El año que vivimos sin el viejo Floreal…


Puta que pasa el tiempo.

Hace casi justo un año lo vi por última vez.

Tuve que ir hasta San Martín, hasta el Hospital Eva Perón, que  -¿podes creer?- está a solo unas cuadras de donde se hizo el juicio por el Negrito.

Tenía cáncer y lo sabía.

Sabía también que era incurable y sin embargo estaba allí con su sonrisa intacta, su moral de combate lista para la próxima batalla y su dolor inmenso como su dignidad.

Era junio y llovía, como hoy, viste que a veces la vida parece redonda y da vueltas y vueltas.

Digo que llovía porque cuando llueve la miseria parece más triste y el hospital estaba en un estado calamitoso.

En la punta del pasillo donde Floreal esperaba (¿qué esperaba Floreal? ¿nos esperaba? ¿soñaba con encontrar a Floreal? ¿quién puta lo sabe?); digo que en la punta del pasillo donde Floreal esperaba en una cama, había un perro. Un pobre y triste perro que daba cuenta del estado de la salud pública en la Argentina del crecimiento del PBI a tasas chinas.

Creo que recuerdo más al perro que lo que había en la pieza.

Claro que estaba Iris, pero no me acuerdo quién más estaba o qué había.

Hicimos chistes, miramos un rato un partido de futbol en un televisor chiquito en que no se veía un carajo pero yo me aferraba al partido para no mirarlo, para que no me hable, para no tener que mirarlo a los ojos pero una vez más, la última, el me ganó y cuando todos se iban, cuando ya nos íbamos todos, me dijo quédate un cachito y me tuve que volver

Como ya no había espacio para fingir le dije lo que había pensado todo el día: que no se queje, que había vivido como pocos en el mundo y que se llevaba puesto dos generales y un par de milicos más.

Que el soldado Floreal Avellaneda padre, padre del Floreal Avellaneda hijo, el Negrito que secuestraron en abril de 1976 (que lo parió, Floreal tuvo que vivir treintaycuatroaños pensando en ese instante en que le dijo al Negrito tírate al suelo que están tirando, mirar el cuadro de situación y decidir en un segundo que debía cambiar de posición para seguir peleando sin pensar que los bestias se llevarían a su hijo de quince años para…) había vencido a dos generales y eso es algo más grande que la batalla de San Lorenzo o el cruce de los Andes por ese otro soldado San Martín.

Creo que lloramos los dos un ratito.

Solo un ratito porque el me miró a los ojos y me hizo prometer que no pararíamos hasta meter en cana a todos los represores y todos los que ayudaron a los represores y a todos los que se beneficiaron con la obra de los represor.

A los tres días estaba en Santa Fe, tenía que declarar en el juicio por la muerte de una maestra rural, peronista y montonera, la cumpa que hacía el periódico de las Ligas Agrarias en el norte santafecino y el chaco, y yo tenía un lio en la cabeza porque yo sabía que había  estado allí y que Alicia estaba allí, pero ¿qué más decirles?  si yo no puedo dejar de ver a Alicia cayendo en el corto trecho que hay entre la tumba de al lado de la celda donde yo estaba hasta el asqueroso agujero que llamaban el baño de la Cuarta y estaba en eso cuando la Graciela me dijo por el celular que Floreal se había ido y yo le dije con Floreal, seguro que se fue con Floreal y tuve que decidir qué hacía: si volvía para despedirlo o me quedaba a declarar contra el hijodeputa de Mario Facino, el jefe de la Cuarta que permitió que la Alicia muriera de un desgarro vaginal por las violaciones de su personal (que lenguaje de mierda tienen los milicos) en el patio que estaba frente a la celda donde estábamos con el Raúl y me pasé la noche pensando.

Yo se quien soy y que no soy más que un militante pero me pasé la noche pensando que hubieran hecho el Che o el propio Floreal y al final de la noche me quedé.

Le había prometido a Floreal algo y tenía que empezar a cumplirlo porque a un tipo como Floreal no se le pueden hacer promesas al pedo.

Una vida de película Floreal, aunque nadie le hizo una película.

No se hizo militante por el dolor sino que el dolor lo atravesó de cabo a rabo por su militancia. Militante obrero por encima de todo. Clasista. Orgulloso de ser obrero y del saber que había acumulado.

Capaz de explicarme por horas, a mi que no entiendo ni como funciona la afeitadora eléctrica, como funciona un torno computarizado y cómo se hace la conexión de una planta eléctrica con la red principal.

Un revolucionario comunista de los más puros que he visto en mi vida.

Comunista de los pies a los cabeza pero amigo de los peronistas y de los compas del Erp, de los anarquistas y de los trotskistas, que nunca puso las diferencias por delante de la unidad para luchar.

Siempre fue un conspirador y tuvo de esas tareas que requieren un poco de cuidado y de anonimato pero era más fuerte que él, fabrica donde entraba, fabrica que lo nombraban delegado porque él no podía dejar de protestar si humillaban a un trabajador y de la protesta a la propuesta, y de la propuesta a la reunión con los otros, porque Floreal siempre era con los otros.

Le encantaba recordar la trayectoria de su amistad con Julio Troxler, desde la época en que Julio militaba en Tacuara, una organización nacionalista de derecha hasta que a la vuelta de Cuba, después de haber hecho todo el recorrido que va desde el nacionalismo de derecha al popular, del popular al revolucionario y del nacionalismo revolucionario al marxismo, Julio lo buscó para abrazarlo y decirle que ahora eran más amigos que nunca.

Pero acaso la lección política más grande que nos dio fue su testimonio en el juicio por el Negrito.

Imaginate.

Treinta y cuatro años esperando para decir que los milicos mataron a su hijo, treinta y cuatro años luchando contra la sombra de la duda ¿y si me quedaba y me dejaba agarrar, no se hubiera salvado? ¿si me quedaba y me dejaba agarrar, hubiera seguido siendo Floreal y Floreal hubiera estado de acuerdo en que yo dejara de ser Floreal? ¿quién lo sabe?

Y ahí está Floreal, explicando cómo llegaron, como ocuparon la casa, como se van con el Negrito a cumplir su plan de fuga, como él salta primero, porque el jefe debe ocupar la posición para que la tropa avance luego, como empiezan a disparar desde una posición casi a la misma altura y por eso con ráfagas rasantes que eran imposibles de evitar para el Negrito.

Y se cuida de decir que lo dejó para que los represores abogados de los represores no lo acusen de que él dejó a su hijo y entonces es tan culpable como sus defendidos y dice que se estaban fugando y tuvieron que cambiar el plan de fuga porque así es la lucha, un cambio constante de planes en la dinámica de confrontación entre nuestras acciones y las del enemigo, bahh, la lucha de clases, diría Floreal, no?

Y termina el testimonio, y no vuela ni una mosca, y la Jueza pregunta si alguien de la fiscalía tiene preguntas y dicen que no, y la Jueza pregunta si alguien de las querellas y dicen que no y la Jueza pregunta si alguien de las defensas y –oh sorpresa- también dicen que no y entonces la Jueza da por terminado el interrogatorio y por formalidad pregunta si tiene algo para decir y ahí el viejo Floreal hace el discurso de su vida: dice que nada de lo que les pasó les pasó por ser la familia Avellaneda sino porque había un plan sistemático para implantar un modelo de país y que seguirá la lucha hasta que ese modelo de país deje de ser.

Y se acuerda de su mamá, la que defendía presos antes que Perón sea Coronel

Parece fácil y hasta algún profesor lo debe haber escrito, pero pongamos las cosas en su lugar: su compañera fue detenida, secuestrada, torturada casi hasta la muerte y su hijo fulminado de un modo que no se recordaba desde la Inquisición, y los años de clandestinidad dura y los años de búsqueda del cuerpo que se robaron los milicos uruguayos y los años de un juicio que no llegaba nunca y que al fin llegaba y ahí, justo ahí, Floreal se para y dice que nada tiene que reclamar a nombre de su familia, que son parte de una fuerza histórica que nació para pelear y que a eso se compromete y nos compromete.

En este año, querido viejo Floreal, nos cargamos algunos represores más, ya llevamos más de cien; y nos fuimos a Colombia porque allí nos necesitan, y nos esforzamos por amplificar las denuncias contra Tensa y contra Ford y contra todas las empresas que te denunciaron, las que organizaron el golpe y todavía siguen en lo oscuro.

No se si hicimos todo lo que podíamos, pero nos esforzamos porque es justo, porque es lo que corresponde, pero también porque te lo prometimos.

Y cuando nos encontremos quiero poder mirarte a los ojos, como cuando nos despedimos.

Que el que vive en el corazón de sus compañeros no está muerto.

Hasta la victoria, siempre, compañero Floreal Avellaneda, el padre del Negrito, el compañero de Iris, el hermano mayor de todos nosotros.

Floreal Avellaneda falleció en el Hospital Eva Perón de San Martín el 23 de junio de 2010; este 23 de junio en el debate sobre Papel Prensa, en el ciclo Julio Viaggio de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, le rendiremos un sencillo homenaje y acaso algunos levanten el puño y otros hagan la V con los dedos

La foto de Floreal fue tomada por Paloma García y figura en la muestra Imágenes para la Memoria de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre que ya se presentó en Suteba, el Hotel Bauen, Mansión Seré y próximamente se exhibirá en Mendoza

3 comentarios sobre “El año que vivimos sin el viejo Floreal…

  1. la militancia enaltece al hombre. la familia avellaneda es un honor y guia del PC en la lucha q continua hasta la victoria final. honor y gloria a todas las victimas de la dictadura genocida

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  2. Hermoso y conmovedor homenaje a un compañero, un hermano, un HOMBRE, que debería ser ejemplo para las generaciones jóvenes. Te mando un abrazo.

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  3. me enorgullece que hables asi del viejo,chinchudo ,recto ,griton ,cabron….pero siempre al frente de todo,,,siempre lo llevare en mi corazon ¡¡¡gracias jose !!!

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