Solidaridad con el pueblo uruguayo, sus organizaciones sociales y políticas, los sobrevivientes y familiares de víctimas del Terrorismo de Estado que hoy resisten un nuevo intento de la Corte Suprema de garantizar la total impunidad para los perpetradores del Genocidio, intento que pretende ser utilizado para cuestionar la legitimidad y la legalidad del proceso de Juicio y Castigo que en la Argentina y otros países latinoamericanos se ha conquistado en los últimos años. Los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles e inamnistiables; pretender otra cosa es retroceder décadas en la larga marcha por la conquista de los derechos humanos para todos.
En una seguidilla de acciones ultra reaccionarias, la Corte Suprema separó a la Jueza Mariana Mota que venía impulsando cerca de cincuenta causas por crímenes del Terrorismo de Estado y frenó la aplicación de un gravamen (ICIR) sobre la oligarquía uruguaya, antes de completar la semana pretendiendo borrar de un plumazo décadas de sentencias y doctrina acuñada por las Cortes Internacionales y específicamente la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sobre la que se basa todo el andamiaje jurídico con que se juzga, en diversos niveles y ritmos, a los genocidas latinoamericanos.
La pretensión de la Corte Suprema Uruguaya es vana.
Los juicios no han sido concesión graciosa del poder en ningún lado, y mucho menos en Uruguay. Son conquistas de los pueblos que sabrán, estamos seguros, defender su derecho a juzgar los genocidas de ayer, porque es un buen modo de cuestionar al Poder Real que continúa expoliando los pueblos y pretende anular toda decisión que afecte sus privilegios históricos, aquellos que motivaron el collar de dictaduras militares de los 70, del cual el autogolpe de Bordaberry fue un puntal.
Ante las primeras reacciones de la derecha argentina que celebra el fallo y sueña con revertir nuestro proceso de Juicio y Castigo, les decimos que ni lo sueñen; que ni en Uruguay ni en Argentina lograrán dar marcha atrás en la historia, y tal como en estos días lo mostró el pueblo ecuatoriano, con sus más y sus menos, con sus avances y retrocesos, con sus búsquedas y certezas, Latinoamérica camina hacia la Segunda y Definitiva Independencia y la conquista de una democracia verdadera, sin represión al pueblo ni ningún tipo de impunidad.
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