El sentido de la crítica
En la pagina web www.rebelion.org , con fecha del 25 de marzo de 2001, se ha publicado un ensayo titulado “Siete tesis sobre el significado histórico del golpe militar del 24 de marzo de 1976, en Argentina” que lleva la firma del conocido pensador James Petras.
El trabajo es corto, apenas dos carillas, y de una estructura bien simple: Petras expone una tras otra –sin demasiada fundamentación- sus siete tesis, y luego ensaya un par de párrafos de conclusiones. Seguiremos sus pasos, citando extensamente, para que el lector que no haya accedido antes al texto citado pueda seguir sin dificultades la polémica que nos proponemos encarar, oportunidad que nos permitirá desarrollar nuestra propia concepción sobre el significado histórico del golpe del 24 de marzo de 1976.
Antes de proseguir voy a aclarar cual es el objetivo de esta crítica y mi concepción de la misma. Creo que la crítica entre pares debe separarse de la confrontación de posiciones antagónicas empeñadas en mutua eliminación. Mi idea de la polémica es la del debate de los mejores enfoques dentro de un campo definido por la identidad de objetivos. El debate entre pares se debe distinguir forzosamente del realizado con los defensores del orden y el régimen de dominación/explotación por la búsqueda colectiva de la verdad, cuestión que exige dejar de lado las relaciones de poder que asignan carácter verdadero a lo dicho por el más poderoso (en este caso, el más conocido) de los ponentes.
Los que estamos comprometidos con un camino de construcción de poder popular -entendido como despliegue creciente de la autonomía, integralmente concebida, del sujeto social de la revolución- aspiramos a un dialogo igualitario y constructivo entre nosotros lo que no quita que cada uno de los participantes haga el máximo esfuerzo por imponer sus propias interpretaciones de lo que está en cuestión; y como este es un tema que está cruzado por el dolor y la sangre de una generación, mi generación, no puedo dejar de lado la pasión aunque aspire a ser lo más cuidadoso y respetuoso posible.
No estamos discutiendo del sexo de los ángeles, estamos discutiendo sobre los años más trágicos de la historia nacional, y específicamente de una camada de militantes populares que intentó asaltar el cielo y terminó sufriendo los horrores de un infierno que ni el propio Dante hubiera imaginado.
Primera tesis de Petras
Comienza Petras su ensayo afirmando que “El significado histórico del golpe militar del 24 de marzo de 1976 determina una transformación en la historia Argentina en diferentes aspectos relacionados entre sí.” para pasar a exponer su primer tesis del siguiente modo: “el golpe militar destruyó el tejido social de la sociedad Argentina, desarticulando las fuerzas populares en la sociedad civil. A diferencia de previos golpes que se caracterizaron por el asesinato dirigido a determinados líderes populares, el golpe del 76, asesinó sistemáticamente a miles de activistas y dirigentes populares, cuya existencia mantenía la unidad de millones de trabajadores con sus debates y su capacidad de organización. Es tan sólo ahora, veinticinco años más tarde en que, nuevamente, las organizaciones populares han resurgido emergiendo y reconstruyendo el tejido social de la Argentina. Organizaciones populares tales como piqueteros, cortando rutas, «Hijos» con sus escraches como también sectores de la CTA organizando protestas, paros, etc. “
Se ha discutido mucho, y con justeza, de la dificultad que tuvo la izquierda[1] en comprender el carácter de la misión que se proponían los golpistas del 24 de marzo de 1976. De una u otra manera, casi todos vieron el golpe como “uno más” de los que se habían sufrido desde que la burguesía argentina pusiera en marcha la alternancia de civiles y militares en el gobierno[2] sin avizorar a tiempo su carácter de contrarrevolución preventiva decidida a cortar de raíz la acumulación de fuerzas de un movimiento popular que había cuestionado con éxito la tasa de ganancia (ciclo de luchas que van desde la Resistencia Peronista de 1955 al Cordobazo de 1969) y que en los últimos años se había atrevido nada menos que a desafiar la existencia misma del capitalismo en la Argentina.
Llegado a ese punto, todas las fracciones del bloque de poder unieron fuerzas, se sacaron las máscaras democráticas y liberales[3] y cometieron un nuevo genocidio[4] en territorio argentino. La diferencia principal, desde el punto de vista “destructivo” del golpe radicaba en que no solo se proponía debilitar a las fuerzas contestarias, sino destruirlas para siempre. Por ello los 30000 desaparecidos, los miles y miles de presos políticos, cesanteados, exiliados, perseguidos, etc.
Reducir dicha acción de exterminio, verdadera contrarrevolución preventiva, solo a la destrucción del tejido social equivale a desconocer el modo real en que se produjo el proceso de acumulación de fuerzas que llevó a la ofensiva popular de los años 1969/1975, proceso del que formaban parte de un modo destacado las fuerzas políticas revolucionarias constituidas tanto al interior de la tradición marxista como también las que operaban desde el interior de la tradición peronista, incluyendo una vertiente de cristianos revolucionarios.
Petras apela al recurso de intentar transpolar los actuales problemas entre la izquierda y el movimiento social (volveremos más tarde sobre esto) a los años ’60 y ’70 para dar una idea falsa de las fuerzas puestas en movimiento. La inmensa mayoría de los militantes en los sindicatos clasistas y combativos, del movimiento territorial, campesino, estudiantil, cultural, y aún de las corrientes populares de la Iglesia tenían relaciones muy sólidas con una u otra organización política que elaboraban propuestas y enfoques que estos compañeros llevaban al seno de los movimientos sociales donde se producía el debate que daba lugar al posicionamiento colectivo.
De un modo muy concreto he estudiado esta cuestión en mi libro “Tito Martín, el Villazo y la verdadera historia de Acindar”[5] tomando como objeto del análisis el proceso de preparación (1962/1972) y de despliegue (1973/75) de las luchas de los obreros metalúrgicos de la localidad santafesina de Villa Constitución que van a ser aplastadas por el Operativo Rocamora del 20 de marzo de 1975 en una de las acciones premonitorias del golpe de estado de 1976.
El secretario de la Confederación General del Trabajo, regional Villa Constitución, era el comunista Tito Martín; en la comisión interna de Acindar –principal empresa siderúrgica privada por entonces del país- convivían militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores como Angel Porcu y compañeros de la organización Montoneros y otros grupos de la izquierda peronista; en la región desplegaban su labor militantes de numerosos grupos de la izquierda marxista y peronista, intentar analizar la dinámica de la lucha y la organización de clase de aquellos días prescindiendo de las fuerza políticas de izquierda (y también de centro y de la derecha que también jugaban en aquella dinámica) se hace imposible. Las últimas investigaciones publicadas sobre el Cordobazo y toda la bibliografía histórica de izquierda sobre los ’60 y los ’70 confirman la afirmación precedente.
Destrucción del tejido social, sí; pero antes que nada un genocidio destinado a destruir la acumulación de factor subjetivo revolucionario existente, y eso se expresaba fundamentalmente en las fuerzas políticas revolucionarias existentes. Y una reflexión más, como sobreviviente de la represión me resulta particularmente inaceptable aceptar un discurso que niegue a aquellos militantes el derecho a su identidad política, aquello que tanto ellos amaban y por la que fueron detenidos, torturados, atormentados y la mayoría de ellos asesinados.
Hemos dicho genocidio y contrarrevolución preventiva, y sin embargo no hubo destrucción total, no hubo corte absoluto de la experiencia histórica; y ello en mucho por las organizaciones políticas que Petras excluye del sujeto reprimido y condena a la desaparición en la tesis seis.
Luchas, resistencia y hasta huelgas hubo incluso hasta la dictadura. A la gran jornada del 30 de marzo de 1982 no se llegó por casualidad o mera maniobra de la burocracia sindical. La lucha de los organismos de derechos humanos: las Madres, la Liga Argentina por los Derechos Humanos, las comisiones de Familiares, etc. nunca estuvieron solas y ahí están como prueba los centenares de testimonios presentados en Buenos Aires por militantes de organizaciones políticas de izquierda ante la delegación de la C.I.D.H. de la O.E.A. en el terrible año de 1979.
Petras cita como ejemplo de la recuperación del movimiento popular argentino a la organización H.I.J.O.S. y a sectores de la Central de Trabajadores Argentinos. Bien, ¿pero de donde surgió H.I.J.O.S. sino del trabajo que las organizaciones de derechos humanos desplegaron para dar contención psicológica y autoestima a los hijos de los compañeros desaparecidos o víctimas del terrorismo del Estado?, justamente el surgimiento de H.I.J.O.S. confirma una línea de continuidad entre los duros años de la dictadura y los de hoy.
En el caso de la C.T.A., si bien desconocemos a qué sectores refiere Petras, ninguno de ellos viene de la nada o surgieron por autogestación: la lista Verde de Ate, de la cual provienen De Gennaro y los principales dirigentes de A.T.E. hunde sus raíces en Anusate una agrupación social cristiana que trabajó largos años al interior del peronismo; la lista Celeste de Ctera, a la que pertenecen Mary Sánchez, Marta Maffei y Hugo Yasky llegó a la dirección de la Confederación de los Maestros de la mano del Ubaldinismo y la Renovación Peronista que se desarrolló alrededor de 1985/87.
No es el lugar para historiar las corrientes político / sindicales que hoy juegan en la espacio político de la resistencia (que de modo alguno se reducen o aún se pueden simbolizar con la dupla H.I.J.O.S. / C.T.A.), solo queremos marcar lo incorrecto de concebir al actual movimiento de la resistencia como despegado de la historia de la izquierda y sus diversas tradiciones y proyectos.
Segunda tesis: la responsabilidad del imperialismo yanqui.
Se afirma que: “El sentido histórico del golpe militar de 1976 es el intento de intervención político militar de Washington después de su derrota en Indochina y su victoria en Chile. La lección aprendida por Washington después de Indochina y Chile fue que el único camino para reestablecer su hegemonía era el establecimiento del terrorismo de estado. Ese camino que iniciaron en 1976, encuentra continuidad lógica y directa en el proyecto de dolarización de la economía Argentina (Plan Cavallo). Del estado de terror a la recolonización”
Coincidimos con Petras en que el Golpe de Videla era parte de una operación estratégica más amplia destinada a cortar de raíz el ciclo de luchas iniciado en América Latina con el triunfo de la Revolución Cubana (1959), al que primero pretendieron derrotar con la Alianza para el Progreso y los proyectos desarrollistas de la Revolución en Paz de Frei en Chile o el Proyecto Desarrollista de Frondizi en la Argentina. El Che, que había denunciado el carácter neocolonialista de la Alianza para el Progreso en aquella histórica conferencia de Punta del Este, pondría el discurso antiimperialista en el lugar que corresponde y desde su coherencia hecha acción aportaría lo suyo para que la llamita de la rebelión se transformara en la llamarada que llevaría a Allende al gobierno, que explica la aparición de gobiernos nacionalistas y antiimperialistas en Perú, Ecuador y Panamá, y sobre todo el crecimiento de movimientos populares e insurrecciónales en numerosos países de la región.
Para entender a la generación del Cordobazo no solo hay que pensarla en una dimensión histórica (como resultado de un proceso de acumulación de fuerzas que por lo menos arranca con la Resistencia Peronista al golpe gorila de 1955), no solo hay que analizarla desde el juego de unidad y disputa de los proyectos políticos actuantes en su interior; sino que también hay que imaginarla como un destacamento nacional de un enorme movimiento latinoamericano de liberación nacional hacia el socialismo.
Puede ser que haya sido uno de los destacamentos que menos cerca estuvo de la conquista del poder, pero al pensar la respuesta que sufrió (como contrarrevolución preventiva con forma de genocidio) conviene no perder de vista que el Imperialismo Yanqui pensaba a la región como su patio trasero y retaguardia segura para el enfrentamiento global con el campo de los entonces llamados Estados del Socialismo Real.
En la decisión de sembrar de dictaduras la América Nuestra pesó muchísimo la lógica de la guerra fría hecha “doctrina de la seguridad nacional”, pero esa visión “destructiva” no agota las funciones del golpe de estado de 1976. Si se trata de establecer relaciones de continuidad entre Videla, Alfonsín, Menem, De la Rúa y la Alianza de radicales y frepasistas que lo sostiene, tendremos que hablar de las labores “constructivas” del golpe, aquellas que transformaron profundamente el país, e integralmente. Y en especial en todas las esferas de la cultura y la vida espiritual.
Tercera tesis de Petras: la transformación de la burguesía
Petras afirma que: “El tercer significado histórico del golpe ha sido la transformación de la burguesía Argentina que se ha convertido en «multinacional». La idea de conciliación de clases sociales; alianzas populares y nacionalistas se declaró extinguida. La burguesía se convirtió en aliada de los Estados Unidos en la sistemática destrucción de las bases populares y del poder de los trabajadores para la construcción del nuevo edificio: la economía neoliberal.”
Y presentada así la cuestión no se ayuda a entender que en el bloque de poder hubo una disputa por años, que esa disputa era por el modelo de desarrollo capitalista, y que el golpe de 1976 fue la acción “extraeconómica” que resolvió la disputa al interior de la burguesía.
Más que hablar de que la burguesía argentina “se ha convertido en multinacional”, creo que hay que hablar de que se ha modificado la correlación de fuerzas a favor del sector más concentrado, más subordinado al gran capital internacional, más volcado a los negocios financieros y también más volcado a los negocios “ilegales” tales como la venta de armas, de drogas, la trata de blancas y todas las formas de corrupción que hoy se destacan.
Y que sí, que la burguesía nacional se ha subordinado a la fracción más poderosa y ha abandonado todo vestigio del discurso nacional e independiente que alguna vez la llevó a sostener proyectos populistas o de formas relativas de distribucionismo o intervensionismo estatal
Hemos dicho antes que a la izquierda le costó comprender lo peculiar del costado “destructivo” del golpe del ’76, sin embargo creo que más le costó comprender el costado “constructivo”: el conjunto de acciones económicas, políticas, sociales, culturales, ideológicas, represivas, jurídicas, etc. que no solo dieron lugar al edificio económico liberal que cita Petras, sino a una sociedad modificada integralmente.
El movimiento golpista escondía otros secretos que el genocidio en preparación, entre ellos la decisión del sector hegemónico de la burguesía nativa aliada al imperialismo yanqui de reemplazar el modelo de desarrollo capitalista[6] vigente (entre tironeos y disputas de todo tipo) basado en la ampliación del mercado interno, la sustitución compleja de importaciones, la subvención generalizada por parte del Estado a los negocios y una forma muy criolla del “Estado de bienestar” por uno nuevo basado en las privatizaciones, la libre entrada de mercancías importadas, la “reforma del estado” y las privatizaciones, el achicamiento del gasto público hasta su mínima expresión, la flexibilización laboral y el subsidio a los acreedores externos, los dueños de las empresas privatizadas, etc..
Cualquier semejanza con las políticas de Alfonsín, Menem y De la Rúa no son casualidades sino la prueba contundente del continuismo que hay desde aquel 24 de marzo de 1976 y el del 2001. Las pruebas son tan contundentes que –entre nosotros- podemos obviar la demostración de lo afirmado para concentrarnos en la otra pregunta: ¿por qué estos gobiernos “democráticos” continúan la labor de los militares que los sacaron de sus sillones tantas veces?.
Cuarta tesis: la transformación del peronismo en un partido neoliberal
Para Petras la cuestión pasa por que “El cuarto aspecto del golpe estuvo representado por la transformación del Peronismo de movimiento nacional y popular a su constitución como un nuevo partido neoliberal. Con el giro a la derecha de la burguesía, después del 76, el peronismo tenía dos posibles caminos. Tanto la construcción de un partido de trabajadores democrático social o bien aliarse con la burguesía. La presidencia de Menem fue la confirmación de esa segunda hipótesis.”
Pero de este modo se está dando solo la mitad de la respuesta, y a lo mejor ni siquiera eso. Desde 1989, el capitalismo recuperó un nivel de consenso a su proyecto de sociedad que no contaba desde hacía muchísimos años (acaso desde que voltearon a Perón por primera vez en 1955) y ello es así porque la dictadura no solo desarticuló el movimiento obrero, también afectó seriamente a la burguesía estimulando (y no siempre por medios económicos) el proceso de concentración y subordinación al gran capital internacional hasta borrar todo vestigio de aquellos arrebatos “nacionalistas” que están en la base del Irigoyenismo y el primer Peronismo.
Estos cambios en la base social de la burguesía, puestos en escena por el espíritu claudicante y la mentalidad cipaya (que explican tanto su adhesión al golpe del ’76 como su voluntad de encabezar el regreso a una “democracia restringida”, pautada con los verdaderos jefes de los militares argentinos, el Gobierno de los Estados Unidos quienes abandonaban a las dictaduras que ellos habían colocado en los ’70 espantados por el triunfo Sandinistas en Nicaragua, 1979, y las enseñanzas de su propia derrota en Viet Nam, 1975) van a explicar el triunfo cultural más significativo de la dictadura: la aceptación –y puesta en práctica con la vehemencia de los conversos- por parte del peronismo y el radicalismo primero, y el frepaso después, del programa del 24 de marzo del ’76: relanzar sobre nuevas bases al capitalismo argentino, más funcional y subordinado al imperialismo, más injusto y excluyente que nunca.
Así, desde 1983 el mecanismo principal de estabilidad con que cuenta la burguesía es la alternancia, que también es cogobierno, entre peronistas y radicales –ahora Aliancistas- puestos a conducir políticamente el sistema de dominación/explotación que conocemos como capitalismo.
Si uno practicara el mecanismo descalificatorio del profesor Petras, podría insinuar que la no vinculación del gobierno De la Rúa al proyecto estratégico inaugurado por Videla, responde a alguna razón más perversa que la ostensible incomprensión del profesor del proceso político argentino de los últimos veinticinco años, ese que explica el agotamiento del centrismo y el posibilismo como caminos alternativos al neoliberalismo, y la necesidad de un pensamiento crítico anticapitalista consecuente, ese que practican las organizaciones políticas de izquierda que el profesor se esmera en descalificar.
Qué raro ¿no?, tanta tolerancia con el centrismo y tanto rigor con la izquierda marxista suenan demasiado parecido al posmarxismo que tantas veces ha proclamado combatir el profesor Petras..
La quinta tesis: la domesticación de los intelectuales
Acordamos casi totalmente con Petras en que: “El quinto aspecto fue la domesticación general de los intelectuales y las clases dirigentes. La dictadura impuso parámetros inamovibles en el proceso electoral. Aspectos vinculados con la propiedad privada, el mercado financiero, los recursos, la desigualdad y el permanente estado de las instituciones cada vez más alejadas de la transformación política y el debate. La transición fue -en consecuencia- estrictamente controlada y el proceso electoral y el debate intelectual relegado a un segundo plano. Los intelectuales aceptaron las reglas de juego y siguieron los dictados de Estados Unidos y las fundaciones europeas comprometidos con el oscurantismo imperial. Sólo veinticinco años más tarde, en medio de una severa crisis, emerge una nueva generación de intelectuales para combatir al neoliberalismo” solo nos parece necesario destacar la responsabilidad del pensamiento posibilista en este proceso de aceptación del capitalismo como la única realidad posible.
Durante los primeros años del proceso de transición una extensa camada de intelectuales que se habían destacado por su pensamiento crítico y su compromiso con las luchas liberadoras asumió el discurso posibilista y se constituyeron en el sostén cultural de Alfonsín.
Unos años más tarde, cuando se produjo el desmoronamiento del llamado “socialismo real”, estos sectores realizaron un recorrido hacia la derecha buscando un imposible punto intermedio entre el posibilismo y el neoliberalismo. La consecuencia práctica fue la búsqueda de una crítica liberal / republicana al menemismo que pretendía separar las cuestiones morales (menos corrupción) y jurídicas (independencia del poder judicial y respeto a la división de poderes) de las sistémicas capitalistas.
Ese discurso presidió la derechización del Frente Grande y la búsqueda de acuerdos transversales a todos los partidos políticos (se acuerdan de la reunión entre el Chacho Alvarez, el Freddy Storani y el Pilo Bordón), y penetró profundamente en el propio movimiento obrero, estudiantil y popular. Bajo la bandera del “Chau Menem” se debilitó la oleada de luchas que sacudió el país entre 1996 y 1997, y se abrió camino a la Alianza que ha llevado la democracia representativa, restringida, formal, mínima, del ajuste o como se prefiera llamar a su máxima expresión con la cesión de poderes y la instalación de una verdadera dictadura civil.
Conviene no olvidar que buena parte del discurso inicial del chachismo[7] levantaba la consigna de “un nuevo modo de hacer política” dado que los partidos de izquierda estaban agotados y superados por su incapacidad por entender los cambios habidos en el país.
Algo bastante parecido a lo que dice el profesor. ¡Dime con quien andas…!
Sexta tesis: la muerte del marxismo en la Argentina
La verdad que Petras nos sorprende con la sexta tesis. Asiduo visitante del país, de fluido contacto con numerosos dirigentes e intelectuales comunistas, socialistas y trotskistas se despacha con que “El sexto aspecto esta representado por el fin de los partidos tradicionales (comunista, trotskista, socialista) como importantes referentes políticos durante el período pos-militar. El partido comunista perdió para siempre su credibilidad después de su respaldo a Videla en 1976. La incapacidad de los grupos de izquierda en construir una resistencia posible durante la dictadura o durante el período de transición los convirtió en sectas marginales”.
Vayamos por partes, supongo que la traducción le ha hecho un flaco favor al profesor y obvió agregar “de izquierda” al párrafo en que se habla de los partidos tradicionales dado que hasta los niños identifican en la Argentina como “partidos tradicionales” al radicalismo y al peronismo, jamás al comunismo, el socialismo o el trotskismo.
Los comunistas argentinos hemos examinado autocríticamente la política desplegada durante los años de la dictadura militar, y no solo en ese periodo. Pero no desde la perspectiva de culpa y castigo que pretende el profesor, sino desde la perspectiva revolucionaria de comprender las razones que impidieron el triunfo en los años de ofensiva popular que transcurrieron desde 1969 a 1975.
Desde nuestro XVI Congreso realizado en noviembre de 1985 emprendimos un durísimo proceso de viraje que nos llevó desde el análisis de los errores puntuales (en el caso de la dictadura, la incomprensión del carácter peculiar del golpe en su doble función represiva y constructiva de un nuevo modelo de desarrollo capitalista, muy en paralelo con la ilusión de corrientes nacionalistas, industrialistas, profesionalistas, etc. en el seno de las fuerzas armadas que nos llevó a pensar que había una corriente aún más reaccionaria que la hegemónica sobre la que se abrigaron ilusiones) al cuestionamiento de la estrategia de la revolución democrática burguesa y la cultura del frente democrático nacional.
Sin medias tintas hemos caracterizado aquellos errores como desviaciones oportunistas de derecha en un ejercicio de la autocrítica casi solitaria en la izquierda argentina que nos permitió ubicar dichas definiciones de la dirección partidaria de entonces como la culminación de una estrategia erronea: la de la revolución democrática burguesa, y la manifestación extrema de una cultura política: la del frente democrático nacional, que decidimos –desde el viraje iniciado con el XVI Congreso- debían estar en el cajón de los objetos inútiles para la revolución.
Pero con Antonio Gramsci creemos que un partido es lo que es en la lucha de clases y que eso requiere estudiar algo más que las declaraciones del Comité Central de un partido. Exige conocer la práctica cotidiana de su militancia en las fábricas, escuelas y barriadas populares; en los movimientos de derechos humanos; en la batalla por mantener vivo al partido en las peores condiciones, etc.
Y es aquí donde el profesor se equivoca, seguramente por desconocimiento de los modos reales de existencia que tuvo la resistencia a la dictadura, y del papel que en ella jugaron las fuerzas de izquierda, incluidos los troskistas, los socialistas y el Partido Comunista.
Es evidente que desconoce la historia real de la lucha por los derechos humanos en aquellos años o los movimientos huelguistas de los trabajadores que –a pesar de todo- no dejaron un minuto de luchar o la propia batalla por mantener en pie a las organizaciones perseguidas por la dictadura.
Los más de cien desaparecidos que sufrimos los comunistas durante la última dictadura militar desaparecieron en medio de batallas muy precisas: la abogada Teresa Israel defendiendo presos políticos de otras organizaciones políticas, el ferroviario Víctor Vázquez en procura de desplegar la resistencia obrera, el periodista Román Mentaberri en su puesto de lucha desde la redacción de un periódico comunista semi clandestino, el cordobés Alberto Cafaratti mientras buscaba fortalecer la dirección clandestina del sindicato de Luz y Fuerza, el rosarino Tito Messiez en la puerta de una imprenta en la que se editaba un boletín de los obreros del frigorífico Swift, el Watu Silleruelo asesinado en los pasillos de la Universidad de Bahía Blanca, María Inés Olleros mientras trasladaba un paquete de revistas de la Fede en un colectivo porteño, y así podríamos seguir uno a uno con todos los compañeros.
Y aún más, convendría recordar que los comunistas venimos sufriendo represión desde la propia fundación de nuestro partido en 1918 y que durante el gobierno de Alfonsín sufrimos el asesinato de cinco camaradas, que aportamos nuestra parte a los 1.500 detenidos por la aplicación del Estado de Sitio en la ciudad de Rosario en 1989 en represalia por la sublevación de hambre que protagonizó el pueblo o que el compañero Gatti de Comodoro Rivadavía –junto al dirigente gremial Natera- fue de los primeros enjuiciados por participar en un corte de rutas en 1997.
¿Es qué acaso en sus frecuentes viajes, el profesor jamás oyó hablar del viraje del Partido Comunista? ¿No supo nunca del acto de homenaje al Che de octubre de 1984, y de la ida de la Plaza de Mayo cuando Alfonsín lanzó su Plan de ajuste bajo el paraguas democrático de la lucha antigolpista?, ¿tampoco oyó hablar del Frente del Pueblo, de Izquierda Unida, de la Plaza del No a Menem y Neustad?, ¿ni siquiera se enteró que la trotskista Vilma Ripoll y el comunista Patricio Echegaray entraron a la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires en las elecciones de mayo de 2000 de la mano de Izquierda Unida, principal fuerza electoral de la izquierda?
O es que en realidad la descalificación de los partidos de izquierda le es imprescindible para hacer pasar la segunda parte de su tesis: “Los nuevos movimientos populares surgen desvinculados de la izquierda tradicional. Sus líderes y combatientes están enfrentando directamente al liberalismo y la desintegración de la sociedad. El proceso de transformación del movimiento revolucionario, sin los partidos de la izquierda tradicional es el más importante desafío dentro de la izquierda argentina”.
Podríamos nombrar cientos de militantes populares que provienen de la izquierda tradicional, y seguramente quedarían miles que no tienen vinculo alguno con los partidos de izquierda.
Esa pluralidad organizativa es una de las características de la izquierda argentina, pero la mayoría de nosotros está preocupado por encontrar un nuevo modo de relacionamiento que supere los límites del viejo estilo aparatista de ordeno y mando, tanto como los riesgos de un movimiento popular que por no contar con una alternativa política propia siga siendo víctima una y otra vez de las maniobras de aprovechamiento o directamente coptación por parte del sistema.
Pero el profesor prefiere apostar a la fractura permanente con la ilusión de que del propio movimiento surgirá la vanguardia revolucionaria. La izquierda argentina ha sufrido mucho por confundir las estancias de nuestras pampas con el Palacio de Invierno de San Petersburgo o la Avenida Nueve de Julio con los Campos Eliseos de París, ¿no será que el profesor está confundiendo los bosques de Palermo con la Selva Chiapaneca y cree ver al Sub Comandante Marcos en la dirección de la C.T.A.?
Séptima tesis: la Argentina también es Latinoamérica
“El séptimo y último significado histórico del golpe militar de 1976 fue demoler el mito de una Argentina potencia, excepcional europea y no latinoamericana. El golpe militar demostró que Argentina era aún una oligarquía neocolonial con características más similares a Paraguay y Bolivia que a Suecia y Dinamarca. Desde el golpe, la desnacionalización de la economía, el crecimiento del 35% de la pobreza en áreas urbanas, en ciudades, el 20 % en la tasa de desocupación, el crecimiento geométrico de subempleados, la llamada «economía informal», la proletarización de la clase media y la tutela directa de Washington inscribe claramente a la Argentina como parte de latinoamérica , del tercer mundo”
La Argentina ha dejado de ser el “mejor alumno del grado”, el ejemplo de que el modelo neoliberal podía ser exitoso en un país de economía periférica. Lejos han quedado los días de la euforia bursátil y los negociados multimillonarios que se mostraban con fruición en la revista “Caras”. El gobierno se encuentra prisionero de un esquema económico que no le deja margen de maniobras y lo conduce de fracaso en fracaso.
Cuando Petras escribió sus tesis todavía estaba en el Ministerio de Economía el ultraliberal López Murphy, recibido como un salvador por el stablishment y despedido sin más trámites en una secuencia difícilmente casual de anuncios catastrofistas, resistencia popular y remoción del “malo” para recibir, con igual euforia al padre de la convertibilidad, Domingo Felipe Cavallo quien tampoco parece poder repetir la “magia” de una década atrás, cuando los más perjudicados por sus medidas lo aplaudían y votaban a los políticos que ejecutaban las recetas del “Consenso de Washington”.
Y es que la recesión dura ya más de dos años y todo indica que se irá profundizando en los próximos meses más allá de los sucesivos anticipos oficiales de reactivación que ya parecen un remedo del clásico cartelito de los pequeños almacenes de barrio: hoy no se fía, mañana si. Y es que nunca llega el mañana.[8]
Los acontecimientos de la última década fueron encadenándose para llegar al desastre actual. Un hecho mayor fue la expansión de la deuda externa publica y privada a la que Cavallo solía señalar como expresión de fortaleza, de “confianza” de los mercados hacia el país. A pesar del ingreso masivo de divisas por las privatizaciones, desde 1993 la deuda comenzó a crecer a un promedio de unos 8/10 mil millones de dólares llegando a finales del 2000 a unos 200 mil millones de dólares, cifra equivalente al verdadero P.B.I.[9] generando un circulo vicioso en que los prestamos conseguidos para cancelar los vencimientos la aumentan inexorablemente en un camino que puede terminar en el crack.
La deuda crece por el persistente déficit comercial producto de la apertura indiscriminada que impusieron hace años. El otro afluente de la deuda es el déficit fiscal que se mantiene a pesar del ajuste perpetuo que sufrimos desde hace 30 años so pretexto de extirpar el Estado de Bienestar heredado del peronismo, pero ocultando que la raíz verdadera está un sistema impositivo que beneficia generosamente a los poderosos y consiente la evasión de los grandes mientras persigue al consumidor y la pequeña empresa. Todo ello agravado por el conjunto de reducción de aportes laborales y previsionales, subsidios a las empresas privatizadas que encabezaron un único proceso de desnacionalización y super concentración de la economía hasta conformar una realidad que bien podría ser calificada como “colonial”, y para colmo regida por una lógica de búsqueda de la máxima ganancia monopolista a corto plazo. La combinación de déficit fiscal, deuda externa y recesión es el producto inevitable de un proceso de saqueo incesante protagonizado por la usura global y los grupos trasnacionales instalados en el país. Cualquier intento de superar la crisis en los marcos del capitalismo neoliberal vigente, están condenados al fracaso. El socialismo se ha vuelto más necesario y deseable que hace 30 años.
Pero la descripción de la crisis argentina no sería completa si no habláramos de la crisis de alternativa. O dicho de otro modo de la poca fuerza que tienen los partidarios de una solución no capitalista de la crisis, en primer lugar los partidos políticos de la izquierda. Las apelaciones del profesor a un “proceso de transformación del movimiento revolucionario, sin los partidos de la izquierda tradicional” suenan como un grito de ¡Viva ¡ al paso de un cortejo fúnebre.
El posibilismo ha causado demasiados problemas a los luchadores sociales en la Argentina desde la claudicación alfonsinista de Semana Santa hasta el arrepentimiento del Chachismo en no apoyar antes el modelo.
Vale la pena recordar que la Señora Graciela Fernández Meijide era un referente implacable en las contiendas electorales hace un par de años y que su perfil, al igual que el de Farinello, contrastaba con el de los políticos tradicionales en general, y con las fuerzas de izquierda en particular. Pero hasta el mismo Gardiner, el célebre personaje de Desde el Jardín, a pesar de su poder de seducción política basado en la simplicidad, en la bondad y en la ingenuidad, no dejaba de ser un instrumento del sistema[10].
Es hora ya de practicar la más realista de las conductas: criticar, combatir y juntar fuerzas para romper con la causa real del sufrimiento popular para construir un poder popular que resista, confronte y derrote al bloque de poder que nos domina y explota.
Las conclusiones: ¿continuismo del poder militar?
Al llegar al momento de las conclusiones el profesor Petras afirma que: “La herencia que dejó el golpe del 24 de marzo de 1976 está representado aún en la Argentina de hoy. Las fuerzas de derechos humanos y fuerzas políticas que continúan luchando para anular las leyes de impunidad son un claro ejemplo de ello. Los viejos políticos del PJ y UCR continúan defendiendo privilegios y prerrogativas de los militares mientras que la nueva mayoría Argentina está clamando por justicia. El plan económico-social instrumentado por Martínez de Hoz perdura aún en el super liberal ministro López Murphy. Sólo hoy, nuevas fuerzas han surgido dentro de la oposición tales como la organización de trabajadores, grupos de protesta social en el interior del país y en los suburbios pobres del gran Buenos Aires. El golpe de estado de 1976 no fue sólo militar sino también un golpe de clases. Un enfrentamiento brutal de una clase sobre la otra. Veinticinco años después, el enfrentamiento continúa. Los militares y sus políticas sociales han ganado decisivamente la batalla por imponer su programa reaccionario, pero no la guerra. El aislamiento , descrédito y corrupción dentro de esta elite ha ido en aumento y producido gran resistencia: La lucha continúa.”
Para ser consecuente con las siete tesis precedentes, las conclusiones del profesor confirman su enorme incomprensión del proceso político argentino. Nos vamos a detener solo en el párrafo final: “Los militares y sus políticas sociales han ganado decisivamente la batalla por imponer su programa reaccionario, pero no la guerra. El aislamiento, descrédito y corrupción dentro de esta elite han ido en aumento y producido gran resistencia. La lucha continúa”
Asignar a los militares un rol central en el sistema de dominación vigente en la Argentina evidencian que el profesor no consigue superar el modo de pensar tradicional: civiles y militares, democráticos y autoritarios, constitucionalistas y golpistas, movimientos sociales y partidos políticos, etc. depositando en cada uno de los primeros elementos de cada par toda la virtud y bondad, para demonizar a los segundos con toda la malicia y deshonor posibles. Pero ese modo de pensar no sirve para entender la Argentina, y creo que ningún país del mundo.
El golpe de estado fue planificado, decidido, organizado y ejecutado por un bloque de poder constituido históricamente en más de cien años de capitalismo. Desde siempre se basó en una alianza cercana, en un “maridaje” entre las clases dominantes argentinas y las fuerzas imperialistas del mundo. Y ese bloque de poder, que siempre –igual que hoy- estuvo cruzado por contradicciones secundarias aunque no menos sanguinarias y violentas, fue construyendo diversos modelos de dominación/explotación.
Aterrados por el crecimiento de las fuerzas sociales y políticas que desafiaban su poder, en 1976 ejecutaron un golpe de estado que modificó integral y profundamente todos y cada uno de los aspectos de la sociedad argentina. La resistencia a su cometido no cesó ni un minuto, así sea en la decisión de los que decidieron llevar sus secretos a la tumba antes que colaborar con los torturadores.
Esa decisión no solo tenía en cuenta la correlación de fuerza nacional, sino toda latinoamérica y aún el escenario mundial. Cuando se produjo un brusco y trascendente cambio regresivo en la correlación de fuerzas mundial (con la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista de Europa), apretaron el acelerador y avanzaron en profundidad con su plan. Y en la medida que lo ejecutaban e iba cambiando la Argentina, fue surgiendo un nuevo sujeto social, un sujeto social neoliberal sobre el que se asienta una verdadera cultura neoliberal: individualista, egoísta, racista, discriminatoria, anticomunista.
Ante la nueva realidad ha habido varias actitudes. Hubo quienes prefirieron ignorarla y una y otra vez creyeron encontrar el atajo mágico que los llevaría a una Argentina soñada (que casi siempre se inspira en un pasado de supuestos equilibrios y virtuosas intervenciones del Estado)
Nosotros hemos preferido mirar la realidad de frente, tal cual es reconociendo su fortaleza: un sistema de dominación que se apoya en el cogobierno y la alternancia bipartidista de la Alianza y el Partido Justicialista; y se aprovecha de la ausencia de una alternativa política popular; pero tratando de descubrir sus puntos débiles, allí donde se le pueda pegar.
¿Cuales son esos puntos débiles de los que gobiernan en beneficio del bloque de poder?
- que agreden a la inmensa mayoría de la sociedad con sus políticas de explotación y exclusión y que se ha debilitado la esperanza en que los sacrificios actuales sirvan para un futuro bienestar. Como hemos demostrado más arriba, la crisis les ha estallado en las manos y no pueden superarla fácilmente.
- que han ignorado las expectativas que sobre ellos depositaron sectores progresistas y de izquierda confiados en que el desplazamiento del menemismo sea algo más que un cambio de equipo estableciendo una línea de continuidad que hoy es un verdadero salto de calidad reaccionario con la llegada de Cavallo y la instalación de una verdadera dictadura civil apoyada en la cesión de los poderes públicos que ha hecho el Congreso a favor de un super ministro
- que atados a una política de gobernabilidad continuamente se muestran en maridaje con los militares genocidas, lo peor de la burocracia sindical, la dirigencia peronista a la que antes criticaron o decían combatir y los máximos referentes del imperialismo que los utilizan como ariete contra Cuba, el Mercosur y la insurgencia colombiana.
Si nos afirmamos en un enfoque integral de los fenómenos sociales podremos valorar mejor que la peculiaridad argentina no es ni la crisis (que el modelo capitalista neoliberal impone a toda América Latina), ni la resistencia (que por suerte va saliendo del prolongado interrupto electoral), ni la corrupción, el descrédito de la política como acción destinada a resolver los problemas populares, la crisis del modelo sindical tradicional basado en el trabajador estable y el pacto social, etc. etc. sino que la crisis del capitalismo se combina con una prolongada y persistente crisis de alternativa.
Una alternativa que entendemos como la conjunción de un movimiento social autónomo y una nueva fuerza política alternativa resultante a su vez de la convergencia de todas las formas de existencia de la izquierda: organizada o no en partidos políticos, corrientes, grupos, periódicos, cátedras, etc. con la capacidad suficiente como para confrontar en serio con el poder; un bloque popular –social y político- capaz no solo de resistir y hacer retroceder las políticas de derecha, sino de ir imponiendo algunas soluciones populares a la crisis y de ir gestando un proyecto de país que le de horizonte político a las luchas parciales y renueve el ideal popular con sentido antiimperialista y anticapitalista, patriota y socialista.
Para ello hay que abandonar definitivamente el sectarismo, la autoproclamación de vanguardias desde algunas organizaciones políticas y sociales, cultivar la pluralidad como un factor de fuerza y ser como quería el Che, duros con el enemigo y tiernos con los compañeros.
José Ernesto Schulman
Secretario de formación del Movimiento Político Sindical Liberación, integrante de la Central de Trabajadores Argentinos
Director de la Escuela Nacional de Cuadros del Partido Comunista Argentino, “Alberto Cafaratti”
Ex preso político, primer testigo ante el Consejo de la Magistratura que pidió, y logró, la remoción de su cargo del Juez Federal de Santa Fe, Víctor Brusa por parte del Jury de Enjuiciamiento en marzo de 2000.
Testigo en la Causa sobre Genocidio en la Argentina que tramita la Audiencia Nacional Nº 5 de Madrid
[1] en todas sus expresiones políticas y aún en la llamada “independiente”
[2] hubo golpes de estado triunfantes en setiembre de 1930, junio de 1943, setiembre de 1955, marzo de 1962, junio de 1966 y marzo de 1976
[3] “hay que exterminar la guerrilla fabril” clamaba el radical Balbín, anticipándose al decreto del Gobierno peronista que exigía la aniquilación de la subversión a las FF.AA.
[4] no olvidar que el colonialismo español para conquistar América cometió un genocidio, y que la generación del ’80 para completar la organización capitalista de la nación argentina cometió el segundo por medio de la Conquista del Desierto, eufemismo que alude a la ocupación del territorio habitado por los primeros habitantes de estas tierras y su exterminio. Solo en la campaña del Sur (hubo otra en la región del Chaco argentino) mataron doscientos mil aborígenes
[5] publicado por Dirpple en 1996
[6] el modo en que se genera y distribuye la riqueza social, pero no solo eso. El concepto implica también, y básicamente, formas determinadas (aunque no estáticas) de relaciones sociales, un conjunto de alianzas y enfrentamientos entre grupos marcados por ciertas relaciones de fuerza. Y a las que les corresponde formas específicas de realizar, organizar y legitimar lo político y lo social.
[7] refiere a Carlos Chacho Alvarez, jefe político del Frente Grande, vicepresidente renunciante de la Alianza.
[8] en esta sección sigo al economista Jorge Beinstein y su articulo “Argentina al garete, la decadencia del país burgués” publicado en Pagina 12 (Buenos Aires), 20 de octubre de 2000
[9] distorsionado por la incorporación de un porcentaje estimado de economía informal en tiempos de Menem/Cavallo
[10] del artículo de Miguel Mazzeo, “La sotana mágica” a publicar en la revista Retruco