Por la mañana, en la sede de la Unión Industrial del Partido de La Matanza, en la localidad de San Justo, a unas treinta cuadras del lugar donde Luciano fue torturado en setiembre del 2008, comenzó el juicio oral contra uno solo de los Policías que pretendieron “conchabarlo” como “ladrón con permiso” y que ante la firme negativa de Luciano, lo capturaron y torturaron salvajemente primero y luego, unos meses después –ahora sabemos- lo volvieron a secuestrar y lo asesinaron “desapareciendo” su cadáver hasta el pasado 17 de octubre de 2014.
Para su familia y los organismos de derecho humanos que acompañaron su reclamo, nunca hubo dudas que “a Luciano lo mató la Policía” en un episodio inscripto en una secuencia más larga y más amplia que algunos llaman “violencia institucional”, otros “gatillo fácil” y que constituye una práctica terrorista desplegada desde el Estado como tal, es decir como el conjunto de organizaciones, instituciones, creencias y hegemonías que perpetúan la dominación en la Argentina.
Lastima que los que no comparten esta mirada no se dieron la chance de escuchar la audiencia oral de hoy donde podrían haber obtenido información incontrastable sobre esta verdad de Perogrullo. Veamos rápidamente.
La defensa pública del Policía (debería decir de la Policía, institución, o sea la Bonaerense) presentó su hipótesis de defensa alegando que el Oficial Torturador (no pienso dar nombre a esa rata porque escondería a los miles que hacen lo mismo, ahora mismo) es un preso político, víctima de un complot entre los organismos de derechos humanos y los gobiernos nacional y provincial que han presionado a la Justicia para hacer de un caso vacío de pruebas un juicio oral. Igualito que los defensores públicos de los genocidas. El Estado Democrático de nuestros días acusando al Estado Democrático de inventar crímenes de Estado del mismo Estado que nació torturando guaranies y criollos para no dejar de asesinar, si era necesario, para salvar la base económica y social del Estado verdadero, que de democrático, el nombre.
En el testimonio de la mamá de Luciano, verdadera Madre Coraje que soportó todos estos años la angustia de no saber nada de él y que hoy enfrentó por vez primera un Tribunal Oral que la ninguneó todo el tiempo y que ni siquiera entendía que su profesión es ser artesana, se demostraron todo los elementos del Plan de Exterminio y los sueños de la niñez masacrada en estos años.
Dijo Mónica que todo comenzó cuando Luciano rechazó la oferta de trabajo que le había hecho la Policía, o sea pasar a robar para ellos; digo, que Luciano renuncie a su empleo en una fundición para pasar a ser un desocupado ocupado en robar para la Gorra. Y mostró luego la impunidad asquerosa de quienes lo detenían para pegarle y le armaban causas falsas, como la de setiembre del 2008 (un MP4 y un celular habría sido el botín del robo supuesto, que nunca mostraron ni apareció en las pruebas) y que llegaron al colmo de amenazarlo delante de ella cuando finalmente, luego de nueve horas de una detención ilegal de un menor, incomunicado y sometido a todo tipo de torturas físicas y psíquicas. Mónica, razonablemente, trató de que Luciano no señalara a sus torturadores en el momento de entregarlo a su madre, lo que produjo un gran enojo en Luciano (“no me crees a mi, le crees a la Policía” le grita asombrado y dolido), enojo que todavía le produce a Mónica una culpa inconmensurable, irreparable que se agranda por la incomprensión del último pedido de Luciano.
Contó Mónica que tiempo después de aquel nefasto día de torturas, Luciano le dijo que si se iba, le pusiera su camiseta de River. Adonde vas a ir, le preguntó Mónica sin comprender. Luciano volvió a enojarse, “las madres nunca entienden nada”; te digo que me voy a ir antes que vos y que quiero que la cuides a la Vane que es mi vida y que te cuides para cuidar a mis hermanitos, le respondió Luciano para dar a la última reflexión de su mamá en el juicio.
Ya no tenía sueños. Atrás había quedado su sueño de viajar a las Cataratas de Iguazú, conseguir un empleo seguro y bien pago, estudiar y formar su familia.
Por ese sueño lo mataron; porque si a la generación del Cordobazo la victimizaron por su sueño de Patria y Socialismo, a Luciano y sus pares, los matan porque el capitalismo argentino no tiene lugar para niños pobres que no quieran ser “soldaditos” de la Bonaerense o de los Narcos, que vendría a ser más o menos lo mismo, para no decir igual.
Porque para que ese sueño fructificará tiene que desaparecer la Bonaerense y la tortura, y a “tanto” no está dispuesto ninguna fracción de la burguesía argentina. Ni la más derechista, machista, elitista y brutal, digamos Macri, Massa o Scioli; ni la más progresista que nos ha gobernado estos años y que no tiene grandes dudas en enjuiciar a los asesinos de la Esma pero que hoy faltó a la cita en el Juicio por los crímenes de la Bonaerense. Una lastima, seguro que se podría aprender mucho más de la Argentina real de estos años escuchando a Mónica, a Vanesa y al propio torturador de la Policía que en tantos y tantos actos de nostalgia que no logra contactar con los miles de Lucianos y Vanesas que han crecido entre nosotros y que encarnan, sin lugar a dudas, a los treintamil y la heroica lucha por Verdad, Memoria y Justicia. Toda la verdad, toda la memoria y toda la Justicia. También la de Luciano, carajo