Un vaso de agua


 

Mi vieja era hija de un ferroviario rosarino, inmigrante judío de la Rusia, y de otra rusita del lado de Odessa.   Nació en Rosario y fue una de las pocas de su familia que terminó el secundario. Trabajó unos años en Casa Gessel, especializada en artículos para bebé y como se estilaba en la época, dejó de hacerlo cuando se casó con mi papá y se fueron para Santa Fe, abandonando todo lo conocido por ella.

Valiente la Flora

Adoptó la religión de mi viejo que era ateo y en casa nunca supimos lo que era una ceremonia religiosa, aunque si nos bautizaron a los tres y se respetaba el calendario gastronómico, los kniches, el guefilte fish, el leikaj y los pepinos agridulces.

Aunque mi viejo había sido militante sindical y revolucionario, cuando llegó a Rosario solo hacía actividad social en una entidad de la colectividad que no era sionista y ellos llamaban judeo progresista.  A lo mejor por eso, cuando me afilié a la Fede en el 68 no le gustó nada y lo primero que decidió fue que el que no estaba a la hora en que ella servía la cena, se tenía que cocinar solo. Y así aprendí a freír milanesas y calentar los canelones.  Pero no importaba cuántos fueran los compañeros que vinieran a comer, para ella era como una fiesta paisana y hacía toneladas de milanesas, ravioles y torta de ricota.

Tampoco le gustó mucho cuando le dije que me iba un año fuera del país, apenas anotado en la Tecnológica, pero me dejó ir y después se fue acostumbrando.  Claro que no pensaba lo que le venía encima.

El 23 de marzo del 76, como a las ocho de la noche llegó de Rosario y venía cargada de salamines y queso. A lo mejor por eso, nos quedamos con mi hermano a comer y tomar vino hasta que el Loro Miguel salió a decir que no pasaba nada y yo le dije a Pablo, rajemos que se viene el golpe.

Yo me fui, él no y la patrulla del ejercito se lo llevó después de romper todo lo que no se había roto en diciembre.

Valiente la Flora, ni se quejó.

Nunca se quejó de lo que nos pasó en esos años.

Porque, me olvidé, el cinco de diciembre nos pusieron un caño que voló el garaje y la explosión salió por un patiecito, que si no nos mata a todos.

Creo que ese día me di cuenta lo mal que la iba a pasar ella; porque yo y mis hermanos la teníamos asumida. No se si lo habíamos pensado, casi diría que no; que no lo habíamos pensado, sino que nos habíamos ido acostumbrando que esto era así: un par de tiros en la cabeza a uno, otro que desaparecía como por arte de magia y una bomba más allá.

Pero la vieja no tenía mucha idea de lo que se venía y además el maldito vaso de agua que nadie le dio.

Porque después, cuando estaba en la Cuarta o en Coronda, cuando me había rajado a Rosario y vivía en un barrio más perdido que yo, siempre pensaba en esa escena de película: la casa humeando por la bomba, nosotros en pelotas en la calle y mi vieja sentada en una silla sin que nadie le diera un vaso de agua.

Ahora uno dice, pero un vaso de agua no se le niega a nadie; pero bueh, en aquellos años, no cualquiera le daba un vaso de agua a un subversivo.

O a la madre de un subversivo que no es lo mismo pero se sabe que es casi igual.

Y con eso que había vivido como cuarenta años en aquella cuadra, justo frente al mercado de abasto entre una semillería y una marroquinería.

A mi me vino a joder la banda del Curro Ramos, pero cuando se fueron la vi sentada en la silla contra la pared y cuando me acerqué me dijo, ¿no podremos conseguir un vaso de agua? y ahí me di cuenta que no había nadie en la calle.

Nadie.

Por eso la vieja se fue a Rosario cuando también me engancharon a mi, y ya no quedaba nadie para acompañarla.

Y se  bancó la primer detención y el segundo secuestro, y los años de vivir clandestino, sin un mango, mirando siempre hacia atrás cuando caminábamos.

Pero en el 2000, cuando lo metieron en cana a Brusa por unos días, porque Garzón nunca mandó los papeles que tenía que mandar y entonces De la Rúa ordenó que lo larguen, mi vieja me llamó por teléfono para que pase por su casa.

Y en la mesa había de todo: el salpicón de pollo y las empanadas, los kniches y el guefilte fish y una botella de cerveza santafecina, de las que ya no fabrican más.

Y sin decir nada, comimos y tomamos; la buscamos a Mariana y al Javier que todavía eran chiquitos y no sabían porque había fiesta si no era el cumple de nadie.

Y la vieja se vengó de aquel vaso de agua que no le dieron, como cinco vasos de cerveza se tomó aunque ya lo tenía prohibido pero quien le iba a decir algo si uno sabía que no le habían dado el vaso de agua.

Un simple vaso de agua, que capaz, digo nomás, capaz que si algún vecino se animaba a darle un vaso de agua otra hubiera sido la historia.

A lo mejor el bandoneonista de la vuelta no cerraría las ventanas para no escuchar los gemidos de los presos de la Cuarta y a lo mejor, cuando la levantaron a la Alicia, alguno de la calle se la jugaba.

No era tan difícil, solo había que darle un vaso de agua a una señora mayor, sentada en la vereda de su casa, destruida por una bomba.

Tan sencillo como eso.

 

13 comentarios sobre “Un vaso de agua

  1. por que conoci a tu madre y avos y tus hermanos, eramos vecinos yo vivia en el pasillo de calle mendoza , leer este texto me emociono mucho .Dice tantas cosas con palabras simples ,Un recuerdo de aquella mujer que fue Flora, hermosa mujer, recibe mi beso a la distancia Mercedes
    Mehaudy

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  2. exactamente José el mismo pasillo de calle Mendoza; allí donde vivieron hasta hace poquito mi Zeide y mi Babe. Allí donde ahora vive mi hermana. Ancho, donde las bicis de los amigos y las pelotas de los vecinos entran casi sin pedir permiso.

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  3. Gracias por compartir el relato, la sociedad toda en estos días se está replanteando muchas actitudes y vueltas de cara porque dejó atrás el «por algo será»; continuaremos pelando por no mirar pa’ otro lado en los crímenes de hoy día.

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  4. Inés Izaguirre, 6 de julio de 2013

    Excelente tu relato, José. Tan doloroso. Nos hace pensar en todas las transformaciones subjetivas que hacen posible el miedo y la impunidad.

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  5. Me toco el corazon siempre la recuerdo a la tia Flora en el año 76 yo ya estaba en otra lucha en la mia en la que todabia no la terminamos porque tiene que llegar la paz,Tu mama mi tia FLORA volvio a ser la persona que tanto quise y en la epoca que sabiamos que se se venia el final se comunicaron muchas veces y yo la miraba a mi mama tu tia Berta charlando y las dos volvian a ser las que recorde cuando yo era chica y ustedes venian a visitarnos desde Santa Fe,Volvi a ablar con tu mama hasta que todo paso a ser recuerdo. Yo nunca la olvide no a ella a tu papa y a todos ustedes.Puchy

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    1. la soledad de tu mama y todas las soledades de ustedes en esos momentos, planificado por los genocidas de afuera y de adentro ,nos paralizaron ,fueron dia de muchos miedos ,noches oscuras ,hoy al leerlo saque mis lentes y seque tanto llanto contenido por ella por vos por todos y por mi .,debemos comprometernos mas, se que podemos ,y hacer critica constructiva del porque no damos mas cada uno de nosotros ,algo mas nos falta ,todos los dia y en cada momento debemos dar mas ,se que no estamos dando todo y esa es mi preocupacion ,el enemigo es dañino,nos entretiene ,rebisar dondefallamos ,no debemos permitir que exista una madre sentada espantada sin tener la solidaridad de un abrazo conteniendo y sosteniendo un vaso de agua ,.abrazo fraterno y seguir educando con historias vivientes

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  6. Además de hermoso, he llorado a lágrima viva – bueno, desde que soy vieja lloro muy a menudo – pero esta vez ha sido a lágrima viva. También he sentido como si un soplo de aire puro se hubiera colado por alguna parte. Gracias.

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