«Solía escribir con el dedo grande en el aire
Viban los compañeros…»
Se nos fue el Tordo Tolosa, de su vida y luchas, de su heroismo cotidiano por años y del silencio con que los poderosos castigan a los que no claudican, hablará su hermano Wilfredo, metalúrgico de Villa Constitución en 1975 cómo él, integrante de la resistencia al Operativo Serpiente Roja de Isabelita, López Rega, el Loro Miguel y la patronal de Acindar (Terrorismo de Estado aún impune) como él, comunista de toda la vida como él, ex preso político y sobreviviente de toda clase de naufragios como él.
Que podría decir yo, que no soy obrero metalúrgico, ni vivía en Villa Constitución en aquel fatídico 20 de marzo de 1975?
Que lo conocí al Tordo Tolosa en una actividad clandestina del Partido Comunista en 1980 cuando por tres meses vivimos en el sotano de una casona en pleno barrio Congreso de la Capital Federal para formarnos políticamente.
Que con él comencé a conocer y amar a ese grupo extraordinario de obreros comunistas de Villa Constitución: Tito Martín, Carlos Sosa, Rodolfo Graff y luego el Tato Gonzalez, el Rubén Pereyra y el Piru Pieretti con los que algún tiempo viví y milité de un modo decisivo en mi vida y mi condición militante.
Que en los primeros ochenta, apenás terminada la dictadura, juntos fuimos a Villa Constitución a sumarnos a la aventura de recuperar el clasismo de la Unión Obrera Metlúrgica, la Unión Ferroviaria y la mítica regional de la CGT de Villa Constitución,e sa que había dirigido Tito Martín en los 70.
Y que en el nuevo siglo, cuando tantas y tantos se borraron y perdieron, o se vendieron, o se alquilaron, o se pudrieron por dento, el Tordo Tolosa resistió y se mantuvo en sus trece aunque no le fue nada fácil enfrentar y derrotar los fantasmas que lo acosaban por dentro.
Pero resistió como resisten todos los que resisten.
Como pudo.
Como sabía.
Como le salió.
Salud Tordo, en la bandera de la victoria, en la imagen de la fuerza que se haga cargo de tantas batallas y tantas derrotas, en el nombre de un barco o de una escuela estará tu nombre junto a todos los demás.
Que nadie será olvidado.
Que nada será perdonado.
Que en la felicidad del pueblo estará nuestra venganza por todo lo sufrido, y también por tu muerte temprana.
Hasta la victoria, siempre
NUNCA SE RINDIÓ
texto de Wilfredo Aliana
Cuando algunos jóvenes obreros comunistas metalúrgicos llegamos a Villa Constitución, en enero del 75, a buscar trabajo, huyendo de la represión que ya se instalaba tanto en el campo como en la empresa privada y en la estatal, con las Tres A y el Estado de Sitio como armas complementarias al despido, nuestra curiosidad e inexperiencia tenían, en ese Departamento santafecino, a un referente curtido y firme, como un ombú en medio de la pampa. Era Daniel Toloza, obrero de Acindar, quien ya había vivido el Villazo y sabía la Historia por haber sido de sus forjadores.
Daniel fue un entusiasta militante de la CGT de Villa Constitució que se formó gracias a la perseverancia de cuadros comunistas históricos como Tito Martín (Fraternidad Ferroviaria) y Carlos Sosa (Unión Ferroviaria), además de la confluencia de combativas trabajadoras y trabajadores de las industrias textil y aceitera, y los propios metalúrgicos.
En ese marco entusiasta de planteos clasistas y de resistencia, surgió también la Lista Marrón, la única de la Unión Obrera Metalúrgica que logró vencer a Lorenzo Miguel, jerarca sindical de la época, y no sólo por las elecciones sino sobre todo por la lucha. Porque eso fue el Villazo, lucha a la vez contra la patronal y contra la corrupción sindical.
Daniel Toloza participó desde el comienzo en todo ese proceso, resumiendo en su persona tanto la bravura como la humildad de los obreros metalúrgicos de Villa Constitución.
Rogelio Martín, el célebre Secretario del Partido Comunista del Departamental de Villa Constitución, supo armar permanentemente equipos de trabajo donde la confianza en las masas y la formación de los cuadros políticos iban de la mano, con profunda autoexigencia y planificación y control de las tareas, a la par que gran inspiración e intuición para percibir las posibilidades y cambios a medida que las luchas se iban produciendo.
Daniel Toloza fue siempre un engranaje clave en esos equipos. Rogelio sabía que podía contar con él. La lealtad de Daniel hacia su clase no se desmintió nunca. Y todos los trabajadores que alcanzaron a conocerlo, independientemente de las preferencias políticas de cada uno, reconocieron en él a un par, a un igual que sabía responder cuando hacía falta, que estaba compenetrado como nadie del rol de la unidad, y que nunca retrocedía en su puesto de combate.
Cuando la reacción volvió a golpear, en marzo del 75, ese puesto de combate, esa fidelidad a su clase hicieron de Daniel Toloza uno de los más eficaces constructores de la resistencia, en apoyo al Comité de Lucha, en el resguardo a la dirección de los trabajadores a la par que en defensa de la línea del Partido, que propendía a la democracia obrera y no era siempre comprendida por todos.
Así, fue un golpe bien planificado por la reacción la bomba que destruyó el local de la Unión Ferroviaria en Villa Constitución, donde Carlos Sosa nos reunía a los obreros metalúrgicos, todos los días, en asambleas que representaban el único pulmón democrático en medio de la huelga. A ninguna faltó Daniel Toloza, quien explicaba con su proverbial tranquilidad y su lenguaje cuidado y respetuoso (por algo lo llamaban «el Tordo Tolosa») la línea de nuestro Partido, siempre por el camino de la unidad, la resistencia y el debate. Al privarnos de ese espacio de acogida a la democracia obrera, el enemigo sabía lo que hacía: era esencial para que la lucha sobreviviera en las condiciones cada vez más difíciles que imponían la represión y el hambre. Y la huelga no pudo sostenerse mucho tiempo más. Rogelio nos instaba a preservar las notas que tomábamos en las asambleas metalúrgicas que tuvieron lugar en la Unión Ferroviaria, consciente de la importancia de esa documentación para la memoria histórica del proletariado.
Rogelio Martín, previendo magistralmente la evolución del conflicto, nos recomendó proponer la vuelta a la fábrica, para seguir desde allí la lucha en condiciones más favorables, sin derrota en el espíritu, por decisión democrática. Y tuvimos la oportunidad de plantearlo en la única gran asamblea que nos permitieron tener, con tres mil obreros presentes. Sin embargo, el Partido allí presente no tuvo la capacidad de observar la realidad con la claridad genial de Rogelio Martín, y entusiasmados por la combatividad de los obreros allí reunidos, también propusimos proseguir con la huelga… ¡Que terminó dos días después!
La lectura adecuada que había hecho Rogelio de la verdadera situación subjetiva de las masas, constituyó una enseñanza terrible para todos nosotros, que el propio Daniel Toloza supo destacar y explicar, con sencillez y firmeza.
Vino entonces un año de persecuciones y asesinatos realizados por la «extraña» conjunción de los sindicalistas amarillos, la patronal, el Estado y las Tres A u otros grupos fascistas entrenados para matar a militantes obreros desarmados. Así volaron en pedazos la casa de Carlos Sosa, cuya familia salvó milagrosamente, y la de Rodolfo Graff (otro gran militante comunista ferroviario), ésta última la víspera de un asado con cuero organizado por el Partido, en enero del 76. Porque así de valientes eran los compañeros: igual comimos el asado entre los escombros de la casa ametrallada y bombardeada. El dueño de casa y María, su inolvidable compañera, siguieron dirigiendo la singular fiesta organizada por nuestro Partido.
Nada intimidó a los compañeros, en el primer rango de los cuales siempre estuvo Daniel.
Y el enemigo de clase necesitó de más, de mucho más, para cerrar un brillante período histórico de acumulación de fuerzas, especialmente en Villa Constitución, donde se habían creado condiciones excepcionales para el desarrollo de la conciencia de clase y de la unidad obrera. Necesitó dar el Golpe de Estado.
Y ese mismo día, 24 de marzo de 1976, fue detenido Daniel Toloza, junto a otros obreros metalúgicos de Villa Constitución, siempre fundamentalmente de Acíndar, pero no solamente.
Un año y quince días el compañero supo seguir siendo ejemplo, también en la cárcel, referente siempre, amigo y compañero sin vacilaciones, totalmente ajeno al verbo «traicionar». Estricto consigo mismo y con los demás, Daniel Toloza pasó también la prueba de la cárcel (en «La Redonda» y en Coronda) como una más de las vicisitudes de la vida de un obrero comunista consciente de su deber ante la Historia. Se dice fácil un año: sólo un par de veces lo dejaron ver a su esposa embarazada, sólo unos pocos minutos. Nunca lo dejaron leer un diario, un libro, una carta, nada. Sólo aislamiento, pésima alimentación, chinches y otras plagas. Y la incertidumbre de saberse rehén de una dictadura que, en cualquier momento, podía ejecutar a quien se le ocurriera, como hicieron con Eduardo Gorosito, también encarcelado en Coronda.
Daniel Toloza acaba de fallecer en el Hospital Municipal de San Isidro, Provincia de Buenos Aires, rodeado de la protección y cariño de su esposa Leonor, y sus hijos Marisa y Daniel, su nuera Cristina, y sus nietos.
Se cumplió un periplo natural. Lo cultural, está en nuestras manos. Es nuestra responsabilidad que el relato, mucho más pormenorizado y fundamentado que lo que estos párrafos pueden pretender, llegue a los jóvenes obreros comunistas que hoy siguen viviendo y luchando en Villa Constitución. Deben saber que existió gente como Daniel Toloza, que hicieron posible que se escribiera esa página de oro de la Historia del movimiento obrero argentino, en un período tan difícil. Si Daniel resistió, fue para impedir todo lo que después, por desgracia, ocurrió.
Los comunistas aprendemos de nuestras derrotas. Gramsci nos dio el principal ejemplo en ese sentido. Aquellos que tienen hoy la responsabilidad de luchar y resistir en medio de una nueva situación de derrota, apreciarán poder «dialogar» en su fuero interno con alguien empático y fraterno como fue Daniel Toloza, exponente de lo mejor de nuestra clase.