La tercera muerte del Mito Liberal


El estado de la llamada “democracia representativa”, a treinta y tres años del fin del ciclo de golpes de estado (1930/1983)

La lucha contra el colonialismo español, impulsada por un grupo de revolucionarios jacobinos (en la doble acepción del término: decididos, audaces, radicales en su programa de liberación pero también autosuficientes y poco afectos a construir poder popular en el sujeto que sostenía su sueño) se frustró, como ya explicaba Echeverría en el siglo XIX, por el cambio de alianzas sociales entre el pobrerío, la burguesía porteña y la oligarquía más poderosa: la Revolución avanzó apoyada en el acuerdo entre el pobrerío y los representantes de la burguesía porteña, pero se estancó y retrocedió cuando se impuso el acuerdo de los porteños con la oligarquía, y de todos con los ingleses que con la victoria en la batalla naval de Trafalgar (1805) completaron las condiciones necesarias para reemplazar al reino de España como potencia imperial hegemónica en Sud América.

Y lo lograron.

El país que nació del fin del ciclo revolucionario, del fin de las guerras civiles, de la hegemonía porteña sobre las elites provinciales y sobre los intentos autonomistas del Paraguay, será un país formalmente independiente y una semicolonia en términos reales.

Para dar formato institucional a esa farsa se sancionó la Constitución de 1853, y sobre todo, la Ley Sáenz Peña y la ficción de la democracia representativa con el conjunto de mitos fundacionales de  fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX: la entronización de la ciudad de Buenos Aires como Capital y centro económico de la Republica, gracias al Puerto y su Aduana; la organización del Ejercito Nacional bautizado en la Campaña del Desierto y la llamada Guerra de la Triple Alianza, nombres de fantasía que encubrían el segundo genocidio sufrido en nuestras tierras; y la afirmación formal de varias igualdades: la del acceso a la educación publica, el mito del guardapolvos blanco, y la de la igualdad formal ante la ley y ante la urna,  el Código Penal y la Ley del (supuesto) Sufragio Universal (que solo era para los varones con Libreta de Enrolamiento  o sea, dejando fuera del padrón electoral a la mitad femenina de la población y al cuarto inmigrante de argentinos).

Así nació el primer momento del Mito Liberal.

Su hora de gloria.  La democracia liberal y el granero del mundo.

Su cara más diáfana sería la de Hipólito Irigoyen al que se lo pinta como un caudillo cívico y casi antiimperialista, ocultando las masacres de la Patagonia Rebelde o la Semana Trágica, para solo nombrar las más notorias de las acciones criminales de su gobierno.

El golpe de estado de 1930 dio por tierra con la versión glamorosa del Mito Liberal pero el ciclo de golpes de estado (1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y el último de 1976), con la instalación de un modelo de dominación estable basado en la alternancia entre gobiernos civiles y militares (aunque ninguno amenazó realmente al capitalismo como modo de organización económica y social, cultural y política de los argentinos) hizo nacer un segundo modo de existencia del Mito Liberal: el sueño nunca cumplido de terminar con el autoritarismo y conquistar, al fin, las mieles prometidas desde la Constitución de 1853, y nunca alcanzadas.

El mito liberal era tan poderoso que penetró hondo en los más diversos sectores políticos, incluidos aquellos que supuestamente lo repudiaban en su doctrina: el comunismo y el peronismo.

En 1959, ya superada la división en el movimiento obrero y la izquierda, que había impuesto el triunfo del primer ciclo de gobiernos peronistas (1945/55), uno de los intelectuales comunistas más preclaros, Héctor Agosti, diseccionó en un libro, “El Mito Liberal” cada una de las falacias con que los intelectuales y políticos burgueses pretendían instalar como verdaderas: la igualdad jurídica y el estado de derecho son imposibles de alcanzar mientras persista la desigualdad real en las condiciones materiales de vida y por ende en el acceso real a cada uno de los derechos inscriptos en la ley y el propio proceso de elección de representantes y autoridades convertido en un mecanismo de compra venta más, con sus técnicas de marketing incluidas.

Sin embargo, ni Agosti y mucho menos el Partido Comunista van a superar una cultura política, la del frente democrático nacional, que parecía afirmarse en cada ciclo dictatorial donde la política de defensa de las garantías constitucionales y el acuerdo con las más amplias franjas del progresismo aparecían como el curso político más racional y práctico.

Hasta 1983, esta segunda forma de existencia del Mito Liberal, tan funcional al surgimiento de las corrientes “progresistas” al interior de los partidos tradicionales de la Argentina: el peronismo, el radicalismo, el socialismo, etc. mostraba destellos combativos y de resistencia a los desafíos de un fascismo siempre acechante, y no solo en los periodos dictatoriales.

Con Alfonsín, el Mito Liberal renace con una nueva cara: la de la Transición a la Democracia (así, con mayúsculas); la renovación de la promesa que la democracia formal (o sea, la simple aplicación de los preceptos constitucionales, y el pleno imperio de la ley, sin necesidad de transformaciones en la estructura de la propiedad de los medios económicos y otras estructuras de poder) resolvería todos los problemas de los argentinos. El famoso “con la democracia se cura, se come y se educa”.   Y aunque Menem, reemplazó a Alfonsín y De la Rúa a Menem; y los Kirchner emergieron de la catástrofe que la “transición a la democracia”, en su etapa neoliberal, produjeron a la sociedad argentina, el Mito Liberal se mantuvo bajo la forma de un capitalismo ora neoliberal que derramaba derechos y bienes como un maná inagotable, ora como un capitalismo humanizado que subsidiaba casi todo, claro que en proporciones minimalistas y sin tocar la parte del león que se guardaban las mismas empresas que organizarían su derrumbe y nacimiento del primer gobierno de ultra derecha, pro imperialista, misógino, machista, elitista y represor surgido de las urnas en doscientos años de historia.

Volvamos a aclarar, no es que Macri sea peor que Uriburu, Onganía o Videla, para nombrar solo alguno de los Jefes Militares, o sus cabezas civiles, Alsogaray, Krieger Vasena o Martínez de Hoz; no.  Lo que decimos es que las urnas no parieron una ilusión liberal sino todo lo contrario.

En su tercera muerte, el Mito Liberal engendró un gobierno indigno de su origen, o impugnador del mito liberal que dice que “el pueblo siempre tiene razón” cuando vota, no cuando marcha o incendia edificios públicos como en el Santiagazo o el diciembre del 2001.

La democracia representativa, que se basa en “encargar” a legisladores y funcionarios el “cumplimiento” de la voluntad popular expresada en las urnas se ha transformado en una democracia delegativa donde la élite política, muchas veces fundándose en la “antipolítica”, reniega del pueblo que lo votó y gobierna de manera pornográfica a favor de los grupos económicos concentrados y la Embajada de los EE.UU.

La proclamada división de poderes se borra de un modo burdo cuando todos se postran ante el Poder Real, del cual muchos de sus miembros asumen con Macri el gobierno cotidiano de la res pública que pasa a ser la propia, en un sentido de clase y en un sentido literal como el negociado del gas por parte de Aranguren  y la Shell lo muestran.

Y la seguridad jurídica y el cuidado del Estado de Derecho se subordinan crecientemente a la “excepcionalidad” de la lucha contra el narcotráfico o la mera violencia cotidiana como proclaman Bullrich y acaba de sancionar la Legislatura Santafecina acaso sin saber del todo que el Estado de Excepción es la antesala de la negación absoluta del Estado de Derecho.

Para confusión y asombro de los cultores de la “legalidad” y el “libre ejercicio de las libertades democráticas”, es en nombre de esa legalidad que se detiene a Milagro Sala, se persigue a los luchadores sociales, se deroga la Ley de Medios, se paga a los fondos buitres, se anulan las pocas retenciones a las maxi ganancias de los sojeros y los dueños de las minerías, se banalizan las pensiones, subsidios, pagos a cooperativistas y otras formas de distribución auspiciadas e idealizadas por más de una década.

Como dice el Registro de Casos de Violencia Estatal: “… los  resultados  del  relevamiento  sugieren  la  existencia  de acciones sistemáticas orientadas a la construcción de un “Estado policial”, en línea con una singular  tendencia  de  alcance  global  que  procura  subordinar  los  derechos  tutelados  por garantías constitucionales al imperio de un orden fundado en “razones de Estado” … (de las conclusiones del Primer Informe Semestral del ReCaVe)

No es que volvamos a la tontería de creer en que lo malo es a veces bueno; nunca lo creímos y es por eso que combatimos, casi con exceso, los atropellos a la constitución y cada golpe de estado sufrido en carne propia por los militantes de izquierda de cualquier rito.

Pero no deja de llamar la atención que ahora, para enfrentar al gobierno de los Macri y los Obama, de los Massot y los Blaquier, de los Massa y los Pichetto, de los Barrionuevo y los Lanata, de las Vidal y los Schiaretti, no alcanzará (y posiblemente no tenga fuerza moral) pararse en las alturas de la legalidad, sino que habrá que hacerlo en los umbrales de la legitimidad.

No tanto Irigoyen y Alfonsín, y un poco más del Gallego Soto y del Gringo Tosco; no tanto jurisprudencia de la CIDH y un poco más de los Planes de lucha de la CGT y los programas del PRT, de Montoneros, de los comunistas en todas sus formas de organización y remontarse al teatro anarquista y los libros socialistas del siglo pasado.

La tercera muerte del Mito Liberal interpela mucho más al modo de construir la resistencia y la alternativa política que al modo en que Macri y sus mandantes gestionan el estado capitalista

Esta mierda no es la democracia por la que peleamos, ni la democracia con la que soñaron los patriotas de todos los tiempos porque no hay, ni habrá jamás,  democracia verdadera sin liberación nacional y social consistente, o lo que es lo mismo y como lo decía el Comandante Nicaraguense Tomás Borge, quien quiera democracia verdadera que luche por la liberación nacional y social, a lo que ahora agregamos (contemplando las ruinas de la ilusión progresista americana), quien quiera liberación nacional y progreso social que luche por una democracia verdadera porque sin ella no habrá un pueblo protagonista y todo esfuerzo, por más noble que sea, será en vano.

Una democracia donde las cárceles no sean instrumentos de tortura ni las policías agencias de control y represión social sistemática.  Una democracia donde los de abajo no solo opinen u opten por alguien que administra a su nombre, sino que todos los días, para todos los temas, su opinión y su alternativa decidan el rumbo de los gobiernos.

Una democracia que no puede surgir de los valores culturales capitalistas del consumismo y el egoismo llevado al paroxismo sino todo lo contrario de la construcción de poder popular en base a  un nuevo tipo de ciudadanía comprometida con los proyectos colectivos y la fortaleza de un conjunto de sueños, no ilusiones, que vinculen el deseo con la amistad, la solidaridad, la belleza y el amor como pedía el Che al decir que solo le interesaba un socialismo basado en  un hombre nuevo que privilegie otros valores a los de Mirta y Susana o Durán Barba, los verdaderos intelectuales de esta democracia degradada.

Un poder popular que solo puede surgir de la creación heroica del pueblo, al decir de Mariategui, pero que solo puede crecer en confrontación con el Poder Antidemocrático de Macri y sus acólitos, y de una confrontación que no deje espacio social en disputa ni forma de lucha por desplegar.

La tercer muerte del Mito Liberal nos ha llevado a una conclusión absoluta: no hay sitio donde volver ni democracia que defender; todo está para conquistar y eso hace que nuestra lucha retome la dimensión del mito que tuvo la gesta Sanmartiniana o la huelga de los obreros rurales de Santa Cruz, el Cordobazo y el Rosariazo, y esa conquista del poder que soñamos tantas veces pero que sigue siendo la promesa incumplida de Moreno y Belgrano, de Santucho y Quieto, de Jorge Calvo y el Turco Alac, de los treinta mil y todos los que creyeron que al luchar diariamente abrían paso al futuro.

Un futuro que nos interpela hoy mismo.

 

 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s