
A pocos días de un nuevo aniversario del asesinato de Maxi y Darío releí y actualicé un texto en su homenaje de hace unos diez años pero vigente, en mi opinión
En junio del 2002, el gobierno justicialista encabezado por Duhalde tomaba una apuesta fuerte: se decidía a producir una masacre que cortara el ciclo de luchas que había implosionado en diciembre 2001 y que no podía poner en caja con clientelismo político y represión acotada. Haciendo memoria de su historia de dominación, pensaba que una buena paliza, que doliera de verás, quebraría el frente social simbolizado en el “piquetes/cacerolas, la luchaes una sola” y reduciría el activismo nucleado en asambleas populares y movimientos piqueteros.
Esa apuesta, como se sabe, fracasó rotundamente. La represión no quebró la voluntad de lucha de la militancia y despertó resabios de aquello que alguna vez se llamó “reservas democráticas” en las capas medias o compromiso con el Nunca Más de la sociedad; pero a contrapelo de la euforia izquierdista de entonces (¿se acuerdan de la “situación revolucionaria” del P.O., el “poder asambleario” de…
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