Entrevista concedida en Granada, España, a la agencia EFE y publicada en diversos medios europeos. Noviembre de 2008
Cuando se le pregunta si guarda rencor, José Ernesto Schulman, uno de los miles de secuestrados y torturados durante la dictadura argentina, tarda dos minutos en responder: «Siempre he pensado que no, y racionalmente no, pero hace unos años me di cuenta que nos habían cagado el derecho a la felicidad».
Apoya las manos sobre la muleta y asegura sentir «rabia» al pensar que durante mucho tiempo le han arrebatado «el deseo», lo que constituye «la única cuenta personal» contra los verdugos, aunque señala que si pudiera regresar en el tiempo haría «exactamente» lo mismo. «Aunque claro, trataría de ganar por esta vez», bromea.
Hace seis años escribió «Los laberintos de la memoria», un libro que recoge su historia como militante de una organización de izquierdas en la Argentina de la década de los setenta, así como los hechos que le sucedieron después.
Como la bomba que, en 1975, explotó en su casa y estuvo a punto de quitarle la vida a él y a su familia, después de que un joven José Ernesto Schulman hubiese mostrado interés sobre la predisposición democrática entre el tejido militar pregolpista argentino.
Tras la llegada al poder de la Junta de Comandantes fue secuestrado y torturado en la seccional Cuarta de la policía provincial, ubicada en la Ochava de Boulevard Zavalla y Tucumán, donde, entre otros tormentos, le aplicaron en el pecho y los genitales la ‘picana’, empleada para castigar a los presos con descargas eléctricas.
Schulman es ahora el secretario de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, una organización fundada en 1937 con el fin de defender los derechos de los presos políticos y que trabaja además en otros campos como la reivindicación de la memoria o del derecho a la vivienda.
También es una de las principales querellantes en los procesos judiciales actuales contra antiguos verdugos de la dictadura, uno de los cuales, el juez Víctor Brusa, fue destituido y permanece preso tras la denuncia de Schulman por «formar parte del engranaje del terrorismo de Estado» que ocasionó las torturas de la seccional Cuarta.
«Que Brusa quede preso o no me importa un carajo. Lo importante era demostrar que era un torturador, y esa batalla se ganó», manifiesta Schulman, quien se muestra convencido de que «se lograrán nuevas condenas».
Sin embargo ha considerado que «para limpiar totalmente el aparato represivo de gente vinculada al terrorismo de Estado en Argentina se requeriría de toda una revolución».
De su militancia en la izquierda clandestina de la dictadura recuerda las palabras de su compañero Tito, que acallaba los miedos del grupo diciéndoles que «la vida es mucho más interesante cuando se lucha», así como sus principales referencias revolucionarias: los guerrilleros de Vietnam y los republicanos que perdieron la vida en la Guerra Civil española.
Se sabe de memoria los versos de Marcos Ana, el hombre que pasó más años preso en las cárceles franquistas, y confiesa que ha pasado miedo, «aunque sólo los locos no lo tienen».
Schulman ha visitado Granada para participar en las Jornadas Internacionales sobre Derechos Humanos y Terrorismo de Estado, que ha culminado con la Declaración de Granada sobre los Derechos Humanos.
En su conferencia, «La larga sombra del genocidio argentino», habló de cómo el terrorismo de estado que se practicó en este país entre 1976 y 1983 afectó a las conductas más cotidianas, pervertidas por «el consumismo banal, que es la pérdida de la condición humana», y por la delincuencia, «que no es más que el resultado de la pobreza en un colectivo que carece de proyectos colectivos».