La eternidad de José de Luca


Hay algo en los cristianos verdaderos que los acercan al Che, a los revolucionarios que anticipan esa historia verdadera que la humanidad conocerá cuando, al fin, se termine con las sociedades basadas en la explotación y la dominación de unos hombres por otro.

El Pepe De Luca, el Pastor de la Iglesia Metodista, el luchador por los derechos humanos, el constructor incansable de unidad de los revolucionarios con la vista puesta en la alternativa verdadera es uno de esos “hombres nuevos” que caminan entre nosotros y que solo se percibe su grandeza cuando nos dejan sólitos. Solos frente a los desafíos que el Poder nos escupe casi a diario.

Se sabe que no hay nadie imprescindible en la lucha popular y también se sabe que al partir los verdaderos revolucionarios no solo dejan su huella, también marcan una ausencia, y vaya que sentiremos la suya en este final de 2006, un año en que su firmeza, coherencia e inteligencia  fueron de verdad imprescindibles para todos los que resistimos la impunidad y las arremetidas de los viejos y nuevos dinosaurios reivindicadores del genocidio.

Fue en este año en que Pepe jugó al menos cuatro batallas decisivas para el futuro del movimiento de derechos humanos: 1) la defensa del carácter autónomo del Encuentro Treinta años: Memoria, Verdad y Justicia sometido al ataque oficialista más feroz de los últimos años para expropiarnos el repudio a la dictadura videlista y domesticar los 24 de marzo para que adornen el calendario electoral, 2) la decidida opción por la unidad política del movimiento popular en el Encuentro por la Soberanía Nacional reclamandole que no fuera sólo papel y promesa sino construcción trascendente de poder popular para superar  la distancia entre lo social y lo político; 3) la reivindicación de la lucha popular contra los masacradores de Cromañon contra todos los “progresistas” que tienen el SI fácil para perdonar a Ibarra y sus secuaces pero esquivan con la misma contundencia el compromiso con quienes luchan por el juicio y castigo de todos los culpables de la muerte de los chicos y  4) la lucha por la aparición con vida de Julio López contra las perversas maniobras del gobierno y sus adlateres que insistían en que Julio estaba perdido o peor aún que era “un provocador auto secuestrado para perturbar el proceso liberador que lidera Kirchner”.

Pepe De Luca tenía perfectamente claro que no eran estos temas menores o diferencias de matices, comprendía, enseñaba y predicaba que en cada una de estas batallas se jugaban años y años de lucha.  Para él, como para todos los verdaderos revolucionarios, marxistas y/o cristianos, la política solo puede tener una firme base ética y sin ella nada es importante. Ni los supuestos triunfos, ni los supuestos fracasos. Alguna vez, uno de sus maestros, el Obispo Emérito Pagura dijo de un comunista que su vida mostraba “que al menos había en esta tierra un hombre nuevo, de esos que soñaban el Che y el Obispo Angelelli, y que si había uno, ¿por qué no soñar que algún día todos los hombres serían como él” y hoy nos toca decirlo de él.

¿Y si después de tantas búsquedas y extravíos comprendiéramos que el socialismo no es otra cosa que un mundo de hombres nuevos?   Entonces, José De Luca transformado en programa de los revolucionarios ganaría la eternidad; entonces no deberíamos “cargar” con él y los otros muertos queridos en nuestra marcha sino que los llevaríamos muy alto, como la divisa más atractiva y convocante: ¡ Vengan, vengan, luchemos juntos por cambiar todo que todos podemos cambiar y ser como el Che, como Pepe De Luca, como  todos los revolucionarios que anticipan con su vida el socialismo que vendrá en el siglo XXI!.

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