El no quería morir así. Si hay que morir, pensaba, que fuera con el fusil en mano defendiendo la Revolución Cubana, su segunda patria, o en una marcha popular en su Rosario añorado. Pero no así, así, encerrado en una camioneta aplastado por un camión.
El Ciego había vuelto de nunca se fue del todo para pelear por la Revolución en un país donde ni la reforma más chiquita nos perdonan.
El 22 de febrero de 1987, a la salida del tunel Santa Fe Paraná, del lado de Paraná, un absurdo accidente vial se lo llevó.
El Negrito tampoco había pensado en morir de modo alguno. Mucho menos en manos de un grupo de tareas del Ejercito Argentino que lo torturó hasta la muerte y navegó, ya memoria, por el Río de la Plata hasta aparecer del lado uruguayo, cerca de Montevideo.
No se conocían pero el Marcelo, antes de ir a pelear a El Salvador, conoció los padres del Negrito y luego, cuando el Ciego lo entrenó para pelear por la liberación americana en el paísito centroamericano, el Marcelo le habló del Negrito y de ese modo tan genuino de la generación del 70, de la Fede de los 70, de ser y no solo parecer.
Hace treinta años moría el Ciego y van a ser como cuarenta y dos que mataban al Negrito, pero están, siempre están. El Marcelo y el Ciego están con su jefe, el Compañero Patricio, a quien apreciaban y respetaban como lo que era, el Jefe que encabeza todas las peleas y deja todo en cada batalla.
Hoy el Negrito se hace escuela en Escobar, la número 27 según los papeles, la Negrito Avellaneda según los chicos y chicas que eligieron transformar su nombre en pizarrones y risas, en cantos y laboratorios.
La mejor forma de vengarnos de sus asesinos y de los amigos de sus asesinos y de los perdonadores de sus asesinos y de los herederos de sus asesinos y de los jueces de mierda que encubren y de los yankees imperio que siempre estuvieron y están detrás de todo. También de la muerte del Negrito, del Ciego y del Marcelo.
Patria o Muerte gritaron y fue vida.
Hace nueve años, cuando el Negrito volvió a la escuela donde estudió y los niños le mandaron mensajes en globos de colores, yo escribí esto, como profecía que hoy se cumple:
Y estos chicos, los de ahora, han dicho que no es justa tu muerte. Que no la bancan ni la soportan, que no quieren que se repita y que no quieren que los responsables de tu muerte, digo también la desaparición de los 30.000 compañeros que no están, queden sin castigo.
Que sean condenados como Riveros y que vayan presos.
Pero que también tengan que ver globos rojos volando al cielo de los compañeros, porque esa foto es la que no imaginaron nunca y es la que más le duele.
Porque cada globo rojo que vuela al cielo de los compañeros es una señal clara para los del cielo y para los de abajo.
Para mí es transparente.
Cada globo rojo con cartitas de alumnos de tu escuela dice que cuando nadie se acuerde de los represores, cuando nadie sepa ya el nombre del General de la Nación Santiago Omar Riveros ni tampoco el del otro General Fernando Verplaetsen, cuando ni polvo quede del hueso de tus míseros asesinos, todavía en la Argentina se acordarán de vos, el Negrito Avellaneda, y habrá plazas y habrá escuelas con tu nombre.
Y por las calles polvorientas de algún barrio pobre de la zona norte del Gran Buenos Aires, un niño correrá con un globo rojo en la mano y una remera que diga tu nombre en el pecho, que viene ser el lugar del corazón.
O sea, el Negrito Vive