Para Iris Avellaneda
madre coraje sin par
Cómo se cuenta la historia de un militante de toda la vida que vivió más de ocho décadas?
Un compañero que eligió ser abogado pero no para defender los corruptos o las bandas mafiosas sino a los humildes, los trabajadores que se organizan y luchan y a los que sufren represión por defender sus derechos humanos?
Julio fue dirigente de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, del Colegio de Abogados de San Isidro, abogado de la Federacíón de Trabajadores de Comercio de la zona norte y antes que nada, militante y dirigente comunista.
Acaso en aquellos primeros meses del golpe de estado de 1976, cuando todos fuimos puestos a prueba en nuestras convicciones y valores, Julio restalló con una luz más intensa que nunca.
Fue entonces que puso decenas de habeas corpus por los desaparecidos de la zona norte, por entonces la más poblada fabrilmente y por ello una de las más castigadas por la represión.
En abril de 1976, enterado del secuestro de Iris y Floreal Avellaneda, presentó su recurso de habeas corpus y comenzó a actuar temerariamente hasta lograr que Interpol y la Policía Ciéntifica de Montevideo identifique el cuerpo martirizado del Negrito. Aunque la dictadura uruguaya se robó el cuerpo, aquel certificado de defunción fue clave para condenar a dos generales y algunos militares y polícias en el año 2009.
En aquellos meses del 76, un día recibió una cita del General Santiago Omar Riveros, General de Ingeniería, Jefe de Institutos Militares y amo de Campo de Mayo y por ende de la zona Cuatro que iba de la General Paz hasta Campana.
Qué hacer, se preguntó Julio?
Qué hacer, preguntó Julio a sus compañeros de partido, de la Liga, del Colegio de Abogados, a su compañera y sus hermanos.
Qué hacer? Ir para que me metan preso; no ir, pasar a la clandestinidad y cerrar la única ventanita por donde los familiares podían reclamar por sus desaparecidos?
Y decidió ir. Pero no de cualquier modo.
Aviso a un grupo de compañeros y amigos para que lo acompañen y lo esperen en la Puerta Cuatro.
Y se puso un sobretodo a pesar de que era primavera y ya hacía bastante calor.
Caminando, haciendo chistes llegaron hasta donde hicieron quedar a los acompañantes y siguió su camino junto a la tía del Negrito, Arsinoe, tan valiente y disparatada como él.
Les hicieron esperar un rato largo, de ablande, le dijo Julio a Arsinoe, hasta que le hicieron pasar a un despacho amplio y luminoso. Por la ventana entraba el sol y se veían plantas, un paisaje casi bucólico.
Cuándo el General los recibió, no pudo ocultar su sorpresa ante el abrigo y le preguntó por qué lo llevaba puesto.
Y ahí Julio sacó su as de espadas, el que había traído en la manga: General, soy un abogado defensor de los derechos humanos y nada malo he hecho más que defender a los que no se pueden defender; pero si ud. decidiera encerrarme y mandarme a una cárcel al Sur, he traido mi sobretodo para no pasar frío. Cómo verá he venido a pedir por Floreal Avellaneda, pero no desconozco que en esta acción, Arsinoe y yo, podemos terminar como ellos.
Esa vez salió y siguió luchando.
De hecho, mantuvo la causa Floreal Avellaneda por decadas y solo la puta impunidad impidió que fuera él quien estuviera sentado el día mágico aquel en que el Tribunal Oral sentenció Perpetua para los Generales Santiago Omar Riveros y Fernando Verplaetsen.
Su vida podría entenderse uniendo las dos fotos de esta historia: un sobretodo, un tribunal sentenciando y en el medio un general.
No hace falta mucho más para entender de quien hablamos.
Julio Viaggio.
Un abogado con coraje.