Se fue Arsinoe. Pero no sin antes dar su última gran pelea contra la impunidad y el Poder, al que combatió toda la vida; antes, durante y después que el grupo de tareas secuestrara a su cuñada Iris y a su querido sobrino Floreal, el Negrito Avellaneda.
Fue en el 2009 cuando se desplegaba el juicio contra algunos de los represores que asesinaron a Floreal y torturaron salvajemente a Iris.
Era el primer juicio de la Mega Causa Campo de Mayo y por razones que nunca sabremos, el Tribunal Oral era particularmente permisivo con los represores defensores de los represores. Esos que le preguntaron a Iris acerca de la frecuencia horaria en que la violaban o le pasaban la picana eléctrica por el cuerpo indefenso.
Arsinoe, que «adoptó» a Tedda, la hermana mayor del Negrito, cuando secuestraron al Negrito y su mamá, y su papá tuvo que pasar a la más rigurosa clandestinidad para salvar la vida y seguir combatiendo la dictadura, había declarado largamente y largamente había contestado las más insolitas preguntas de los represores defensores públicos hasta que se cansó y estalló en un reclamo que todavía resuena en los juicios: un poco de respeto para los que hemos luchado treinta años y más por la memoria, la verdad y la Justicia; basta de maltratos a los testigos/resistentes/sobrevivientes del terrorismo de Estado.
Y se plantó.
Frente al dogmatismo de los que pretenden sabiduría jurídica pero no alcanzan a entender el verdadero «objeto procesal» de estos juicios, incluyendo prestigiosas personalidades del progresismo jurídico.
Frente a los represores que siguieron torturando a los familiares y compañeros del Negrito, como el Gral. Santiago Riveros que dijo no reconocer señales de la tortura luego de la lectura del parte medico forense donde se describían las brutales señales del empalamiento y las ataduras con alambre de pua que registraba el cuerpo del Negrito.
Frente a los defensores públicos que pretenden justificar todo con cara de neutralidad jurídica, pero que llegaron a justificar la tortura para aclarar un secuestro, como si el Negrito hubiera sido un secuestrador y no un secuestrado.
Como se había parado en aquel abril de 1976 frente al grupo de tareas y como se paró frente a la guardia de Campo de Mayo, aquella vez que se metió de prepo y llegó hasta un milico que le reconoció que alguién había pasado por allí.
No llegó a la militancia por el dolor, sino que conoció el dolor profundo, ese que no se cura con nada, por la militancia revolucionaria de toda su vida.
Antes, durante y despues del secuestro
Antes, durante y después del juicio.
Digna miembro de la mitica familia de los Avellaneda, forma parte ya de la enorme bandera de los que se harán escuela y plaza, cuando el pueblo triunfe contra los defensores del capitalismo al que no dejó de combatir toda su vida
Honor a Arsinoe
y todo el compromiso de seguir la batalla hasta el final.