Cromañon: la decadencia del país burgués……escrito en enero del 2007


croma

A Ariel Bignami

y Eduardo Rosenzvaig

que sufrieron y pensaron

como pocos esta masacre

Han pasado dos años y la masacre de Cromañon sigue impune.

Más aún, el país burgués se ha desinteresado de la suerte de los sobrevivientes y de sus familiares, el Poder Judicial se ha encargado de construir ficciones de justicia que garantizan la impunidad para casi todos los autores materiales y también para los responsables políticos de la tragedia (causada, evitable, culposa) que se llevó la vida de 194 jóvenes en aquel fin de año del 2004.

Se puede decir que Cromañon se ha integrado a la larga lista de impunidades que desde la misma Conquista Imperial Española de las tierras en que hoy existe la República Argentina constituyen la historia real de este país: el genocidio de los pueblos originarios iniciado con la Conquista de América, el del pueblo Guaraní perpetrado por los Ejércitos Nacionales de Argentina, Brasil y Uruguay a cuenta del Reino Unido de Gran Bretaña, la de los pueblos originarios de la Patagonia y el Gran Chaco en las llamadas Conquista del Desierto, la impunidad que gozan los que desde Roca hasta aquí todos aquellos, civiles o militaares, incluyendo en lugar más que destacado a los autores del Terrorismo de Estado de los ’70, han criminalizado, perseguido, discriminado y reprimido hasta la muerte a los luchadores sociales.

A principios del siglo pasado, en el clima previo al primer Centenario de nuestro Mayo libertario, la burguesía construyó toda clase de discursos optimistas donde aquella juventud que estudiara y fuera disciplinada tendría garantizado un lugar en la tierra.  Rubén Darío hizo famoso unos versos que calificaban a la juventud de “divino tesoro”, expresaba un proyecto nacional.  En el auge del país burgués, Perón prometía que “los únicos privilegiados serían los niños”.

Pero el capitalismo post dictatorial, al cambiar la lógica de su reproducción ampliada y el sujeto social que lo conduce, también cambió brutalmente el lugar de la juventud y la infancia en el país burgués.

La primera ley que el neoliberalismo gestó para la juventud fue la Reforma Educativa (1993), que destruyó los restos del sistema público y gratuito de enseñanza que había enorgullecido al progresismo argentino tanto como Cromañon es el símbolo verdadero del futuro que este capitalismo mandata para una juventud condenada a consumir hasta morir y morir en el intento.

Porque Cromañon hubo antes y después de diciembre de 2004, Cromañon es también el paco y la prostitución infantil, el hambre y la exclusión social congelada a pesar de los superávits.

Si algo enseña el estudio de la secuencia histórica de los actos represivos, incluidas las masacres y genocidios, es que cada violación de los derechos humanos tiene su discurso justificatorio (“los indios no tienen alma”, pontificaba la Iglesia para beneplácito de los reyes de España, “los subversivos no son argentinos”, repetían cinco siglos más tarde los defensores del Terrorismo de Estado) y una estrategia de impunidad, que siempre recala en la Justicia exigiendo que “no haya venganza” y se respeten “las instituciones”.

En el idioma del Poder, exigir Justicia es clamar por Venganza y así la trampa queda cerrada: no hay justicia real en el Poder Judicial que sólo en muy contadas oportunidades rompe con la lógica fundacional de castigar a los pobres y perdonar a los ricos y poderosos.  Y si se logra, allí vienen los grupos de tareas a secuestrar a López o el progresismo hipócrita a denostar las instituciones de la Constitución Porteña, la única reformada bajo el impulso del movimiento de resistencia al neoliberalismo que cuenta con instrumentos potencialmente utilizables para la lucha popular.

En el caso Cromañon, el discurso del Poder, sostenido en primer lugar por el falso progresismo, mutado de aliado de la izquierda y protagonista de reclamos fundamentales al capitalismo distributivo en territorio social y político de reserva del sistema de dominación presto siempre a sostener la opción “menos mala” de los capitalistas (y estamos hablando de su apoyo a Alfonsín, a De la Rúa y a Kirchner, todos “progresistas” administradores del capitalismo y la impunidad) intenta “naturalizar” la masacre victimizando a los chicos que sufrieron la tragedia y salvar la ropa con chicanas jurídicas y legalismos que podrán sonar muy lindo en ambientes recoletos pero que chocan contra la pared de la realidad:   “El local Cromañon fue aquel irrevocable destino de una subcultura del infierno y quizás la peor representación del sistema capitalista que divierte y entretiene durante un tiempo y que cuando te das cuenta que es un infierno, no te deja salir ni por la puerta trasera” escribió hace dos años el prebistero Leonardo Belderrain en Prensa Ecuménica.

Repasemos ahora qué hizo el capitalismo argentino por la infancia y la juventud en estos dos años de euforia económica y goberabilidad nacional y porteña, más allá, claro, de garantizar la impunidad para los perpetradores de Cromañon.  Diez años después de la Reforma Educativa, que desplazó del umbral educativo del secundario completo a más del 65% de la población mayor de quince años, impuso una “nueva” Ley de Educación  (y de nuevo con la complicidad progresista) que mantiene la lógica del mercado, “calidad educativa”, el descompromiso estatal y el negocio de la educación privada junto a los privilegios eclesiásticos.

Treinta años después del Golpe Genocida, la juventud sigue siendo el blanco predilecto del “gatillo fácil” que bajo el gobierno de Kirchner año batió todos los récords con la cifra récord de 635 asesinatos policiales a razón de un muerto cada día y medio, de la tortura en sede policial y de la discriminación generalizada en las calles, los medios de transporte y los locales de esparcimiento. Y ya entrados al siglo XXI ni siquiera en la Ciudad de Buenos Aires pueden eliminar la desnutrición o la mortalidad infantil[1] que exhibe cifras que triplican las que puede mostrar la Cuba Revolucionaria, donde de paso hace más de cincuenta años que no hay una sola víctima del Estado y donde masacres como las de Cromañon son simplemente inimaginables y donde por faltas muy menores, pero que atentaban contra el interés popular y la cosa pública, el castigo fue y será realmente eje

Es que mientras haya capitalismo habrá nuevos Cromañones y nuevos Julios López.  Claro que se trata de luchar para impedirlo y para conquistar el castigo necesario, pero con la claridad de miras de que sólo el Socialismo garantizará, en el siglo XXI y por nuestra propia lucha, la vigencia plena de todos los derechos humanos para todos. Algo que no tuvieron los chicos de Cromañon y que nos convoca a mantener la llama del reclamo popular siempre viva.


[1] Según la Dirección general de Estadísticas y Censos de la Ciudad, la mortalidad infantil en 2005 alcanzaba la cifra de 7,8 por cada mil niños nacidos vivos y el 63% de esas muertes serían evitables con medidas de prevención y atención adecuda.

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