El ministro Iribarne, viejo amigo de Ruckauf el sonriente cómplice del genocidio, ha declarado enfaticamente que no piensan llevar a debate el proyecto de Reforma al Código Penal elaborado por una Comisión de especialistas convocados hace un tiempo por el mismo Ministerio de Justicia de la Nación. El proyecto había desatado la ira de la derecha fundamentalista que se expresa por La Nación y particularmente de Blumberg que amenazaba con marchas de protesta, dado su carácter garantista y la busqueda de un mínimo de proporcionalidad entre los delitos y las penas. No era menor la preocupación por legislar sobre temas caros al movimiento de derechos humanos como son los Pactos Internacionales sobre el tema firmados hace años por la Argentina, muchos de los cuales son letra muerta por la demora estatal en hacerlo, y particularmente del delito de Genocidio.
Hasta los más moderados analistas reconocen, que tras las reformas propiciadas justamente por Blumberg, y asumidas como propias por el kirchnerismo y casi todo el Poder Legisltativo, que aprobaba una a una los aumentos de pena y los recortes sucesivos a los derechos de los presos que se amontonan en las Cárceles de la Nación y las provincias en condiciones infrahumanas, la Reforma al Código Penal es una necesidad del propio Estado ante la degradación del instrumento penal.
El Dr. Zaffaroni ha explicado que “El Código actual presenta una gran irracionalidad de las penas. Sale más barato darle un balazo a alguien que amenazarlo, es más grave un delito contra la propiedad que contra la vida”
Pero bastó un amague del Padre Coraje Fascista para que todo quede en la nada. La supervivencia de las lógicas represivas, inherentes al capitalismo en su fase globalizada y sus paradigmas neoliberales, es implacable: si se mantiene un patrón de distribución injusta de la riqueza, si para los excluidos solo se diseñan políticas de clientelismo social y de coptación de los movimientos sociales y políticos que proclamaban defenderlos, para el resto, para los que no se someten ni al mandoble del subsidio ni del cargo público, queda la represión abierta o encubierta, como se ha visto en Las Heras, en Haedo o en la Capital, en el caso de los presos de la Legislatura o la represión de Semana Santa contra los trabajadores del Subterraneo.
El proyecto había despertado el entusiasmo del progresismo vernáculo, entusiasmo que también se extiende al Proyecto de Ley de Educación que impulsa el no menos progresista Filmus. Gente que acredita largos años de lucha contra la impunidad o la exclusión educativa, de pronto se encandila con una cita bien puesta o palabras de esas que reconfortan. Hace unos años, en ocasión del Congreso Popular en Defensa de la Educación Pública que se realizó en La Rioja, el historiador Eduardo Rosenzvaig, explicaba las ilusiones del progresismo en la Ley Fedeal de Educación (Ctera por ejemplo, pasó de reclamar la derogación a exigir…el financiamiento de la misma, que ni es parecido ni es igual) con la metafora de la maleta que portaban los judios de ghetto en ghetto hasta morir en los traslados o las Cámaras de Gas de los Campos de Exterminio. Millones de judios murieron y salvo la rebelión del Ghetto de Varsovia y algunos otros pocos levantamientos, la masacre se consumó casi sin resistencia. ¿Por qué aceptaban marchar de un lado a otro hasta ser asesinados en masa cuando la experiencia del Ghetto de Varsovia mostró que si habia resistencia el número de sobrevivientes aumentaba notablemente? Pues bien, por la maleta que los nazis les pedían que llenaran con sus objetos más queridos y más valiosos, dado que al finalizar la guerra y ser liberados la maleta les sería muy útil. ¿Cúal fue el error de aquellos judios? Un error de ingenuidad: creer que semejantes bestias como los nazis podrían preocuparse por sus bienes más queridos y valiosos. Cúal fue el error del progresismo docente, se preguntaba Eduardo, pues nada menos que creer que un gobierno como el de Menem podría, de verdad, estar preocupado por la educación en libertado o el desarrollo del pensamiento crítico de los niños, a los cuales el Banco Mundial había sentenciado a la exclusión educativa, porque ·”si ha de haber una masa importante de población sin trabajo, para que invertir dinero en su educación”
Sería de esperar que el episodio sea educativo para muchos de los que siguen confiando en que los gestos de reconocimiento a la generación que sufrió el genocidio dejen de ser gestos y se conviertan en verdaderas políticas de vigencia de los derechos humanos. Esta vez la maleta es aún más perversa que con la Ley de Educación, son los gestos como el Acto de la Esma o la remoción del cuadro de Videla del Colegio Militar; más efectistas pero de igual sentido. Al final del viaje, no habrá democracia verdadera y liberación nacional, sino más de lo mismo: más capitalismo, más explotación, más dominación y por eso menos derechos humanos en todas sus dimensiones y sentidos. Y por eso mantienen el Código Penal que Blumberg supo conseguir, e Iribarne preservar