El crimen de Santiago Maldonado fue encubierto desde antes que se cometa.
Lo encubrieron los que arrasaron con los pueblos originarios al sur del Río Colorado, a finales del siglo XIX. Le llamaron “Conquista del Desierto” a lo que no fue más que un miserable asalto armado de territorios habitados por miles de años por mujeres, hombres, ancianos y niños que no tenían posibilidad alguna de resistir el poderío de las modernas armas de fuego ni la maldad infinita de los soldados de Roca y sus herederos del Ejercito nacional.
El genocidio fue culminado con el robo de las niñas y los niños que pasaron a ser sirvientes a tiempo completo y absoluto de las ricas y los ricos de Buenos Aires. O sea de los Bullrich, los Echevehere y los Martínez de Hoz. Esclavos para ser precisos.
En el relato de los orígenes de la nación argentina los desaparecidos desaparecen como si todos los habitantes del suelo argentino hubieran bajado de barco en un lugar despoblado y vacío. Para los rebeldes e insumisos de aquellos inmigrantes forzados a trabajar la tierra para el terrateniente y las máquinas para el industrial, la ley 4144 de 1902, el Estado de Sitio en 1910 y la picana, la Sección especial de lucha contra el comunismo desde 1930 hasta hoy pasando por todos los golpes de Estado y todas las torturas, secuestros, detenciones por razones políticas y asesinatos. Y siempre La Nación encubriendo todos los crímenes.
Luego se sumó Clarín y el coro de miserables de la pluma y la palabra que siguen pensando como el genial maestro que escribiera sin vacilar: “Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado” unos treinta años de que la espada de Roca hiciera realidad su prosa insigne
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El ex secretario privado del General Genocida Roca, el Diputado Nacional Dionisio Schoo Lastra escribió en 1886: “la casi extinción de la raza indígena en nuestro medio se debe al hecho de que los indios eran demasiado socialistas. (…) Eran comunistas, y la carencia del sentido de la propiedad indispensable para imponer al hombre la ley del trabajo, que es su ley sagrada, fue la causa de la casi extinción de la raza”.
La campaña del Desierto y el asesinato de Santiago Maldonado se hicieron en nombre de la misma causa, la defensa del Dios Dinero y el Capitalismo, de los terratenientes usurpadores de las tierras ancestrales de los pueblos originarios.
¿La Nación, quién ideologiza el debate, nosotros o los predicadores del odio contra los pueblos originarios y todos los que nos asumimos sus hermanos?, ¿los que pedimos verdad y justicia o los que hablan en defensa de los asesinos?
El 29 de agosto denunciamos penalmente al presidente de la Nación y casi todo su gabinete, al Jefe y la cadena de mandos de la Gendarmería, por el delito de encubrimiento de la desaparición forzada de Santiago Maldonado. A esa fecha aportamos todas las falsas teorías sembradas por Bullrich y Macri, potenciadas en su versión más bastarda por La Nación, Clarín y sus secuaces. El fiscal Delgado convalidó nuestra denuncia y pidió una serie de pruebas entre ellas un informe de Peña sobre lo actuado por el Gobierno Nacional en un episodio derivado, sin dudas, del accionar de una fuerza bajo su mando.
El juez Canicoba Corral, impotente de aplastar la denuncia apeló a una vieja chicana judicial que es impedir la investigación so pretexto de una cuestión de jurisdicción. De nuevo el Fiscal Delgado y ahora también el fiscal Moldes acompañaron nuestro criterio de que el delito se consuma en la Casa de Gobierno, puesto que allí actúan los ordenadores del encubrimiento, empezando por Macri y siguiendo por Bullrich y Garavano.
El 10 de octubre, el Dr. Eduardo Barcesat y el autor de esta nota, sostuvimos ante la sala uno de la Cámara Federal en lo Criminal y Correccional Federal lo pertinente de nuestra denuncia sumándole la increíble seguidilla de operaciones de encubrimiento que los acusados, siempre con la participación activa de los periodistas y dueños de los medios de propaganda encabezados por La Nación y Clarín.
Los jueces Bruglia y Ballestero encubren a los encubridores puesto que con su silencio impiden que la investigación se realice ya sea en el Juzgado de Canicoba Corral (como entendemos nosotros y los dos fiscales) ya sea en el Juzgado de Esquel, como entiende el Dr. Canicoba Corral.
A los que reclaman transparencia les preguntamos ¿qué temen de nuestra denuncia que no quieren siquiera investigar con “sus” jueces y fiscales?
El diario La Nación de hoy se atreve a proponernos que nos disculpemos con los asesinos de Gendarmería, nosotros le contestamos que por sus acciones de encubrimiento están cometiendo delitos graves de violación a los derechos humanos. Y que ni Macri ni Lorenzetti son para siempre. Que hubo Videla, Viola, Galtieri, Menem y De la Rúa.
Y que a pesar de ellos conquistamos memoria, verdad y justicia. Una vez y lo volveremos a conquistar.
A Santiago lo mató Gendarmería, a Gendarmería la encubrió Macri, Garavano, Bullrich, Nocetti y los jefes de Gendarmería, y a los encubridores los encubre Canicoba Corral, Bruglia, Ballestero y los editorialistas de La Nación, Clarín y sus reproductores seriales Todo está guardado en la memoria.
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