La concepción del peronismo como partido de Estado y la sombra de la Triple A


Pareciera que han pasado siglos desde que el entonces presidente Néstor Kirchner ingresó a la Esma de la mano de un grupo de sobrevivientes y luchadores históricos por los derechos humanos.

La acción formaba parte de una seguidilla de gestos de contundencia semejante (la aceptación de la propuesta legislativa de Izquierda Unida de anular las leyes de impunidad, el impulso a los cambios en la composición de la Corte Suprema, el descuelgue del cuadro de Videla en el Colegio Militar, la reiterada participación de Madres, Abuelas e Hijos en ceremonias oficiales donde era honrada la memoria de los desaparecidos, etc.) que constituyeron un claro corte con la gestualidad y el discurso oficial, no solo de Menem sino también de Alfonsín y De la Rúa que nunca llegaron a tanto.

Dichos gestos, y los avances que se fueron logrando en los juicios merced a la lucha de los sobrevivientes, los familiares de los desaparecidos, los organismos de derechos humanos y las fuerzas sociales y políticas comprometidas con la lucha contra la impunidad, generaron el fastidio y la resistencia activa de la derecha clásica y algunos medios de comunicación (especialmente La Nación, pero también Clarín y el resto de las multimedios) que fue creciendo al compás de la recomposición de la derecha en la Argentina y América Latina.

Acaso su última expresión haya sido el reclamo de Susana Gimenez de “terminarla con los derechos humanos”, o sea con los Juicios, la Memoria y la Verdad.

Nunca hemos ignorado dichos gestos, ni los hemos subestimado; es más, hemos aceptado –en representación de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre- el desafío de integrarnos a entes mixtos,  compuestos por representantes estatales y del movimiento de derechos humanos, encargados de gestionar los sitios de memoria que fueron Centros Clandestinos de Detención Tortura y Exterminio, tales como el Instituto Espacio para la Memoria y el Ente Esma.

Tampoco hemos considerado a la Justicia como un bodoque macizo de derecha, impenetrable y alineado totalmente con la impunidad del que no se puede obtener nada; por el contrario hemos impulsado el agrupamiento Justicia YA! y el espacio Memoria, Verdad y Justicia que, a su manera y de diversos modos, han procurado sumar fuerzas al reclamo de Justicia, incluido el terreno de la disputa jurídica donde tanto la Liga como el Partido Comunista han sido reconocido como querellante en los juicios por Terrorismo de Estado.

Aclarado lo obvio, pero que siempre conviene señalar para no facilitar la descalificación fácil de quienes ven la derecha en el ojo ajeno pero no en el propio, digo a Macri en el campo de la derecha nítida pero no a Otaeche en el campo del oficialismo, también hemos dicho una y otra vez que no se vence la impunidad con gestos, que los comprometidos con el Terrorismo de Estado y su OBRA (la reconversión capitalista que hoy sufrimos incluidos sus aspectos más deplorables como la sojización del campo, la polución ambiental por las minerías y el milagro argentino de millones de hambrientos en un país productor de alimentos) son demasiado fuertes para arredrarse por un discurso allí o un monumento acá.

Que para avanzar en serio en los juicios hacía falta un plan estatal para juzgar el Terrorismo de Estado tal como el Estado organizó el Terrorismo y voluntad política de romper las redes de alianzas entre los represores, sus amigos y las mafias policiales y políticas gestoras de vastos espacios del negocio burgués en la Argentina que tiene en lo ilícito, en lo oculto (la droga, el trafico de blancas, las zonas liberadas para el robo, las coimas por negocio estatal, etc.) una base de apoyo enorme.

Acaso las palabras del entonces gobernador kirchnerista de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá (que antes fue menemista y ahora peronista disidente) expresan de un modo dramático el límite al que no está dispuesto a cruzar el peronismo en ninguna de sus variantes: “seguro que detrás del secuestro de Julio López está la Bonaerense, pero si yo meto mano en la Bonaerense se desestabiliza la provincia y no estamos dispuestos a pagar ese costo”.

Que hay una trama de complicidades entre la Bonaerense, las mafias que dominan negocios muy rentables y la dirigencia política de los municipios del gran Buenos Aires, es un secreto a voces que nadie se animaría seriamente a cuestionar.  Han fracasado todos los intentos de “domesticar” la Bonaerense porque hay un núcleo duro de acuerdo político entre estas tres patas que es muy poderoso, y que tiene en algún punto no demasiado visible contacto y entrelazamiento con la derecha fascista y los represores.  La desaparición de Julio López da cuenta de ello.

El kirchnerismo (si existe algo real detrás de lo que se agrupa tras la figura del matrimonio Kirchner) amagó primero con ignorar los acuerdos que llevaron a Néstor al gobierno (acuerdos tejidos por il cappo mayor Eduardo Duhalde) y construir algo así como un Nuevo Movimiento Histórico por el camino de la transversalidad pero por una u otra razón (hay variadas y sería extenso analizar todas) hace tiempo que ha  renunciado a dicho objetivo y se aferra, cada vez con más necesidad y decisión, al aparato del Pejota de la provincia que tiene en estos caudillos su apoyatura fundamental completando de esa manera la parábola iniciada en la Esma ya que al fortalecerse políticamente estos caudillos, fortalecen su posición estatal y su sistema de alianzas con la Bonaerense, la mafia y la derecha genocida lo que termina fortaleciendo al  bloque de la impunidad, el olvido y la vuelta a escena de grupos cuya metodología se parece a la de los Grupos de Tareas.

¿O es que alguien piensa de verdad que Rabanito Barrionuevo en Catamarca u Otaeche en la provincia de Buenos Aires pueden formar parte de otra cosa que no sea una construcción mafiosa y de derecha, que ayer apoyó a Menem, hoy a Kirchner y mañana a quién sea que sostenga sus negocios?

¿O es que alguien puede creer el discurso comprensivo de las condiciones sociales adversas propicias para el delito en el mismo momento que se ordena reincorparar  – nada menos que a la Bonaerense-  a cuatro mil agentes que fueran apartados de la fuerza en las diversas purgas que impulsó Arslanian tratando de depurar la Bonaerense, adoptando de esta manera el programa de la derecha en el tema inseguridad, borrando con el codo lo que se dijo por años y aportando a una dinámica que ya conocemos: la derecha no se dará conforme y pedirá más y más como hizo Blumberg en su momento?

Sin hacer traslaciones mecánicas, conviene repasar la historia del surgimiento del Terrorismo de Estado en los 70 de la mano de la Triple A para darse cuenta que es una historia que tiene que ver con una concepción sobre el Peronismo como el Partido de Estado en la Argentina capaz de contener desde un López Rega hasta un Quieto, desde un Otaeche hasta un Eduardo Luis Duhalde (salvando las obvias distancias, más obvias en el segundo segmento de uno y otro ejemplo).

Es esa concepción la que tenemos que atacar en el plano teórico para impedir que la historia se repita y la izquierda, los sectores progresistas y antifascistas del peronismo nos encontremos mañana bajo la presión de los grupos de tareas que despuntan hoy en la Argentina y que debemos enfrentar sin vacilaciones ni concesiones.

Hace setenta años, un búlgaro, Jorge Dimitrov, nos enseñó que contra el fascismo no se puede retroceder, solo hay un camino y es enfrentarlo hasta derrotarlo.  El golpe en Chile contra Salvador Allende y los años del lobo en Nuestra Ameríca confirmaron esa enseñanza.

Sería trágico que no la hayamos aprendido.

Es la hora de la unidad en defensa de los espacios democráticos y de la lucha contra la impunidad y sus defensores, contra la vuelta del horror y el terror a nuestras vidas, por la desarticulación de todas las mafias y todos los pactos que preservan a quienes siempre han atentado contra la democracia y lo seguirán haciendo si no los paramos a tiempo.

A la calle que ya es hora.

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