Luis D Elia es protagonista de las luchas populares desde la década de los noventa. Se hizo conocido nacional e internacionalmente por su rol en la irrupción en el escenario político de un nuevo sujeto político: el movimiento de trabajadores desocupados, organizado centralmente en el territorio y no en la fábrica (como había sido desde fines del siglo XIX hasta fines del siglo XX).
Junto con tantos otros fue el gestor de un nuevo modo de lucha que se nacionalizó primero e internacionalizó después, el corte de las rutas para impedir la circulación de las mercancías en lugar de la huelga (interrupción de la producción de las mercancías). Es por ello que cosecha odios y persecuciones de larga data.
Desde anoche está de vuelta en el penal de Ezeiza, a pesar de su deteriorada condición física que ameritaría sin más la prisión domiciliaria como se le otorga a cientos de genocidas, asesinos, torturadores, violadores de prisioneras y ladrones de niños recién nacidos. Por mero ejemplo, al ex Juez Federal Víctor Hermes Brusa, condenado a 23 años por participar en procesos de torturas en la ciudad de Santa Fe de los cuales fui víctima, como decenas de otras y otros compañeros.
Luis está preso como decenas de compañeras y compañeros. Pero en esta ocasión no hay “dibujo” de fraude, corrupción, robo u otros dibujos de los practican Stornelli y Bonadío (cuyo modus operandi aparece en los dichos y pruebas colectadas en la causa D Alessio): a Luis se le acusa de haber actuado en defensa de sus compañeros en junio del año 2004.
Precisamente el 25 de junio, a pocas horas de conmemorarse el segundo aniversario del asesinato de los militantes Kosteki y Santillán, Juan Carlos Duarte asesinó a Martín “Oso” Cisneros, uno de los principales referentes del Comedor Los Pibes, en su casa del barrio de La Boca. Un hecho que se venía anunciando por las amenazas y algunos hechos delictivos que se sucedían contra los militantes de la organización. El asesino del “Oso”, Juan Carlos Duarte, era un conocido de la policía y del barrio, célebre como “gordo colchones” porque lideraba una banda que cometía ilícitos y que era vox populi que contaba con complicidad de las fuerzas del orden, que liberaban las zonas o nunca lo encontraban. El asesinato de un militante tan popular como el “Oso” provocó una pueblada en el barrio que se movilizó indignado hasta la Comisaría 24, que protegía al “gordo colchones”, momento en que se produce La Toma de la Comisaria y cuya consecuencia fue que sea apresado y encarcelado para ser condenado años después.
En el país del no me acuerdo y el mundo al revés, acaban de encerrar en un penal federal a Luis D Elia; Duarte, el asesino, cumplida parte de su condena, volvió a vivir a La Boca.
La persecución a Luis adquiere el formato más que clásico en la Argentina: perseguir y judicializar a los que resisten la dominación por medios violentos (Duarte era un sicario e la Federal), es el momento entonces en que el conjunto del movimiento piquetero y social, el conjunto de organismos de derechos humanos y de fuerzas populares, sociales y políticos, una su grito y exigencia de Libertad inmediata para Luis D Elia y todas y todos los presos políticos.
Con presos políticos no hay democracia.
Con Chocobar y Echazu libres no hay Nunca Más.
¡Gracias José! Difundo
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