Falleció Eduardo Rosenzvaig, militante
de las causas populares toda su vida, escritor, docente y uno de esos hombres
que hacen creíble la profecía guevarista del hombre nuevo.
¿Y ahora, quién hará
rasgaduras en la capucha de la dominación cultural capitalista?
Dice la presentación que la Editorial Cartago preparó para la reedición de su obra “La Oruga sobre el Pizarrón. Isauro Arancibia, maestro”, acaso su obra cumbre por la perfecta combinación de rigor histórico y creación literaria –su particular modo de crear textos de gran belleza estética al tiempo que destruía uno a uno los mitos y mentiras del discurso oficial en todos los terrenos- que Eduardo era escritor, profesor de la Universidad Nacional de Tucumán donde dirigía el Instituto de Investigaciones sobre Cultural Popular, que había escrito más de cuarenta libros y trescientos artículos publicados en todo el mundo, que había ganado innumerables premios nacionales e internacionales –aunque el amaba sobre todo sus dos Casa de las Américas de Cuba- y que practicaba la educación popular allí donde estuviera.
Pasar revista a su vasta obra es tarea imposible para estas breves notas de homenaje. Acaso tenía razón el personaje de “Sostiene Pereyra” que encargaba las notas necrológicas de grandes escritores cuando aún estaba con vida dado la envergadura que la tarea tiene y la limitación que nos trae el dolor, la emoción y esa incomoda sensación de malestar por estar escribiendo cómodamente sentado mientras él….como decía Rodolfo Walsh de la muerte del Che, pero intentaremos contar algo de lo que muchos pretenderán ocultar y algunas vivencias de mi relación con él por años.
Habría que empezar diciendo que Eduardo Rosenzvaig era comunista, y no solo en aquella dimensión de los noventa que el gran Saramago definió como “comunistas silvestres”, para nombrar a quienes se mantenían en sus ideales pero no reconocía organización política que los contenga. Eduardo fue militante de la Fede y del Partido, participó en la Brigada del Café en los ochenta (aquella quijotada de la Fede de comprometer cientos de jóvenes con la Revolución Sandinista, de la cual –por mero ejemplo- emergió Marcelo Feito que sería el Teniente Rodolfo en la guerrilla salvadoreña hasta su muerte temprana en las cercanías de Chalatenango) y hace unos años, en un viaje memorable a San Miguel (del cual, él escribió un cuento, «El que publicó en uno de sus libros) preguntado por la fecha
y las razones de su alejamiento del partido, contestó con frescura que nunca se había ido y ahí nomás se comprometió a escribir regularmente para las publicaciones partidarias, cosa que hizo por años.
Fue parte de la militancia comunista tucumana que tuvo que resistir el Operativo Independencia y los gobiernos militares y civiles de Bussi, y acaso fue uno de los que más indagó en las razones de esa paradoja casi única en la Argentina: el jefe militar del Terrorismo de Estado, electo gobernador por la democracia. La clave, decía, está en la muerte de Freddy Rojas, ese joven militante de la Fede y de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, asesinado por la custodia de Bussi en los inicios de su campaña electoral en pro de la primera gobernación. Que fuera un joven comunista quien encabezara la manifestación, da cuenta de la cobardía y la complicidad de los partidos Justicialista y Radical, responsables de la impunidad de los ochenta y los noventa, y del ascenso de Bussi a la silla del gobernador.
Era especialista en crear imágenes literarias muy contundentes para explicar procesos muy complejos. Ahora recuerdo cuatro que comparto.
La valija de los judios
Decía que para entender la incorporación de intelectuales progresistas y con formación rigurosa a la elaboración y aplicación de la nefasta Ley de Educación de Menem (hace falta recordar a Daniel Filmus, a Juan Carlos Tedesco, a Susana Decibe o a Cecilia Braslavsky) había que pensar en la valija de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. En efecto, en todas las fotos de los traslados de los judíos hacia los campos de concentración y exterminio, se los ve con características valijas de cartón que abrazan contra el cuerpo. ¿Por qué no se resistían, como si hicieron al final en el Ghetto de Varsovia, preguntaba Eduardo?. Porque los nazis les decían que pongan sus objetos de valor en una valija y las lleven con ellos; y entonces, los judios pensaban que si se molestaban en asegurar que preservaran sus objetos de
valor nada malo les podía pasar. Cual fue su error, pensar que los nazis podían tener buenos sentimientos y no sospechar que era una estrategia de dominación.
¿Cómo capturaron a la intelectualidad progresista para el proyecto del Banco Mundial, preguntaba Eduardo? Haciendoles creer que les interesaba la “educación popular” de Freyre o las teorías avanzadas pedagogicas de las que les permitían escribir y parlotear mientras se aprobaban en toda América Latina leyes neoliberales de Educación. También aquí hubo quienes pensaron que los Menem y sus mandantes imperiales podían tener buenos sentimientos y propositos. Habían perdido la perspectiva de clase y por ende la política.
Con sus más y sus menos, Eduardo nunca la perdió. Fue inflexible con la Ley Federal de Educación y quienes la permitieron, pero cuando –cambiadas las circunstancias- los mismos que lo habían apartado de la Ctera, lo convocaron de nuevo, allí fue con sus textos y su palabra esclarecedora.
Peores que Judas
En La Rioja, en una conmemoración del martirio del Obispo Angelelli, dijo que los represores argentinos eran peor que el Judas que entregó a Jesus a los romanos, pues aquel –al menos- se suicidó de vergüenza por el repudio que el pueblo judio hizo de su acción. Aquí, decía Eduardo, los militares ni se suicidaron ni se arrepentieron, siguen prometiendo que lo harían de nuevo si hiciera falta, y si pudieran, agrego yo.
La izquierda revolucionaria y el peronismo
En uno de sus cuentos, Eduardo se preguntaba: ¿es que acaso la lucha de los anarquista, los socialistas y comunistas, desplegadas desde 1890 hasta 1945, han sido vanas, prescindibles, innombrables?, para nada, se contestaba, sin ellas no existiría el peronismo; ni Perón hubiera virado a las políticas del primer peronismo ni la burguesía lo hubiera permitido si no sintieran el aliento del comunismo en la
nuca; del mismo modo se podría explicar la aparición del kirchnerismo como respuesta, creativa, de ruptura con el menemismo y la Alianza, que la burguesía asume ante el fracaso de sus políticas.
La razgadura en la capucha
No se si Eduardo escribió alguna vez esto que contó en un acto del Partido Comunista de Tucumán de homenaje a los asesinados y desaparecidos comunistas en la región. Resulta que uno de los primeros sobrevivientes de la Escuelita de Famaillá fue un militante de la Juventud Comunista muy amigo de Eduardo que, por supuesto, va a buscar cobijo en su casa al momento de que lo liberan. Eduardo
estaba estrenando la paternidad y habló mucho del contraste entre el aparecido de la muerte y la nueva vida que venía con su bebé. Y recordaba nitidamente que el liberado le contó que la capucha estaba tan gastada que con una uña le pudo hacer una ranurita por donde miraba los rostros de los asesinos y podía describir el espanto de aquel lugar.
Entonces, dijo Eduardo, muy emocianado, nosotros tenemos que hacer lo mismo: hacer rajaduras en la capucha de la dominación cultural que la dictadura y el neoliberalismo han construido en la Argentina. Se dice facil, pero verdad, memoria y justicia son conceptos en disputa, y nosotros –nos convocaba, nos convoca- tenemos que hacer nuestra tarea con paciencia y persistencia, para hacer un agujerito, luego una ranura y luego destruir las capuchas de la dominación cultural.
Eduardo Rosenzvaig vivirá en su obra, arma temible para los defensores del olvido y la impunidad. Cada vez que volteemos un
mito y repongamos lo realmente ocurrido en la historia de nuestro pueblo, la sonrisa y la boina de Eduardo estará con nosotros como él finaliza su biografía de Isauro Arancibia, ¿su final?
“Cuando oyó las frenadas, algo lo empujó y se vio niño cazando tordos. Su madre que le acariciaba la cabeza. Vas a ser un buen
maestro, le decía. Si mamá. ¿Llevas compás?. Si mamá. ¿Y el tiralineas?. Si mamá. Castelli también tenía madre cuando comandaba hombres libres en el Altiplano. ¡Saltá! le gritó a Arturo. ¡Saltá Arturito por el amor de Dios, andate con mamá, decile que tengo el compás y el tiralineas, saltá! Pateaban las puertas. Belgrano murió de un vomito de sangre porque amaba a su pueblo, el lo amaba, amaba la vida ¡carajo!, como Moreno cuando vio el mar, y desde chico decidió dormir con la cabeza hacia el lado que iba, apuntó la escopeta a la puerta, en esta estación me bajo, en las grandes alamedas con olor a verde, y entonces disparó como los hombres de los textos escolares, mamá ya soy maestro, ¡soy un maestro!, fue como una luz enorme, como si se hubiera hecho de día”[1]
José Ernesto Schulman
9 de octubre de 2011
me hubiera gustado abrir uno de los libros del maestro Eduardo y pedirle
que me lo firmara en la agitacion de alguna marcha alla en El Salvador pero no se si estuvo alla, no se si camino trenzando esperanzas con los campesinos y estudiantes , obreros y maestros que toamabamos las calles para decir que estabamos hartos de la represion y de la pobreza que son dos caras del mismo enemigo, Pero no fue asi nunca supe del maestro hasta hoy por ustedes , ahora tengo 44 años y vivo en Estados Unidos soy parte de esta diaspora domesticada por la sed y la necesidad pero que aun nos queda la dignidad de buscar en la memoria , en las lineas del tiempo los recursos para seguir alimentadno los suenos de nuestras causas sociales.Me dedico a lo que sea aqui pero soy poeta y estos recuerdos de Alguien que no conoci se ma vuelven familiares por eso quizas el hombre es universal porque aunque nunca nos hayamos conocido , nuestras esperanzas se cruzan alguna vez alla en Buenos Aires, Madrid , p en una pequena aldea en MI Pais El Salvador
Abrazos Amigos
Gracias amigos .
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los grandes nos abandonas y se dislumbran pocos en el camino.-
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