El año que luchamos sin contar con el Toto Zimerman
En un poema sobre el Che decía Silvio Rodriguez que nuestro primer deber sería impedir que lo pongan en un lugar sagrado, es decir, inmaculado, eterero, sin contradicciones ni pasión, sin errores ni temores.
Es decir lejos de la enorme humanidad que caracterizaba al Toto.
Qué decir entonces en este primer aniversario de su ausencia física?
Cómo no ofenderlo con frases vacías y gestos rituales?
Cómo ser coherentes con su herencia teorica y práctica?
He aquí un desafío de los que gustaba afrontar el Toto
Se me ocurre entonces que nuestro homenaje podría tener dos partes: un rescate de su legado conceptual, de sus aportes teóricos a la lucha por los derechos humanos en la Argentina post dictatorial, algo que a veces quedaba oculto tras su practica avasallante y formidable, ya se sabe de su papel en Budge, de la creación de la Correpi en el 92, de la cantidad de fallos contra policías asesinos que logró, de su labor de liegislador por Izquierda Unidad, de su aporte a la recuperación del Pozo de Banfield y de tantas y tantas otras batallas que lo contaron como animador incansable.
Y un balance de sus compañeros de la dirección nacional de la Liga de la que formaba parte al momento de su deceso, una dirección recompuesta en diciembre de 2005 con su aporte y que hoy puede hacer balance de lo actuado en un gesto que estamos seguros el apreciaría como apreciaba la coherencia y el esfuerzo de cada un por decir lo que pensamos y actuar en consecuencia.
A mi me parece que el Toto aportó de un modo fundamental a un nuevo pensamiento de los derechos humanos en la Argentina, a una nueva doctrina de los derechos humanos que todavía no terminó de nacer pero que seguro que cuando madure tendrá las huellas de su pensamiento y de su acción. Una doctrina que se aparte de los vicios de culto a lo jurídico y lo legal, de estatalismo para hablar en terminos academicos para designar la deformación –tan extendida en el movimiento popular argentino- de pensar todas las reivinidicaciones sociales en relación con lo que el Estado puede o no puede hacer. Creo, sincera y profundamente, que el ¨Toto aportó a restablecer una concepción correcta del Estado entre los luchadores por los derechos humanos. Una concepción del Estado que reivindica lo mejor de la tradición marxista, el Estado es el consejo de negocios de la burguesía como Clase, al decir de Carlos Marx, el Estado es siempre un organo de dominación de una clase sobre la sociedad, repetiría Lenin en visperas del Octubre Rojo y el Estado es un sistema de relaciones de dominación que combina la coercción con la construcción de consenso diría Antonio Gramsci.
Y de allí la posición doctrinaria y práctica de Toto en la visiíon de que los temas jurídicos son siempre conflictos políticos y por ende, requieren de acciones populares extra jurídicas para avanzar o como él decía que el abogado es solo una parte y no la más importante, en la lucha por la verdad y la justicia.
O su visión de que entre el movimiento popular y el Estado debe haber una relación de autonomía y exigencia, nunca de compromiso y menos de tolerancia.
He aquí, acaso, el nudo teórico de la crisis que atravieza al movimiento de derechos humanos en la Argentina, tironeado por quienes quieren subordinarlo a un gobierno de discurso y gestos de respeto a los derechos humanso y una práctica de tolerancia con la impunidad histórica y actual. La desaparición de Julio López, el asesinato de Febres, la exigua cantidad de fallos contra el Terrorismo de Estado, que se cuentan con los dedos de una mano, la práctica cotidiana de la tortura en sede policial y del «gatillo fácil», la judiicialización de la protesta social y la represión calificada a los que luchan son una parte de la lista contundente de violaciones actuales a los derechos humanos, para no hablar de los 25 bebés que mueren diariamente según la Unicef por causas evitables o del escandalo de la desnutrición infantil y de los ancianos en el país del boom sojero y la exportación de la leche y la carne por millones de dólares.
Si no confiar en el Estado, digo en los jueces y políticos del sistema, en los punteros y comuncadores, en quién confiar entonces? Pues en la fuerza del pueblo organizado, en la capacidad popular de gestionar poder. En la creación de poder popular desde la lucha misma contra el acto represivo.