Para los derechos humanos, revolución


¿Se pueden sacar algunas conclusiones de la lucha de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (de aquí en adelante, la Liga) desde 1937 en defensa de los presos políticos, los perseguidos y torturados de todos los gobiernos, los espacios democráticos y los valores humanistas, en general? Intentemos.

Un intento de periodización.  En pos del mito de que “la lucha por los derechos humanos nació en 1976” (o un poco antes), los historiadores, académicos y algunos militantes de derechos humanos, borran la fundación de la Liga en 1937, y con ello, toda la historia previa de generosa lucha obrera y popular. Propongo tres grandes periodos históricos de lucha por los derechos humanos en el país: el primero, de 1902 a 1937; el segundo desde 1937 a 1975 y el tercero desde esa fecha hasta ahora mismo. Ubico el nacimiento de la lucha por los derechos humanos en 1902 (convencionalmente, porque en realidad San Martín, Moreno, Monteagudo, Castelli y Belgrano son los fundadores de la tradición popular nacional y humanista) tras la sanción de  la Ley 4144, una ley represiva nítidamente burguesa; los obreros nucleadas en la FORA convocaron a una huelga general en su repudio.  Es de esa lucha obrera, y también de la de campesinos pobres arrendatarios (1912, Grito de Alcorta), habitantes de conventillos (huelga de 1902) y estudiantes universitarios (Reforma Universitaria de 1918, en Córdoba) que surgirán comisiones por los presos políticos en los sindicatos, en los centros de estudiantes, en el anarquismo, el socialismo y el comunismo. La más notoria de ellas fue el Socorro Rojo Internacional que alcanzó músculo y presencia importante. Luego del golpe de 1930, del antifascismo y la lucha por las libertades públicas contra el autoritarismo de Uriburu y Justo, nació la Liga como una expresión de frente único antidictatorial y antifascista. Socialistas, radicales, comunistas y demócrata progresistas la conforman. Nombres llamados a ser históricos la integran: Frondizi, Lisandro de la Torre, Bravo, Sánchez Viamonte, Alcira de la Peña, Ezequiel Martínez Estrada y muchos más. Durante las siguientes dictaduras surgidas de los golpes de 1930, 1943, 1955, 1962 y 1966, la Liga actuó con centralidad en el terreno de la defensa de los presos. De todos los presos, desde los anarquistas hasta los primeros guerrilleros peronistas de Taco Ralo. Desde Juan Ingalinella (desaparecido en 1955) a Felipe Vallese (desaparecido en 1964). Fue para finales de los sesenta, que surgieron nuevas organizaciones solidarias con los presos políticos, de la mano de la nueva izquierda peronista y guevarista, fundamentalmente.  De ellas fue la Gremial de Abogados la que logró cierta preponderancia y pagó muy caro su compromiso con Trelew, Villa Constitución y las victimas de la Alianza Anticomunista Argentina creada por los gobiernos de Perón, Isabelita y López Rega. Numerosos abogados de la Gremial fueron asesinados o desaparecidos. En vísperas del Golpe del 24 de marzo de 1976, nacen la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y el Servicio Paz y Justicia.  Luego vendrían las Madres y las asociaciones de familiares de víctimas.

Fortalezas y límites de la lucha por la Memoria. Desde entonces el centro de la lucha por los derechos humanos fue la impugnación del genocidio. Con esa lucha se logró el proceso de Memoria, Verdad y Justicia al que contribuimos y siempre celebramos.  Ese fue su gran aporte. Difícil de exagerar en su importancia dado que la aporía argentina es justamente la presencia cotidiana y real de los desaparecidos en la vida política argentina. Cada vez que salen a la calle conmueven la sociedad como en mayo del 2017 en que abortaron el proyecto “Impunidad de la Corte Suprema”, el Dos por Uno. Pero también su límite casi infranqueable.  La mirada de la realidad desde la perspectiva de la posición de víctima resultó fatal en el momento de relacionamiento con el Alfonsinismo, el Frente Grande y sobre todo con el Kirchnerismo. Satisfechas las principales demandas relativas a la cuestión de Memoria, Verdad y Justicia se fue perdiendo la distancia imprescindible frente al Estado, cualquier Estado, que permite la defensa irrestricta y permanente de todos los derechos para todos. Por ese camino se fue idealizando el “orden institucional”, la “división de poderes”, las “garantías y pactos internacionales”, las leyes y reglamentos y hasta el mismo Código Penal y el Poder Judicial.  Y al entrar a una nueva etapa, de  tránsito desde la democracia formal hacia un autoritarismo con máscara democrática (que algunos simplemente denominan como de perdida del Estado de Derecho, lo que  para los fines didácticos sería casi lo mismo) los límites del “legalismo”, las ilusiones en la CIDH, la CPI y la ONU conspiran contra la contundencia del reclamo no sólo de respeto al proceso de conquistas logradas sino, y sobre todo, para enfrentar un proyecto político, económico, social, militar y geoestratégico de reorganización capitalista neocolonial con arrasamiento de todo derecho popular. Es notoria la incompatibilidad del capitalismo con los derechos humanos y la transformación del capitalismo argentino, es decir nacional, en una porción subordinada del mundo dominado por el Imperialismo norteamericano, potencia global única desde finales del siglo pasado.  La perspectiva antimperialista es la única teóricamente aceptable, éticamente sostenible y políticamente eficaz. Es la mejor herencia de los comunistas, la de Victorio Codovilla, la de Rodolfo Ghioldi y el centro del pensamiento de Patricio Echegaray. Ahora sí que tenemos que ser una Patria Grande y pensarnos como sujeto pueblo que defienda en toda la región sus derechos como uno solo, y reaccionar con solidaridad inquebrantable ante el ataque del Imperialismo a cualquiera de nosotros. Defender las conquistas en Cuba, Bolivia y Venezuela no es sólo una cuestión de dignidad sino de inteligencia práctica. Son ellos los que nos acompañan en el reclamo por Milagro, por Santiago, por nosotros mismos. La perspectiva antimperialista resulta en el mundo y en la Argentina de hoy el modo más realista de luchar contra la subordinación nacional, la súper explotación de los recursos naturales, la expoliación y la dominación. ¿Se puede luchar por la libertad de Milagro o por Justicia para Santiago sin luchar contra los Blaquier o los Benetton?  Y denunciar el proyecto extrativista de Benetton y el usufructo desaforado del azúcar por parte de Blaquier, ¿puede tener otro sentido que la denuncia del capitalismo que ellos sostienen?.  Es hora de llamar a las cosas por su nombre, al pan pan y al vino vino; y a la lucha por los derechos humanos, lucha contra el orden vigente, contra el sistema capitalista mundial y el modo capitalista argentino vigente.  Claro que las palabras no son mágicas y decir lo correcto no resolverá los problemas de legitimidad social que nuestra causa ha sufrido por la acción del Terrorismo de Estado y sus efectos a largo plazo, por las llamadas “democracias neoliberales” y aún de las “democracias progresistas”.  Pero será un paso para que nadie se aproveche impunemente de nuestras luchas. Para que no volvamos a luchar, con el heroísmo con el que luchamos en los ’80, para que  gobierne Alfonsín. Para que no volvamos a luchar, con la valentía que luchamos contra el menemismo en los ’90,  para que Chacho Álvarez nos entregue a los De la Rúa, los Cavallo y las Bullrich de la Alianza. Y para que no volvamos a luchar por profundizar un proceso progresista y terminar en el infierno dantesco del Macrismo que justifica sus peores crímenes, incluido el de Santiago Maldonado, en los supuestos actos de corrupción del kirchnerismo. Claro que no convalidamos ningún acto de persecución (como los sufridos por Milagro, Boudou o De Vido)  pero es  hora de poner la lucha por los derechos del pueblo en una nueva senda. Aquella que nos marcaran San Martín y Monteagudo al señalar el dominio imperial español como el enemigo a combatir.  La Liga, a poco de crearse, fue parte de un Congreso contra el racismo y el antisemitismo realizado en 1938 en Buenos Aires, es decir contra el fascismo en alza. Fue parte de los esfuerzos universales por frenar la agresión imperialista del Eje Alemán, Japonés e italiano. Ese era el modo de ser antimperialista en aquellos años.  Y continuamos siendo antimperialistas año tras año, período histórico tras período histórico. Con los pueblos victoriosos, por mucho o poco tiempo, como el de Cuba, Viet Nam, Nicaragua, Venezuela ó Bolivia. Y en los momentos de las derrotas profundas, como la de Chile en el 73 ó la ininterrumpida del pueblo palestino desde 1948. Hemos sido sostenedores de la causa de la Patria Grande en los años de gloria de la integración latinoamericana y seguimos sosteniendo la causa de la unidad de los pueblos, ahora que todo lo sólido parece desvanecerse  en el aire.  Por eso es que la primera enseñanza de tantos años de lucha es que no hay lucha por los derechos humanos verdadera y con posibilidades de éxito que no se sostenga en el antimperialismo consecuente y el internacionalismo humanista. Y eso haremos. A los ochenta años de aquellas luchas, con la carga de legitimidad social nacional e internacional que ganamos, la Liga está llamada a convocar a la unidad de las fuerzas humanistas de la Patria Grande, a los luchadores por la liberación nacional y la revolución social del siglo XXI. A unirnos en una corriente antimperialista para enfrentar la oleada reaccionaria y represiva y para volver a colgar un horizonte socialista en el cielo de nuestra América, el mismo cielo de San Martín y Bolívar, de Allende y el Che, de Chávez y de Fidel. Una corriente antimperialista que tenga la dignidad humana como bandera.

 

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