Fortalecer el partido para potenciar el proyecto de poder popular en la Argentina.


La exigencia de los nuevos tiempos

Todo el debate sobre el fortalecimiento del Partido Comunista, tiene hoy la urgencia de las exigencias que nos depara el nuevo escenario que se viene configurando en el país a consecuencia de la convergencia de por lo menos tres procesos: la crisis capitalista mundial y nacional, el corrimiento a la derecha del Frepaso y el crecimiento de las lucha y la organización obrera y popular.

H        La irrupción de las crisis bursatiles (que se van desencadenando sucesivamente y que ahora amenazan al propio Brasil –a cuya suerte estamos firmemente amarrados-) y sus consecuencias económicas nacionales han tenido la virtud de afectar seriamente la aureola de invencible y todopoderoso que había creado el neoliberalismo a la fase globalizada del capitalismo que conduce.  Cada vez son más los que dejan de creer que el simple funcionamiento del libre mercado, liberado de todo control internacional y nacional, pueda resolver los problemas de la civilización humana. La “magia” de un modelo perverso e inhumano que conseguía adhesiones activas o consenso pasivo aún de los más afectados, se va apagando y liberando más y más espacios sociales para la resistencia.

H        El crecimiento de la resistencia al capital en todo el mundo, y en América Latina en particular, incluida nuestra propia Argentina.  De Chiapas a los Sin Tierra del Brasil, pasando por el avance electoral del Frente Amplio o el P. T. y con centro en la lucha del pueblo cubano en defensa de su revolución y la instalación de las F.A.R.C. como una opción de poder,  en una recuperación y reformulación del movimiento revolucionario que nos alienta y compromete. El movimiento popular y revolucionario latinoamericano se ha ido recuperando de los terribles golpes sufridos y del desaliento producido por la derrota de los procesos que impugnaban –de una u otra forma- al capitalismo.  También en la Argentina, las luchas obreras y populares no dejan de crecer a pesar de los esfuerzos por instalar la lógica electoral. Todo el esfuerzo por impedir una nueva vuelta de “flexibilización” laboral ha vuelto a colocar a la clase obrera en el centro del escenario de la resistencia.

H        El agotamiento del menemismo como fuerza hegemónica del sistema político y la instalación de la Alianza como una posibilidad de alternancia sin cuestionar los basamentos del modelo neoliberal de desarrollo capitalista. A su vez, la asunción pública y transparente por parte de sus referentes de cada una de las banderas del modelo ha ido colocando a la Alianza en el verdadero lugar que le corresponde en el escenario político argentino dejando vacante el espacio de la oposición verdadera.  Un verdadero proceso de sinceramiento político se ha desplegando en estos meses que amerita la búsqueda de creación de una alternativa verdadera para ocupar con eficacia los nuevos espacios creados para la izquierda.

“Esta combinación de crisis capitalista mundial y las consecuencias del modelo neoliberal en la Argentina, hoy evidentes, junto al simultaneo corrimiento a la derecha de la Alianza, han generado un amplio espacio para una propuesta de cambios alternativos que puede leerse como ausencia o como posibilidad. Asumir este espacio como posibilidad es el gran desafío”[1]

Conviene destacar que a diferencia de las anteriores discusiones sobre el tema partido realizadas después del XVI Congreso (la de 1987 sobre “transformación leninista del partido”, la de diciembre de 1991 en la Conferencia Nacional del Partido o la de noviembre de  1996, Comité Central “Organizarnos para Organizar”), esta discusión tiene el objetivo preciso de tensar fuerzas para ocupar –a la ofensiva- espacios políticos nuevos para nuestro proyecto político de resistencia, poder popular y socialismo.

En 1987, al comienzo mismo del viraje, la discusión se concentró en saldar cuentas con el pasado de un partido profundamente deformado por el administrativismo, el burocratismo, y la tendencia a reemplazar lo que no se conseguía en política con medios financieros y movilización de la fuerza propia.  El resultado, acaso lógico, fue un debate estrategista que pretendía definir un partido ideal, al margen de la etapa del proceso revolucionario y del propio momento del viraje.  Sin embargo, visto a la distancia, ese primer momento de deconstrucción  fue imprescindible para desarticular una cultura política y organizativa que reproducía reformismo y dogmatismo casi con naturalidad, la cultura política del frente democrático nacional.

Por el contrario, el debate de 1991 es un debate en defensa de las organizaciones revolucionarias, afectadas seriamente por la ofensiva implacable que desplegaba el capital en procura de destruir hasta el último espacio de voluntad revolucionaria, defenderlas de la ofensiva liquidacionista.  Sin embargo, una parte de los cuadros que protagonizaron ese debate, caerían pocos años después en la peor de las políticas liquidacionistas y de claudicación provocando, alrededor de la crisis del Frente Grande, la más grave crisis de desacumulación que sufrimos en los últimos años.  No es exagerado decir que el partido estuvo a punto de desaparecer, por lo menos en su capacidad de desplegar un proyecto político con capacidad de incidir en la lucha de clases.

De algún modo, con el XIX Congreso y el central de noviembre de ‘96, se pone fin a esa etapa y se relanza el proyecto comunista.  El mérito del debate de noviembre de 1996 es que vuelve a legitimar, después de casi 10 años, la cuestión del partido entre nosotros.  Pero lógicamente que su solución es algo más complejo.   El debate que encaramos, urgidos por un nuevo tiempo de posibilidades y exigencias, debería dar pasos firmes en la dirección de poner en correspondencia un proyecto político con la organización que lo sostiene y despliega; una organización que no solo ha sobrevivido, sino que ha tenido capacidad para relanzar su proyecto político y mostrar hoy un nivel de balance concreto, modesto pero ya apreciable.

“La cuestión fundamental de nuestra política organizativa es lograr poner más fuerzas al despliegue de nuestra línea política y  conquistar más eficacia y mejores ritmos de acumulación política”[2]

Internacionalismo revolucionario y patriotismo verdadero

A 150 años del Manifiesto Comunista, un enfoque de fortalecimiento del partido debe estar precedido por una clara relación entre lo internacional y lo nacional cuyo primer elemento, fundacional de nuestra doctrina, es aquel de que la revolución es un proceso único de carácter mundial, que se despliega en distintos países y en distintos momentos, pero que no deja de ser un proceso único. Vulnerar ese enfoque básico del marxismo fue fatal para los procesos de revolución socialista que se desplegaron a partir de Octubre del ´17.

Entre nosotros, esa deformación se expresó en la diferencia con que asumimos la solidaridad internacional (que desplegamos generosamente con Rusia, España, Cuba, Vietnam, Nicaragua, y tantas otras luchas) y la debilidad de nuestro enfoque de internacionalización de la lucha revolucionaria, imprescindible para oponerse a la internacionalización del capitalismo.  Tales debilidades fueron más que notorias en las décadas del ´60 y ´70.

Al proponernos fortalecer el Partido Comunista de la Argentina,  nuestra mirada esta puesta en la creación de una nueva internacional donde todos los sectores de la cultura revolucionaria se encuentren y formemos aquel Partido Comunista, único, al que nos sigue convocando el Manifiesto[3].  Nuestro fortalecimiento lo vemos como un aporte a dicho objetivo, y trataremos de aprovechar al interior de nuestro país cada paso adelante y cada triunfo de cualquier fuerza revolucionaria del mundo.  Como nos enseñaba el Che y como venimos comprobando con los avances de la F.A.R.C. o de los Sin Tierra del Brasil.

El segundo elemento a tener en cuenta es que la globalización actual del capitalismo, que no es algo nuevo en sí pero que es una fase cualitativamente nueva de la mundialización de los mercados, de la producción, de las comunicaciones y del dominio del sector más concentrado del capital, que ha ido generando un verdadero proto poder mundial[4] lleva a que el capital actúe de más en más con un proyecto único, mundial y nacional, lo que nos exige llevar –más que nunca-  un enfoque de que la nuestra es  una política única mundial y nacional de liberación.

De hecho, las cuestiones internacionales han penetrado en todos los movimientos sociales y sindicales, transformándola en una cuestión de la vida cotidiana de muchas organizaciones, y donde también se juegan y disputan los grandes proyectos políticos.

El tercer elemento, que creemos útil resaltar, es aquel que refiere a la formación de subjetividad revolucionaria donde la cuestión de desarrollar una visión internacionalista es vital. Una visión internacionalista que potencie el patriotismo y el sano orgullo nacional.

Conviene insistir en la unidad indestructible de internacionalismo revolucionario y verdadero patriotismo y sobre los efectos que ha traído al movimiento popular y revolucionario argentino fracturar esta ecuación para uno u otro costado y que tiene consecuencias en la propia formación política de los militantes.  Los que vienen de la tradición nacional y popular, manejan –por lo general- elementos de la historia argentina que desconocen los que provenimos de la tradición marxista y viceversa, desconocen elementos básicos de la historia de la revolución mundial.  Corresponde a nosotros encarar una enérgica labor de investigación, difusión y educación de los militantes en las cuestiones de la historia nacional y latinoamericana.

Desarrollar una conciencia internacionalista puede hacerse desde la propia historia de la liberación nacional.  San Martín tenía perfectamente claro que sin liberar a Chile y al Perú no habría liberación nacional.  Las primeras experiencias de organización y lucha proletaria –como la propia rebelión de la Patagonia- fueron protagonizadas por inmigrantes y nativos unidos por la explotación. Aún en los ‘70, en la gran huelga del Chocón hubo una participación importantisima de mineros bolivianos y chilenos. Nuestro propio partido tiene mucho de eso en su origen y no es para nada motivo de verguenza sino de orgullo así como hechos tales como la participación de Rodolfo Ghioldi en la rebelión de Prestes en el Brasil, la de nuestros internacionalistas en la España republicana o la de Marcelo Feito y tantos otros en la guerrilla salvadoreña.

Nuestra identificación con el Che, internacionalista por excelencia, nos debe ayudar a superar los estrechos márgenes de un nacionalismo que termina siendo funcional a la burguesía y sus proyectos de dominación.

La legitimidad del partido Comunista

El partido Comunista tiene plena legitimidad para involucrarse en esta pelea por ocupar espacios, por construir alternativa verdadera.  No necesitamos pedir permiso a nadie, ni reclamar “bendiciones” de nadie, aunque no ignoramos la crisis de representatividad y credibilidad que afecta al conjunto de organizaciones sociales y políticas, incluidas las fuerzas de izquierda y obviamente, nuestro propio partido.

Somos una fuerza con  historia  y conviene destacar que nuestra identidad es un producto histórico de  80 años de aciertos y errores. No se trata de hacer un listado de aciertos para contraponer a los errores que nos critican o atribuyen.

Son muy útiles las reflexiones de Gramsci sobre la historia de los partidos políticos: “Un partido habrá tenido mayor o menor significado y peso, justamente en la medida en que su actividad particular haya pesado más o menos en la determinación de la historia de un país.  He aquí por qué del modo de escribir la historia de un partido deriva el concepto que se tiene de lo que un partido es y debe ser.  El sectario se exaltará frente a los pequeños actos internos que tendrán para él un significado esoterico y lo llenarán de místico entusiasmo.  El historiador, aún dando a cada cosa la importancia que tiene en el cuadro general, pondrá el acento sobre todo en la eficacia real del partido, en su fuerza determinante, positiva y negativa, en haber contibuído a crear un acontecimiento y también en haber impedido que otros se produjesen”[5]

Con Gramsci pensamos que la historia de un partido es la historia de su incidencia en la lucha de clases, y es desde ese parámetro que hacemos balance.  Hemos sido, y aún podemos ser, el canal principal de la cultura revolucionara en la Argentina. Jamás hemos confundido nuestros errores con la descalificación de una fuerza que siempre –aún por lo que no hacía- fue fundamental para cualquier proyecto de poder revolucionario en la Argentina.

Los que ahora menean aquello que nosotros mismos sometimos a critica hace ya diez años no están buscando la superación de una fuerza revolucionaria sino su invalidación como protagonista de la historia por venir, ya sea por cálculos egoístas propios de aquellos que se creen la vanguardia de la revolución por autoproclamación o por simple operación política de quienes siguen descargando sus frustraciones en el Partido en el cual militaron algún tiempo.

Nuestra identidad es también nuestro proyecto político hecho conducta. Somos lo que hacemos en la lucha de clases. y por ello, nuestra identidad será tan atractiva como nosotros mismos estemos dispuestos a construir.

Por ello nuestra identidad también se construye entre los piqueteros de Villa Libertador General San Martín en Jujuy,  con los militantes de derechos humanos que participan en los “escraches” y la lucha contra la represión a los jóvenes, con los jubilados que transformaron los miércoles en el día de la dignidad popular, con los maestros riojanos que desafían al poder menemista en la boca del lobo, quienes rompieron con 50 años de “C.G.T. única” y emprendieron el camino de gestar una central alternativa de los trabajadores.

Además, nuestra identidad siempre tuvo un ingrediente internacional, pero ahora no es más de identificación con Estado alguno, sino con los procesos revolucionarios reales. Hoy nos sentimos identificados con Cuba y con Fidel, con Sudáfrica y Chris Hany, con Colombia y “Tiro Fijo” Marulanda, con la izquierda del P.T. y los Sin Tierra del Brasil,  con el P.C. de Chile y Gladis Marin así como con los comunistas franceses, españoles, rusos.  Sin ningún  gesto de soberbia, creemos estar aportando a la nueva identidad comunista de fin de siglo, con la que tendremos que volver a organizar el “asalto del cielo”.

Una identidad comunista que deberá de estar fragmentada y volver a ser una, como reclama el Manifiesto Comunista, y estar al servicio del nacimiento de algo más grande que la identidad comunista misma, una nueva identidad política revolucionaria de masas en la Argentina con el bloque popular emprenda el combate por el pder.

La lucha obrera y popular

Nacimos como fuerza política, y seguimos existiendo por una razón fundamental y muy sencilla: los trabajadores y la inmensa mayoría del pueblo (seguramente que 3 de cada cuatro argentinos por lo menos) están excluidos de las “delicias” con que el capital festeja el fin del siglo. Y porque estamos convencidos que solo con la lucha se podrá mejorar la situación de los trabajadores y terminar con el régimen social que los condena a la explotación, la exclusión, la desocupación, la miseria y la vida sin esperanzas: el capitalismo.

Por ello, cualquier discusión para mejorar la vida de nuestro partido, es en primer lugar una discusión sobre como aportar mejor a la lucha del pueblo.  Sobre todo en un momento tan difícil como este en que pensamos habría que tener en cuenta los siguientes puntos:

a)     que la crisis va a ser cada vez más dura y que gane quien gane en el 99, recargará todo sobre los trabajadores y el pueblo.  La crisis bursátil por un lado y la designación de un alto funcionario de Bunge y Born como jefe de los equipos técnicos del Frepaso son acaso símbolos temibles sobre lo que nos espera.

b)     de aquí al ’99, tanto oficialistas como opositores, tratarán de instalar su lógica electoral sobre las luchas, para sofocarlas o coptarlas.  El gobierno descalificará cada lucha diciendo que son funcionales a la Alianza, y ésta desalentará la lucha con el argumento de que “mejor en la urna”.  No se puede desconocer que este recurso ha resultado eficaz en las anteriores instancias electorales.

c)      lo más probable que el nuevo gobierno no tenga el ”escudo” que tuvo Menem de la identidad peronista con sus efectos desmovilizadores sobre un pueblo que dudaba en enfrentar un gobierno “de ellos”, que paradojicamente basaba su legitimidad en un accionar histórico que era sistemáticamente contrariado por el nuevo gobierno.

d)     la crisis de representatividad que recorre toda la superestructura institucional (desde los partidos políticos a los sindicatos, desde la Justicia hasta las sociedades de fomento) lejos de disminuir, sigue creciendo de la mano de una política cínica del poder de apostar a apartar al pueblo de lo público y transformar la democracia en un juego mediático en donde todo se resuelve con encuestas y expertos en imagen. Hay espacio para la lucha por una nueva institucionalidad popular como lo viene mostrando la Central de Trabajadores Argentinos con sus exitosas iniciativas de agrupar de nuevo modo a los pobladores, los trabajadores de la salud, etc.

e)     el agotamiento del modelo, junto con el resurgir de las luchas y del cuestionamiento revolucionario al capital, están deteriorando su principal logro: la convicción de que no hay alternativa revolucionaria posible al capitalismo.  Por ello conviene recordar que nuestro enfoque de la resistencia es más que enfrentar las políticas reaccionarias, es también levantar propuestas alternativas desde la lógica de cuestionar la distribución de la riqueza y potenciar el protagonismo popular en el manejo de la cosa pública por la vía de la democracia directa.

f)        es la lucha el elemento dinamizador de todo la sociedad. es lo que pone de manifiesto la crisis de representatividad de los partidos políticos y del movimiento sindical, es sobre la base de la lucha que se pueden poner en marcha los otros elementos de nuestro plan político.  Por ello creemos necesario afirmarnos en un mayor compromiso con la lucha y con la propuesta de crear un ámbito de centralización y coordinación de todas las luchas, llamase Asamblea de la Resistencia, o como se llame.

g)     hay grandes temas que condensan toda una problemática, a los que conviene abordarlos centralmente, con carácter de campaña: con propaganda específica, con propuestas adecuadas, con iniciativas de coordinación que apunten a recuperar el espacio de la Comisión Popular Multisectorial que organiza las movilizaciones del 20 de marzo.  Algunos de esos temas pueden ser: la resistencia a una nueva ronda flexibilizadora, la lucha por las 6 hs. de trabajo con igual salario para combatir la desocupación, la emergencia social, laboral, educativa y sanitaria para toda la población, el aumento de los salarios y haberes jubilatorios, la derogación de la ley federal de educación, la derogación del I.V.A. para los productos de la canasta familiar, etc.

Para dejar de perder, alternativa política

Sin embargo, no han sido luchas lo que le ha faltado al proceso político argentino.  Las ha habido, las hay, y seguramente las seguirá habiendo.  El punto es que sin alternativa política esas luchas no alcanzan a romper el circulo de periodos de alta y baja conflictividad para pasar a un proceso de progresiva acumulación de fuerzas hacia la constitución de un proyecto alternativo de carácter democrático, popular y revolucionario.  Así las luchas son sofocadas por las operaciones políticas del sistema (en primer lugar las electorales), o aún peor, son coptadas por una u otra variante del bipartidismo neoliberal.

Hace falta pues, insistir en colocar en el centro de toda nuestra actividad –y de todos los revolucionarios- la lucha por constituir la alternativa necesaria, por resolver un problema histórico de la izquierda que nunca llegó a instalarse como  tal en el escenario de la política argentina.

A la hora de reflexionar sobre estas cuestiones, y de analizar autocríticamente los distintos errores que la izquierda cometió en este tema: vanguardismo, seguidismo, sectarismo, etc., conviene echar una mirada de respeto a una burguesía que por más de cien años ha tenido capacidad de generar consenso hacia sus proyectos de dominación, de instalar hegemonías o de sofocar de un modo brutal los intentos de desafiarla en el terreno del poder.

Al proponernos una estrategia de construcción de poder popular, debemos considerar que ese proyecto, desde sus primeras experiencias concretas de instalación, va a merecer la más enconada resistencia por parte de ese poder que busca destruir.

¿Qué entendemos hoy por construir poder popular?  Basicamente un proceso de construcción de autonomía de la clase y del pueblo, en todos los terrenos de la lucha de clases.  Autonomía en el sentido de romper el dominio ideológico/cultural que el sistema ejerce sobre las amplias masas.  Autonomía en el sentido de romper con cualquier atadura organica, política o económica con el Estado y los proyectos politicos de reproducción del sistema.

Autonomía en el sentido de tener capacidad para enfrentar, e ir superando, las trampas de coptación o las acciones represivas hacia su accionar.

Es un proceso que deberá ir alterando la relación de fuerzas hasta el punto que pueda disputar y conquistar al poder político en su totalidad.  Hay que asumir que la resistencia de las clases dominantes, en la medida en que esas formas de poder popular se vayan afirmando y desarrollando, va a ser crecientemente violenta.

Es por ello que se debe considerar el tema de la violencia, tanto la que va a emplear el poder (y por ende pensar en cuestiones defensivas de las luchas y la organización popular), como de la que será necesario impulsar para quebrar la resistencia del bloque de poder a ceder sus privilegios, de un modo serio y responsable.

Ese proceso de construcción de poder popular, hoy tiene un momento muy concreto y exigente: echar las bases para la creación de una alternativa verdadera, sin la cual será muy difícil poner en marcha el proceso de acumulación de poder popular.

Construir alternativa  política es un problema complejo.

Es mucho más que dar nacimiento a una alianza electoral (que sí necesitamos), luchar por una central alternativa de los trabajadores (que es imprescindible) o desplegar un poderoso movimiento social con autonomía política del sistema (sin lo cual no habrá poder popular); es hacer todo eso de un modo tal que aporte al nacimiento de una nueva fuerza que sea capaz de acumular políticamente las luchas y el esfuerzo organizativo, para así comenzar a gestar una identidad política de masas que exceda largamente a cualquier estructura o historia orgánica.  Una nueva identidad política que simbolice el futuro por el cual luchar  y sea expresión de una nueva voluntad popular colectiva para el cambio verdadero.

Sin recomponer el ideal de la sociedad futura por el cual luchar, difícilmente podremos pasar de la resistencia a la ofensiva, y es en este terreno de la recomposición del ideal donde nuestro partido se ha venido mostrando como un espacio apto para la recomposición y potenciación teórica de la izquierda.  Sin duda que es una base de apoyo para el conjunto de tareas en pro del fortalecimiento del partido, y un atributo que habrá que seguir desarrollando.

Hemos dicho más de una vez, que en la lucha por aportar a construir alternativa verdadera se resume el rol del Partido Comunista de la Argentina.  Hoy lo ratificamos, y es más, pretendemos definir el momento concreto de esa lucha, aquello que Lenín llamaba tomarse del eslabón de la cadena[6]

Es imposible no considerar a las elecciones del ´99, como un horizonte de la política, así sea  para prever los peligros que enfrentamos y buscar el modo de impedir un momento de desacumulación para la izquierda y  el proyecto frentista.

La primera consideración que nos merece el tema es llamar la atención acerca de que los proyectos políticos principales no solo actúan en el terreno mediatico o con su sola predica electoral: disputan, y con mucha fuerza y recursos, la direccionalidad del movimiento obrero y popular instalando de hecho la lógica electoral al interior de los mismos buscando que los trabajadores depositen esperanzas en el resultado electoral o, al menos, en ilusionarse con supuestas facilidades que se obtienen de las fuerzas en campaña, ideas todas que conspiran contra la idea básica de que la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos.

En el comité central de mayo del ’98, se aprobó: “ Crear una herramienta electoral apta y coherente con un proyecto de alternativa verdadera, desde la convocatoria de Izquierda Unida a conformar un frente de toda la resistencia con candidatura única y plataforma común”  con la idea de revertir la tendencia a la dispersión y la división que hasta ahora domina en la izquierda y conspira contra la posibilidad de ser visualizados por la parte de la sociedad que se niega a votar la alternancia bipartidista como una alternativa verdadera.  En definitiva se trata de afirmar un enfoque de autonomía política, también en lo electoral, superando las tentaciones del abstencionismo paralizante o el seguidismo hacia fracciones del bloque de poder.

Pero de ningún modo lo electoral puede transformarse ni en la única, ni tampoco en la principal iniciativa política hasta el ´99; hay que resolver simultáneamente otras dos cuestiones básicas:

v     “Fortalecer la resistencia dándole un centro coordinador a las luchas y gestando asambleas populares de la resistencia que se sostengan en el principio de la unidad de acción de todos los agredidos por el modelo.  En esta batalla el rol de la Central de Trabajadores Argentinos será decisivo, para lo cual seguiremos tratando de aportar agrupando izquierda en su interior y convocando a todas las fuerzas de izquierda a comprometerse con esta tarea”

v     “Hay que poner proa a la creación de una fuerza nueva de la izquierda que abarque y potencie toda la cultura de la rebeldía, y que agrupe todas las formas organizativas que hoy adquiere la izquierda, apuntando a resolver el problema histórico de ausencia de una vanguardia revolucionaria efectiva” [7]

Lo importante es seguir con atención como se va a ir conformando el cuadro político tras la derechización extrema y explícita de la Alianza teniendo en cuenta que en el imaginario popular el mapa político tradicional: peronistas=popular y radicales=liberales, se había invertido ocupando los radicales y los frepasistas un supuesto lugar de izquierda o de centro izquierda (en relación al menemismo virado al conservadurismo) y que esta imagen ahora se trastoca en una superposición de identidades sobre el espacio de la derecha: los peronistas de Menem, los radicales de De La Rúa y los frepasistas de Graciela Meijide son cada vez más parecidos entre sí.

Es más en los temas que hacen a la forma de hacer política,  es el Frepaso y su máximo referente, Graciela Meijide, quienes más lejos han llegado en transformar los partidos políticos en oficinas de prensa y de relaciones con el stablishment eliminando totalmente a la militancia de cualquier forma de consulta o resolución de las decisiones partidarias.

Ahora se ve más claro cual era el sentido de la famosa “nueva manera de hacer política” que proclamaban Chacho Alvarez y sus seguidores: es la más brutal subordinación de la política a la economía (en verdad a los dueños del poder), es la ”liberación” casi absoluta de los referentes de cualquier opinión o presión popular, es el endiosamiento de los “técnicos” y los poseedores del “saber” al margen del costado político/ideológico de ese saber.  Quienes, como el tero arrancaron parloteando de una “democracia participativa” han cumplido al sueño del teórico norteamericano Shumpeter que ya en los ’50 propugnaba un gobierno de los que saben, el voto voluntario y el más absoluto desprecio por el pueblo.

Con el viraje al neoliberalismo de las fuerzas orgánicas de la socialdemocracia (alfonsinismo, socialismo popular de Binner, frente grande de Chacho, etc.) queda un espacio vacante para aquellas corrientes genuinas de esa corriente política y de aquellos socialcristianos que luego de décadas de mimetizarce en el peronismo hoy se encuentran con que no tienen partido ni referencia política propia.  En algunos de ellos, la tentación de transformar construcciones sindicales y sociales, plurales, en base de sus proyectos políticos, es grande.

Nuestro mensaje hacia ellos es de un llamado a constituir nuevas corrientes políticas en la Argentina, a preservar la Central de Trabajadores Argentinos y otras organizaciones sociales de una utilización subalterna para tal o cual proyecto político y de abrir paso a una nueva alianza política entre la izquierda y todos aquellos que asqueados de la derechización de la Alianza buscan caminos para gestar representación política.

La confluencia de un proceso de construcción de una verdadera central alternativa de los trabajadores como eje de un nuevo realineamiento del movimiento popular, firmemente enraizada en la base obrera y en sus luchas, con el nacimiento de una nueva fuerza política, plural y revolucionaria, es un camino posible, al que deberíamos apostar, para resolver el problema histórico de la falta de alternativa en la Argentina.

En noviembre del ´96, al tratar de describir nuestra situación orgánica se decía: “Tal como dijimos en el XIX Congreso, llegamos a él con una masa crítica de cuadros, de conocimientos teóricos, de recursos materiales y financieros y con una organización de carácter nacional. Podemos decir a un año de dichas afirmaciones que esa masa crítica existía y ha actuado con iniciativa durante todo el año. Pero el habernos quedado casi en el umbral de  la masa crítica para existir como partido, el evidente y prolongado debilitamiento numérico, orgánico, financiero, etc. nos condiciona toda la labor política, originando un bajo nivel de eficacia que se traduce en un muy lento ritmo de acumulación política”

Aunque duro y exigente, el diagnostico tenía la virtud de colocar la medida del partido en su eficacia política, en su capacidad de incidir en la lucha de clases real y no en algún atributo de carácter interno.

Si bien la situación no ha estado congelada, en lo fundamental el diagnostico sigue vigente y en todo caso, los avances logrados en algunos regionales ha incrementado la diferencia de desarrollo regional de la fuerza.

A modo de un señalamiento indicativo, y no exhaustivo, podríamos señalar algunos puntos del balance de estos casi 20 meses:

v     una mayor presencia en las luchas y un esfuerzo por aportar al desarrollo del Movimiento Político Sindical Liberación que ha logrado constituirse como una corriente real del Central de Trabajadores Argentinos y un ámbito apto para agrupar luchadores de diversa manera de pensar.  Lentamente vamos logrando posiciones en la Central de Trabajadores Argentinos como resultado de procesos de acumulación de fuerzas prolongados.  Un ejemplo claro es la relación que se puede establecer entre la Marcha del Hambre y la Fe.Ti.Ve, o entre la labor solidaria con el Malbrán y la constitución de la Federación de la Salud del C.T.A.

v     la recomposición de un valor cultural de la izquierda de los ’80 como es Izquierda Unida que tuvo una aceptable perfomance electoral y consiguió pasar el síndrome del día después.  Izquierda Unida se mantuvo, ha incorporado algunos sectores y ya tiene dimensión nacional.

v     toda la labor por constituir una corriente de opinión en el plano internacional que se expresó con mucha fuerza en los seminarios de América Libre, y en toda nuestra labor de presencia y relaciones internacionales que nos ha convertido en una de las fuerzas más activas en la búsqueda de nuevas formas de un internacionalismo revolucionario. Particular importancia tiene nuestra labor de apoyo y difusión al esfuerzo diplomático de las FARC por instalarse como una fuerza real.

v     lentamente hemos ido retomando la labor con y hacia la juventud.  Esto se expresó en el propio congreso de la F.U.A. y en el grado de recomposición de la juventud comunista que ya está exigiendo un grado de institucionalización.  El nacimiento de Hijos y la política de los escraches a los genocidas impunes muestra la potencialidad creativa que tienen las nuevas generaciones.

v     también hemos ido retomando aspectos muy relegados de nuestra actividad como es la labor entre las mujeres, entre los campesinos pobres y los pobres del campo, entre las capas medias urbanas y  los sectores de la intelectualidad.  Seguramente, que en la medida que nos sigamos recomponiendo se irán realizando encuentros, seminarios, talleres, que permitan homogeneizar la fuerza en estos espacios y precisar nuestra conducta política en los mismos.

Una mirada más exigente hacia lo realizado, nos indica que solo una parte de nuestra militancia es la que sostuvo estas iniciativas, y que ha actuado de un modo poco organizado.

Se podría decir que hemos ocupado todo el espacio que nuestra fuerza organizada nos permitió, que todavía no se avizora un límite a nuestra propuesta política y que  el limite de nuestra capacidad política es nuestra debilidad orgánica.

Una vez más conviene volver al enfoque fundacional de Marx y Engels acerca de que las ideas por sí mismas no podían producir efectos prácticos alguno si no se encarnaban en la acción organizada de los hombres

Casi en un movimiento de péndulo hemos pasado de una visión excesivamente cuantitativa de la política (que privilegiaba el cuanto sobre el qué) a una actitud casi negligente hacia el tema de la fuerza propia volviendo a fracturar la relación dialéctica que debe existir entre cantidad y calidad, entre fuerza organizada y proyecto político, entre partido y línea.

Por todo ello, entendemos que el tema de fortalecer el P.C. es un problema de la lucha de clases, de la política revolucionaria. Queremos decir que en realidad no existe el tema “partido” al margen de una estrategia revolucionaria y de un desafío político concreto, como no se concibe ninguna estrategia revolucionaria que no incluya de un modo destacado el tema de la fuerza propia, de su organización, de sus atributos, de sus límites y de sus potencialidades.

El debate sobre eficientizar al partido es un debate totalmente legitimo y revolucionario. y también es un debate especifico.  Comenzando por ratificar los enfoques principales de noviembre del 96 y su acuerdo fundamental alrededor de revalorizar a la célula como la base y el eje de nuestra organización, en primer lugar por ser la forma organizativa más apropiada para impulsar nuestra estrategia de poder popular, queremos destacar algunas líneas de acción que consideramos principales en esta etapa.

v     CREAR COLECTIVOS DE MILITANTES.

Desde el XVI Congreso en adelante,  hemos puesto al militante, al hombre y la mujer, como el centro del proyecto revolucionario, el depositario y el sostén de nuestra propuesta política.

Y hemos hecho bien en revalorizar aquello que permitió emprender el viraje del XVI Congreso y que resistió una a una las maniobras liquidacionistas que sufrimos.  Los militantes y los cuadros constituyen el mejor capital de nuestro partido y marcan la diferencia entre un partido con capacidad de actuar en la lucha de clases y un grupo de reflexión teórica.

Difícilmente podremos exagerar su importancia para un proyecto revolucionario.  Antonio Gramsci decía: “Se habla de capitanes sin ejercito, pero en realidad es más fácil formar un ejército que formar capitanes. Tan es así que un ejercito ya existente sería destruido si le llegasen a faltar capitanes, mientras que la existencia de un grupo de capitanes, acordes entre sí, con fines comunes, no tarda en formar un ejercito aún donde no existe”[8]

Pero ello no puede interpretarse, de ningún modo, en una dimensión liberal , individualista, que privilegie el individuo al colectivo.  Por el contrario, para nosotros el hombre es lo que es en el colectivo, y creemos que se trata ahora de abrir paso de un modo más enérgico a una labor colectiva en todos los planos y niveles de nuestra organización.

Ya hemos dicho más arriba, que en general el grueso de nuestra actividad política transcurre por fuera de los ámbitos colectivos desde la célula al comité central.  Queremos señalar que no es un problema que se de en alguna instancia de la organización, sino en toda ella.

Qué se requiere para que el Comité Central aumente su papel como órgano de dirección nacional colectiva de la actividad del partido?  ¿Más información, más recursos para su funcionamiento, más tiempo?  Posiblemente todo ello y algunos otros temas más, pero en primer lugar se requiere una actitud psicológica de todos sus miembros para romper la fuerza de la costumbre de trasladar hacia el comité ejecutivo (y asumir este) funciones y roles que le corresponden al propio Comité Central.

En este tema se requiere una actitud mucho más responsable de todos sus miembros por asumirse como dirigente nacional y estar en condiciones de opinar y  actuar sobre todos los aspectos de la política del partido, rompiendo viejos reflejos sectoriales, regionales y/o corporativos que tienden a transformar a nuestros dirigentes en “especialistas” de tal o cual tema pero perdiendo la dimensión global de la problemática y de nuestra política.

Lenín explicaba que la conciencia de clase de los obreros empieza cuando estos comienzan a comprender los problemas y reivindicaciones de otros sectores sociales dado que allí empezaba a ver a la sociedad como un todo cruzada por la lucha de clases.  También en los cuadros vale este razonamiento: la excesiva “especialización” no es signo de madurez política sino que puede estar señalando una limitada visión de la globalidad de la lucha de clases

En noviembre de 1996 se decía que “la realidad de los comités provinciales es heterogénea: en algunas provincias ni siquiera existen, en otras existen pero no funcionan, algunas llegan a funcionar pero no tienen cuadros ni medios como para provincializar la política actuando más que todo como ámbitos federativos de coordinación y, por último, hay algunos comités regionales que están en un proceso de crecimiento interesante”

¿Qué podemos decir hoy sobre el tema?  Que esa heterogeneidad persiste y creció.  Que el problema se ha transformado en uno de los límites más fuertes para la recomposición del partido: en la medida que fue recomponiendo la política y algunos espacios de la militancia fue quedando más expuesta la debilidad de los comités provinciales y/o regionales.

Creemos que un peligro político es acostumbrarse a este estado de debilidad y no reaccionar enérgicamente. Acumular esfuerzos allí, disponer fuerzas y recursos materiales para su despliegue, podría ser una de las líneas principales de acción organizativa de esta etapa.

Hemos venido afirmando que la forma de organizarce de nuestro partido es la célula y que ello deviene de nuestra estrategía de poder popular dado que es la herramienta organizativa más idonea para impulsar la autonomía de las masas desde las bases, la autonomía del partido en la aplicación de la línea y la autonomía de los militantes.

No queremos reiterar argumentos, sino llamar la atención sobre que su organización y desarrollo también es un proceso.  Que no se puede pensar, sobre todo en el estado organizativo que está nuestro partido, que las células nazcan con todos los atributos deseados.

Se trata de instalar con fuerza el principio de la labor colectiva de la militancia y organizar células “madres” que puedan ir desgajando otras células a medida que crezcan, es decir que si no podemos crear la célula de sección, organicemos la de empresa, si no podemos crear la de empresa, organicemos la de gremio y así de seguido.

La debilidad no puede ser un argumento para el trabajo individual de los militantes, al contrario, constituye una mayor exigencia de crear colectivos como camino principal de crecimiento de la militancia que en soledad no avanzará hacia el “hombre nuevo” sino hacia el  ideal posmoderno del hombre aislado y autosuficiente.

v     MÁXIMA DEMOCRACIA Y FUERTE ACCIONAR UNIDO.

La falta de democracia interna en los partidos comunistas, era en definitiva, un problema derivado de una concepción sobre el sujeto de la revolución.  Al invertirse la lógica leninista que le asignaba a las masas populares –con hegemonía de la clase obrera- el rol de sujeto activo y constructor de la historia, y al partido un rol de instrumento de las masas, el stalinismo transitó por una paulatina inversión de los términos hasta llegar a instalar al secretario general del P.C.U.S. como el constructor del socialismo y  de modo sucesivo: el comité central, el conjunto del partido, las organizaciones sindicales y sociales, las masas obreras y populares, como instrumentos de su estrategia.

En esas condiciones no había lugar para discutir lo que el centro de la vanguardia resolvía.  De allí a la violación criminal y terrible de la democracia interna y aún de los más elementales derechos humanos, hubo un solo paso.

No se puede desconocer que mucho del desprestigio y descrédito de las fuerzas revolucionarias, y de los partidos comunistas en particular, deviene de esta verdadera tragedia del movimiento revolucionario que fue aprovechado, potenciado, manipulado por el neoliberalismo y el posmodernismo para desacreditar la causa, las organizaciones y la militancia revolucionaria.

Ante esa ofensiva, se configuraron entre nosotros (y en general en todo el movimiento comunista y revolucionario) tres actitudes: la de retroceder ante la ofensiva liquidacionista y abandonando banderas y principios, disolver las organizaciones y/o incorporarse lisa y llanamente al campo de los explotadores; otros optaron por enfrentar las críticas y la ofensiva por el camino de una defensa en bloque, acrítica, de las organizaciones y la metodología de funcionamiento como si fueran (no lo son para nada, es más son antagónicos) los leninistas; y por último están los que, enfrentando la ofensiva liquidacionista, también la emprendieron contra las deformaciones de la cultura leninista del máximo debate con la mayor información para todos hasta construir acuerdos políticos que demandan un accionar unido de la fuerza y un momento –indispensable en esta metodología- de balance sobre los aciertos, los errores y las correcciones necesarias en un proceso incesante de debate, acción, crítica y autocrítica.

No es poco lo que hemos avanzado en instalar esta cultura entre nosotros.  Tanto que los nuevos militantes ni siquiera imaginan el clima de debate y el estilo de dirección previo al XVI Congreso, de la existencia de Comisiones de Control o del metodo de elección de las direcciones de arriba hacia abajo.

¿Cuál es el punto más débil en esta secuencia de funcionamiento?  Posiblemente el momento de balance es el que menos espacio tiene, se lo sigue considerando como algo externo a la acción política  que se puede hacer o no.  Sin embargo, en todo el accionar político el momento de balance es uno de los más importantes.  Es el que permite discutir con la masa nuestras conclusiones de la lucha y apuntar a nuevos niveles de confrontación.  Es parte del accionar político.

La falta de balance dificulta el resto de los elementos de la metodología leninista y no nos permite crecer desde nuestra experiencia hecha teoría, la famosa praxis de Marx y Engels.

Como en otros temas, hay que instalar el método del balance permanente en el propio comité central, en los provinciales y regionales hasta llegar a la misma célula que es la que más rápido puede llegar con su balance a los trabajadores de su ámbito de acción.

v     CRECIMIENTO DESDE Y PARA LA POLÍTICA.

Con esta política se puede crecer como fuerza. Se puede afiliar militantes, se puede incrementar la difusión de Propuesta y de nuestros folletos y libros, se puede desplegar un proceso de autoformación política de los militantes, se puede ir conquistando los atributos que hacen de una organización una fuerza revolucionaria.

En rigor, en estos meses mucho de esto ya se ha hecho, aunque de un modo muy desparejo.  Que se visualiza: que son los jóvenes los más interesados en nuestra propuesta, y que los que vienen reclaman puesto de lucha, ámbitos de debate, actividades formativas, acceso a la máxima información, etc.

Lo principal, creemos, es ver al crecimiento como proceso integral y continuo de acción política, incorporación de nuevas fuerzas, reflexión política y actividades de formación de los militantes.

Una pregunta que nos deberíamos plantear por lugar es ¿hacia donde dirigir el centro de nuestros esfuerzos políticos, propagandisticos  y organizativos? Y la respuesta logicamente que deviene de nuestra concepción del sujeto social de la revolución en la Argentina.  Mucho se ha hablado de los cambios habidos en la clase obrera y en la necesidad de visualizar un sujeto social pueblo, cuestión que de ningún modo se contrapone a una imprescindible política de concentración hacia la clase obrera industrial y las grandes concentraciones de trabajadores, que los sigue habiendo.

No se trata de una única orientación aplicable igual en todo el país.  Por el contrario, en cada lugar se debe definir una política de concentración que tenga en cuenta la experiencia real de la lucha de clases en los últimos años, la acumulación de fuerzas de la izquierda y del partido en particular,e tc.  Lo que se trata es de superar un enfoque casi pragmatico de crecer y trabajar “allí donde tenemos gente”, visión reformista y oportunista que nos lleva luego a intentar justificar la práctica realizada  con especulaciones teoricas.

v     CONQUISTAR LOS ATRIBUTOS DE UNA FUERZA REVOLUCIONARIA

Desde el propio XVI Congreso en que  reconocimos la obvia realidad de que no eramos “la vanguardia revolucionaria” ni que existía ninguna en la Argentina hemos debido abordar dos conjuntos de problemas teóricos y políticos que aún persisten.  No pretendemos resolverlos con este material sino señalar su actualidad como debate y como desafío práctico.

Un tipo de discusión es acerca de qué relaciones debía haber entre el Partido Comunista y la futura vanguardia única, unificada o plural.  Hubo un tiempo en que algunos pensaban que cuanto más se deteriorara el Partido Comunista, más cerca estaríamos de la vanguardia unificada.  La vida ha mostrado que no solo el deterioro del Partido Comunista , sino de cualquier fuerza de izquierda, aleja y no acerca el momento de constituir la vanguardia revolucionaria en la Argentina.

El fortalecimiento de una fuerza portadora de una propuesta de vanguardia unificada, acerca y no aleja la posibilidad de crearla.  Esa es la verdadera dialectica, fortalecer el partido (afirmando su proyecto en primer lugar) y desplegar todo tipo de iniciativa de agrupamiento y fortalecimiento de la izquierda, es la etapa precisa de la batalla por la vanguardia unificada que no podrá nacer del aire, sino de la izquierda realmente existente en la Argentina, de la cual somos parte, y no insignificante.

El otro interrogante que nos apareció era si la recuperación de atributos para la fuerza Partido Comunista no traería de vuelta la idea de la vanguardia autoproclamada.  Creemos que es un error vincular la fortaleza a la idea de vanguardia autoproclamada y la debilidad a la de vanguardia unificada.  Una u otra concepción devienen de determinada lectura de la teoría y de la realidad del movimiento social y político de la Argentina.

¿Qué atributos podemos desarrollar en esta etapa?

  • El de convertirnos en un espacio con capacidad de recrear y potenciar la teoría revolucionaria como hemos venido haciendo con los seminarios de América Libre y otros eventos.  Para ello hace falta dedicar más y más esfuerzos a la labor colectiva de investigar y reflexionar conceptualmente sobre nuestra propia práctica.  En ello creemos que se puede seguir avanzando en un único sistema de reflexión teórica que vincule más la labor de formación política en base a la metodología dialectica con la labor de Propuesta y Cuadernos Marxistas, y de todo esto con los eventos y seminarios que propiciamos o participamos.
  • El de seguir avanzando hacia una organización que se autofinancia de abajo hacia arriba.  La recuperación de las Campañas Financieras y el comienzo de la recomposición del frente de finanzas son pasos positivos que habrá que afirmar.
  • El de pasar de ser un Partido productor de teoría a un partido difusor de la prensa, las revistas y folletos, los libros y videos.  La jornada de piqueteos del 17 de agosto debería ser el primero de una practica regular y consecuente que aborde nuestros objetivos de concentración política en primer lugar.
  • El de seguir avanzando en la autonomía operativa  de nuestros militantes y  organizaciones que se acostumbren consecuentemente a actuar con cabeza propia, con iniciativa y responsabilidad política hacia el dolor y la lucha de nuestro pueblo.
  • Y acaso el más importante de todos los atributos posibles a construir sea el de una fuerza con autoestima, fibra y moral de combate.

No es ocioso insistir en que la firme voluntad militante que historicamente tuvo nuestro partido estaba en relación directa a una concepción de la revolución en que todo estaba predeterminado y que, más tarde o más temprano, lo que se denomina una visión fatalista de la historia.

Cuando no se tiene la iniciativa en la lucha, y cuando la lucha misma termina por identificarse con una serie de derrotas, el determismo mecánico se convierte en una fuerza formidable de resistencia moral, de cohesión, de perseverencia paciente y obstinada.  “He sido vencido momentáneamente, pero la fuerza de las cosas trabaja para mi y a la larga…” etc.  La voluntad real se disfraza de acto de fe en cierta racionalidad de la historia, en una forma empírica y primitiva de finalismo apasionado, que aparece como un sustituto de predestinación, de la providencia, etc., de las religiones confesionales…..[9]

Ese tipo de “optimismo” es imposible que regrese a nuestro partido.  Tanto por el propio peso de los hechos como por la maduración ideológica de una fuerza que avanza en una recuperación del marxismo creador, y por ende exento de cualquier “determinismo mecanico”.  Entonces, ¿cómo es  posible construir una fuerza con voluntad de combate y moral revolucionaria en esta época de transición donde todavía son poderosas las señales de la derrota?.

Afirmandonos en nuestro compromiso fundacional con la causa  de los proletarios y con el objetivo de terminar con la inhumana sociedad capitalista.

Instalando con más fuerza una visión correcta del tipo de batalla, prolongada, muy prolongada, que tenemos planteada en la Argentina para abrir paso al socialismo.

Siguiendo el ejemplo tan querido del Che Guevara que asumió como una de sus tareas principales la autoformación como militante y el cultivo de las cualidades necesarias para conformar un verdadero militante revolucionario.  No es tan facil decir que “seremos como el Che”, pero sí podemos seguir su camino de rebelarse ante todas las debilidades y dificultades, no aceptando nada como  imposible, y mucho menos nuestra propia auto transformación.

Que si hemos sido capaces de producir un viraje como el del XVI Congreso

Que si hemos sido capaces de defender nuestro proyecto revolucionario de la oleada reaccionaria que sobrevino a la caída de la U.R.S.S. y el llamado “socialismo real”

Que si hemos sido capaces de soportar el chantaje de quienes suponían estar formando el 3º Movimiento Histórico cuando en realidad se estaban pasando al campo de los explotadores

¿Por que no podremos auto transformar este partido para hacerlo más util a la revolución?

Si en ningún lado está escrito que alguna fuerza esté llamada a ser la vanguardia, ¿donde está escrito que los comunistas argentinos no podamos jugar en la batalla por cambiar la historia en la Argentina?.

La convicción de que podremos es acaso la primera condición para poder.


[1] Reunión del Comité Central del Partido Comunista de la Argentina, 21 y 22 de mayo de 1998. pag. 5 del folleto editado.

 

[2] Organizarnos para organizar. Informe del C.C. del Partido Comunista de la Argentina. 29 y 30 de noviembre de 1996.

[3] de la intervención de Patricio Echegaray con motivo de la presentación del Manifiesto Comunista en la fería del libro. Mayo de 1998

[4] nos referimos a la labor de la O.N.U., del Banco Mundial y el F.M.I., al grupo de los 8, a la UNESCO, a la O.I.T. y demás organismos supranacionales.

[5] Notas sobre Maquiavelo, pag. 47. Edición citada.

[6] No basta ser revolucionario y partidario del socialismo, o comunista en general.  Es necesario saber encontrar en cada momento el eslabón preciso de la cadena al cual hay que aferrarse con todas las fuerzas para retener toda la cadena y preparar sólidamente el paso al eslabón siguiente.  El orden de los eslabones, su engarce, la diferencia entre unos y otros, no son tan simples ni tan burdos en la cadena histórica de los acontecimientos como en una cadena corriente forjada por el herrero”.  V. I. Lenín.  Tomo 5, pag. 509, 1º edición de las Obras Completas. 1958

[7] Comité Central de mayo de 1998.

[8] Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo. pag. 48 de la edición 1962 de Lautaro. Buenos Aires.

[9] Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo

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