Los hechos ocurridos en Bariloche, Rosario y algunas localidades del Gran Buenos Aires admiten muchas lecturas e interpretaciones, pero siempre que se parta de una verdad de Perogrullo: el país que fundaron los terroristas de Estado no murió del todo, ni siquiera con los juicios y las condenas contra muchos de sus ejecutores. Justamente, al sentenciar por Genocidio por primera vez en nuestra historia, el Tribunal Oral Federal de La Plata, insiste en proponer un debate sobre la profundidad de los cambios introducidos por la violencia estatal, dado que el concepto moderno de Genocidio lleva implícita la idea de la destrucción de un grupo nacional como tal en aras de la reorganización radical de un país. Y es así: en el país de las vacas y el trigo, en el país del crecimiento a tasas chinas, sigue habiendo pobreza y hambre, y los pobres de Bariloche ni siquiera tienen calefacción en el país del gas y el petróleo como ha reconocido su intendente.