A menos de quince días de las elecciones venezolanas, la guerra mediatica va saliendo de las tapas de portales y medios gráficos, señal indiscutible que una vez más el pueblo y el gobierno venezolano han logrado derrotar la maniobra destituyente y seguir adelante con el proceso abierto por Chavez a principios del siglo, y que él mismo bautizara como “socialismo del siglo XXI”.
La batalla por el sentido de los hechos realmente sucedidos el 28 de julio ha sido, es y seguirá siendo de una violencia tan extrema que elimina la posible neutralidad, tan cara a los “progresistas” del tipo Boric y dinamitó el sitio de supuesta superioridad intelectual y política de Cristina que derrapó mal su malhadada corriente política a la que su conducción ha llevado de derrota en derrota y de frustración en frustración.
Aunque su jefe más notorio, Luis Ignacio Da Silva, no se puso al frente de la batalla, el campo de los gobiernos no alineados con el Imperio (Brasil, México, Colombia y Bolivia) ha salido fortalecido como debilitado el grupo de “estados fallidos” gobernados hoy por fundamentalistas del cipayismo colonial (Argentina, Perú, Paraguay, Panamá y otros)
Desde hace dos décadas, por lo menos, el discurso central de los que pretenden que no hay alternativa a la opción colonial o neocolonial para nuestros pueblos ha sido “No queremos ser Venezuela porque allí no hay democracia y la miseria es insoportable”. El coro de “estadistas” europeos que aseguraban la ausencia de democracia y los millones de exiliados por razones económicas daban consistencia al relato imperial.
Pero como decía Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todas las personas una parte del tiempo y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todas las personas todo el tiempo.”. El mito del pueblo israelí víctima del terrorismo árabe se está cayendo a pedazos y las mentiras sobre Venezuela van en ese camino.
Ahora bien, aunque sea obvio digamos que el resultado electoral consolida la hegemonía del chavismo al interior del movimiento popular venezolano donde hay otras corrientes y opiniones pero que no han sabido o no han podido construir una opción superadora a la de Nicolás Maduro manteniendo un perfil revolucionario y antimperialista. La debacle del Partido Comunista Venezolano confirma que de buenas intenciones está alfombrado el camino al infierno: de un primer momento de crítica al proceso de cambios terminaron encolumnados detrás de una de las candidaturas de derecha opositora frustrando sus propios objetivos de revolución en la revolución.
En un país dividido casi en partes iguales, el chavismo ha logrado reorganizar su fuerza propia y darle una vez más sentido épico a su militancia y sacrificio por la Patria, subestimar este proceso de creación de bases de poder popular sigue siendo el primer error de los analistas y estrategas del Imperio, y ahora también de personalidades tan importantes como Cristina que desde su soberbia, tan tipica de la burguesía argentina, la dueña del granero del mundo, creyó más en los gurues que la asesoran (el inefable Jorge Aleman quien no deja de dar consejos a la plebe argentina desde su refugio dorado de Madrid, ahhh desde un avión…..que en el propio embajador argentino ante Venezuela, Oscar Laborde que desde antes y sobre todo después de las elecciones ha venido ilustrando a quien quiera oir sobre la verdad en el país caribeño
El proceso de fortalecimiento del chavismo ha sido en paralelo al moderado rebote de la economía venezolana que ha roto algunos ladrillos del bloqueo y logrado algunos exitos mínimos pero sorprendentes: aumentar la producción petrolera, ir al autoabastecimiento alimentario, repatriar algunos miles de exiliados en y desde la pandemia, etc.
Como se dice, el que no sabe es como el que no ve. Desde principios de siglo que se pretende presentar al conjunto de gobiernos no alineados con el Imperio como un conjunto homogeneo de gobiernos progresistas que iban de Lugo a Daniel Ortega, de Chavez a Correa, de Fidel a Néstor y así de seguido.
En vez de diferenciar entre dos grupos de procesos y de gobiernos: uno de inspiración revolucionaria y socialista; el otro de raíz democratica liberal y no dispuesto a cruzar los límites que el Imperio fija, los comentaristas dieron nacimiento a la idea de la “decada progresista”, 2005/2015, la época del retroceso: la derrota electoral en Argentina, el golpe en Brasil, el otro golpe en Bolivia y de nuevo la “decada progresista” de Boric, Petro, López Obrador, Fernández y luego Lula. La segunda versión más light y naif, pero siempre todos los mismo.
Como si no hubiera proyectos distintos y disputas al interior de cada uno de los países. El gobierno de Boric ha sido copado crecientemente por la Convergencia del Partido Socialista y se ha llegado al extremo de encerrar al máximo referente de la izquierda Daniel Jaude ante la pasividad de su partido Comunista. El gobierno de Lucho Suarez ha excluido a los partidarios de Evo en una guerra política silenciosa y sordida que encuentra por primera vez la rebelión de la izquierda genuina a un gobierno que ella misma gestó. No todo es PT en Brasil y mucho menos, no todo el PT aprueba el rumbo moderado de Lula en sus políticas interiores. En la Argentina se vive la crisis de alternativa política más grande del siglo, y en el centro de esa crisis está Cristina y el Kirchnerismo; que una vez más haya apostado a perdedor (apostaba a la intervención extranjera sobre Maduro) confirma el extravío del rumbo de este sector que se renueva radicalmente o será subsumido brutalmente por el Peronismo Histórico, el verdadero y no el de los mitos tan amables.
Siendo esquematicos y didacticos, a veces no hay modo de separar, podríamos decir que la victoria venezolana mejoró la relación de fuerzas entre el campo del Pueblo y el campo del Imperio; pero a su vez mejoró la relación de fuerzas entre las fuerzas antimperialistas y por ello revolucionarias y las fuerzas partidarias de atenuar el dominio colonial y por ello reformistas. Para ser aún más directos: la imagen de Boric y Cristina retrocede mientras crece la de Maduro, la de Díaz Cancel y la de Evo mientras México se acerca al grupo de Cuba y Venezuela y todos se preparan para el final del gobierno de Biden que como toda elección norteamericana incidirá mucho en todas las fuerzas y todas las disputas.
A combatir el derrotismo que impulsan de muchos lados, recuerden aquel verso de Pablo Neruda, Oda a un hombre sencillo
No sufras porque ganaremos
Ganaremos nosotros, los más sencillos
Ganaremos, aunque tú no lo creas

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