Ochenta años de lucha de la Liga, la dignidad humana como bandera Reflexiones sobre los ochenta años de lucha de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre


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A Patricio Echegaray

referente ético y teórico  indispensable

en esto de pensar los derechos humanos.

Siempre conmigo.

 

¿Se pueden sacar algunas conclusiones de la lucha de la Liga desde 1937 en defensa de los presos políticos, los perseguidos y torturados de todos los gobiernos, los espacios democráticos y los valores humanistas, en general?.

Y más en particular, ¿qué es lo que tuvimos de fuerza en estos cuarenta años de lucha por la memoria, la verdad y la justicia, en las condiciones de la institucionalidad pos dictatorial, y sobre todo qué es lo qué no tuvimos, qué es lo que nos faltó para hacer de la Memoria, la Verdad y la Justicia conquistas sustentables y sostenibles en el tiempo?.

 

Un intento de periodización

En pos del mito de que la lucha por los derechos humanos nació en 1976 (o un poco antes), los profesionales de la historia, casi todos los académicos del tema y no pocos interesados dirigentes del movimiento de derechos humanos, han aceptado borrar la fundación de la Liga en 1937, y con ello, toda la historia previa de generosa lucha obrera y popular.  Este año, en la provincia de Río Negro, una ONG creada por el Movimiento Evita, se atrevió a impugnar judicialmente a la Central de Trabajadores de la provincia, que reclamaba participar en una Comisión contra la Tortura, sosteniendo que al ser una organización sindical, no acreditaba como organismo de derechos humanos.  Cosas veredes Sancho o ¿en qué los ha convertido Mauricio?.

Cómo se ha explicado mil veces, el problema de manipular la historia es que luego se dificulta en extremo la percepción de la realidad contemporánea: los que borraron setenta y tres años de historia siguen viendo en Macri un demócrata acaso un poco intolerante, pero respetuoso del orden constitucional, y respetable. Para nada. Está en marcha un gobierno autoritario con máscara democratica, que es parecido a un gobierno democrático formal, pero en realidad es lo opuesto.

Propongo tres grandes periodos históricos de lucha por los derechos humanos en el país: el primero, de 1902 a 1937; el segundo desde 1937 a 1975 y el tercero desde esa fecha hasta ahora mismo, que comienza una nueva etapa, la cuarta, para la cual necesitamos nuevas ideas y enfoques sobre la lucha por los derechos humanos, y la historia real de esta lucha será muy útil.

 

Ubico el nacimiento de la lucha por los derechos humanos (en términos más o menos modernos, porque desde otra perspectiva son San Martín, Moreno, Monteagudo, Castelli y Belgrano los fundadores de la tradición popular nacional y humanista) en 1902 porque en ese año, año de convulsiones sociales importantes, tras la sanción de  la 4144, una ley represiva nítidamente burguesa y hostil a toda forma de resistencia al capitalismo nacional, o sea el de la oligarquía gobernante; los obreros nucleadas en la Federación Obrera Argentina convocaron a una huelga general de la clase en repudio al ataque antiobrero y antidemocrático.  Es de esa lucha obrera, y también de la de campesinos pobres arrendatarios (1912, Grito de Alcorta), habitantes de conventillos (huelga de 1902) y estudiantes universitarios (Reforma Universitaria de 1918, en Córdoba) que surgirán comisiones por los presos políticos en los sindicatos, en los centros de estudiantes, en el anarquismo, el socialismo y el comunismo. La más notoria de ellas fue el Socorro Rojo Internacional que alcanzó músculo y presencia importante. Luego del golpe de 1930, del antifascismo y la lucha por las libertades públicas contra el autoritarismo de Uriburu y Justo, nació la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH) como una expresión de frente único antidictatorial y antifascista.

Socialistas, radicales, comunistas y democrata progresistas la conforman. Nombres llamados a ser históricos la integran: Frondizi, Lisandro de la Torre, Bravo, Sanchez Viamonte, Alcira de la Peña, Ezequiel Martínez Estrada y muchos más.

Durante las siguientes dictaduras (sectarios, macartistas y gorilas, abstenerse) surgidas de los golpes de 1930, 1943 (si, también del de 1943), 1955 (y mucho más del de 1955), 1962 y 1966, la Liga actuó con centralidad en el terreno de la defensa de los presos. De todos los presos, desde los anarquistas hasta los primeros guerrilleros peronistas de Taco Ralo. Desde Juan Ingalinella (desaparecido en 1955) a Felipe Vallese (desaparecido en 1964). Fue para finales de los sesenta, que surgieron nuevas organizaciones solidarias con los presos políticos, de la mano de la nueva izquierda peronista y guevarista, fundamentalmente.  De ellas fue la Gremial de Abogados la que logró cierta preponderancia y pagó muy caro su compromiso con Trelew, Villa Constitución y las victimas de la Alianza Anticomunista Argentina creada por los gobiernos de Perón, Isabelita y López Rega, numerosos abogados de la Gremial fueron asesinados o desaparecidos. Y fue en vísperas del Golpe del 24 de marzo de 1976, que nacen la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y el Servicio Paz y Justicia.  Luego vendrían las asociaciones de familiares de víctimas del terrorismo de Estado y el Centro de Estudios Legales y Sociales.

 

Fortalezas y límites de la lucha por la Memoria

Desde entonces el centro de la lucha por los derechos humanos fue la impugnación del genocidio (aunque muchos ni siquiera lo llamen por su nombre y acepten algunos de los que lo encubren: guerra sucia, excesos o delitos de lesa humanidad, que niegan el proyecto imperial de dominación sin el cual no se explican los treintamil ni la deuda externa), la lucha contra la impunidad y la conquista de memoria, verdad y justicia.  Ese fue su gran aporte. Difícil de exagerar en su importancia hasta el punto en que muchos coincidimos en que la aporía argentina es justamente la presencia cotidiana y real de los desaparecidos en la vida política argentina como se confirma cada vez que salen a la calle y conmueven la sociedad como en mayo del 2017 en que abortaron el proyecto Impunidad de la Corte Suprema mediante la resolución conocida como dos por uno. Pero también su límite casi infranqueable.  La mirada de la realidad desde la perspectiva de la posición de víctima resultó clave en el momento de relacionamiento con el Alfonsinismo, el Frente Grande y sobre todo con el Kirchnerismo. Satisfechas las principales demandas relativas a la cuestión de memoria, verdad y justicia (en las proporciones y límites ya explicitados más de una vez) se fue perdiendo la distancia imprescindible frente al Estado, cualquier Estado, que permite la defensa irrestricta y permanente de todos los derechos para todos. Por ese camino se fue idealizando el orden institucional, la división de poderes, las garantías y pactos internacionales, las leyes y reglamentos y hasta el mismo Código Penal y el Poder Judicial. Así las cosas, al entrar a una nueva etapa, de  tránsito desde la democracia formal hacia un autoritarismo con máscara democrática (que algunos simplemente denominan como de perdida del Estado de Derecho, lo que  para los fines didácticos sería casi lo mismo) los límites del legalismo, las ilusiones en la CIDH, las NU y otras instancias internacionales conspira contra la contundencia del reclamo no sólo de respeto al proceso de memoria, verdad y justicia sino, y sobre todo, para enfrentar un proyecto político, económico, social, militar y geoestratégico de reorganización capitalista neocolonial con arrasamiento de todo derecho popular, incluidos los conocidos como derechos humanos.

Como nunca antes es notoria la incompatibilidad del capitalismo con los derechos humanos y la transformación del capitalismo argentino, es decir nacional, en una porción subordinada del capitalismo sistema mundo dominado por el Imperialismo norteamericano, potencia global única desde finales del siglo pasado.

La perspectiva antimperialista es la única teóricamente aceptable, éticamente sostenible y políticamente eficaz. Ahora sí que tenemos que ser una Patria Grande y pensarnos como sujeto pueblo que defienda en toda la región sus derechos como pueblo, y reaccione con solidaridad inquebrantable ante el ataque del Imperialismo a cualquiera de nosotros. Defender las conquistas en Cuba, Bolivia y Venezuela no es sólo una cuestión de dignidad sino de inteligencia práctica. Son ellos los que nos acompañan en el reclamo por Milagro y por Santiago, por nosotros mismos.

La perspectiva antimperialista resulta en el mundo, en la América y en la Argentina de hoy el modo más realista de luchar contra la subordinación nacional, la súper explotación de los recursos naturales y de los saberes humanos y sociales, y la represión a todos los modos de resistencia a cualquiera o a todas  esas formas de dominación,  todos esos modos de violación de los derechos humanos. ¿Se puede luchar por la libertad de Milagro o por Justicia para Santiago sin luchar contra los Bla quier o los Benetton?  Y denunciar el proyecto extrativista de Benetton y el usufructo desaforado del azúcar por parte de Blaquier, ¿puede tener otro sentido que la denuncia del capitalismo que ellos sostienen?

Es hora de llamar a las cosas por su nombre, al pan y al vino vino; y a la lucha por los derechos humanos, lucha contra el orden vigente, contra el sistema capitalista mundial y el modo capitalista argentino vigente.

Claro que las palabras no son mágicas y decir que la lucha por los derechos humanos es también y sólo si es así, revolucionaria y anticapitalista, no resolverá los problemas de legitimidad social que nuestra causa ha sufrido por la acción del Terrorismo de Estado y sus efectos a largo plazo, de las llamadas democracias neoliberales y aún de las democracias progresistas.  Pero será un paso para que nadie se aproveche de nuestras luchas. Para que no volvamos a luchar con el heroísmo con el que luchamos en los ‘80s para que finalmente Alfonsín viniera a robarnos la alegría. Para que no volvamos a luchar con la valentía que luchamos contra el menemismo en los ‘90s,  para que luego Chacho Álvarez viniera a entregarnos en bandeja de plata a los De la Rúa, los Cavallo y las Bullrich de la Alianza. Y para que no luchemos nuevamente durante doce años en la búsqueda de un modelo alternativo al neoliberalismo e intentando profundizar un programa de ampliación de derechos, con todas sus limitaciones, para que terminemos en el infiero dantesco de un Macrismo que justifica sus peores crímenes, incluido el de Santiago Maldonado en los supuestos actos de corrupción del kirchnerismo identificándolo con los organismos de derechos humanos. Claro que no convalidamos ningún acto de persecución (como los sufridos por Milagro, Boudou o De Vido)  pero es  hora de poner la lucha por los derechos del pueblo en una nueva senda. Aquella que nos marcaran San Martín y Monteagudo al señalar el dominio imperial español como el enemigo a combatir

La Liga, a poco de crearse, fue parte de un Congreso contra el racismo y el antisemitismo realizado en 1938 en Buenos Aires, es decir contra el fascismo en alza en Europa y en América. Fue parte de los esfuerzos universales por frenar la agresión imperialista del Eje Alemán, Japonés e italiano. Ese era el modo de ser antimperialista en aquellos años.

Y continuamos siendo antimperialistas año tras año, período histórico tras período histórico. Con los pueblos victoriosos, por mucho o poco tiempo, como el de Cuba, Nicaragua, Venezuela ó Bolivia. Y en los momentos de las derrotas profundas, como la de Chile en el 73 ó la ininterrumpida del pueblo palestino desde 1948. Hemos sido sostenedores de la causa de la Patria Grande en los años de gloria de la integración latinoamericana y seguimos sosteniendo la causa de la unidad de los pueblos, ahora que todo lo sólido parece desvanecerse  en el aire.

Por eso es que la primera enseñanza de tantos años de lucha es que no hay lucha por los derechos humanos verdadera y con posibilidades de éxito que no se sostenga en el antimperialismo consecuente y el internacionalismo humanista. Y eso haremos. A los ochenta años de aquellas luchas, con la carga de legitimidad social nacional e internacional que ganamos, la Liga está llamada a convocar a la unidad de las fuerzas solidarias de la Patria Grande, antiimperialistas y consecuentes luchadores por la liberación nacional y la revolución social del siglo XXI a unirnos en una corriente latinoamericana antimperialista consecuente para enfrentar la oleada reaccionaria y represiva y para volver a colgar un horizonte de dignidad humana en el cielo de nuestra América, el mismo cielo de San Martín y Bolivar, de Allende y el Che, de Chavez y de Fidel. O para decirlo con el poeta Gabriel Celaya, “a la calle que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que pues vivimos, anunciamos algo nuevo”.

La dignidad humana como bandera.

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