Convocamos a José Schulman, secretario nacional de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Versión taquigráfica oficial del Senado de la Nación
Sr. Schulman.- Buenas tardes a todas y a todos.
En realidad, sí, soy secretario de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Vamos a cumplir 80 años el 20 de diciembre. Nacimos para luchar por la libertad de los presos políticos de la dictadura del ‘30 y desde entonces vamos a las cárceles. Pero la verdad que al escuchar lo que se está discutiendo acá, y por la recepción que este Congreso me dio en la puerta -que unos policías me echaron y me empujaron y maltrataron- voy a hablar como lo que creo que soy por encima de todo; sobreviviente del terrorismo de Estado, ex preso del centro clandestino de la 4ª de Santa Fe y ex preso de la cárcel de Coronda durante la dictadura.
En 2009 nosotros logramos condenar a un juez que se llama Víctor Brusa. Como parte del ritual hicimos la reconstrucción del hecho y fuimos a la 4ª. Y en el mismo lugar donde yo había estado secuestrado, exactamente en la misma celda, había un grupo de presos jóvenes en condiciones yo no sé si aún más brutales que la que yo soporté en el ’76.
Desde entonces he acompañado en lo que pude. He acompañado desde el programa UBA XXII, he entrado a Devoto y a varias cárceles. Por lo tanto, voy a intentar hablar en nombre de ellos, de los presos, de los que se han pronunciado en estos días. En mi nombre, porque sigo siendo un ex preso político.
Se dijo acá de muchas maneras y yo lo voy a decir de un modo más directo.
Para mí, el proyecto en su conjunto es un proyecto hipócrita. Hipócrita porque pretende mostrar preocupación por la muerte de una compañera y en realidad lo que busca, lo que quiere, lo que pretende, es tener encerrados en las cárceles el mayor tiempo posible, a la mayor cantidad posible de jóvenes pobres de la Argentina.
Ese es el objetivo real, que lo maquillan con números y palabras bonitas pero que apenas se mueve un poquito se muestra en su verdadera dimensión.
Es un proyecto encubridor de la realidad, como recién lo explicaba Cipriano, porque sencillamente no habla del estado de catástrofe humanitaria, de la máquina de destruir subjetividades, de la máquina de picar carne que son las cárceles en la Argentina.
En esas cárceles se pretende encerrar el mayor tiempo posible a estas personas que cometieron algunos delitos que el Código Penal sanciona como delitos.
Alguna vez escribió Bertolt Brecht que era siempre un delito mayor fundar un banco que robarlo.
En los últimos años hay innumerables informes -y acá han estado los titulares de la Procuración penitenciaria federal y de la Comisión provincial de la Memoria- sobre lo que esta institución militarizada, que funciona con una lógica represora, hace en las cárceles federales y en las cárceles de las provincias.
De todos los delitos que cometen creo que el único que le importaría al Senado es que también roban. Roban todo. Todo el presupuesto que el Estado les destina a los presos se roba.
Yo he entrado con un juez de aplicación a una cárcel de la provincia de Buenos Aires -soy santafecino; me pierdo-. La cámara para pollos no funcionaba, la cámara para verduras no funcionaba y todos, así, orgullosos, nos mostraron carne que tenía olor a podrido que no la comería ni un perro.
Y todos sabemos que lo único que comen los presos en todas las cárceles del país es lo que les llevan los familiares o lo que consiguen ellos. Así como todos sabemos que se puede comprar cualquier cosa en una cárcel.
Pero el negocio no es el negocio menor que maneja el penitenciario sino que el negocio es el robo sistemático que el sistema organiza y ejecuta para dejar en las peores condiciones posibles a los presos.
En segundo lugar, como lo han dicho de varias maneras otros compañeros, acaso más cuidadosos en la palabra, es una especie de utopía reaccionaria la que proponen. Es una promesa falsa que les hacen. Aun a la derecha, a los que sueñan con terminar con los pobres, con el delito. Es una promesa falsa. No funciona. No sólo es antiética, antihumana, no es cristiana, no engancha con ninguna creencia religiosa ni con ninguna doctrina filosófica, porque no hay nadie que diga que hay que maltratar a la gente, sino que tampoco funciona para el objetivo buscado de bajar el nivel de delincuencia y que los ricos vivan felices.
Como dice Serrat en la canción: “Lo lamento, los pobres le van a tocar a la puerta porque no tienen otro lado dónde ir.”
Y si cruzan el mar para entrar a Europa, cómo no van a cruzar la General Paz para entrar a la Capital Federal; o cómo no se van a acercar a los camping o a hacer lo que tengan que hacer.
La cárcel es la institución que recicla y potencia el delito, no la que lo aminora. Por lo tanto, cuanto más tiempo y más gente haya en la cárcel más delito habrá. Lo lamento. El delito no desaparece con más punitividad.
Ni siquiera -voy a tomar algo que dijo una jueza, que creo que es lo único que concordé con ella- es cierta la utopía progresista de que si se aminora la pobreza se termina el delito. No es así. El delito tiene que ver con el deterioro de los proyectos colectivos, con el incentivo de la salida individual en las condiciones de bombardeo incesante del consumismo.
Acá se nombró a Cuba. La voy a nombrar por otra razón. En el período especial en tiempo de paz en el que el mundo sometió a Cuba, bloqueada por todos lados, porque es una isla, en las peores condiciones el pueblo cubano resistió con dignidad, no aumentó el delito porque tenía y tiene un proyecto colectivo. Y los proyectos colectivos, la ilusión de salvarse entre todos es lo que puede impedir la ilusión de salvarse solo por medio de algún arrebato o de un delito.
Este gobierno, en la medida que golpea a los que construimos proyectos colectivos, construye todos los días a los nuevos delincuentes. No solo con la pobreza. Ni siquiera fundamentalmente con la pobreza. Los construye porque le está diciendo todos los días a la gente que la única manera de salvarse es hacerlo solo. Y si me voy a salvar solo, lo voy a hacer, entonces, del modo más sencillo que sea: arrebatando algo.
Tenía anotadas algunas cosas, casi todas se dijeron.
Creo que si les volvemos a decir que la reforma del 94 estableció un criterio de progresividad por el cual ninguna ley puede arrebatar derechos, porque no se puede ir para atrás, eso tiene espíritu constitucional. Creo que lo saben o lo debieran saber.
Quiero decir dos cosas más. La primera es sobre el gran país del Norte que inspira a los legisladores, a los políticos y a los académicos que son hoy gobierno en la Argentina. En 1980 en Estados Unidos había 221 presos cada cien mil habitantes. En 2012 había 716 presos cada cien mil habitantes, siendo el país con mayor cantidad de presos del mundo. En el mismo año, 216.000 de esos presos fueron violados dentro de las cárceles. Y en el mismo año, 80.000 estaban encerrados en lo que nosotros llamábamos tumbas, que era el aislamiento total: 24 horas, te tiran un colchón a las 12 de la noche y te lo sacan a las 6, te ponen un vaso a de agua y un plato de comida en la puerta. Eso hacía la dictadura. Eso hacen los norteamericanos con 80.000 personas todos los días. Y sin embargo, como cualquiera puede ver en cualquier noticiero, el delito no disminuye en Norteamérica. Ni siquiera baja el nivel de violencia; todo lo contrario: aumenta.
Lo que quiero decir es que si no los conmueven los argumentos humanistas y éticos, deberían reflexionar, al menos, sobre que se embarcan en un camino que es el del fracaso; el de los Blumberg, de los Berni, de los Granados, de todos los que apostaron durante tantos años en la Argentina a que con mano dura, con gatillo fácil y con cárcel se va a disciplinar a los pobres y se va a impedir que los molesten.
No es así. No hay nada que impida que la necesidad se convierta en la búsqueda de un derecho.
Por eso voy a terminar estas breves palabras haciendo un homenaje a las víctimas de la masacre de Budge de la que se van a cumplir 30 años en pocos días. Porque, de verdad, la política hacia la infancia y adolescencia del capitalismo argentino pos dictadura no fue el discurso de Alfonsín de que con la democracia se podía comer, beber y alimentarse. El discurso fue el de Budge: para los pobres, gatillo fácil. Para el que sobrevive, causa armada falsa. Para el que sigue insistiendo, tortura, como a Luciano Arruga. Y para todos los demás, que estén todo el tiempo posible adentro y que se mueran ahí adentro si es posible. Muchos se mueren en las cárceles.
Esta política no es penitenciaría. Este proyecto de reforma es la verdadera política hacia la juventud del gobierno de Cambiemos. Esta es la política de este gobierno que no tiene nada que ofrecer a la juventud argentina, que no tiene ninguna esperanza que proponerle, que no tiene ninguna ilusión que proponer. La verdadera política que tiene para la juventud argentina es este proyecto que pretende encerrar todo el tiempo posible a la mayor cantidad de jóvenes pobres posible, en las peores condiciones posibles.
Posiblemente lo aprueben. Lo lamento, Roberto, no creo que nuestras opiniones sean consideradas de una manera sustantiva. Si no, la policía no estaría pegando a la gente que quiere venir a entrar y escuchar de qué se trata, lo cual indica que esta audiencia pública al menos no es pública, es relativamente pública. Varias veces relativamente pública.
Sr. Presidente (Guastavino).- Discúlpeme, estimado amigo. Pongamos las cosas en su lugar. Esta no es una audiencia pública, es una reunión de la comisión.
Digamos las cosas por su nombre. No sé qué tiene que ver lo que usted dice de afuera con lo que está pasando acá adentro. Esta fue una convocatoria y estamos dando la oportunidad a un montón de personas, organizaciones e instituciones para que vengan a opinar en el tratamiento de un proyecto de ley. Y lo hacemos, obviamente, con todo el respeto. Se están tomando versiones taquigráficas, cada uno de los senadores va a tener la suya de lo que cada uno expresó aquí. Y se está transmitiendo por televisión.
Sr. Schulman.- Si me invitan a una fiesta…
Sr. Presidente (Guastavino).- Pero no quiero hacer una polémica con usted, discúlpeme. Quería aclararle…
Sr. Schulman.- No, es que no quería quedar como un loco…
Sr. Presidente (Guastavino).- Le quería decir cuál es el sentido del tratamiento de este proyecto en esta comisión.
Sr. Schulman.- Si me invitan a una fiesta y allí muestro la invitación -mostré la carta- y me sacan a empujones, y si digo “tengo un certificado de discapacidad” porque –mala leche- tengo un poco de discapacidad motriz y me dicen que no les importa nada y cierran la puerta, y si para entrar tengo que dar vueltas y hablar con una cantidad infinita de personas porque nadie se dignó a comunicarse con nadie, y finalmente, en efecto, encontré una persona –no sé si está por acá- de la comisión que dijo “sí, está invitado” y me hizo entrar, seré un poco mal pensado. A veces relaciono el modo en que me tratan cuando llego a un lugar con la intención que hay al invitarme.
Pero, quiero terminar.
Decía que puede ser que la comisión se expida y que puede ser que el Senado la apruebe, y que puede ser que el régimen penitenciario se transforme en lo que algunos sueñan; pero lo que yo le puedo asegurar, señor senador, es que ni con más cárcel, ni con más policía, ni con más balas podrán impedir que el pueblo argentino se organice, que el pueblo argentino luche por sus esperanzas, por sus sueños, y que el pueblo argentino construya un país donde no sólo las cárceles sean buenas, limpias y sirvan para reinsertar a las personas en la vida social, sino que, alguna vez, no harán falta más cárceles, porque no hará falta más delito porque, de verdad, habrá justicia y libertad en nuestra Patria. Muchas gracias.