a la conciencia que exce- de los intereses corporativos y que puede reconocer a los pares en tanto a la estructura económica y también de acuerdo al lugar que se ocupa en el sistema de dominación. En este momento, los niveles de abstracción conceptual se profundizan hasta el punto de la comprensión cabal del sistema de dominación que opera en los distintos planos de la vida social, pero además de las distintas estrategias posibles para cambiar dicha situación.

Este breve desarrollo intentó dar cuenta del complejo proceso de toma de conciencia, y del grado de crecimiento y aprendizaje, que con las distintas particularidades que se encontrarán descrip- tas en los textos de este libro, habían podido construir los sectores populares latinoamericanos previo a los procesos de aniquila-

miento. Este proceso de acumulación en la toma de conciencia, es el que es necesario quebrar para la implementación del nuevo patrón de acumulación capitalista y para evitar el crecimiento de los proyectos populares autónomos de nuestra región.

Estos es la razón profunda de la implementación de la tecno- logía de poder genocida en nuestro continente.

No alcanzaba esta vez, como en procesos represivos anterio- res, con obturar el desarrollo de las organizaciones populares por medio de la persecución, asesinato o encarcelamiento de sus cua- dros principales. Esta vez, era necesario quebrar los lazos sociales y construir una sociedad heterónoma de individuos atomizados, evitando el desarrollo de la fuerza social subalterna y borrando todo registro de la acumulación del conocimiento alcanzado en las luchas previas.

Pero, ¿cómo podrían ser destruidos esos lazos sociales que contenían los aprendizajes de esa larga historia de éxitos y fracasos del movimiento popular desde las luchas de los pueblos origina- rios con los españoles y los sueños de la Patria Grande de Bolívar o San Martín hasta los proyectos revolucionarios más recientes?

¿Cómo puede conseguirse que esas relaciones no vuelvan a flore- cer una vez retomados los tiempos de “paz”?

Prácticas sociales genocidas

Si bien lo que hoy llamamos genocidio existe desde hace cientos años, quien pudo ver y definir este fenómeno con sus particulari- dades por primera vez fue Raphael Lemkin, quien lo definía como “… un plan coordinado de diferentes acciones cuyo objetivo es la destrucción de las bases esenciales de la vida de los grupos de ciudadanos, con el propósito de aniquilar a los grupos mismos. Los objetivos de un plan semejante serían la desintegración de las instituciones políticas y sociales, de la cultura, del lenguaje, de los sentimientos de patriotismo, de la religión y de la existencia económica de grupos nacionales y la destrucción de la seguridad, libertad, salud y dignidad personales e incluso de las vidas de los individuos que pertenecen a dichos grupos. El genocidio se dirige contra el grupo nacional como una entidad, y las

acciones involucradas se dirigen contra los individuos, no en su capacidad de individuos, sino como miembros del grupo nacional.”11(las negritas me per- tenecen). Aunque Lemkin era abogado y dedicó gran parte de su desarrollo a la construcción del concepto jurídico y su tipificación para lo que luego sería la Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio de la ONU en 194812, puede advertirse que la definición que establece el autor, sobrepasa ampliamente las concepciones que, aún hoy, asocian el concepto a la matanza ma- siva de alguno de los grupos protegidos por la Convención. Basta con advertir lo que se ha subrayado de su definición donde luego de enumerar una cantidad de prácticas tendientes a la destrucción identitaria incluye el aniquilamiento material con el adverbio incluso denotando que dicho aniquilamiento pude ser un extremo posible de dichas prácticas, aunque pareciera, no imprescindible. Nuestro continente se encuentra plagado de ejemplos de estas prácticas: los desplazamientos de población en Paraguay, la estigmatización, persecución y aniquilamiento a las culturas de los pueblos origi- narios en Guatemala, las masacres de Trujillo, Santodomingo o la Rocheta en Colombia, o la implementación de más de 700 campos de concentración en Argentina, son solo algunos ejemplos.

Las derivas del concepto en los fueros jurídicos llevaron al sociólogo argentino Daniel Feierstein a la noción de prácticas

  1. Lemkin, Rapahel. El dominio del Eje en la Europa ocupada. Ed. EDUNTREF- PROMETEO. Buenos Aires, 2009.
  2. La convención para la Prevención y Sanción del delito de Genocidio de 1948 lo define en su artículo II como: “cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.” El texto completo puede consultarse en https://www. icrc.org/spa/resources/documents/misc/treaty-1948-conv-genocide-5tdm6h. htm.

sociales genocidas13 a los fines de dar cuenta del fenómeno social más allá de los debates respecto de su aplicación como fi- gura del derecho penal. Según el autor esta tecnología de poder particular, tienen por objetivo la destrucción de las relaciones so- ciales de reciprocidad (solidaridad y cooperación) que conforman la identidad del grupo nacional a reorganizar. Para permitir el aná- lisis de distintos casos nacionales, Feierstein construye una perio- dización con 6 momentos que van desde la construcción del otro negativo que será perseguido y estigmatizado, hasta el aniquilamien- to material (al que comúnmente denominamos genocidio) y lo que el autor denomina realización simbólica, que será el momento en el cual, aquellos objetivos genocidas de destrucción de los patrones culturales del grupo oprimido se realicen finalmente mediante la imposición de los patrones culturales del perpetrador.

Lo que propiciará que se produzca esta ruptura tan profunda en el entramado social será la instalación del terror en el conjunto social, logrado no sólo por el aniquilamiento sino por el modo en que éste se lleva a cabo. La amenaza, explícita o implícita, sobre el conjunto social en la búsqueda de un enemigo ambiguo generan la desconfianza como elemento preponderante en el entramado so- cial. Estas características ambiguas del grupo perseguido, de este “enemigo interno” según veíamos en el desarrollo de la Doctrina de Seguridad Nacional, generan un efecto de desconfianza gene- ralizada sobre los otros que pueden ser parte de ese “enemigo”, pero además un estado de alerta permanente frente a las posibili- dad de ser ubicado dentro de ese grupo.

Feierstein sostiene, que se establece una secuencia compuesta

  1. Daniel Feierstein ha desarrollado el concepto en diversos trabajos académicos y de divulgación. Algunos de los más importantes los constituyen su libro “Seis estudios sobre genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad, exclusión, exterminio” (Editores del Puerto. Buenos Aires, 2008), “El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina” (Fondo de cultura Económica. Buenos Aires, 2008); “Introducción a los estudios sobre genocidio” (Fondo de Cultura Económica- EDUNTREF. Buenos Aires, 2016)

por tres elementos: interrogación- confesión- delación. Esta se- cuencia es posible ya que, como decíamos en el comienzo, por la ambigüedad del “enemigo” a perseguir. Al no poder identifi- carse fácilmente el perseguido, al estar definido desde el poder con suficiente ambigüedad que “podría ser cualquiera” se produce una cierta inversión de la carga de la prueba en la “todos somos sospechados de culpables, hasta que se demuestre lo contrario” y el individuo debe demostrar que no pertenece al grupo a ani- quilar. Esta demostración se logra a través de una adaptación al comportamiento aceptado por el perpetrador (modos de vestir, valores que profesa, discursos públicos, etc.) y por medio de ser capaz de delatar al que está por fuera de la conducta esperable. La señalización del otro como culpable, lo exculpa a uno de la responsabilidad de la actitud anómala. “El modelo concentracionario, utilizando el terror de los crímenes de masa, busca construir un modelo de relaciones sociales en el cual el otro es aquel que me puede delatar o aquel al que voy a delatar. Al instalar el terror sobre el conjunto, el modelo concentra- cionario busca (por suerte, por lo general no lo logra) reformular las relaciones sociales para crear una sociedad de delatores. Porque en ese mundo hobbesiano donde el otro es mi enemigo, el único aliado posible es el poder punitivo, a quien se debe seguir alimentando con más y más delaciones”“14 Los regímenes autoritarios de nuestra región instigaron estas formas de delación entre el conjunto de la población. Esta instigación tiene un efecto aún más potente que cuando la delación se vuelve acto: la posi- bilidad de ser delatado. Esta posibilidad produce la desconfianza generalizada en el conjunto de la población.15

  1. Feierstein, D. “Los crímenes de masa: ¿fin o herramienta?” en Zaffaroni, Eugenio. Crímenes de Masa. Ed. Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires, 2012. 15 Si bien el Campo de concentración es uno de los dispositivos fundamentales

del genocidio reorganizador, como podrá verse en el desarrollo de este libro, la secuencia interrogación- confesión- delación puede construirse por medio de otras prácticas que apuntan a la destrucción identitaria. Ejemplo de esto es el caso de Guatemala o Colombia donde el Campo de Concentración no es el dispositivo principal pero donde sin embargo la tortura abierta y brutal, y los asesinatos masivos cumplen funciones análogas.

Resulta interesante introducir en este punto el análisis que Juan Corradi realiza tempranamente respecto de los efectos y dimen- siones del terror para el caso argentino, pero que lo trascienden: “Como forma específica de poder el terror tiene dos dimensiones, una de comportamiento, y la otra ideológica. Por un lado, adapta el comportamiento político a la obediencia absoluta de las directivas de los que detentan el poder. Por otro lado, moldea las actitudes a fin de obtener obediencia voluntaria. Pro- cura confirmar nuevos sujetos políticos. El terror tiene como objetivo no sólo controlar, sino también cambiar a los actores sociales. Es esencialmente una técnica de desorientación, que apunta a privar a los sujetos de la oportunidad de calcular y prever las consecuencias de sus acciones. Es una forma de poder en la cual la conformidad no garantiza la seguridad. Su efecto principal es la generación de una atmósfera de ansiedad –una “cultura de miedo”. El terror no se limita a la presencia real de la coerción arbitraria y rigurosa. Tiene un efecto residual a través del tiempo y el miedo circundante.”16 El efecto principal del terror es la incapacidad de actuar. Si no hay posibili- dad de prever resultados de la propia acción, se obtura la acción reflexiva. Los niveles adquiridos de autonomía ceden frente a un poder autoritario que se apropia de la capacidad de decidir sobre la acción de los sectores subalternos. Nada puede garantizarle al sujeto sobrevivir en una sociedad donde imperan las prácticas so- ciales genocidas; nada puede, ni siquiera la posibilidad de la dela- ción, ponerlo a salvo de ser él mismo, víctima de la brutalidad de ese poder. Frente a esa situación, el traslado de la responsabilidad y la capacidad de decisión hacia la autoridad por medio de la obe- diencia, se presenta como la única salida posible. En este proceso de traspaso de la autonomía a la heteronomía, se presentan ambas dimensiones (comportamiento e ideológica) simultáneamente en la pérdida de la capacidad de reflexión y acción. Una vez rotos los lazos que unen al sujeto a sus pares, por medio de la amenaza de la delación y de la desorientación, el vínculo vuelve a establecerse

  1. Cooradi, Juan E. “El método de destrucción. El terror en la Argentina”. En A veinte años del golpe. Con memoria democrática. Ed. Homo Sapiens. Buenos Aires, 1996. P. 4

con la forma sujeto- poder, perdiendo así toda capacidad de reco- nocimiento de sí mismo, del sistema de dominación en el que se encuentra inmerso y su ubicación en el mismo, del otro que es par en tanto su ubicación en ese sistema de dominación, y finalmente, perdiendo la capacidad de reconocer al poder como opresor. No solo se pierde la capacidad de acción colectiva frente al poder, sino que se pierda la noción misma de la existencia de ese poder opresor.

Último momento del proceso genocida: su realización simbólica. Disputas por el sentido común.

Si sostenemos, como lo hemos hecho más arriba, que estos proce- sos de aniquilamiento tienen como objetivo la transformación de la sociedad a partir de la ruptura de los lazos de reciprocidad en los sectores subalternos, entonces estamos en condiciones de afirmar, en continuidad con los desarrollos de Lemkin, que el blanco prin- cipal del accionar genocida no lo constituyen los grupos sociales efectivamente aniquilados, sino las relaciones sociales que confor- man la identidad de los sectores populares.

Para que este objetivo se cumpla, entonces, no alcanza con ha- ber creado los lazos de reciprocidad, sino que es necesario que esa ruptura se vuelva parte de la “naturalidad” con la que los indivi- duos se desarrollan socialmente. Podríamos decir, y seguramente no habrá muchas discusiones al respecto, que para el desarrollo de nuestra vida social naturalizamos determinadas prácticas que son parte nuestra vida cotidiana. No estamos preguntándonos cons- tantemente sobre la relación que estableemos con el comerciante, o el chofer del colectivo, o incluso con nuestros compañeros de trabajo. Cargamos en nuestros cuerpos con conocimientos acerca del funcionamiento del mundo que una vez internalizados se po- nen en práctica sin que si quiera seamos conscientes de ello. Pero todas estas prácticas se relacionan fuertemente con el modelo de dominación en el que vivimos aunque a simple vista no podamos reconocerlas como tales.

Piaget comienza su desarrollo respecto de la toma de concien- cia haciendo referencia a este proceso y analizando la capacidad de conceptualización de un conjunto de sujetos respecto de una acción que todos ellos pueden desarrollar: el gateo. Luego de rea- lizar el estudio en distintos sujetos, Piaget llega a la conclusión de que la capacidad de realizar una acción no implica necesariamente la capacidad para comprenderla y explicarla. En este estadío lo que aparece es que ese conocimiento naturalizado, al no poder ser separado del propio sujeto, es concebido como parte integrante del sujeto, por lo tanto no puede ser cuestionado. Como decíamos en apartados anteriores, no aparece la posibilidad de reconocerse (sujeto- fuerza social) y por lo tanto no hay posibilidad de reco- nocer a la fuerza social contraria y cuestionar el sistema de domi- nación hegemónico, desde el reconocimiento de que el mismo no es natural sino un producto de determinadas relaciones históricas. Este proceso de afirmación de la sociedad heterónoma y de los valores que sostienen la atomización de los sectores populares producto de la ruptura generada mediante la implementación de las prácticas sociales genocidas, es lo que Daniel Feierstein deno-

mina como realización simbólica del genocidio.

Este último momento del proceso de aniquilamiento de re- laciones sociales se desarrolla a partir de los modos en que se organiza esa nueva sociedad pos genocida y cómo construye esos sentidos que se expresan dentro de esa “naturalidad” en la que se desarrollan las sociedades.

Esta disputa en el plano simbólico construirá un sentido común, al que entenderemos siguiendo a Gramsci comola concepción hegemónica del mundo en un tiempo histórico determinado. En el caso que nos ocupa, esa concepción del mundo, producto de las prácticas sociales genocidas, tiene como resultado en las clases subalternas lo que Gramsci denomina una conciencia contradictoria, entre la conciencia del hacer que los une a sus pares y la conciencia teórica, verbal, que los remite a esa concepción del mundo hegemónica. “Pero esa concepción ‘verbal’ no carece de consecuen-

cias: vuelve a anudar al sujeto con un determinado grupo social, influye en la conducta moral, en la orientación de la voluntad, de una manera más o menos enérgica, que puede llevar a un punto en el que la contradictoriedad de la conciencia no permita ya ninguna acción, y produzca un estado de pasividad moral y política.”17. Esta prevalencia de la heteronomía en la praxis de las clases subalternas dificulta y limita las perspectivas de con- figuración de un proyecto de carácter autónomo.

Desde esta perspectiva entonces, se vuelve central el modo en que se construyen las memorias sobre estos procesos de aniqui- lamientos pasados (y en el caso de varios países de nuestra región como Colombia, no tan pasado) y sobre todo, cómo se constru- yen las memorias de las sociedades previas. En la medida en que queden obturadas las experiencias de lucha del pasado, esas que fueron capaces de alcanzar niveles altos en el proceso de con- ciencia y organización popular, será difícil que se comprendan las razones del aniquilamiento y que se pueda continuar, cambiar, cri- ticar, resignificar y por fin, volver a crear esa fuerza social que se plantee como alternativa al sistema de dominación existente.

¿Y cómo se puede producir este proceso? Y volvemos a don- de comenzamos: en un proceso de toma de conciencia, que nos permita reconocernos, reconocer a nuestros pares, reconocernos en tanto fuerza social, reconocernos en tanto antagónicos de otra fuerza social. Reconocernos como parte de un camino que no co- menzó con nosotros. Reconocernos como parte de una tradición que ha cometido un sin número de errores pero que ha intentado, por diversas formas, construir estos procesos alternativos.

Los pueblos de nuestro continente fueron atravesados por es- tos procesos de destrucción identitaria, pero este arrasamiento no ha sido, en ningún caso, absoluto. Cada uno de nuestros pueblos ha logrado resistir a las prácticas genocidas de diversos modos. En algunos casos resistir significó tomar las armas y combatir como

  1. Gramsci, A. “Relaciones entre ciencia- religión- sentido común” En Antología. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires, 2004. Pp. 367-380

en Colombia, en otros refugiarse en las identidades comunitarias, pasar de generación en generación las historias fundantes de las identidades ancestrales como en Guatemala o en algunos lugares de Paraguay, en otros la defensa de la historia de las identidades políticas y organizativas como en Chile o en Argentina.

Estas resistencias tomaron formas diversas pero todas ellas disputaron el sentido del proceso de aniquilamiento e intenta- ron recuperar esas prácticas y tradiciones previas. La lucha por la memoria, con sus particularidades en cada país, se constituyó en uno de los principales denominadores comunes que le siguieron al denominador común del aniquilamiento. Sea “la paz” como en Colombia o “Memoria, Verdad y Justicia” como en Argentina, las disputas sobre el sentido del pasado permean las luchas por el pre- sente de nuestros países. De eso se trata este libro. Es un esfuerzo fundamental por comprender el pasado de nuestro continental con el objetivo de comprender y resignificar el presente y sobre todo, de aportar en la posibilidad de proyectarnos hacia el futuro. En todos sus textos encontramos estas referencias al pasado resignificadas desde el presente, este presente contradictorio que nos ha permitido avanzar en el proceso de reconstrucción del mo- vimiento popular en muchos sentidos, pero que nos golpea con el ascenso de nuevos gobiernos conservadores, con la violación rei- terada a los derechos de los pueblos y con una nueva desaparición forzada en Argentina en manos de las fuerzas del Estado como es

el caso de Santiago Maldonado.

Son épocas agitadas para los pueblos latinoamericanos, donde tendremos que ser capaces de condensar las experiencias de lucha de todos estos años y avanzar decididamente hacia la constitución de la fuerza social capaz de confrontar con el bloque dominante. La firma del acuerdo de paz en Colombia, a pesar de todas las dificultades para su concreción, los juicios a los responsables del genocidio Chileno, la lucha de los campesinos en Paraguay y el repudio y el reclamo generalizado por la aparición de Santiago Maldonado en Argentina dan cuenta de que nuestros pueblos es-

tán dispuestos a dar pelea aún en las condiciones más adversas.

Este libro se inscribe en este contexto y en estas luchas. No resuelve el camino a seguir, pero presenta un conjunto de reflexio- nes que creo sinceramente, conforman un aporte fundamental para seguir construyendo ese camino.

crónicas coloMbianas

Aporte de July Milena Henríquez Sampayo18

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stas líneas se escriben como aporte a la construcción histórica que, desde la militancia y la defensa de los derechos humanos, realiza el maestro y compañero de lucha José Ernesto Schulman, con quien hemos compartido distintos escenarios de reflexión y construcción de la Paz con Justicia Social en nuestra América. Me corresponde contextualizar un poco sobre Colombia, un país aba- tido por guerras civiles y violencia sociopolítica, que ha tenido que resistir a una estrategia de exterminio y a la imposición de la cul- tura del odio al opositor político durante décadas; esta constante nos ha llevado a diferentes momentos de búsqueda de la Paz, pero

esta sigue siendo un anhelo.

Desde la invasión española, lo que hoy se conoce como Co- lombia ha sufrido episodios sistemáticos de violencia; pero en este escrito intentaremos abordar la violencia padecida por el pueblo colombiano desde mediados del siglo pasado, a partir de las cuales se han desarrollado varios procesos de paz hasta nuestros días.

La llamada época de la violencia inicia entre los años 1946 y 1958, luego que el Partido Conservador tomara el gobierno en el año 1946; sin embargo, esta violencia logró su mayor auge luego del

  1. Abogada Colombiana; Defensora de Derechos Humanos por más de 14 años; Magíster en Derechos Humanos, experta en Justicia para la Paz; miembro de la Fundación Lazos de Dignidad y la Coordinadora Americana por los Derechos de los Pueblos – Sede Colombia.

levantamiento popular conocido como el “bogotazo” provocado el 9 de abril de 1948 con el asesinato, a plena luz del día, del caudillo liberal y candidato a la presidencia Jorge Eliecer Gaitán. Este levan- tamiento, motivado también por el odio azuzado entre los partidos liberal y conservador, se extendió de la ciudad al campo, dejando al- rededor de 200.000 personas muertas. Después de este levantamien- to popular, el bloque dominante, conformado por la alianza entre la oligarquía liberal y conservadora, desató una ola de persecución contra el movimiento Gaitanista19, a fin de acabar con la rebelión, pero también de garantizar la no repetición de rebeliones como ésta. Por tanto desde el estatus quo se implementaron planes e im- pulsaron acciones enfocadas a dispersar al movimiento obrero del movimiento popular, tales como despidos, censura de huelga, encarcelamientos, ruptura de la unidad sindical a través del parale- lismo, entre otras, con el propósito de evitar que éste asumiera las

riendas de la articulación de la protesta social.

La arremetida estatal también se extendió al campesinado, ini- ciando con un discurso de odio auspiciado por el clero en algunas provincias conservadoras (Boyacá, Nariño y Antioquia) donde se legitimaba el sectarismo político y el asesinato de futuras rebelio- nes llamadas “nueve abrileños”, llevando ese discurso a otros lugares al mismo tiempo que incursionaban los Chulavitas20 (Tolima, Va- lle, Viejo Caldas). Así mismo, se crearon organizaciones campesi- nas con fines de espionaje y contención en zonas agrarias.

Es importante señalar que la época de la violencia se desata en un contexto internacional predominante, favorable al capitalismo y al terrorismo político con orientación anticomunista, impulsado por fuerzas estatales de Washington, Londres y Paris, estimulado-

  1. Manifestación popular, inspirada en el dirigente Jorge Eliecer Gaitán, que buscaba transformaciones sociales.
  2. Bandas armadas con el propósito de defender el gobierno conservador del presidente Mariano Ospina Pérez (1946), nacientes en la vereda Chulavita, ubicada en el departamento de Boyacá.

ras también del reclutamiento de mercenarios. En el caso latino- americano, el terrorismo político fue auspiciado por el imperio de los Estados Unidos, con el objeto de establecer control social sobre la conducta de masas, incidiendo fuertemente en las dicta- duras en República Dominicana, Cuba, Nicaragua, Chile y Argen- tina, y por su puesto en el terrorismo de Estado en Guatemala, El Salvador y Colombia. Para 1950 los gobiernos de Colombia y de los Estados Unidos tenían pactos de cooperación militar y económica, que se vieron reflejados en la participación de mili- tares colombianos en la guerra de Estados Unidos contra Corea, la asociación de asesinos entrenados para la eliminación física de políticos indeseables a los gobernantes y proyectos de reforma constitucional en nuestro país con fines de recorte de garantías, para hacer más eficaces los procesos de acumulación del capital. Con la ruptura del pacto entre las oligarquías liberales y conser- vadoras, quedándose esta última con el poder, la clase dirigente liberal se convirtió en un nuevo blanco de la violencia política, siendo demonizada por parte del ex presidente Laureano Gómez mediante la teoría del basilisco, que incentivo el incendio de casas y diarios de los liberales de la época. La época de la violencia, inicia su desarrollo en el interior del país, principalmente en los departamentos de Boyacá, Santander, Norte de Santander, Valle, Viejo Caldas y Tolima, y se caracterizó por la ejecución de críme- nes políticos sistemáticos, individuales o en masa, concentrados en evitar la organización de las masas mediante técnicas de terror contra quienes representaban un riesgo para el Estado. Dentro de las técnicas de terrorismo político de Estado utilizadas resaltamos:

La demonización del opositor a través de altos mandos del Estado y del clero para legitimar crímenes en su contra.

Combinación del terrorismo oficial, sectarismo partidista y po- lítica de tierra arrasada.

El asesinato y encarcelamiento de dirigentes de la oposición política.

Uso de una fuerza armada macabra llamada “Chulavitas” y la operación conjunta con grupos paraestatales llamados “señalado- res y pájaros”

El uso de prácticas atroces y de intimidación como la tortura, la muerte lenta, la exposición de cuerpos sin vida con mensajes simbólicos de sevicia, la violencia sexual sobre los cadáveres de las víctimas, las mutilaciones atroces y la desaparición forzada.

Las practica sistemática de la desaparición forzada.

La práctica de asesinatos selectivos y colectivos con fines de exterminio de la oposición a través del genocidio y la masacre.

El despojo, destrucción e incendio de bienes y semovientes. El desplazamiento forzado y boleteo o pago de cuotas de se-

guridad a quienes se quedaban.

Resolución de conflictos domésticos a sangre con complicidad de las autoridades.

Con este tipo de violencia no solo se cometieron prácticas atroces, irreparables, propias del terrorismo de Estado, sino que las conductas sociales, la cultura, el lenguaje, los valores y hasta la literatura, sufrieron una gran transformación, gestándose en las generaciones venideras el deseo de la venganza y la rebelión. La- mentablemente, esta historia de la violencia y de terrorismo de Estado se ha extendido hasta nuestros tiempos, sólo que algunos métodos de terror se han sofisticado y han aparecido en la escena nuevos actores.

Luego de la arremetida contra el movimiento popular y la in- capacidad del partido liberal de frenar el terrorismo de Estado, surge la lucha guerrillera; el pueblo armado se defiende y pasa de la resistencia a la lucha por reivindicaciones por la tierra, la auto- determinación, la soberanía y contra el imperialismo. Así las cosas, las guerrillas colombianas asumen la confrontación con el Estado y sus fuerzas terroristas, a través del combate militar; y a partir de 1958 la violencia se desata en el marco del conflicto social y armado.

El informe institucional titulado “Basta Ya”, recoge el contexto de violencia registrada entre los años 1958 y 2012, resaltando que la violencia es producto de acciones intencionales que se inscriben mayoritariamente en estrategias políticas y militares, y se asientan sobre complejas alianzas y dinámicas sociales, prevaleciendo en el conflicto armado prácticas como los asesinatos selectivos, las desapariciones forzadas, los secuestros y las masacres pequeñas, concluyendo que entre el 1º de enero de 1958 y el 31 de diciem- bre de 2012 han muerto aproximadamente 220.000 personas en razón al conflicto, correspondiendo el 81,5% a civiles y el 18,5% a combatientes. Del mismo modo, el informe devela que la letali- dad de la violencia del conflicto armado no ha sido homogénea ni constante, es decir, que ha tenido picos altos y bajos, pasando de una tendencia decreciente entre 1958 y 1964, a una violencia baja y estable entre 1965 y 1981, continuando con una tendencia crecien- te entre 1982 y 1995, hasta alcanzar una tendencia explosiva entre 1996 y 2002, donde se resalta el nivel más crítico del conflicto como consecuencia del fortalecimiento militar de las guerrillas, la expansión nacional de los grupos paramilitares, la crisis del Esta- do, la crisis económica, la reconfiguración del narcotráfico y su re- acomodamiento dentro de las coordenadas del conflicto armado.

Durante el tiempo tomado por la investigación (1958-2012), el rasgo distintivo de las prácticas implementadas por los paramili- tares fue la violencia contra la integridad física, así las cosas, el común denominador del accionar paramilitar fueron los asesinatos selectivos de defensores de derechos humanos, periodistas y dirigentes políticos, las masacres, las desapariciones forzadas, las torturas y la sevicia, las amenazas, los desplazamientos forzados masivos, los bloqueos económicos, la violencia sexual, la elimina- ción de adversarios políticos y castigo a poblaciones por sus pre- ferencias electorales; por su parte, los miembros de la Fuerza Pública concentraron su accionar en las detenciones arbitrarias, las torturas, los asesinatos selectivos, las masacres, las desaparicio-

nes forzadas, en los daños colaterales producto de los bombar- deos, y del uso desmedido y desproporcionado de la fuerza. Y en relación con las guerrillas, el informe califica sus acciones como violencia contra la libertad y los bienes, de las cuales se derivan los secuestros, los asesinatos selectivos, los ataques contra bienes civiles, el pillaje, los atentados calificados por el derecho penal in- terno como actos terroristas, las amenazas, el reclutamiento ilícito, el desplazamiento forzado selectivo, la afectación de la población civil como efecto colateral de los ataques a los centros urbanos y la siembra masiva e indiscriminada de minas antipersonal.

Como casos emblemáticos de la violencia sistemática en Co- lombia, además del exterminio del movimiento gaitanista, debe- mos resaltar el genocidio contra los movimientos políticos Unión Patriótica y A Luchar, el asesinato de los candidatos presidenciales de oposición Carlos Galán, Carlos Pizarro y Jaime Pardo Leal, así como las masacres cometidas por paramilitares con participación y/o complicidad del ejército y la policía nacional, contra comuni- dades enteras con fines de desarticulación del tejido social, pérdi- da de identidad colectiva y establecimiento de un estado de terror psicológico-político permanente, como lo fueron las masacres de Trujillo (Valle), el Salado (Bolívar), el Aro-Ituango (Antioquia), la Rochela (Santander), Santodomingo (Arauca), entre muchas otras aberraciones cometidas contra el pueblo colombiano.

El informe “Basta Ya”, a pesar de ser un aporte a la construc- ción de la verdad negada al pueblo colombiano, no abordó todas las formas de violencia contra la población que, incluso, hacen parte también de las causas estructurales del conflicto y sin lugar a dudas generaron los levantamientos populares y la lucha armada, tarea que seguramente le corresponderá a la Comisión de la Verdad gestada por el Acuerdo Final de Paz firmado entre el Gobierno Colombiano y las FARC-EP. Los resultados del reciente acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC, reflejan un panorama espe- ranzador, puesto que abrieron la puerta para el debate y la disputa de antiguas necesidades insatisfechas, como la tenencia de la tierra,

la participación política y el desmantelamiento del paramilitarismo como garantías de existencia de la oposición política, lo cual favo- rece a miles de colombianos y colombianas; sin embargo, debemos insistir en denunciar que la violencia política y los crímenes de Es- tado aún continúan, solamente durante el periodo que va de enero de 2016 a junio de 2017, han sido asesinados 186 líderes sociales, crímenes que aún se encuentra en total impunidad21.

Una mirada a la región…

Recapitulando, es preciso destacar que, tanto la violencia en Co- lombia como las dictaduras militares en nuestra América22 favore- cieron la imposición del Estado neoliberal, generador de barbarie y catástrofes sociales. En Colombia, la democracia se asumió en sentido formal-liberal, sustentada en la “representación” de las y los ciudadanos y el reconocimiento “formal” de algunos derechos individuales, mientras se restó importancia al desarrollo de los de- rechos económicos, sociales y culturales en un contexto global de crisis económica; parafraseando a Ludolfo Paramio23, este proceso ha tenido gran influencia del gobierno estadounidense para quien,

  • Informe Nacional de Derechos Humanos “Trochas de Paz y Esperanza”. Indepaz y Marcha Patriótica, agosto de 2017. Casi una ejecución extrajudicial por día, y en tiempos de paz!

22 Argentina (1976-1983), Bolivia (1839-1899/1920-1982), Brasil (1889-

1894/1930-1945/1964-1985), Chile (1924-1925/1927-1931/1973-1990), Costa Rica (1868–1870/1876–1882/1917-1919), Cuba (1933/1952-1959), República Dominicana (1899/1930-1961), Ecuador (1876-1883/1935-1938/1947/1963- 1965/1972-1979), El Salvador (1885-1911/1931-1979), Guatemala (1944-

1945/1954-1966/1970-1986),   Haití   (1950/1956-1994),   Honduras   (1956-

1957/1963-1982), México (1853-1855/1876-1911), Nicaragua (1936-1979), Panamá (1968-1989), Paraguay (1940-1948/1954-1989), Perú (1842–1844/1865– 1867/1872/1879–1881/1914–1915/1930–1931/1948–1950/1962–1963/1968-

1980), Surinam (1980-1988), Uruguay (1865-1868/1876–1879/1933-1938/1973-

1985), Venezuela (1858-1863/1908-1913/1922-1935/1948-1958)

  • Ludolfo Paramio, Perspectivas de la democracia en América Latina, Unidad de Políticas Comparadas CSIC, en E.A. Fabián Caparrós, Responsa Iurisperitorum Digesta, 175-198, Salamanca: Universidad de Salamanca, 2000.

en un escenario de crisis económica global los regímenes autori- tarios, no podían obtener consenso o legitimidad, dando apertura al discurso de la defensa de la democracia contra el totalitarismo, descartando el apoyo explícito a nuevos golpes de Estado pero fortaleciendo la posición de los sectores autoritarios, fomentan- do así el retorno de los civiles al gobierno e impulsando la lucha anticomunista y contraguerrillera hasta nuestros días. Los proce- sos de democratización en América Latina se dieron en medio de conflictos sociales, crímenes de Estado contra la oposición, levan- tamientos armados populares y surgimiento de guerrillas, como en México, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Perú, Uruguay y Colombia, lográndose en la mayoría de estos países escenarios de solución política que condujeron a la desmovilización de las gue- rrillas, excepto el caso Mexicano y Colombiano; pero a pesar de ello, en los países con post-conflictos no se ha resuelto el proble- ma del crecimiento de la desigualdad social y la pobreza, salvo en Venezuela que desde el año 2007 cumplió con la meta del milenio proyectada por Naciones Unidas reduciendo a más de un 50% los niveles de pobreza y desigualdad24, invirtiendo el 80% de su pre- supuesto en proyectos sociales, donde el gasto a la educación de niños/as y adolescentes es de un 51%, pero también por norma constitucional los ancianos gozan de pensiones y régimen especial de salud, el 95% de la población tiene acceso al agua potable y el 93% al saneamiento25.

Así mismo, no hay que perder de vista que con la globalización del neoliberalismos y la guerra contra el comunismo, impulsada en América Latina por Washington, se han satanizado procesos revo- lucionarios que priorizan el goce de derechos colectivos frente a los individuales y no tienen una estructura de gobierno acorde a la democracia liberal, como en el caso Cubano, a pesar de mostrar

su avance social en la erradicación de la pobreza26, ser el país nú- mero 59 en índice de desarrollo humano según el PNUD, lograr una cobertura en salud, educación, vivienda, trabajo, luz eléctrica y agua potable27, en medio del vergonzoso bloqueo económico de más medio siglo ejecutado por los EEUU contra esta nación socialista. Esta satanización que también se ha extendido a Vene- zuela, que ha sido objeto de persecución por Washington y otros gobiernos de derecha, a pesar de cumplir con las metas mundiales mencionadas y avanzar en el desarrollo de una democracia partici- pativa con prioridad en la justicia social, la nacionalización de los recursos y mayor responsabilidad con los derechos humanos en su conjunto bajo lógicas anticapitalistas.

La lectura de democracia en América latina debe pasar por comprender las dinámicas y necesidades propias de la región, no del capital, allí radica la gran contradicción entre democracia li- beral y derechos humanos. En esto, los movimientos sociales y políticos latinoamericanos han dado una importante lección desde los años 70’s, que sin duda corresponde a la herencia ancestral de la permanente acción de resistencia y lucha, y que en nuestros tiempos agudiza el fracaso de la globalización neoliberal mediante la nueva ola de movimientos y la radicalización política electoral, donde los roles de los indígenas, las mujeres, los pobres y secto- res marginados, la juventud, los estudiantes, los campesinos, los sindicalistas, entre otros, constituyen un desafío al imperialismo28. De esta manera, la población organizada en movimientos so- ciales y políticos en América Latina ha influido en el proceso de construcción de una democracia desprendida del simple forma- lismo electoral y representativo, que por el contrario abre el pa- norama de participación a las bases sociales, siendo significativos

Ediciones Antropos, 2007. Pág. 149.

los cambios de gobierno y regímenes políticos en países como Ecuador, Bolivia y Venezuela durante la última década, donde se refleja una mayor atención estatal por los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales.

En el contexto de posacuerdo en Colombia no podemos bajar la guardia, no podemos perder de vista la necesidad de educar en/ para los derechos humanos, mediante procesos de transformación cultural y cambio de mentalidades, donde construyamos una so- ciedad que reconozca e incluya a los sujetos creadores y titulares de derecho, con responsabilidad social, haciendo posible múltiples espacios en pro de la transformación de prácticas sociales que his- tóricamente, desde un lenguaje dominante y desde desrealización de la realidad29, han degradado al ser humano, enajenándolo de la naturaleza y de sí mismo, contribuyendo al despojo mediante la guerra y la barbarie como técnica del capital y de sus estructuras de poder, negando así el florecimiento humano y la reproducción de una sociedad esquizoide. El reto está en aportar a las alterna- tivas de inclusión política y social que han florecido en la región, democracias o socialismo del siglo XXI, concibiendo los derechos humanos como un soporte de la humanidad para avanzar en la construcción de sociedad incluyente, en paz y con justicia social.

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2013

La Paz de Colombia, entre el espanto y la ternura.

Crónica de un viaje hacia los presos políticos y los ex combatientes escrita el 27 de junio de 2017 en Bogotá

En el día de hoy, martes 27 de Junio de 2017, se realizó el acto oficial de dejación de las armas y en palabras del Comandante de las FARC, Timoleón Jiménez, la organización político militar más antigua del continente no ha desaparecido sino que ha finalizado su etapa de rebelión armada para pasar a constituirse en una fuer- za política. El Comandante de las Farc señaló un cumplimiento muy desparejo de los acuerdos finales por parte de la insurgencia y el Estado Colombiano (acuerdo final que ya era muy, pero muy lejano de lo acordado durante los cinco años de diálogos con par- ticipación de importantes sectores del movimiento social colom- biano). Puedo dar fe de ambas aseveraciones.

En los últimos siete días he visitado un Penal, el de Chiquin- quirá, donde se concentran unos trescientos prisioneros de guerra que esperan la amnistía acordada, y votada por el Congreso a fina- les de diciembre de 2016; también el Veredal Buena Vista cercano a Mesetas en el departamento Meta (el mismo donde se realizó el acto de hoy) que tiene dos sectores: uno, donde están los gue- rrilleros que dejaron armas y el otro donde están los prisioneros liberados de las cárceles pero que todavía tienen que pasar por el mecanismo de la Jurisdicción Especial para la Paz que decidirá finalmente sobre su libertad o eventual castigo, allí nos recibieron sus jefes compañeros Alduver Morante, Enrique Marulanda (hijo de Manuel Marulanda) y Julián Suárez (sobrino del Mono Jojoy); acompañado de los compañeros de la Fundación Lazos de Dig- nidad pudimos dialogar con las organizaciones que componen la Coalición Larga Vida a las Mariposas (una red de organizaciones que defienden los presos políticos en todo el extenso país y sus más que numerosas cárceles de alta “seguridad”), también con el

Secretario de la Jurisdicción Especial para la Paz, el Dr. Néstor Correa, con el responsable de derechos humanos de Marcha Pa- triótica Cristian Delgado que nos entregó un demoledor informe sobre las violaciones a los derechos humanos en el periodo de “diálogos para la paz” y denunció el asesinato de decenas de mi- litantes de Marcha, y con el compañero Jairo Lesmes quien fuera representante oficial de las Farc en Argentina en los 90 y fuera liberado hace un año luego de ocho de encierro riguroso que casi acaba con su vida. También con decenas de presos políticos de Chiquinquirá, del penal del Veredal y con militantes de diversas fuerzas liberados en los últimos años.

Es mi tercer viaje a Colombia y siempre he venido con la dis- posición de escuchar todas las voces y no pretender ni saber todo ni dar consejos a nadie. Como integrante de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre he procurado mantener nuestra dis- posición solidaria de siempre como demostraron en sus viajes a Colombia los Dres. Guadalupe Godoy y Héctor Trajtemberg y la compañera Graciela Rosenblum.

El proceso de diálogos y acuerdos para la paz adquieren una importancia histórica difícil de exagerar, son una conquista tan- to de los más de cincuenta años de insurgencia armada como de las luchas, realmente extraordinarias del movimiento campesino, sindical, estudiantil, de los afro descendientes, de las mujeres, de la comunidad LGTB, de la Universidad y los intelectuales y de tantas y tantos que sería imposible nombrarlos a todos. La po- sibilidad de conquistar una paz justa es de por sí, el solo hecho de existir como posibilidad, como proceso acordado entre partes antagónicas que guerrearon por décadas, un logro fantástico que los pueblos y más aún los luchadores por los derechos humanos y los revolucionarios, valoramos sin condiciones ni egoísmos.

Pero por ello conviene analizar rigurosamente los problemas que enfrenta y la situación real en que el proceso está, justamente por que los cambios en América Latina y el mundo van exacta- mente en la dirección contraria de lo que se intenta en Colombia.

Solo repasar el rol fundamental que tuvieron en el proceso los gobiernos de Venezuela, Brasil y Argentina (y recordar sus graves problemas o su sustitución por personajes tan colonizados como Macri o Temer) debería hacer mirar con inquietud el proceso.

Comencemos, como militantes por los derechos humanos que somos, por el tema de los prisioneros políticos.

Parte de la estrategia contrainsurgente, ampliada por la inter- vención imperialista norteamericana con sus Planes Patriota y Co- lombia, fue encerrar en condiciones infra humanas, sin lugar a du- das constituyendo su solo encierro condiciones de tortura, a todos los que ellos sospecharan que fuera parte de la insurgencia (no solo Farc, también ELN y otros grupos menos conocidos fuera de Co- lombia), de los que supuestamente colaboraban con la insurgen- cia, de todo aquel que protagonizara experiencias de organización popular autónomas y resistencias al proyecto neoliberal, extracti- vista, represor y colonial que se aplicó por décadas, y aún a cientos de simples campesinos que sufrieron causas armadas (como ya había constatado en 2015 cuando me reuní en Ibagué, el Tolima, con campesinas encerradas por años sin razón política alguna). Se llegó a calcular unos siete mil presos políticos con la dificultad de que como el régimen penal negaba su calidad política, las cuen- tas siempre resultan provisorias.

Al momento del acuerdo final se pactó lo siguiente (muy gros- so modo): libertad a todos los presos políticos por medio de una amnistía irrestricta y un proceso de justicia no penal (reparativa, no punitiva) para todos los participantes en el conflicto armado con la sola (y fundamental) condición de decir la verdad, en caso de así proceder las penas serán de cumplimiento en libertad (tra- bajo social o de otro tipo) o con un máximo de 20 años de prisión para los que mientan o se nieguen a decir la verdad de los hechos imputados. Para ello se creó una Jurisdicción Especial para la Paz que deberá encargarse de tales tramites.

Empecemos por el principio: según denuncia el Comandante Jesús Santrich, en huelga de hambre indeterminada desde el 26

de junio, la Farc reconoció como propios a 3400 prisioneros de los cuales solo salieron un poco más de quinientos compañeros y a otros 900 guerrilleros de las Farc el Alto Comisionado para la Paz ni siquiera extendió el certificado que los jueces piden como garantía de pertenencia a la insurgencia, aunque dicho requisito no estaba contemplado ni en el Acuerdo ni en la ley de Amnistía (número 1820 del 30/12/2016).

En el Penal de Chiquinquirá, en el patio seis, dialogamos con unos cien compañeros por varias horas. El penal había sido utili- zado en el proceso de desmovilización (e impunidad grosera) de los paramilitares que se acogieron a un proceso de desarme. Se supone de gran confort aunque es un edificio muy antiguo donde los presos pasan casi todo el día en un patio abierto y duermen en habitaciones sin ventana, en cuchetas y sin nada de privacidad. Claro que como vienen de lugares tenebrosos como la Tramacúa (construida bajo el Proyecto Imperial de Cárceles que los EEUU buscan imponer en todo el mundo) hasta parece que no fuera tan malo.

Recuerdo un caso muy particular sobre el cual ya nos habíamos interesado en el 2015 cuando impulsamos una Carta Humanitaria por Setenta y Un presos colombianos en grave estado de salud30: un muchacho, Oscar, no vidente y con un brazo amputado que permanece en prisión sin ninguna consideración especial sobre su estado de salud y sobre el cual, el Juez Camilo Ernesto Becerra (primera instancia de Tunja capital del departamento Boyacá) dice no saber si es de las Farc a pesar de haber sido condenado a cua- renta años por supuestas acciones de la insurgencia. Ese patrón de conducta se repite en muchos casos de un modo que consuma una burla cruel del Poder Judicial al proceso de paz: primero el Estado impuso un tramite judicial cuando una amnistía se define en un acto político como nosotros conocimos en mayo de 1973 cuando el Congreso ordenó la libertad de todos los presos políticos (inclu-

30http://libertadparalasmariposas.blogspot.com.ar/2015/07/sos-carta- humanitaria-por-la-libertad.html

yendo a todos en una lista explicita) y salieron en la misma noche de la votación, luego los Jueces no aceptaron como valida la lista de las Farc si no venía acompañada de un certificado del Comisio- nado de Paz (que es un órgano estatal previo al Acuerdo y que fue parte del dispositivo estatal contrainsurgente) y luego los mismos Jueces dudan de la doble certificación de la identidad política con razones grotescas que no reciben el repudio del gobierno ni de la Comisión Tripartita de aplicación de los acuerdos. En los diálo- gos con los presos que permanecen en el Penal de Chiquinquirá y el espacio penal del Veredal Transitorio para la Normalización de Mesetas, así como con los recién liberados, pude comenzar a entender el modo de vivir la cárcel y la libertad de estos compa- ñeros muchos de los cuales han pasado o llevan diez o quince años de encierro, contando con menos de cuarenta años de edad. Toda una vida en las Farc, la mitad de ella en prisión. Pero de lo que aprendí sobre la militancia guerrillera, sobre las historias de vida que estoy conociendo escribiremos en la próxima nota. Ahora, para todos lo decisivo para que el proceso no se tranque (como tantas otras veces en Colombia y América Latina) es asumir la lucha por la Paz como propia y la libertad de los presos el paso indispensable que demuestre la voluntad del estado y que no hubo mala fe al momento de la firma de los acuerdos. En esta batalla se juega buena parte del futuro de la democracia de Colombia y de nuestra América. Seamos con el Che en las acciones solida- rias, honremos la tradición sanmartiniana y bolivariana. Es nuestra hora de actuar.

Retrato breve de dos guerrilleros de las Farc: Javiero y Luciano. Uno liberado, el otro encerrado en la Cárcel de Chiquinquirá

crónica escrita en Bogotá el 1º de julio de 2017

Si en la Argentina uno pregunta por Jairo Lesmes difícil es que al- guien lo conozca, pero si menciona al “colombiano de las Farc, Ja- vier Calderón” muchos les dirán que lo conocieron en los noventa y que hubo un fiscal, Alberto Gentile, que intentó involucrarlo en una absurda causa (por la cual perdió el puesto de jefe de la unidad fiscal de lucha contra las drogas peligrosas UFIDRO en el 2006) junto a Hebe de Bonafini, Patricio Echegaray y otras muchas per- sonalidades del movimiento popular que de verdad lo trataron y supieron de su dimensión política y humana.

Javiero fue “amablemente” expulsado cuando Bush lanzó la guerra total contra la insurgencia y el gobierno fantoche de Me- nem, que lo había acogido como diplomático que era, le pidió que se fuera. Javiero volvió a su Colombia, pero no a su puesto en la Compañía Coltabaco en la misma Bogotá donde había nacido y vivido. Javiero entró muy joven a trabajar en la fabrica de ciga- rrillos más grande de Colombia donde por su compromiso con los derechos de todas y todas se afilió a la Juventud Comunista de Colombia y luego se convirtió en dirigente sindical de su fabrica, del sindicato tabacalero y de la misma Central de Trabajadores de Colombia.

A mediados de los ochenta, en uno de los tantos ciclos de exterminio de la militancia obrera, popular, de las izquierdas, que de tanto en tanto le duele a Colombia, ante la evidencia cierta de que los paramilitares y los Servicios Secretos lo habían incluido en una de esas listas de futuros asesinados o desaparecidos, decidió no esconderse sino subirse a la montaña para pelear en las Fuer- zas Armadas Revolucionarias de Colombia. Le fue a comunicar

su decisión al entonces secretario nacional de organización del Partido Comunista Colombiano, Teofilo Forero (también diri- gente sindical metalúrgico y fundador de la Central de Trabaja- dores Colombianos, asesinado en 1989), quién primero trató de convencerlo, luego acordó con él, pero le propuso que pasara un curso de un año en la Unión Soviética, a lo cual Javiero se negó. Me dice ahora que tomar aquella decisión ya era demasiado difícil para postergarla por lo cual, de aquella entrevista pasó por su casa para cerrarla y llevarle la llave a su madre que viviría allí por más de veinte años hasta su muerte .

Ahora, estamos en esa, su casa, en la zona sur de Bogota, en un barrio muy bonito que se llama Villa Los Sauces que se comenzó a construir como resultado de la negociación entre las Farc y la familia, muy poderosa, de una de sus retenidas por razones econó- micas: las Farc pidieron una suma para sostener la insurgencia y la construcción de un conjunto de casas para entregar a trabajadores sin techo, y lo logró. Así Javiero, hombre de la ciudad, culto, de costumbres y modos muy urbanos, amante de la música, las plan- tas, el teatro y los libros, se subió a la montaña,

En cambio Luciano nació en la montaña, no vivió en ciudad alguna y cuando mataron a su familia en un paraje campesino, aterrado por las incursiones del Ejercito, a los doce años se fue con los guerrilleros y nunca se arrepintió. En su vereda31 no había escuela alguna y aprendió a leer y escribir con la guerrilla, igual como aprendió todo lo que sabe de ciencias sociales, histo- ria y geografía. Por unos doce años fue parte de una Unidad de Orden Publico que casi no entraba a los pueblos y combatía casi continuamente. De vez en cuando su unidad pasaba por algún pueblo, y hasta cruzó por algunas ciudades grandes hasta llegar a DF México en alguna tarea que le encargara su organización, pero no se detenían mucho. Como Luciano, la inmensa mayoría de los

  • la vereda colombiana es un paraje poblado pequeño y con pocas casas campesinas.

combatientes de las Farc es de origen campesino e ingresaron muy jóvenes en la insurgencia armada de modo tal que “su familia” son los compañeros y parte del proceso de paz será aprender a vivir en las condiciones “normales” de los campesinos colombianos, sin la comida, la salud, la recreación y la seguridad que tuvieron durante los años de insurgencia armada en la que las Farc llega- ron a convertirse en algo así como un pequeño Estado paralelo y autosuficiente.

En una de las tareas asignadas por el Mando, de reconocimien- to del terreno donde era fuerte el Estado, no en combate, fue atrapado en Bogotá, por una filtración de una llamada telefónica. Lo asaltaron a las dos de la madrugada, fue maltratado y torturado por las unidades especiales, luego sufrió un montaje judicial y pasó los siguientes diez y seis años en las Cárceles de Mediana y Alta Seguridad, incluida la tenebrosa Tramacúa, que el estudioso y mili- tante de Tucson, EE.UU., James Jordan dirigente de la Alianza por la Justicia Global32 , afirma que fue la primera construcción del Proyecto Imperial Carcelario que los EE.UU. luego instalaron en Guantánamo y extendieron al “mundo libre” colonizado por ellos. El proyecto penitenciario combina un desprecio absoluto por los seres humanos, basado en el concepto antijurídico del “derecho del enemigo” que considera a los “terroristas subversivos” como seres que no son sujeto de derechos y por ello se los puede tratar como enemigos a exterminar. Aislamiento, agresiones, hostilidad continua, la atención medica al servicio del exterminio planifica- do, permisos para los paramilitares presos para que asesinen a los militantes populares, casi todos los servidos de salud, alimenta- ción, etc. terciarizados y privatizados, son algunas de las carac- terísticas de este proyecto que en Colombia ahoga a unos ciento cincuenta mil ciudadanos y ciudadanas, de los cuales unos siete mil cayeron por razones de lucha social, política o montajes afines a la lucha contrainsurgente. Según James, ahora mismo, se están

construyendo dieciséis establecimientos en América Latina y ha- bría que pensar, piensa mal de los dominantes y acertarás decía un revolucionario salvadoreño, que las críticas de hoy en Argentina al sistema penal está preparando el terreno para que “renueven” el sistema penal con la “ayuda” de los Yankees que ya están dictando cursos de formación a los penitenciarios y policías de la Argentina.

Luciano, con sus cuarenta años, espera sereno y paciente, que se cumplan los Acuerdos de La Habana, empezando por la ley 1080 de Amnistía aprobada por el Poder Legislativo a finales de diciembre de 2016. La cárcel de Chiquinquirá, en cuyo patio seis, se encuentra desde hace unos meses, le parece un avance impor- tante por el grado de libertad que tienen en el patio, la posibili- dad de compartir con sus compañeros guerrillero y acelerar su formación política para la nueva etapa. Me cuenta que todas las mañanas estudian y discuten las tesis para el congreso que las Farc han convocado para agosto a fin de decidir si formarán un partido o movimiento político, su nombre y definiciones tácticas. Orgulloso, me cuenta que están organizado en células partidarias de doce compañeros, tal como era en la montaña, y que para él la disciplina, la cohesión política y la unidad fraterna es lo principal para conquistar una paz verdadera para lo cual espera estar libre de una vez.

El que salió en libertad por los acuerdos de La Habana fue Javiero, estuvo ocho años en un penal de alta seguridad víctima de un montaje judicial que pretendían transformar en un escándalo mediático. Cuenta que luego de pasar los primeros años en la montaña, de luchar con empecinamiento para adaptarse a la vida guerrillera, a los retos de entrar en combates mano a mano contras las fuerzas estatales aunque siempre su aporte más apreciado por todos, y que a él más le gusta, son los talleres de formación política y humana. Con picardía recuerda un momento muy particular en uno de esos talleres.

En el 2003, Javiero andaba por el Caquetá, en la unidad gue-

rrillera que comandaba el Paisa33, Hernán Darío Velásquez Salda- rriaga, la famosa unidad Móvil Teofilo Forero (nombrada así por el dirigente comunista del que hablamos más arriba) que realizó algunas de las acciones más audaces y espectaculares de aquellos años. Javiero estaba dictando un taller muy cerca de donde estaba el mismo Comandante Paisa con el radio con que se comunicaba con sus unidades. Como el espacio era compartido todos habla- ban bajo pero algo se escuchaba de unos y otros. De repente se escucha, en un susurro, que una unidad que ha iniciado el regreso al campamento, porque había fracasado la operación originaria, le informa al Comandante que avistan un avión espía que daba vuel- tas muy bajito en círculos sobre la porción de la montaña/selva por donde ellos se estaban movilizando. El Paisa, imperturbable, ordena que le tiren con los fusiles y armas livianas que llevaba la unidad móvil y en un momento comienza a gritar, alzando los pu- ños, “le dimos” “le dimos”. Los guerrilleros que asistían al curso comenzaban a dar vuelta la cabeza entre el “profesor” Javiero y el Comandante Paisa. Javiero, primero intentó mantener la discipli- na pese a todo, y superando su propio deseo de saltar celebrando el hecho inédito de derribar un avión, y dar una lección inesperada de serenidad y concentración a sus “alumnos”, pero la tensión y la ansiedad va en ascenso hasta que, y ahora que lo cuenta vuelve a sonreír, les dice que van a “adelantar” el recreo veinte minutos y que pueden descansar.

Todos saltan alrededor del Paisa y del Javiero que disfrutan de unos de esos momentos soñados en las largas noches de caminata nocturna donde para no hablar ni realizar ruido alguno la cabe- za recuerda los hechos futuros que todos quisieran protagonizar: tumbar un avión espía con un rifle!, como si fuera fácil. El epi- sodio se hizo muy mediático porque en el avión volaban especia- lista en espionaje electrónico y aéreo de los EE.UU., los agentes Marc Gonsalves, Thomas Howes y Keith Stansell de quienes “el

  • se dice así a los nacidos en Medellín, Colombia

columnista del diario estadounidense The Washington Post los identificó como contratistas de la firma California Microwave Systems. Agregó que funciona- rios de la Embajada en Bogotá le dijeron que hacían una operación de inteli- gencia electrónica. Microwave Systems es unidad operativa de la corporación Northrop Grumman, de Baltimore (Maryland), que la adquirió en abril de 1999. Se especializa en reconocimiento aéreo y sistemas de observación (dentro de los cuales hay radares y sistemas electro-ópticos); sistemas de comunicación satelital en tierra, y planeación de misiones especiales que aseguren el éxito en las misiones. Presta servicios militares y otros para agencias gubernamentales estadounidenses y para organizaciones internacionales de defensa” tal como publicó en febrero 2003 el oficialista diario colombiano Tiempo (www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1032597). Los agentes norteamericanos permanecieron en manos de la guerrilla hasta el 2008.

Javiero salió de Colombia en los noventa y como parte de una ofensiva diplomática, fue designado representante en la Argentina donde desplegó una amplia labor por la cual muchos lo recuerdan a tantos años. Cuando Menem le “pidió” que se vuelva, subió de nuevo a la montaña hasta que fue capturado en el 2008 cuando se produjo el episodio mediático frustrado. Cuenta que al cabo de algunos días de su captura, interrogatorios, torturas y demás rutinas, lo llevan a un salón enorme que el Ejercito tenía en un edificio de varios pisos, era un centro de prensa militar y al entrar Jairo ve una cantidad de cajas y bultos (que pretendían falsamente haber secuestrado del lugar donde fue capturado) y a una famosa periodista de nacionalidad española que funge como una de las cabezas del sistema comunicacional contrainsurgente, entonces Jairo, en manos de sus captores armados, solo en medio de un salón repleto de militares, funcionarios estatales y diplomáticos, comienza a gritar que es un insurgente por la libertad de Colom- bia y que lo han secuestrado para armar un montaje escandaloso. El diario El Espectador contó así el episodio: “Somos Farc, ejército del pueblo…viva el comandante Alfonso Cano el jefe de las guerrillas”, gritó

Lesmes Bulla en el momento en el que era presentado a la prensa. Force- jean un rato hasta que un alto jefe militar grita que lo saquen y se lo llevan alzado en el aire, pegando Jairo gritos y patadas al aire. Le contaron luego que estaba previsto que el mismo Uribe vaya al show y que pensaban adjudicarle cada una de las acciones de la Teofilo Forero. Y así lo registró el mismo diario: “Esta es una de las pocas ocasiones en que detenidos señalados por las autoridades de ser miembros del grupo guerrillero, admiten ser parte de las Farc, Lesmes Bulla continuó su arenga por varios minutos antes de ser retirado de la sala por agentes armados con fusiles”34.

No supe nada de él desde que me despedí en 1999 para co- menzar un viaje por los estrados españoles, ante Baltazar Garzón en 1999, y argentinos en el 2002, que terminaría con la condena del Juez Federal Víctor Brusa en el 2009. En el 2015, en otro viaje a Colombia supe que Javiero estaba en muy mal estado de salud, agonizante casi, y junto a otros compañeros del movimiento de derechos humanos, y el apoyo decisivo del premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, lanzamos una Carta Humanitaria por los Setenta y Un presos políticos en grave estado de salud. A uno de ellos, Os- car lo encontré en el patio seis de Chiquinquirá, sigue allí a pesar de estar ciego y tullido de un brazo. A Javier, ya en libertad, le cu- raron la tuberculosis no diagnosticada en la cárcel y hoy está feliz con sus nuevas tareas, es parte de la comisión mixta (estado, Farc) que discute como preservar el medio ambiente que los guerrilleros conservaron por cincuenta años y que no quieren que la paz (la neoliberal y de negocios extractivistas) que sueña Santos, destruya los lugares por donde anduvieron por décadas. Vive en el Veredal La Variante en Tumaco, Nariño, donde están sus compañeros de la Unidad Mobil Teofilo Feraro y el Comandante Paisa, en el sur del país, y cuando viene a Bogotá, se aloja en su casa llena de plan- tas y flores, como si fuera la montaña que tanto ama. Me cuenta

que en el Veredal armó su alojamiento entre las plantas y abierto al aire libre, como siempre le gustó vivir. Libre entre sus hermanos.

Luciano sigue en Chiquinquirá y es uno de los mil cuatrocien- tos presos políticos de las Farc que realizaron una huelga de ham- bre de tres días para visibilizar el incumplimiento de los acuerdos de La Habana.

Ojala que sus historias, la breve parte que puedo contar, con- muevan la humanidad de todos y que al menos entierren el mito de la narco guerrilla que los Servicios Secretos Colombianos for- jaron y que los medios de todo el mundo, incluido más de un intelectual y político de izquierda, repitieron como loros. Hace un año que las Farc no opera militarmente ni domina territorios y el negocio de las drogas ilícitas no solo se mantiene incólume sino que crece como uno de los efectos no deseados (al menos por el movimiento popular) de los acuerdos, igual que el del paramilita- rismo. Lejos de terroristas sanguinarios o narcotraficantes, los guerrilleros que yo conocí en Bogotá, en el Penal de Chiquinquirá, en el Veredal Transitorio de Normalización Buena Vista, cerca de Meseta, Meta, son compañeros de carne y hueso, humanos como el que más, con personalidades y opiniones tan propias como en cualquier lugar del mundo. Claro que con una vida de compro- miso indoblegable que los hace más humanos y queribles para quienes la imagen de Bolívar abrazándose a San Martín o la del Che entrando en La Habana con Fidel y Camilo son algo más que una bella foto para un póster. Son un llamado a la rebeldía y la solidaridad. De esto se trata en estas crónicas de un viaje a los presos y los ex combatientes de las Farc.

Colombia, un informe sobre violación a los derechos humanos y la cuestión de la verdad en Friedich Hegel

“la más alta madurez y el grado más alto que cualquier cosa puede alcanzar, son aquellos que empieza su ocaso .

Esto es cuando se logra desplegar al máximo las contradicciones de un momento, es cuando este es efectivamente conocido y al mismo tiempo deja de ser lo que era”

Friedich Hegel35

crónica escrita en Buenos Aires el 12 de julio de 2017

Luego de visitar un Penal y una Zona Veredal Transitoria de Nor- malización; luego de conversar y fraternizar con decenas de guerri- lleros presos, libres o en zonas veredales, de conocer y recibir in- formes y opiniones de dirigentes religiosos, políticos y de derechos humanos y de conversar con algunos funcionarios judiciales y ad- ministrativos es la hora de dar una opinión que muchos requieren:

¿A donde va Colombia, cuál es el significado real del actual proceso de “implementación” de los Acuerdos firmados en La Habana lue- go de años de diálogos y negociaciones secretas y publicas, bilate- rales y compartidas con las organizaciones sociales y otros Estados y organizaciones internacionales, vamos a alguna forma de paz o a alguna forma de genocidio? En la sede de Marcha Patriótica, movimiento de convergencia de múltiples organizaciones sociales de base (dispersas y aisladas por razones ajenas a su voluntad en el periodo álgido del conflicto armado) de cuya fundación fui testigo presencial en el 2012, su responsable de derechos humanos, Cris- tian Delgado, nos brindó un exhaustivo informe sobre la violación

  • citado en “Todas las cosas son un juicio”. Juan Serey, Revista Opinao Filosófica, 2014, Porto Alegre

de los derechos humanos en el periodo de las negociaciones y pues- ta en marcha de los acuerdos, los números impactan e impresionan. Comencemos por allí, con textuales de su informe sobre violacio- nes de derechos humanos entre el 29 de agosto de 2016 y el 29 de enero del 2017: “Paradójicamente, mientras las víctimas combatien- tes en medio de la confrontación armada entre las Fuerzas del Estado y la guerrilla de las FARC-EP se redujeron en un 100%, las víctimas civiles, producto de la violencia socio-política se incrementaron ex- ponencialmente. A lo largo de los últimos cinco años, se ha podido evidenciar que dicho incremento tiene una relación directamente pro- porcional con los avances del Proceso de Paz y la negativa de sectores

de la ultraderecha a permitir que dicho proceso se materialice”

Como ya se señaló, la comisión Nacional de Derechos Humanos de Marcha Patriótica, documentó 317 violaciones a los derechos humanos por parte de grupos relacionados con el fenómeno del paramilitarismo, tal como se presentan tipificadas, en la tabla 1: Violaciones de DDHH relacionados con el fenómeno del paramilitarismo 29 de Agosto/16 – 29 de Enero/17

TipificaciónCantidad
Amenaza130
Asesinato51
Seguimiento y hostigamiento41
Estigmatización18
Inoperancia de la Fuerza Publica18
Atentado13
Hurto9
Ocupación territorial paramilitar9
Extorsión6
Lesiones personales6
Desplazamiento forzado7
Desaparición forzada5
Reclutamiento forzado3
Tortura2
Retención ilegal2
Artefactos explosivos S.E1
Intento de allanamiento1
Agresión sexual1
Despojo1
Daño en bien ajeno1
Persecución política1

“Muchas de las organizaciones expresan su preocupación por el alto grado de impunidad que se mantiene en materia de inves- tigación y sanción jurídica para los responsables de estos hechos. Las comunidades se han convertido en sus propios investigadores y agentes criminalísticos, realizando actividades de investigación, recolección de pruebas y testimonios como parte de su ejercicio autónomo de denuncia. En los casos donde han sido asesinados campesinos en zonas rurales, las organizaciones sociales son quie- nes entierran los cuerpos, sin la actuación del ente investigativo correspondiente que permita la apertura efectiva de la investiga- ción con la recolección de pruebas idóneas para cada caso. Esta situación incentiva a los actores ilegales y los agentes del Estado, a repetir dichas acciones criminales, que se profundiza con la au- sencia de investigaciones disciplinarias (por la acción u omisión) de los funcionarios y servidores públicos vinculados a los hechos.” La violación de los derechos humanos, con centro en la persecu- ción, estigmatización, amenazas y agresiones que en casos con- llevan la muerte de los dirigentes sociales y populares, continuó durante todo el 2017, hasta ahora mismo.

Según el dirigente nacional de Marcha, se perpetraron sesen- ta y tres asesinatos de lideres sociales ese año, con lo que solo de Marcha Patriótica se computan ciento treinta y seis dirigentes asesinados desde su constitución en el 2012. También compu- tan nueve asesinatos de familiares de guerrilleros que hicieron dejación de armas y cuatro guerrilleros que vivían en las Zonas Veredales Transitorias de Normalización. Todo ello vinculado a la constatación que en las zonas rurales (incluidos unos quinientos poblados) que estaban bajo control territorial de las Farc por años, y hasta décadas, en los que se produjo el retiro de la organización político militar, el Estado sigue ausente y se denuncian muchos casos de instalación de fuerzas paramilitares asociadas con el nar- cotráfico.

En un reportaje con el Espectador36 sobre la huelga de ham- bre de los presos políticos que siguen privados de su libertad a pesar de los Acuerdos de La Habana, de la Ley de Amnistía de diciembre del 2016 y de diversas actas compromisos, dice el Co- mandante Jesús Santrich ante la pregunta: Ya hay respuesta por parte del Gobierno? “Esto sólo tiene tres días. Estábamos en la fase de culminar la dejación de armas, entonces no he tenido noticias de cuál sea la repercusión de la huelga, pero hay más de

1.400 guerrilleros que están en protesta. Ya hay compromisos que están en actas. Ahí se dice que el Estado, incluyendo las cortes, acelerarán los procesos de liberación. Todavía no hay nada, ni si- quiera una decisión sobre el tipo de procedimiento administrativo que permita cumplir lo acordado. Eso es una grave violación al principio de pacta sunt servanda, a la buena fe del Acuerdo, que tiene connotaciones nacionales e internacionales.” Y eso se suma al incumplimiento en la construcción de zonas veredales… “Ese es el primer gran incumplimiento. Después de seis meses, la mayor parte de las construcciones no están terminadas y en las que ya existen se viven situaciones tan deplorables que parecen campos de refugiados. El Acuerdo tiene características de estar en etapa de renegociación: hay inseguridad jurídica, no hay condiciones de se- guridad personal, porque el paramilitarismo ha rodeado las zonas veredales, y tampoco hay garantías de tierras para adelantar proce- sos productivos que permitan la supervivencia de excombatientes y la comunidad.”

Es decir, ¿las Farc firmaron un cheque en blanco?

“Se supone que en el momento en que se suscribió el Acuer- do estaba la ruta clara, nítida. Lo que pasa es que se contaba con que era un compromiso de Estado, no de Gobierno, pero se ha producido un incumplimiento de la política de Estado. Nosotros tenemos todo claro porque está pactado y hay principios, como

el de la buena fe. Hay un ordenamiento constitucional que te dice que la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento, entonces, lo que habría es un desconocimiento, incluso del orden y los principios normativos de carácter internacional.” ¿Cómo ve el panorama político en el Congreso para la aprobación de pro- yectos de paz?   “El tema es de Estado. Nosotros no podemos ir a los avatares del interés parlamentario o de cada juez. Debe haber una concepción clara de país y de democracia. Si la democracia es el desconocimiento a la palabra, estaríamos marchando hacia el abismo, no tendríamos ninguna garantía del Estado de derecho en el país.”

¿Tropiezos o estrategia perversa?

La acción colectiva de los presos políticos en demanda de su liber- tad ha tenido la virtud de romper el muro de silencios y falsedades sobre el proceso de paz: el cumplimiento dispar, con el riguroso respeto de las Farc a los acuerdos y el más que insuficiente por parte del Estado en todos los temas que ya deberían estar en mar- cha: libertades, vivienda digna para los guerrilleros que hicieron dejación de armas, entrega de tierras para que trabajen, desmonte de los grupos paramilitares y cese de la persecución política a los vinculados a la insurgencia de las Farc y de todo militante social o político genera una discusión entre los partidarios de la paz que se puede resumir en dos hipótesis muy contundentes: ¿estamos ante un tropiezo o una estrategia perversa? Es decir, ¿los problemas derivan de la división del bloque de Poder (uribistas y santistas, para ser simples y seguro esquemáticos) que, desde el Plebiscito ganado por los belicistas, se bloquean mutuamente y dan como resultado este camino tan trabado y lento hacia la paz pero que fi- nalmente se abrirá paso y lograra el cumplimiento de los acuerdos y objetivos; o, por el contrario, Santos y Uribe siempre fueron las dos caras del mismo sujeto neoliberal y genocida que preparó una gran trampa para desarmar la insurgencia de las Farc, instalar una Paz de los Cementerios para acelerar los negocios de los grandes

grupos económicos internacionales (sobre todo los vinculados al modelo extractivista: petróleo, minería, gas, palma africana, car- bón mineral, etc.) y exterminar las fuerzas de la resistencia popular por décadas? Estando en Colombia uno puede escuchar profun- dos y documentados discursos que sostienen uno u otro curso del pensamiento.

Jesús Santrich lo dice a su modo tan particular: “La guerra su- cia sigue: hay dirigentes populares asesinados, también militantes de las Farc o sus familiares. Lo único que tenemos garantizado es un par de tiros en la cabeza.” e Iván Márquez dice las dos hipóte- sis al mismo tiempo en un reportaje de Semana: “Estamos seguros de que después de ver que nosotros hemos cumplido, el gobierno va a cumplir. Además, antes del 10 de julio debe empezar a funcionar, de manera gradual, la segunda misión de la ONU que justamente garantizará que se honren los compromisos en materia de reincorporación y de garantías de seguridad para los excombatientes y los territorios. La primera misión verificó el cese del fuego y de hostilidades y la dejación de armas, por lo tanto, estuvo enfocada sobre todo en las Farc. Ahora hay que mover el foco y alumbrar lo que está haciendo el gobierno. SEMANA: ¿Temen que los maten?: Tenemos ciertas amenazas contra nuestras vidas, información que ya le hemos trasladado al gobierno. Y desmontando las maniobras de presentar divisiones en la dirección de las Farc entre Santrich y el resto del Secretariado dice Márquez: Vengo de recorrer varias zonas de transición y puedo decir que los guerrilleros esperan que el gobierno pase de las promesas, de lo que está escrito, a los hechos. Necesitamos hechos en asuntos tan centrales como la seguridad jurídica, física y socioeconómica. La Ley de Amnistía, después de seis meses, no encuentra el camino de su aplicación plena. Esto es grave porque no da la confianza necesaria entre los guerrilleros. Sin embargo, a pesar de las dificultades nosotros creemos que el presidente va a cumplir su palabra, que no va a cambiarle una coma al acuerdo y que está comprometido con el proceso de paz. SEMANA: Jesús Santrich está en huelga de hambre por la amnistía, ¿tiene su respaldo? Yo respaldo lo que ha hecho Jesús Santrich. Él está asumiendo una actitud valiente en solidaridad con los presos que deberían estar libres por una amnistía que se aprobó hace seis meses. ¿Quién responde

por esta denegación de justicia? ¿El Consejo Superior de la Judicatura? ¿Los jueces de ejecución de penas?37

Me atrevo a hacer, respetuosamente, desde la doble humildad de quien en los años setenta entendió (como el partido al que per- tenezco) que la vía de lucha debía ser la de masas y por los medios más legales que se pueda y es parte de un movimiento popular y una izquierda que en cien años de existencia no ha podido forjar una alternativa verdadera ni consolidar proceso de cambios pro- fundos algunos, dos reflexiones.

La primera es advertir sobre una nueva ilusión producto de la fetichización (la cosificación, la idealización por fuera de las rela- ciones sociales y de lucha de clases) de los acuerdos, los papeles, lo escrito y firmado, lo legal y exigible en los Tribunales e ins- tancias internacionales que tienen un valor extraordinarios para exigir su cumplimiento, como puntos de articulación de alianzas extremadamente amplias y generosas, pero que no son automáti- cas ni “están condenadas al éxito”. Y sobre todo en Colombia, donde cincuenta años de conflicto armado han hecho de la estra- tagema militar de “inteligencia” moneda corriente y naturalizada. Engañar para secuestrar, capturar o asesinar ha sido la práctica del Estado y de los grupos sociales que lo han gestionado y aún continúan haciéndolo.                Ninguna ilusión cabe con el Estado, los grupos económicos, los jueces y operadores judiciales, etc. etc. etc.

La segunda es superar todo fatalismo, si nada está seguro, nada es imposible. Ni la libertad, ni la paz, ni la conquista de una de- mocracia con sustento social y contenidos populares. Enormes energías radican en el pueblo colombiano, en sus sectores campe- sinos, afro descendientes, en su juventud de las veredas, pueblos y ciudades, en sus obreros y estudiantes, en sus intelectuales. La verdad no está cristalizada ni en la convicción de la “trampa” ni en la ilusión ingenua de la “paz acordada” y por ello irreversible, la

37http://www.semana.com/nacion/articulo/ivan-marquez-habla-sobre-lo-que- sigue-para-las-farc/530875

verdad está en el despliegue de la lucha popular por la vida digna y en paz. Como en una esfera de vidrio puesta al sol, una mirada atenta sobre la Colombia real de estos días muestra las dos ten- dencias, las dos Colombias, las dos perspectivas y cuál de ellas se abrirá paso no está escrito en ningún texto divino o científico sino en las luchas mismas de los que sostuvieron tantos años la espe- ranza en una vida mejor y que hoy deberán multiplicarse y trans- formarse para cambiar esta vida, en este siglo, en esta América y en este mundo. Los que crecimos leyendo a Gabo y aprendimos a amar a Manuel y Camilo, como encarnación de miles y miles que lucharon por ellos y por nosotros, estamos y estaremos a su lado. Que es el nuestro. El de la verdad conquistada con los puños y el corazón

Nace la Marcha Patriótica del pueblo Colombiano, una gran victoria sobre la muerte y el horror, un salto cultural de la izquierda latinoamericana

Escrito en Bogotá el 26 de abril de 2012

Bogotá es una ciudad hermosa pero desarticulada totalmente por las torpezas interesadas (un gran negociado que terminó con la go- bernación del Polo Democrático y un grupo de funcionarios pre- sos por corrupción) de quienes debían reparar avenidas y plazas. Cuesta moverse de un lado para otro y no es fácil cruzarla al medio día. Y además es una ciudad ocupada militarmente. Así como lo digo: policías armados con fusiles de grueso calibre, armas de asal- to y uniformes de esos que uno veía en las Tortugas Ninjas y que también usan las tropas especiales de Santiago de Chile, de Buenos Aires o Asunción, que en eso no hay muchas diferencias. Pero aquí son todos, y están ocupando todos los espacios con la convicción de quien se siente dueño de la democracia, del gobierno, de la si- tuación. Es que cincuenta años de conflicto social y armado no dejan de modelar casi cada uno de los aspectos de la vida humana de este gran país. De pronto uno comprende que Gabriel García Márquez y Botero no hicieron más que recrear artísticamente una realidad desconcertante, desmesurada, agobiante a veces, loca de la mejor locura –esa que animó al Che o a Ho Chi Minh- otras.

En los últimos años, la derecha colombiana, el stablishment, el bloque de poder tan articulado económica, cultural, política y militarmente con los yankees (acaba de entrar en vigencia el TLC que prepararon por años y que legitima la subordinación colonial del país hacia el Imperio) no dejo de lograr victorias: golpeó una y otra vez los intentos de establecer una negociación política con la insurgencia, frustró varias veces liberaciones unilaterales de las FARC y asesinó a una serie de Comandantes históricos de esa fuerza, Alfonso Cano, Raúl Reyes, el Mono Jojoy, creando una imagen triunfalista que se completó con el cambio de imagen:

Santos, el político liberal dueño de grandes medios de comunica- ción y de un apellido ilustre reemplazando al impresentable Uribe, paramilitar y narcotraficante. Santos hablando de derechos huma- nos, promoviendo leyes de reparación y de devolución de tierras (hay cinco millones de campesinos desplazados por el conflicto al que le arrebataron las tierras), sumándose al Unasur y mostrándo- se amigo de los gobiernos progresistas de la región que le regala- ron la secretaría del espacio de articulación regional más potente. Para los observadores “objetivos” de derecha y de izquierda, para los analistas de los servicios de inteligencia y de las Cancillerías no había dudas: las Farc estaban desarticuladas y en proceso de ex- tinción y la sociedad civil colombiana había entrado en un dialogo virtuoso con Santos del que iría conformándose la sociedad post conflicto que daría patente de democrático al gobierno colombia- no. Y de repente, cuando nadie de estos sectores lo esperaba, pero organizado pacientemente por años, nacida de cada gota de sangre derramada y de cada metro de tierra arrebatada, surge un movi- miento de confluencia de procesos de resistencia múltiples: del movimiento estudiantil que frenó la reforma educativa y se unió por encima de sectarismos y divisiones históricas; del movimiento campesino que resurge y resiste a pesar de los millones de despla- zados y de los miles de desaparecidos y asesinados (al comenzar el congreso de Marcha Patriótica se denunció la desaparición forza- da de Hernán Díaz, dirigente campesino del Putumayo, abocado a organizar la delegación), del espacio de la cultura y el arte que se niega a corromper por la moda dominante, de los barrios y terri- torios y de la izquierda orgánica que estaba en el Polo y otros que hasta ahora se negaban a toda forma de lucha política abierta; y todo estos sectores mostrando un cambio cultural colosal (al que habrá que volver en otras notas) donde el posibilismo, el vanguar- dismo, la construcción desde los referentes y el espacio estatal, están seriamente dañados y dan lugar a nuevos valores culturales más cercanos a la unidad de las izquierdas, la pluralidad entendida como fortaleza, el antiimperialismo como ideología del cambio y

una mirada atenta a la correlación de fuerzas nacional y regional. Y de pronto, cuando nadie lo esperaba, ochenta mil compa- ñeros invaden Bogotá pacíficamente y caminan por las calles, pa- san por medio de los miles de policías militarizados, desoyen las provocaciones que todo el día afirma por la tele y la radio que el Comandante Iván Márquez, del secretariado de las Farc, vie- ne marchando con los campesinos, no se dejan arredrar por las descalificaciones de la presidenta del Polo que los ningunea, no se dejan afectar por las diferencias que tienen entre sí y caminan. Bajan de la montaña y suben por los ríos, cruzan Colombia de norte a sur y de oeste a este, y llegan a la hora señalada al punto exacto: a las dos de la tarde a la Plaza Bolívar, frente a la casa de Gobierno para encontrarse y abrazarse, para levantar los puños y volver a decir que ni un minuto de silencio por los compañeros muertos por el enemigo y toda una vida de lucha para vengarlos y para sentarse a comer el platillo de comida y de pronto saltar de alegría porque está hablando una mujer, una negra, una como ellos que les habla en el mismo idioma que ellos y les dice que ya está, que ya llegaron y que nada va a ser igual en Colombia. Y les creen porque a Piedad Córdoba hay que creerle. Basta mirarle a los ojos para creerle. Basta ver sus ojos flameando de ardor cuando de- nuncia un asesinato para creerle. Basta verle en medio de la selva, rodeada de militares y gringos, liberando retenidos para creerle. Basta verle hablar con cada militante de igual a igual para creerle. Ese mismo día, de tardecita, Santos cambió el ministro de In- terior. Puede ser que sea casualidad. O puede que no. Al otro día, la Junta Patriótica de la Marcha, empezó a trabajar para seguir construyendo la gran fuerza que imponga la paz y abra las puertas de una historia que ha estado cerrada más de cincuenta años. De- masiado tiempo, demasiado, hasta para un país donde la soledad dura cien años y las guerrillas cuarenta. Es el tiempo de la paz y el cambio revolucionario. Cierto que faltará tiempo para eso, pero la Marcha Patriótica ha puesto al pueblo Colombiano en marcha y

nadie lo va a detener. Ya no. Ya no. Ya no.

El derecho del pueblo colombiano a una paz que no sea la pax romana

Presentación al Foro por la Paz en Colombia a realizar en Porto Alegre, en mayo de 2013, a nombre de la Liga Argentina por los Derechos del

Hombre

in memoriam de Juan Camilo Lizarazo,

preso político asesinado con los “guantes blancos”

de la negación de atención medica

en abril de este año

escrita en Buenos Aires el 23 de mayo de 2013

Cuatro ideas para el debate

¿de qué paz hablamos? ¿de la pax romana o de la que surge de la vigencia de los derechos humanos?

la naturaleza del conflicto y la imposibilidad de equiparar el Ejercito y las fuerzas estatales con las insurgentes por definición y por derecho internacional la experiencia argentina contra la teoría de los dos demonios y la preten-

sión de igualar víctimas y victimarios, opresores y rebeldes la paz en Colombia, una causa americana

uno

Que la paz es un derecho humano casi es una obviedad pero no es tan obvio que cosa se entiende por la paz; de hecho, desde el nacimiento de la tradición cultural donde se afirma la civilización capitalista, se discuten dos conceptos de paz: la pax romana y la paz de Jesús concebida como la plenitud de las posibilidades vitales que se expresa en el shalom.

La primera es la paz de los vencedores, la paz de los cemen-

terios, la paz impuesta por la fuerza que convalida la injusticia y consagra la impunidad; esa paz que es la que pretende el Imperio y buena parte de los dueños del Poder en Colombia, es estéril y encubridora de un conflicto histórico, real y por ello, imposible de descartar o ignorar y que resurgirá de un modo u otro, más temprano que tarde.

La segunda, heredera y continuadora del discurso fundacional del primer cristianismo, es la idea que la paz es el modo en que se realizan los derechos populares y la dignidad humana.

En el Evangelio de Juan (14,27) se narra que Jesús al despedir- se le dice a su pueblo “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se aco- barden.” donde “el mundo” es el Imperio Romano y su paz, la que no es cristiana, es la pax romana, la paz sin justicia ni derechos humanos; es otra paz la que propone Jesús definida por su rechazo a los ricos y su proclamación de la igualdad entre las personas en una civilización donde muy pocos eran considerados iguales.

Por eso la primer discusión es qué tipo de paz queremos para Colombia: la pax romana o la que proponía Jesús. La paz que con- sagre la impunidad y la dominación política, económica y ambien- tal de los pueblos de Colombia por parte del Gran Capital o la paz que termine con la violación sistemática y masiva de los derechos humanos por parte del Ejercito y el aparato estatal de seguridad, incluyendo en un lugar destacado al sistema penitenciario, pero también de los paramilitares –no importa el nombre que asuman al renacer una y otra vez, cada vez más crueles y perversos.

Y si descartáramos todo fundamento ético o filosófico, valdría recordar que todos los intentos de imponer la pax romana en Co- lombia han fracasado una y otra vez por la obstinada resistencia del pueblo y la fuerza telúrica del conflicto ya ancestral para que nosotros vengamos a decir que estamos por la paz como un ca- mino para la libertad y la felicidad del pueblo, la paz como modo de hacer realidad los sueños independentistas de Bolívar y San

Martín, de Allende y el Comandante Guevara, de Eleiser Gaitán y Manuel Marulanda, de todos y cada uno de los miles y miles de colombianos y colombianas de las más variadas formas de pensar y de actuar que han bregado de todos los modos posibles para terminar con el conflicto armado y para terminar con las causas que originaron y alimentan este conflicto

dos

Decía Hegel que cuando un fenómeno finaliza se ponen a prueba los conceptos que intentaron dar cuenta de su naturaleza; por eso, al comenzar el proceso de conversaciones enfiladas a terminar el conflicto se vuelva una y otra vez a discutir la naturaleza del mis- mo y a su inicio. La derecha, en Colombia y en todo América Lati- na, tiene una misma explicación para todos los conflictos sociales (armados o no, prolongados o de corta duración): todo se originó en la intención de “imponer un régimen extraño al ser nacional”, a una “agresión subversiva comunista”, enmarcada en la guerra fría y justamente fue el fin de la guerra fría por implosión de la Unión Soviética y el llamado campo socialista, el que originó el discurso del “narco terrorismo” y la “degeneración” de la insur- gencia que muchos progresistas, por ignorancia u oportunismo, repetían como loritos en los años duros de la ofensiva de Uribe y el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU., al cual nunca hay que obviar en la discusión sobre la paz en Colombia puesto que sin su participación desde el comienzo mismo del conflicto, hace rato que la paz sería realidad.

Precisamente fue el fracaso de tantos planes de aniquilamien- to de la insurgencia el que obligó a un cambio discursivo, a una versión específica de la “teoría de los dos demonios” con que se pretendió justificar por vía de los excesos o efectos colaterales no deseados lo que en verdad fue y es un plan de aniquilación siste- mático estatal

Como casi todos saben el conflicto se originó por la acción asesina de la oligarquía colombiana que al ejecutar a Jorge Eliecer

Gaitán en 1948 no solo precipitó el Bogotazo sino una serie de enfrentamientos por la tierra que derivaron en una interminable serie de confrontaciones armadas que han pasado por toda clase de contingencias, de cambios en la correlación de fuerzas para uno u otro lado, pero no desaparecieron nunca ni siquiera cuando el Imperio del norte, embriagado por la borrachera exitista de sus guerras contra el terrorismo del siglo XXI, acumuló millones de dólares y agencias que lograron exterminar uno a uno a casi todos los miembros de la dirección nacional insurgente. Ignoraban lo que el sacerdote colombiano Camilo Torres había interpretado en 1965: entrevistado por la revista Marcha brindó su interpretación del surgimiento de las FARC que a la distancia nos resultan con- vincentes y coherentes con el pensamiento crítico de la época y de las nuevas ideas que crecían en la Iglesia Latinoamericana: “Las guerrillas en Colombia son mucho más que un problema policial o un proble- ma político. Son un problema social que toca las raíces mismas del país. Por eso no sirven las calificaciones morales para condenar la lucha guerrillera. Es lo mismo que el ejército: no podemos aprobarlo o condenarlo con calificaciones morales abstractas. Hay que ver a qué fines sirven unos y otros, guerrillas y ejércitos. Cuando todos los canales de ascenso social parecían cerrados para el campesinado y la estructura opresora de la sociedad colombiana inconmo- vible, las guerrillas vinieron a abrir, bien o mal nuevos canales de ascenso, y a través de su existencia decenas y cientos de miles de campesinos adquirieron conciencia de seres humanos capaces de decidir en la historia de Colombia, por primera vez. Quienes en nombre de la conservación social condenan el fenóme- no, deben antes explicar por qué las viejas estructuras no pudieron satisfacer esa necesidad.

En los años 60, la Revolución Cubana, con su accionar libera- dor puso más de manifiesto el carácter reaccionario y deshumani- zante de la dependencia de los pueblos hacia los Estados Unidos abriendo o profundizando todo tipo de debates, incluido el de la violencia. Pretender pensar aquellos años, y sus consecuencias mediatas al margen de aquellas discusiones no solo es metodoló- gicamente incorrecto, sino básicamente erróneo. La propia Iglesia

de Roma, conmovida por las tensiones desatadas convoca a un Concilio: el Vaticano II que transcurrió en cuatro sesiones realiza- das entre 1960 a 1965, iniciada por un Papa y concluido por otro que en 1967 da a conocer la encíclica Popolurum Progressium donde estampa una frase que hoy causaría espanto en el Vaticano del siglo XXI (y también en las jerarquías eclesiales argentinas y colombianas): “la violencia originaria, raíz y principio de todas las demás violencias sociales, es la llamada violencia estructural, la injusticia de las es- tructuras sociales, sancionada por un orden legal injusto y orden cultural ideo- logizado, que como tales constituyen la institucionalización de la injusticia”. Préstese atención al concepto de que “la violencia originaria, raíz y principio de todas las demás violencias sociales, es la llama- da violencia estructural” lo que no pocos interpretaron como un asumir la posición desarrollada por Carlos Marx en colaboración con Federico Engels a fines del siglo XIX que se podría resumir en la sentencia contenida en el Antidhuring: ”el poder, la violencia, no es más que el medio, mientras que la ventaja económica es el fin”, sabién- dose que los fundadores del comunismo como corriente política y pensamiento filosófico sostenían que para conquistar la igualdad real, ya no la formal proclamada por la Revolución Francesa de 1789 en su Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciuda- dano, reivindicaban la lucha de clases hasta lograr el poder popular que acabe con las condiciones materiales que permiten “la ventaja económica” y por ende “el poder, la violencia” como medio de

sostenimiento.

Conviene recordar que el derecho a la rebelión popular es aca- so el primero de los derechos de los pueblos consagrados en el mismo prologo de la declaración de la ONU del 48 cuando dice “Considerando esencial que los derechos humanos sean protegi- dos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión” tal como lo recoge la sentencia del Sentencia Tribunal Ético contra la colonización y ocupación israelí de Palestina recién finalizado en la ciudad de Buenos Aires que en su

apartado quince considera “Que en ningún caso puede conside- rarse de igual modo la violencia del opresor con la del oprimido. Mientras la primera obedece a un plan sistemático de domina- ción y aniquilación ejecutado desde estructuras del Estado israelí en contra de la población palestina, a los efectos de beneficiarse de sus padecimientos, la ejercida por el pueblo cuyo territorio es ocupado por una potencia militar refiere a la impotencia y la des- esperación ante las injusticias padecidas, y debe considerarse en el marco de la apelación al supremo recurso de resistencia a la opresión, legitimado por el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Concluimos entonces que la paz no puede construirse sobre la base de la equiparación de los bandos en pugna puesto que eso liquida la historia real del conflicto e impide la conquista de Verdad y Justicia, bandera histórica de los pueblos de Nuestra América en los últimos cincuenta años, que hoy comienza a conquistarse en buena parte de la región.

tres

Permítannos transmitir nuestra experiencia en la lucha contra la equiparación de los torturados y los torturadores, entre los opre- sores y los oprimidos, entre los que ejercieron la violencia para sostener el régimen bárbaro de explotación y expoliación que sufrimos desde la conquista militar europea de nuestra América, prometo que intentaré ser breve en el relato histórico, pero con- sidero importante considerar nuestra experiencia en uno de los pocos terrenos donde de un modo verdadero hemos avanzado, y con firmeza y profundidad.

En la Argentina, fueron los partidarios de Raúl Alfonsín los que sentaron las bases de la supuesta teoría de los “dos demonios”: primero con dos decretos presidenciales por los que se ordenaba la captura de los jefes de las organizaciones guerrilleras PRT/ERP y Montoneros por un lado y de la Junta de Comandantes en Jefe por el otro (decretos 157/158) que luego el afamado escritor Er- nesto Sábato, el mismo que se había entrevistado con el dictador

Videla sin reclamar por la vida de ninguno de los cientos de inte- lectuales desaparecidos, estampara con cierto brillo literario en el Prologo del Nunca Más: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extre- ma derecha como de la extrema izquierda” para continuar ”a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24/03/1976 contaron con el poderío y la impunidad del Esta- do absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a los miles de seres humanos”. El discurso fue un justificativo ético y teórico para la claudicación moral y política de Alfonsín ante los genoci- das que se alzaron en la Semana Santa de 1987 y obtuvieron las leyes de Punto Final y de Olvido que clausuraron la vía jurídica del reclamo, impunidad que se pretendió remachar con los indultos presidenciales hacia los pocos condenados por el Juicio a la Junta. Vinieron entonces casi quince años de dura impunidad en que el discurso de los dos demonios se convirtió en hegemónico mientras se descalificaba a las víctimas que no se subordinaban al mandato de los aparentes vencedores y seguían reivindicando su identidad política revolucionaria y no abjuraban del pasado mili- tante. Debe quedar claro que como parte de la resistencia al me- nemismo y las “relaciones carnales” con el imperialismo yanqui, hubo que combatir hasta derrotar la teoría de los dos demonios en los dos terrenos donde se había impuesto: el político cultural, que afectaba la resignificación del pasado reciente y el jurídico

institucional.

Esa batalla cultural, que se dio en términos clásicos de las dis- putas culturales, no se resolvió en el terreno discursivo sino en el terreno de la lucha de calles. Fue el Diciembre Popular Insurrec- cional contra De la Rúa (diciembre de 2001), la Alianza con el FrePaSo (que expresaba la continuidad del posibilismo intelectual que había abrazado la teoría de los dos demonios) el que generó las condiciones –con el descalabro del neoliberalismo en el plano teórico y del gobierno de De la Rúa en el plano práctico- para la

superación de la equiparación de victimas y victimarios.   Fue en el proceso de los juicios conquistados que se fue probando (y no solo con el testimonio de los sobrevivientes sino con documentos secretos de la Junta Militar que se iban consiguiendo) el Plan de Exterminio largamente preparado por una Doctrina de Seguridad Nacional que desde 1968 (mucho antes que comenzara cualquier forma de lucha armada de las organizaciones populares) ya pre- veía el aniquilamiento de los militantes, la tortura y la desaparición de los compañeros.

Estos avances fueron reflejados en dos documentos oficiales claves: el prologo que el entonces Secretario de Derechos Huma- nos de la Nación, Dr. Eduardo Luis Duhalde escribiera para la reedición del Nunca Más, como parte de la conmemoración del treinta aniversario del 24 de marzo y el dictamen que el entonces Procurador General de la Nación Dr. Esteban Righi firmara en noviembre de 2007: “es inaceptable pretender justificar el Terro- rismo de Estado como una suerte de juego de violencias contra- puestas, como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado que son irrenunciables. Por otra parte el terrorismo de Estado fue desencadenado de manera masiva y sistemática por la Junta Militar a partir del 24 de marzo de 1976 cuando no existían desafíos estratégicos de seguridad para el status quo porque la guerrilla ya había sido derrotada militar- mente. La dictadura se propuso imponer un sistema económico de tipo neoliberal y arrasar con las conquistas sociales de muchas décadas, que la resistencia popular impedía fueran conculcadas”. Y agregaba Righi, al hacer suyo un dictamen de los Dres. Pablo Parenti y Jorge Auat de la Unidad Fiscal por Delitos de Lesa Hu- manidad al analizar la causa abierta en la ciudad de Rosario por la muerte en 1975 del Tnte. Coronel Argentino Larrabure, atribuido al Ejercito Revolucionario del Pueblo, desde la perspectiva jurídica y la aplicación del Derecho Internacional ” Estos antecedentes demuestran que el elemento de contexto, que distingue los delitos

comunes de los crímenes contra la humanidad según la práctica existente hasta la década de 1970, se apoya en que los actos for- man parte de una política del Estado. Ello se desprende con cla- ridad de la circunstancia de que los hechos a los que se aplicó esta categoría de delitos en todos los casos fueron crímenes cometidos a gran escala y con la participación o la tolerancia del Estado. En suma, los actos fueron cometidos por funcionarios del Estado o por agentes no estatales actuando de conformidad con la política de un Estado.”

Y continuaba: “Es claro que las categorías jurídicas pueden modificarse, pueden variar su alcance y también sus fundamentos. En cierta medida ello ha sucedido con la categoría de los crímenes contra la humanidad, especialmente a partir de la jurisprudencia de los tribunales ad hoc, pues se observa una tendencia a ampliarla hacia actores no estatales que, sin embargo, tienen un gran poder lesivo y pueden actuar a gran escala desplazando al poder del Esta- do. Uno de los supuestos que se han aceptado es el caso de organi- zaciones que ejercen de Facto el poder en determinado territorio y, por ello, reemplazan de hecho al Estado. En este sentido puede citarse la definición de la categoría que realiza Alicia Gil Gil: “[s] on crímenes contra la humanidad los atentados contra los bienes jurídicos individuales fundamentales cometidos como parte de un ataque generalizado o sistemático realizado con la participación o tolerancia del poder político de iure o de Facto” con la aclaración necesaria de Para Ambos y Wirth: “[e]n la actualidad no existe duda de que la entidad que opera tras la política no tiene que ser un Estado en el sentido del Derecho público internacional. Es suficiente con que sea una organización que ejerza de Facto un poder en un territorio dado”.

Pero agregan, luego de mencionar la jurisprudencia del Tri- bunal ad hoc para la ex Yugoslavia, que en la categoría de los crímenes contra la humanidad “[…] no están comprendidas orga- nizaciones que, siendo capaces de ejercer cierto poder, no son la autoridad de Facto sobre un territorio, en virtud de que existe una

entidad mas elevada o mas poderosa que la domina. La autoridad en cuestión es más bien la que ejerce la autoridad más alta de Fac- to en el territorio y puede, dentro de ciertos límites, dominar a to- dos los que tienen poder y a todos los individuos. Así, una organi- zación criminal en un Estado que todavía ejerce el poder sobre el territorio (por ejemplo, mediante las fuerzas policíacas normales) donde está activa la organización, no entraría dentro de la catego- ría de la entidad que se oculta tras la política. Si tal organización, según sus planes, comete múltiples delitos, esto, como tal, no hará que tales crímenes lleguen a ser crímenes contra la humanidad, En relación con los últimos desarrollo de la figura debe decirse que la necesidad de un vínculo entre los actos y un contexto determina- do fue expresamente contemplada en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional al momento de tipificarse la figura de los “crímenes de lesa humanidad”.

En el artículo 7 del Estatuto se entiende por “crimen de lesa humanidad” cualquier acto de los enumerados en el párrafo 1 de esa norma (asesinato, tortura, desaparición forzada de personas, etc.) “cuando se cometa como parte de un ataque generaliza- do o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque”. Este es el particular contexto requerido para que cierta conducta pueda ser considerada un crimen de lesa hu- manidad. Ahora bien, el Estatuto introduce el llamado policía elemental al disponer que por ”’ataque contra la población civil’ se entenderá una línea de conducta que implique la comisión múltiple de actos mencionados en el párrafo 1 contra una po- blación civil, de conformidad con la política de un Estado o de una organización de cometer esos actos o para promover esa política”. Tal como se ha visto en este apartado la figura de los crímenes contra la humanidad aparece asociada a la criminalidad de Estado.

Traduzco, para la derecha colombiana y algunos despistados del movimiento popular que pretenden juzgar a los insurrectos como si fueran la otra cara de la misma moneda de la ignomi-

nia; para lograrlo primero deberían ignorar el prologo de la de- claración universal de los derechos humanos que declara como derecho de los pueblos el alzarse en armas contra la opresión, segundo deberían colocarse a contrapelo de toda la jurisprudencia de la CIDH y la Corte que han anclado en los Estados el peso de la pero aún si pretendieran utilizar el Convenio de Roma y senten- cias sobre Ruanda y Yugoslavia deberían demostrar lo siguiente: a) que las fuerzas insurgentes tenían dominio territorial exclusivo y absoluto sobre regiones geográficas del estado colombiano, y que eso fuera aceptado por el otro poder en competencia, el mismo estado colombiano; b) que la violación de los derechos humanos constituyera una práctica sistemática, masiva y planificada por par- te de la insurgencia; y ni aún el más delirante de los observadores podría probar tales hechos.

Concluyendo este apartado decimos que la paz es inconcebible sin un proceso de juicio y castigo de los crímenes del Estado y sus organizaciones formales e informales, digo, incluidos todas las formas de existencia de los paramilitares; no hacerlo consagraría la impunidad y dejaría una bomba de tiempo que, me temo, estallará mucho más temprano que tarde en las manos de aquellos que pre- tendan ya no la paz verdadera sino también su versión claudicante de paz a todo precio, la pax romana contra la cual hace dos mil años se rebeló un tal Jesús de Galilea, un carpintero que muere todos los meses en el Cauca, en las calles de Calí o en la Cárcel La Picaleña de Ibagué en el departamento del Tolima donde mataron a nuestro hermano Juan Camilo Lizarazo por el método salvaje de tratar “secuelas de evento cerebro vascular (hemiplejía izquierda)” con ansiolíticos.

Como pretender curar el cáncer con aspirinas, como preten- der resolver un conflicto de más de sesenta años con una paz sin solución a los problemas populares. Aunque duras, las metáforas medicas conservan su fuerza argumental y por ello acudimos a ellas en esta ocasión

cuarto

Dice Jorge Beinstein38 que la caotización del mundo periférico ca- pitalista es una de las tendencias que trae la declinación decadente del imperio como civilización capitalista. Lo que en los ochenta llamábamos la “libanización” de los países en conflicto hoy apa- rece como un objetivo explicito y el resultado de una acción de- liberada y planificada por el Imperio. El conflicto colombiano en su versión más brutal y extendida es el sueño imperial para toda nuestra América.

Si Cuba y el Alba representan la tendencia a superar la crisis por el camino de la verdadera independencia, liberación nacional y desarrollo sustentable; Uribe y los paras representan el otro polo de la ecuación americana en disputa. La discusión entre los dos modos de entender la paz en Colombia no es una discusión “na- cional”, en el sentido estrecho del término, sino claramente una discusión regional sobre el futuro de Nuestra América: liberación o dependencia decíamos en los 70; continuidad del capitalismo depredador y sus consecuencias caóticas y catastróficas o la Se- gunda y Definitiva Independencia, decimos ahora.

Cuando se dice que Colombia es el Israel de América Latina no solo se alude a la participación del Mossad en el conflicto o la presencia de capitales sionistas en la región, se indica que el Im- perio busca transformar a Colombia en el gendarme disciplinado y disciplinador de Nuestra América. Por eso las bases militares, por eso la ayuda militar yanqui a todo lo que sea guerra y por eso hay que deducir que el Imperio saboteará toda forma de paz o presionará severamente para que si es sea una pax romana. Lo que ya dijimos que no es paz sino dominación con resignación popular La paz en Colombia es una cuestión histórica, ética, moral, política, económica pero también una obligación legal para los gobiernos de la región puesto que luego del largo periodo de

38http://canarias-semanal.org/not/18516/jorge-beinstein-con-obama-se- reinicio-la-reconquista-de-america-latina-por-los-ee-uu-/

dominación terrorista y neoliberal, de esta región surgieron los reclamos para que la violación de los derechos humanos no sea una cuestión meramente nacional sino universal, y tuvimos éxi- to en esa batalla. Por eso la Causa por Genocidio cometido en Argentina que se abrió en la Audiencia Nacional Número Cinco de Madrid en España y su consecuencia más impactante en su momento: la detención de Pinochet en Londres, nada menos que en Londres, y a su hijo mimado, Pinochet. Y   por eso no solo los pueblos sino también los gobiernos de la región, en primer lugar los integrantes de Unasur, deben actuar con pasión por una paz verdadera.

Y por qué los del Unasur?   Porque aceptaron que Colombia se uniera y hasta pusieron a su canciller al frente del organismo regional con el discurso justificador que así se lo condicionaba para que se sume al ciclo democrático y progresista que vivimos en la región.   Porque en la declaración fundacional del Unasur, en su compromiso democrático se declara compromiso con los derechos humanos y su plena vigencia como causa común, tan- to que es motivo de exclusión la violación de los mismos como ocurrió con Paraguay en el caso del golpe contra Lugo. Leo solo el prologo del acta fundacional para fundar la pretensión que exponemos: “La Unión de Naciones Suramericanas tiene como objetivo construir, de manera participativa y consensuada, un es- pacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad al diálogo político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura, el financiamiento y el medio ambiente, entre otros, con miras a eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la soberanía e inde- pendencia de los Estados”

Resalto: “otorgando prioridad al diálogo político” para lograr “eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la democracia” y porque

el logro de esos objetivos se asume como un objetivo regional, explicitando que se busca superar la división impuesta por la oli- garquía al momento de la derrota del sueño independentista de nuestros Bolívar y San Martín.

Porque en la lucha por la segunda y definitiva independencia es imperiosa la unidad de los pueblos, esa que soñó Bolívar al convocar el congreso anfictiónico de 1826 en Panamá y renovó Hugo Chávez en el siglo XXI y porque la unidad popular lati- noamericana implica pensar en términos de región y no de país, en términos estratégicos y no coyunturales; y para todo ello, para la democracia verdadera y la liberación definitiva, hace falta paz verdadera en Colombia.

“No se angustien ni se acobarden” nos dijo Jesús al despedirse, “¡Ánimo! Que para los hombres de coraje se han hecho las empre- sas” decía el General San Martín cuando convocaba a declarar la

independencia nacional argentina

Y me gusta pensar que en todo eso pensaba nuestro coman- dante Guevara cuando desafiaba al Imperio en la Asamblea Ge- neral de las Naciones Unidas en 1964 “Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado, que se empie- za a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen an- dar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.”

“Porque esta gran humanidad ha dicho «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquis- tar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez, inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, mori- rán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera e irrenunciable independencia.

La “locomotora minera” en La Guajira, la empresa Cerrejón, los waayú y un genocidio no tan silencioso

escrita el 12 de octubre de 2015

En el extremo norte de América del Sur, casi en el medio del Mar Caribe y con las Antillas a una hora de avión, está La Guajira Colombiana. Territorio ancestral de los waayú que como viven allí mucho antes de la República de Colombia y de la República Bolivariana de Venezuela, no reconocen fronteras y consideran como territorio propio a una extensa zona del lado colombiano y del lado venezolano. Estuve en La Guajira Colombiana dos días, el sábado tres y el domingo cuatro de octubre para ser parte del Jurado del Tribunal Popular contra las Trasnacionales en La Gua- jira convocado por un amplio espectro de organismos de derechos humanos y fuerzas políticas o sociales comprometidas con la cau- sa ambiental, de los derechos humanos y de la soberanía nacional. Porque todo eso está en juego en La Guajira, y mucho más.

Aunque nosotros llegamos para las dos audiencias del Tribu- nal, compañeros de las diversas organizaciones recorrieron el de-

partamento por semanas, y eso quiere decir que convivieron con sus habitantes en las humildes viviendas de los waayú, casi sin agua y bajo un sol que levanta la temperatura arriba de los 30 grados. Y a los paramilitares y el Ejército que de una manera abierta actúan coordinadamente para controlar la región y atacar la revolución bolivariana venezolana que la frontera está a pocos kilómetros, tan cerca como el lago Maracaibo que de un lado es colombiano y del otro venezolano.

La capital de La Guajira es Riohacha, una encantadora ciudad caribeña de unos 150 mil habitantes, muchos de los cuales han sido “corridos” por la minera de sus antiguos territorios ancestra- les, hoy transformados en asiento de la producción de carbón. El sábado viajamos de Riohacha a Barranca, una de las localidades más paradigmáticas del drama de los waayú. El camino es de montaña, montaña verde diría yo para entender que no son las sierras cordobesas ni mucho menos la Cordillera de los Andes que conocemos en el sur, sino algo más parecido a una combinación de sierras con la selva misionera (con perdón de los geógrafos) y se van recorriendo pequeños poblados con pequeños negocios abiertos sobre las veredas, sin puertas, que venden comidas regio- nales y toda clase de productos contrabandeados de Venezuela. La primer imagen impactante de Colombia fue la exposición en la ruta de cientos y miles de bidones de 30 litros de combustible, apilados como en exposición, no solo a la vista de todos sino pro- tegidos los contrabandistas por el Ejército Colombiano que hasta cinco tanques militares puso ese día para proteger el combustible traído a precio vil desde Venezuela y de paso presionar a las comu- nidades para que no vayan a Riohacha al Tribunal Popular contra el Cerrejón, amo y señor de todo el territorio.

Cerrejón es una mina de carbón, hoy la más grande del mundo a cielo abierto, propiedad de un grupo trasnacional que en su web oficial dice: “Cerrejón es una empresa perteneciente en tres partes iguales a BHP Billiton   (Australia), Anglo American   (Sudáfrica) y Glencore (Suiza). El carbón de Cerrejón abastece el sector de

generación de energía eléctrica, principalmente en el mercado del Océano Atlántico, en Norte América, Europa y América Latina, con participaciones menores en el Pacífico. BHP Billiton. Com- pañía australo – inglesa. Su portafolio de negocios es diversificado e incluye la extracción de mineral de hierro, petróleo, carbón y productos especiales (diamantes, etc.). Anglo American. Com- pañía sudafricano -inglesa. Tiene operaciones mineras alrededor del mundo, principalmente en Sudáfrica, Australia y el continente americano. Su portafolio de negocios se concentra en carbón y los metales básicos: cobre y mineral de hierro entre otros. Glen- core. Una de las compañías diversificadas de recursos naturales más grandes del mundo. Produce y comercializa más de 90 mate- rias primas estructuradas en tres segmentos de negocio diferentes: metales y minerales, productos de energía y productos agrícolas.” (para más información: www.cerrejon.com)

Cerrejón llegó en 1977, renovó sus permisos de extracción de carbón en 1981 y en 1986, contando ahora con una concesión hasta 2034 para llevarse el carbón casi sin pagar impuesto alguno. Cierto que paga algunas regalías, pero como recibe toda clase de subsidios el resultado tiende a cero como denunció el dirigente de Marcha Patriótica, David Flores en el Tribunal. Tomó como año el 2009 para mostrar que había pagado regalías por 1.93 billones de pesos colombianos (3000 colombianos a un dólar, aproxima- damente) pero había recibido subsidios por 1.44 billones de pesos. En treinta años Cerrejón se ha robado millones y millones de dólares a cuenta del carbón de los colombianos, casi sin pagar re- galías ni impuestos y produciendo un daño casi inconmensurable e irreversible sobre La Guajira y la población más vulnerable: los waayú y los afrocolombianos que habitan la región desde la época de los quilombos, aquellas poblaciones rebeldes construidas por

los esclavos fugados del español colonialista o sus herederos.

En Barranca nos esperaban decenas de waayú y afrocolombia- nos que no solo desafiaron la empresa, que controla todo, sino a los paramilitares que desde hace años se mueven libremente por la

región. Uno de los más famosos de ellos, Kiko Gómez nació en Barranca y pudimos ver carteles con su imagen abrazando niños como si estuviera en campaña electoral. Dice la web las2orillas.co: “Juan Francisco Gómez Cerchar, alias ‘Kiko’, arrestado por seis homicidios en octubre de 2013, cuando ejercía el cargo de Gober- nador del departamento de La Guajira, inició su carrera criminal a comienzos de los años 90, cuando se incorporó a las primeras bandas paramilitares que llegaron a esa zona del país en alianza con traficantes de armas, drogas ilícitas y gasolina venezolana.” Se entiende? Un paramilitar que llega a gobernador de la mano de Cerrejón. No es de extrañar que la catedral de Riohacha esté forrada en mármol donado por los paramilitares. Bienvenidos a La Guajira Colombiana.

En el alegato de la fiscal, la ex senadora de la Nación Gloria Inés Ramírez resumió las jornadas de Barranca y Riohacha donde decenas de pobladores, dirigentes campesinos y sindicales, autori- dades de los waayú y expertos en medio ambiente, salud y econo- mía brindaron testimonio en tres o cuatro acusaciones centrales que intentaremos resumir a nuestro modo. La producción del carbón daña seriamente la salud de los mineros, de los pobladores y modificó el medio ambiente de un modo drástico hasta el extre- mo de haber cambiado el curso del Río Rancherías para “chupar- se” el agua para la mina y secar el curso del río que ha sostenido la vida de la región por miles de años. El polvillo del carbón arruina los sembrados, enferma el ganado y tal como denunciaran los diri- gentes sindicales modifica los genes de quienes están expuestos al polvillo según un estudio de la Universidad de Córdoba (Colom- bia) avalado por otras instituciones universitarias de Colombia y de todo el mundo que han verificado con estudios comparativos (se estudiaron cien trabajadores de la mina y otros cien pobladores alejados de las minas) hasta catorce tipos distintos de cáncer que atacan en primer lugar a los niños de la región.

Pero los niños no solo mueren por el polvillo, les falta el agua y la comida. Según cifras oficiales, hay 37 000 niños desnutridos.

Veamos un informe de un diario local: “Son tales las carencias nu- tricionales de los habitantes de la región, que los adultos también muestran signos de desnutrición crónica. Según cifras del DANE, entre el 2008 y el 2013, en La Guajira murieron 4.151 niños: 278 por falta de comida, 2.671 por enfermedades que pudieron haberse tratado y 1.202 que no alcanzaron a nacer. Eso quiere decir que en los últimos seis años, en promedio, mueren dos niños al día por abandono. Solo en el Hospital Nuestra Señora de los Remedios, de Riohacha, 14 niños murieron por las consecuencias propias de la falta de alimento entre enero y abril de este año. El año pasado, 23 menores murieron a raíz de la deshidratación y la malnutrición, mientras que durante el primer semestre del 2014, se reportaron 15 casos. Las cifras, sin embargo, pueden ser mayores, ya que la Superintendencia de Salud estima un subregis- tro debido a que las comunidades prefieren enterrar a los niños cerca de sus terrenos. Esta situación se ve favorecida por la pobre red hospitalaria. La Guajira solo cuenta con centros médicos de primer y segundo nivel de atención, es decir, que prestan servicios de medicina general y algunas especialidades bá- sicas. Además, cerca de las rancherías no hay puntos de salud para atender a las comunidades indígenas que tienen acceso limitado a las cabeceras urbanas” www.semana.com

Las autoridades de los waayú denunciaron que hay localidades que reciben agua cada ocho días, y que antes de Cerrejón el río era su medio de vida: allí pescaban, nadaban y tomaban el agua para beber y asearse. David Flores acusó de que hay 333 localidades en toda Colombia que no reciben ni una gota de agua, y que no es un problema de sequía como dice el gobierno, son las consecuencias de la minería a cielo abierto que solo en Cerrejón gasta 17 mil metros cúbicos de agua para lavar los medios de transporte del carbón y otra cantidad similar para producirlo, y eso por día. Agua hay, pero no para los niños ni los waayú, ni los afrocolombianos.. Y en La Guajira comencé a entender el significado colombia-

no del desplazado. Se calcula que hay cinco millones por el con- flicto. Yo conocí algunos en Riohacha. Fueron arrancados de sus territorios ancestrales por la violencia o el engaño. Un waayú me explicó que para ellos la palabra era sagrada, que no firmaban

documento ni pagarés, bastaba la palabra; y que los de Cerrejón los habían engañado de manera cruel. Varias veces. Y habían so- bornado y corrompido algunos jefes de ellos. Que la partida de sobornos figura en los balances de la empresa. Y que desplazados de sus tierras no solo están confundidos y extraviados, temen por sus territorios sagrados, por sus cementerios, por sus plantas me- dicinales o para enamorar.

Cerrejón es una minera. Ergo, una empresa capitalista que tiene gerentes y trabajadores. Unos doce mil entre los propios, estables, “en blanco”, que suman unos cinco mil y los precarios, tercerizados que suman otros siete mil. Y no solo problemas de salud tienen los trabajadores. Sometidos a un régimen casi militar de trabajo , en palabras de Marcelo Chalreo, uno de los integran- tes del jurado, abogado brasilero de larga experiencia en el tema, Cerrejón viola una y cada una de las disposiciones de la OIT sobre el derecho a sindicalización y las más elementales condiciones de trabajo.

El Tribunal Popular sesionó el domingo cuatro en Riohacha en una cancha de básquet techada que no tenía electricidad por lo que el calor era agobiante. Hasta allí llegaron decenas de waayú que volvieron a dar su testimonio, casi todos en su lengua. En el co- mienzo Piedad Córdoba hizo una apertura que requeriría de toda una nota por la profundidad del análisis de los dolores de Colom- bia y de sus reflexiones políticas tendiendo a generar conciencia que solo el pueblo salvara al pueblo. Llamando a leer a Lenin y a Gramsci para prepararse para luchar por el poder. Verla hablarle a su gente, a los waayú y los afro, es todo un espectáculo. Yo la había visto entrevistar a Timochenko en La Habana para Telesur y verla allí fue todo un impacto. Me tocó a mí dar a conocer la sentencia que fue la de dar por probadas las acusaciones contra Cerrejón, convocar a fortalecer la organización y la lucha de las comunidades afectadas y constituir un espacio nacional e interna- cional de seguimiento de las resoluciones. Es que como se dijo en el Tribunal, en La Guajira no solo está en juego la supervivencia

de los waayú y los afro, toda Colombia está amenazada y es más, si persiste este modelo suicidad de extracción de minerales, la hu- manidad no tiene futuro. La avaricia del capitalismo nos puede llevar a la muerte. En sus más diversas maneras, todas la cuales se pueden ver a simple vista en La Guajira Colombiana, territorio de los waayú y asiento de Cerrejón.

Pero en el Tribunal se mostró otra cara de La Guajira. La de los ancianos resistiendo. Y la de los jóvenes que rompen con el miedo y el mandato de trabajar para Cerrejón o los narco con- trabandistas y se rebelan. Aprenden su lengua y su cultura. Se aferran a su s territorios y levantan su voz como pocas veces antes en los últimos años. Hay esperanza, a pesar de todo.

Los Nueve Círculos del Infierno.

Ponencia al Seminario “Haciendo la Paz en Colombia” convocado por la COPPPAL y Colombianos por la Paz Buenos Aires, 21 al 23 de febrero 2011

escrita el 20 de febrero de 2011

No hace mucho, en una discusión sobre la pena a solicitar contra un grupo de represores, un fiscal dijo algo que me pareció muy inteligente: después del cuarto círculo del infierno ya no hay ma- tices. Quería decir que traspasado un límite, el límite del horror, de la participación en el Terrorismo de Estado que sufrimos entre 1974 y 1982, no correspondía establecer diferencias en la respon- sabilidad penal de los represores y a todos debía condenarse por el máximo establecido en el Código Penal.

Pero hoy, luego de escuchar lo que aquí se denuncia, debo con- fesar que estábamos errados: los argentinos, que tanto sufrimos por la aplicación del plan sistemático que pergeño la Junta Militar

-que hasta dimos nacimiento a una nueva categoría de la perver- sión humana, que bien ganado tiene el derecho a figurar como una de las causas para ir a parar al Infierno descripto por Dante en la Divina Comedia, “la desaparición forzada de personas”, los desa- parecidos como se dice llanamente, la “muerte argentina” como la bautizaron en Europa a finales de los 70- conocimos el primero, acaso el segundo o el tercero de los Círculos del Infierno; pero el pueblo colombiano vive desde hace décadas en el Noveno Círcu- lo, ese que para el Dante no arde sino que está cubierto de hielo, porque el fuego arde y se consume; el hielo congela y transforma en eterno el sufrimiento.

Al acercarnos, siquiera intelectualmente, y quiero decir que la Liga Argentina por los Derechos del Hombre –en cuyo nom- bre hablo- ha estado más de una vez en suelo colombiano, junto a los que luchan por los derechos humanos; digo, al aproximarnos

a la realidad colombiana, al repasar la cifra de ejecutados, exiliados, desaparecidos, desplazados, etc. uno no puede dejar de expresar una sensación de agobio, de desmesura, de algo casi inimaginable

-siquiera para nosotros- que sobrevivimos al Terrorismo de Esta- do, que lo resistimos y en alguna medida, en algún sentido, así sea simbólico, lo vencimos.

Permítanme, en nombre de mi organización y de todos los humanistas de la Argentina, asumir esta dimensión del horror, este genocidio permanente y cínico que se hace con el ropaje lustroso de la democracia representativa y hasta invocando al libertador Bolívar a veces; asumirla decía, como un momento de reconoci- miento y solidaridad, como homenaje y compromiso. Nosotros, que tanta solidaridad recibimos de tantos pueblos, estamos obli- gados más que nadie a ser mucho más solidarios y a ser mucho más eficaces en la solidaridad; a ser más inteligentes y más audaces para contribuir a terminar con el Genocidio y construir una paz duradera, verdadera, que requiere de la base firme de la verdad y la justicia, porque la impunidad es el triunfo de la muerte y la justicia de la vida. ¡Verdad y justicia para todos y todas las colombianas victimizados en tantos años, honra a ellos!.

La paz, un camino en dirección contraria al sentido de época Se trata, nos convocan, de pensar los caminos de un dialogo que fecunde paz. Y lo primero que uno advierte es que es un desafío

al sentido común, al pensamiento “realista” y “posibilista” (en el peor sentido de estos términos, el de dar por inmodificable la co- rrelación de fuerzas y la Tendencia de Época) porque si algo va quedando claro de este mundo post guerra fría y post crisis de los vencedores de la guerra fría; en este mundo que combina toda clase de crisis: económicas, alimentarias, medio ambientales que confluyen en una crisis de dominación imperial sin precedentes en siglos, es que América Latina se convierte -cada día que pasa- en el lugar elegido por el imperialismo norteamericano para librar su batalla final.

El levantamiento del pueblo egipcio es acaso la noticia más im- portante de la segunda década del siglo nuevo. Cuestiona el status quo de un lugar clave para el Imperio como Medio Oriente y llena de esperanzas la causa del pueblo palestino y toda la gran nación árabe; pero así como Vietnam tuvo mucho más que ver con la tragedia latinoamericana que lo que normalmente se acostumbra pensar, el ciclo de rebeliones árabes -que ya tumbó al gobierno de Túnez y al de Egipto-, (recordemos que antes que alumbraran los nuevos gobiernos progresistas de América Latina, los pueblos tumbaron nueve presidentes en una seguidilla de rebeliones antineoliberales a la cual también aportamos los argentinos con nuestro Diciembre de 2001), puede originar un proceso de cambios similares (si no en la forma , sí en el sentido de perdida de capacidad de hegemonía por parte de los EE.UU.) que paradó- jicamente, refuercen la obstinación yankee en mantener América Latina como “su” patio trasero, incluso abandonando las “buenas maneras” de las “democracias restringidas” que tuvo que aceptar cuando se agotaron las dictaduras militares; que para eso volvió la Cuarta Flota, reemplazan la base perdida en Ecuador con un des- pliegue colosal en Colombia y mayor presencia militar en todos la- dos, como se evidenció aquí mismo con el avión yanqui que venía a “adiestrar” nuestra Policía, como si después de tantos años de Terrorismo de Estado y tantos años de “gatillo fácil” en democra- cia, los Federales o la Bonaerense necesitaran adiestramiento para reprimir o ejercer el control social sobre los pobres y los jóvenes. Pero nada nos debe desanimar, que estamos celebrando dos- cientos años de una gesta independentista emprendida cuando en Europa ya había triunfado la Restauración, se destruían las copias de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y por las capitales del viejo Mundo, el culto y decrépito Viejo Mun- do, repartían coronas reales a bajo costo. Animo, que nuestro San Martín nos sigue arengando que para hombres de coraje se han hecho estas empresas. Y coraje, dignidad, honor y causas nobles no nos

faltan.

La victoria y la derrota son más relativas que lo que el Poder cree

En la Argentina se están juzgando (algunos de) los crímenes del Terrorismo de Estado perpetrados durante la última dictadura mi- litar, y hay causas abiertas por los cometidos en el periodo consti- tucional que desemboca en el 24 de marzo. Es un hecho histórico, porque rompe la impunidad que los anteriores genocidios goza- ron y porque al lograr niveles de justicia, se fortalece la Memoria y se logran mayores valores de verdad. Los juicios son una experien- cia casi inédita que generan un sinnúmero de novedades jurídicas; pues es una de las pocas veces en la historia universal del Derecho, que se juzga al Poder y sus acciones; al considerarlos “delitos de lesa humanidad” son imprescriptibles y se libra toda una batalla jurídica por la tipificación de los delitos que es en sí una batalla cultural enorme por la resignificación de la historia.

Genocidio decimos nosotros para apuntar a que la perversión y el horror tenían un propósito: eliminar el grupo nacional que era incompatible con el modelo de país que portaban las ametra- lladoras y la picana eléctrica. El grupo nacional a exterminar fue detallado minuciosamente en el anexo II de Inteligencia de “El Plan del Ejército (Contribuyente al Plan de Seguridad Nacional)” elaborado antes del 24 de marzo que enumera las organizaciones a “exterminar”: un largo listado de fuerzas insurgentes, políticas, sindicales, religiosas, educativas, etc. Allí estaban todos los com- ponentes del campo popular no importa su identidad cultural o forma de lucha. Los peronistas y los comunistas, los pacifistas y los que practicaban la lucha armada. De paso, que nuestra Liga fi- gure en aquella lista es un “reconocimiento”, que nos honra, a una posición de principios: siempre al lado de los que sufren represión estatal, contra toda violación de los derechos humanos. Genocidio para eliminar un grupo nacional y reorganizar radicalmente el país como efectivamente ocurrió. Por ahora el Poder Judicial se niega a esta calificación a pesar de que en 1948 la Argentina firmó la Convención de Prevención y Castigo del Delito de Genocidio,

que lo ratificó por Ley especial en 1958 y que en 1994 la Refor- ma Constitucional dio preeminencia a los Pactos y Convenciones Internacionales con lo cual el Convenio tiene plena ejecutividad y solo prejuicios ideológicos frenan su aplicación aunque el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata haya declarado su vigencia en tres oportunidades fallando que los delitos fueron cometidos “en el marco de un genocidio” y algún fiscal se haya sumado al reclamo en un juicio de Buenos Aires.

Cierto que los juicios admiten múltiples abordajes pero yo quisiera comenzar por consignar el asombro de los altos Jefes Militares ante lo nunca imaginado: habiéndose pensado como vencedores están en el lugar de los acusados; acostumbrados a no dar cuenta de nada a nadie deben responder las preguntas de la fiscalía y los abogados querellantes de los organismos de de- rechos humanos que ellos desprecian y detestan; y para más, se ven condenados por la veracidad que los tribunales otorgan a la palabra de los sobrevivientes de cárceles y desapariciones, a quie- nes ellos consideraban sub humanos y por ello pasibles de toda clase de agravios, torturas o sometimientos (desde el juicio a la Junta de Comandantes Militares se reconoce el testimonio de los sobrevivientes prueba necesaria y suficiente contra un Geno- cidio cometido en las sombras, sin dejar rastros ni siquiera cuerpos enterrados. La voz de los sobrevivientes, en cuyas palabras quien quiera podrá escuchar la voz de los desaparecidos, es el principal arma que la sociedad tiene para probar el Genocidio se ha dicho; y no es poca cosa si de reivindicar una generación se trata.

Recurrentemente los altos Jefes Militares, entre ellos los ex Ge- nerales de la Nación Videla, Menéndez, Riveros y Bussi, expresan su desconcierto ante la contradicción entre la victoria militar y la derrota política. Lejos del arrepentimiento o la comprensión de lo sucedido recurren a teorías conspirativas y prometen continuar la guerra contra el comunismo internacional (nombre que le dan a la “subversión” de ayer y de hoy) al que consideran enquistado en el Gobierno Nacional, aunque uno a uno se encaminan hacia

lugares de detención o mueren en la soledad política más absoluta, sin que ni siquiera sus partidarios se animen a reivindicarlos, tan distinto al brillo fúnebre que acompañó el final del dictador Pino- chet en Chile. Están aprendiendo en carne propia que la victoria y la derrota son más relativos que los rígidos parámetros militares que aprendieron en sus academias o en la Escuela de las Américas del Comando Sur del Ejercito de los Estados Unidos.

Refiere Carlos Marx en El Capital que los historiadores de aquella época, finales del siglo XIX, herederos de la Revolución Francesa, afirmaban campantes “hubo historia, ya no la hay”, an- ticipándose 150 años al mediocre escriba yanqui que pretendía clausurada la historia y otras “vulgatas” que sonaban como músi- ca festiva en los oídos de la burguesía triunfante en la Guerra Fría a nivel mundial y administradora del Consenso de Washington entre nosotros.

En los años que ejercieron el poder total, los militares argen- tinos proclamaron una y mil veces que su victoria era total y fan- taseaban con la eternidad. Un marino fanfarrón39 soñaba con ser Perón y un General alcohólico40 convocaba asados multitudinarios para formar el tercer Movimiento Histórico que herede al peronis- mo y al radicalismo. En su triunfalismo, extendieron sus acciones a Centroamérica y colaboraron con las fuerzas represivas de El Salvador y la Contra Nicaragüense.

¿Y cómo fue entonces que llegamos a estos juicios se pregun- tarán muchos?

Acaso porque en el primer centro clandestino, que paradójica-

  • El Almirante Emilio Eduardo Massera coqueteó con esa idea por años, utilizó la Esma como base de operaciones política y llegó a fundar un diario con ese objetivo
  • El General Leopoldo Fortunato Galtieri, poco antes de Malvinas, organizó un famoso asado multitudinario en Victorica, La Pampa, donde agrupó dirigentes políticos de los partidos tradicionales que colaboraron con la dictadura en cargos municipales y ministeriales. Un socialista llegó a ser embajador en Portugal, Américo Ghioldi

mente antes fue una Escuela para pobres que la dictadura trans- formó en una maquina de exterminar pobres que soñaban con de- jar de serlo, la Escuelita de Famaillá en Tucumán, un compañero soportó la tortura y alentó a sus compañeros y alguno sobrevivió y comenzó a romper el mito de las desapariciones. Porque en alguna mesa de torturas, un compañero sostuvo su identidad con su sangre, y le escupió en la cara al torturador. Porque las Ma- dres de los desaparecidos comenzaron a organizarse y manifestar. Porque había organismos de derechos humanos que ya existían y pelearon y porque hubo abogados y habeas corpus y solicitadas y cartas y rondas y pintadas clandestinas y puertas solidarias y abra- zos y pañuelos y donde menos lo esperaban los milicos, nació la Resistencia. En la Argentina el olvido se construyó antes que la memoria y la impunidad mucho antes que la Justicia; por eso los desaparecidos, las capuchas, los disfraces, los centros clandestinos y la subordinación del Poder Judicial. Pero los genocidas olvidaron una regla de oro de la ciencia militar, mientras hay resistencia el enemigo no está derrotado y en la Argentina nunca cesó la resis- tencia: dentro y fuera de los centros clandestinos, dentro y fuera de la Argentina, por medios clandestinos y utilizando resquicios legales. Nunca cesó la resistencia. Nunca.

Los militares decretaron la auto amnistía en 1982 cuando com- prendieron que con Malvinas habían agotado su tiempo históri- co. Pero nadie se la concedió. El clamor era tan grande que en 1985 se logró el Juicio a la Junta de Comandantes, la Causa 13, que abrió un camino de Justicia. Los militares y la derecha civil chantajearon, se sublevaron, el gobierno de Alfonsín claudicó y casi todo lo construido entre 1976 y 1987 en el terreno judicial se perdió. Otra vez sonaron voces triunfalistas, Menem fue más allá y se propuso borrar los pedacitos de memoria conquistados e insinuó la reconciliación nacional entre torturados y torturadores, entre secuestrados y familiares de desaparecidos, entre apropiado- res de niños nacidos en cautiverio y las abuelas que los buscaban. No lo escuchamos y durante más de quince años luchamos contra

las Leyes del Olvido y el Punto Final, contra los Decretos de Am- nistía a los condenados en el Juicio a la Junta, contra el intento de transformar la Escuela de Mecánica de la Armada, donde había funcionado uno de los Centros de Exterminio más grande del país (junto con Campo de Mayo, uno de la Marina, el otro del Ejercito, ocho mil compañeros que pasaron por allí entre ambos) en un Monumento a la Unidad Nacional y ya que está en un em- prendimiento inmobiliario, que siempre se puede robar algo más piensa el ladrón.

Quisiera marcar algo, que por tan obvio a veces se olvida: todo el tiempo, las consignas y la estrategia de lucha contra la impu- nidad se basaron en violentar las reglas de la política “realista”. Cuando los sobrevivientes ya habían contado de los vuelos de la muerte y del sentido estricto de la palabra “traslados”41, el movi- miento popular levantó consignas como “con vida los llevaron, con vida los queremos” y “aparición con vida y castigo a los cul- pables”. Cuando se clausuraron los juicios penales se inventaron “juicios por la verdad” y se hicieron denuncias tan osadas como la que abrió la causa por la Operación Cóndor contra los gobernan- tes de todas las dictaduras militares del Cono Sur. En medio de la impunidad más cerrada cientos de sobrevivientes reconstruyeron con paciencia de orfebre los Trabajos de Recopilación de Datos, TRD, juntando los pedacitos de memoria salvados por los sobre- vivientes mediante una mirada por debajo de la capucha o una voz grabada en su cerebro en la sala de torturas y reconocida en la sala de espera de un odontólogo o en la cola de un banco. Como un enorme rompecabezas, sin ayuda del Estado que había decretado la impunidad y pretendía tapar con dinero el agujero de la infamia, se reconstruyeron los datos que todavía hoy constituyen el insumo fundamental para los juicios. Porque si algo tiene que estar claro,

  • Los represores decían “traslados” a la ejecución sumaria y el entierro clandestino o a los “vuelos de la muerte” que tiraban los cuerpos drogados pero vivos al mar desde la altura de un avión.

es que nadie nos regaló nada en cuanto a los juicios. Los juicios que tenemos los valoramos por algunas de las razones que ya dije y por otras más, pero sobre todo porque son los juicios que no- sotros mismos supimos conseguir en los más de treinta años de lucha contra la impunidad; años de lucha que fueron reconocidos y asumidos por el actual gobierno nacional al descolgar los cua- dros de los dictadores, modificar la Corte Suprema y respaldar la búsqueda de Justicia por parte del movimiento popular. Pero no se confundan, si algún paradigma guió la lucha contra la impuni- dad fue el de la locura y no el de la “correcta” operación política ingeniosa de adaptación al mandato del dominante.

El primer diputado de la izquierda que presentó el proyecto de anulación de las leyes se llamaba Floreal Gorini y su propuesta, y las de quienes lo acompañaron y continuaron, durante años eran catalogadas como propuestas “testimoniales”, condenadas a no tener quórum. Y así fue. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis años presentando el proyecto de anulación de las leyes sin quórum, como un gesto digno pero intrascendente. Pero vino la rebelión popular de diciembre de 2001 y apareció el quórum y se anularon las leyes y luego la Corte Suprema cambió su composición y cam- bió su opinión sobre las leyes de la impunidad.

Vencidos vencimos decía el romano Plauto dos siglos antes de Cristo. Pero es que acaso, la cuestión de la victoria y la derrota debiera considerarse de un modo más complejo que el balance de sangres y cuerpos, de bombas y bombarderos. Si algo aprendimos en esta lucha, es que la justeza y la dignidad de la causa tiene en la perspectiva histórica una dimensión que el opresor jamás alcanza a mensurar. Hay una dignidad que el vencedor no conoce escribió nuestro Jorge Luis Borges en unos de sus poemas históricos más conjetúrales. Ni conoce, ni intuye, ni imagina: la de Uds., la de los pueblos, la de todos los que luchan por la paz y la justicia, contra la muerte y el olvido, que vendrían a ser dos formas de nombrar lo mismo.

No hay nada que nos identifique más que ser victimas del mismo genocidio

¿Qué éramos antes de la invasión española que algunos llaman Conquista y otros, Descubrimiento de América? Un conjunto de pueblos, con muy diversos estadios de desarrollo cultural y cientí- fico, con diversos modos de organización social, aunque prevale- cían los modos comunitarios y la identificación con la naturaleza que los llevaba a preservar el medio ambiente como nunca des- pués.

Fue el genocidio europeo contra los pueblos originarios el que gestó la identidad americana; seguíamos siendo muy distintos, acaso más que antes, pero ahora teníamos un elemento unificador que era la decisión del genocida de exterminarnos en parte y es- clavizarnos, someternos y devastar nuestra cultura. Porque esa no- ción la aprendimos en carne propia: es el represor el que nos reúne en el grupo a exterminar, no somos nosotros los que nos inclui- mos; ellos tratan de generarnos culpa por nuestro sufrimiento: “te reprimimos por que resistes, te torturamos porque no colaboras, te matamos porque no te pasas de bando, sufres porque apoyan a los insurgentes”. Es una operación cultural de dominación y de división.

Por eso nosotros, por regla, siempre estamos del lado de los que resisten y de los que luchan, incluso cuando íntimamente nos parezca que sus formas y modos de hacerlo no son los más efi- caces o aún son erróneos. Pero nunca apoyamos al dominador, al discriminador y mucho menos al asesino y torturador. Llevamos setenta y tres años de esta conducta y la mantendremos cueste lo que cueste. Cuando hay gobiernos que favorecen la lucha, mejor, y cuando hay dictaduras feroces, también.

Comenzamos a ser americanos cuando la conquista española y fuimos más americanos cuando la gesta independentista anun- ciada por el pueblo haitiano, que derrotó al colonialismo francés en 1892 aunque casi nadie lo registre y se hable impropiamente del bicentenario, y desplegada por San Martín, Bolívar, Artigas, O

Higgins y tantos otros en 1810. Hubo en la gesta revolucionaria, al menos en sus mejores hombres: San Martín, Castelli, Belgrano entre los nuestros, intención de juzgar los crímenes de los espa- ñoles y de hecho el general San Martín funda la tradición nacional de juzgar los crímenes de lesa humanidad en base al derecho con- suetudinario en una decisión que hoy mismo reivindicamos contra tanto escriba leguleyo que pretende impunidad para los represo- res. Pero, finalmente, pese a esos esfuerzos, el genocidio español quedó impune, los pueblos originarios sin recuperar sus tierras y la propiedad territorial en manos de los que formarían la naciente burguesía criolla, rápidamente entrelazada y subordinada con los empresarios ingleses tan bien defendidos por la Royal Navy. Y fue el poder de esa oligarquía con olor a bosta la que frustró la independencia nacional.

La impunidad no solo dejó sin castigo el crimen de unos cin- cuenta millones de hermanos, contando solo los de los primeros años, digo sin hablar de los que morían en las minas de Potosí o las plantaciones de yerba maté de Misiones, sino que creo las condi- ciones materiales para la frustración de la revolución de Mayo. La impunidad no es una cuestión jurídica y mucho menos un proble- ma personal de las víctimas, sus familiares, amigos o compañeros de militancia. La impunidad ha sido hasta ahora el principal meca- nismo del poder para garantizar su continuidad como Poder; allí donde el Poder es fraude electoral, para consumarlo; y allí donde es guerra abierta contra el pueblo como en Colombia para seguir con los crímenes.

La impunidad del Genocidio español no solo frustró el Mayo sino que permitió la Guerra de la Triple Alianza y la llamada Cam- paña del Desierto, a finales del siglo XIX, Segundo Genocidio que exterminó la Nación Guaraní, liquidó la resistencia del interior a la hegemonía del Puerto de Buenos Aires sobre la Nación y “lim- pió” la pampa húmeda y la Patagonia de “indeseables” pueblos para montar el país agro exportador que todavía predomina en la vida económica. Ayer ovejas y vacas, luego trigo y maíz, ahora soja

transgénica forrajera; pero siempre el mismo sujeto beneficiario, la burguesía agraria que surgió de los dos genocidios, el español y el del naciente estado argentino. Y la impunidad del Segundo Ge- nocidio es el que permitió la constitución de un estado represor que ha oscilado entre el golpe de estado y los ciclos de vigencia constitucional. Que al menos aquí, todavía no conocemos la de- mocracia verdadera. Es en la historia del estado represor del siglo XX que se explica el Terrorismo de Estado de los setenta y en la impunidad del mismo, el triunfo de Menem y el neoliberalismo de los noventa.

Fue después de su derrota en Vietnam que los yanquis organi- zaron la gran operación continental terrorista que tapó casi todo el mapa de dictaduras militares y desplegó una metodología de exterminio que parece una sola, como se parecen nuestros Vue- los de la Muerte con las Fosas descubiertas en 2010 en Macare- na, Colombia. Leyendo los dos fallos del Tribunal Permanente de los Pueblos sobre el Genocidio que se viene cometiendo en Colombia desde hace décadas a veces uno se pierde en la geogra- fía: ¿cuál Coca Cola manda matar, la de aquí o la de allá?; ¿cuál grupo paramilitar asesina, corta los testículos y los cose en la boca, la Triple A o la Autodefensa Unida?; ¿ qué político llama a ex- terminar la subversión Isabelita o Uribe?, ¿qué empresa apoya el Terrorismo de Estado, la siderúrgica Acindar de Argentina o la fruticultora Chiquita Brands de Colombia?. Por eso somos (o de- biéramos ser) más latinoamericanos que nunca, hermanos como nos querían San Martín, Bolívar, José Martí, Salvador Allende y el Che Guevara

Cierto es que en ambos países el Terrorismo de Estado no nació en los setenta pero sí pegó un salto de calidad que nos obli- ga a cortar de una vez su reproducción ampliada, pues ni aquí ni allá la próxima oleada será menor o igual, será mayor y más perversa. Esa es la lógica de la historia del Terrorismo de Estado, o lo derrotamos o sencillamente nos termina exterminando. In- sistimos, la impunidad no es solo una cuestión jurídica con impli-

cancias éticas o morales; es el límite del cambio social, es el gran reaseguro del status quo y con ello, del mantenimiento de las con- diciones que originaron el conflicto social y volverá a hacerlo una y otra vez porque se pueden matar miles, decenas de miles, cientos de miles, pero no se puede matar a todos los obreros y todos los campesinos, y de sus condiciones de vida y de trabajo, del medio ambiente que les permitan tener surgirán las condiciones para la lucha y para la respuesta represiva.

Si se quiere terminar con la espiral de violencia no alcanza con la voluntad de paz ni con todos los “sacrificios” , y habrá que ha- cer muchos seguramente para lograr la paz en Colombia; hará falta cortar con la impunidad, no se si con toda y de modo absoluto, pero si con la cultura de la impunidad. No están todos ni mucho menos, pero Videla en el banquillo de los acusados en un hecho cultural de proporciones. Los dioses están siendo juzgados por los mortales. Y si sentáramos a los dueños de la Ford y de Acin- dar, a los banqueros que crearon la deuda externa, mucho mejor. En eso está la Liga y no está sola por supuesto. Y con la justicia vendrá la memoria y con ella la verdad.

Un    gran     poeta     español,     Gabriel     Celaya     escri- bió sobre la   muerte   de   Federico   García   Lorca:   Que no murió.   Le   mataron   .Contra   la   cal   de   una   tapia   luminosa me lo dejaron clavado. -”Por vuestros padres- decía-. Y lo dejaron clavado diez pólvoras asombradas y una bruta voz de mando.

Todavía en España, yo mismo lo escuché en Granada, hay quienes dicen que Federico murió. Aquí nadie se atreve a desmen- tir que a Rodolfo Walsh lo mataron. Que no murió, lo mataron. E ahí la diferencia entre la impunidad y la justicia, entre el olvido y la memoria, entre la decadencia de la vieja Europa y la esperanza latinoamericana.

¡Vamos, para que nadie diga que ni uno solo de los cientos de miles de compañeros colombianos, murió; que todos digan que los mataron, que sepamos quién los mató y que vayan presos de una vez por todas!.

Ese sería un buen camino, creemos nosotros, para construir la paz.

crónicas Paraguayas

Introducción de Fabricio Arnella (animador de la Coordinadora Curuguaty de lucha por la libertad de los campesinos presos, integrante del Comité

Central del Partido Comunisa Paraaguayo )

SANGRE Y TIERRA

Carmen Soler

Alguien cavó y abrió el surco negro y tiró

y se fue.

Y allí en el surco negro quedó el hombre sucio de sangre y tierra.

Sangre y tierra.

Sangre suya y tierra ajena.

Alguien hendió y abrió el surco rojo y sembró

y se fue.

Y allí en el surco rojo nació el niño sucio de sangre y tierra.

Sangre y tierra.

Sangre suya y tierra ajena.

En el surco crece el niño en el surco se hará grande.

Y la tierra será suya y la sangre será ajena.

La barbarie capitalista en Paraguay tiene rostro campesino-indíge- na. Mejor dicho, tiene rostro de mujeres campesinas e indígenas, de niñas y niños campesinos e indígenas. Esto significa a la vez, que la sustancia rebelde capaz de superar esta barbarie, se cimenta en los valores y la cultura de esta misma clase, amenazada hoy de extinción. Aún persisten, agazapadas en las periferias urbanas a las cuales se empujó al campesinado, en los campamentos de sin- tierras, en las chacras y los centros urbanos de esclavización asa- lariada, la memoria viva de un proyecto de desarrollo autónomo aniquilado por el genocidio de la triple alianza, o mejor dicho, de la “triple infamia” (1865-1870).

No se puede entender sino, cómo es posible que aún hoy, sea el movimiento campesino, el principal actor en lucha contra las políticas capitalistas y terroristas de los malos gobiernos, una cla- se, una nación que se supo sobreponer a la tragedia de las tira- nías militares fascistas de Higinio Morínigo (1940-1948) y Alfredo Stroessner (1954-1989).

Esta idea central, recorre José, en estas crónicas sobre sus via- jes al Paraguay profundo, desde el 2009, con motivo de un semi- nario internacional sobre el Plan Cóndor hasta el 2014, en medio de los preparativos para la primera huelga general contra el gobierno de Horacio Cartes y cerca del final de la última –y exitosa- huelga de hambre de 5 de los 11 presos políticos de Curuguaty.

Al momento de terminar este aporte a al nuevo trabajo de José, Santiago Maldonado lleva 39 días de desaparición forzada luego de ser llevado por la gendarmería argentina durante la más recien- te y salvaje represión contra el

Pueblo Mapuche que lucha por la recuperación de su territorio y la libertad de su lonko, Facundo Jones Huala. Como contracara, recordamos en estos días el primer aniversario de la identificación de los primeros detenidos-desaparecidos de la tiranía de Stroessner, Rafaela Filipazzi, José Agustín Potenza (argentino), Cástulo Vera Báez y Miguel Ángel Soler, quien fuera secuestrado en 1975 sien- do Secretario General del Partido Comunista Paraguayo.

La desaparición forzada de Santiago es lo viejo-nuevo de una crisis general del modo de producción y de vida capitalista, que actualiza sus tradicionales mecanismos de control y represión para permitir el avance del capital sobre todo lo que nos queda, sobre la naturaleza, la cultura, las relaciones, la vida misma. Y usamos el plural nos queda para significar nuestras vidas y territorios más allá de las fronteras de nuestros Estados, que es la misma manera en la que el capital mira nuestras vidas y territorios, que es la misma mirada con la que resistieron las naciones originarias de nuestra América al colonialismo, la misma mirada con la que combatieron los comuneros, las libertadoras y libertadores de la primera inde- pendencia dos siglos atrás.

Es la misma mirada que generó la negativa de miles de argen- tinos de las provincias a sumarse a las tropas mitristas contra su hermano pueblo del Paraguay, mil veces más cercano y fraterno que la oligarquía porteña de entonces. Es la misma visión interna- cionalista y clasista con la que los bolcheviques se opusieron a una guerra mundial imperialista y derrotaron a la autocracia zarista un siglo atrás. Esa mirada internacionalista, con la que se forjaron las revolucionarias y revolucionarios cubanos que combatieron en el Congo y Bolivia, los héroes de las brigadas internacionales en la república española, de las insurgencias latinoamericanas que hicie- ron frente a las dictaduras norteamericanas a lo largo y ancho del continente unas pocas décadas atrás, y que en el caso paraguayo, encontró en la argentina no sólo una retaguardia, sino además un punto central de reagrupamiento para nuevas avanzadas liberta- doras.

Es esta praxis de solidaridad internacionalista y clasista, la que recupera este material, que es apenas un acercamiento a las riquí- simas experiencias vividas en los consecutivos viajes que la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, que José, Graciela, Luis Zapiola y otras compañeras y compañeros realizaron a Paraguay en los últimos años, y tuve la fortuna de acompañar.

Recuerdo con claridad muchos momentos de estas crónicas,

que se dieron en contextos muy distintos, comenzando por los inicios del gobierno de Fernando Lugo, cuya victoria electoral en el 2008 significó un quiebre de 61 años consecutivos de gobiernos colorados y sirvió de catalizador y al mismo tiempo puso frenos a un proceso de reorganización del movimiento popular paraguayo que salía de una derrota política muy costosa con el gobierno de Nicanor Duarte.

Entonces, Fernando Lugo se hallaba en el centro de una ope- ración golpista planificada directamente por la embajada nortea- mericana, y al mismo tiempo, su ministro del interior Rafael Fili- zolla, abría el camino a los aparatos de inteligencia colombianos, israelíes y por supuesto, norteamericanos para el copamiento de las instituciones y fuerzas de seguridad e inteligencia de nuestro país y decretaba un Estado de excepción en las regiones del norte, que produjo innumerables atropellos contra comunidades campe- sinas e indígenas en resistencia y promovió una campaña de miedo y estigmatización que llegó al absurdo de exigir a las Naciones Unidas el levantamiento del refugio político otorgado a los ex líde- res de Patria Libre asilados en Brasil luego del secuestro y tortura del que fueron víctimas años atrás a manos del Estado paraguayo. En ese momento, Agustín Acosta, Simeón Bordón, Gustavo Lezcano, Arístides Vera, Basiliano Cardozo y Roque Rodríguez ya habían sido extraditados de la argentina, producto de una opera- ción política dirigida por Aníbal Fernández y avalada por la enton- ces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Se encontraban ya presos en Asunción, en la cárcel de Tacumbú, a la espera de lo que luego fue un insólito juicio que consumó condenas de 35 años de cárcel, días después del golpe de Estado. La Liga levantó durante y después del viaje, el reclamo de libertad para los seis campesi- nos ante los Estados de Paraguay y Argentina, lo hizo desde el momento mismo de la traicionera detención de los seis en el año

2006 en Buenos Aires.

En el 2013, el escenario era otro, ya había sido promulgada la mal llamada Ley antiterrorista, proyecto continental que en Para-

guay había sido derrotado en el 2002 junto con la Ley de Privati- zaciones luego de 17 jornadas de lucha callejera encabezadas por el Congreso Democrático del Pueblo, jornadas que se cobraron la vida del compañero Calixto Cabral a manos de la policía en Caaguazú.

Ya estaba consumado el golpe de Estado, que muy por el con- trario de lo que se reprodujo en los grandes titulares de la prensa nacional e internacional, no fue un golpe pacífico, fue un golpe sicario y sangriento, que costó la vida de once campesinos y seis policías masacrados en Curuguaty, cifra a la que hay que sumar el asesinato sicario de Vidal Vega (1-12-12), testigo clave de la causa Curuguaty y de otros dirigentes campesinos asesinados en el pe- riodo post-golpe durante el gobierno de facto de Federico Franco. Por entonces, 13 sobrevivientes de la masacre estaban presos, y eran llevados a audiencia preliminar acusados de ser perpetradores de la masacre de la cual fueron víctimas. Fue en ese momento, muy relevante la participación de la delegación de la Liga y otros observadores internacionales, para postergar el avance del monta- je judicial y permitir una reorganización del movimiento de solida- ridad con el caso Curuguaty que luego se masificó y logró revertir ampliamente la farsa mediática y la estigmatización sembrada en torno al caso. La cárcel de Tacumbú, fue otra vez escenario prin- cipal de ese viaje, esta vez, con más compañeros que visitar. Pero si hubiere posibilidad de señalar un punto fundamental de estas crónicas, sin duda será la participación de José, en representación del extinto Instituto Espacio para la Memoria (IEM) en la Misión Internacional de Observación de DDHH en Paraguay organizado por el Serpaj-Py. Como José mismo lo describe, fue una maratón de más de mil kilómetros por los territorios militarizados con los más altos grados de lucha y resistencia popular. Comunidades cam- pesinas e indígenas del norte de la región oriental y del Chaco, azotadas por el capital trasnacional sojero y las fuerzas represivas del Estado. De aquella visita, me quedó grabada en la memoria, la indignación feroz levantada por José frente a los diversos actores

mediáticos y políticos ante el grado de violencia ejercida por el Estado principalmente hacia las niñas y niños de los territorios visitados. Una enfática indignación que nos sacudió sin excepción. En el final de la crónica sobre el último viaje, el compañero comparte cuatro reflexiones fundamentales para entender el Pa- raguay de hoy, que suscribimos íntegramente. Sobre la primera de ellas, me animo a hacer una breve acotación: El acelerado rit- mo de acaparamiento de territorios y recursos para asegurar la supervivencia del sistema capitalista viene llevando también a una progresiva y acelerada descomposición de la ficción burguesa del Estado de derecho en varios países de la región: Honduras, Brasil,

Colombia, Perú y también la Argentina.

El uso discrecional de la figura de Decretos de Necesidad y Urgencia por parte de Mauricio Macri, para gobernar desentendiéndose de la tan mentada división liberal de poderes, modificando por decre- to leyes vigentes y llegando incluso por esta vía a digitar miembros de la máxima instancia judicial; las bochornosas arbitrariedades judiciales cometidas en las causas contra Milagro Sala en favor de quien recientemente dieron lugar a medidas cautelares promovi- das ante la CIDH; el apresamiento arbitrario del joven referente wichi Agustín Santillán desde el 13 de abril pasado en Formosa; el doble proceso al cual es sometido el lonko mapuche Facundo Jones Huala; el desproporcionado e ilegal atropello a la comuni- dad Pu Lof de Cushamen, más parecido a una cacería humana que concluyó con la desaparición forzada de Santiago Maldonado; y la reciente represión a la multitudinaria marcha por la aparición con vida de Santiago, con policía infiltrada, detenciones indiscri- minadas, incomunicación y tortura por 48 hs. a las detenidas y detenidos, son síntomas, no todos novedosos, pero sí cada vez más sistemáticos, más agudos, desproporcionados, que muestran claramente el progresivo y acelerado proceso de desentendimien- to de las reglas de juego de la democracia que ellos mismos dicen defender.

Quieren atravesar la delgada línea que divide la democracia for- mal de una dictadura con apariencia democrática. Necesitan dar ese paso. En Paraguay ya cruzaron la línea. De la masacre golpista del 2012 ya no hay retorno. Ninguna ficción comicial corrompi- da, proveniente de ese quiebre institucional de carácter histórico, puede erigirse como democrática, aunque toda la comunidad in- ternacional se haga la desentendida y prefiera apuntar sus dedos hacia Venezuela. Los tres poderes del Estado están, en esencia, comandados directamente por los diversos actores de poder fác- tico. Por las alturas se discute solamente qué facción de la clase dominante gestionará el aparato Estatal en favor de sus propios intereses, siempre supeditados a los intereses de las corporaciones transnacionales. Sin embargo, durante el último mes de agosto, la fuerza movilizadora popular, con sus múltiples contradicciones y diferencias, la valentía de una comunidad mapuche que ha soste- nido la verdad contra todo tipo de amenazas, la entereza y firmeza de la familia de Santiago, las permanentes acciones de militantes, y la audaz decisión de los organismos de DDHH han dado vuelta la estrategia de estigmatización y encubrimiento del gobierno.

Estas crónicas sobre Paraguay, son una prueba irrefutable de que ese legado histórico de hermandad y solidaridad internacio- nalista de nuestros pueblos, encarnado en la entrega de tantos y tantas héroes que enfrentaron victoriosamente al dolor y la muer- te impuestas por las tiranías, porque traspasaron la muerte, tras- ladando en la praxis militante de hoy de muchas luchadoras y lu- chadores que a veces, sin conocerse, se saben parte de una misma clase, de un mismo proyecto de nueva sociedad. Desde el claro cielo que dibujan los presos políticos en Tacumbú hasta la valentía de una comunidad en lucha por la recuperación de un territorio usurpado por una multinacional que detenta en plena Patagonia casi la misma cantidad de hectáreas que la totalidad de las islas Malvinas, lejanas ambas posiciones, de toda la parafernalia consu- mista de luces de neón y el egoísmo individualista que carcomen la conciencia de miles, desde esos espacios de libertad se está eri-

giendo, irreductible y hermosa, esa nueva sociedad.

Gracias José, por este nuevo misil de humanidad, este nuevo vaso de agua fresca y clara, de la nueva sociedad que tantas mujeres y hombres estamos empeñados en construir.

Añua mbarete (Fuerte abrazo).

Cuatro fotos del Paraguay

Crónicas de un Seminario sobre las proyecciones actuales de la Operación

Cóndor escritas el 12 de diciembre de 2009

Los días 4 y 5 de diciembre del 2009 se realizó en la sala Bicameral del Congreso Nacional de Paraguay, en Asunción, un seminario internacional sobre “Operación Cóndor y sus proyecciones en el presente” con la participación activa de cerca de doscientos com- pañeros paraguayos y delegaciones de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y España. En seis paneles, veinte compañeros: Graciela Rosenblum (Presidenta de la Liga, Argentina), Ananías Maida- na (Paraguay),   Stella Calloni (Instituto Espacio Para la Memo- ria – Argentina), Miguel H. López (Paraguay), Nemesio Barreto (Paraguay), Julio Gambina (Argentina), Francisco de Paula Oliva (Paraguay), Lille Caruso (Uruguay), José Schulman (Secretario de la Liga, Argentina), Domingo Laino (Paraguay), Socorro Gómez (Brasil), Ramón Corvalán, SERPAJ(Paraguay), Martín Almada, Premio Nobel de la Paz Alternativo (Paraguay), Dionisio Gauto (Paraguay), Jorge Grela (España), Bruno Soria de Mesa (Ecuador), Federico Tatter (Paraguay), Boris Paredes Bustos (Chile), Gerar- do Etcheverry (Argentina) y Derlis Villagra de La Comuna (Para- guay) discutieron sobre la proyección de la Operación Cóndor en la actualidad desde diversas perspectivas: económicas, culturales, geopolíticas y los modos de resistir e intervenir del movimiento popular en lo jurídico y lo institucional..

Pero el Seminario fue mucho más: hubo una obra de teatro so- bre la resistencia a la dictadura de Stroessner y muchas denuncias sobre las agresiones actuales que sufre el movimiento popular, en primer lugar, el campesino. Al finalizar las deliberaciones forma- les, los delegados internacionales se dirigieron a la Penitenciaria Central de Asunción para visitar a los seis campesinos que estuvie- ron dos años presos en la Argentina y ahora esperan el juicio que

los amenaza con una larga condena, luego fueron recibidos por el Presidente Lugo en la residencia presidencial y finalizaron el raid sabatino visitando el Museo de las Memorias. Veamos una foto de cada uno de estos momentos

La foto del Seminario

En la entrada del edificio, modernoso y un poco fuera de contex- to, del Congreso Nacional hay una placa que recuerda que el mis- mo fue donado por la Republica de Taiwán, como si fuera la con- firmación del carácter condicionado de la transición democrática que ha vivido Paraguay. Sometida por los Ejércitos de la Triple Alianza a finales del siglo XIX, desangrada en una guerra fraticida impuesta por los grupos petroleros ingleses y yankees en la guerra del Chaco de la década del 30 sufrió una dictadura interminable desde 1940 hasta 1989, primero el dictador Morínigo, luego un breve interludio y al fin el cuasi eterno Stroessner, que pareciera no querer morir y resiste los dignos intentos de abrir paso a una democracia verdadera que exige el movimiento popular y encarna el presidente Lugo. La burocracia del Congreso Nacional exigía que no se pegara ni clavara nada, así que las fotos de las com- pañeras y compañeros víctimas de la Operación Cóndor estaban apoyadas sobre el estrado que presidía las deliberaciones, aunque en verdad debería decirse que las deliberaciones se apoyaron en ellos. En su ejemplo inquebrantable y en la presencia de algunos sobrevivientes como Ananías Maidana, que en dos periodos de encierro, sumó cerca de 23 años de mazmorra, sometido a los más bárbaros tormentos y condenado a una muerte en vida que solo la solidaridad internacional logró quebrar. Ananías abrió el en- cuentro como un símbolo del triunfo de las victimas del Cóndor sobre sus victimarios, de la vida sobre la muerte, de los principios sobre la claudicación. Y luego, desde Stella Calloni en adelante, uno a uno fueron poniendo de relieve, detalle a detalle, las razones y características de una operación de contrainsurgencia que si bien no fue la única, acaso es la más simbólica por la articulación de las

dictaduras y el papel rector de los yanquis en la misma; una opera- ción que terminó hace años pero que sus autores vuelven con otro ropaje y otro discurso pero con los mismos objetivos de quebrar la voluntad popular de cambios. Como en los 70, pero por ahora verbalizada por la cara más visible del Poder Global en nuestra región que son los comunicadores de los grandes medios que por todas partes predican lo mismo.

Por los paneles pasaron curas, economistas, luchadores por los derechos humanos y la paz, periodistas e investigadores que fue- ron marcando uno a uno los matices de la foto del Cóndor de ayer y del que quieren volver a hacer volar hoy, pero también las caras de quienes resistieron entonces y hoy construyen una esperanza en Paraguay y América Latina. Como dijera el Presidente Lugo en la entrevista con los organizadores del evento: hay que hablar de la Operación Cóndor, porque en sus pliegues se avizora el poder real que se enriqueció en aquellos años y hoy resiste el menor de los cambios democratizadores que se intentan en América Latina.

La foto de los presos

La última vez que los había visto había sido en la cárcel argenti- na de Marcos Paz, ese día nos informaron que empezarían una huelga de hambre en defensa de su derecho al asilo político, un derecho tradicional en la Argentina y toda América desde Sar- miento y Alberdi hasta aquí. Confiados en la palabra del embaja- dor argentino Rafael Romá, cuando se vieron perseguidos por la Justicia paraguaya, stroessnerista hasta la medula en palabras del mismo presidente Lugo, cruzaron la frontera de manera legal y sin requerimiento judicial alguno y llegaron a Buenos Aires donde, para su sorpresa fueron encarcelados y finalmente expulsados del país en el primer acto de este tipo en décadas. En su momento, su partido Patria Libre de Paraguay fue acusado de ser fuerza de apoyo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y de asesinar a la hija del ex vicepresidente Cubas. Sobre ellos lo máxi- mo que se pudo decir es que habían participado en una reunión

donde supuestamente se habría resuelto la muerte de Cecilia Cu- bas, aunque el delator se equivocó de fecha y ubicó la reunión en una fecha posterior a los hechos. Pero para la Justicia Paraguaya y la Cancillería Argentina, no importó demasiado. Sus nombres son Agustín Acosta, Roque Rodríguez, Simeón Bordón, Gustavo Lezcano, Basiliano Cardozo y Arístides Vera y están en la principal cárcel del Paraguay, la cárcel de Tacumbú que parece surgida del túnel del tiempo: baste decir que para entrar nos sellaron el brazo como si fuéramos ganado o habitantes del gueto de Varsovia.

En estos mismo días, la principal operación de desestabiliza- ción en Paraguay se basa en el mismo truco mediático que el montado contra los seis campesinos: de pronto surgió un Ejército del Pueblo Paraguayo que secuestró a un poderoso hacendado, Fidel Zavala dando base a una brutal campaña anticomunista que utiliza el discurso y el lenguaje del periodo de la Operación Cón- dor sin disimulo. El intento de vincular a los seis campesinos y su partido Patria Libre con las FARC y el EPP nos plantea a todos los luchadores por los derechos humanos de América Latina el imperativo de luchar por su libertad como un modo concreto de enfrentar el golpismo paraguayo que cabalga sobre estos hechos y versiones, tanto como sobre la supuesta “inmoralidad” presiden- cial. En el seminario se desgranaron como lagrimas las denuncias de los abusos y brutales acciones represivas de una Policía que responde más a los grupos sojeros/mafiosos que al Ministerio del Interior. En el Paraguay de hoy se sigue reprimiendo a los campe- sinos y hay presos por luchar. Veamos de cerca uno de los casos denunciado por las mismas victimas en nuestro seminario.

La comunidad “De los Comuneros” –ubicada en el Km. 30 de Minga Guazú, departamento Alto Paraná-se conformó en el año 2006 y está integrada por 96 familias en un predio de 130 has. Este asentamiento es parte del Movimiento Agrario del Para- guay (MOAPA) y es objeto de una permanente persecución, los acusan de ser “un grupo terrorista financiado por Hugo Chávez” por haber participado en la operación Milagros, por movilizarse

públicamente y por apoyar a otros asentamientos campesinos de la zona. Así, el martes 21 de julio de 2009 se produjo el desalojo en el campamento colindante al asentamiento. Actuó la Agrupa- ción de la Policía Ecológica y Rural, al mando del subcomisario William Duarte, sin presencia de fiscales y sin mostrar ninguna orden judicial.

Salieron sorpresivamente de un monte cercano, disparando ti- ros de fusil al aire. Durante el ataque, a un campesino le clavan el muslo con un cuchillo. Agarran a otros dos y los llevan al monte donde los torturan, a uno le meten el fusil en la boca, al otro le ha- cen múltiples tajos en el brazo con un cuchillo, mientras no paran de golpearlos y hacerles comer mandioca y maíz crudos. Otros policías, van hasta el arroyo donde se encontraba una mujer quien al ver que la policía tenía a una de sus hijas, se apresura para defen- derla y es golpeada brutalmente, colocan una tabla con clavos, apoyan el pie de la mujer sobre la misma y uno de los poli- cías le aprisiona el pie con su bota, además –fruto de los gol- pes que recibió en el vientre- le producen hematomas en el útero. Agarran a otro campesino, lo esposan e intentan ahogarlo en el arroyo. En eso llega la gente de la comunidad para auxiliarlos, uno de los efectivos policías es retenido por las mujeres, mientras los demás se dispersan. En el transcurso de los acontecimientos llega el padre Nilo Mármol, un miembro del Consejo Superior Univer- sitario de la Universidad del Este, y otras personas para intentar mediar la situación y también son golpeados y algunos de ellos demorados. Los dos campesinos que estaban siendo torturados en el monte (Andrés Aquino de 19 años y Benedicto Rodríguez de 40 años) son llevados a la comisaría de la zona y luego de algunas horas recobran su libertad. Y este es solo uno de los casos denun- ciados por lo que pensamos que pocas veces, el repudio a la repre- sión policial y la defensa de los presos políticos tiene un sentido tan directo de defensa de las libertades democráticas en general y del derecho a la autodeterminación de los pueblos en particular.

Libertad a los seis campesinos paraguayos para defender el

proceso transformador que intenta el presidente Lugo.

La foto del Presidente Lugo

A diferencia de otros eventos, el Seminario aprobó tres resolu- ciones: dos por escrito y una de palabra. Una declaración contra la vigencia de la ley de caducidad en Uruguay y otra contra el golpismo en Paraguay, y la firme voluntad de todos de repetir este seminario en cada una de las capitales de los países por donde voló el Cóndor sanguinario. Para entregar la declaración pedimos una entrevista con el Presidente Lugo y el sábado a la tarde, cuando muchos compañeros ya habían emprendido el regreso, nos man- daron a llamar.

Entrar a la residencia presidencial ya es todo un acontecimien- to. La residencia la ocupaba Stroessner y está en medio de grandes espacios verdes y guarniciones militares, pero para llegar a Lugo solo tuvimos que dejar el nombre en la entrada que da a la calle y luego esperar diez minutos que nos autorizaran a entrar con los autos de los compañeros paraguayos anfitriones, los compañeros de La Comuna, y llegar hasta el mismo salón donde nos esperaban el senador Sixto Pereira y el Presidente Lugo, y nadie más. Ni un personal de custodia ni colaboradores ni fotógrafos. Jugo de na- ranja y chipa en la mesa y el dialogo franco.

De la Argentina estábamos Graciela Rosenblum, José Schul- man, Gerardo Etcheverry y Soledad Yorg de la Liga y la compañe- ra María Adela Antokoletz de Hermanos e hija de una de las fun- dadoras de Madres de Plaza de Mayo, la compañera Lille Caruso de Uruguay, el compañero Bruno Soria del Ecuador, el compañe- ro Jorge Grela de Andalucía, España, el compañero Boris Paredes de Chile y un grupo de compañeros de la Comuna del Paraguay encabezados por Derlis y Clemen, jóvenes militantes que tuvieron a su cargo lo principal del armado del seminario. Confiesa el que suscribe que es la primera vez que conversa de esta manera con uno de los protagonistas de esta oleada latinoamericana que tanto horroriza a la derecha y el Imperio. Que lo escucho a Fidel en

Córdoba y a Chávez en Mar del Plata, pero muy de lejos. Como casi todos saben, Lugo fue Obispo y se le nota. Tiene esa particu- lar sabiduría comunicacional que tienen los religiosos. Lo primero que hizo el presidente fue escuchar. Le dimos una información del seminario y de la voluntad solidaria y luego un breve panorama país por país de la lucha por los derechos humanos.

El hizo tres reflexiones sustantivas: la primera fue acerca de la pertinencia del debate sobre la Operación Cóndor, dado que sus inspiradores y ejecutores son hoy los que arremeten contra los procesos populares, incluido el paraguayo…La segunda fue sobre el carácter de la Justicia Paraguaya dando uno y otro ejem- plo sobre el modo que sabotea los tibios intentos de investigar los crímenes de la dictadura stroessnerista. Fue allí que, nobleza obliga, le informamos sobre nuestra visita a la cárcel de Tacumbú a los seis campesinos planteándole que su libertad sería un paso en la democratización del Paraguay. Y la última de sus reflexiones fue acerca de la necesidad de darle a la cuestión de los derechos humanos la centralidad que hasta ahora no logró en su gobierno, comprometiéndose a un dialogo permanente con los organismos de derechos humanos, no solo paraguayos. Y como no había fo- tógrafo oficial, como en una estudiantina, nos sacamos una foto todos juntos, como hermanos, como compañeros de lucha por terminar con una historia de horror que nos persigue y acecha, pero que tenemos la sensación que esta vez podremos dar por terminada. Es la hora de los pueblos en América Latina, y todavía está por verse quién podrá contar la historia de cómo contamos la historia del Cóndor

La foto del museo de las memorias

Si la doctrina de seguridad nacional tenía un eje articulador en el anticomunismo, la dictadura paraguaya tenía una obsesión que era liquidar al Partido Comunista Paraguayo, protagonista de la revolución de 1948 y casi la única fuerza organizada que intentaba resistir su dominación. En un barrio de Asunción, en la Comi-

saría 3º, la dictadura fue acumulando los presos comunistas algu- nos de los cuales pasaron años y años en una celda de 1.70 por

4.70. Ananías Maidana, por ejemplo, estuvo allí con otros quince compañeros por 17 años (si leyó bien, diez y siete años en una habitación de menos de dos por cinco junto a otros quince com- pañeros). Le llamaban El panteón de los vivos porque la idea era que nadie saliera vivo de allí. Fue justamente frente a esa Comisaría que los Servicios de Inteligencia pusieron una especie de central operativa, conducida directamente por un oficial norteamericano, y de usos múltiples: allí se interrogaba, se torturaba, se violaban a las mujeres, se mataba y también se mantenía presos a los com- pañeros. Por allí pasó un argentino, Amilcar Santucho, como una confirmación del intercambio de prisioneros que practicaban las dictaduras. El autor de estas líneas, que estuvo un breve perio- do preso en un centro clandestino argentino, confiesa que no le gustan los museos de este tipo y trata en lo posible de evitar su recorrido, pero no puede dejar de expresar que este museo de las memorias le impactó mucho y bien. Porque no se muestra la muerte más que en una mínima dosis indispensable para saber de qué se trata y se muestra la vida de los compañeros. No se oculta su identidad política, su cultura, sus sueños y sus pesadillas. Todo el tiempo se registra la resistencia paraguaya, y hasta la partecita de esa historia que les toca a los argentinos en general y a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre en particular.

El museo tiene fotos de los compañeros y una de ellas, la foto de una mujer con el rostro desfigurado por el sufrimiento y el horror, le impactó de manera imborrable. Ni las fotos de la Esma que recuperó el compañero Víctor Basterra tienen esa brutal ca- pacidad de decirnos lo que allí pasó. Y lo más impresionante es que la compañera sobrevivió y estuvo en el Seminario, aunque no su compañero que fue asesinado en nuestro Buenos Aires. Aun- que lo más conmovedor fue darse cuenta que la foto de la mujer torturada y humillada que está en el museo de las memorias de Asunción de Paraguay es la foto de la viuda de Derlis Villagra que

era el padre de Derlis Villagra hijo que encabeza La Comuna de Paraguay o sea que Derlis hijo, que nació en ese antro perverso, es el que ahora habla dulcemente a los que llegamos al Paraguay para decirnos bienvenidos a esta tierra que juntos tenemos que recuperar la memoria pero no para solazarnos en el horror sino para hacerla luz que ilumine el presente. Y entonces, cuando vi la foto de la mamá del compañero Derlis que seguía allí a mi lado, junto a sus jóvenes compañeros y compañeras de La Comuna, casi todos ellos con alguna foto familiar en el museo de las memorias me di cuenta que habíamos ganado y que esta historia está por comenzar.

La dignidad de Paraguay en la Cárcel de Tacumbú

escrita el 15 de noviembre de 2013

El lunes once y el martes doce de noviembre de 2013, en repre- sentación del Instituto Espacio para la Memoria de la ciudad au- tónoma de Buenos Aires, y como parte de una Misión de Obser- vación internacional de la situación internacional de los derechos humanos en Paraguay, recorrí unos mil doscientos kilómetros de las regiones más estigmatizadas del país, las que han sido “mili- tarizadas” por el Presidente Cartes y donde se violan de manera masiva, sistemática y continua una larga lista de derechos huma- nos: el derecho a la vida, a la dignidad, a no ser torturado, a contar con las garantías mínimas al debido proceso y de la presunción de la inocencia.

El informe completo está en:: http://www.serpajpy.org. py/wp-content/uploads/2013/11/Informe-Preliminar-de-la- Misi%C3%B3n-de-Observaci%C3%B3n-Internacional-de-la- situaci%C3%B3n-de-los-derechos-humanos-en-Paraguay.pdf     y el video en: https://www.youtube.com/watch?v=cn83urCu27E

En poco más de 48 hs. recorrimos Curuguaty, donde se perpe- tró la masacre que desencadenó la operación golpista que terminó con el gobierno constitucional de Lugo; Tacuatí, donde –so pre- texto del secuestro primero y del asesinato después de un ganade- ro- una orgía persecutoria se ha desatado sobre las comunidades campesinas, por Horqueta y muchas otras localidades donde re- cibimos denuncias y testimonios para volver a Asunción donde mantuvimos entrevistas con diversos representantes del Estado Paraguayo que respondieron con evasivas o directas provocacio- nes. Con la Presidenta de la Comisión de DDHH de la cámara de Senadores, Mirtha Gusinsky, madre de Cecilia Cubas y esposa del ex Presidente colorado Raúl Cubas, mantuve un intenso debate donde yo le plantee que hay tres condiciones para que un país se

considere del siglo XXI: que respete la tradición occidental y cris- tiana del Código Romano y el Código Napoleónico que consagran la presunción de inocencia y ciertas normas que hacen al debido proceso; y que todo indica que en Paraguay nada de ello se respeta; al momento de voltear a Lugo, en el “juicio político” se dijo que “como los hechos son de público conocimiento, no necesitan ser probados”, teoría básica del fascismo stronerista que vuelve de la mano de Cartes, segundo; que debían saber qué hace doscientos años que nos declaramos independientes y que debe cesar el ca- rácter colonial de la dominación brasilera y yankee sobre el terri- torio paraguayo y tercero: que para la región del ex Virreinato del Río de la Plata, la tortura y la esclavitud estaban prohibidas desde 1813 y que debían cesar los brutales ataques a la población, a los militantes y sobre todo (eso lo dije en voz muy alta: sobre todo) a los niños a los que se tortura, discrimina y hasta denigra al trans- formarlos en “luchadores contra el terrorismo” a los ocho años. Pero de ese debate me ocuparé luego; prefiero ahora contarles que si por tres días (los dos de la gira por el Chaco y otras regiones y el de encuentros en el Congreso Nacional) había visto la indignidad y la miseria moral de la elite paraguaya; el jueves tuve la dicha de encontrarme con una de las expresiones más altas de la dignidad paraguaya.

Tacumbú es la cárcel paraguaya. Según su director, hay cuatro mil personas donde solo debería haber mil quinientas. Y las con- diciones son catastróficas, casi inimaginables aún para alguien que conoció (así sea mínimamente) las cárceles de Videla. Tacumbú es una máquina de destruir humanidad. Una refinada y feroz ma- quinaria anti humana. Y allí, en el centro de esa maquinaria feroz, que resume la indignidad, la miseria y el clima de terror de todo un país sometido a los sojeros, los narcos y los políticos serviles, resiste la dignidad paraguaya. En el sótano de la Cárcel, en el periodo stronista, se torturaba y asesinaba, por allí también pasó fugazmente Luis Casabianca. Luego el sótano quedó abandonado y en estos días, presionado por las circunstancias, fue recuperado

y reacondicionado. Es uno de los pocos lugares seguros de la Cár- cel, aunque no menos temible.

Allí nos encontramos con los seis campesinos que buscaron refugio en la Argentina y fueron traicionados, encerrados en Mar- cos Paz y luego entregados para una ejecución judicial que ya se cometió: 35 años de condena de promedio para ellos. Y con los nuevos. Con los cinco de Curuguaty que esperan su juicio (que todo indica será otra ejecución judicial que marcará récords de arbitrariedad judicial casi grotesca) para el año que viene. Pero ninguno allí se quejó o arrepintió. Ninguno dijo que eran inocen- tes puesto que ellos asumen la cárcel como parte de la larga lucha por la tierra que libra el campesino paraguayo. Y ninguno negó su identidad política.

Rubén Villalba, el líder de Curuguaty, con el puño en alto se proclamó comunista y varios de los seis se asumieron como mili- tantes de Patria Libre, el partido paraguayo devastado por la repre- sión, sobre el cual ahora cargan todas las culpas del mundo. To- dos dijimos las palabras de rigor pero yo lloraba y reía por dentro.

Yo lloraba por estos hermanos, algunos de los cuales conoz- co desde hace ocho años cuando fueron encerrado en Marcos Paz como generosamente ellos lo recordaron al decir que la Liga Argentina por los Derechos del Hombre los había acompañado siempre; y yo lloraba porque imaginaba el calvario que les espera en estos años. Y lloraba por dentro porque como ocurre muchas veces, antes estos casos límites es que se ponen de manifiesto los límites penosos de los gobiernos y fuerzas populares de la región. Lloraba por los políticos progresistas que los entregaron y por los que se niegan a visitarlos en Tacumbú. Lloraba por tantas y tantos militantes por los derechos humanos que no tienen problema en reivindicar luchadores populares de antaño, que eligieron el cami- no de la lucha armada; pero que hoy tratan como sarnosos a los compañeros acusados de ejercer la violencia popular.

Pero también reía. Reía y me abrazaba a Rubén y a Agustín,

a quienes los se mis hermanos entrañables, confiables para cual- quier lucha y para cualquier emprendimiento popular. Reía por- que el enemigo cree que los está matando y ellos están más vivos que nunca. Porque ellos creen que los quiebran y están más firmes y seguros del horizonte socialista que nunca. Reía porque ellos creen que estigmatizándolos, los aíslan del pueblo y cada vez más, más dirigentes populares van a ese sótano de Tacumbú a visitar la dignidad y el futuro del Paraguay. Porque ni Cartes ni los sojeros, ni los narcos ni los yankee son el futuro del Paraguay. Ellos y los que los continúen y mejoren, son el futuro.

Y por eso salí de ese sótano, de ese Penal, con las imágenes que más quiero dándome vuelta en las retinas. Porque yo lo vi al Negrito correr por los asentamientos campesinos y lo vi a Ananias Maidana sentarse bajo un árbol a tomar tereré mientras volvía a explicar una y otra vez que el capitalismo es incompatible con los derechos humanos. Les juro, que en el sótano de Tacumbú yo vi el horizonte paraguayo; y en ese cielo no hay lugar para Stroessner, sino para todas y todos los que han luchado y lucharán para que el sueño independentista se haga realidad de una vez por todas.

Paraguay: la tercera Huelga General de su historia y la enésima huelga de hambre de los presos políticos

escrita el 30 de marzo de 2014

El que acaba de finalizar es el cuarto viaje de la Liga al Paraguay en los últimos años. El primero fue en el 2009 para realizar en conjunto con los compañeros de La Comuna un seminario sobre la Operación Cóndor en el edificio del Congreso de la Nación (por cierto, el edificio fue donado por Taiwán y así lo recuerda una placa en la entrada, algo bastante simbólico de la situación colonial del país guaraní). Por entonces gobernaba Lugo pero el Poder Judicial Stronerista seguía intacto y ya los Seis Campesinos apresados por la Argentina con engaños (el embajador los invitó a gozar del país de los derechos humanos para luego apresarlos en la oficina donde tramitaban el asilo político) para entregarlos en bandeja para la ejecución judicial que ha cargado una conde- na de treinta y cinco años sobre los hermanos campesinos. He- mos tratado de visitarlos en cada ocasión que tuvimos. Seguimos aprendiendo de ellos y del conjunto del movimiento campesino, popular y de las fuerzas políticas de izquierda con las que hemos ido tejiendo relaciones fraternales.42

El segundo viaje fue en abril del 2013 para participar en la frustrada Audiencia preliminar (una especie de juicio corto que en un par de días sella el destino de los acusados) de los Campesinos de Curuguaty, emboscados, torturados, asesinados y apresados en una maniobra policial/judicial que tenía en la mira la ejecu- ción congresal del presidente Lugo en un Juicio Político donde la acusación se permitió afirmar que “dado que los acontecimientos eran de público conocimiento, no hacían falta demostrarlos”. Si

así liquidaron un presidente constitucional, la increíble sucesión de aberraciones jurídicas que rodean al caso Curuguaty no llaman la atención. Allí le dimos a Rubén Villalba y sus compañeros de lucha un primer abrazo: fue en la propia sala de audiencias frente a soldados con armas largas que custodiaban campesinos, mujeres y bebés. En la lectura de la “prueba” se mencionaron rollos de pa- pel higiénico, tapitas de gaseosas y otros elementos tan peligrosos como esos.

El tercer viaje fue en noviembre pasado para participar en una Misión Internacional de Observación de los Derechos Hu- manos en Paraguay. En 48hs recorrimos 1200 kms. por los te- rritorios ocupados militarmente, que “casualmente” son los de mayor desarrollo de los cultivos de soja transgénica (Paraguay es el cuarto mayor país exportador sojero del mundo), de pro- ducción ganadera (sexto mayor país exportador de carne vacuna del mundo) y de marihuana (solo México produce más que Pa- raguay), todos cultivos que no requieren de grandes cantidades de labores agrícolas y por eso impulsan de manera sistemática el proceso de extinción del campesinado paraguayo y el asesinato o la ejecución judicial de los dirigentes campesinos que pretenden frenar el proceso “modernizador”. Cálculos diversos ponen en más de ciento cincuenta líderes campesinos los asesinados desde el final de la Dictadura de Stroessner en 1989. En los últimos años la secuencia represiva pasó de las incriminaciones masivas pero que no generaban condenas judiciales al asesinato califica- do y la persecución puntual sobre los dirigentes como los que se conocen como los del Caso Cecilia o los del Caso Curuguaty.43 En esa vasta zona del Chaco Paraguayo que se extiende desde la frontera con Brasil al este y la frontera boliviana al norte se concentran las mayores acciones de resistencia campesina y de represión estatal. Una vasta zona fue militarizada por Cartes y

por allí andan los asesores yankees que se alojan en las bases mi- litares que se van instalando en el Paraguay. Allí también opera el Ejército del Pueblo Paraguayo, un grupo de lucha armada que por ahora no cuenta con demasiados vínculos con el movimien- to campesino y popular de resistencia y que sirve de excusa para criminalizar a todas y todos los que de un modo u otro resisten el plan Cartes. En esa zona están las tierras de Marina Kue, ce- didas a la Marina Paraguaya en 1967, usurpadas por un “prócer” del Partido Colorado (base de la dictadura Stronerista y ahora del gobierno de Cartes) que intentaban ser visualizadas como públicas por los campesinos cuando fueron masacrados por el Operativo de junio de 2012, que terminaría llevándose puesto a Lugo.44

En este cuarto viaje compartimos los preparativos y realiza- ción de la tercera Huelga General en la historia del Paraguay (las otras dos son de 1958 y 1994), participamos en el Festival de Apertura, en los actos de Inicio (a las 0 hs del día miércoles 26 de marzo), en el piquete del Frente Guasú que cortó un importante acceso de Asunción desde las cinco a las ocho de la mañana, compartimos con los abogados de Codehupy la guardia contra probables arrestos y luego los actos de cierre en pleno centro de Asunción. Volvimos a entrar a Tacumbú para solidarizarnos con la huelga de hambre de los compañeros de Curuguaty y con- versar largamente con los Seis Campesinos de la causa Cecilia. Fueron cuatro días muy intensos durante los cuales pude con- versar con decenas de dirigentes sociales, políticos y hasta con ex miembros del anterior gobierno que mucho aportaron a en- tender la realidad paraguaya y comprometerme aún más con sus

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justas causas.45 Intentaré sistematizar mis aprendizajes en cuatro breves notas que pretenden inducir a la investigación y el conoci- miento para incrementar la imprescindible solidaridad

uno. En Paraguay no hay Justicia. No hay Estado de Derecho ni siquiera la ficción burguesa que reina en casi toda América Latina.

Paraguay pagó muy caro sus intentos de desarrollo autónomo en- tre 1813/1870 (inicio del gobierno del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia y finales del Genocidio perpetrado por la Triple Alianza brasilera, argentina y uruguaya). Devastada por la guerra fue lue- go saqueada por los gobiernos impuestos que primero vendieron la tierra pública a los pocos que podían comprarla gestando una matriz de propiedad de la tierra que todavía se mantiene: el 4,1% de las propiedades concentran el 88,12% de la superficie agrícola mientras el restante 95,9% de las fincas (menores a 100has) solo posee el 11, 88% del territorio (Censo Agropecuario Nacional 2008). La Comisión de Verdad y Justicia determinó que la inmensa mayoría de las tierras privadas son “mal habidas” puesto que fue- ron obtenidas con el concurso de la Dictadura Stronerista princi- palmente. La impunidad en Paraguay es básicamente la estructura de la propiedad agraria.   En los años 30 fue llevada a guerrear con Bolivia de la mano de las petroleras que disputaban el Chaco Paraguayo. Ganó la guerra pero perdió el futuro. Los dictadores Morínigo entre 1940 y 1948 y Stroessner por treinta y cinco años sellaron la dominación y dejaron a Paraguay fuera de la tradición del liberalismo burgués que formateó las repúblicas de la región.

  • Complementé las conversaciones con la lectura de tres libros: “Reflexiones políticas desde la Cárcel” de Agustín Rodríguez, uno de los Seis Campesinos; “Clandestino y bajo el agua” de Carlos Luis Casabianca, presidente del Partido Comunista Paraguayo y activo luchador cotidiano a sus 86 bien llevados años que además fue mi generoso anfitrión y el “Informe de Derechos Humanos sobre el caso Marina Kue” de la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay.

La frase “lo que es de conocimiento público no necesita probarse” inscripta en la acusación contra Lugo resume la tradición strone- rista que preside el Poder Judicial: ninguna de las llamadas garan- tías procesales funciona en Paraguay y basta examinar el caso de los Seis Campesinos (condenados por la simple declaración de un supuesto infiltrado en el partido Patria Libre que hasta tuvo que retractarse varias veces porque se confundía con las fechas y decía haber participado de una reunión donde se decidió la muerte de Cecilia Cubas semanas después de su fecha de muerte) o el de Ma- rina Kue en el que los asesinados y torturados son los campesinos pero los fiscales, militares y oficiales de inteligencia que prepara- ron la masacre son los que acusan y condenan, para hacerse una idea de lo que hablamos. Constitución hay, simplemente que nadie le hace ningún caso. En los últimos meses se utiliza las siguientes figuras del Código Penal para perseguir a los campesinos: art. 142 “invasión de inmueble ajeno”, art. 216 “intervenciones peligro- sas en el tránsito terrestre” a los que se suman los que reprimen “perturbación de la paz pública” “amenaza de hechos punibles” “resistencia a la autoridad” “coacción agravada” y principalmente el de “asociación criminal” que por el monto de la pena prevista es el que más limitaciones pone al accionar de las y los defensores de los derechos humanos.

dos. En Paraguay los campesinos siguen siendo el sujeto social principal de la historia. Y hoy están amenazados de extinción.

Liquidados los intentos de desarrollo autónomo de Gaspar Fran- cia e industrialización de los López, durante casi todo el siglo XX Paraguay fue ahogado por el latifundio y las dictaduras. El 55% de la población no tiene para comprar una canasta básica de alimen- tos y más del 30% de la población está por debajo de la línea de la pobreza según la Cepal/2012. Y casi todos ellos son campesinos o de origen campesino. Permítanme citar extensamente a un pen- sador inglés extraordinario: John Berger quien en el epilogo de

Porca Tierra explica (y yo comparto) las razones de un proceso histórico universal propio del desarrollo de la civilización capitalis- ta: “La agricultura no requiere necesariamente la existencia de campesinos. El campesino británico fue aniquilado (salvo en ciertas zonas de Irlanda y Escocia) hace más de un siglo. En Estados Unidos no ha habido campesinos en la historia moderna porque el índice de desarrollo económico basado en el intercambio monetario fue demasiado rápido y demasiado total. En Francia, en la actualidad cada año abandonan el campo unos 150.000 campesinos. Los planificadores económicos de la CEE prevén la eliminación sistemática del campesinado para el final del siglo, si no antes. Por razones de orden político a corto plazo no utilizan la palabra eliminación, sino el término mo- dernización. La modernización entraña la desaparición de los pequeños cam- pesinos (la mayoría) y la transformación de la minoría restante en unos seres totalmente diferentes desde el punto de vista social y económico. El desembolso de capital con vistas a una mecanización y fertilización intensiva, el tamaño necesario de la granja que ha de producir exclusivamente para el mercado, la especialización en diferentes productos de las zonas agrícolas, todo ello significa que la familia campesina deja de ser una unidad productiva y que, en su lugar, el campesino pasa a depender de los intereses que le financian y le compran la producción. La presión económica, imprescindible para el desarrollo de este plan, la proporciona la caída del valor en el mercado de los productos agrícolas. En Francia hoy, el poder adquisitivo del precio de un saco de trigo es tres veces menor que hace cincuenta años. La persuasión ideológica la proporcionan to- das las promesas de la sociedad de consumo. Un campesino intacto era la única clase social con una resistencia interna hacia el consumismo. Desintegrando las sociedades campesinas se amplía el mercado. En gran parte del Tercer Mundo, los sistemas de tenencia de la tierra (en muchas zonas de América Latina un uno por cien de los propietarios posee el sesenta por ciento de la tierra cultivable y el cien por cien de la más productiva), la imposición de mo- nocultivos para el beneficio de las empresas capitalistas, la marginalización de las granjas de subsistencia y, sólo y únicamente debido a ello, el ascenso de la población, hacen que cada vez más y más campesinos se vean reducidos a un estado de pobreza tal que, sin tierra, sin semillas, sin esperanza, pierden toda su identidad social previa. Muchos de estos ex campesinos se aventuran en las

ciudades, en donde forman una masa compuesta por millones de personas; una masa, como no la había habido nunca antes, de vagabundos estáticos; una masa de sirvientes desempleados. Sirvientes en el sentido de que esperan en los suburbios, arrancados de su pasado, excluidos de los beneficios del progreso, abandonados por la tradición sin nadie a quien servir. Engels y la mayoría de los marxistas del siglo XX predijeron la desaparición del campesinado frente a la mayor rentabilidad de la agricultura capitalista. El modo de producción capitalista aboliría la producción del pequeño campesinado «como la máquina de vapor aplasta a la carretilla». Estas profecías subestimaban la resistencia de la economía campesina y sobrevaloraban el atractivo que podría tener la agricultura para el capital. Por un lado, la familia campesina podía sobrevivir sin beneficios (la contabilidad de los costos no se puede aplicar a su economía); y por el otro, para el capital, la tierra, a diferencia de otros productos, no es infinitamente reproducible, y la inversión en la producción agrícola termina enfrentándose a algún imperativo y produce menores ingresos. El campesino ha sobrevivido más tiempo del que le habían pronosticado. Pero durante los últimos veinte años, el capital monopolista, mediante sus empresas multinacio- nales, ha creado una nueva estructura del todo rentable, la «agribusiness», por medio de la cual controla el mercado, aunque no necesariamente la producción, y el procesado, empaquetado y venta de todo tipo de productos alimenticios. La penetración de este mercado en todos los rincones de la tierra está acaban- do con el campesinado. En los países desarrollados mediante una conversión más o menos planificada; en los países subdesarrollados de forma catastrófica. Anteriormente, las ciudades dependían del campo para el alimento, y los cam- pesinos se veían obligados, de una manera o de otra, a separarse de su llamado

«excedente». No falta mucho para que todo el mundo rural dependa de las ciudades incluso para el alimento que requiere su población. Cuando suceda esto, si llega a suceder realmente, los campesinos habrán dejado de existir.”46 Como afirmé más arriba en Paraguay este proceso histórico universal se potencia por la mafia de la droga, de la soja y de los ganaderos. Todos ellos se ven “molestos” por la presencia de los campesinos, y se dedican a asesinar, criminalizar, encarcelar y con-

denar a los dirigentes campesinos. El que no quiera verlo deberá mirar a otro lado.

tres. La “anomalía” del gobierno de Lugo y lo “original” del de Cartes

No importan las limitaciones y falencias que tuvo, el gobierno de Lugo fue una verdadera anomalía en la historia de dictaduras y continuidades democráticas funcionales al “continuismo” que se vivieron desde 1989 en adelante. Según un ex Ministro de su gobierno, Lugo estaba apoyado en tres pilares que lo sostenían y explicaban:

el movimiento campesino, social y popular que impuso la (dé- bil) coalición electoral que lo llevó al triunfo, pero que no lo sos- tenía en sus tímidos aprontes reformistas y que lo terminó traicio- nando del modo más brutal (fue su aliado del Partido Liberal el que sostuvo el proceso de golpe constitucional y lo reemplazó en el gobierno.

los procesos de transformación en curso en América Latina que generaron formas estatales de integración no tradicionales como el Alba y las promesas (incumplidas) de crear un Banco del Sur o generar una nueva estrategia de Defensa que reemplace la doctrina de Seguridad Nacional reciclada bajo la máscara de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.

una corriente militar progresista que gestó un inédito Ministe- rio de Defensa, popular y nacionalista, antiimperialista y partidario de la unidad popular.

La táctica imperial fue transparente y debería ser anotada por el movimiento popular latinoamericano: presionó a Lugo de todas las maneras posibles (legales, comunicacionales, económicas y has- ta con maniobras de inteligencia) para que no “sintonizara” con el movimiento popular de modo tal que lo desalentara y desmovili- zara mediante la incorporación a la función pública de decenas de dirigentes sociales; neutralizó todo lo que pudo la integración con Latinoamérica y se aprovechó del oportunismo económico de los

principales “socios comerciales” Brasil y Argentina que siguieron sometiendo al Paraguay a “relaciones no equitativas”, o sea que ejercieron formas coloniales de dominación sobre la electricidad y otras riquezas paraguayas como la tierra que usufructúan pro- ductores brasileros y argentinos; y cuando se vio con fuerzas para forzar la renuncia del Ministro de Defensa desde la Embajada nor- teamericana los días de Lugo estaban contados. Claro que para liquidarlo acudieron a la Masacre de Curuguaty como una clara señal que no iban por Lugo sino por los campesinos y la izquierda revolucionaria. El golpe preparó la llegada de Cartes que expre- sa la continuidad del Stronerismo pero intenta cumplir las tareas inconclusas que el capital internacional reclama: privatizaciones, más y más concesiones para arrebatar el agua y la energía eléctrica y transformar todo en una inmensa huerta de soja, marihuana y crianza de vacas. En su camino neoliberal, Cartes no solo arreme- te contra el pueblo, también tropieza con sectores del poder, de la vieja mafia colorada y otros sectores burgueses.

cuatro. La huelga de hambre de Curuguaty y la tercera huelga general

Permítanme una confesión personal: no me atraen las huelgas de hambre. En mis lecturas adolescentes aprendí de los guerrilleros rusos antifascistas y del Comandante Guevara que un hombre comprometido con el cambio social debe cuidar su vida y ponerla al servicio de los demás. Hacer lo que haya que hacer en benefi- cio de la humanidad, no importan las circunstancias, era el modo de definir el heroísmo de Julius Fucik, aquel de “por la alegría he ido al combate, por la alegría muero, que jamás la tristeza sea asociada a mi nombre”. Permítanme una segunda confesión per- sonal: cuando los Seis Campesinos estaban presos en la Cárcel de Marcos Paz (periodo de tiempo carcelario que la Justicia Paraguay califica de “estadía en un hotel”), vivía aquellos días con angustia y tristeza. Con mucho temor por los compañeros y mucha impo- tencia.

Pero en este viaje a Paraguay; en las conversaciones con Carlos Luis Casabianca, inveterado veterano de cárceles y exilios, aprendí que en las condiciones extremas de un país en que no existe el Estado de Derecho, la huelga de hambre es casi siempre el único recurso. A diferencia de Argentina, tanto la lucha armada contra la injusticia como la huelga de hambre en la Cárcel son parte de la cultura política popular aceptada con bastante naturalidad por casi todos los luchadores sociales y políticos.

La masacre de Curuguaty, los presos de Curuguaty, la aberra- ción jurídica de Curuguaty, el encierro infame de los campesinos de Curuguaty precedió al golpe contra Lugo y durante meses y meses nombrarlos era casi un acto de heroísmo por el grado de descalificación que el sistema había logrado sobre ellos. Casi tanto como la que montó sobre los Seis Campesinos de la causa Cecilia. Pero los presos de Curuguaty resistieron. Encabezados por su jefe político, el comunista Rubén Villada; alentados por sus familiares dirigidos por una extraordinaria campesina de nombre Martina (que nos visitó en Argentina el año pasado), rodeados por buena parte del movimiento de derechos humanos: el Serpaj Paraguay, la Codehupy, CONAMURI, y sus equipos jurídicos, sostenidos de todas las maneras posibles (incluidas las políticas pero mucho más por la ternura) de la Articulación Curuguaty y su referente más po- pular, el Pollo Fabricio, resistieron y pasaron a la ofensiva. Luego de innumerables vejámenes, encerrados en la Cárcel más sórdida del Paraguay y seguro que una de las más sórdidas de América Latina (más que las Colombianas, que no es poco).

Hay una relación íntima, oculta pero innegable entre la resis- tencia de los presos de Tacumbú (y ahora nombro a todos los presos políticos de Tacumbú) y la resistencia popular a las leyes privatizadoras de Cartes. No es casualidad entonces que del con- junto de consignas que convocaban la huelga general sobresalgan dos: la anulación de la Ley APP (alianza entre lo público y lo priva- do, les suena?) y la solución del caso Curuguaty (no solo la libertad de los compañeros, sino la recuperación de las tierras de Marina

Kue para el pueblo). Y son esas dos consignas las que le dan a esta tercera huelga general un significado histórico especial.

No soy adivino, ni mucho menos experto conocedor de la realidad paraguaya pero me animaría a decir que en el largo ci- clo histórico: frustración de la experiencia autonómica de Gaspar Francia, genocidio argentino brasilero del pueblo paraguayo a fi- nales del siglo XIX, la larga noche de las dictaduras de Morini- go Stroessner, la farsa continuista con máscaras democráticas, la anomalía Lugo y su derrota; la huelga general marca un punto de recuperación de aquella frustración y vuelve a poner en marcha el reloj de la acumulación de fuerzas. Que avance o no dependerá de la fuerza y la inteligencia del movimiento popular y de muchos otros factores (vitalidad del proceso latinoamericano, disputas al interior del bloque de Poder, hegemonías en el movimiento po- pular, etc.) pero algo tengo claro de mis viajes a Paraguay: solo la ética puede fundar una política liberadora y no hay política de libe- ración que no se haga cargo de los presos políticos, la actitud hacia ellos es un barómetro eficaz de la verdadera subjetividad popular; el primer derecho de los pueblos es a la autodeterminación y ese es el primer derecho a defender de manera solidaria: luchar por la libertad de los presos políticos paraguayos no es solo un deber ético y moral, es una acción de autodefensa para todos los pueblos de América Latina porque de las muchas verdades guevaristas hay una que atravesó todas las pruebas y es aquella que él envía sus hijos como despedida y que sigue siendo la estrategia política más realista y eficaz de todas: “…y sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.”

Solía escribir con el dedo en el aire

Notas de homenaje a Luis Casabianca escritas el 29 de octubre de 2015

Algunos datos biográficos

Nació el 3 de mayo de 1927 en Asunción. Hijo de Carlos Casa- bianca, escribano, y de María Luisa Rodríguez, tiene 4 hermanos: Rafael, Raúl, Gladys y Gloria. Cursó el bachillerato en el Cole- gio Nacional de la Capital, de 1940 a 1946, y luego se recibió de Abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción, en 1954, el mismo año en que Stroessner tomó el poder.

Alguna vez me contó que se enteró del golpe saliendo del Tea- tro Municipal de una función y que su vida tomó un giro irre- versible, su condición de abogado estaría puesta al servicio de la lucha incansablemente. Antes, había sido delegado estudiantil en varios periodos, tanto en el Centro Estudiantil “23 de Octubre” como en la Facultad de Derecho. Por este motivo fue persegui- do, preso y torturado en repetidas oportunidades. Algunas de sus vivencias las cuenta en Clandestino y bajo agua, escrito luego del golpe contra Lugo muy enojado por las afirmaciones del presiden- te depuesto que el pueblo paraguayo no tenía coraje para enfrentar el golpe. No se lo perdonó nunca, lo despreciaba con toda su dignidad revolucionaria y escribió algunas de las acciones heroicas que él conoció (y protagonizó)

Desde muy joven fue miembro del Partido Revolucionario Fe- brerista, como toda su familia. En su vida universitaria se integró a la corriente interna “Bloque de Izquierda Liberación” del PRF, que actuaba en alianza con el Partido Comunista Paraguayo en la lucha por las reivindicaciones populares, por la paz y el socialismo, contra la tiranía tanto del General Morínigo como del General Stroessner. Allí conoció a Esther Ballestrini de Careaga, una de las Madres secuestradas por Astiz de la Iglesia Santa Cruz de la que

tenía un recuerdo imborrable y conmovedor. Por su iniciativa, la foto de Esther estaba en el salón del comité central del partido en Asunción. En la casa de Esther, ya exiliada en Paraguay, fue su casamiento con su gran amor, la poeta Carmen Soler, con quien compartió exilios, persecuciones pero también alegrías y victorias. Fue en la militancia política y en la lucha antidictatorial que conoció a Carmen Soler, con quien se unió en 1957, ya en el des- tierro en Buenos Aires; donde ella falleció en 1985 después de haber luchado apasionadamente por la liberación de nuestro pue- blo y de nuestra patria. Con Carmen, Carlos Luis volvió a Para- guay a la lucha clandestina, en varias oportunidades durante años. Ambos ya militaban en las combativas y reprimidas fuerzas del Partido Comunista. Después de la caída del tirano Stroessner, Carlos Luis Casabianca se radicó definitivamente en el Paraguay, ocupó diversos puestos de lucha: miembro del Comité Central del Partido Comunista, Director de su periódico “Adelante!”, miem- bro de la Comisión de Verdad y Justicia del Paraguay, actualmente es Presidente del Partido Comunista Paraguayo. La mayor parte del tiempo que vivió fuera del Paraguay estuvo en la Argentina promoviendo la solidaridad con su pueblo en lucha, por la liber- tad de los presos. Con la misma inquietud vivió y luchó desde el Uruguay, el Chile de Allende, la Unión Soviética, Cuba y Suecia. Trabajo como periodista, abogado, vendedor de libros, obrero de la construcción y docente en la Universidad de Estocolmo, entre otros empleos. Era amigos de los campesinos más sencillos hasta de generales y altos funcionarios que lo respetaban más allá de las diferencias abismales en política e ideología. Mantuvo la coheren-

cia hasta el final en la práctica y la reflexión teórica.

Una carta de Carlos Luis de junio de este año

Comparto con los lectores una carta de junio de este año, ya gra- vemente enfermo donde luego de leer un texto mío sobre el ase- sinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki hace profundas consideraciones que valen como un legado teórico imprescindible

para todos los revolucionarios de Nuestra América

Querido camarada:

eso en junio del2002.

El mes de junio trae recuerdos de luchas y represiones, de movilizaciones populares y masacres.

Me acuerdo que una de las consignas que más se agitaba en esos días en Plaza de Mayo y en muchas partes.

Era una consigna que abordaba una parte del pro- blema del poder, el central de todo proceso revolu- cionario que es el problema del poder. La otra par- te era qué poder lo reemplazaría, con qué política. Porque para el sector consciente no se trataba de un cambio de hombres, de guardias, sino de un cambio de política, de clases sociales en el poder, la caída de minorías capitalistas nativas funcionales al imperialis- mo y la toma del gobierno y del poder por clases y capas revolucionarias. Esta consigna clave es la que faltaba, como perspectiva no muy lejana, como meta relativamente cercana.

El 15 y el 22 de junio del 2012 son fechas de triste memoria en el Pa- raguay: Masacre de Marina – kue con el asesinato de 11 campesinos compo- nentes de la movilización por la recuperación de tierras malhabidas en tiempos de la tiranía de Stroessner, y la muerte de 6 policías de las fuerzas represivas (poder de facto contrarrevolucionario que operaba bajo el gobierno de Lugo). La masacre fue la provocación que detonó el golpe norteamericano “par- lamentario” denunciado por nuestro Partido y por el General Luis Bareiro Spaini. El golpe del Vice Presidente títere fue contra el proceso patriótico,

democrático y popular, impulsado desde abajo.

La consigna de fondo era ahogar el proceso, no sólo cambiarlo a Lugo por otro que pudiera seguir el mismo camino transformador.

Los norteamericanos y la oligarquía tenían claro que el problema central era el problema del poder y que no era una cuestión de cambio de hombres en el poder.

Ahora creo que vamos teniendo más claridad, aunque no la suficiente, porque hay todavía gente -dentro mismo del movimiento popular- que piensa en cambio de hombres o de equipos gobernantes y no de políticas. O sea, que la correlación de fuerzas no da todavía para un cambio de políticas, “de rumbo”. Hay que tomar en cuenta que Paraguay Pyahurä, en este sentido, colec- tivamente, pareciera que tienen mejor posición que los comunistas paraguayos, porque nosotros todavía no planteamos con la firmeza y consecuencia que debiéramos la necesidad de un cambio de políticas, con

la necesaria comprensión y convencimiento de que hace falta un proceso de destrucción del viejo poder reaccionario y contrarrevolucionario, y su reemplazo por un nuevo poder, orientado hacia la democracia,

el antiimperialismo y el socialismo.

Paraguay Pyahurä plantea la renuncia de Horacio Cartes y la forma- ción de una Junta Patriótica de democratización.

Si esta consigna se aproxima a una justa política, habría que precisar que en realidad se trata del derrocamiento del gobierno de Cartes, y su reemplazo por un nuevo poder, con una nueva política, por un Paraguay nuevo y mejor.

Este tema tiene que ser materia de discusión. Aquí en realidad expongo lo que a mi parecer es la línea del Partido, semejante a la línea de Paraguay Pyahurä, aunque no igual, ya que somos independientes, y tenemos una tra- yectoria diferente, distinta, convergente, coincidente.

Pienso en voz alta, entre camaradas, en este caso argentinos y paraguayos.

Fraternalmente, Carlos Luis Casabianca

La mirada de mi padre

Crónica ficcionada del testimonio de Federico Tatter ante el Tribunal Oral Federal Nº 1, causa Plan Cóndor del 29 de agosto de 2014

Mi viejo era comunista y oficial de la Armada Paraguaya, algo que hoy pue- de parecer imposible pero en aquellos años era bastante común. Estando su cañonera anclada en Buenos Aires, el la sublevó y emprendió un insólito viaje río arriba, hacia la confluencia del Paraná con el Paraguay con la idea de ir levantando campesinos contra el régimen, pero terminó preso.

No lo mataron como temía la vieja, pero pasó el resto de su vida preso o en el exilio, mayormente en la Argentina, pero no solo en Buenos Aires.

En Buenos Aires formó una extraña sociedad con un poeta paraguayo para arreglar motores y toda clase de artefactos eléctricos, y recuerdo que tenía un tallercito por Once cuando lo detuvieron por última vez. Digo, cuando lo desaparecieron, no que después de esa vez no lo persiguieran más.

Yo iba al Mariano Moreno que estaba por allí y estaba volviendo del colegio cuando al llegar cerca de casa, un tipo me preguntó donde iba y yo sin pensar le dije que a mi casa y el tipo, que yo nunca había reparado en él ni sabía quien era, me dijo que lo pensara bien porque hacía un rato él había visto entrar unos tipos con armas largas y a lo mejor….

Me quedé parado del terror y la emoción.

Ya había ocurrido el Golpe del 24 de marzo y yo ya era grande para en- tender lo que ocurría. Ya se habían chupado algunos chicos del cole y yo mismo me había salvado de pedo de una encerrona cerca del Mariano Moreno cuando estábamos haciendo una pintada contra la dictadura.

Esperé un rato largo en la vereda, muy cerca de la parada del 86, como si estuviera esperando el ómnibus o a alguien que viniera de González Catán o algo así.

Estaba nervioso y cada tanto bajaba a la calle para mirar mejor la entra- da del tallercito de mi viejo, que era la entrada a la casa que a veces funcionaba como local de exiliados sin olvido. Venía el poeta y el zapatero, el sastre y el maestro de carpintería. Se reunían casi todas las noches y hablaban de política

paraguaya y argentina, de la marcha del socialismo y de la guerra de Vietnam pero también de música y de teatro, de futbol y de cine. Allí me formé en la identidad paraguaya que porto a pesar de haber vivido tantos años lejos de Asunción o cualquier otra ciudad paraguaya.

Porque el viejo era así, llevaba al Paraguay donde él estaba y estoy seguro que en esos días de soledad y torturas, en el centro clandestino donde lo tortura- ron hasta morir, silbaba en silencio las melodías paraguayas y volvía a navegar por el Paraná al mando de su cañonera sublevada, soñando, me gusta soñarlo así, que iba a bordo del Potemkin hacia su San Petersburgo y que no importa lo que pase con él y los otros compañeros, al final del viaje estarían Lenin y la sublevación de Octubre en su Asunción colonial.

Cuando vi que salían unos tipos de civil con las ametralladoras colgando del hombro, como quien lleva una caña de pescar o una mochila grande, me puse tenso y volví a la calle aunque no venía ningún colectivo ni a cinco cuadras y el tipo que me había advertido que no fuera estaba más nervioso que yo.

Yo vi cuando lo sacaron a las patadas, con las manos amarradas a su espalda y lo metían en falcón verde, en el medio de dos gorilas que parecían enormes para entrar al auto, pero agacharon la cabeza y entraron. El viejo estaba en el medio y yo calculé que si me ponía en medio de la calle como ha- ciendo señas a un ómnibus, que ahora si venía a dos cuadras, seguro que me veía y podía saludarlo.

Yo bajé a la calle pero el viejo no movió un milímetro su mirada, parecía una estatua por lo rígido y el falcón pasó raudo sin que nuestras miradas se cruzaran ni un segundo.

Hasta en el instante más feroz de su vida seguía protegiéndome, aún con- tra mi desesperación y ansiedad por hacer algo contra lo irreversible

Pero mi vieja seguía adentro y yo volví a hacer guardia en la parada del colectivo.

Diez minutos. Veinte. Media hora.

No aguanté más y me fui para el tallercito. En el camino imagine la estrategia.

Al entrar golpee las manos y salió mi vieja, aunque por detrás de ella se escuchaban susurros y se percibían sombras que se movían.

Antes que dijera nada, dije buenas tardes señora venía a ver si ya estaba

arreglada mi Spica, la que tiene el dial roto y su marido dijo que iba estar arreglada para esta tarde.

Mi mamá me miró espantada y con las manos hizo señas que me fuera mientras decía que no, que mi marido no estuvo bien estos días y no pudo terminar los trabajos pero seguro que mañana estará arreglado, mejor venga mañana, pero por la tarde eh y yo salí caminando para atrás y me perdí en la esquina sin mirar para atrás.

Caminé como cien cuadras y aparecí por Floresta en la casa de mi prima donde me quedé a dormir pero no pudimos averiguar nada porque ni teléfono teníamos en el tallercito y no había forma de saber nada ni de papá ni de mamá.

Dos días sin saber nada de nada hasta que al tercer día habló la vieja por teléfono y le atendí yo. Me confirmó que se habían llevado a papá y que estaban los tipos cuando yo entré al tallercito, que le habían recriminado que no me tratara bien y que si no trataba bien a los clientes se iban a dar cuenta que algo andaba mal.

Que la tenían secuestrada en la casa pero que no la torturaban y que todo el tiempo preguntaban por Federico y cuando ella le decía que ellos se lo habían llevado le decían que no se haga la boluda que querían saber donde estaba Federico, el hijo de Federico que no aparecía y que si aparecía entonces a lo mejor los dejaban libres a los dos.

Pero cuando yo le dije que entonces me entregaba a ver si salvábamos a papá que ya se sabía de los presos que no aparecían en ningún lado, la vieja me gritó en guaraní que ya tenía un preso y que no necesitaba otro en la fami- lia y un poco más tranquila, en castellano, me ordenó que pidiera plata a la prima y me fuera a la casa de mi hermana en Asunción.

Al otro día me tome un colectivo a Santa Fe, de allí otro a Tostado, de Tostado crucé a Resistencia y en Resistencia me conectaron los camaradas de mi papá, me llevaron a Clorinda y me pasaron con un canoero del partido, de noche me cruzaron para que la Prefectura Argentina no vea nada y la Paraguaya no me detenga.

Con mi hermana estuve como un año y me volví a Buenos Aires para ayudar a mamá a buscar a papá. A la semana que me volví, a mi cuñado, un medico liberal que no se metía en nada, lo agarró la Técnica y de tanta

maquina lo dejaron al borde de la muerte.

Mi vieja buscó a papá durante treinta y ocho años, sin pausa, acumulando papeles hasta llenar una pieza entera de la casa que alquiló con la ayuda de mi cuñado que cuando salió en libertad se fue a Bruselas y se hizo famoso como neuro cirujano y le mandaba plata para sostener la búsqueda de papá.

Nunca supimos nada cierto de él, y la puta madre, era tan disciplinado y militante que ni la última mirada a sus ojos me quedó. Solo su ejemplo luminoso y puro como la imagen de su cañonera de bandera roja río arriba en el Paraná

crónicas guatEMaltEcas

El olor de la papaya madura

escrita el 21 de agosto de 2015

E  

s extraño como los olores pueden ordenar la memoria y los afectos. En el centro clandestino La Cuarta, un compañero se salvó de otra paliza por el mal olor de sus zapatillas. Resulta que como no lo dejaron ir al baño por varios días terminó defecando en una de sus zapatillas pensando en limpiarla la primera vez que accediera al agua; pero lo llamaron al rato para “interrogarlo” y por más que quisieran, los torturadores no soportaron el olor a mierda que él despedía y lo despacharon en mucho menos tiempo de lo que habían pensado. Y con ello se salvó de algunos cientos de kilovatios, patadas y otras delicias de la Inteligencia en acción. Fue cuando el Mono me contó eso que caí en la cuenta que el olor es una categoría política. Hay olor a pobre, hay olor a indio,

y también olor a viejo.

Hace unos años tuve un encuentro con estudiantes de un co- legio secundario de la zona de Liniers, muy cerca de la cancha de Vélez Sarsfield. El tema era la diversidad cultural y yo les conté la historia de la dominación americana por parte de los españoles, los ingleses y los yankees, y de la construcción de la discrimina- ción contra los que se busca doblegar, dominar. Costó bastante pero al final logré establecer un dialogo bastante sincero con los muchachos y muchachas. Reconocieron que les molestaban los

migrantes de los países vecinos, particularmente los bolivianos. Y de los jóvenes bolivianos les molestaba el olor a ser humano. Es decir, el olor de las personas que no usan desodorante ni perfu- mes como la mayoría de los argentinos, sean pobres o ricos. Por eso en nuestra memoria los olores ordenan imágenes y recuerdos, placeres y dolores y es que los olores no son neutrales. Como casi todo en la vida.

Hoy al salir de casa, en la verdulería del boliviano Andrés había un cajón de papayas maduras. Y para mi, desde hace unas sema- nas, el olor de la papaya me lleva a Guatemala. A su mercado fren- te a la catedral y a la mesa de Rosa en el desayuno. La papaya me hace pensar en esas mujeres vestidas con sus ropas, las que ellas mismas hilan y cosen, multicolores y hermosas. En la selva y la cultura maya. En la gloria de aquella civilización que en el siglo VII creó una ciudad de 80 mil habitantes, Tilkal, donde hoy solo hay selva y construyó un calendario más preciso que cualquier otro de la antigüedad. Pero la papaya, dulce y cremosa, también me remi- te a la tragedia guatemalteca, esa que casi no conocemos por esa manía argentina de ser los mejores y los más grandes del mundo. En el futbol, en el teatro y hasta en el sufrimiento por el terroris- mo de Estado. El justo orgullo por las conquistas en la lucha por la verdad, la memoria y la justicia a veces se transforman en un nacionalismo de pacotilla que puede llegar a ignorar los otros ge- nocidios y que de tanto mirar al pasado no puede ver el presente. Digo, no ven a los más de 9500 presos políticos colombia- nos ni a los perseguidos/estigmatizados/asesinados de Paraguay, Honduras o Guatemala. Los procesos genocidas que se perpetra- ron con la complacencia imperial todavía gozan de impunidad y se continúan en el asesinato selectivo y constante de los dirigentes populares que pretenden cuestionar el dominio omnímodo de un bloque social que contiene a los viejos oligarcas y las más moder- nas empresas transnacionales junto a los militares e intelectuales

que sostuvieron aquellos años del lobo.

En Guatemala perpetraron un Genocidio. Destruyeron varios grupos de modo tal que la sociedad toda perdió su identidad en formación. Esa que se intentó democrática y plural en el corto pe- riodo que va desde la destitución del Dictador Ubico y el comien- zo de la Revolución en Octubre de 1944 hasta el Golpe de Esta- do organizado y protagonizado por la CIA y los grupos fascistas en 1954 contra Jacobo Arbenz quien había intentado la Reforma Agraria, la legalización de los partidos políticos (incluido el comu- nista Partido Guatemalteco del Trabajo), el fin de la servidumbre y el trabajo obligatorio de los indios en las plantaciones de café, tabaco y banana, la autonomía de la Universidad San Carlos y al- gunas otras pocas reformas democráticas y anticolonialistas desde una mirada lejana y desde el siglo XXI. Pero en los cincuenta, la combinación del racismo brutal heredado de la Inquisición Espa- ñola y el predominio del pensamiento anticomunista en la versión patológica y paranoica que generó el Macartismo en los EE.UU. de los años del comienzo de la Guerra Fría, generó una mirada sobre Arbenz y sus pocos amigos comunistas desproporcionada y que disparó la preparación del segundo golpe en forma que prepa- ró la CIA (el 1º fue en Irán en 1953 para voltear el Primer Ministro Mohamed Mossadeq) articulando todo tipo de medidas: económi- cas, diplomáticas, militares y de acción psicológica que contó con radios clandestinas (como la que luego montarían contra la Cuba revolucionaria) y una invasión armada de mercenarios sostenidos por la CIA en un formato que se consolidaría en un “clásico” para la CIA. El primero en asumir el gobierno dictatorial fue el fascista Coronel Carlos Castillo Armas que volteó todas las reformas de- mocráticas y lanzó la persecución contra comunistas y partidarios de Arbenz, gobernó desde julio de 1954 a julio de 1957 fecha en que fue asesinado para que el Coronel Luis Arturo González López asumiera el gobierno hasta octubre del mismo año en que asumió el Coronel Guillermo Flores Avendaño hasta marzo del siguiente año en que asumió un General, José Miguel Ramón Ydi- goras Fuentes que duró hasta marzo de 1963 en que otro golpe lo

desplazó por Alfredo Enrique Peralta Azurdia que solo gobernó hasta que en julio otro Golpe llamó a “elecciones” para que un civil Julio Cesar Méndez Montenegro, luego de firmar un Pacto Secreto de subordinación al Ejercito, asumiera hasta 1970 en que lo reemplazó otro General, Carlos Arana Osorio hasta 1974 para dejar paso al General Kjell Eugenio Laugerud García que duró hasta 1978 en que otro General, Fernando Romeo Lucas García lo hace hasta que en 1982 asume el más brutal de los genocidas, acaso el más conocido por sus masacres, el General Efraín Ríos Montt que aunque solo gobierna 16 meses ejecuta las más ex- tendidas y masivas masacres contra la insurgencia y los pueblos mayas (20 mil asesinatos o desapariciones forzadas, 324 masacres, 600 comunidades de pueblos originarios destruidas y unos 90 mil refugiados internos que se suman al millón de desplazados. Ríos Montt fue desplazado por otro golpe de estado que puso a Oscar Humberto Mejía Victores quien sancionó una nueva Constitución y llamó a elecciones para que ganara un democristiano, Virginio Cerezo en 1986 y diera comienzo a la “transición” hacia el conve- nio de paz que se firmaría en 1997.

Si pensamos que los españoles aplastaron la cultura maya y que la Independencia de 1821 agravaría las condiciones de vida de los pueblos originarios al abolir algunas “capitulaciones reales” que daban un mínimo pero real espacio de autonomía en los pueblos de indios; y si desde 1871 en adelante solo habrá gobiernos auto- ritarios, racistas hasta el paroxismo comprenderemos la extrema importancia que tienen esos diez años que los guatemaltecos lla- man la Revolución: entre 1944 y 1954; y si pensamos que lo pri- mero que hace Castillo Armas, el hombre de la CIA para el golpe es anular la Reforma Agraria que había afectado la United Fruit Company (cuyo presidente era hermano del vicepresidente de los EE.UU.), la autonomía de la Universidad San Carlos y anular el derecho al voto a los analfabetos que eran al menos dos tercios de los pueblos originarios, nos estaríamos acercándonos al meollo de la cuestión.

En Guatemala hubo un Genocidio. Doscientos mil muertos.

Cuarenta y cinco mil desaparecidos.

Se exterminó la insurgencia en varias oleadas represivas cada vez más brutales y masivas. La primera oleada aplastó la subleva- ción armada de las Fuerzas Armadas Rebelde conformada por militares partidarios de la Revolución del 44 con apoyo comunista; luego se aplastó el movimiento social a finales de los 70 y la nueva ofensiva guerrillera de 1981/1982 del Ejercito Guerrillero de los Pobres y de la Organización Revolucionaria del Pueblo. También se aplastó casi hasta la desaparición del Partido Guatemalteco del Trabajo (comunistas), de la Organización Revolucionaria del Pue- blo (ORPA) y del Ejercito Guerrillero de los Pobres quienes en 1982, en el momento de cénit de la lucha guerrillera se habían agrupado en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca. Se aniquiló el movimiento sindical, estudiantil y campesino de modo tal que algunas organizaciones actuales como la Asociación de Es- tudiantes Universitario (AEU) portan el nombre de lo que fueran organizaciones de combate, cuyos dirigentes fueron asesinados como el caso más notorio de Oliverio Castañeda de León (1978), pero no tienen relación alguna con aquella lucha. El método de de enfrentar el desafío revolucionario fue el del exterminio total.

En 1965, solo dos años después del comienzo de las acciones de resistencia armada impulsadas por las Fuerzas Armadas Rebel- des creadas en 1963 por oficiales partidarios de Arbenz en acuer- do con los comunistas, el Ejercito secuestró el Comité Central completo del PGT y lo asesinó: 28 compañeros. Ese fue el estilo hasta el final. Secuestro del Comité Central Confederal de la Cen- tral de los Trabajadores y todos asesinados. Ocho de los diez pri- meros organizadores de Famdegua (organismo similar a Madres o a Familiares de Argentina) asesinados de manera salvaje, todos torturados incluidos niños de tres años que aparecían con los de- dos mutilados. La dimensión del exterminio de la izquierda no se puede separar de la subordinación económica, política y cultural de las elites guatemaltecas a los EE.UU. y de la visión anticomu-

nista paranoica que prima allí en los cincuenta. El Genocidio es incomprensible sin pensar el impacto del triunfo de la Revolución Cubana y el fracaso de la invasión de Playa Girón en los sesenta. Y para nada es casualidad que Ríos Montt aparezca en 1982 ,solo tres años después del triunfo de la Revolución Sandinista en la cer- cana Nicaragua. Solo desde la dimensión continental de la Ope- ración de Contrainsurgencia se puede entender el Genocidio en toda América Latina y también en Guatemala. Un genocidio que posiblemente comenzó justamente con el golpe contra Arbenz en 1954 y prosiguió hasta el fin del conflicto armado en la misma Guatemala en 1997 cuando los yankees se creen que la victoria en la Guerra Fría ha eliminado el comunismo, las ideologías y hasta el campo de las reformas socialdemócratas. Igual que el Paraguay de Stroessner, el máximo orgullo de los militares y las elites chapi- nas era proclamarse campeones del anticomunismo. Valga pues, una mirada de reconocimiento y valoración hacia todos los que sostuvieron el ideal revolucionario en Guatemala en condiciones tan extremas pero valga un reconocimiento especial a esos pocos cientos de militantes del Partido Guatemalteco del Trabajo que mantuvieron la bandera del comunismo en alto a pesar de la histe- ria anticomunista. Recordemos por ahora al fundador del Partido del Trabajo Guatemalteco, José Manuel Fortuny y el nombrado Oliverio Castañeda de León, militante de la Juventud Patriótica Guatemalteca.

En Guatemala hubo un genocidio. Doscientos mil muertos y cuarenta y cinco mil desaparecidos. Pero de ellos, tres de cada cua- tro pertenecían a los pueblos originarios.

En Guatemala hubo dos genocidios si se quiere decir de esta manera: uno, el mismo que se extendió hasta la Patagonia chilena y argentina en el sur del continente, contra todos aquellos que proponían superar el capitalismo y constituían un escollo serio al nuevo modelo de desarrollo capitalista que se buscaba impo- ner desde Washington y las oligarquías locales; y otro un Geno-

cidio étnico, una limpieza racial que buscaba completar lo que el Español no terminó en el siglo XV: liquidar los pueblos mayas, borrarlos del mapa social y geográfico. Porque molestaban para el despliegue de algunos emprendimientos mineros, energéticos o agrarios (molestia que persiste y explica el nivel de represión hacia los pueblos originarios de estos días), pero sobre todo por racismo, por la intolerancia hacia el llevada a la locura de asesinar miles y miles de mujeres, de partir las cabezas de los niños para que corra la sangre como agua hacia el mar, de esclavizar mujeres como esclavas sexuales por años o niños como sirvientes. Sin ese componente racista no se puede entender la decisión de extermi- nar toda comunidad que hubiera entrado o que ellos pensaran que había entrado en relación con la insurgencia.

En un texto clásico, Federico Engels dice que lo más terrible de las derrotas es que los pueblos olvidan las causas por las que lucharon. Lo hace en referencia a la Comuna de París de 1871 pero hoy sabemos que esa reacción no es “natural” sino una de las consecuencias buscadas y planificadas de un genocidio. Es la con- tinuación del genocidio por otros medios y el modo de asegurar que la reorganización radical del país que la eliminación del grupo nacional ha consumado, se estabilice y mantenga en el tiempo. Y si en algún lugar parecía que el objetivo se había conseguido era en Guatemala. El modo en que terminó el conflicto armado, con un Acuerdo de Paz que era lo más parecido a una rendición incondi- cional y el asesinato del Obispo Gerardi a cielo abierto, como una clara represalia y advertencia de impunidad ante la publicación del informe de la verdad (casi el único acuerdo positivo del acuerdo de paz que se cumplió, y con ese costo terrible), condicionaron un largo periodo de supuesto pos conflicto que eternizó el conflicto profundo y más real que todos, ese que motivó la revolución del 44 e inspiró la acción democrática de Arbenz: el conflicto que genera el monopolio de la propiedad de la tierra, la discriminación racial y de clase contra la mayoría maya que siguió sin tierra y sin derechos, obligada a refugiarse lejos de la modernidad para poder

conservar algo de su cultura y su identidad.

Como dijimos antes, el genocidio prácticamente exterminó la izquierda urbana y las poblaciones mayas no subordinadas a su mandato asesino. Pero no del todo. ¿Cómo se conservó la peque- ña brasa que sobreviviría tantos años casi apagada y que en estas últimas semanas volvió a arder en las movilizaciones populares contra la corrupción gubernamental que ya forzaron a dimitir a la vice presidenta de Guatemala, Roxana Baldetti y una larga lista de funcionarios, movilizaciones que según algunos historiadores casi no tiene antecedentes en la historia de Guatemala más que en dos o tres ocasiones, una previa a la Revolución del 44 y otras en los 80/90 pero de carácter estrictamente estudiantil? Este movimien- to, que ya se mantuvo por más de dos meses de movilizaciones

-sobre todo en las plazas centrales de las principales ciudades del país-, como sabemos aparece a raíz del destape de casos de co- rrupción. Primero por el destape de defraudación aduanera que condujo a la renuncia de la ex vicepresidente Roxana Baldetti y su secretario privado, hoy prófugo de la justicia. Posteriormente el contrato anómalo con la empresa farmacéutica mexicana Pisa en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social para la realiza- ción fraudulenta de diálisis que llevó a la muerte a 12 personas, incriminando al ex director de esa institución Juan de Dios Ro- dríguez, ex militar acusado de violación a los derechos humanos y cercano al presidente Otto Pérez Molina. Las denuncias y la crisis política que provocó obligó a la renuncia importantes figuras del gabinete como el ex ministro de gobernación Mauricio Bonilla y el ex general José Anzueto a cargo de la Secretaria de Inteligencia del Estado, ex militares cercanos a OPM y el nombramiento de ex magistrado de la Corte de Constitucionalidad Alejandro Mal- donado, viejo político al servicio de las clases dominantes, como vicepresidente.

Todo esto ha generado indignación en algunos sectores de la población, sobre todo capas medias urbanas pero que se amarra con otras indignaciones más estructurales de capas obreras, cam-

pesinas e indígenas. Esto puede dar al traste el régimen político post dictaduras o al menos debilitarlo haciéndole perder legitimi- dad al sistema de dominación. Pero las movilizaciones están en la encrucijada por el cauce institucional que los poderes fácticos le pretenden dar y a la ausencia de una alternativa de gobierno y/o de poder. Las diversas crónicas periodísticas dan cuenta de que desde el 25 de abril hasta el 13 de junio hubo movilizaciones to- dos los sábados, siendo la primera el 25 de abril, que juntó a más de 30 mil personas; la del 16 mayo fue el pináculo con más de 60 mil personas concentradas en la plaza central y las diversas plazas de las principales ciudades; y la del sábado 13 con un poco más de 20 mil personas. Estas movilizaciones contaron con un fuerte componente de personas procedentes de capas medias y pequeña burguesía, que llegaron a título individual; fueron los contingentes, sobre todo con posterioridad al 25 de abril, de las universidades privadas y de la Universidad de San Carlos y representación de los pueblos mayas, los que le dieron un toque más clasista. Pero no se recompone la subjetividad política transformadora ni se crean fuerzas capaces de derrotar las sombras del genocidio en un día; pero se ha roto el largo periodo de quietud y silencio del pueblo. Eso preocupa a los genocidas y poderosos, y reclama mayor aná- lisis de parte nuestra. Sin pretensión de analizar los hechos polí- ticos que están en pleno desarrollo en este momento, me animo a proponer dos o tres ideas de interpretación.

Un modo de sobrevivencia de la subjetividad popular, demo- crática, antiimperialista y revolucionaria ha sido de la mano de los constructores de la memoria del genocidio. Los que no aceptaron la grosera impunidad decretada por el Poder y consentida a nivel internacional. Porque la memoria no es lo “natural” y el olvido una partecita de ella sino que la memoria y el olvido son categorías relacionales, se construyen al mismo tiempo por acciones huma- nas, premeditadas cuando se trata de la memoria de las luchas sociales.

El olvido se construye con el horror transformado en terror e

incorporado en los cuerpos humanos por la tortura y en el cuerpo social por el miedo. Y vaya si en Guatemala se torturó y se inculcó el miedo. Pero hubo quienes buscaron sus familiares victimiza- dos, los cuerpos de los desaparecidos, los rastros de la lucha de los revolucionarios, de los sindicalistas, de los dirigentes estudiantiles. La formación de HIJOS Guatemala podría ser el símbolo más potente de esa acción de memoria que tuvo en la recuperación del Archivo Histórico de la Policía Nacional Guatemalteca un punto de referencia y un estimulo importante.

Otro fue el movimiento resultante de la movilización de super- vivencia indígena conocida como Comunidades de Población en Resistencia que comenzó como un intento de escapar del extermi- nio militar y resultó en un proceso de organización autónoma de miles de mayas que prolongaron la experiencia luego de finalizado el conflicto armado y aseguraron un territorio de fidelidades al pasado maya y algunas de las tradiciones democráticas que buscó eliminar el genocidio.

Y por último, de un modo sobresaliente, así como el golpe de 1954 y las sucesivas oleadas genocidas son inseparables de la operación continental de contrainsurgencia que impulsó la CIA y el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU., el resurgir del movi- miento popular en Guatemala es una de las consecuencias espe- radas del retorno al gobierno del Sandinismo en Nicaragua y del Frente Farabundo Martí en El Salvador, hermanas de Guatemala que mantienen miles de invisibles lazos por los cuales ayer huían los revolucionarios perseguidos por el ejercito guatemalteco y hoy penetran nuevas ideas y ánimos renovados. O sea un nuevo olor, fresco como la papaya. Digo, no puedo entender el genocidio gua- temalteco sin pensar en el olor. Eso que molesta a los estudian- tes del colegio de Liniers de los compañeros bolivianos. Si en un barrio limítrofe de la Capital Federal, un grupo de estudiantes se molesta por el olor de los hermanos bolivianos, qué les pasaría a los ladinos guatemaltecos al ver las mujeres mayas con sus polle- ras de colores oliendo a maíz, a tierra mojada, a papaya fresca?

El genocidio sembró un olor fétido, a muerte mal enterrada en cementerios secretos y montañas peladas pero un nuevo viento cruza del Pacífico al Atlántico. Decían los antiguos que el tiempo es circular y que todo vuelve a empezar. Allí están de nuevo, los estudiantes en las calles y ahora, más que antes, las polleras colo- ridas de las mayas a su lado. Todavía está por verse quien escribe la última pagina de esta historia que en alguna pequeña medida la historia de mis hermanos de lucha, algunos de los cuales conocí hace cuarenta años. A uno de ellos, asesinado en 1984, le dediqué un poema de despedida que quiere ser mi canto de amor al pueblo chapino

En memoria de Pedrito.

Dicen que debajo de esa roja bandera dentro de ese pequeño cajón, están los huesos de Pedro.

Dicen

que su hija menor,

que creció sin conocer la historia tomó la bandera de su padre

y la puso sobre la caja de madera donde reposan

los huesos de Pedro.

Dicen

que cuando lo atraparon manoteo su 38 y opuso resistencia cumpliendo con aquella promesa

de una tarde de nieve cerca de la Plaza Roja

doce años antes de aquel instantes

Entonces,

gritó seremos como el Che o al menos,

corregí yo, como el Che quería que fuéramos Dicen

que lo mataron

a los veinticuatro días: o sea, el 29 de marzo de 1984

Así escribieron los militares guatemaltecos

tan prolijos como todo militar latinoamericano en eso de asesinar militantes

Dicen y dicen porque yo no lo vi más desde aquella tarde de nieve

No lo vi

cuando cruzaba fronteras con nombre falso

y bigote recortado No lo vi

cuando entró a su Guatemala

y se puso a pelear justo cuando aquí

caían dictadores y volaban Allendes por el cielo

No lo vi

cuando volvió a cambiar de nombre tantas veces que ni él se acordaba quien era

Pero ahora recuerdo

que aquel 29 de marzo de 1984 me tomé un par de vinos

con el Tito, el Carlos y el Tato que eran buenos

en eso de ponerle al pueblo uniforme de pueblo,

y salir a pasear con las banderas en alto.

Banderas como esas que la niña de Guatemala

criada en el país de los gringos dobló con amor

para poner sobre la caja de los huesos de su padre Mi amigo guatemalteco perdido en la noche,

que recuerda la culpa de estar vivo y no ser, como él,

un puñado de huesos dentro de una caja bajo una bandera

Buenos Aires, mayo del 2015.

crónicas chilEnas

Víctor Jara cumplió 85 años, y estuvimos allí para celebrarlo

Santiago de Chile, 29 de setiembre de 2015

L  

a mujer que está sentada allí tiene noventa años, cinco más que Víctor pero es dificil que se hayan visto nunca aunque Víctor creció y fue a la escuela en el poblado de Lonquen y ella vivía a unos pocos kilometros, en Isla de Maipo, pero en la zona

rural.

Qué los une? Bueno, los unió la canción de Víctor que cantó con empeño y genialidad a campesinos pobres, solidarios, buenos cristianos y comprometidos políticamente con la lucha por la re- forma agraria y la revolución que encarnaba Salvador Allende y la Unidad Popular.

Campesinos como su marido, Sergio Maureira Lillo, que en 1973 tenía 46 años, y su hijo José 26, Rodolfo 22, Segundo 24 y Sergio 27. Todos ellos fueron capturados por el Ejercito junto a otros diez compañeros campesinos, torturados, asesinados y tira- dos a un horno de cal, los hornos de Lonquen donde ahora esta- mos. En el juicio se comprobó que algunos de ellos no estaban ni muertos cuando fueron tirados al horno de cal.

La que ahora abraza a Purisima Elena Muñoz de Maureira, esposa y madre de cinco ejecutados políticos de Pinochet es la hija menor de Víctor Jara, Amanda, la que lleva el nombre de la mamá

del padre y única jefa de la familia y el nombre de una de las can- ciones más populares y bellas de su papá: Te recuerdo Amanda.

Amanda era muy chiquita cuando su papá fue apresado, tortu- rado y asesinado en el Estado Chile, perteneciente entonces a la Universidad Técnica donde Víctor era docente y junto con mu- chos otros fueron apresados en los primeros días del golpe de setiembre de 1973. Allí Víctor ganó su primer premio por la crea- ción artística: fue por Plegaria de un labrador, más que un himno para la generación de los 70.

“Levántate y mírate las manos para crecer estréchala a tu her- mano. Juntos iremos unidos en la sangre hoy es el tiempo que puede ser mañana.”

Ahora estamos en los cerros de Lonquen donde alguna vez estaban los hornos de Lonquen y donde en 1978 encontraron los restos de los quince campesinos considerados “desapareci- dos” por el movimiento popular e “inexistentes” por la dictadura. Como Santiago Maldonado cuya foto se levanta aquí una y otra vez. Y aquí en medio de los cerros, en medio de la nada, en un silencio atronador y el vuelo rasante de los pajaros un cantante de Lonquen, más joven que el propio Víctor Jara de la foto, el eterno, empuña la guitarra y comienza a cantar la misma Plegaria. Levan- tate y mirate las manos, para crecer estréchala a tu hermano.

Y nos estrechamos con Alicia Lira de la Agrupación de Fami- liares Ejecutados Políticos, con Patricio Vejar de las Comunidades de Base Martin Luther King y con el Beto de la Corporación Villa Grimaldi, y con Andrea de la Fundación Víctor Jara y con Carlos el nieto de Purisima. Y hasta con un monje budista japonés que vino a caminar por la paz en estas montañas, en honor de Víctor Jara.

Usa la misma tunica amarilla que usaban sus hermanos que se inmolaban en Viet Nam en resistencia al imperialismo yankee quemandose a lo bonzo. Todo vuelve, todo vuelve?

Los que pueden caminaran un largo trecho de los hornos de Lon- quén al estadio donde mataron a Víctor que hoy lleva su nombre.

A la nochecita, se encienden las luces y prueban el sonido. Ali- cia me sienta al lado de Joan Jara, de Amanda y del monje budista Gioro Nagase. Joan también tiene noventa años, fue la compa- ñera de Víctor y madre de sus hijas. Cuando Víctor la conoció era bailarina clásica, inglesa. Hermosa como ahora. Sus ojos casi no ven pero su mirada es pura y escucha a sus viejos amigos murmu- rando cada letra. Cuando canta Violeta Parra desde el documental que proyectan alguna lagrima se le escapa pero está aquí. En este mundo y por eso toma la foto de Santiago Maldonado y pide por Víctor, o sea por Santiago.

Los que cantan, los Illapu, eran jovenes cuando Víctor era jo- ven, y cantaban lo mismo que él. Hace cuarenta y seis años que cantan y cantan lo mismo. A la vida, a los campesinos, a los mapuches, al obrero, a la revolución. Bueno, no cantan lo mismo pero creo que si Víctor viviera cantaría más o menos lo mismo.

Su recital es largo, completo, musicalmente precioso y política- mente impecable. Demuelen uno a uno los mitos del progresis- mo chileno entregado al neoliberalismo. Cúanto dura la transición a la democracia si cada vez estamos más atrás? La ley antiterro- rista que aplican a los mapuches es terrorista. Pregunten a los militares que hicieron en La Moneda.

Y canta Víctor, De nuevo quieren manchar mi tierra con san- gre obrera los que hablan de libertad y tienen las manos negras. Los que quieren dividir a la madre de sus hijos y quieren recons- truir la cruz que arrastrara Cristo. Quieren ocultar la infamia que legaron desde siglos, pero el color de asesinos no borrarán de su cara.

Y el estadio lleno de “cabros chicos” que saltan y gritan como en un recital de rock pero no. Este no es un recital cualquiera. Aquí se juega la memoria y el futuro. En este pedacito de etica que sostiene la memoria está el futuro de Chile. La suerte de las luchas por la democracia verdadera y por el respeto a la voluntad de los pueblos originarios. Y Víctor está con ellos. Con su guitarra en su brazo en alto y su sonrisa invencible

crónicas argEntinas dE José ErnEsto schulMan

La triple condición del 24 deMarzo

Apuntes sobre el golpe escritos el 15 de marzo de 2017

S  

e dice fácil, Memoria, Verdad y Justicia pero desde 1976 en adelante, o digamos desde 1983, Alfonsín mediante, en ade- lante, o desde el 2003 en adelante, cada uno de estos términos es espacio de disputas entre diversas concepciones y miradas. Para nosotros el Golpe de Estado de 1976, precedido y preparado por el accionar de la Triple A desde el 74, es el resultado de al menos tres procesos convergentes y simultáneos: Una Operación Con- tinental de Contrainsurgencia; una acción contrarrevolucionaria preventiva de aniquilamiento de organización y subjetividad re- volucionaria y la fundación de un nuevo modelo de desarrollo

capitalista.

Se sabe que las tierras de la actual Argentina fueron conquis- tadas y colonizadas por el Imperio Español en nombre del capi- talismo europeo en alza, y que luego, de un modo más o menos en paralelo a la constitución de las Republicas el dominio español fue reemplazado por el Imperio Británico que primero conquistó la supremacía militar en el mar y luego en el Comercio. Por eso, cuando los EE.UU. se convirtieron en potencia imperial, roban- do medio México, Puerto Rico, Hawai y dominando Nicaragua y otros territorios de Centro América, el Sur le fue vedado por el

Imperio Británico. Fue a los finales de la Segunda Guerra Mun- dial, derrotada la Alemania Nazi y debilitado el León Británico que los Yankees emprendieron rumbo al Sur mediante una larga y cruenta Operación Continental de Dominación por medio de Acciones de Inteligencia y Golpes de Estado cuyo primer acto fue la destitución de Jacobo Arbens en Guatemala en 1954. Luego siguieron la seguidilla de golpes conocida: en Brasil, Bolivia, Uru- guay, Chile, dos veces en Argentina. Desde el 47 que dominaban Paraguay con Stroessner y fue así que para finales de los setenta toda América les pertenecía y funcionaba como espacio de reta- guardia en la Guerra Fría contra el comunismo.

Solo desde esa dimensión continental y desde la paranoia de la Guerra Fría el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU., la Junta Interamericana de Defensa y la Junta Militar Argentina pudieron pensar en que las fuerzas sociales y políticas de la Argentina eran un oponente en forma al cual debían “aniquilar” (mandato que el gobierno peronista que sucedió a Juan Perón estampó en un decreto miserable firmado por Luder). Igual que en Viet Nam, Operación Noche y Niebla, el Ejercito de los EE.UU. impulsó un Plan de Exterminio por fuera de la legalidad burguesa represora. Un plan que fuera más allá de lo hecho en los anteriores golpes de estado de 1930/1945/1955/1962 y 1966 y que tomó la forma de la capucha para los NN, los centros clandestinos para los secues- trados, la cárcel para los sobrevivientes de esos centros, el exilio para millones, las listas negras y el desempleo para más millones de argentinos, el apagón cultural, la censura y la autocensura y el aplastamiento físico y cultural de una generación rebelde y revo- lucionaria.

Si a los Yankees lo que más le interesaba era el aplastamiento de una generación de militantes y sus organizaciones política re- volucionarias (no se puede pensar unos sin los otros) al Bloque de Poder Local le subyugaba la liquidación de la resistencia obrera y popular a sus planes económicos de saqueo y la imposición de una nueva hegemonía en el mismo bloque de poder que termine

con las disputas internas (que se pueden seguir en la disputa por el precio del dólar: alto lo querían y quieren los agro exportadores, bajo lo querían los industriales obligados a importar insumos por la falta de integración de la industria argentina desde siempre). Así terminaron con el modelo peronista de desarrollo capitalita basado en el estimulo al mercado interno, subsidios a la burguesía local y beneficios de todo tipo que ampliaban el consumo de un modo tan inteligente que el modelo persistió, en lo fundamental, veinte años después del golpe Gorila del 55. Resumamos para pensar el hoy:

el Golpe del 76 denota el dominio imperial yankee, que pro- longa otros dominios no menos brutales y saqueadores, un do- minio que ha continuado de una u otra manera hasta hoy en que renace de un modo impúdico con Macri y sus socios saqueadores el Golpe del 76 adquirió la forma de una gran acción de ex- terminio, de carácter preventivo porque (como veremos en otras crónicas) su Poder Real no estaba amenazado más que en el plano subjetivo y cultural, y es allí donde se condensan las consecuencias más prolongadas y dolorosas. Fue Federico Engels quien escribió que lo más grave de las derrotas es que los pueblos olvidan las

causas por las que lucharon. textual

el Golpe del 76 es una herida bisagra en la historia nacional; la Argentina de hoy es mucho más fruto de esa violación que here- dera de Mayo y San Martín; el país que fundaron Videla, Martínez de Hoz, la picana y las capuchas es el que emerge vivito y coleando con la Alianza Cambiemos y su defensa desfachatada de todo lo que el Golpe sostenía: la desigualdad como base del desarrollo, el individualismo más egoísta y el consumismo como horizonte único y final de toda acción humana

Macri resume esa triple condición de un modo asombrosa- mente transparente y explicito: pro imperialista hasta la medula, anticomunista, gorila y antipopular como pocos políticos de la historia y sujeto mismo del Modelo Capitalista fundado por el Te-

rrorismo de Estado.

Al conmemorar el Golpe hace falta enfrentar a Macri y al en- frentar a Macri no olvidar que es mucho más que un bobo em- presario hijo de papá, es el heredero y continuador de Videla y el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU.

El terrorismo de Estado y la captura del deseo

Segunda nota sobre el golpe de estado escrita el 20 de marzo de2017

Cuando Darío Lopérfido cuestiona la cifra de los treintamil desa- parecidos, no solo practica un modo burdo de negacionismo del Terrorismo de Estado perpetrado entre los años 1975/1982, tam- bién explicita una visión vulgar de lo que es un genocidio. Lamen- tablemente, no es el único que tiene esa mirada (aún dentro de los que lo rechazan) como si el Genocidio fuera una cuestión de números en vez de ser una cuestión de identidades, de saberes y afectos, de subjetividades, de deseos perseguidos y capturados. Ya hemos dicho47 que el golpe del 24 de marzo de 1976 se explica por tres procesos: Una Operación Continental de Contrainsurgencia, imperativo Imperial de los EE.UU. que buscaba el control total sobre una región que desde siempre considera su “patio trasero” y retaguardia para las disputas con otros bloques o potencias en medio de la Guerra Fría con el “Comunismo”; Una Contrarrevo- lución preventiva para aniquilar todas las fuerzas revolucionarias crecidas sobre todo desde la Resistencia Peronista (1955) y el es- timulo formidable de la Revolución Cubana (1959); crecidas por dentro, pero sobre todo por fuera, de las izquierdas tradicionales nacidas en 1890 con el primer Partido Socialista y 1918 el Parti- do Comunista; y por último, más no en menor importancia, la Fundación de un Modelo Capitalista que desprecia el consumo interno, reprimariza la economía (más peso de lo agrícola en la economía total) y potencia la financiarización de ella (más timba financiera que chimeneas), la fundación de la Argentina Capitalista del siglo XXI que todavía sufrimos. Y el deseo? El lector pregun- tará por qué nombramos el deseo en esta historia de horrores y te-

rrores. El deseo es lo que está en discusión en las tres operaciones y en el centro del Genocidio.

Más allá de las consideraciones jurídicas48 y las precisiones so- ciológicas, el concepto de Genocidio surgió para dar cuenta de los crímenes nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Un abogado polaco de origen Judío, Lemkin, descubre que no hay palabras para describir lo que él quiere denunciar que no es solo la matanza de civiles, que no es solo el esfuerzo por destruir la identidad del grupo (nacional, político, religioso, por opción sexual, etc.) sino que también es el intento, a veces exitoso a veces fallido, de su- plantar la anterior identidad por la del opresor genocida. Como hicieron con nuestros hermanos originarios exterminados en masa, desaparecidas etnias y lenguas en cantidades asombrosas de los cuales molestaba su ideología y cultura como lo prueban estas palabras del ex secretario privado del General Genocida Roca, el Diputado Nacional Dionisio Schoo Lastra: “la casi extinción de la raza indígena en nuestro medio se debe al hecho de que los indios eran demasiado socialistas. (…) Eran comunistas, y la carencia del sen- tido de la propiedad indispensable para imponer al hombre la ley del trabajo, que es su ley sagrada, fue la causa de la casi extinción de la raza”.49

Lo que molesta por encima de todo al genocida de fines del siglo XIX es la enorme dificultad para incorporar de un modo entusiasta y voluntaria a los pueblos originarios a la organización capitalista del país en marcha. Por eso la Conquista del Desierto o la menos conocida y más extensa, prolongada y cruenta del Gran Chaco. Entonces, para el Estado Genocida solo pueden existir

  • Articulo dos de la Convención de Prevención y Castigo del delito de Genocidio sancionado en 1948
  • De centauros a protegidos. La construcción del sujeto de la política indigenista argentina desde los debates parlamentarios (1880 – 1970). Lic. Diana Isabel Lenton, publicado en 2014 en /corpusarchivos.revues.org

seres sin deseo o seres con un nuevo deseo impuesto, transformados en tris- tes y vencidos parroquianos de Pastores o Sacerdotes, con men- talidad y acento europeo, que les inculcarán como un veneno la resignación ante el genocida.

Recuerden Uds. aquellas palabras casi grotescas del General Saint Jean: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aque- llos que permanecen indiferentes y finalmente a los tímidos” o la descripción de la Dipba (Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires) sobre los comunistas en la Argentina: “hay co- munistas en el Partido Comunista; hay comunistas en el Partido Peronista; hay comunistas en la Iglesia, los sindicatos y aún hay comunistas que no saben que son comunistas” para que ahora podamos entender que para los genocidas el “enemigo comunis- ta” no eran otros que todos los que se oponían, por acción u omisión, por resistencia activa o modo de vivir y pensar, al nuevo modelo capitalista en proceso de instalación. El deseo que les molestaba era aquel que vinculaba la mejora de la vida cotidiana con la lucha popular, con los proyectos colectivos, con las huelgas generales que conseguían mejoras en el Salario Mínimo Vital y Móvil que efectivamente mejoraba los ingresos de los asalariados en un país donde casi la totalidad de los que trabajábamos éramos asalariados y donde el trabajo en negro y la changa esporádica era la excepción y no la norma como lo es ahora. En el largo proce- so de preparación del ciclo ofensivo (desde 1955 a 1969) que se desplegó entre el Cordobazo del 29 de mayo de 1969 y el aplasta- miento de las experiencias más avanzadas del movimiento obrero: Córdoba, en enero del 74 y Villa Constitución en marzo del 75, el sentido común popular, la subjetividad de vastos sectores obreros, estudiantiles y medios urbanos y rurales se modeló alrededor de ese paradigma del luchemos juntos que la vida mejora y el objetivo final se acerca. El deseo de esa generación no estaba capturado por el consumismo ni la ilusión de viajar a Miami o vivir en una playa tropical, tomando daiquiris tirados al sol. El deseo de esa gene-

ración se explicita en la formación de cientos, si cientos, de gru- pos políticos de izquierda que sueñan con la revolución socialista desde las identidades más variadas: peronistas y comunistas en primer lugar, pero luego toda una serie de identidades derivadas de aquellas otras como el guevarismo o las más diversas formas de asumirse peronista revolucionario en aquellos años. Un deseo alimentado por una larga lista de de autores, dramaturgos y artistas comprometidos con el mismo sueño y el mismo deseo (Rodolfo Walsh, Mercedes Sosa, Tejada Gómez, etc. etc.) que alimentan con canciones, obras de teatro, literatura y cine a esa generación que acaso comienza a crear una subcultura popular propia50, antiimpe- rialista y patriótica, Un deseo teñido de los fuertes colores del Ca- ribe, del prestigio de Fidel, Raúl, Camilo, el Che y una Revolución en castellano que bailaba y reía todo el tiempo, aún en Playa Girón cuando derrotaron al Imperio Norteamericano de un modo tan humillante que todavía quieren vengarse.

El Terrorismo de Estado primero tronchó el deseo de mejorar la vida por medio de la lucha popular; obligó a “desaprender” que se puede cambiar la vida luchando de un modo organizado y procurando conquistar un programa de cambios. Golpe a golpe, capucha a capucha marcó con fuego lo que vendría si el pueblo se rebela contra el Amo. Para que venzan Tinelli y Mirtha, Susana y Lanata primero tuvieron que desaparecer los treintamil, o lo que es lo mismo, Tinelli, Mirtha, Susana y Lanata son el otro modo de nombrar la hegemonía militar y política; nunca la cultural. Lue- go, bajo las brutales condiciones del horror y el terror, intro- duciendo el miedo en cada molécula de la vida social y en cada gramo del cuerpo de las y los militantes, buscó desviar el deseo hacia el consumo y el consumo hacia el consumismo, que parecen lo mismo pero no es igual. Comer un trozo de carne vacuna con hortalizas hervidas es consumir alimentos para conservar energías

  • Al decir de Raymond Williams en “Marxismo y Literatura”.

y proveer de nutrientes al organismo. Comprar una hamburguesa de carne de jabalí criado con manzanas verdes de Suecia y con una salsa de nueces africanas comidas y defecadas por un elefante ya es consumismo; es consumir algo que no necesito pero cuya necesidad ha sido impuesta desde el dominio comunicacional y la hegemonía cultural. Y por supuesto que es un simple ejemplo, y posiblemente un mal ejemplo. Pero de algún modo, desde el acto violento, brutal, de dimensiones tales que causan exterminio de las ideas y fatiga de los cuerpos, el Terrorismo de Estado instaló una nueva hegemonía cultural que fue generando un nuevo sistema de valores y deseos donde el consumismo es central y el egoísmo in- dividualista considerado imprescindible para conquistar el nuevo deseo impuesto/construido pero asumido y naturalizado. El pro- blema somos nosotros, que pretendemos cambiar el mundo igno- rando la profundidad de la dominación cultural, no solo a nivel de ideas y doctrinas, sino en el profundo espacio de las costumbres naturalizadas, eso que Gramsci llamaba el sentido común

Decía el compañero García Linera en La Plata: “El segundo pro- blema que estamos enfrentando los gobiernos progresistas es la redistribución de riqueza sin politización social. ¿Qué significa esto? La mayor parte de nuestras medidas han favorecido a las clases subalternas. En el caso de Boli- via el 20% de los bolivianos ha pasado a las clases medias en menos de diez años. Hay una ampliación del sector medio, de la capacidad de consumo de los trabajadores, hay una ampliación de derechos, necesarios, sino, no seríamos un gobierno progresista y revolucionario. Pero, si esta ampliación de capacidad de consumo, si esta ampliación de la capacidad de justicia social no viene acom- pañada con politización social, no estamos ganando el sentido común. Habre- mos creado una nueva clase media, con capacidad de consumo, con capacidad de satisfacción, pero portadora del viejo sentido común conservador. ¿Cómo acompañar a la redistribución de la riqueza, a la ampliación de la capacidad de consumo, a la ampliación de la satisfacción material de los trabajadores, con un nuevo sentido común? ¿Y qué es el sentido común? Los preceptos íntimos, morales y lógicos con que la gente organiza su vida. ¿Cómo organizamos lo bueno y lo malo en lo más íntimo, lo deseable de lo indeseable, lo positivo de lo

negativo? No se trata de un tema de discurso, se trata de un tema de nuestros fundamentos íntimos, en cómo nos ubicamos en el mundo. En este sentido, lo cultural, lo ideológico, lo espiritual, se vuelve decisivo. No hay revolución verdadera, ni hay consolidación de un proceso revolucionario, si no hay una profunda revolución cultural.”51

Un viejo dicho popular dice que de buenas intenciones está alfombrado el camino al infierno y ahora podríamos de- cir que el despliegue de políticas supuestamente populares y progresistas sin un meditado camino integral de transfor- maciones puede producir efectos distintos al que se busca- ba. El solo efecto de ampliar el consumo no genera concien- cia política y si de consumir más y más se trata, las derechas siempre tendrán propuestas más egoístas y atractivas para el que solo quiere consumir más y en todo ciclo de crisis eco- nómica hay un sector que se enriquece y el que ha perdido perspectiva política siempre soñará con ser él el privilegiado. La derecha también genera utopías, utopías reaccionarias pero tan atractivas como las nuestras.

Entonces, cuando decimos Memoria, Verdad y Justicia se tra- ta de entender que también se trata, o mejor dicho que se trata en primer lugar, de recuperar el deseo de las generaciones exterminadas física o culturalmente. De volver a inventar un cielo hacia el cual caminar que sea lo suficientemente atractivo para que millones y millones decidan marchar juntos hacia su conquista. Puesto de eso se trata; ellos proponen un horizonte de celulares inteligentes, manjares exóticos y evasiones diversas de una civilización en deca- dencia que camina hacia su autodestrucción ambiental, ecológica o atómica; para superar la crisis de alternativa, para contar con un

poderoso punto de llegada para nuestros esfuerzos de resistencia a todas las formas de impunidad y todas las formas de dominación y de explotación y de deshumanización, hay que volver a inventar un sueño. Uno que tenga en su divisa el rostro de los treintamil y de todos los colores que animaron las luchas populares. Para que nada sea olvidado, para que nada sea perdonado, para que el amor que propiciemos sea el más estricto resultado del odio al tortura- dor, al asesino y al que nos robó el deseo.

La verdadera historia de Patrice Derian y Jane Kirkpatrick, el “destino manifiesto” de los EE.UU. y sus continuadores.

escrita el 23 de marzo de 2014

Los dichos a favor del Imperio

Con el anuncio de la visita del presidente Obama a la Argentina, una verdadera campaña propagandística se desató desde los me- dios hegemónicos Clarín y La Nación, con audaz protagonismo del nuevo secretario de derechos humanos (?) Claudio Avruj, co- nocidos voceros de la ultraderecha y aún conocidos intelectuales y dirigentes del movimiento de derechos humanos, que han pre- tendido instalar la idea fuerza que Obama no tiene nada que ver con el apoyo del gobierno de los EE.UU., y aún más, que este apoyo fue solo de una fracción del poder norteamericano ya que hubo otra fracción, Carter, Derian, que no solo no los apoyaron sino que hubieran sido los más importantes apoyos solidarios de la lucha antidictatorial. En algunos casos, el mito Carter-Derian- mejores-amigos-de-la-democracia-argentina se complementa con groseros ataques a Fidel Castro y la revolución Cubana, a la Unión Soviética y el Partido Comunista Argentino. Al escribir estas notas dejamos constancia que esta maniobra no ha recibido la condigna respuesta de quienes se proclaman la izquierda revolucionaria en la Argentina, ni siquiera de quienes se auto proclaman los mejores amigos o herederos de los estigmatizados con el calificativo de “cómplices” de la dictadura.

Empecemos por repasar algunos de los dichos por uno de los voceros de la Embajada de los EE.UU., el editor de Clarín Ricar- do Kirschbaum: “ Hablando de la Guerra Fría, es interesante repasar el papel que EE. UU. y la ex Unión Soviética tuvieron con la dictadura argentina. No hay duda alguna que la Casa Blanca prohijó el golpe de 1976, al que apoyó sin reservas en la primera época. Todavía se recuerdan las pala- bras de Henry Kissinger al entonces canciller de Videla, César Guzzetti, en Santiago de Chile: “Lo que tengan que hacer, háganlo rápido”. Se refería a la

represión salvaje y brutal que se extendió más que la sugerencia de Kissinger. Ocurre que James Carter ganó la Presidencia en EE.UU. y se convirtió en un grave problema para los militares argentinos. El jefe de la Casa Blanca presionó fuertemente en favor de los derechos humanos. Y Patricia Derian, encargada por Carter para esta tarea, se convirtió en uno de los personajes más odiados por la dictadura. Paradójicamente, la relación de la dictadura con la ex URSS -acusada de promover, con Cuba, el terrorismo- fue intensa. El jefe del Ejército rojo visitó en esos años la Argentina, que se negó a plegarse al boicot cerealero contra Moscú que promovía Carter, entre otras acciones como la de abstenerse en votaciones en la ONU sobre violación de derechos humanos en Cuba.   En el plano interno, la cúpula del PC sostenía que el ala “pinochetista” de los militares argentinos presionaba de tal manera que se debía darle margen de acción y apoyo a la dupla de los generales Videla- Viola. Estas conductas políticas deben explicarse en el contexto histórico en que se desarrollaron y no pueden ser ignoradas por ignorantes que manipulan la historia para acomodarla a la coyuntura presente.”52

Seguiremos el consejo y mediante la contextualización de las políticas de entonces demostraremos las mentiras del escriba de Magnetto.

Pero sigamos con Clarín, en un articulo de Sergio Bufano des- tinado a descalificar al dirigente Carlos Pisoni por su rechazo a la visita de Obama a la ex Esma estampa lo siguiente: “Veamos: entre 1977 y 1981 fue Estados Unidos el país que insistió en Naciones Unidas, una y otra vez, para que el organismo internacional enviara una comisión que investigara la existencia de campos de exterminio. El presidente en ese entonces era Jimmy Carter, perteneciente al mismo partido que Obama. No lo logró, porque Cuba y la Unión Soviética se opusieron tenazmente a que se investigara a la dictadura de Videla. Un dato más, en todos los discursos que pronunció Fidel durante esos años, jamás hizo alusión a los crímenes que se estaban cometiendo en Argentina. Como no lo lograba en Naciones Unidas, EE.UU. recurrió a la OEA, organismo en el que Cuba no tenía representación. La moción se aprobó, una delegación visitó Argentina y recibió

miles de denuncias de familiares de desaparecidos. Esas denuncias recorrieron los medios de todo el mundo, provocando la indignación de las naciones del planeta. Mientras Cuba permanecía en silencio.”53

Lo de Bufano hubiera llamado mucho la atención a la dictadura que consideraba públicamente que Fidel y la Revolución Cubana habían armado y preparado la “subversión” que ellos combatían, y era exactamente al revés según el escriba de Clarín, cosas veredes diría el Quijote a su amigo Sancho.

Y traigamos al inefable Claudio Avruj, de larga trayectoria como dirigente sionista y del gobierno porteño de Macri (del que jamás se le escuchó decir una palabra sobre el genocidio hasta sus patéticas palabras del primero de marzo donde condenó “la vio- lencia institucional y la violencia política” y no el golpe, el terroris- mo de estado y la impunidad de quienes lo gestaron).

En el portal Diario 24.com se puede leer: “A pocos días de la llegada de Barack Obama, la consejera para la Seguridad Nacional de la Casa Blanca anunció que darían respuesta al pedido de los organismos de derechos humanos respecto a la desclasificación de documentos vinculados con la última dictadura. En este marco Claudio Avruj señaló que “podemos llegar a conocer cosas que no sabemos”. En esta línea sostuvo que “Estados Unidos tuvo dos actitudes diferentes en las presidencias de Ford y Carter”. “Por suerte existió un presidente como Carter interesado en descubrir lo ocurrido en la dictadura y empezar a dar luz de lo que estaba sucediendo en la Argentina, colaborando para que den testimonio los responsables de las cúpulas militares argentinas”, detalló. Por su parte remarcó que de esta manera se “ratifica la lucha por los derechos humanos”. “La gestión del gobierno argentino es para ponderar porque escuchó el pedido de Estela de Carlotto”, dijo en diálogo con Bien Temprano, por AM 950 Belgrano y añadió: “Cuando las demandas son justas y razonables el gobierno tiene que escucharlas y actuar en consecuen- cia”. “El gesto de Obama es fundamental para saber qué nos pasó durante

la dictadura”, comentó Avruj y concluyó: “Hay una expectativa muy alta con la visita de Obama y marca una nueva forma de ver la política del gobierno argentino”.”

Y en un comunicado oficial Abuelas coincide con Avruj en el tema de los archivos y la relación Obama Carter: “Las Abuelas de Plaza de Mayo celebramos que el presidente de Estados Unidos de América, Barack Obama, a través de la consejera para la Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Susan Rice, haya comunicado la decisión de desclasificar los archivos que desde hace décadas venimos solicitando y gestionando a través de los distintos gobiernos argentinos. Es un gesto de gran humanidad que en vísperas de su visita a nuestro país en el marco de los 40 años del último golpe de Estado cívico militar –en el que el Estado norteamericano estuvo tan implicado- el gobierno estadounidense manifieste la voluntad de dar respuesta a los familiares y víctimas de los crímenes cometidos en aquella dictadura implantada entre 1976 y 1983. De esta forma, el presidente Obama profun- diza la primera desclasificación realizada durante el gobierno de Bill Clinton

-que brindó importantes pruebas para los juicios de lesa humanidad que se desarrollan en todo el país-; y recupera la mejor tradición de solidaridad con nuestro pueblo inaugurada por el ex presidente Jimmy Carter”54

Razones del genocidio argentino

En la negativa del Poder Judicial a calificar los crímenes de la Tri- ple A y las Fuerzas Armadas desde finales de 1973 hasta los finales del gobierno militar de Galtieri (algunos prisioneros de la Esma estuvieron bajo control represivo hasta muy entrado el año 1984) como genocidio hay mucho más que razones jurídicas.

El concepto mismo de Genocidio, concebido por un aboga- do judeo polaco, Joseph Lemkin, en medio del dominio nazi so- bre la Europa ocupada para dar cuenta de un fenómeno nuevo, pretendía señalar que no solo se destruía un grupo nacional, se

borraba su identidad sino que se buscaba implantar una nueva, la del dominador. Todo genocidio importa la destrucción de un grupo nacional para reorganizar radicalmente la sociedad preexis- tente. En sus reflexiones Lemkin comprende que la desaparición del grupo de judíos de Varsovia no solo afecta a los judíos, sino al conjunto de polacos. Polonia no sería la misma sin la participación cultural, científica, política de los judíos así como la Argentina que sobrevivió a la dictadura ya no sería la misma de antes. Digo, la del Cordobazo y la Reforma Universitaria, la del Grito de Alcorta y las huelgas con toma de fábricas de los 60, la de Berni, Cortazar, Urondo y Gelman.

Obama viene a resignificar el 24 de marzo, a reinstalar la idea que fue un exceso en una lucha justa contra el comunismo, que hubo una guerra entre dos contendientes más o menos iguales de perversos, “guerra sucia” dice para decir que no hubo plan de exterminio planificado por los mandos de las Fuerzas Armadas en coordinación con el Comando Sur del Ejercito de los EE.UU., su gobierno y sus agencias de inteligencia. Un plan de exterminio de un grupo nacional integrado por todos los que luchaban por una solución popular y antiimperialista de la crisis del modelo ca- pitalista basado en el mercado interno (ya para esos años en crisis por las luchas obreras y populares que ponían en duda la cuota de ganancia media y hasta la misma supervivencia del capitalismo argentino. Y no solo para eliminar el desafío que se había cons- truido en un largo ciclo de luchas que al menos arrancan con las luchas de resistencia al golpe gorila del 55, crecen con el impacto del triunfo de la revolución cubana en el 59 y obligan al propio Perón a regresar al país para frenar el prestigio de la Patria Socia- lista en las jóvenes generaciones de peronistas y militantes de la izquierda marxista en sus más variadas formas de existencia.

Lejos de la simplificación que ahora se pretende reinstalar el Genocidio argentino tiene tres dimensiones: es el capitulo nacio- nal de una Operación Continental de Contrainsurgencia diseña- do y ejecutado por el Imperialismo norteamericano cuyo primer

episodio se puede pensar en el golpe contra Jacobo Arbenz en la Guatemala de 1954 en lo que sería un modelo clásico de interven- ción de la CIA en los procesos latinoamericanos que se repetiría en el Brasil de 1964, la Argentina de 1966, el Pinochetazo de 1973 en Chile, la Bordaberrización del Uruguay en 1974 y el golpe del 24 de marzo de Videla que de algún modo completa el dominio militar sobre casi toda América, quedaría Cuba en su obstinada voluntad de defender su revolución, y alentar las luchas de toda América, mal que le cueste al señor Bufano. Como hemos di- cho, también es el modo de eliminar un desafío al poder local y al dominio imperial por parte de un conjunto de fuerzas sociales y políticas, algunas de las cuales habían optado por la lucha ar- mada, aunque eran ampliamente minoritarias en el conjunto de las fuerzas opositoras55, en este punto solo quiero marcar la dife- rencia que hay entre el modo de reprimir de los golpes anteriores (1930/1945/1955/1962/1966) y el del 76 que es la distancia que hay entre debilitar y exterminar, entre los miles de preso políticos y torturados de todas las dictaduras y los treinta mil desaparecidos, los miles de presos políticos, exiliados, cesanteados y obligados al exilio interno de la última de Videla. Y last but no least el acto fundacional de lo que sería el modelo neoliberal del capitalismo argentino con los cambios brutales al interior de las clases subal- ternas (precarización de los trabajadores, perdida de la homoge- neidad relativa, empobrecimiento y perdida de derechos sociales históricos, etc.) y de las clases dominantes (predominio y concen- tración del sector más subordinado al capital internacional y las estrategias imperiales de dominación).

El genocidio tuvo estas razones y fue perpetrado por un blo-

que de poder donde confluían los empresarios locales, las agencias gubernamentales y las empresas de los EE.UU. y las cúpulas de la Iglesia, los partido políticos tradicionales y casi toda la industria de la comunicación de entonces.

En un excelente articulo, Néstor Kohan repasa uno a uno los sectores verdaderamente cómplices de la dictadura56: el gobier- no de los EE.UU.; los grupos económicos, los dirigentes de los partidos políticos tradicionales, la burocracia sindical, etc.; pero en ningún caso nombra a Fidel, la URSS o el partido Comunista. Refiriéndose al mito de que fue una acción solo militar escribe Néstor: “Fue sólo un golpe militar, de tres generales borrachos y cuatro sargentos violadores”. No señor, no señora. Según un informe que el diario La Nación, vocero orgánico de la dictadura y de todo extremismo de derecha hasta el día de hoy, publica en aquella época nefasta, basado en un estudio de la propia inteligencia militar de la SIDE de 1978, en el cual se informa que los 23 gobernadores militares de la dictadura militar contaban con un 35% de intendentes de la Unión Cívica Radical [UCR] (310 intendentes); 20% del Partido Justicialista [PJ] (169 intendentes); 12% del Partido Demócrata Progresista [PDP] (109 intendentes); 10% del MID – liderado por Frondi- zi y Frigerio (94 intendentes); 9% Fuerza Federalista Popular – liderado por Manrique (78 intendentes); Partidos Conservadores provinciales 8% (72 in- tendentes); Neoperonistas 3% (23 intendentes); Demócrata Cristianos [DC, fuerza dirigida por el Vaticano] 2% (16 intendentes); Partido Intransigente de Oscar Alende 0.5% (4 intendentes). [Véase Diario La Nación, 25 de marzo de 1979, sección “Semana política”, titulada “La participación Ci- vil” ]. Si a eso le sumamos la activa participación de la burocracia sindical (todavía hoy con juicios pendientes por complicidad en los secuestros de comi- siones internas, como en la empresa Mercedes Benz o Ford) y el apoyo de las altas jerarquías eclesiásticas a la dictadura… el golpe está armado desde una estrategia político-militar, pero acompañada de un apoyo y sustento también financiero, civil, mediático y eclesiástico. Su finalidad fue reordenar de raíz el capitalismo argentino.

Los EE.UU. y la noción del “destino manifiesto”

En 1630 un colono inglés, pastor puritano para más datos, escribía “Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nati- vos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como a someterlos.” . Era el modo de justificar la ocupación violenta de las tierras y el asesinato a mansalva de los pueblos originarios de América del Norte. Aún cuando en 1776, junto con la independencia de las trece colonias británicas se emitiría una declaración humanitaria que proclamaba la igualdad de los hombres, la nueva nación asumió el legado del destino manifiesto como valor constitutivo de su identidad y de sus políticas de desarrollo. En 1846 se proclamaría la famosa doc- trina Monroe “América para los americanos”, o sea para ellos. En 1848 comenzaría la expansión sobre México al que terminarían robando la mitad del territorio. En 1898 avanzarían sobre Cuba, Filipinas y Puerto Rico. En 1902 impondrían la sanción Platt a Cuba para convertirla en una colonia, de nuevo tipo, con aparien- cia de independencia formal pero sujeta en todo a los EE.UU. has- ta la revolución de 1959. En 1915 invaden Haití por vez primera y seguirían con Nicaragua, Guatemala y el resto de Centro América. Pero no podían avanzar sobre el sur de las Américas, como es- cribía un diplomático norteamericano sobre la declaración de la Independencia del 9 de julio de 1816: El gobierno de estas provincias es demasiado sumiso a Gran Bretaña para merecer el reconocimiento de los Es- tados Unidos como potencia independiente”. La oportunidad de avanzar recién vendría con el declive del Imperio Británico con el fin de la segunda guerra mundial; y allí comienza la historia del genocidio argentino. Con el golpe de 1954 contra Arbenz se pondría en marcha la seguidilla de golpes y acciones desestabilizadoras (no todas triunfantes, todavía les duele la derrota de Playa Girón en 1961 ante las tropas de la Revolución Cubana comandadas per- sonalmente por Fidel) que desembocarían en nuestro Genocidio. No fue un exceso de la CIA o un delirio de Kissinger, fue la

expresión del “destino manifiesto” en un momento histórico muy concreto, de dura confrontación con las fuerzas revolucionarias del mundo que le habían propinado dos derrotas excepcionales como la Cubana y la Vietnamita y donde los propios analistas del Pentágono ponían en dudas el triunfo de Occidente.   Al servi- cio de tal Operación Continental de Contrainsurgencia el Imperio puso todas sus fuerzas: el gobierno de los EE.UU. con sus fuerzas armadas y sus poderosas agencias de Inteligencia, sus empresas trasnacionales con sus vínculos y relaciones al interior del país en todas las esferas de la vida social, y sus relaciones de poder en las organizaciones internacionales como la ONU, la OEA y otras. Hay un episodio, menor si se quiere, que me contaron los traba- jadores de la Ford que sobrevivieron al secuestro y la tortura. En un momento del 77, el directorio de la Ford Argentina le escribe al embajador de los EE.UU. en el país para quejarse porque habían pedido que “desaparecieran” una cantidad de trabajadores y los grupos de tareas de Institutos Militares (con asiento en Campo de Mayo) habían secuestrado el doble. No solo eran los gobernantes o agentes de inteligencia, todo el Imperio Norteamericano, inclu- yendo sus empresarios, se involucraron de manera directa, perso- nal y decisiva en el Genocidio. Todo lo demás es anécdota menor.

Patrice Derian y Jane Kirkpatrick

En 1977, el presidente Carter nombró a Patrice Derian como Se- cretaria para Derechos Humanos y Asuntos Humanitarios quien asumió un rol activo en receptar las denuncias argentinas y poten- ciarlas. En 1977 viajó a la Argentina y se entrevistó con Massera y otros altos jefes militares. Por su labor el Congreso de los EE.UU. suspendió la venta de armas y restringió algunos acuerdos bilatera- les, también aportó que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, viajara al país a pedido de los organismos y fuerzas políticas, entre las que destacaron el partido Comunista y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre de lo cual puedo dar testimonio personal ya que no solo viajé de Rosario a Buenos

Aires para dar testimonio sobre mis secuestros sino que trabajé junto a otros compañeros y camaradas en organizar el viaje de de- cenas de víctimas y familiares a presentar testimonio ante la CIDH a pesar de los aprietes represivos contra la Liga entre los que se contó un allanamiento del local de la calle Corrientes al 1785 y el secuestro de los archivos de la Liga. La labor de Derian finalizó en 1981.

¿Cuáles fueron las razones que llevaron al gobierno de los EE.UU. , que había gestado y perpetrado el ciclo de golpes de estado que ya denunciamos, a crear esta Secretaría y respaldar algunas de estas acciones? Contextualicemos como pedía el escriba de Clarín. Contextualicemos.

En primer lugar, porque los EE.UU. se encuentran en shock por la repulsa popular a la guerra de Vietnam, de la cual salieron derrotados en 1973 y necesitan contener la oleada de reclamos que no cesa en los campus uni- versitarios y el crecimiento del movimiento contra el racismo que ha dado lugar a fenómenos sociales como el surgimiento de una fuerza revolucionarizada de masas como las Panteras Negras.

En segundo lugar porque desde el golpe pinochetista de 1973 y del nuestro de 1976 una oleada de exiliados políticos ha recorrido Europa y los propios EE.UU. alimentando un inédito movimiento de solidaridad con las víctimas de las dictaduras que han ido creando un clima cada vez más hostil hacia el stablishment de los EE.UU. y sus principales figuras como Henry Kissinger o las empresas como ITT que actuaron desfachatadamente en el golpe chileno.

Y en tercer lugar porque los “think tanks” que siguen de cerca los procesos en la Unión Soviética y los países del llamado “campo socialista” apuntan a un punto débil que estos procesos tienen: el poder popular se ha licuado, la democracia socialista se ha estrechado, la guerra fría ha creado un clima de intolerancia que bien puede ser aprovechado por una potencia que desde su “destino manifiesto” no ha dejado de presentarse como el campeón de la demo- cracia y los derechos humanos.

Más allá de las motivaciones personales de Patrice Derian, su labor debe inscribirse en esta triple perspectiva funcional a la es- trategia imperialista sin perder de vista que las dictaduras militares se caracterizaron por la creación de toda clase de espacios clan-

destinos por lo que debe relativizarse la verdadera eficacia de las medidas de suspensión o sanción puesto que lo que se interrum- pía por una vía llegaba por otra y lo indiscutible que a las Fuerzas Armadas en Operaciones contrainsurgentes nunca le faltaron ni municiones ni combustible para mover sus vehículos, casualmente yankees en su inmensa mayoría.

Y es llamativo que al resaltar la labor de Derian pocos se acuer- den de Jane Kirkpatrick, nombrada embajadora de los EE.UU. ante la ONU en 1980, adquiriendo gran influencia en la política exterior del Imperio y autora de lo que se conoció como doctrina Kirkpatrick la que ella misma resumió brutalmente los gobiernos au- toritarios tradicionales son menos represivos que las autocracias revoluciona- rias”. O lo que es lo mismo: sostendremos a todas las dictaduras anticomunistas y combatiremos cualquier gobierno que pretenda el menor nivel de autonomía de nuestro dominio.

Kirkpatrick también tuvo una estrecha relación con la Argen- tina y se presume que fue ella la que indujo al General Galtieri a invadir las Islas Malvinas convencido de que los EE.UU. lo apoya- rían por su rol en la lucha contra el comunismo, que la dictadura ya había extendido a la guerra contrarrevolucionaria en El Salvador y Nicaragua por medio del Batallón 601, especialista en Inteligencia Militar.

Pretender que la acción de Patrice Derian estaba disociada de la labor general del gobierno de los EE.UU., que siempre se movió bajo el paradigma que conocemos como Doctrina Kirk- patrick, es al menos una ingenuidad. Y en la mayoría de los casos un fraude intelectual de proporciones gigantescas encaminado a resignificar la historia del Genocidio con patrañas contra Fidel, la Unión Soviética y el partido Comunista que no necesitan de la defensa de nadie.

La Revolución Cubana no solo inspiró a la inmensa mayoría de los revolucionarios argentinos de todas las tradiciones, no solo aportó a la formación política y combativa de cientos y miles de ellos sino que su embajador en Buenos Aires fue atacado por la

Triple A en 1975 y varios de sus funcionarios cubanos y de sus empleados argentinos, desaparecidos por los grupos de tareas tal como se probó en el juicio por la causa Orletti, el centro clandes- tinos de Floresta al servicio de la Operación Cóndor.

Es sabido que el Partido Comunista realizó una profunda re- flexión sobre el periodo dictatorial del cual yo mismo he escrito un extenso texto57, pero esa discusión siempre fue sobre la falta de eficacia de las políticas desplegadas que impidieron acumular el heroísmo de su militancia, el aporte inmenso de la estructura partidaria a la lucha por los derechos humanos dentro y fuera del país en ese periodo y nunca se pudo comprobar colaboración al- guna del Partido Comunista como la que denuncia Kohan sobre casi todos los otros partidos con representación parlamentaria de entonces.

Y sobre la Unión Soviética, se puede discutir si en los orga- nismos internacionales fue más o menos explícita en la condena a la dictadura pero nadie vio jamás a un militar soviético en algún centro clandestino o alguna empresa estatal soviética aprovecharse del Plan Martínez de Hoz, más bien todo lo contrario, el proceso que impulsó la dictadura aumentó la concentración en manos de los grupos económicos norteamericanos, enemigos mortales de la URSS de entonces.

Más allá o más acá de errores, inconsecuencias o limitaciones, no estuvo en la izquierda argentina58 o los gobiernos encabezados por los partidos Comunistas el respaldo, legitimación, financiación y aprovechamiento del golpe genocida sino en el Imperio y sus so-

  • Toda la teoría de los dos demonios pretende enrostrar a la izquierda armada la responsabilidad del inicio del conflicto; porque en realidad los Dos Demonios nunca son dos, es la izquierda la culpable de todo, los “represores” fueron forzados al “error”

cios locales subordinados, empresarios, políticos, intelectuales, etc.

¿Y quienes continúan a Derian y a Kirckpatric?

Si existe una aparente contradicción entre Patrice Derian y Jane Kirkpatrick, sobre la cual se construye todo el discurso justificato- rio de la bondad de Obama, supuesto continuador de las políticas de defensa de los derechos humanos de Carter/Derian, esta se resuelve en la comprensión que ambas, Derian y Kirkpatrick, en- carnaban dos formas distintas de cumplir el mandato fundacional del Imperio: expandir por el mundo los valores y concepciones de los padres fundadores de los EE.UU., pues ese es el “destino manifiesto” con que Dios eligió al pueblo del norte. Y no esta- mos chicaneando, una larga serie de políticos contemporáneos, comenzando por el republicano Trump, insisten en que sus plan- teos están inspirados en el mismo Dios, cuestión que incide en la creciente tensión entre el Vaticano y la ultra derecha norteameri- cana. Derian creía que era con gestiones, apoyando a las fuerzas amigas del Tercer Mundo para que no cuestionen el capitalismo sino que luchen por mejorarlo (como diría años después el docu- mento estratégico Santa Fe IV al señalar que había dos clases de organismos de derechos humanos, y que, por supuesto, había que apoyar a los que inscribían, e inscriben sus esfuerzos en la mejora del capitalismo) que se lograría expandir los valores de la demo- cracia y los derechos humanos que les son propios. Kirkpatrick, por el contrario, creía que en un mundo en guerra (no importa si Fría o Caliente) no había lugar para sensiblerías y había que apo- yar sin vacilaciones ni cuestionamientos a sus aliados, sean como sean. Tal como había dicho años atrás Franklin Delano Roosevelt (también demócrata con fama de humanitario) “Somoza será un hijo de puta pero es nuestro hijo de puta”.

Obama encarna al mismo tiempo la tradición Kirckpatrick, que derivó en el Acta Patriota del 2001, que borró todo compro- miso con la democracia y la idea de la igualdad entre las personas y su consecuencia lógica, la Guerra contra el Terrorismo que los

ha llevado a invadir o intervenir de todas las maneras posibles, una y otra vez Libia, Siria, Afganistán, Irak, Irán, Honduras, Paraguay, Colombia, Venezuela para no nombrar el interminable acoso con- tra Cuba, nada de lo cual interrumpió Obama a pesar de sus pro- mesas electorales, inspiradas cierto en la tradición Carter Derian, pero solo de palabra.

Para ir concluyendo digamos que la historia es clara, en las políticas reales, los EE.UU. se movieron mucho más en razón de la doctrina Kirkpatrick que por el discurso de Patrice Derian, y eso ha sido probado en sede judicial en los juicios por la Operación Cóndor de la Argentina y otros países, así como por infinitos in- vestigadores de la cual prefiero citar a la compañera Stella Calloni que ha dedicado largos años a rastrear el accionar clandestino y subversivo de las agencias de los EE.UU..   Y de las fundacio- nes. Dice Stella en un trabajo conjunto con Alcira Argumedo “Además del control oligopólico privado de los medios de comunicación masiva

-primero agencias de noticias, radio y cine; más tarde la poderosa televisión- otros instrumentos son los planes de acción psicológica. Para esto Estados Unidos necesitaba obtener análisis de situaciones a partir de investigaciones de carácter socio-político, que eran básicos para implementar las doctrinas de contra-insurgencia. Y a tal fin diseñó un trabajo de cooptación de intelectua- les o universitarios progresistas, cuyas investigaciones les permitirían diseñar políticas precisas para legitimar su hegemonía ideológico-cultural. También en los últimos tiempos se conocieron nombres de intelectuales comprometidos en trabajos aparentemente culturales que eran pagados y utilizados por los organismos de inteligencia estadounidenses. Es en este tipo de tareas que una serie de fundaciones filantrópicas cumplen un papel esencial, otorgando becas, subsidios y generosos financiamientos.”59

Por toda América Latina estas fundaciones han desparramado millones de dólares buscando cooptar intelectuales que les pro- vean de los conocimientos que buscan al tiempo que comienzan a modelarlos en lo que se conoce como el “pensamiento beca-

rio”, aquel pensamiento que se va adaptando a lo que se espera de él, y comienza a producir una reflexión más y más cercana al pensamiento que el dominador quiere que hasta los dominados reproduzcan. Frank Fannon llegó a decir que no hay día en que el colonizado no sueñe con el lugar del colonizador, y eso no es fruto de la casualidad o de las puras condiciones de vida, sino de una construcción cultural donde estos “pensadores progresistas pero moderados” juegan un papel fundamental.

Cierto es que en la Argentina desde el fin de la dictadura ha sido el Estado el encargado de “financiar” a algunos organismos de derechos humanos con la consabida perdida de autonomía que hemos analizado en otras oportunidades, por ejemplo en la crisis de la Fundación de la Asociación Madres60.

Pero no podemos dejar de señalar que si hay otra organización, que no ha dejado de percibir cuantiosas donaciones por parte de Fundaciones como la Ford, la National Endowment for Demo- cracy conocida como NED, o la fundación del complejo farma- céutico Merck, uno de los más poderosos del mundo. El monto de las “donaciones” recibidas es asombroso: entre 2003 y 2012 es de casi 10 millones de dólares según consta en el cuadro de su web oficial 61

2003519.590USD;
2004531.259USD;
2005646.518USD;
2006647.104USD;
2007813.577USD;
2008969.666USD
2009963.223USD;
20101.241.052USD;
20111.692.751USD;
20121.946.864USD

Y en la misma pagina se reconoce que en el 2003, el 94% de los ingresos eran de Fundaciones y Organizaciones Internacionales, los aportes y donaciones personales apenas llegaba al 4% de lo ingresado.

La Fundación Ford es bien conocida por su labor articulada con la CIA tal como lo denuncia el biólogo argentino Daniel Goldstein citado en el articulo de Calloni Argumedo que ya se- ñalamos: “la Fundación Ford es (…) un organismo paragubernamental destinado a formular la táctica de contrainsurgencia civil para las dos Amé- ricas. La Fundación Ford se ha convertido en realidad en una nueva agencia de inteligencia destinada a los problemas sociales de los pueblos neocoloniales”. Y basta señalar que la NED fue denunciada por el investigador francés Thierry Meissan como la cara legal de la CIA en un deta- llado informe que adjuntamos al pie de pagina donde entre otras perlitas informa que el propio Henry Kissinger es el administra- dor de la NED, entre otras estrellas de la defensa de los derechos humanos: “El consejo de administración de la NED no es por lo tanto otra cosa que una correa de transmisión del Consejo de Seguridad Nacional. En aras de salvar las apariencias, se decidió que, de manera general, los agentes o ex agentes de la CIA no podían figurar en el consejo de administración. A pesar de lo anterior, las cosas no pueden estar más claras. La mayoría de los altos funcionarios que han desempeñado un papel central en el Con- sejo de Seguridad Nacional han sido administradores de la NED. En ese caso se encuentran, por ejemplo, Henry Kissinger, Franck Carlucci, Zbigniew Brzezinski y Paul Wolfowitz, personalidades que la Historia no recordará precisamente como idealistas de la democracia sino como estrategas cínicos de

la violencia.”

En las paginas sobre proyectos ejecutados los primeros tres proyectos de los que se da cuenta, fueron financiados por la

Fundación Ford y la NED: “Proyecto de fortalecimiento ins- titucional Fundación Ford – Chile Fortalecimiento de orga- nizaciones de derechos humanos: Programa de apoyo a organizaciones sociales National Endowment For Democracy (Ned) – Estados Unidos. Derechos humanos en las provincias argentinas y en la región, a través de la consolidación de sus organizaciones de la sociedad civil National Endowment For Democracy (Ned) –Estados Unidos”

Algunos analistas hablan de palomas y halcones en el Pentá- gono, en estos días se ha fortalecido el mito de la corriente hu- manitaria Carter Derian y la idea que Obama no pudo realizar sus proyectos humanitarios porque el stablishment se lo impidió. Pamplinas. Opiniones de ignorantes como diría el escriba de Cla- rín que reclamaba contextualizar que pretende ignorar que Obama es el jefe de un imperio tanto como Macri es el heredero de Mar- tínez de Hoz y de Videla.

Por eso tanto amor entre ellos y tanto esfuerzo por disimular su proyecto de sometimiento nacional y de súper explotación social en curso. Pero una vez más se equivocan porque nos subestiman. Como subestiman al pueblo cubano al que pretenden comprar con una docena de hamburguesas y celulares con florcitas.

No ignoramos que nuestro pueblo ha sufrido una derrota pro- funda que ha generado una frustración importante; pero este mis- mo pueblo supo sobreponerse al terrorismo de estado y reinstalar en la escena nacional las viejas e irresueltas cuestiones de la igual- dad, la dignidad y el buen vivir de nuestro pueblo. Más temprano que tarde volveremos a luchar por ellas, y ojala la próxima con- temos con las herramientas imprescindibles para dar la pelea en regla: una fuerza política alternativa y una vanguardia que supere el sectarismo y el posibilismo, que se inspire en las mejores tradicio- nes revolucionarias y se proponga representar en una nueva fuerza todas las banderas y todos los sueños que animaron a tantos miles de revolucionarios desde aquellos años en que se fundó la tradi- ción comunista en la Argentina.

¿Es posible soñar con la Revolución en tiempos de Macri y Trump?

“…me acojo al sueño eterno de la revolución...

Te escribo, y el sueño eterno de la revolución sostiene mi pluma, pero no le permito que se deslice al papel y sea, en el papel, una invectiva pomposa,

una interpelación pedante o, para complacer a los flojos, un estertor nostálgico.

Te escribo para que no confundas lo real con la verdad ”.

Andrés Rivera ,La Revolución es un sueño eterno. 1992

escrito el 19 de noviembre de 2016

Uno. Introducción metodológica imprescindible sobre el marxismo y la historia

Estamos desafiados a comprender la coyuntura nacional, regional y mundial desde una perspectiva histórica; aunque eso se dice fácil y resulte difícil de concretar. porque las mínimas diferencias teóri- cas derivan en diferentes lecturas de la realidad; que algunos supo- nen comprensible con solo mirarla, olvidando aquella advertencia de Carlos Marx: si “la esencia y el fenómeno fueran idénticos, no haría falta ciencia”.

Aclaremos, entonces, algunas referencias teóricas imprescin- dibles al momento de pensar el escenario de la lucha de clases nacional y regional.

Georgy Luckas decía que la diferencia entre “la descripción de una parte de la historia y la descripción de la historia como un proceso unitario no es por lo demás una diferencia de alcance….sino una con- traposición metodológica, una contraposición de puntos de vista”62

Immanuel Wallerstein, por su lado insistía en que un mismo

  • “Historia y conciencia de clase”, 1972, Editorial Grigalbo

hecho histórico adquiere un sentido u otro según se lo piense como hecho aislado o como parte de una larga cadena de acon- tecimientos; resultantes a la vez de la lucha de clases que siempre se da bajo ciertas correlaciones de fuerzas más o menos objetivas, las económicas sociales, militares, estatales, etc. y las más o menos subjetivas, que refieren al sentido común dominante en la socie- dad en general y en cada una de las facciones en pugna, o dicho de otro modo, a los proyectos políticos que adquieren hegemonía y el clima de época cultural e ideológica para cada sector social y político63. Es conocido su ejemplo de que en una primera mirada los sucesos ocurridos en el Río de la Plata entre 1806/1816 serían interpretados como de liberación nacional, pero si los pensáramos entre 1806/1896 veríamos otra cosa, un cambio de hegemonía imperial entre el reino de España y el de Gran Bretaña.

Los fundadores de la corriente del pensamiento crítico mar- xista, decían que la historia es como el resultado de un parale- logramo de fuerzas, que a largo plazo y en proporciones nacio- nales y regionales, establecen una tendencia principal que marca la dirección de los acontecimientos de acuerdo a los fenómenos económicos que actúan como el elemento más dinámico en la relación dialéctica con los políticos culturales; los cuales, analiza- dos aisladamente pueden parecer absurdos o inexplicables, o peor aún, generar la ilusión de que el rumbo es contrario al real. Como los pasajeros de un tren que al mirar el paisaje crean que son los árboles los que van hacia atrás y no que ellos viajan para adelante. El reiterado “pensábamos que estábamos ganando y en realidad se preparaba nuestra derrota”, que me decía un oficial del Ejercito Revolucionario del Pueblo en un patio de la Cárcel de Coronda a inicios de 1977 es un buen ejemplo de la confusión posible.

Y por último, tanto Gramsci como Guevara, destacaron que tales condiciones generales, la llamada correlación de fuerzas, no son inmutables y que por medio de la acción humana organizada,

  • José Schulman, “La parte o el todo”, 2005, Manuel Suárez Editor

motorizada por la voluntad animada por la ética y sostenida por la cultura política revolucionaria, se pueden modificar y provocar, da- das ciertas bases materiales, hechos revolucionarios que sorprendan a dominadores y dogmáticos. De hecho, desde la Comuna de París hasta el proceso venezolano de cambios, pasando por las revolu- ciones rusa, china, cubana, vietnamita, coreana y todas las demás que fueran verdaderas (es decir, no resultante de la intervención del Ejercito Rojo) fueron primero calificadas como “sorpresivas” o “excepcionales”. El factor subjetivo, la batalla por la hegemonía cultural, en la tradición del marxismo revolucionario, no del adoce- nado y complaciente con los gobernantes o lideres de turno, forma parte de la lucha política y es en ese terreno, el de la lucha política real contra los detentores del poder burgués, que se resuelve.

La victoria electoral de Macri en la Argentina como la de Trump en los EE.UU. expresan de un modo transparente una larga línea de acumulación de las derechas más brutales y radicales que po- dríamos, de modo didáctico, remontar al golpe de estado de 1976 en la Argentina (pensado a su vez como el último de una serie de episodios golpistas que arrancan en 1954 en Guatemala, pasan por Brasil en 1964, Argentina en 1966, Bolivia en 1972, Chile en 1973 y Uruguay en 1974) y toda la labor para recomponer el pensamien- to de las derechas luego de la debacle política y cultural del 2001; así como decir que el triunfo de Trump, tan “insoportable” para las “buenas conciencias” burguesas de todo el mundo, incluido un Hollande o un Obama, no es más que el resultado esperado del ciclo de cambios regresivos que se iniciaron con la Caída del Muro de Berlín, prosiguieron con la Guerra contra el Terrorismo iniciada en setiembre de 2001 y desplegada ante el silencio cómplice de casi todo el mundo en Irak, Irán, Afganistan, Libia, Siria, Palestina y también Honduras, Paraguay, Colombia y Venezuela.

Solo los necios o los analfabetos políticos64 pueden mostrar sorpresa

Dos. El fin del ciclo corto y el fin del ciclo largo

El inicio de la segunda década del siglo XXI está marcando el final de dos ciclos, superpuestos.   Uno es el ciclo largo de ca- pitalismo con máscara democrática liberal, el ciclo iniciado por la Gran Revolución, como decían los historiadores al nombrar el ascenso de la burguesía francesa al poder, mediante la utilización de la lucha de las masas empobrecidas de la ciudad y el campo para derrotar al Rey y el Viejo Régimen. Durante unos dos siglos, el capitalismo pudo combinar la más cruel explotación social y dominación colonial de los pueblos de la periferia, con la promesa de la igualdad formal contenida en la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789 y resurgida en 1948 con la fundación de las Naciones Unidas y su renovada promesa de iguales derechos para todas y todos (formales claro, nunca reales, pero derechos al fin).

El crack de 1930 dio lugar, en las condiciones de existencia de la Unión Soviética y un fuerte movimiento revolucionario prole- tario universal y un no menos poderoso movimiento de liberación nacional de las colonias y neo colonias de Asia, África y América Latina, dio lugar a dos proyectos burgueses de superación de la crisis: el fascista y el democrático liberal.

El triunfo en la Segunda Guerra Mundial de la coalición anti- fascista, con un rol protagónico de la Unión Soviética y las gue- rrillas antifascistas de Europa, a su vez, disparó dos procesos si- multáneos y antagónicos: el desarrollo de un mundo no capitalista, hegemonizado por la URSS primero y con protagonismo Chino y Cubano después, que algunos llamarían el “socialismo real” o el “sistema socialista” que produjo el mayor esfuerzo prolongado y exitoso por mejorar la vida de miles de millones de obreros y campesinos, conquistando metas inimaginables aunque con debi- lidades culturales que a la larga serían fatales, por un lado y el más largo y productivo ciclo de crecimiento capitalista, entre 1945/73, al que Eric Hobsbawm llamaba la “edad de oro”, enancado en la oportunidad para crecer tras la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial y apoyándose en las doctrinas keynesianas de estimular

el consumo mediante la intervención del estado como modo de asegurar y potenciar la reproducción ampliada del capital, la cual impulsó tanto las fuerzas productivas que para mediados de los 70 inició una verdadera segunda revolución científico técnica que po- sibilitó el surgimiento de la biogenética, que cambio la producción agraria, la robótica que potenció la producción industrial y la in- formática e Internet que dieron vuelta la noción de comunicación que la humanidad había tenido por miles de años.

Nada de lo ocurrido en el terreno económico, político, cultural o militar se puede entender al margen de esa confrontación mun- dial e integral. La derrota del mundo no capitalista, más allá de las opiniones que tengamos sobre su causas, dio paso a una única hegemonía global, feroz, cruel, sanguinaria, pero eficaz para am- pliar las fronteras del capitalismo hasta ocupar cada espacio físico y simbólico de la vida de modo tal que todo se venda y todo se compre, todo es mercancía, todo es intercambio mercantil (lo que Carlos Marx llamaba la subsunción real del Trabajo en el Capital)65 y esa es, en esencia, la verdadera fortaleza del dominio imperial norteamericano, que no solo se basa en su poderío militar, que lo tiene, sino en un descomunal poder cultural, en que sus valores culturales son, sencillamente, los valores culturales de casi todos. Con la conquista, o reconquista, de la totalidad de la vida hu- mana, el capitalismo consuma su expansión imperialista, es cierto y sería tonto negar su hegemonía brutal; pero al mismo tiempo, y acaso ellos lo empiezan a presentir, comienza su proceso inevita- ble de decadencia que posibilitará o su superación revolucionaria, “Socialismo o Barbarie” en la bella, precisa y dramática síntesis de Rosa Luxemburgo, o su reemplazo por alguna nueva forma de dominación, acaso imaginada en alguna película de ciencia ficción donde el caos es manejado por maquinas y robots que obedecen a un gran único monopolio, lo que algunos llaman tecno fascismo66

El triunfo de Trump es una expresión, brutal, asquerosa, pero directa del despliegue hasta el fin de las relaciones de dominación en el terreno de la cultura del mundo burgués donde no hay más regencia que el valor de las cosas y nada importa el valor de uso de ellas; o como dice el Papa Francisco, el dinero es el Dios verdade- ro de hoy: “También hoy delante de las desgracias, de las guerras que se hacen para adorar al dios dinero, a tantos inocentes asesi- nados por las bombas que lanzan los adoradores del ídolo dinero, también hoy el Padre llora, también hoy dice: ‘Jerusalén, Jerusalén, hijos míos, ¿qué estáis haciendo?’ (Francisco, 2013)67.

Trump no es un relámpago en un cielo limpio. Es el final de un largo recorrido que comenzó con las guerras de conquista de los 90, legitimadas por la OTAN en 1991 al proclamar el derecho a intervenir donde se le ocurra; derecho que se amplió con el Acta Patriótica de setiembre de 2001 del cual Obama e Hillary fueron dos de sus máximos propulsores.

¿La guerra contra el Terrorismo podría tener otro final que el arrasamiento de las libertades democrático burguesas?, la ne- cesaria unidad contra el fascismo no nos libera de la crítica a la hipocresía de aquellos que alimentaron la hoguera de Trump para ahora asombrarse de estos fuegos.

Pero en estos días también se está cerrando otro ciclo, el ci- clo corto de gobiernos progresistas de América Latina que tanta esperanza y entusiasmo habían despertado en todo el mundo, em- pezando por los propios latinoamericanos.

Algunos analistas pretenden la continuidad del ciclo progre- sista so pretexto de supuestos cambios en el modo de resolver la reproducción ampliada del capital: “En el último año hablar del “fin del ciclo progresista” se había convertido en una moda en América Latina. Uno de los supuestos de tan temeraria como infundada tesis, cuyos contenidos hemos discutido en otra parte,

era la continuidad de las políticas de libre cambio y de globaliza- ción comercial impulsadas por Washington desde los tiempos de Bill Clinton y que sus cultores pensaban serían continuadas por su esposa Hillary para otorgar sustento a las tentativas de recompo- sición neoliberal en curso en Argentina y Brasil”, asignando una diferencia de calidad distinta a las políticas de proteccionismo y libre cambio, como si en todos estos años el capital hegemónico no hubiera aplicado de manera combinada ambas políticas, siem- pre en defensa de sus intereses, como ahora. Y presagiando el fin del neoliberalismo nada menos que con Trump: “Como diría Eric Hobsbawm, se vienen “tiempos interesantes” porque, para salvar al imperio, Trump abandonará el credo económico-político que tanto daño hizo al mundo desde finales de los años setentas del siglo pasado. Habrá que saber aprovechar esta inédita oportuni- dad”. Cosas veredes Sancho.

Lo que muchos llaman el “ciclo progresista” alude al triunfo y gobierno de una serie de fuerzas y lideres emergentes de las luchas contra la hegemonía neoliberal de los 90, que ensayaron discursos y políticas (más discursos que políticas, por cierto) de ruptura con el neoliberalismo y de promesas de una integración regional que trascendiera lo económico y garantizara por medio de la unidad americana sin los Yankees, la liberación y el desarrollo.

Excluyendo a Cuba, que estaba antes y continúa su rumbo, y que no deja de proclamar su objetivo revolucionario y socialista, una larga lista de países integraron el ciclo progresista: Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Brasil, Argentina, por un breve pe- riodo Paraguay y Honduras y algunos hasta incluían a Chile en un espacio político muy heterogéneo pero que se referenciaba en el Mercosur, Unasur y que acaso tuvo su acta de nacimiento y mito fundacional en el NO al Alca protagonizado por pueblos y gobier- nos en Mar del Plata en el 2006.

Los triunfantes golpes “constitucionales”, valga la contradic- ción en si misma de vincular golpe con constitución, en Hondu- ras, Paraguay y Brasil; la derrota electoral en Argentina y en las

municipales de Brasil, las notorias dificultades en Venezuela, el amesatamiento del proceso en Ecuador, la derrota del proyecto reeleccionista en Bolivia y el notorio retroceso político del go- bierno de Bachelet y sus aliados de la Nueva Mayoría han gene- rado un cambio de época que solo encuentran signos contarios en Colombia, donde la articulación de movimientos sociales e in- surgencia está logrando un Acuerdo hacia la Paz con ampliación de derechos y acaso en Nicaragua donde Ortega ha sido reelecto recientemente.

Friedrich Hegel decía que “la más alta madurez y el grado más alto que cualquier cosa puede alcanzar, son aquellos que empieza su ocaso (Hegel, 1982 Pág. 11). Esto es cuando se logra desplegar al máximo las contradicciones de un momento, es cuando este es efectivamente conocido y al mismo tiempo deja de ser lo que era”68

O sea, ahora que el ciclo progresista ha culminado surge con claridad lo que fue y lo que no fue, y acaso algunas certezas de por que no fue lo que decían que era.

Podríamos aportar algunas opiniones sobre la caracterización: fue un proceso de impugnación de la hegemonía neoliberal impuesta por el Terrorismo de Estado que asoló la región entre 1954 (golpe en Guatemala) hasta la Guerra Sucia contra Nicara- gua (1980/1991) que había mostrado su fracaso en resolver los problemas sociales y de desarrollo para finales del siglo XX, y por lo tanto, de cuestionamiento de la hegemonía imperial nortea- mericana; acaso lo más importante que ocurrió fue en el terreno de lo ideológico cultural: valores como Patria Grande, Integración autónoma, la noción de que los pueblos tienen derechos y que igualdad formal debe ser total (incluir espacios antes considerados tabúes como la sexualidad o la familia); en casi todos los países se incluyeron formas de redistribución de la renta recaudada por el

  • Todas las cosas son un juicio. Juan Serey, Revista Opinao

Filosófica, 2014, Porto Alegre

Estado, que sin cuestionar la matriz capitalista injusta, elevó las condiciones de vida de millones y financió toda clase de progra- mas de dignidad, salud, cultura, memoria y que llegaron a plantar mojones de información alternativa como Telesur en Venezuela o Canal Encuentro en Argentina.

Las viejas oligarquías se vieron amenazadas, acaso más poten- cialmente que en lo real, pero se sintieron amenazados y actuaron con furia y rencor con el resultado conocido.

Más allá de los límites estructurales: pensar en un capitalismo andino, humanizado, distributivo, etc. etc. y el mantenimiento de una cultura extractivista que potenció la primarización de nuestras economías y potenció la concentración de riquezas y la centrali- zación del capital, llama la atención y queremos resaltar, que el progresismo gobernante, muchos de sus funcionarios y dirigen- tes venían de ser parte de la generación de los 70, de apoyar la Revolución Cubana y el Che, el Cordobazo y Salvador Allende, cometieron todos los errores que con pasión habían adjudicado al stalinismo gobernante en la URSS, como causal de la gran derrota de los 90: estatalismo y economicismo lo que equivale a pensar que se puede hacer el cambio revolucionario haciendo centro en la gestión económica y pensando al Estado como instrumento central de la transformación social en un raro retorno a Bismarck y sus herederos keynesianos; subestimación de la democracia popular y por ende del sujeto pueblo como protagonista de la historia; exageración de la importancia de los liderazgos per- sonales, confianza en las “melladas armas del capitalismo”, al decir del Che, para combatir el neoliberalismo; veneración por lo “institucional” hasta el ridículo de creer que las revoluciones se hacen escribiendo constituciones o sancionando leyes69, con- fusión entre lo publico y lo privado en detrimento de la ética revolucionaria que convirtió a numerosos militantes en vulgares

  • “El autor debería saber que las revoluciones no se hacen con leyes”. Carlos Marx, El Capital, capitulo XXIV, 1864

ladrones; exagerada confianza en que las contradicciones se- cundarias de los imperialistas pueden ser aprovechadas casi sin costo, etc. Sin pretender extender las condiciones de la lucha de clases en la Argentina a toda la región, aunque se podría decir que toda la región ha sido “peronizada” en algún sentido ideológico, si nos animamos a afirmar que este progresismo de tercera vía se volvió hegemónico en la región y fue determinante en las estrate- gias, casi suicidas, de algunos de los gobiernos hoy desplazados o sumamente debilitados.

Acaso porque casi todos olvidaron la vieja enseñanza leninista de que no hay nada más práctico que una buena teoría. ¿Pero qué teoría para este mundo de Trump y Macri nos hará libres?

Tres. Cómo resistir sin morir en el intento?

La fuerza de Macri no es solo la de sus votos, ni siquiera los del ballotage, porque una parte del voto a Scioli acuerda con muchas de sus propuestas y el control de la Administración Nacional, de la Ciudad de Buenos Aires y de la Provincia de Buenos Aires le da un espacio de negociación y captación de gobernadores, inten- dentes, legisladores nacionales y provinciales que le ha permitido casi ignorar que es minoría en casi todas las instancias legislativas, menos la de la ciudad de Buenos Aires.

El gobierno de Macri no es solo un conjunto de hombres de empresa, casi todos ellos vinculados a familias de larga historia en el Poder Real de la Argentina y participes de gobiernos surgi- dos de golpes de estado y acciones terroristas como los Massot (Nueva Provincia de Bahía Blanca), los Peña (de la Familia Braun, dueños de La Anónima y grandes latifundistas) o los Blaquier (In- genio Ledesma de Jujuy); cierto que son ejecutivos que vienen de diversas tradiciones no vinculadas a la política tradicional pero todos ellos cuentan con una formación profesional universitaria y cuentan con el apoyo de innumerables usinas con forma de ONG y Fundaciones o Centros de Estudio. Cuentan con el apoyo de toda clase de agencias y servicios de los EE.UU., Europa y el gran

capital.

No se trata de exagerar su poderío o sobreestimarlos, sino de respetarlos como lo que son: enemigos implacables de lo popular y democrático, astutos hasta el cinismo y el engaño sin escrúpulo, crueles hasta el terrorismo de estado del cual, en definitiva, son hijos y herederos aunque no puedan y posiblemente, por ahora, no quieran ejercer.

Pero tienen dos problemas: uno es que su modelo de capitalis- mo no contempla satisfacer lo mínimo de las necesidades popula- res y dos es que nuestro pueblo viene de un largo periodo de ser sujeto de políticas económicas/sociales/culturales que mejoraron su vida, aunque no afectaran la estructura real de poder: pensiones y jubilaciones, retribuciones al trabajo en cooperativas, subsidios varios que incluían el acceso a la energía eléctrica, el gas y el trans- porte, la educación y la cultura, políticas de memoria, verdad y justicia, etc. etc.

Ya hemos dicho que acaso uno de los aspectos más positivos de la etapa kirchnerista fue su discurso acerca de los derechos po- pulares y la necesidad de defenderlos con organización popular (más allá que, en lo fundamental, no fueran consecuentes con su discurso)

Durante este primer año de gobierno macrista, las acciones de oposición a diversas medidas fueron masivas y hasta impactantes; pero no modificaron casi nada el rumbo oficialista. Acaso en el terreno de la memoria, la verdad y la justicia es que se pudo frenar más la ofensiva reaccionaria.   No pudieron entrar con Obama a la ex Esma; no pudieron mandar a Echecolatz a su casa aunque lograron “domiciliaria” para más de cincuenta represores solo en este año; no pudieron voltear a la Procuradora General de la Na- ción ni frenar del todo a los juicios (incluso tuvieron que volver a comprometerse en su continuidad en la reunión de la Comisión Interpoderes convocada por la Corte Suprema en setiembre) y no pudieron barrer con las políticas públicas de memoria a pesar de todos sus esfuerzos por banalizarlas.

Pero es cierto que en el terreno de la economía, del empleo, de los precios, del presupuesto educativo y un larguísimo listado de derechos, simplemente avanzaron como una topadora contra un montículo de arena.

La derrota electoral y la perdida del control de numerosos apa- ratos ha hecho tambalear la hegemonía kirchnerista en el movi- miento popular, ha liberado espacios para la acción de una izquier- da revolucionaria, pero no ha surgido ninguna nueva hegemonía y la dispersión es la característica más definida.

La necesaria unidad de acción para frenar la ofensiva antipopu- lar y antidemocrática se debe articular con la construcción de una nueva hegemonía, lo que de por sí es una cuestión difícil de resol- ver; pero además, no se avizora cuáles fuerzas políticas estarían en condiciones de encarar semejante tarea.

La izquierda de tradición trotskista se ha hecho fuerte en el terreno institucional, acaparando la representación electoral pero con serios límites para encarar la doble tarea de construir hegemo- nía y bloque popular.

Los sectores más avanzados del kirchernismo se encuentran en un proceso de dispersión y debates que los llevan a posiciones aislacionistas (como la presentación como referentes del Partido Miles de tres personajes como Boudou, D Elia y Esteche) hasta el borde del colaboracionismo del Movimiento Evita.

La izquierda que se arrimó y en buena parte se subordinó al kirchnerismo, sectores socialistas, comunistas y de otras tradicio- nes, ha desacumulado fuerzas y todavía está en un estado de shock post derrota del cual no parece fácil que salga rápido.

Una larga lista de organizaciones de todo tamaño y objeto cumplen dignas tareas de resistencia y construcción de atributos para el movimiento popular, pero corren riesgo de abonar a la dispersión y fragmentación que hoy predomina.

Cuatro

Nuevas preguntitas a la izquierda70

La construcción de la resistencia, de la alternativa y de la van- guardia unificada resultante de la articulación de diversas fuerzas que puedan cumplir alguna o varias de las funciones de una van- guardia política del siglo XXI requiere resolver alguno de los deba- tes que hoy recorren la geografía del movimiento popular

¿La consigna es volveremos o hay que construir una propues- ta de futuro nunca alcanzado, un cambio revolucionario claramen- te definido como no capitalista y con el horizonte revolucionario en su mira?

¿Alcanza con la unidad de lo que hoy no acuerda, se opone y/o resiste al macrismo o hay que darse una política de disputa de los sectores populares, incluidos sectores de las capas medias urbanas y rurales, de los intelectuales, profesionales y técnicos que hoy trabajan en relación de dependencia, amplios sectores reli- giosos motivados por la predica vaticana de enfrentar la Tercera Guerra Mundial, asumir la opción por los pobres y repudiar una sociedad basada en el Dios Dinero, etc. etc. o sectores igual de am- plios de las capas medias que ven con horror el avance del Estado Policial, la xenofobia, la predica del rencor contra lo popular, igual que aquel inicial “Que viva el Cáncer” de 1953?

¿Alguna de las fuerzas que se auto proclaman o consideran de izquierda revolucionaria o en condiciones de ser vanguardia están en condiciones de jugar un rol de vanguardia en la solución teórica y sobre todo práctica de estos interrogantes o hace falta crear una nueva fuerza política, que sin negar ni mucho menos desmerecer todas y cada una de las tradiciones revolucionarias de nuestra historia, simbolizadas en los treintamil, se renueve de un modo tal que pueda asumir las enseñanzas de las frustraciones

  • en 2012 escribí: Preguntitas para la izquierda.  La parte o

el todo? , que podría leerse como prologo de esta reflexión https:// cronicasdelnuevosiglo.com/2012/05/07/preguntitas-para-las-izquierdas-la- parte-o-el-todo/

de la generación del Cordobazo, de los que lucharon contra el Menemismo y de los que se jugaron por el kirchnerimo y genere, al fin, una doctrina revolucionaria propia, apta para confrontar y derrotar al bloque de poder que nos domina desde fines del siglo XIX, sin solución de continuidad?

García Linera ha hecho un aporte sustantivo al debate al hacer incapie en el consumismo, la corrupción y la necesidad de soste- ner al pueblo como sujeto protagonista de los procesos revolu- cionarios.71

A la que yo agregaría lo que llamo la paradoja de los medios no culturales de disputa cultural. Como casi todos saben, Carlos Marx, junto a Federico Engels y una pléyade de revolucionarios europeos de mediados del siglo XIX, cumplió la función histórica de develar el funcionamiento del capitalismo y de señalar un cami- no para su superación. Sus estudios de años y años los vuelca en un nuevo libro al que va a llamar El Capital; allí comienza a revelar paso a paso como en el doble carácter de la mercancía se puede adivinar el doble carácter del trabajo humano y de allí el secreto de porque nunca el salario retribuye el valor creado por el obrero originando un plus del que se apodera el empresario que así se enriquece, la famosa plusvalía.

Y va capitulo por capitulo desmontando una a una las falsas imágenes o lo que alguna vez diría, la imagen verdadera de una imagen falsa pero al llegar al capitulo veinticuatro (¡24!) decide escribir lo que titula “La llamada acumulación originaria” donde cambia el estilo de análisis, ya no será un recorrido conceptual sino histórico: “El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, el exterminio, la esclavización y el sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: tales son los hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movi-

  • ver nota al pie número cinco, más arriba

miento de la acumulación originaria. Tras ellos, pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, con el planeta entero por escenario. Rompe el fuego con el alzamiento de los Países Bajos, que se sacuden el yugo de la dominación española, cobra proporciones gigantescas en Inglaterra con la guerra antijacobina, sigue ventilándose en China en las guerras del opio, etc. Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro, en un orden cronológico más o menos preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es aquí, en Inglaterra, donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista. En parte, estos métodos se basan, como ocurre con el sistema colonial, en la más burda de las violencias. Pero todos ellos se valen del poder del Estado, de la fuerza concentrada y organizada de la sociedad, para acelerar a pasos agigantados el proceso de transformación del modo feudal de producción en el modo capitalista y acortar las transiciones. La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es ella misma una potencia económica.” En síntesis, luego de demostrar en veintitrés capítulos los mo- dos económicos de acumulación de riqueza, pasa al relato históri- co para mostrar que la verdadera acumulación originaria se basa en la violencia, en el colonialismo, en el sometimiento a la esclavitud de millones; en definitiva que la acumulación económica se resuel- ve en lo fundamental por métodos no económicos, sino políticos,

que no son otra cosa las acciones imperialistas que describe.

Entonces, se necesita revalorizar la política como el espacio donde se dan todas las batallas contra el macrismo, de creación de alternativa y de construcción de vanguardia; porque es en el terreno de la política que se disputa la hegemonía cultural y se puede cumplir la tan ansiada “reforma moral” que desde Gramsci a García Línera, se reclama como imprescindible para cualquier cambio social.

Porque no hay que olvidar que nunca que no fue Rucci el que ganó el debate con Tosco, sino que el Gringo falleció en las con- diciones duras de la clandestinidad bajo el gobierno cuasi fascista de Isabel y la Triple A; no fue Borges el que le ganó el debate a

Rodolfo Walsh sino que Rodolfo fue capturado por un grupo de tareas de la Esma en la esquina de Entre Ríos y San Juan para ase- sinarlo sin piedad; la dictadura asesinó a Santucho y silenció por años a Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez y tantos otros.

La hegemonía cultural no la lograron por medios culturales sino políticos; en su caso la política del terrorismo de estado, op- ción que no existe para nosotros puesto que la reforma moral requiere de humanismo, de libertad, de de fraternidad verdadera, de instalar el deseo fuera del consumo y en un territorio que pueda ser preservado aún en la miseria y la cárcel.

Y entonces, ¿qué hacer para avanzar en esta batalla por el sen- tido común, batalla cultural que se dirime en el terreno duro de la lucha política?

Es sencillo, para soñar con una revolución hay que forjar revo- lucionarios y por suerte tenemos al menos uno en nuestra Améri- ca en quien inspirarnos y tomar ejemplo: Fidel Castro.

Para construir resistencia, alternativa y vanguardia todos debe- ríamos soñar con Fidel, ese que hace unos veinte años dijo: “Re- volución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender los valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”. 72

La tercera muerte del Mito Liberal

El estado de la llamada “democracia representativa”, a treinta y tres años del fin del

ciclo de golpes de estado (1930/1983)

escrita el 12 de octubre de 2016

La lucha contra el colonialismo español, impulsada por un gru- po de revolucionarios jacobinos (en la doble acepción del término: decididos, audaces, radicales en su programa de liberación pero también autosuficientes y poco afectos a construir poder popular en el sujeto que sostenía su sueño) se frustró, como ya explicaba Echeverría en el siglo XIX, por el cambio de alianzas sociales en- tre el pobrerío, la burguesía porteña y la oligarquía más poderosa: la Revolución avanzó apoyada en el acuerdo entre el pobrerío y los representantes de la burguesía porteña, pero se estancó y retroce- dió cuando se impuso el acuerdo de los porteños con la oligarquía, y de todos con los ingleses que con la victoria en la batalla naval de Trafalgar (1805) completaron las condiciones necesarias para re- emplazar al reino de España como potencia imperial hegemónica en Sud América.

Y lo lograron.

El país que nació del fin del ciclo revolucionario, del fin de las guerras civiles, de la hegemonía porteña sobre las elites provin- ciales y sobre los intentos autonomistas del Paraguay, será un país formalmente independiente y una semicolonia en términos reales. Para dar formato institucional a esa farsa se sancionó la Cons- titución de 1853, y sobre todo, la Ley Sáenz Peña y la ficción de la democracia representativa con el conjunto de mitos fundacionales de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX: la entronización de la ciudad de Buenos Aires como Capital y centro económico de la Republica, gracias al Puerto y su Aduana; la organización

del Ejercito Nacional bautizado en la Campaña del Desierto y la llamada Guerra de la Triple Alianza, nombres de fantasía que en- cubrían el segundo genocidio sufrido en nuestras tierras; y la afir- mación formal de varias igualdades: la del acceso a la educación publica, el mito del guardapolvos blanco, y la de la igualdad formal ante la ley y ante la urna, el Código Penal y la Ley del (supuesto) Sufragio Universal (que solo era para los varones con Libreta de Enrolamiento o sea, dejando fuera del padrón electoral a la mitad femenina de la población y al cuarto inmigrante de argentinos).

Así nació el primer momento del Mito Liberal.

Su hora de gloria. La democracia liberal y el granero del mun-

do.

Su cara más diáfana sería la de Hipólito Irigoyen al que se lo

pinta como un caudillo cívico y casi antiimperialista, ocultando las masacres de la Patagonia Rebelde o la Semana Trágica, para solo nombrar las más notorias de las acciones criminales de su gobierno.

El golpe de estado de 1930 dio por tierra con la versión gla- morosa del Mito Liberal pero el ciclo de golpes de estado (1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y el último de 1976), con la instalación de un modelo de dominación estable basado en la alternancia entre gobiernos civiles y militares (aunque ninguno amenazó realmente al capitalismo como modo de organización económica y social, cultural y política de los argentinos) hizo nacer un segundo modo de existencia del Mito Liberal: el sueño nunca cumplido de termi- nar con el autoritarismo y conquistar, al fin, las mieles prometidas desde la Constitución de 1853, y nunca alcanzadas.

El mito liberal era tan poderoso que penetró hondo en los más diversos sectores políticos, incluidos aquellos que supuestamente lo repudiaban en su doctrina: el comunismo y el peronismo.

En 1959, ya superada la división en el movimiento obrero y la izquierda, que había impuesto el triunfo del primer ciclo de go- biernos peronistas (1945/55), uno de los intelectuales comunistas más preclaros, Héctor Agosti, diseccionó en un libro, “El Mito

Liberal” cada una de las falacias con que los intelectuales y políti- cos burgueses pretendían instalar como verdaderas: la igualdad ju- rídica y el estado de derecho son imposibles de alcanzar mientras persista la desigualdad real en las condiciones materiales de vida y por ende en el acceso real a cada uno de los derechos inscriptos en la ley y el propio proceso de elección de representantes y autori- dades convertido en un mecanismo de compra venta más, con sus técnicas de marketing incluidas.

Sin embargo, ni Agosti y mucho menos el Partido Comunista van a superar una cultura política, la del frente democrático nacional, que parecía afirmarse en cada ciclo dictatorial donde la política de defensa de las garantías constitucionales y el acuerdo con las más amplias franjas del progresismo aparecían como el curso político más racional y práctico.

Hasta 1983, esta segunda forma de existencia del Mito Liberal, tan funcional al surgimiento de las corrientes “progresistas” al in- terior de los partidos tradicionales de la Argentina: el peronismo, el radicalismo, el socialismo, etc. mostraba destellos combativos y de resistencia a los desafíos de un fascismo siempre acechante, y no solo en los periodos dictatoriales.

Con Alfonsín, el Mito Liberal renace con una nueva cara: la de la Transición a la Democracia (así, con mayúsculas); la reno- vación de la promesa que la democracia formal (o sea, la simple aplicación de los preceptos constitucionales, y el pleno imperio de la ley, sin necesidad de transformaciones en la estructura de la propiedad de los medios económicos y otras estructuras de po- der) resolvería todos los problemas de los argentinos. El famoso “con la democracia se cura, se come y se educa”. Y aunque Me- nem, reemplazó a Alfonsín y De la Rúa a Menem; y los Kirchner emergieron de la catástrofe que la “transición a la democracia”, en su etapa neoliberal, produjeron a la sociedad argentina, el Mito Liberal se mantuvo bajo la forma de un capitalismo ora neoliberal que derramaba derechos y bienes como un maná inagotable, ora como un capitalismo humanizado que subsidiaba casi todo, claro

que en proporciones minimalistas y sin tocar la parte del león que se guardaban las mismas empresas que organizarían su derrumbe y nacimiento del primer gobierno de ultra derecha, pro imperialis- ta, misógino, machista, elitista y represor surgido de las urnas en doscientos años de historia.

Volvamos a aclarar, no es que Macri sea peor que Uriburu, Onganía o Videla, para nombrar solo alguno de los Jefes Militares, o sus cabezas civiles, Alsogaray, Krieger Vasena o Martínez de Hoz; no. Lo que decimos es que las urnas no parieron una ilusión liberal sino todo lo contrario.

En su tercera muerte, el Mito Liberal engendró un gobierno indigno de su origen, o impugnador del mito liberal que dice que “el pueblo siempre tiene razón” cuando vota, no cuando marcha o incendia edificios públicos como en el Santiagazo o el diciembre del 2001.

La democracia representativa, que se basa en “encargar” a legis- ladores y funcionarios el “cumplimiento” de la voluntad popular expresada en las urnas se ha transformado en una democracia dele- gativa donde la élite política, muchas veces fundándose en la “an- tipolítica”, reniega del pueblo que lo votó y gobierna de manera pornográfica a favor de los grupos económicos concentrados y la Embajada de los EE.UU.

La proclamada división de poderes se borra de un modo bur- do cuando todos se postran ante el Poder Real, del cual muchos de sus miembros asumen con Macri el gobierno cotidiano de la res pública que pasa a ser la propia, en un sentido de clase y en un sentido literal como el negociado del gas por parte de Aranguren y la Shell lo muestran.

Y la seguridad jurídica y el cuidado del Estado de Derecho se subordinan crecientemente a la “excepcionalidad” de la lucha contra el narcotráfico o la mera violencia cotidiana como procla- man Bullrich y acaba de sancionar la Legislatura Santafecina acaso sin saber del todo que el Estado de Excepción es la antesala de la negación absoluta del Estado de Derecho.

Para confusión y asombro de los cultores de la “legalidad” y el “libre ejercicio de las libertades democráticas”, es en nombre de esa legalidad que se detiene a Milagro Sala, se persigue a los lucha- dores sociales, se deroga la Ley de Medios, se paga a los fondos buitres, se anulan las pocas retenciones a las maxi ganancias de los sojeros y los dueños de las minerías, se banalizan las pensiones, subsidios, pagos a cooperativistas y otras formas de distribución auspiciadas e idealizadas por más de una década.

Como dice el Registro de Casos de Violencia Estatal: “… los resultados del relevamiento sugieren la existencia de acciones sistemáticas orientadas a la construcción de un “Estado policial”, en línea con una singular tendencia de alcance global que procura subordinar los derechos tute- lados por garantías constitucionales al imperio de un orden fundado en “razones de Estado” … (de las conclusiones del Primer Informe Semestral del ReCaVe)

No es que volvamos a la tontería de creer en que lo malo es a veces bueno; nunca lo creímos y es por eso que combatimos, casi con exceso, los atropellos a la constitución y cada golpe de estado sufrido en carne propia por los militantes de izquierda de cualquier rito.

Pero no deja de llamar la atención que ahora, para enfrentar al gobierno de los Macri y los Obama, de los Massot y los Blaquier, de los Massa y los Pichetto, de los Barrionuevo y los Lanata, de las Vidal y los Schiaretti, no alcanzará (y posiblemente no tenga fuerza moral) pararse en las alturas de la legalidad, sino que habrá que hacerlo en los umbrales de la legitimidad.

No tanto Irigoyen y Alfonsín, y un poco más del Gallego Soto y del Gringo Tosco; no tanto jurisprudencia de la CIDH y un poco más de los Planes de lucha de la CGT y los programas del PRT, de Montoneros, de los comunistas en todas sus formas de organización y remontarse al teatro anarquista y los libros socia- listas del siglo pasado.

La tercera muerte del Mito Liberal interpela mucho más al

modo de construir la resistencia y la alternativa política que al modo en que Macri y sus mandantes gestionan el estado capitalista Esta mierda no es la democracia por la que peleamos, ni la democracia con la que soñaron los patriotas de todos los tiempos porque no hay, ni habrá jamás, democracia verdadera sin libera- ción nacional y social consistente, o lo que es lo mismo y como lo decía el Comandante Nicaragüense Tomás Borge, quien quiera democracia verdadera que luche por la liberación nacional y social, a lo que ahora agregamos (contemplando las ruinas de la ilusión progresista americana), quien quiera liberación nacional y progre- so social que luche por una democracia verdadera porque sin ella no habrá un pueblo protagonista y todo esfuerzo, por más noble

que sea, será en vano.

Una democracia donde las cárceles no sean instrumentos de tortura ni las policías agencias de control y represión social sis- temática. Una democracia donde los de abajo no solo opinen u opten por alguien que administra a su nombre, sino que todos los días, para todos los temas, su opinión y su alternativa decidan el rumbo de los gobiernos.

Una democracia que no puede surgir de los valores cultura- les capitalistas del consumismo y el egoísmo llevado al paroxismo sino todo lo contrario de la construcción de poder popular en base a un nuevo tipo de ciudadanía comprometida con los proyectos colectivos y la fortaleza de un conjunto de sueños, no ilusiones, que vinculen el deseo con la amistad, la solidaridad, la belleza y el amor como pedía el Che al decir que solo le interesaba un socia- lismo basado en un hombre nuevo que privilegie otros valores a los de Mirta y Susana o Durán Barba, los verdaderos intelectuales de esta democracia degradada.

Un poder popular que solo puede surgir de la creación heroica del pueblo, al decir de Mariategui, pero que solo puede crecer en confrontación con el Poder Antidemocrático de Macri y sus acóli- tos, y de una confrontación que no deje espacio social en disputa ni forma de lucha por desplegar.

La tercer muerte del Mito Liberal nos ha llevado a una conclu- sión absoluta: no hay sitio donde volver ni democracia que defen- der; todo está para conquistar y eso hace que nuestra lucha retome la dimensión del mito que tuvo la gesta Sanmartiniana o la huelga de los obreros rurales de Santa Cruz, el Cordobazo y el Rosariazo, y esa conquista del poder que soñamos tantas veces pero que sigue siendo la promesa incumplida de Moreno y Belgrano, de Santucho y Quieto, de Jorge Calvo y el Turco Alac, de los treinta mil y todos los que creyeron que al luchar diariamente abrían paso al futuro.

Un futuro que nos interpela hoy mismo.

Los herederos de Martínez de Hoz y de Videla

Acerca de las derivaciones a largo plazo del 24demarzo

escrita el 25 de febrero de 2016

Hemos dicho más de una vez que la negativa de un sector ma- yoritario del Poder Judicial y de poderosos formadores de opinión a calificar de Genocidio lo ocurrido en los años del Terrorismo de Estado, excedía largamente la dimensión jurídica del debate y constituía sin dudas el centro de la resignificación de la historia reciente: interrupción del orden constitucional o reorganización violenta y cruel del capitalismo. De la respuesta que se obtenga será el diagnóstico sobre el gobierno de Macri.

El periodista Horacio Vervitsky, en dialogo con María Seone, analizaba la marcha por Nisman de febrero del 2015 como “la emergencia de un sector social que tiene una representación polí- tica importante”. Y concluyó, en tono laudatorio, que se trata de una nueva derecha política argentina, representada en el PRO, que es, a su juicio, “una derecha moderna, sometida a las reglas de la democracia y con capacidad electoral”. El análisis de Verbitsky, expresado en declaraciones a Radio Del Plata, se enfoca en que el fenómeno de esa nueva derecha, con capacidad de movilización, es algo que no se veía en la Argentina desde 1916. “Es importante, porque tiende a soldar una fractura histórica de la sociedad. que se abrió en 1916 y que podría cerrarse exactamente un siglo después. por el surgimiento de una derecha moderna, sometida a las reglas de la democracia y con capacidad electoral”. Seguramente que los hechos ocurridos en estos catorce meses habrán hecho cambiar de opinión a Verbitsky pero creo que grafican, en la pluma de uno de los más brillantes exponentes de un pensamiento que ha tenido apoyo estatal y amplia difusión en esta década, una mirada “formal” sobre el golpe del 24 de Marzo y sobre la democracia argentina.

Tenemos otra mirada.

En primer lugar, el Golpe del 24 de marzo no fue para nada un episodio “nacional”, era parte de una Operación Continental de Contrainsurgencia en el marco de la Guerra Fría, en la región que los EE.UU. consideran, desde Monroe hasta Obama, su patio tra- sero. En segundo lugar, en la Argentina, el Golpe tuvo un carácter anticipatorio, “preventivo” digamos, casi una Contra/revolución/ preventiva dado que el proceso de acumulación de fuerzas des- plegado entre el golpe gorila del 55 y el comienzo del Terrorismo de Estado, a finales del 74 (aproximadamente claro, porque desde diciembre de 1973 ya actuaba la Triple A), era suficiente para de- safiar al Poder, pero todavía no tenía capacidades suficientes para confrontarlo en regla y derrotarlo.

Se adelantaron a la construcción de la alternativa política capaz de lograr esas capacidades; y lo hicieron en procura de rescatar el capitalismo argentino de su crisis. La crisis que las luchas le habían puesto al modelo distributivo, de Estado Benefactor pero que ha- bía llegado a conceder el 50% de la renta nacional a los que cobra- ban salarios y jubilaciones; ese modelo capitalista no funcionaba a pleno, estaba en crisis y “su” solución fue la modificación abrupta de todas las variables económicas empezando por la reducción drástica de los salarios (en pocos meses bajó a cerca del 30% de la renta nacional), la suspensión, modificación o derogación lisa y llana de las leyes laborales conquistadas en lucha desde la primera de 1912 (propuesta por el socialista Alfredo Palacios), y las regula- ciones de cualquier tipo que protegieran al trabajador y el pueblo. En segundo lugar, el Golpe tuvo funciones “constructivas”

de un nuevo modo de reproducción ampliada del capital, elimi- nando todas las conquistas obreras y populares que funcionaban como limites reales al dominio imperial y la voracidad empresarial. Cierto es que las necesidades políticas de la dictadura dificultaron que despliegue el modelo neoliberal a pleno pero cuando Menem “realizó” todas sus perversas potencialidades Roberto Alemann

explicó a un periodista que ellos habían eliminado la subversión, disciplinado el movimiento obrero y extirpado el marxismo de la educación por lo que privatizar, flexibilizar y desregular era solo problema de tiempo y oportunidad.

Fue un genocidio en regla: la destrucción de un “grupo nacio- nal” para reorganizar radicalmente la sociedad. Y lo lograron por su fuerza histórica como Estado Nacional nacido como Estado Represor desde la disolución del Ejercito Libertador de San Martín y su transformación en el Ejercito asesino de paraguayos en la lla- mada Guerra de la Triple Alianza o la Campaña del Desierto y los obreros de la Patagonia Rebelde o la Semana Trágica y así todo el siglo XX pasando por los golpes de 1930/1943/1955/1962/1966 hasta llegar al de 1976. Pero no hay que olvidar que lo lograron por el apoyo estratégico de los EE.UU., que iba mucho más allá de la Escuela de las Américas o la Operación Cóndor y por la com- plicidad de un amplio campo de fuerzas sociales y políticas que prefirieron “entregarse” a los militares a correr el riesgo del triun- fo revolucionario. Si Isabel firmaba decretos de exterminio de la subversión, el jefe opositor Ricardo Balbín, del radicalismo, hacía discursos contra la “guerrilla fabril”. Aunque muchos no lo pu- dieron entender (y por eso el kirchnerismo más progresista, ya en el siglo XXI, soñaba con una burguesía nacional que construyera un capitalismo “humanizado”) era el final histórico e inapelable de la supuesta “burguesía nacional”.

Entre otras consecuencias que aún perduran, el Terrorismo de Estado, fragmentó violentamente la clase obrera disolviendo su relativa homogeneidad dando paso a una porción de desocupados permanente, a otra de trabajadores precarizados y temporales y solo una parte minoritaria, estable y con derechos. Pero también modificó a la burguesía local que se hizo más sumisa al Imperio, más mafiosa y corrupta, más voraz y cruel. Más burguesa.

Pero el golpe tuvo otros efectos, ocultos al progresismo: el te- rror alimentó una forma de pensar las reformas y los cambios que se ha clasificado como “posibilista” o “realista” dado que nunca

osa desafiar la correlación de fuerzas y el Poder Real, ese que se nombra poco pero se respeta mucho. En 1927, conmemorando los quinientos años de “El Príncipe” de Maquiavelo, Antonio Gramsci, desde la mazmorra del fascismo decía: “El realismo po- lítico “excesivo” (y por consiguiente superficial y mecánico) con- duce frecuentemente a afirmar que el hombre de Estado debe operar sólo en el ámbito de la “realidad efectiva”, no interesarse por el “deber ser” sino únicamente por el “ser”. Lo cual significa que el hombre de Estado no debe tener perspectivas que estén más allá de su propia nariz”.      Es que al aniquilamiento material se sumó el aniquilamiento simbólico que buscaba “borrar” de la memoria popular que por años las clases subalternas habían mejo- rado las condiciones de vida por el camino la organización y la lu- cha, acciones populares que modificaban la correlación de fuerzas y hacían posible lo que parecía imposible. Una serie de teorías y doctrinas conceptualizaban la acción “educativa” por medio de las armas: el anticomunismo en la base de todas ellas, la subversión apartida, la teoría de los dos demonios y el olvido de los noventa. Y si el posibilismo más vulgar ha dominado desde 1983 en ade- lante el pensamiento político de las fuerzas de centro izquierda y de izquierda moderada, para fines de los ochenta del siglo pasado, la derrota de los procesos de transición al socialismo modificaron la vieja Tercera Vía socialdemócrata que dejó de buscar un lugar intermedio entre el socialismo y el capitalismo para comenzar a imaginar un supuesto lugar intermedio entre el capitalismo neo- liberal, “salvaje” y “financiarizado” y otro capitalismo nacional, “humano” y “productivo”, intentos vanos de ponerle apodos a un sistema que con su nombre define sin error posible a un modo de producción y dominación que funcionan de un modo inescindible

y poco reformable.

Agotada la legitimidad del Kirchnerismo ante las clases do- minantes, justificada en su capacidad de superar la crisis capita- lista del 2001 y renovar el capitalismo de sus modos neoliberales ya gastados (alguna vez dijimos que Kirchner fue el De la Rúa

que no fue); y eso se visualizó en la crisis por las retenciones a la especulación sojera con la resolución 125 (año 2008), todos los intentos de “profundizar” el proceso, de modo tal de recuperar legitimidad social y derrotar una derecha que pretendía recuperar a pleno el modelo de país que se fundó con la picana eléctrica y se configuró plenamente por el peronismo en su modo menemista, se frustraron una y otra vez por la hegemonía ideológica de esta combinación de posibilismo y Tercera Vía posmoderna. Posibi- lismo de Tercera Vía que esterilizó los esfuerzos militantes y aún los aciertos del gobierno en el terreno de la Memoria, la asistencia social focalizada en los más pobres y el acercamiento a los proce- sos de búsqueda de cambios en Latinoamérica (afectados también, en diverso grado, por el mismo virus cultural del posibilismo de Tercera Vía).

La otra consecuencia política del Genocidio fue la profundi- zación del carácter delegativo del sistema democrático argentino donde si bien ya en el articulo 22 de la Constitución de 1853 se afirmaba que “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete de- lito de sedición Nacional “ durante todo el siglo XX las luchas obreras, las movilizaciones estudiantiles, las rebeldías culturales, las iniciativas populares de autogestión en el terreno deportivo, cooperativo, etc. habían ido ampliando el estrecho margen liberal de una democracia minimalista para incorporar la movilización y la lucha social como un modo legitimo de conquistar derechos y resistir claudicaciones gubernamentales. Todo ello fue aplastado por el Golpe y estigmatizado como subversivo y “culpable” de las atrocidades sufridas por el pueblo.

La batalla por la memoria, la verdad y la justicia ha estado en el medio de los esfuerzos por dotar de sentido social la “democracia recuperada” y reconstruir/constituir un sujeto social diezmado y desarticulado culturalmente por el Terrorismo de Estado y las

claudicaciones progresistas iniciadas por Alfonsín en la inolvida- ble Semana Santa de 1987. La vida confirmó que la impunidad era sostén del neoliberalismo así como la memoria fue una parte sustancial del proceso de luchas que recorrieron año a año cada 24 de marzo, desde el primero en libertad hasta el último del 2015 en el que pocos imaginaban el escenario en ciernes que obliga a repensar todas las tareas de la lucha por una democracia verdadera y el mismo sentido de los actos del 24 de Marzo.

El desprestigio de la política, provocado por una combinación de acciones espurias de los políticos llegados a la gestión, y una inteligente predica mediática reaccionaria, llevó primero al “que se vayan todos” del 2001 y ahora a la estigmatización de la militancia que encara el Pro con su modo de hacer política como si fuera una “no política” y la identificación de los militantes con los ñoquis que pueblan el aparato estatal desde siempre y que hoy son utili- zados como justificación para una ronda de despidos casi inédita en democracia que remite a algo muy molesto para liberales y pro- gresistas: lejos de ser un avance histórico y civilizatorio, el triunfo de la derecha explícita representa el retorno al gobierno del mismo bloque social que organizó y perpetró el golpe del 76.

Si bien su objetivo es muy parecido al de entonces, re- organizar radicalmente la sociedad   para   valorizar   el   capi- tal (hacer más rentable la ya muy rentable producción ca- pitalista argentina) los tiempos y las perspectivas son otras. No solo porque los cambios de época y el desprestigio de los mi- litares (en parte conquistado por el exitoso proceso de Memoria, verdad y justicia) impiden el despliegue de las formas más brutales de la represión política y social; sino porque también del lado del pueblo ha habido aprendizajes.

Cierto es que no alcanzaron para conquistar lo que no tenía- mos en 1976 (ni en 1955, ni en 1930, ni en 1921): una fuerza política alternativa popular antiimperialista verdadera y pro- pia, pero cierto es también que tenemos la gran oportunidad de reflexionar sobre nuestras derrotas y frustraciones, sobre

los porqué del golpe genocida y los porqué de la derrota elec- toral del 2015, y dotado de esos saberes, que conceptualicen nuestra propia práctica de organización y lucha, nuestro pue- blo podrá pararse al fin sobre sus propios puntos de apoyo y enfrentar con éxito a los golpistas de ayer y sus herederos. Una reflexión que para nada es similar a aquella que hacíamos en los tristes días posteriores al 76. No creo que las analogías histó- ricas sean buenas. Ni este es el regreso a ninguna etapa histórica anterior ni el pueblo argentino está en la situación en que se en- contraba tras el golpe del 55 o el 76, ni siquiera luego del triunfo de Menem.

Si como decía Foucault, el derecho genera verdad, hay una im- portante parte de la sociedad que aprendió a resignificar la historia de las luchas obreras y populares, supo de héroes y de villanos y de luchas americanas como pocas veces antes. Supo que la única lucha que se pierde es la que se abandona y sabe también que el Poder sabe que el pueblo puede. Y podrá.

Hasta ese momento seguiremos portando nuestros muertos y nuestros desaparecidos con nosotros. Para que nadie ni nada sea olvidado y al momento de la victoria, podamos pararnos sobre sus hombros para alcanzar, al fin, el cielo por asalto.

La Triple A

Sobre la paradoja de lo visible que se hace oculto en el relato del Terrorismo de Estado

Conferencia en Homenaje al Watu Cilleruelo, a los 35 años de su asesinato un tres de abril, el cuatro de mayo de 2010

en la Universidad del Sur, Bahía Blanca.

Contra la creencia general, que Borges inscribió en un poema bastante conocido, la memoria no precede al olvido, sino todo lo contrario. Borges escribió “Sólo una cosa no existe, y es el olvi- do”. Y eso refleja una idea, bastante extendida, de que todo se recuerda y que el olvido es como una excepción. Más allá de la genialidad literaria y poética de Borges, en realidad es al revés. Se construye el olvido, y la característica principal del terrorismo de Estado en la Argentina fue que construyó el olvido al tiempo que asesinaba y desaparecía compañeros. De hecho, la “muerte argen- tina”, como se conoce en el exterior a la desaparición sistemática de compañeros, nuestros desaparecidos, implicaba construir el olvido al momento de desaparecerlos. Y por eso vale tanto cons- truir la memoria, porque la memoria no es automática.

La memoria es el resultado de la resistencia contra el olvido y por eso valoro mucho estos actos de resistencia como el que han producido hoy en memoria del Watu Cilleruelo, de manera plural, con todos los que quisieron participar. Hace un rato la compa- ñera de Madres recordaba cuando iba a Capital y alguien le dijo que en el local de la Liga se reunían los familiares de las víctimas de la dictadura y ahí empezó a encontrarse con las otras madres y se fue incorporando a la lucha organizada… Hace muchos años que practicamos esta resistencia y el recuerdo de las compañeras lo confirma, nos honra y compromete con el Watu, pero también con el Negrito García y con todas las víctimas de la Triple A de Bahía Blanca y de la Argentina..

Me parece a mí que se puede hablar del terrorismo de Estado, en cualquier lugar y en cualquier momento, pero posiblemente no haya mejor lugar ni mejor momento para hablar del terrorismo de Estado, de la Triple A como el rostro oculto del terrorismo de Es- tado, en Bahía Blanca y en abril. A metros de donde lo asesinaron al Watu, en los pasillos del rectorado de la Universidad del Sur y a horas de un nuevo aniversario, el aniversario 35, si no me fallan las matemáticas de aquel día en que la patota del rector asesinaba al Watu.. Es como que las cosas se buscan y se encuentran. Y esta es la fecha adecuada y el lugar justo para reflexionar qué fue la Triple A y qué significó, y por qué sigue oculta. Digamos, de todo lo oculto del terrorismo de Estado, lo más oculto es la Triple A.

Así que me parece el momento adecuado y el lugar para pensar juntos algunas cosas que nosotros, en todo caso, hemos aprendido en nuestra lucha contra la impunidad y contra la impunidad de los que perpetraron los crímenes de la Triple A en particular. Siguien- do con esta primera reflexión sobre el olvido y la memoria, yo los insto a leer algunos de los pensadores de la llamada Escuela de Frankfurt, una de las corrientes del marxismo del siglo XX, sobre todo a Walter Benjamin y a Thomas Adorno. Benjamin escribe sus Tesis sobre la Historia, en 1940, poco después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial con la sublevación franquista en España (1936) , pero a los siete años del nombramiento de Hitler como canciller en Alemania y del Incendio del Reichstag que ya muestra un dominio pleno del fascismo… Él es judío y está hu- yendo de ese espanto… Y él escribe, lo voy a citar de memoria, porque no lo traje escrito. Él dice algo así como: “La memoria no es recordar exactamente lo que ocurrió, sino que la memoria es lo que destella en el momento de peligro”. Miren que frase poética y fuerte. Lo que destella, lo nos conmueve, en el momento de peligro, eso es la memoria. ¿Qué memoria de la Triple A? La que nos golpea hoy.

Entonces creo que corresponde pensar primero cuál es el pe- ligro. Nosotros tenemos que pensar en el momento de peligro.

¿Qué momento de peligro? Bueno, sin ninguna duda, como se dijo de una u otra manera durante todo el acto. El peligro es que hoy nos enfrentamos en América Latina y en Argentina es a un intento por revertir los tímidos, pequeños, iniciales pero maravi- llosos pasos que los pueblos latinoamericanos han dado para de- rrotar lo que se construyó sobre la sangre de Watu Cilleruello. Por eso podemos arrancar la reflexión sobre el peligro actual pensan- do lo que pasó en el ’75. Nosotros hemos discutido muchísimo en los juicios, nos hemos peleado con mucha gente y vamos ganando la pelea de que acá hay que hablar de genocidio, no en el sentido de que genocidio es una colección grande de muertes, que es una convención vulgar del término… Si matan a una persona es ho- micidio, si matan a cinco es homicidio múltiple, si matan a ciento cuarenta y siete muchachas y muchachos en Cromagnon es una masacre, y entonces si matan a treinta mil es un genocidio.

No va por ese lado, no es por la matemática. El genocidio es la eliminación de un grupo nacional para reorganizar un país. Y por eso hubo genocidio en la Argentina. Porque a Watu no lo mata- ron por matar, como ya se explicó hoy, y yo voy a insistir con el mismo enfoque, sino que el asesinato de Watu se inscribió en una operación para reorganizar el país. Y esa operación se inscribe en una operación aún más amplia, que era derrotar la ola revolucio- naria que desató la Revolución Cubana en 1959, que los yanquis creían haber aplastado con el asesinato del Comandante Guevara, en La Higuera, en Bolivia, entre el 7 y el 8 de octubre del ’67, que sin embargo, todos sabrán, poco después comprobarían que esa ola seguía creciendo en la Argentina con el Cordobazo del 29 de mayo del ’69, con el triunfo de la Unidad Popular en Chile en el ’70, con la creación del Frente Amplio en Uruguay, con el triunfo de Velasco Alvarado en el Perú y con una interminable serie de luchas populares, armadas y no, que abren un proceso de cambios antiimperialistas, inspirado en la Revolución cubana, a los cuales el imperialismo norteamericano, que había aprendido en Vietnam que las guerras no se ganan con las armas solamente, sino con un

proyecto político, se decide a destruir con lo que ahora nosotros podemos entender, que es una operación contrainsurgente conti- nental, que no tiene nada de nacional, ni de genuina, ni de propia, sino que está construida con una concepción americana, y que está dirigida por el Comando Sur del Ejército de Estados Unidos. Eso es lo que logramos comenzar a revertir con las grandes luchas contra el neoliberalismo de los ’90, con el triunfo del proceso ve- nezolano, luego el proceso ecuatoriano y luego con la maravilla del proceso boliviano, que deberíamos estudiar mucho más, me parece a mí.

No olvidemos que nuestros próceres, ya que nos acercamos al bicentenario de la Revolución de Mayo, estudiaron en la Univer- sidad de Chuquisaca, que era la única que existía, que estaba en la actual ciudad de Sucre en Bolivia. Nosotros tenemos que superar esa limitación cultural que tienen muchos argentinos de creer que la Argentina es el país más culto de América del Sur y que los bolivianos son una especie de hermanos menores subdesarrolla- dos, cuando es todo lo contrario. Bolivia siempre fue un centro cultural mucho más importante que la Argentina, desde siempre, y hoy, por supuesto que es, posiblemente la avanzada de la cultura política en América del Sur y en América Latina.

Entonces, nosotros queremos reflexionar sobre la Triple A desde este peligro.   Y es un peligro muy concreto que tenemos los que luchamos por la memoria, verdad y justicia, que enfren- tamos… enfrentamos una reacción, yo diría merecida, no des- medida, merecida, esperada, absolutamente coherente, por parte del poder real en la Argentina que siente que los juicios han ido mucho más allá de lo que todos imaginaron.   En estos días es- toy un poco molesto con la intelectualidad argentina porque tiene una tendencia, casi genética, a ser dogmática, a no pensar, a no reflexionar sobre la práctica, dogmatismo que le viene del euro- centrismo en que fue educada, en esa supuesta superioridad que tienen los intelectuales orgánicos del Poder pero también los del campo popular. Hay muy pocos intelectuales que escriban sobre

los juicios, que reflexionen sobre lo que ocurre en los juicios. Es un acontecimiento cultural impresionante. Ustedes piensen que muchísimo del pensamiento crítico contemporáneo sobre la do- minación se construyó pensando el juicio de Eichmann, reflexio- nando sobre qué carajo era ese alemán fascista que se mostraba como un burócrata del horror en el juicio que se hace en Israel contra él.

Los juicios han perforado los límites que la derecha, el poder pensaba… y empiezan a superar límites que ni nosotros soñába- mos, y que seguro no soñaron nuestros desaparecidos. Nosotros, y voy a hablar ahora como Liga Argentina por los Derechos del Hombre, el año pasado fuimos protagonistas principales de dos juicios en donde logramos la condena a prisión perpetua de dos generales de la Nación, el general Santiago Omar Riveros y el ge- neral Fernando Verplaetzen, y un juez federal, que se llama Víctor Brusa, y que antes habíamos logrado destituirlo en el 2000. Eso no estaba en los cálculos del poder. Y resulta que Riveros había sido miembro de la Junta Interamericana de Defensa.