En Bolivia, nuestra América
En los tiempos coloniales no había frontera. En Chuquisaca estudiaron algunos de los que impulsaron la primera oleada de luchas independentistas. Tupa Amarú era el ejemplo más alto de rebeldía y los esfuerzos de Belgrano, Güemes, San Martín, Monteagudo estaban inspirados en derrotar el Imperio Español en el Perú, la verdadera fortaleza colonial en el sur.
La revolución de 1952, la revolución de los mineros y el MNR, entusiasmó a todos, entre tantos a un argentino llamado Ernesto Guevara y a un cubano, llamado Fidel Castro.
Solo las mentes colonizadas y los pobres de espíritu se sintieron ajenos al llamado insurreccional del comandante Ernesto Guevara en los sesenta o al triunfo de Evo Morales en el 2006 puso la cuestión de la lucha de los pueblos originarios en el gran mapa de la política internacional.
Contra Evo y los movimientos sociales de Bolivia se desplegó una larga guerra de desgaste y demolición. Nunca hemos dejado de considerar sus límites y errores en el marco de una contienda de clases y de dominación colonial despiadada y desproporcionada. En la derrota, vale decirlo, la figura de Evo y de los luchadores sociales, del Más y los jóvenes, los movimientos de mujeres de los indómitos pueblos originarios crecieron y adquirieron proporciones épicas. No exageramos, la conquista de elecciones para este domingo, no importa lo amañadas y fraudulentas que el Imperio pretenda, son una victoria política espectacular para un pueblo sometido al dominio militar, policial, de los grupos paramilitares y la guerra mediática universal.
El papel activo de la OEA, de su secretario Luis Almagro ha sido denunciado por nosotros (en una acción coordinada y conjunta con Hebe Bonafini y Adolfo Pérez Esquivel) ante la Alta Comisionada de las Naciones Unidas Bachelet en este día 15 de octubre de 2020.
Acotemos también que el golpe contó con la aquiescencia de la Federación Internacional de Derechos Humanos y la propia, autodenominada, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Bolivia. Como explicamos el once de octubre en Diálogos Anticoloniales, son tiempos en que los derechos humanos pueden ser usados por el Imperio y sus proyectos coloniales. La trampa siempre está en descontextualizar, en apelar a valores supuestamente universales, a la mentira pura y dura. Valga entonces nuestro mensaje solidario con la verdadera Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de El Alto, alzada contra la central y a la vanguardia de un nuevo movimiento de derechos humanos que viene de la mano alzada de las mujeres y los que luchan contra la dictadura. Con ellos estaremos siempre.
Con su reforma constitucional y su propuesta del Buen Vivir, el pueblo boliviano en lucha formuló un nuevo concepto de los derechos humanos, lejos del ideal liberal burgués de las declaraciones y modelos europeos trasplantados, a la fuerza, a nuestra América. Su modelo de justicia con jueces electos y respeto por las tradiciones originarias marca un camino a explorar en el imprescindible proceso de construir de nuevo, bajo otras raíces y bases, el sistema de impartir justicia en la Patria Grande liberada. No hay manera de purificar una Justicia corrupta hasta la medula por el odio de clase y la hegemonía imperial.
Sorteando toda clase de obstáculos, teniendo que dejar en el camino nada menos que la candidatura del jefe político más importante para Bolivia, el compañero Evo, se llega a estas elecciones que no serán el puerto de llegada de ningún viaje democrático sino el inicio de otra etapa en la lucha contra el golpismo y el dominio colonial que no solo ambiciona el litio y las riquezas seculares de Bolivia sino que buscan aplastar esta experiencia de autonomía y luchas independentistas. De ellas nos nutrimos, de ella aprendemos, con esa lucha estamos comprometidos sin límites.
Con Facundo en el corazón, con Bolivia en nuestros sueños.