3 de junio de 1978 en Córdoba


descargaConfieso que me volví desconfiado. De tanto escuchar mentiras en los juicios, cuando veo testimoniar un milico, un gendarme o un policía, me cuesta darle crédito.

Es que tantas veces escuché bolazos y mentiras tan grotescas que ni aún cuando los tipos terminan favoreciendo las querellas no hay caso, no les creo nada.

Cuando en el juicio a Brusa uno de los jefes de la Guardia de Infantería Reforzada dijo que había encontrado una lista de represores que habían participado en el plan de exterminio (porque él, que recibía ordenes directas del Area 212, “nunca le había tocado ni un pelo a un detenido”) pensé que nos estaba tomando el pelo una vez más y no me equivoqué: la lista era una lista de difuntos y ausentes, ni uno solo de los nombres que trajo correspondía a alguien que pudiera testimoniar en el juicio.

Te digo más, no le creí ni al gendarme que dijo que lo vio al Negrito en El Campito de Campo de Mayo, ese que contó que estaba casi totalmente desnudo (tenía el calzoncillito, dijo; y la capucha, claro está, pensé yo) y que cuando le mandó una prisionera que fungía de  enfermera, porque estaba sangrando por todos lados, al sentir la mano de la mujer susurró mamá y la Iris que estaba cerca de mí, se estremeció. Pero no me convenció de que fuera verdad, con eso que el testimonio fue dado como valido por el tribunal y se utilizó en la sentencia contra el General Riveros

Pero a este le creí, te juro que le creí.

 

El juicio era en Córdoba y no se bien si era el segundo o el tercero por los hechos de La Perla; pero para mi era la primera vez que iba y estaba bastante emocionado pensando que en esa sala se había hablado del Alberto y de algunos otros desaparecidos que alcancé a conocer antes del golpe.

El tipo se presentó como Gendarme pero explicó varias veces que solo había estado en la fuerza poco más de un año y engañado. El creyó que lo iban a mandar a la frontera porque decían que allá los gendarmes cobraban un suplemento por desarraigo lo cual es muy loco porque ¿donde carajo debería estar una fuerza que cuida la frontera si no es en la frontera, no?; pero a él no lo mandaron a la frontera después de los tres meses del curso de formación sino a una unidad móvil que iba de La Perla al Penal del barrio San Martín.

Eso lo explicó convincentemente al final del testimonio, cuando el abogado de la Liga le preguntó qué diferencias había entre ir a la frontera y quedarse en Córdoba, porque el tipo se había quejado como tres veces que no habían cumplido la palabra empeñada de mandarlo a la frontera y el gendarme retirado, con toda brutalidad/sinceridad (?) dijo que en la frontera ganaban más plata y él había entrado a Gendarmería porque se cagaba de hambre como mozo del comedor de la Fiat de Ferreyra, o {por qué se pensaba el abogado que él había entrado a la fuerza?, si no tenía ningún “cariño” por los verdes.

Se cuidó muy bien de aclarar de todos los modos posibles que él nunca había estado en contacto con los subversivos, pero que varias veces los había visto hecho mierda tirados en el suelo de La Perla o abandonados medio muerto en las celdas del penal.

Y se lo veía muy conmocionado cuando contaba que una vez había aparecido un niño en La Perla y que estuvo algunos días hasta que un milico se lo llevó. Fue ahí que dijo que lo vio a Menéndez el tres de junio de 1978 y contó con detalles como iba vestido el General y lo que había dicho y lo que había pasado después que el General se retiró y eso volvió loco a la defensa que apenas terminó, comenzó a interrogarlo.

Primero trataron de enredarlo con los actos ilícitos y lícitos, con la obediencia debida y su propia participación en el genocidio; pero el tipo zafó como un duque: les dijo que él nunca había cometido un acto ilícito, y cuándo le preguntaron si podía distinguir entre los actos ilícitos y los lícitos, entre las ordenes que se debían cumplir y las que no, dijo sencillamente que las ilícitas eran las que querían que uno hiciera barbaridades y el no había entrado a Gendarmería para torturar a nadie sino para ganar más plata para mantener la familia.

Pero me convenció de que decía la verdad cuando al preguntarle cómo podía acordarse con tanta precisión que el General Menéndez había estado en La Perla el tres de junio de 1978 lo miró al abogado de los represores con sorpresa y le dijo casi a los gritos: “porque ese día Perú le ganó a Irán por cuatro a uno” y él tenía entradas para ver el partido; que las había comprado como dos meses antes y que estuvo toda la mañana nervioso pensando que la visita del General le podía cagar el acuerdo que tenía con el jefe de cambiar un franco porque el único que tenía entradas para el partido era él y que por suerte Menéndez se fue al medio día y lo dejaron ir al partido, que fue el único que vio del Mundial del 78. Y empezó a explicarle cada uno de los goles de los peruanos pero el tribunal le dijo que no hacía falta, que le creían. Y yo también.

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