Intervención en el Seminario Internacional
de Cuadernos Marxistas:
CRISIS, REVOLUCIÓN y SOCIALISMO
Córdoba 7, 8 y 9 de Noviembre 2002
Uno de los estigmas con el que la derecha nos ha castigado, es que la Izquierda siempre llega tarde al lugar equivocado.
Yo quiero empezar diciendo, que este debate sobre el poder, lo hacemos en el lugar adecuado, en el momento adecuado.
Discutir sobre el poder en Córdoba en el mes de noviembre, en el mes en que recordamos la muerte de Agustín Tosco y el triunfo de la Revolución Socialista en Rusia, es adecuado. Discutir sobre el poder aquí en Córdoba, símbolo de la rebeldía popular que generó el nivel de desafío mas alto al poder burgués de la Argentina, no solo es una discusión adecuada en el lugar adecuado, sino que es algo que nos lo hemos ganado, es un derecho conquistado.
Este debate es, de algún modo, un reconocimiento para quienes resistimos a la Dictadura Militar, para quienes resistimos al posibilismo Alfonsinista, para quienes resistimos al triunfalismo neoliberal de Menem, para quienes resistimos a la Alianza del FREPASO y la UCR, para quienes combatimos junto al pueblo en Diciembre de 2001; porque acaso la primera y principal acumulación de la Rebelión Popular, es que en la Argentina se puede y se debe discutir seriamente la cuestión del poder no como una cuestión teórica, academica digamos, sino como un debate práctico del movimiento popular..
Nosotros pretendemos pensar y actuar como marxistas y por eso corresponde decir que la cuestión del poder obliga a pensar una doble dimensión de la cuestión, obliga a pensar a la cuestión del poder como una cuestión real; y eso es discutir qué fue diciembre, qué fue la rebelión popular. Eso es discutir que fue de diciembre, que ocurrió con el proceso de estos 11 meses de lucha, de debates y de construcción; y significa discutir cómo nos posicionamos ante la estrategia del enemigo de derrotar a la rebelión popular y asegurar el continuismo.
Hay entonces una dimensión real de la cuestión del poder en la Argentina hoy, y hay una dimensión intelectual, es decir, cuáles son los debates que sobre la cuestión del poder hay en la Argentina. Para decirlo mas sencillamente que dice Otto Vargas o Jorge Altamira, que dice Luis Zamora, que dice Tony Negri, que dice John Holloway sobre la cuentón del poder en la Argentina.
Nosotros, como marxistas, hemos hecho un gran esfuerzo de actuar como un intelectual colectivo ante el desafío de entender lo que ocurrió en la argentina y en enero del 2002 hicimos una conferencia nacional del Partido Comunista y elaboramos colectivamente un documento que expresó, a solo 12 días de los hechos, lo que entendíamos eran aquellos hechos.
No compartimos las ideas de “estallido espontáneo” o de “triunfo de la revolución”, tampoco que hubiera triunfado una “revolución socialista espontánea”, o que estuvieramos en medio de una “situación revolucionaria”o de una “crisis revolucionaria”.
Tratamos de encuadrar la Rebelión Popular de Diciembre en medio de la dinámica dos fenómenos fundamentales e interrelacionados entre sí: la crisis de hegemonía, la crisis de dominación, la dificultad del bipartidismo radical y peronista para continuar gobernando con acuerdo del pueblo y los niveles de autonomía, la capacidad de actuar del movimiento popular por fuera de la lógica que el Estado y el sistema de dominación le imponía.
Acaso desde el punto de vista teórico uno de los problemas mas graves que afronta la izquierda argentina es su enorme dificultad de acceder a un pensamiento dialéctico. Hay muchos que hablan de la crisis de dominación y hay muchos que hablan de autonomía, pero cuesta entender que no hay crisis de dominación sin un nivel de autonomía y que la autonomía si no evoluciona, y estoy citando a Gramsci casi textualmente, hacia una nueva forma de representación política, superadora de la que entró en crisis, no puede romper la crisis de dominación que terminará superando su crisis por el camino de generar un nuevo modo de contener las luchas y asimilarlas.
Nosotros pensamos que en la Rebelión Popular de diciembre se reflejó el sujeto real resultante de los procesos de transformación que el neoliberalismo impuso en la Argentina. Y vimos que el sujeto principal de esa rebelión eran los nuevos modos de organización social tales como las asambleas barriales o los movimientos piqueteros y las fuerzas políticas orgánicas, la izquierda política de la Argentina.
Hemos hablado mucho de sus logros y podríamos resumirlos rápidamente en que la rebelión popular de diciembre del 2001 es la que ha venido poniendo trabas en la rueda a la estrategia que el bloque de poder armó en la Argentina, es decir asegurar la reproducción ampliada de capital en una economía de penuria, superar la democracia restringida de Alfonsín y Menem con una forma de dictadura civil, encontrar un nuevo rol en el mundo actuando como lo mas cipayo del imperialismo yanqui en la región y construir un nuevo discurso de justificación de la dominación que es el discurso del cinismo, de un fatalismo pesimista sin ningún límite.
Cada uno de estos elementos de su estrategia de recomposición del poder, como anunció Duhalde en su discurso de asunción presidencial, fueron enfrentados por el pueblo y relativizados o al menos morigerados; pero acaso el logro mas importante de nuestro movimiento popular fue que impidió que el 26 de junio, con el asesinato de los compañeros piqueteros en Avellaneda se consumara la instalación total de la dictadura civil como se lo propuso el gobierno, como el discurso de Atanasoff de aquella tarde lo puede demostrar.
¿Qué pasó después del 26 de junio?
Que Duhalde, demostrando ser mucho mas político e inteligente de lo que generalmente se lo considera, movió las fichas al espacio mas débil del movimiento popular argentino, colocó el desafío nada menos que en el espacio de la política y encontró en el espacio de la política el modo de ampliar el terreno donde ir desarrollando su estrategia de continuismo.
Corresponde entonces, si somos rigurosos, explicar porque el enemigo pudo encontrar el modo de asegurar la continuidad de la dominación en estos meses; como fue que pudo impedir que se cumpla, hasta ahora por lo menos, la consigna principal de la Rebelión que era, y sigue siendo “que se vayan todos”.
Así como hablamos de los puntos fuertes de la Rebelión Popular, corresponde ahora, con igual rigor, examinar sus puntos débiles.
Si repasamos el sujeto de la rebelión podemos ver que el movimiento obrero organizado, los trabajadores estables y los estudiantes han tenido un protagonismo limitado.
Podemos ver, también, que el movimiento popular, desaparecida la CGT como ámbito de coordinación nacional, no ha conseguido reemplazar a la burocracia con un propio centro coordinador de todas las luchas, con un plan y con un programa de lucha permanente.
Veremos también que la debilidad de no contar con una alternativa política no es un problema de los políticos, no es un problema electoral, no es un problema que hace a las ambiciones personales de los dirigentes de izquierda sino que es la debilidad principal del pueblo argentino en su lucha, que permite que el enemigo lo golpee allí.
Y hay por ahí una cuestión mas compleja, que en pocas palabras, tratando de aplicar el pensamiento de Raymond Williams[1] a nuestra realidad, diría que hemos sido capaces de derrotar la dominación ideológica, las teorías principales del derrame de la riqueza y de la conveniencia de confluencia entre democracia representativa y mercado para ir al Primer Mundo; pero que no alcanza porque el enemigo construyó en la Argentina una hegemonía cultural profunda, una hegemonía cultural que sabemos que no se conquistó con debates sino con sangre, que sabemos se empezó a construir con el genocidio y la tortura, pero que la han continuado las tres oleadas progresistas y posibilistas de tercera vía que hemos sufrido en el movimiento popular argentino, empezando por el democratismo radical, siguiendo con la renovación peronista que clausuró la posibilidad de la unidad de revolucionarios marxistas y peronistas a comienzo de la década del ‘80 y terminó con la forma mas cínica y perversa del posibilismo del progresismo argentino con el Frente Grande, el FREPASO, la Alianza, Chacho Alvarez, Meijide y todos los que la siguieron.
Y esa hegemonía cultural es la que tenemos que combatir y derrotar construyendo poder popular, contrahegemonía cultural, conquistando la dirección del movimiento popular para la izquierda y generalizando los nuevos modos de organización y lucha. Y tenemos claro que eso se resuelve en el terreno de la política, no en seminarios o eventos culturales.
Ante este desafío de Duhalde de llevar la disputa al terreno de la política y al terreno electoral, conviene reconocer sin embajes que no hay construcción alguna de poder popular si no se enfrenta todos los días en todos los terrenos la principal iniciativa de dominación del enemigo; que no hay moral revolucionaria, ni subjetividad, ni organización revolucionaria, ni organización popular verdadera refugiándose en los márgenes que el enemigo considera que nos puede dejar libres, si se asegura las continuidad política.
Conviene decir entonces, y seguramente para el debate, que el desafío que el enemigo nos instala, corresponde asumirlo y asumirlo en el terreno que se impone en la Argentina, que es el de la lucha electoral para llevar allí el reclamo de “que se vayan todos” y para llevar allí todos los modos de construcción de poder popular que hemos sido capaces de resolver hasta ahora.
Ahora bien, ¿cómo se reflejan estas cuestiones reales de la cuestión del poder en la Argentina en los debates?.
Hay una gran primera división: los que consideran que la cuestión del poder no solo que no es relevante, no solo que no es necesaria sino que consideran que es dañino que el movimiento popular se plantee la cuestión del poder.
Y corresponde que preguntemos también, ¿como es posible que un casi ignoto marxista europeo radicado en México obtenga el impacto que Holloway ha obtenido en el movimiento popular argentino?. ¿Como es posible que construcciones teóricas tan débiles como afirmar que lo único que es necesario es caminar preguntando o afirmar que no hay que construir una organización revolucionaria ni luchar por el poder, penetre en el movimiento popular argentino como lo han hecho.
Y hay que volver a la historia del pensamiento de izquierda en la Argentina para recordar que Enrique Gorriaran Merlo y el Movimiento Todos por la Patria (MTP) en 1984 elaboraron la teoría de la “recomposición del tejido social” y formularon la propuesta de que los militantes vayan al movimiento social sin identidad revolucionaria, sin identidad política, porque “el pueblo no estaba preparado para escuchar la palabra revolución”.
Hay que recordar que desde los ámbitos mas elevados moralmente del movimiento de los Derechos Humanos, durante años, se ha castigado a la izquierda realmente existente, hasta proclamar que no existe ninguna diferencia entre la izquierda revolucionaria, la UCR y el FREPASO.
Conviene entonces pensar de que quien escupe al cielo terminará mojado. De que quien pasa el tiempo castigando a la izquierda y proclamando el carácter absoluto de sus problemas como forma partido de existencia termina facilitando la labor de una corriente ideológica/política que abiertamente proclama la claudicación y predica, sin disimulos, el abandono de la lucha revolucionaria .
Entre el campo de quienes nos proponemos la lucha por el poder hay también diferencias notorias entre una izquierda que sigue pensando en que el modelo de la revolución rusa de octubre del ´17, no es solo memorable y valorable, sino que es el único modelo de revolución posible. Y que hace elucubraciones tan insólitas como buscar la relación que hay entre el diciembre argentino del 2001 y el febrero moscovita de 1905, entre el palacio de Smolni y el Congreso Piquetero de la Matanza, entre la asambleas barriales y los soviet, y por supuesto entre Lenin y Otto Vargas o entre Trosky y Jorge Altamira, o entre Lenin y Trosky y cada uno de los jefes de la izquierda dogmática.
Son ellos los que han pensado la rebelión popular como formas mas o menos espontáneas de lucha popular, porque el único modo de entender a lo conciente y organizado es el de la forma partido como aparato, porque no pueden entender que el movimiento popular tenga conciencia y organización sin su presencia, que tenga niveles de autonomía y siguen pensando que la revolución será resultado de un estallido espontáneo al cual se pondrán al frente y para el cual se preparan meticulosamente desde la concepción de autoproclamación de vanguardia.
Entre el poder como una cosa, el modelo ruso de asalto al Palacio de Invierno y la autoproclamación de vanguardia hay una relación inequívoca y un vinculo perverso que esteriliza los mejores propósitos.
Y hay por ultimo, entre los que propagamos la idea de que en el poder no es una cosa , que el poder se construye, que el poder es contrahegemonía, que el poder es romper los modos en que nos dominan, hay también una división: están los que piensan, como Víctor De Genaro, que construir poder popular es acumular fuerza en el movimiento social para hacer un nuevo Pacto Social y recomponer los equilibrios perdidos en la década del ’50, los que siguen soñando que el capitalismo argentino puede volver a ser distributivo, humanizado, serio o del modo que ellos suponen se puede reformar..
Los que piensan que se puede construir poder popular sin confrontar, y por eso una y otra vez apuestan a las alianzas progresistas como hicieron con la Alianza, como hicieron con Lilita y como ahora sueñan con ser un nuevo Lula
Se debe recordar que en la Argentina “cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel” y debe ser por ello que cualquier dirigente sindical argentino sueña con ser un nuevo Lula y hacer surgir un nuevo movimiento histórico de la nada.
Nosotros sí pensamos que hay que tener una estrategia de construcción de poder popular, que el poder se construye todos los días, en cada lucha, en cada organización, pero somos concientes de que ese proceso de acumulación tiene una direccionalidad y que esa direccionalidad es la de prepararnos para poder sustituir al poder enemigo porque llevamos muchos años de un movimiento popular que derrota a los gobiernos, llevamos muchos años de un movimiento popular que socava los modos de dominación pero que no tiene capacidad para sustituirlo.
Discutir la cuestión del poder en la Argentina hoy es discutir de que manera ponemos en marcha un proceso de acumulación de fuerzas que debe tener hoy, en nuestras condiciones concretas, como centro de gravedad de todo el proceso de construcción de poder popular la instalación de una nueva fuerza política de masas, de izquierda, patriótica y antiimperialista y eso solo vendrá de la mano de la unidad de las izquierdas.
Para que las luchas acumulen en la perspectiva de que algún día podamos torcerle el brazo a la oligarquía y al imperialismo; para poner a la Argentina en sintonía con las luchas victorias de los pueblos de Brasil, de todos los pueblos que protagonizan esta oleada antimperialista y para ponernos en la misma dirección que marcó la revolución que encabezaron Fidel, Camilo y el Che.
[1] Ideas desarrolladas en “Marxismo y literatura”
Estoy de acuerdo con lo de la construcción del poder. Creo que en este momento se puede decir que vamos en ese rumbo.
Me gustaMe gusta