Iris no danza sola


 

 

Iris está danzando en la calle, frente al edificio de los Tribunales Federales de Comodoro Py donde acaban de pronunciar la primer sentencia contra el grupo de Tareas y algunos de los responsables de la Esma,  pero no danza sola. Danza con su amiga y compañera de luchas, Cristina, y con los que están en la calle. Con los miles de madres e hijos, militantes y compañeros con los que ha compartido treinta y cinco años de luchas.

No danza sola ni triste.

 

En abril de 1976 fue secuestrada junto a su hijo Floreal, quien fue asesinado en medio de crueles –innombrables- torturas por un Grupo de Tareas subordinado al Comando de Institutos Militares, que por entonces estaba a cargo del General Santiago Omar Riveros.

El cuerpo de su hijo apareció flotando en la ensenada del Puerto de Montevideo en mayo del mismo año y gracias a la acción del comunista Julio Viaggio, abogado de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, fue identificado por la así llamada Policía Científica de Uruguay. Luego el Ejercito Uruguayo lo desapareció. Desaparecieron el cadáver del adolescente asesinado en Campo de Mayo y tirado al Río de la Plata, recuperado e identificado. Nunca lo pudimos encontrar pero si logramos, en el 2009 que algunos de sus captores y torturadores, algunos de los que ordenaron su muerte al modo que la Inquisición hacía con los rebeldes de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, fueran juzgados y condenados.

 

Perpetua ordenó el Tribunal para los generales Riveros y Verplaetsen, pero una sala de la Cámara Nacional De Casación hace unos meses “interpretó” que se violaban los derechos humanos de los señores generales y ordenó que esperen en su casa que terminen todas las apelaciones y nulidades pedidas por los señores defensores de oficio que parecieran tener como oficio el defender al terrorismo de Estado, desde el mismo Estado que los juzga y condena. Contradicciones del sistema, diría un filosofo.

Pero Iris no danza sola ni triste. Su rostro parece una juguetería, como cuando Floreal la invitaba a pasear en su camioneta, o como cuando su hijo Floreal le regalaba una flor, o como cuando sus nietos le regalan poemas y cartas para alentarla en la lucha.

 

En 1987, Sting, un maravilloso artista inglés, escribió una hermosa canción  dedicada a las madres que luchan contra la impunidad. Ellas bailan solas tituló a la canción porque creía, como muchos, que las madres estaban solas en su lucha. Pero no era así. Nunca ni para ninguna. Y mucho menos para Iris que no conoció la militancia por el dolor sino que conoció el dolor por la militancia. Larga, inclaudicable militancia revolucionaria por los derechos de todos y por la revolución socialista. Que eso era lo que soñaba el Negrito Avellaneda y casi todos los treinta mil. Y por eso Iris nunca estuvo sola, nunca bailo sola. No estuvo sola en el Campito de Campo de Mayo ni el penal de Olmos. No estuvo sola cuando salió ni cuando fue a Montevideo a buscar el cuerpo destrozado de su hijo. Y no estuvo sola en ninguno de los largos años de impunidad, como no estuvo sola aquel día de la condena contra Riveros y Verplaetsen.

 

Otro grupo de represores, doce esta vez, han sido condenados a perpetua. Entre ellos nada menos que el ángel de la muerte, el símbolo más poderoso de la perversión fascista de la derecha argentina. Puede que alguno de ellos también se beneficie de las dadivas judiciales argentinas. No digo que sea seguro, pero digo que no es imposible. Pero ninguno podrá hacer lo que hizo Iris esa noche de octubre porteño. Bailar un chámame de festejos con su compañera de luchas, la Cristina que sobrevivió a la Aeronáutica en la Mansión Seré y que tampoco baila sola. Es que los que bailan solos no derrotan la impunidad. La victoria llegó de la mano de las que como Iris o Cristina o Taty o la Adriana o tantas y tantos de tantos y tantas organizaciones de derechos humanos, sindicales, sociales y políticos, saben que para la lucha como para el baile, siempre es mejor estar acompañado.

 

Iris no baila sola.

Iris no estuvo nunca sola.

Por eso las Iris vencerán.

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