En uno de sus cuentos políticos, Eduardo Rosenzvaig[1], relata que los chicos de una clase de arte, en un lejano pueblo tucumano, le explican que el crimen perfecto sería aquel que nadie pueda creer que se cometa. Que sea tan obvio y tan brutal, tan grave y tan cargado de consecuencias históricas, que nadie pueda creer que se pueda cometer. Como si alguien dijera que se pueden desaparecer treinta mil personas, mujeres, hombres, niñas y niños, desde obreros y guerrilleros hasta sacerdotes y madres de otros desaparecidos, delante de una sociedad entera que no veía nada. Solo que ya no estaban.
El crimen de Santiago Maldonado por parte de la Gendarmería Nacional, bajo el mando conjunto de Pablo Noceti, jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad y el Comandante Mayor de Gendarmería Diego Balari, jefe de la agrupación Chubut es tan “monstruoso” que la “razón democrática” se niega a verlo.
Macri es quién mejor utiliza la monstruosidad de su acción, una y otra vez dice “«Para mí es tan inocente un gendarme como un ciudadano común. Es imposible que este gobierno, electo democráticamente, haga desaparecer a nadie. No podíamos condenar a la Gendarmería sin tener suficiente información» a lo que el todoterreno Lanata comenta y amplifica: “¿Realmente pensás que Macrì tiene un plan sistemático para que la gente desaparezca? Que la Gendarmería con un mapa dijo vamos a secuestrar veinte mapuches y los metemos en un pozo y los vamos increíble, hijo matando? La campaña internacional con esto es de un cinismo de puta y cínico”.
Por razones que desconocemos, pero que por el resultado electoral y político logrado, podemos imaginar; el bloque de Poder que actuó en la secuencia: represión en Cushamen del 1º de agosto, desaparición de Santiago, interminables mentiras y agresiones contra Santiago, su familia, los movimientos de derechos humanos y todo aquel que no aceptara la mentira organizada por Bullrich y sus secuaces, decidió plantar el cuerpo de Santiago en el mismo sitio del que fuera visto por última vez por Matías Santana y emprender una nueva gran operación de encubrimiento, ahora con ropaje judicial. Antes de seguir, pueden leer que un periodista que trabaja para el grupo Clarín, Ernesto Tenembaun, dice casi lo mismo: “Toda la estrategia en el caso Maldonado estuvo guiada por Macri, aquel empresario que simpatizaba con la dictadura militar. El Gobierno respaldó en tiempo récord a la fuerza sospechada, desmintió una y otra vez a la familia del desaparecido, sembró versiones falsas sobre qué podría haber pasado, intentó crear un enemigo interno de dimensiones absurdas, involucró a la víctima con ese fantasma y trató de que el debate sobre la desaparición de Santiago Maldonado quedase tapado por la grieta que lo separa del kirchnerismo. En ese contexto, la ministra de Seguridad, al opinar sobre la década del setenta, consideró que «los demonios no eran tan demonios».
Macri, Bullrich y sus secuaces se aprovechan de nuestras propias conquistas. Fue la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia, con sus extraordinarias conquistas contra la impunidad de los Videla, Echecolatz y otros (pero no sobre la Curia, los dueños de Clarín y La Nación o los directorios del Ingenio Ledesma, Acindar, Ford y casi todas las multinacionales con intereses económicos en la Argentina, casi todos ellos tienen su representante en el gabinete nacional) la que lavó la mugre de la Corte Automática y los jueces de la “servilleta”, hundidos para fin del siglo pasado en la peor de las mierdas, resurgidos por obra de los juicios y la ingenuidad progresista que asignaba a la Justicia y el Gobierno lo que era conquista de la lucha de los sobrevivientes, los organismos de derechos humanos y la izquierda.
Ahora pretenden que confiemos ciegamente en un Juez que desde que asumió la causa solo “encontró” el cuerpo sin vida de Santiago en el mismo río y el mismo sitio donde habían rastrillado siete veces y en las narices mismas de la comunidad que estigmatizan, persiguen y reprimen; pero no a los gendarmes, empresarios y funcionarios nacionales y provinciales que organizaron la represión y el encubrimiento. empezando por Bullrich, Noceti y los Jefes de la Gendarmería Como si no supiéramos quien es Lleral.
Macri, Bullrich y sus secuaces se aprovechan de la lucha democrática de nuestro pueblo y de la enorme confusión generada por el progresismo posibilista de los ochenta y de estos años, de que “esto” es la democracia. “Esto” nunca fue democracia verdadera. Siempre fue dominio encubierto de diversas capas de la burguesía, con más o menos espacios de libertad, con más o menos subordinación al capital financiero y los Imperios, pero nunca fue siquiera el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo como pedía Lincoln en el siglo XIX. Si hubiera sido, no hubiera desaparecido en meses. Hubiera sobrevivido como lo hizo Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
La Operación Encubrimiento calculó hasta el momento electoral. Apostó fuerte a que ni siquiera la desaparición forzada cambiara los ejes del debate y una vez que estaba seguro de eso lanzó la fase final de afirmar que Santiago se ahogó solo. Como si el Río Chubut fuera el Caribe y Cushamen una playa de veraneo sofisticada. Como en un pase de magia, todo consiste en que la mirada se fije en el lugar equivocado: en el cuerpo sin vida de Santiago y no en la represión de Gendarmería sobre los mapuches, la persecución hasta el río y el intento de Santiago y Matías de cruzar el río Chubut. Descontextualizar siempre es el camino de la falsedad, el encubrimiento y la mentira. De pronto se olvidaron que Santiago había muerto en un enfrentamiento armado o intentando cruzar a Chile, o que estaba en Chile, en Tierra del Fuego, en Entre Ríos, en San Luis y en tantos otros lugares.
Ahora solo se trata de lo que digan los forenses, como si los cuerpos sin vida hablaran. Para nada, los cuerpos no hablan. Es otra fantasía de la razón cientificista décimo nica. Los que hablan, los que piensan, los que razonan, los que utilizan instrumentos tecnológicos y científicos son los hombres y no existe hombre sin cultura, sin ideología, sin marco conceptual previo. Es paradójico, los cultores del “new age” y la banalidad como bandera, se ponen el uniforme de científicos y pretenden que no hay ninguna discusión más que la de los médicos que practican la autopsia. Por eso hacemos nuestras las palabras de la abogada de la familia Maldonado, Victoria Heredia: “Vamos a seguir sosteniendo que hubo una desaparición forzada seguida de muerte, y es el Estado el que debe demostrar eventualmente que no fue así” para aclarar que “si las pruebas marcan lo contrario no vamos a sostener en forma necia un tipo penal que no sea, el Estado debe decir por qué no es lo que venimos afirmando y en ese caso qué es pero a eso se llegará sólo con una investigación imparcial que todavía ni ha comenzado”. “Estamos pidiendo nada más y nada menos que una investigación imparcial e independiente, sobre todo independiente del Poder Ejecutivo. Imparcial respecto de las mismas personas que actuaron desde el 5 de agosto buscando en el mismo lugar, el prefecto Ruata dice que rastrillaron siete veces el río. Entonces, la aparición sin vida de Santiago en ese mismo lugar nos suma cada vez más preguntas, y las respuestas no las pueden dar quienes intervinieron el 1º de agosto, ni tampoco los que actuaron después en la investigación. Eso es lo que le estamos pidiendo al juez, porque el Poder Ejecutivo no puede investigar”. Estamos ante un desafío de proporciones, la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado es un salto de gigantes en el camino de transformar un régimen de democracia formal, minimalista instrumental y sin consistencia económica social en algo mucho más reaccionario, elitista, clasista, patriarcal y racista, un gobierno autoritario con máscaras democráticas. Impedirlo con movilizaciones que reclamen por una investigación independiente, como pide la familia, no es un problema metodológico sino el único camino para defender la verdad y las condiciones mismas de la lucha en la Argentina. Es una lucha de subsistencia para la democracia argentina, pero también puede ser el comienzo del fin de los encubridores del crimen de Santiago. Depende de nosotros, de nadie más
[1] profesor, escritor e investigador tucumano, ganador de dos premios Casa de las Américas, hizo aportes extraordinarios al pensamiento crítico en muchos campos, especialmente el de la memoria. Sus libros “La oruga en el pizarrón” sobre Isauro Arancibia y “El sexo del azúcar” sobre la historia de los ingenios tucumanos son imprescindibles. Falleció a los sesenta años en 2011.