Los “liquidacionistas” argentinos y la influencia de las ideas de Evert Drozz (en 1929), Earl Browder (en 1943) y Mijail Gorbachov (en 1989) en el Partido Comunista.


“es hora de que la política del frente democrático nacional

vaya a parar al rincón de los objetos inútiles para la revolución en la Argentina”…

Ernesto Giudice. Carta a mis Camaradas. 1973

“este Partido es nuestro y si hay que cambiarlo, lo vamos a cambiar.

 Pero no podemos irnos porque es nuestra vida, boludo.

 Y de nuestra vida no nos podemos ir.”

La Mechi al Ciego, “17 instantes de una primavera”

El comunismo es una de las culturas políticas más antiguas de la tradición argentina.  Para mital del siglo XIX no solo los grupos de inmigrantes europeos estudiaban y difundían a Marx, Engels, Bakunin o Blanqui sino que en las primeras publicaciones de los afrodescendientes se hablaba de socialismo, aunque por cierto de modos  pocos precisos.  Por su parte, los gremios y mutuales obreras comienzan a transformarse en sindicatos modernos y para 1890 todos ellos, socialistas y activistas, confluyen en acatar el llamamiento de la Segunda Interenacional Socialista a celebrar el Primero de Mayo poniendo fecha de nacimiento al comunismo argentino.  En 1896 se funda el Partido Socialista, en 1912 Alfredo Palacios es elegido Senador Nacional por el barrio de la Boca en Buenos Aires y logra la aprobación de las primeras leyes sociales y obreras; en enero de 1918 del Partido Socialista surge el Partido Socialista Internacional, luego Comunista; y de ambos, del Partido Socialista y del Partido Comunista surgirán una fantastica cantidad de fuerzas comunistas, algunas de las cuales todavía persisten, pero todas intentaron defender los intereses de la clase y el pueblo.  Pretender borrar su impronta de la historia y la realidad nacional es una tarea imposible de lograr y ni siquiera las dictaduras más feroces lo consiguieron.

Es cierto, entonces, que el movimiento obrero y el comunismo tienen un nacimiento temprano pero también es cierto que ese nacimiento tuvo un fuerte condicionamiento filosófico cultural del bloque de poder real, constituido poco antes en una especie de matrimonio de  tres partes: la llamada oligarquía (en realidad burguesía agraria con propiedad concentrada) con los llamados comerciantes urbanos (enriquecidos con el contrabando primero, bajo el monopolio español, y luego por convertirse en base de apoyo del Imperio Britanico) y el Imperio Britanico, hegemónico por entonces (antes lo había sido el español y luego sería el yankee). 

El positivismo de August Comte era la filosofía de cabecera de las burguesías locales pero a diferencia del Perú donde ya que el dictador de turno, Augusto Leguía, era fanaticamente  positivista, el marxismo de José Carlos Mariateguí asume un perfil fuertemente antipositivista y se abraza hasta con Sorel (un pensador del mito), en Argentina los intelectuales que se abrazan al socialismo como José Ingenieros o Juan B. Justo asumen la matriz ideológica del dominador.  Grave error de largas consecuencias.

Fundado en 1918, el Partido Comunista transcurrió una decada de debates, ensayos, consignas tales como “imponer los soviets a puñetazos”, sin que se configura un grupo estable de dirigentes y mucho menos una fracción hegemónica.  Ante el aparente bloqueo es la Internacional Comunista la que en 1928 envía una “carta” recomendando un rumbo y un grupo dirigente de modo tal que en el VIII Congreso se establece lo elemental: un rumbo y un grupo dirigente.  La intervención de 1928 era parte de los preparativos de la reunión de Montevideo en 1929 donde un suizo, Evert Drozz, trae en nombre del secretariado internacional (a esa altura ya es Stalin el que dirige el PCUS) la propuesta de luchar por una revolución democrática burguesa construyendo un frente democrático nacional, incluyendo la supuesta “burguesía nacional” a imagen y semejanza de la China que por entonces vivía la alianza del Partido Comunista de Mao con el Kuomintang llamado Primer Frente Unido (1926).  Pero América Latina no era China.  Mariategui dice que la Conquista de América es la última de las Cruzadas. Lenin había escrito que Argentina era el arquetipo de un tipo especial de países: dependientes donde se combinaba “independencia formal” con “subordinación real”. Desde entonces, al menos hasta 1959, los partidos comunistas esperaron la alianza con la “burguesía nacional” que nunca llegó, ni podría llegar ya que como en 1929 explica el “amauta”, las burguesias nativas nacieron bajo el ciclo de la dominación capitalista imperial y cada ciclo de reproducción capitalistas también implicaba la reproducción ampliada de su subordinación o “desnacionalización”de la economía hasta llegar a la condición mínima en que se encuentran casi todas las economías, empezando por Argentina.

La cuestión del carácter de la revolución y del lugar de la burguesía nacional dividirían aguas en los debates comunistas, luego del triunfo de la Cuba Socialista, también el tema de las vías: si solo las institucionales o también las no institucionales o lucha armada urbana o rural.  Debates que como decía el Che, se dirimirían en los campos de batalla y no en los seminarios de la Revista Internacional (espacio de debate creado luego de la disolución por parte de Stalin de la Internacional Comunista en tributo a la coalición militar antifascista (mayo de 1943)

Simultaneamente se despliega el discurso y la práctica del secretario del partido Comunista de los EEUU Earl Browder, que había pertenecido desde 1924 a los organismos dirigentes de la Internacional Comunista (titular del Comité Ejecutivo y suplente del presidium del ejecutivo desde el VII Congreso de 1935) y  que predicaba para la posguerra una sociedad de convergencia e integración entre el capitalismo y el socialismo y la transformación de la política de Unidad de los Estados Aliados Antifascistas (una política justa de unidad de acción contra el enemigo principal, pero que era obviamente una iniciativa táctica, y por ello temporal) en una estrategia de carácter permanente.  

Así, para Browder los resultados de la Conferencia de Teherán implicaban que “por una parte, el sistema del bipartidismo ofrecía medios adecuados para el ejercicio de los derechos democráticos fundamentales” y en consecuencia el Partido Comunista de los EE.UU. (tal como existía) era un obstáculo para la unidad nacional y debía ser disuelto (como efectivamente ocurrió en mayo de 1944 por resolución de una Conferencia Nacional del partido que se auto transformó en la Asociación Política Comunista) y por otra parte “el capitalismo y el comunismo habían comenzado a marchar juntos hacia la colaboración pacífica del futuro”.

Earl Browder decía y ejecutaba lo que la Internacional Comunista insinuaba: “nuestra reunión de Crimea ha reafirmado nuestra determinación común de mantener y reforzar en la paz que va a venir, la unidad de visión y de acción que ha hecho posible y seguro el triunfo de las Naciones Unidas en esta guerra” decía José Stalin por entonces en un ingenuo “fin de la historia” tan iluso como el que cincuenta años después proclamara Fukuyama.

Rodolfo Ghioldi en un articulo de mayo de 1944 en ocasión del XIV Congreso del Partido Comunista Uruguayo aprobaría entusiasta dicha disolución, así como el cambio de nombre realizado en Cuba bajo inspiración browderista: “En enero, el Partido Comunista de los EE.UU. resolvió proponer  a su Convención Nacional de Mayo el cambio de nombre por el de la Asociación Política Comunista Americana. Recogiendo lo nuevo de la situación nacional y mundial afirma  que “los acuerdos de Moscú, Teherán y El Cairo dan un programa para desterrar el espectro de las guerras civiles y de las guerras entre las naciones por varias generaciones….  Los comunistas norteamericanos no dejan de ser comunistas marxistas[1]

El mismo Arnedo Alvarez, en su informe al Comité Ejecutivo del 18/7/1944 decía: “Nosotros, comunistas, estamos dispuestos a no plantear ninguna demanda política o social que trabe o impida el desarrollo libre y progresista del capitalismo.  Por desarrollo progresista entendemos un desarrollo que impulse y vivifique los recursos naturales del país y que tome en consideración sus intereses y, en particular los de su población laboriosa, y estamos dispuestos –una vez abatida la dictadura pronazi- a cooperar en la solución ordenada de los conflictos entre el capital y el trabajo, sobre la base de discusiones y acuerdos amigables, llevados con un espíritu de consideración a los intereses de todos los factores progresistas que intervienen en la producción”.

Y explicaba “Nosotros organizamos hoy huelgas, luchas, acciones de masas, para derribar a un gobierno antipopular y antinacional. Logrado este objetivo primordial aseguramos que todos los problemas que se planteen serán solucionados por medio de entendimientos mutuos y conforme a la legislación” y más adelante afirmará “…los comunistas no persiguen fin o propósitos diferentes de aquellos fines o propósitos que se proponen todas las fuerzas democráticas y progresistas del país…una vez concertado tal acuerdo, los comunistas ajustarán toda su actividad y conducta al logro de los objetivos establecidos en común”[2]

Victorio Codovilla, por su parte, escribía desde su exilio en Chile: “para conseguir este objetivo (el de la unidad nacional antifascista, nota del autor) es preciso que, en lugar de intensificarse la lucha del proletariado y de las masas laboriosas de la población contra la burguesía, terratenientes y empresas extranjeras de cada país, se realice una política de entendimiento de todas las fuerzas progresistas con vistas al desarrollo de la industria, a la diversificación de la producción agrícola, al desarrollo armónico de la economía nacional, que conduzcan al aumento de la producción, en función de elevar el nivel de vida y mejorar las condiciones de trabajo de la clase obrera y del pueblo

Para concluir que  “La realización del plan de reorganización de la economía nacional y la participación del Partido Comunista en el gobierno de Unidad Nacional exige la colaboración franca y leal entre él y todos los sectores económicos y las fuerzas políticas que participen en el movimiento de Unidad Nacional y obliga a liquidar todo lo que tienda  a agudizar conflictos que puedan surgir en el seno del mismo y a realizar una colaboración constructiva.  Por consiguiente los conflictos de carácter económico y las desavenencias de carácter político pueden y deben resolverse a través del común acuerdo.  Las huelgas u otras formas de lucha violenta deberán ser la excepción y no la regla”.

Debilitado ideológicamente, acosado por las fuerzas policiales y de inteligencia desplegadas contra los comunistas por el gobierno surgido del golpe de estado del 6 de junio de 1943, el Partido Comunista va a sufrir una derrota política sin precedentes frente al Coronel Juan Domingo Perón que prácticamente va a liquidar la acumulación política lograda durante los años duros de la decada infame gracias al heroico esfuerzo de su militancia obrera y va a condicionar, hasta ahora, las políticas de las izquierdas comunistas y no comunistas.  

¿Enfrentar al peronismo por sus debilidades y combatirlo hasta derrotarlo como al fascismo alemán en la Segunda Guerra Mundial?  ¿Apoyar hasta subordinarse y luego disolverse a su interior por sus fortalezas dado que es el movimiento de liberación nacional realmente existente?  ¿Acompañar su experiencia con autonomía, construir las alianzas tacticas y estrategicas con sus sectores de izquierda reconociendo que hay allí fuerzas revolucionarias hermanas pero también  una hegemonía política burguesa a la que hay que derrotar si o sí para poder construir Poder Popular y Fuerza Antimperialista? 

Esos fueron los debates que atravesaron al partido Comunista en 1946 y en cada contexto histórico en las sucesivas ocasiones límites: el golpe gorila del 55, la resistencia obrera de los primeros 60, la sublevación obrera y popular del Cordobazo de 1969, la tercera presidencia de Perón de 1973, la dictadura fascista de 1976, los gobiernos de Alfonsin, Menem, De la Rúa, Néstor, Cristina, Alberto y ahora Milei.

Sin resolver esa ecuación, el Partido Comunista seguirá oscilando entre la marginalidad más rigurosa o la subordinación más humillante.  Y todos estos debates se potenciaron con la Peretroika de Gorbachov y sus adlateres argentinos que constituyeron una fracción subordinada y disuelta en el Kirhcnerismo que funge como la izquierda de quienes han declarado mil veces “que a su izquierda está la pared”

Lo que está en juego es la continuidad del Partido Comunista en la Argentina sometido a un proceso de debilitamiento, ahogo financiero, vaciamiento ideológico y disolución sin precedentes

Para los revolucionarios de América Latina la exigencia de supervivencia deviene de dos grandes procesos convergentes y de largo plazo, cuestionadores de  nuestra identidad y supervivencia política: el fin del ciclo soviético de 1918 a 1990 y el agotamiento de la decada progresista de América Latina (2005/2015).     Uno puede ignorarlos o intentar comprender para superar sus efectos.    O puede creer que Putin es Lenin  y Boric Salvador Allende, pero los hechos son duros

El comunismo surgido como Movimiento Político en 1847, estrenado en la Comuna de París en 1871 , ensayó una ofensiva generalizada entre 1917  y 1922.   Logró tomar el poder en el antiguo imperio ruso, pero fracasó en las revolución alemana, polaca, hungara.  El sueño de un socialismo europeo simultaneo (Rusia sería la chispa que encienda a Alemania, Francia e Inglaterra) devino en “el socialismo en  un solo país” bloqueado y atacado brutalmente siempre.  A pesar de ello, entre 1918 y 1990 el mundo conoció otra manera de organizar la vida y el socialismo triunfó en China, Viet Nam, Corea del Norte, Cuba y  una serie de paises europeos que quedaron bajo influencia rusa luego de 1945.  La ONU y toda la estrcutura jurídica internacional de los derechos humanos se debe a la relativa paridad de fuerzas (más relativa que real, pero que asustaba a Occidente)

El experimento socialista (luego de los cambios stalinistas y de la burocracia que deriva en Breshnev) estaba agotado para fines  de los 60 pero la crisis del Petroleo  (la URSS era exportadora de petroleo) las sublevaciones urbanas de París y Córdoba y el triunfo de Vietnam le alargan la vida, pero en vano. La Carrera armamentista le come la fuerza y la falta de Poder Popular agota el proceso. La Perestroika es el instrumento ideológico del suicidio iniducido.  Por ello la derrota fue tan ignominiosa.  No hay un solo heroe de la derrota sovietica.  Nadie murió defendiendo las banderas rojas y eso pegó muy duro.  Sin embargo, el ciclo 1918 1990 causó una conmoción cósmica que todavía retumba y jamás renunciaremos a sus logros gigantescos que no podrán borrar ni el Imperio ni los liquidacionistas.  La Perestroika destruyó la URSS y el Pacto de Varsovia, la RDA, Hungria, Polonia, Checoeslovaquia, Yugoeslavia, Albania, Rumania; países como Yemen del Sur y casi todo el Movimiento Comunista Internacional incluyendo al PCUS y el PCI los dos más grandes partidos polítcos del mundo de entonces.   La oleada liquidacionista se expresaba en la exigencia de cambiar nombre y desaparecer, pero no solo.

El eje de la Perestroika es que no hay enemigo, que se puede converger entre el capitalismo y el socialismo. Una idea muy de Stalin como ya lo mostramos al citar a Browder.

El instrumento final  (sometida a una carrera amamentista  y un bloqueo feroz por decadas) de destrucción fue una construcción ideológica cultural, el “nuevo pensamiento” (conocido por uno de sus pilares: la transparencia o Glasnot en ruso) que liquidó las últimas reservas del debil socialismo soviético víctima del abandono stalinista del proyecto bolchevique de revolucionar todo desde abajo y desarticulando el Estado  pero también de la burocratización esterilizante del dominio de Breshnev sobre el PCUS.    

Obligados a reaccionar ante una crisis terminal y la pérdida de la carrera armamentista contra los EEUU, optaron por rendirse casi incondicionalmente de un modo tal que no solo destruyeron el estado socialista sino que casi transforman a Rusia en una dócil colonia americana, el odio de Occidente contra Putin y su grupo es porque frustró tal alternativa e hizo recuperar algunos de los rasgos del viejo estado soviético en cuanto a seguridad y relativa planificación de las políticas que han vuelto a poner a Rusia en el tablero mundial. 

La idea de que en la decada del noventa no hay enemigos contra quien pelear, sino socios con quienes encarar los nuevos desafíos tecnológicos y ecológicos sedujo a una burocracia que hacía rato había abandonado toda energía revolucionaria.  Fuera de la URSS uno de sus resultados visibles fue la casi completa desaparición de los grandes partidos comunistas que adhirieron a dichos fundamentos: empezando por el PCUS  y toda la runfla de grupos burocráticos aupados en los gobiernos de Europa del Este pero también con el más poderoso partido politico de Occidente, el mítico Partido Comunista de Italia y muchos más.  De lo que se habla menos es que la Glasnot liquidó a la vieja socialdemocracia para dar paso a la derechizacion de los partidos como el Socialista Español o Francés, el Laboralismo britanico y los populistas de América: el PRI (Partido Revolucionario Institucional) de México, el APRA de Perú y el Partido Justicialista de Argentina. 

La oleada posibilista y de claudicación también afectó al PT de Brasil y algunos de las formaciones clásicas del comunismo latinoamericanos como el PC de Chile  que, luego del fallecimiento de su líder histórica Gladis Marin  pasó a apoyar la denostada Concertación, proceso que desembocó en la tragedia de Boric para la izquierda chilena y hasta constituyó una corriente al interior del Partido Comunista de Cuba (los “jovenes turcos”  Carlos Lage  y  Perez Roque en el 2009 y antes Robaina). 

Sin embargo, la izquierda comunista sobrevivió en América.  De la mano de Fidel al frente del gobierno de Cuba; con Marulando, fusil en mano en la montaña de Colombia; con Shafik en El Salvador y, humildemente, con Patricio en la Argentina.  

Agotado el ciclo de energía distributiva  y de renovación civilizatoria, buena parte de la dirección kirchnerista ha emprendido una loca fuga al pasado,  a la época de la tercera posición o del ni yankee ni marxista.  Pobres, en su ingenua ignorancia de la política internacional (la única que importa al decir del General) creen que así se reconciliarán con  una burguesía nacional que ya no existe  y desde su retiro la mira con desprecio y asco, como a los conversos.  Si cuando era algo así como de centro izquierda moderada su afirmación de que a su izquierda no había nada, ahora que está corrida al centro derecha (somos generosos por razones humanitarias) lo suyo ahora es macartismo puro y duro, rindiendose así ante la ofensiva imperial de Milei y la CIA.  Las fuerzas claudicantes pisaron fuerte en el Partido Comunista.  Una tras otra se fueron retirando grupos y dirigentes.  Como reconoció el digno compañero Eduardo Sigal, algunos comprendieron que nunca habían querido ser comunistas sino democráticos, y  nada reprochable hay en esa conducta.   Pero otros,  emprendieron  un camino de engaños y extorsiones desde las posiciones que el Partido les había dado en una empresa cooperativa construida en más de cincuenta años de militancia comunista para cumplir el mandato de la época: un partido comunista que se llame solidario, que abandone el objetivo del socialismo, que agrupe a empresarios y funcionarios de muy alto nivel económico y que sea funcional al peronismo en cualquiera de sus formas .  No solo han servido al kirchnerismo, amigos de Massa se preparan para acompañer el proximo ciclo centro derechista del peronismo

Al final, los que perdieron la votación en el comité central proponiendo disolver el partido (1997), la ganaron en la vida real.

El movimiento cooperativo de crédito nació en la provincia de Santa Fe.  En una gira por la provincia de Santa Fe, Florindo Moretti descubrió en Moises Ville que la comunidad  judia financiaba la escuela propia con una caja de créditos que reemplazaba la banca privada sin grandes ambiciones: resolver pequeños problemas de financiamiento de los colonos y sostener el culto y la escuela judia.   Durante decadas el partido Comunista invirtió cuadros, militantes, recursos de todo tipo para desarrollar las cajas de crédito que a su vez contribuían a financiar el movimiento popular.   Como se sabe ahora, no era la principal fuente de recursos (los recursos los creaba el celebre grupo de Gelbard conocido como el Directorio, el mismo que llegó a ser Ministro de Perón en el 73) pero constituía una especie de reserva del movimiento popular, sobre todo contra la dictadura de Ongania acompañando a la Confederación General Empresaria de Gelbard.  La primer claudicación política fue aceptar la imposición de la dictadura de disolver las cajas de crédito y transformarse en Bancos bajo la reglamentación del Banco Central.  En esas condicones empezó a resaltar un grupo de funcionariois que destacaban por la naturalidad con que asumieron el nuevo rol de Banqueros olvidando aquella definición teórica tan exacta de Bertol Brecht que fundar un banco era mucho más grave que robarlo.

La vida nos pone ahora, al final del ciclo kirchnerista, ante la posibilidad de burlar a los liquidacionistas banqueros (los que votaron en el Congreso la Ley Antiterrorista y en la Legislatura de Caba la entrega de la Esma a Macri disolviendo el Instituto Espacio para la Memoria; los que apoyaron con pasión el ajuste de Massa que nos trajo hasta aquí) relanzando el partido Comunista sin vestigios del reformismo burocrático de la pandilla liquidacionista, a los que la historia pondrá en el mismo basurero que a Gorvachov o Yeltsin.

O alguién se acuerda de Chacho Alvarez?

PD

Este articulo fue elaborado sobre la base de un encuentro con militancia comunista y recoge  una larga lista de investigaciones y ensayos por más de veinte años los cuales pueden servir de consulta para el lector interesado

Algunos de los debates comunistas ante el surgimiento del peronismo y las elecciones de 1946

Dos conferencias en el Archivo General de la Nación sobre el XVI Congreso del Partido Comunista

Mariategui y los comunistas argentinos

A ciento veinte años del Que hacer de Lenin es perentorio refundar la izquierda en la Argentina

El regreso de la burguesía nacional en el imaginario del comunismo argentino


[1] del folleto citado

[2] del folleto citado

Deja un comentario