Una mirada al dominio dictatorial sobre la sociedad en un punto impensado: el futbol y los clubes de barrio


Convocado por la Comisión de Hinchas de San Lorenzo, el martes 21 de junio participé en un acto/conferencia de prensa, realizado en un bar de Avda. La Plata al 1700, bar que estaba justo frente al desaparecido estadio de fútbol. Fue para todos, los hinchas y yo, una experiencia inedita: hablar de derechos humanos, del Terrorismo de Estado y de fútbol ante unas trescientas personas, casi todas portando símbolos de su corazón cuervo.

No pude dejar de pensar que tres días antes, en el entierro del dirigente ferroviario comunista de Villa Constitución, Carlos Sosa, uno de los lideres del Villazo y secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos de Villa Constitución, una bandera de San Lorenzo cubría su cuerpo en el feretro, junto a la roja del comunismo y la azul y blanca de la Argentina. Es que ese es el lugar que ocupa el futbol en la sociedad argentina: una pasión popular incomparable, a la que la dictadura y el Terrorismo de Estado no podían dejar de prestar atención y darle tratamiento.

Para hoy, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, en su ciclo Julio Viaggio sobre Empresas y Terrorismo de Estado que se realiza en el auditorio Mabel Gutierrez del Edificio Cuatro Columnas que fuera asiento de la Escuela de Mecánica de la Armada, ha convocado a debatir sobre la denuncia de los hinchas del Club San Lorenzo acerca “la desaparición del Estadio del Club Atlético San Lorenzo de Almagro a través de la coacción permanente de distintas ordenanzas que empujaron al Club Social y Deportivo a una venta irrisoria para los valores de entonces”.

Según el estudioso del tema Adolfo Res “Las ordenanzas 36.019 que disponía la realización de un conjunto urbanístico destinado a vivienda colectiva y la 38.696 que reglamentaba la prolongación de las calles Muñiz y Salcedo y que cortaban en dos el predio que ocupaba el Club y el Gasómetro, fueron parte decisiva a la hora de que a San Lorenzo lo echen de su propiedad.  Pero como para el régimen asesino imperante las ordenanzas parecían no alcanzar para la expulsión del Club de su propiedad de Avenida La Plata al 1700, las amenazas personales a los dirigentes que gobernaron a la Institución fueron moneda corriente. Así fue que el Brigadier Osvaldo Cacciatore desde 1978 en adelante utilizó emisarios para hacerle llegar mensajes a los Dirigentes de San Lorenzo, “comunicando”  que el Club debía dejar el predio que tenía como propiedad en el Barrio de Boedo. Uno de estos mensajeros como relata el escritor y periodista Enrique Escande en su libro “Memorias del Viejo Gasómetro” fue el popular relator José María Muñoz, quien le hizo saber al Vicepresidente de entonces de la Institución, Juan José Passo que “El señor Brigadier está muy disgustado con el Club”, el apriete fue una constante del gobierno de facto y se profundizó aún más cuando el mismo Cacciatore recibió al propio Passo junto al presidente de San Lorenzo Moisés Annán en dos oportunidades, para decirles en la ultima reunión que su paciencia se había acabado y que se apuraran a vender porque sino pasaría la topadora por la totalidad del Club, los dirigentes de San Lorenzo con el lógico temor de aquellos años, le contestaron que para que ello sea posible esto debía aprobarse por los Asambleístas del Club, el mismo Brigadier respondió hagan lo que tengan que hacer, pero “vendan porque sino caeré sobre ustedes piensen en su familia”.  El Presidente Vicente Bonina intentó por todos los medios convencer al Intendente Osvaldo Cacciatore de que se reabra la cancha en 1981. En diferentes reuniones que tuvo en la Intendencia, el Brigadier se negaba a reabrir el Estadio argumentando que todas las instalaciones estaban en mal estado…fue el final del Club, al año siguiente San Lorenzo se vio obligado a mal vender su predio histórico, la Dictadura Militar se llevó puesto con total impunidad y autoritarismo a un Club de raigambre popular que tenía sentido de identidad y pertenencia en el barrio de Boedo.”

Hasta aquí la denuncia de los hinchas, que ayer se alimentaba de recuerdos que rozan el mito: hablan de una bandera de las Madres desplegada por la hinchada de San Lorenzo en plena dictadura, como razón última del odio gubernamental contra el tradicional club de Boedo. Historias a recuperar. Lo indiscutible es que las referencias al modo en que la dictadura obligó a los poseedores de acciones de Papel Prensa a entregarlas, casi gratuitamente, a los dueños de Clarín y La Nación, son llamativamente parecidas al modo en que el Brigadier Cacciatore obligó a la Comisión Directiva del Club a malvender el estadio con el doble objetivo de hacer un negociado inmobiliario (inmediatamente el espacio físico fue comprado por Carrefour para construir un Supermercado, ¿acaso con pleno conocimiento del negociado como en el caso de Papel Prensa?) y desarraigar un club social de amplia actividad deportiva, cultural y social de todo tipo.

La sintesis más compacta del Genocidio: un negocio para pocos y la destrucción de las redes sociales de organización popular, por más inocentes que nos puedan parecer ahora.   Por mi parte, al avalar la denuncia y anunciar la actividad en la ex Esma, traté de explicar el Terrorismo de Estado como un mecanismo de disciplinamiento social que buscaba cambiar profundamente el comportamiento social argentino, empezando por la lucha política y sindical, pero abarcando también los modos de organización territorial, y eso incluía a los clubes de barrio que por décadas había creado el movimiento popular argentino desde todas sus culturas políticas y especialmente desde el anarquismo, el comunismo y el peronismo.

Y que al potenciar el debate para recuperar el espacio físico donde estaba el estadio de San Lorenzo, hoy ocupado por un supermercado de Carrefour, era necesario extender la mirada hacia un fenómeno más profundo: la mercantilización casi absoluta de una pasión argentina, el fútbol, de modo tal que no solo lo han transformado en un negocio multimillonario, vinculado al lavado de dineros del narcotráfico y toda clase de negociados (como bien lo  ha denunciado el gran Diego Maradona) sino que lo han golpeado en su línea de flotación: convertido en un negocio, apagada la pasión, modulado hasta el último detalle de la vestimenta o el cotillón, el fútbol argentino se desliza por el camino de la mediocridad de un modo tal que nos hace olvidar que justamente nació como un juego colectivo, para divertirse y aprender que solo se gana si se juega para el equipo.

Y de eso se trata otra vez, de armar el gran equipo nacional, que no sea un “seleccionado” de estrellas, sino un inmenso movimiento popular de recuperación de este deporte como parte imprescindible de la verdadera identidad nacional, patriota, latinoamericanista y antimperiaslita, que nos coloque en el camino de la Segunda y definitiva Independencia, que no solo nos haga libres, sino más felices

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