La foto que no imaginó el Negrito Floreal


A Marina

que tiene la pasión del Negrito

en sus ojos

Desafiado a imaginar las fotos que pudo haber visto el Negrito Floreal Avellaneda en sus últimos minutos de vida, me atreví a decir que debió haber visto la foto del triunfo popular, la de millones de obreros y estudiantes, unidos y adelante, asaltando la Casa Rosada para tomar el poder, esa foto con que soñaba la generación del Cordobazo y nunca ocurrió; también que debió haber visto la de sus padres y familiares, la de sus compañeros de la Fede y la Jotape, la de aquella niña que suspiraba por él y la del asesino Aneto, el miserable que lo arrancó de su casa y lo mató con sus propias manos no se sabe bien si en la comisaría de Villa Martelli o El Campìto en Campo de Mayo.

Puesto en tal desafío , dije también que podía imaginar las que él no pudo haber imaginado: la foto de la condena  a los generales Riveros y Verplaetsen, y algunos de sus cómplices y la foto de los globos volando al cielo de los desaparecidos llevando las cartitas de los chicos que participaron en el programa de memoria impulsado por el Suteba de Vicente López en ocasión de la colocación de una placa en el aula donde él terminó sus estudios primarios en la Escuela Pública Número 10.

Pero, como siempre, la realidad superó toda ficción. Si el Negrito difícil que hubiera imaginado la foto de su reivindicación por los niños de “su” escuela; yo no pude imaginar la foto de los niños que pedían a Iris que firmara el ejemplar del libro que les había tocado.  Cómo si fuera Susana o la capitana de las campeonas de hockey.  El caso es que el Suteba y la C.T.A. de Vicente López impulsaron un programa de memoria sobre el Negrito para lo cual editaron un libro sobre su vida, el juicio, la memoria y algunas cosas más; y lo presentaron el 23 de marzo.  Justo un día antes del fatídico aniversario.

Cómo un sorbo de luz antes de mirar la oscuridad.  Cómo un vaso de buen vino antes de un largo ayuno.

La cosa fue en otra escuela, más grande aún que la del Negrito, la Pública Número Dos, donde se reunieron una cantidad impresionante de alumnos, maestros y maestras, militantes sociales, políticos y de derechos humanos, funcionarios del Ministerio de Educación y de la Comisión Provincial de la Memoria; y algunos secretarios generales: Hugo Yasky, de la Central de Trabajadores de la Argentina; Patricio Echegaray, del Partido Comunista; Roberto Baradel, del Suteba y la presidenta de la Liga, Graciela Rosenblum para nombrar sólo a los compañeros que actúan a nivel nacional.

Digámoslo de entrada: no todo se puede contar. Un acto cómo éste sólo se puede sentir, vivir intensamente, con las lagrimas a flor de piel y esa extraña convicción que exteriorizó el compañero Victorio: ni en nuestros sueños más osados de presos políticos, jamás imaginamos algo como esto.

Hay muchas cosas para resaltar del acto: la formidable coincidencia en todos los discursos que la reivindicación de un joven militante es un duro golpe a la impunidad, a los planes de la derecha por revertir lo conquistado; el acontecimiento cultural, verdadera innovación en la cultura política de la izquierda y el movimiento popular que se homenajeara a un militante de la Fede sin que se dejara de homenajear a todos los compañeros de todas las culturas y organizaciones populares, y que lo hicieran algunos que eran de la Fede y muchos que no habían sido nunca; y que a nadie le preocupara un corno quién era qué cosa ni cuando.

Por fin, la noble y elemental idea de que si el enemigo nos encerró y victimizó juntos, que no había cárceles ni lugares separados para cada fuerza política, todos debemos reivindicar todos los compañeros, todas las culturas, porque para que el cielo de los desaparecidos sea un arco iris tendrán que estar todos los colores, cada uno representando a una cultura y una organización.

Por eso dijimos  que sólo los globos rojos llevan las cartitas de Floreal al cielo de los desaparecidos; no porque sea el único color sino porque si no están todos los colores, no es el cielo de los desaparecidos. El acto mostró la generosidad política de muchos y la evidencia de un cambio cultural imprescindible para superar los límites del campo popular y poner la Argentina en sintonía con la revolución cultural que protagonizan la Bolivia de Evo, la Venezuela de Chávez, el Ecuador de Correa y la invencible Cuba de Fidel.

Pero lo que más impresiona del acto son los jóvenes y los niños.   Adolescentes que crearon videos sobre los desaparecidos, que investigaron honesta y concienzudamente, que se acercan al pasado sin prejuicios pero sin indiferencia.  Por el contrario, con una clara voluntad de aprender para continuar, de saber para hacerse cargo, de enterarse para que no vuelva a ocurrir la derrota.

Y los niños.  Al final.

Yo debí haberlo imaginado.

El 22 de marzo, cuando Sabatella llevó a Iris y la Liga al escenario mayor de la Minga en la quinta donde funcionaba Mansión Seré, y ante siete o diez mil jóvenes, Iris les contó la historia del Negrito y todos lloraron amarrándose las manos, lo debí haber imaginado.

O el 26 de abril, cuando los jóvenes de la Liga, de la Cta y de la Fede pasaron la noche previa al inicio del juicio en una vigilia, frente al edificio donde se haría el Juicio Oral, lo debí haber imaginado.

Acaso el 12 de agosto, cuando cientos festejaban en la calle la condena a Riveros y algunos cientos de miles lo seguían por el Canal Siete, no debí haberlo imaginado?

¿Y el 30 de octubre?, cuando los niños pegaron sus cartitas a los globos y siguieron con su mirada cómo volaban al cielo del Negrito, ese era el día en que estaba todo claro y debí imaginarlo.  Porque ese día hubo algo que casi paso desapercibido pero que explica lo que pasó el martes en la Escuela Diez: ese día, al terminar el acto, los niños abanderados, y había un montón porque había de varias escuelas, saludaron a Iris como si fuera el poder, y ella los besó uno a uno.

Pero no.

No lo imaginé y cuando al terminar el acto una bandada de niños corrió con Iris para que les firmara el libro, me asombré. ¿Quién podía haber imaginado que esta mujer, madrecorajeargentina, que sostuvo su lucha en medio de un silencio bastante parecido a la soledad, firmara ahora autógrafos para los niños de las escuelas que la tratan como a una heroína popular o una estrella de la televisión? Seguro que casi nadie, como casi nadie podía haber imaginado la condena de Riveros y la naturalidad con que se reivindica a un niño militante haciendo del olvido un insulto que nadie acepta.

El Negrito volvió a la escuela, y a lo mejor, la escuela puede volver al Negrito, a los desaparecidos, a la generación del Cordobazo, al sueño invencible de ser libres, para que seamos, al fin, hermanos de todos los Negritos, como soñaban el General San Martín y el Comandante Guevara.

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